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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 23 de febrero de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 6

De vuelta a Svelên
La posición del general Gerias no varió un ápice durante el largo tiempo que estuvieron discutiendo su curso de acción. No dio su brazo a torcer, e instó al grupo repetidas veces a darse cuenta de que la protección de los secretos ercestres debía ser su máxima prioridad si no querían verse rodeados de enemigos sobre los que no tendrían ninguna ventaja.

La conversación se extendió durante horas, hasta que Yuria, muy solemne, alegó que había dado su palabra de honor al capitán Phâlzigar de que volvería con ayuda. A partir de ese momento la actitud de lord Theodor se suavizó. Donde la lógica, la razón y la persuasión no habían tenido ningún efecto, la simple exposición de la fidelidad a la palabra dada por Yuria obró el milagro.

 —Nada más lejos de mi intención que una buena ercestre falte a la palabra dada —dijo el general, con una expresión de satisfacción en su rostro.

Los dos grupos se separaron sin más discusiones, y sobre todo, para alivio de los compañeros de Yuria, sin rencores ni reproches. Al menos cada cual partiría a su destino respectivo sin la enemistad del otro.

Sin embargo, más tarde, Yuria tendría nuevos argumentos para exponer ante su compatriota: llevar a los paladines hasta Svelên no debería llevarles más de dos semanas, y el balandro del que disponían era una embarcación más rápida que cualquiera de la que pudiera disponer el general Gerias. Así que se reunió de nuevo con este en su habitación, alegando que si viajaba con ellos en el balandro después de dejar a los paladines en Svelên, recuperaría el tiempo y con toda seguridad incluso ganaría algunos días. Daradoth, de acuerdo con Faewald en acudir a Rheynaldhabía expresado su desacuerdo en acompañar a lord Theodor a Tarkal, alegando que deberían encargarse antes de la Daga Negra que se encontraba en posesión de la reina Armen de Esthalia, pero se plegó a la decisión de la mayoría.

Cuando Yuria ya prácticamente había convencido al general para que viajara con ellos en el Raudo, alguien llamó violentamente a la puerta. La guardia de la ciudad pedía paso, buscando al "ex-general Gerias". Con gestos y susurros, acordaron el curso de acción: el general se escondió detrás de la puerta mientras Yuria la abría y ponía toda su capacidad de mentir para afirmar que allí "no había ningún general" y sólo estaban ella y su marido. En ese momento, llegó Deir'a'Dekkan, el guardaespaldas de lord Theodor; su físico impresionante intimidó a ojos vista a los dos hombres armados que habían llamado a la puerta. Al adastrita no le costó darse cuenta de la argucia de Yuria, y fingió ser su marido malhumorado. Afortunadamente, los guardias se tragaron la historia y consiguieron salir discretamente de la posada acompañados por el general.

Decidieron pasar la noche en el barco para evitar más problemas, y al ver la calidad de la nave, el general se acabó de convencer de que sería buena idea viajar con el grupo.

El día siguiente partieron pronto hacia Emmolnir con los barcos capitaneados por Varidhos. Allí se organizó todo rápidamente para que, cuando llegaran al día siguiente los barcos que faltaban, el contingente partiera sin dilación hacia la Región del Pacto. Cuando atracaron y pusieron pie en tierra, alguien entregó a Galad una carta de su amigo, el hermano Davinios. En la carta, este instaba a Galad a reunirse con él tan pronto como pudiera en la casa de lady Ergwyn en la ciudad de Margen, en Esthalia.

Tras cargar los suministros, partieron sin más dilación. El viaje les llevó un par de días más de lo esperado; el invierno estaba cerca, y los vientos no fueron tan favorables como en el viaje que les había llevado a Emmolnir. Yuria seguía practicando el cántico y el minorio para poder descifrar algún día el diario del alquimista; Daradoth entrenaba como podía con Taheem en el arte de la esgrima; Faewald no paraba de rezongar, echando de menos su tierra; Galad rezaba, encomendando a Emmán su alma y la de todos aquellos nobles guerreros que le acompañaban; y Symeon aprovechaba las noches para pulir sus habilidades en el Mundo Onírico. Una de las noches fue más allá, y consiguió acceder por fin a la Dimensión de los Sueños, donde millones de esferas de colores variantes flotaban a su alrededor: los sueños de los habitantes de todo el mundo. Como puro ejercicio, intentó encontrar el sueño de su compañera Yuria, sin éxito. Pero Symeon era obstinado, y la noche siguiente no solo consiguió entrar en la Dimensión de los Sueños, sino que con gran esfuerzo, consiguió identificar también el sueño de Yuria. Una esfera de color verdoso a través de la que se veía una escena marina, un barco de guerra atravesando con dificultad una tormenta. Symeon estuvo tentado de intentar entrar al sueño, pero sabía que era algo complicado en grado sumo y además muy peligroso, así que se dio por satisfecho con su recién descubierta habilidad y volvió a su sueño normal.

Aun con las dificultades climáticas, consiguieron llegar a la Región del Pacto en un tiempo más que razonable. En Phazannâth les recibió con los brazos abiertos el capitán Anithôr, que saludó a los nuevos miembros del grupo afablemente. Les comentó que había conseguido hacer llegar a Svelên un centenar de hombres que ahora se encontraban dispuestos a defender el paso del valle, y que las tropas (que habían conseguido en un tiempo récord) eran más que bienvenidas. Todo se llevó a cabo con mucha discreción para evitar posibles informantes de los Terrenales; todos los paladines fueron vestidos con ropas de soldado para evitar su identificación. Al principio, algunos fueron reacios a quitarse sus túnicas, que lucían orgullosamente, pero no tuvieron más remedio que obedecer las órdenes que se les dieron. Yuria, acompañada de lord Theodor, fue a hablar con el maestro herrero, que no había tenido éxito intentando plasmar las ideas de la ercestre (acerca de un escorpión rotatorio dentro de una esfera de metal que pudiera girar en tres dimensiones) en una máquina funcional. Yuria le dio instrucciones para corregir los diseños y conseguir llevar a cabo la construcción, ante la mirada cada vez más valorativa del general, que se convenció definitivamente de la valía de la mujer.

En pocas horas remontaron el río hasta Lagarren, donde tuvieron que desembarcar finalmente. El comodoro Varidhos se despidió con un sentido apretón de manos, y Galad le dio instrucciones para dirigirse a Emmolnir a prestar sus servicios: gente de valía como él siempre era bienvenida.

Emprendieron el camino hacia el valle de Irpah bordeando el río. A sugerencia de Symeon, Daradoth se adelantó al contingente, viajando varios kilómetros en avanzada. Gracias a esto, pudo descubrir a tiempo que en los alrededores de la ciudad de Ystragen, la última antes de llegar al valle, se había levantado un campamento militar sobre el que ondeaba el estandarte del general Imradûn, el comandante de la Región. Por su tamaño, debía de albergar unos seiscientos soldados. Gracias a la velocidad del elfo, la compañía procedente de Emmolnir pudo esquivar sin mayores problemas al contingente páctiro: amparados por la lluvia, atravesaron el río por la noche con la ayuda de un balsero y viajaron por la otra ribera hasta encontrarse a una distancia prudencial; entonces utilizaron un vado y reanudaron su marcha normal.

El viaje les estaba llevando más tiempo del que habían previsto, y todos miraban de reojo atentos a las reacciones de lord Theodor. Pero para su sorpresa, el general se mostraba bastante tranquilo: su descubrimiento de las aptitudes de Yuria había relajado su actitud, aunque evidentemente seguía nervioso, pues con cada segundo que pasaba los secretos ercestres seguían expuestos al enemigo.

Por fin llegaron a la vista de las ciudadelas gemelas. Nârik y Bannâth, los hombres del capitán Phâlzigar, se adelantaron para anunciar su llegada, y al poco tiempo el contingente de paladines, aprovechando la noche y los bosques, llegaba discretamente al interior de Svelên. Allí, Phâlzigar les expresó su infinita gratitud por haberse mantenido fieles a su palabra y haber sido tan veloces trayendo ayuda; sin embargo, albergaba ciertas dudas sobre si el número de refuerzos (400 soldados) sería suficiente para defender el paso del valle. Evidentemente, era ignorante al hecho de que contaba con varias docenas de paladines entre ellos, y así se lo hizo saber Galad. Como el capitán siguió sin parecer demasiado convencido, Galad insistió en que noventa efectivos entre paladines e iniciados eran una fuerza muy superior a su número, y para demostrarlo, la mañana siguiente intentarían llevar a cabo una demostración si uno de los gigantescos Corvax que últimamente siempre sobrevolaban el valle se acercaba lo suficiente.

Después de descansar escasas horas, el grupo subió a una torre para ver el entorno y hacer unos croquis para preparar la defensa. Entre lord Theodor, Stophan y Yuria, consumados tácticos militares, desarrollaron un plan para la defensa. Decidieron que lo más importante era dificultar el paso del contingente vestalense, así que no vieron otra opción que anegar el valle. Yuria pasó la jornada diseñando un sistema a base de grandes troncos y rocas que serviría para tal propósito, y que activarían una vez que el general Imradûn hubiera llegado y, como era previsible, su contingente se hubiese alojado en Jenmarik. Pusieron sin tardanza a una gran cantidad de soldadesca y auxiliares a trabajar en el proyecto, al abrigo del bosque y la noche. También decidieron construir una línea de armas de asedio disimuladas en los bosquecillos de más al norte para poner aún más presión en las filas enemigas, equipadas con proyectiles untados en aceite rigeriano, un tipo de aceite explosivo que los químicos ercestres habían inventado hacía algún tiempo. Los componentes del aceite rigeriano no eran fáciles de encontrar, pero por alguna razón no fueron difíciles de encontrar suficientes para producir unos diez litros en Ystragen y Lagarren, así que todo iba a pedir de boca (lord Theodor concedió un margen de varios días, impresionado por su compatriota).

El otro problema que tendrían que afrontar como discutieron reunidos en consejo, serían los corvax y sus jinetes. Pero Galad los tranquilizó a tal respecto, haciendo referencia a lo que, con suerte, podrían ver en pocas horas.

Galad escogió con ayuda de Orestios a los siete paladines más poderosos del contingente y a tres  de los iniciados, y ascendieron a la torre más alta de la ciudadela para reunirse allí con el resto del grupo, y el capitán. Los guardias fueron desalojados en previsión de posibles filtraciones. Daradoth y Yuria con ayuda de la lente ercestre no tardaron en avistar a uno de los grandes pájaros a una distancia considerable. La mujer cedió la lente a Galad para que pudiera ver a gran distancia a su objetivo y hacer lo que tuviera que hacer. Los paladines y los iniciados se dispusieron en un rudimentario círculo, y sus rostros dejaron entrever su concentración; todos rezaban con un quedo murmullo. A todos los presentes les pareció que sonaban en la lejanía ligeras campanillas, seguramente un efecto del poder de Emmán canalizado a través de sus fieles. Habían transcurrido poco más de dos horas cuando el corvax se acercó a una distancia muy considerable de la fortaleza pero a juicio de Galad, al alcance  de su poder. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Los paladines refulgieron con un brillo plateado que ascendió en un haz hacia el cielo, y las campanillas que los presentes escuchaban al límite de su audición devinieron potentes trompetas celestiales; todos sintieron un impacto sordo de puro poder. Y el segundo siguiente, nada. Los paladines se tambalearon, agotados a ojos vista; a lo lejos, un punto se desprendió del enorme pájaro y cayó a plomo al suelo. A los pocos segundos, el ave realizaba varias piruetas y se desprendía del resto de sus jinetes, alejándose hacia el horizonte.

Todos los presentes se miraron con cara de estupefacción, pero no tardaron en reaccionar. Phâlzigar mostró vehementemente su satisfacción y volvió a dar las gracias de nuevo al grupo por haberle proporcionado tan excelentes recursos. Galad expresó su preocupación por si sus enemigos habrían detectado de alguna manera el poder desatado y habían perdido el factor sorpresa, pero con suerte no habría sido así, pues todo había sucedido muy rápido. Esperaba que todo pareciera un accidente.

Un grupo de exploradores no tardó en encontrar los cuerpos de los jinetes del corvax, confirmando la eficiencia de las habilidades de los paladines, para satisfacción de todos los presentes.

La tercera jornada llegó el contingente del general Imradûn, que se reunió en el centro del valle con los dos capitanes, Phâlzigar e Inilêth. Todos dejaron salir un suspiro de alivio cuando el general partió junto con la capitana de Jenmarik para alojar sus tropas allí. Al volver a Svelên, Phâlzigar les contó que el general había llamado su atención por las "obras que se estaban llevando a cabo en el río", y parecía haber creído que estaban construyendo un canal para abastecerse más fácilmente de agua; pero no se fiaba, y deberían proceder con el plan lo antes posible. Afortunadamente, parecía que no había reparado en la media docena de catapultas que estaban construyendo en los bosquecillos del norte...


jueves, 8 de febrero de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 5

Aucte. Lord Theodor Gerias
Durante un descanso, Orestios y Galad aprovecharon para mantener una conversación sobre los viejos tiempos y los amigos comunes. Galad se interesó, como siempre que volvía a Emmolnir, por el estado de su viejo amigo de la infancia Davinios. Orestios le contó que en los últimos meses, Davinios había optado por una ausencia prolongada de la Torre por su desacuerdo en ciertas políticas que se estaban adoptando; como muy bien sabía Galad, su descontento había empezado con la masacre de los kathnitas hacía ya varios años, y había seguido aumentando con cada conflicto —religioso o no— en el que los paladines de Emmán se habían embarcado. Además, desde hacía pocos meses se venía produciendo otro hecho que había incrementado el malestar de Davinios y de algunos otros paladines, entre ellos el propio Orestios: dos de los Pastores de Emmán (la "policía" de los paladines), el hermano Ragnur y la hermana Elyse, afirmaban que su dios les hablaba en sueños prácticamente todas las noches. Según ellos, Emmán se mostraba descontento con la actitud de sus hijos más fieles; las huestes de Emmolnir deberían mostrarse mucho más activas en su expansión, multiplicar su número de forma mucho más rápida y recurrir a cualquier medio a su disposición para difundir Su Palabra y hacerla suprema en toda Aredia. Esta narración hizo rebullir de preocupación a Galad.

El puerto de Aucte

Después de comentar por encima las diferentes corrientes de opinión que se estaban desarrollando en la torre y cómo podía ello afectar al desempeño de las tareas realmente importantes de los paladines, Orestios dio a entender que Davinios estaba creando su propia facción en las filas de los paladines. No estaba seguro de hasta qué punto Emmolnir se acercaba a un cisma, o si el Círculo Interno pondría solución a la división interna, pero intentaría mantener a Galad informado de la situación en la medida en que le fuera posible. Ambos se santiguaron pidiendo fuerzas a Emmán, y a continuación Orestios anunció con una sonrisa que se había ofrecido voluntario para acompañar al contingente de paladines a luchar contra los invasores vestalenses a la Región del Pacto, con la esperanza de poder combatir de nuevo codo a codo con Galad; este hizo un gesto de asentimiento, agradeciendo en silencio las palabras de su amigo.

Poco después el grupo se reunía con el Gran Maestre Wentar y con el Consejo de Emmolnir. El Gran Maestre anunció su intención de poner a Galad al frente del contingente que habían solicitado como comandante, aunque este expresó sus reservas a tal nombramiento al albergar dudas sobre si podría acompañar a las tropas durante todo su viaje (tenían más misivas que entregar y más ayuda que recabar). Ante esa afirmación, el Consejo planteó la posibilidad de que las cartas fueran entregadas por otras personas mientras Galad guiaba a las tropas a la victoria en nombre de Emmán. El grupo se planteó la separación, aunque era demasiado pronto para tomar una decisión; lo evaluarían llegado el momento. Trataron varios temas y finalmente el Gran Maestre lacró una carta de poderes con la que se permitía a Galad negociar el transporte de las tropas en nombre de la Torre Emmolnir.

Yuria planteó la posibilidad de no viajar a Aucte para negociar el transporte, dado su estatus de exiliada, pero se juzgó que era imprescindible su conocimiento del ejército y de la sociedad ercestre para poder llevar a cabo la negociación con éxito.

Salieron de madrugada hacia donde había quedado atracado el Raudo, el balandro del Pacto de los Seis que les había traído a Emmolnir. A bordo del navío llegaron al amanecer al puerto de Aucte. Una ciudad ni demasiado grande ni demasiado pequeña despertaba en esos momentos. Un pequeño risco sobre el que se alzaba una fortificación separaba claramente el puerto civil del puerto militar. Atracaron en uno de los muelles libres del puerto civil. El puerto estaba dominado por un edificio de estilo típicamente ercestre, que no era sino la sede de la Compañía de Comercio de Dánara, la compañía que tenía prácticamente el monopolio del comercio marítimo ercestre y de las misiones de su flota civil. Según les explicó Yuria, la Compañía de Comercio, o, como se conocía a sus miembros más vulgarmente, "los cocodo" habían llegado a acumular un poder que no debía ser despreciado; se encargaban de casi todos los contratos de construcción de navíos del país (de hecho, mientras se acercaban al puerto habían visto cómo en el dique seco de la parte militar se estaba construyendo un nuevo galeón) y tenían incluso una flota privada de naves militares. De momento no habían planteado ningún problema a Ercestria, pero ya en los tiempos en los que Yuria había detentado su puesto de oficial se habían alzado voces que avisaban de los posibles peligros que los cocodo podían suponer para la corona en el futuro.

Se dirigieron a la posada que se encontraba cerca del lugar donde habían atracado, la única visible en aquella parte de la ciudad, ansiosos por tomar algo que les calentara el cuerpo. Daradoth se tapó con su capucha, se cubrió con abundante ropa y fingió encontrarse lesionado y enfermo para evitar levantar sospechas acerca de su raza. Symeon no llegó a tal extremo pero también adoptó una actitud discreta. El salón-taberna se encontraba bastante en calma, dada la temprana hora. Pero ya había un buen fuego en el hogar que reconfortó al instante al grupo, y una muchacha joven los atendió muy amablemente y les puso unos tazones de caldo que devoraron. Alrededor, varias mesas estaban ocupadas. Tres de ellas estaban ocupadas claramente por armadores dedicados a sus diversos quehaceres; todos ellos lucían la torques que los identificaba como miembros de la Compañía de Comercio de Doedia. Uno de ellos, un hombre alto y recio, había estado departiendo con media docena de capitanes y ya solo contaba con la presencia de uno de ellos. Galad y Yuria se acercaron a negociar con él. Maese Esteren resultó ser un súbdito ercestre que albergaba profundos prejuicios contra la orden de paladines de Emmán, así que la negociación no llegó a una conclusión satisfactoria.

Pero mientras se encontraban negociando con Esteren, Yuria se quedó helada a ojos vista. En una mesa al fondo, había reconocido a un hombre que la miraba valorativamente mientras se mesaba una elegante perilla. Aquel hombre era sin duda lord Theodor Gerias, general de los ejércitos del Arven (la frontera occidental de Ercestria) y quien había expuesto el turbio pasado de la mujer ante el Consejo Militar que la exilió. ¿Qué hacía allí, tan lejos de su cuartel general? Y sin duda la había reconocido; la desesperación comenzó a hacer mella en la ercestre, pero Galad la ayudó a recomponerse con un gesto cómplice.

Dejaron a Esteren de forma brusca y volvieron a la mesa con sus compañeros. Apenas dio tiempo a Yuria de explicar la situación a los demás porque en pocos momentos una mujer se acercaba a ella y le decía con poco más que un susurro que "su señor" la invitaba a un trago, si tenía a bien acompañarla. La antigua militar se reunió en la mesa del fondo con el regio y maduro hombre y sus dos acompañantes; efectivamente, se trataba de lord Theodor, que la saludó y le presentó a su sobrina Saeria (la mujer que se había acercado a invitarla) y a Deir'a'Dekkan, un adastrita con varias cicatrices que lucía un tatuaje de un ave en la mitad de su rostro y que tenía una mirada torva y peligrosa. Poco después se incorporaba a la conversación Stophan Vardas, el hombre de confianza del general. Contra todo pronóstico, este se mostró muy amable y se interesó por las causas de la presencia de Yuria en Aucte y por sus experiencias en los últimos meses. Ella no quería bajo ninguna circunstancia irritar al general, pues en cualquier momento podía denunciarla a los guardias que habían entrado en el salón y se encontraban tomando cerveza caliente en la barra. Así que le hizo un resumen de sus pasadas peripecias y de las razones que la habían traído de nuevo hasta Ercestria.

Los ojos de Yuria dejaron ver su sorpresa cuando lord Theodor le reveló que ya no era ni general ni lord. La invitó a subir a su habitación para poder hablar más discretamente, y así lo hicieron. El antiguo general relató cómo su hijo Alexandras había traicionado al reino filtrando secretos para algún agente externo desconocido. Y no sólo eso, sino que el maldito había huido del reino llevándose consigo una compañía entera de soldados, algunos de ellos equipados con armas de última tecnología; y no solo eso, sino que al mismo tiempo habián desaparecido (posiblemente secuestrados) dos de los científicos más brillantes de Amenarven. La traición había sido de tal magnitud que el Consejo del Reino había extendido sus sospechas hasta el propio lord Theodor, y el proceso había acabado con la condena a muerte de varias personas, entre ellas el comandante de la guarnición de Udarven, a quien se había encontrado culpable de permitir el embarque de Alexandras y sus tropas. Lord Theodor habían conseguido evitar la pena capital gracias a la negociación de la duquesa lady Eleria Amernos con el propio rey Nyatar. Finalmente se decidió que Theodor podría ver su buen nombre restablecido si encontraba a su hijo y a los traidores a tiempo para evitar una filtración catastrófica. Así que formalmente, el proceso acabó con su exilio, igual que había sido el caso de Yuria meses atrás. Y sus investigaciones acerca del agente externo le habían llevado a Aucte, donde se había encontrado con un callejón sin salida en sus pesquisas.

Mientras tanto, Galad y Symeon se habían reunido en otra de las mesas con dos armadores que se encontraban repasando cuentas, maese Varidhos y maese Toravan. Varidhos resultó ser un firme simpatizante de los paladines de Emmolnir, pues en el pasado habían salvado a su hija de una muerte segura, así que la conversación fue como una seda casi desde el principio. El armador quiso serles sincero y les reveló que su carga se había podrido en las bodegas y habían tenido que deshacerse de ella, así que les hizo una oferta más que justa por prestarles sus barcos. Unas 220 monedas de oro por tres semanas de servicio y seis transportes. El grupo extendió una letra con la carta lacrada de Emmolnir y en breves momentos se había extendido y firmado el contrato, sellado con un fuerte apretón de manos.

Acto seguido Yuria y sus acompañantes bajaban de nuevo al salón y se reunían con el resto del grupo, que ratificaron la historia de los últimos meses que la ercestre había contado al antiguo general y a la que a este le costaba dar crédito. Después de las presentaciones formales y la sorpresa por descubrir la presencia de un elfo y un errante, se puso en común la información y se pasó a discutir la posibilidad de una ayuda mutua. Yuria seguía siendo una firme patriota y la traición de Alexandras iba contra todo aquello en lo que creía. Además, quizá fuera su oportunidad de restablecer su honor y quizá su puesto. Pero resultó excederse en su celo por ayudar, porque en un momento dado de la conversación no pudo sino recordar las crípticas palabras de lady Ilaith, la Princesa Comerciante, cuando se despidió de ella creyendo que era una espía ercestre: "recuerdos para lady Eleria", dijo. Y era imposible que nadie pudiera relacionar a Eleria con la red de espías si no tenía acceso a información privilegiada; además, Ilaith había afirmado que se quería rodear de las mejores mentes y personas sobre la faz de Aredia en previsión de "lo que se avecinaba". Las palabras surgían de los labios de Yuria, atropelladas, pero con sentido, casi sin pensar. Mostrándose bastante convencida, relacionó la traición de Alexandras con lady Ilaith, del Principado de Tarkal. Todos la escuchaban con atención, sobre todo lord Theodor, que tras unos segundos de silencio instó a Yuria y por extensión, al grupo completo, a acompañarle en viaje a Tarkal para comprobar si su hijo efectivamente había trabado contacto con la Princesa Ilaith. Aunque intentaron convencerlo por todos los medios posibles para que les ayudara en el conflicto de la Región del Pacto, la posición de lord Theodor fue inamovible: para él lo más urgente era que los secretos militares de Ercestria no cayeran en manos extranjeras; después de todo lo que habían invertido en evitarlo, era una vergüenza que su propio hijo fuera quien acabara con todo aquello y extraer a los dos científicos secuestrados (o acabar con ellos) era la tarea que ahora tenía la máxima prioridad.