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Publicaciones

La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 10

¿Sigue siendo Fred?
Sin entretenerse un solo segundo, salieron hacia el piso de Alex McEnroe, teniendo buen cuidado de esquivar los controles policiales. En el edificio, los vecinos estaban revolucionados, preguntándose qué demonios pasaba en casa del viejo borracho. Un calor intenso emanaba del interior, que se hizo evidente cuando Finnegan y McNulty se detuvieron ante su puerta y llamaron. Algunos vecinos, reunidos en el rellano del piso de abajo, los miraban con suspicacia.

Aunque insistieron varias veces, no obtuvieron respuesta, así que Jack, impulsivo como nadie, decidió echar la mugrosa puerta abajo, irrumpiendo en el interior. Una oscuridad sobrenatural lo envolvió, y casi al instante empezó a sudar debido a un sofocante calor. Al abrir la cortina de la ventana más cercana, se quedó helado. Aunque en el exterior no serían más de las dos de la tarde, a través de la ventana se veía una noche cerrada, sin luna, estrellas ni luz artificial. El vello se le erizó. Intentó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, pero aun así no era capaz de ver más que oscuras y borrosas siluetas. Al entrar en la cocina, tropezó con el cuerpo del anciano médico, inconsciente al parecer.

Mientras tanto, en el exterior, McNulty no tuvo mucho éxito en sus intentos de convencer a los vecinos de que había un escape de gas y debían alejarse de allí. Finalmente optó por entrar también al piso, donde le recibió la misma oscuridad que a Jack. El ambiente en la casa era muy extraño, como si un aura de corrupción se hubiera apoderado de todo. En otra habitación encontraron a Fred, que se encontraba en un estado que se podía definir como trance. Gruñía, tenía los ojos en blanco y el rostro extrañamente lívido, mientras se acercaba lentamente a ellos; su brazo izquierdo tenía un aspecto deplorable, como si hubiera sido rociado con ácido. McNulty decidió pegarle un tiro en la rodilla, un tiro que sonó extrañamente apagado, pero que tuvo su efecto y dio con el presunto Fred en el suelo. En tensión y oyendo ruidos extraños consiguieron sacar los cuerpos del hombretón y de McEnroe del piso.

Thomas también intentó subir al piso del médico, pero fue detenido por los vecinos, que lo increparon indignados. Sólo pudo atisbar por el hueco de la escalera cómo Jack y Jonas sacaban los cuerpos inertes del piso de McEnroe por la escalera de incendios, y en eso llegó la policía para complicar más las cosas. McEnroe era bastante poco querido en el vecindario, y los policías se dirigieron rápidamente a interrogar al viejo. Afortunadamente, Thomas pudo entretenerlos lo suficiente para que McNulty y Finnegan salieran con los cuerpos.

Ya en la calle, McEnroe volvió en sí y les contó cómo Fred, aparentemente poseído y con una fuerza sobrenatural, le había golpeado en el pecho y dejado inconsciente. De hecho, tenía varias costillas rotas.

Tras apresurarse en dejar a Alex y Fred en el hospital no sin tener algún problema con la policía, volvieron al piso franco del Bronx. Allí, Jack intercambió varios mensajes de móvil con su hermano, y al enterarse McNulty, éste le pegó un puñetazo. Jack se cabreó, y cuando parecía a punto de golpear al irlandés, se marchó rápidamente. No pudieron detenerlo, pues parecía que iba a explotar en cualquier momento. Tras vagabundear un rato, Finnegan decidió encargar la revista Nuevo Amanecer al kioskero, y consiguió convencerle para que le vendiera un ejemplar de su hijo, que por casualidad las coleccionaba. Después llamó a su hermano, con el que quedó en los muelles. Allí, James le contó que había tenido que cargarse a un par de tipos que decían ser del FBI pero que evidentemente no lo eran y le amenazaron con sus armas. Jack decidió reunir a su hermano con el grupo; ya no era seguro que siguiera en solitario.

Mientras tanto, John había seguido investigando sobre el libro de Blavatsky y sobre el tal Jund. Al parecer, éste era un pez gordo, amigo personal de Himmler, que había provisto de armas al tercer Reich, más tarde a los rusos y sus descendientes (entre ellos Merten Jund) se contaban entre los mayores fabricantes de armas del mundo. Otra cosa que averiguaron fue que Merten Jund era licenciado en teología, y tenía conexiones extrañas con alguna hermandad secreta, quizá con los Rosacruces o con la Golden Dawn.

Cuando Jack volvió con su hermano junto al grupo, estalló una discusión larga y tensa sobre la conveniencia de traer al antiguo teniente de policía allí. Afortunadamente, todo se resolvió sin que la sangre llegara al río, pero con Jack y Jonas enfadados.

Por la noche, tras hacer algunas averiguaciones, Sally descubrió el paradero del hermano de Fred, el padre Fabrice Mullendore. Era párroco en Boston, y aunque no pudieron hacerse con él por teléfono, le dejaron un mensaje. El sacerdote llamó a primera hora de la mañana siguiente, y cuando le contaron toda la historia de su hermano, se trasladó inmediatamente a Nueva York. Pocas horas después, el grupo recibía una nueva llamada del padre Fabrice: estaba muy preocupado por su hermano, pero unos agentes del FBI no habían dejado que lo sacara del hospital, y además él se encontraba ahora custodiado en un hotel. Se miraron los unos a los otros, preocupados, preguntándose qué hacer; desde luego, no podían dejar a Fred allí.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 18

Infiltrados en Quiebramar.
Al poco de poner pie en la isla con los soldados de dos de las galeras, estalló una fuerte ventisca que aunque les retuvo inmóviles, les ayudó para establecer un discreto campamento sin llamar la atención.

Tras discutirlo largo rato, desecharon la idea de infiltrarse en la fortaleza a través del acantilado, pues era poco menos que un suicidio. Finalmente, decidieron que con la ayuda de la lluvia, entrarían por el pequeño pueblo que se había establecido al noreste de Quiebramar.

Quiebramar
El camino por el norte tampoco fue fácil. Primero, tuvieron que esquivar los campamentos de tropas enemigas que se habían establecido alrededor de Quiebramar, y después tuvieron que atravesar un traicionero terreno de rocas salitrosas y resbaladizas que casi acaban con algún lesionado. Ya en el pequeño asentamiento tuvieron algún encontronazo con guardias Seabreeze que consiguieron esquivar sin demasiados problemas. En los muelles se encontraron frente a frente con algunos encapuchados, de los que huyeron. Al poco, un guardia les cortaba el paso, y de repente un pivote de ballesta lo atravesó. Más guardias aparecieron y algunos encapuchados salieron de las sombras, estallando el caos alrededor. El grupo aprovechó para correr al muelle y robar un bote para atravesar la ensenada.

No sin problemas y con alguna caída al agua, consiguieron llegar al otro lado, la pared rocosa sobre la que se alzaba el Muro de las Tormentas. Una ligera escalada les llevó a la boca de los túneles de escape de la fortaleza. Mientras ascendían pudieron ver cómo alguien hacía señales luminosas desde el pueblo.

Al poco de avanzar por el túnel, se dieron de bruces con una puerta de barrotes de hierro. Breon y Jeremiah demostraron su gran fuerza echándola abajo, en un despliegue de fuerza sorprendente. Más adelante, escucharon unos murmullos y percibieron luz de antorchas. Unos pasos se alejaron, y ellos irrumpieron atropelladamente para liquidar a los guardias presentes, que no fueron amenaza.

El túnel daba acceso a un lugar oscuro y poco concurrido de las cocinas. Ante las miradas extrañadas de los cocineros y sirvientes y las imprecaciones de la Jefa de Cocina (que reconoció a Vanna y a Breon), salieron al pasillo del patio. Una compañía de media docena Halcones se acercaba por la derecha, así que se apresuraron a la izquierda.

Al intentar entrar a los calabozos para dar con Loren Ashur todo se torció. Unos guardias les impidieron el paso haciendo caso omiso de las amenazas de Ancel, y cuando los Halcones que habían visto llegaron a la escena, todo se complicó. Más guardias hicieron acto de aparición y el grupo se vio rodeado. Ancel gritó que llevaran a su presencia al capitán de los Halcones, confiando en que el mando siguiera siendo de Loren. Sin embargo, al poco se presentaba ante ellos el nuevo capitán, Ser Baeron Connington. El caballero afirmó que Loren Ashur había muerto y ellos pronto lo estarían también si no rendían sus armas. Acto seguido, una conmovedora y enervante arenga de Ancel [Punto de Destino] hizo que Ser Tristan Errol, uno de los oficiales presentes, golpeara violentamente a Ser Baeron, pusiera un cuchillo en su garganta y conminara a los Halcones a servir a lord Ancel, el más apto señor de Quiebramar.

Los guardias, en su mayoría veteranos de decenas de combates, se miraron entre ellos con gesto torvo.