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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 30 de agosto de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 13

La Asamblea de Eskatha (I).
Una visitante inesperada
El grupo se dirigió raudo a bordo del Empíreo a encontrarse con lady Ilaith. Tuvieron que esperar a que la princesa llegara a la mansión que les había indicado a través del búho de ónice en las afueras de Sugelia. La espera transcurrió sin incidencias y finalmente, un par de días después, se reunían con Ilaith en los jardines de la mansión del barón Estheoras, que había ofrecido hospitalidad a la princesa con la esperanza de lograr algún acuerdo comercial ventajoso.

Después de que Ilaith y Estheoras trataran sus asuntos económicos, este se despidió, dejándolos para tratar sus asuntos. Decidieron que enviarían al Empíreo de vuelta a Tarkal con la misión de entregar el búho de ónice a Davinios; de esa forma podrían reclamarlos para una recogida de emergencia si era necesario. Faewald sacó a relucir un problema que le preocupaba: ¿cómo podían asegurarse de que lady Ilaith no fuera poseída por uno de los kaloriones? Ya lo habían visto suceder en el pasado, y no quería que la princesa ganara un poder excesivo si era vulnerable a la Sombra. Entonces Yuria sacó a relucir la pequeña esquirla de kregora que Ilaith lucía engarzada en su diadema, y pasaron a debatir si aquello sería suficiente para resistir una posible posesión. La gerente de Tarkal escuchó con atención todos los pormenores de la conversación, satisfecha de haber confiado sus asuntos y protección a aquel variopinto grupo. Entregó su diadema a Galad cuando este se la pidió para hacer la prueba de su potencia, y el paladín comenzó a marearse a los pocos segundos de sostener el objeto. Evidentemente, no era tan fuerte como el colgante de Yuria, que ya lo había dejado inconsciente de forma instantánea en el pasado, pero se aferraron a la esperanza de que un kalorion que intentara poseer a Ilaith se vería afectado y debería abandonarla; también era posible que le diera tiempo a desprenderse de la diadema y se materializara la posesión, así que pidieron a lady Ilaith que aumentara la cantidad de kregora de su joya; esta se comprometió a hacerlo. Quedaba pendiente la cuestión de si se trataba de una cuestión de cantidad o de calidad, pero de momento tendría que bastar. A sugerencia de Yuria, también acordaron una pregunta y respuesta secretas que sólo conocería Ilaith y (en teoría) no podría responder si era poseída. A continuación le informaron de la presencia de su prisionero, el comerciante Suarren de Mírfell, y debatieron qué hacer con él. Evidentemente, lo tendrían que llevar a Eskatha (cuidando de que nadie lo reconociera, pues formaba parte del consejo de su principado) y lograr una confesión que fuera creíble ante la Asamblea para hacer caer a Agiond en desgracia. Tanto Delsin Aphyria como Ernass Kyrbel se mostraron de acuerdo en que aquello sería suficiente para lograrlo, pero siempre que el testimonio fuera creíble. Verían cómo podrían conseguirlo a su debido tiempo, fuera con drogas o con otros métodos.

Cada una de las noches siguientes, Galad se reuniría durante varias horas con Suarren para intentar que se arrepintiera de sus pecados y viera la Luz de Emmán; quizá así se aviniera a colaborar con ellos durante la Asamblea.

El día siguiente la comitiva embarcó en dos dromones junto con la guardia de 300 soldados que acompañaba a Ilaith, y en poco más de un día, tras atravesar los controles pertinentes, llegaban a Eskatha. La ciudad hervía de actividad, como siempre; comerciantes participando en subastas, puestos callejeros de comida, visitantes de todos los rincones del continente, esclavos atareados de aquí para allá ataviados con sus túnicas negras y sus velos y un tráfico naval tan intenso que era casi imposible de organizar. Los empleados encargados de la organización de la Asamblea que les recibieron en el muelle les informaron de que ya se encontraban en Eskatha casi todas las delegaciones, excepto la de Undahl, que debía de estar a punto de llegar, y la de Bairien y Krül, que se retrasaría un poco más, pues el príncipe Ónethas había enviado un mensaje pidiendo excusas porque se retrasarían un par de jornadas; el cónclave se tendría que retrasar, por tanto, hasta que todas las delegaciones estuvieran presentes en la capital.

El hemiciclo de la Asamblea coronaba la colina de la ribera occidental del río Malvor, y anexas a él se encontraban las sedes que cada uno de los príncipes utilizaba en sus visitas a la ciudad. Las sedes mostraban más o menos lujos según la riqueza relativa de cada principado, y destacaban por tanto la de Nimthos y la de Bairien; Ilaith miró valorativamente la sede de Tarkal, con mirada anhelante. Su pose era regia, y la multitud se giraba al paso de la primitiva, claramente impresionados por la princesa y su comitiva, que incluía ¡un elfo, un enano y dos paladines! Los rumores de que Ilaith contaba con el favor de elfos, enanos y paladines pronto se propagarían por la ciudad, como ella misma y sus consejeros deseaban. Prefirió hacer que los bardos Sermios permanecieran en un segundo plano anónimo, de momento. A Suarren lo llevaron camuflado entre los guardias. Más o menos a mitad de ascensión hacia la sede, la delegación de Korvan salió a su encuentro, para saludarles y presentarles sus respetos; según les contó Ilaith, la costumbre dictaba que tendrían que tener un encuentro previo con cada delegación para tratar asuntos comerciales y de variada índole. Karela Cysen era la aliada más firme de Ilaith, y ambas delegaciones se saludaron cordialmente. La princesa iba acompañada de su marido, el kairk Theovan Devrid, vestido con traje oscuro de cuello alto, al más puro estilo del Káikar. Los korvanos se interesaron especialmente por Daradoth, como no podía ser de otra manera, y lo bombardearon a preguntas, siempre de forma educada; el elfo respondió con evasivas a la mayoría de ellas.

Ya cerca de la sede de Tarkal otra delegación salió a su encuentro, con la bandera de Mírfell ondeando sobre ella. Trasladaron a Suarren hacia las filas de atrás, temerosos de que Verthyran Kenkad, príncipe mercader de Mírfell, reconociera al miembro ausente de su consejo. En la comitiva de Kenkad llamaba la atención un enorme y simpático yrkanio de estentórea voz vestido con las telas arrolladas típicas de su tierra que se presentó como Rowen had'Helwar. Tras presentarse los respetos correspondientes de forma educada y recordar por parte de Kenkad su trato con Ilaith para concederle los principados controlados por sus primos, la comitiva siguió su camino hacia su sede, en la que se aposentaron al atardecer. Esa misma noche, Galad se encontró por tercera vez consecutiva con Suarren para hacerle ver lo equivocado de sus actos, y su elocuencia tuvo por fin efecto: el comerciante se quebró y rompió a llorar, arrepintiéndose de aquello en lo que se había convertido y recordando los tiempos de su inocencia moral; comenzó a rezar fervorosamente con Galad, viendo la Luz de Emmán como su tabla de salvación, las lágrimas aflorando sin cesar a sus mejillas. Tras varias horas de oración, Galad le prestó el pequeño libro de plegarias que llevaba encima desde su última estancia en Emmolnir y lo dejó con palabras de consuelo. El paladín estaba preocupado por si el comerciante intentaba suicidarse, aunque le había insistido en que el suicidio no era del agrado de Emmán, así que dejó unos guardias a su cuidado; afortunadamente, pues efectivamente desbarataron el único intento de suicidio que Suarren llevó a cabo. No obstante, por la mañana el comerciante se mostraba ya más tranquilo y con la esperanza de la fe en Emmán en sus ojos. Por supuesto, haría todo lo posible para desbaratar el complejo de Asyra Sottran y a sus dueños, y aceptó de buen grado declarar en el hemiciclo durante la asamblea. Todos se alegraron de no tener que recurrir a métodos más drásticos. Mientras tanto, Symeon, que cada noche entraba al mundo onírico para acercarse y contactar con Nirintalath, lo hizo también esa jornada para investigar un poco su entorno. La realidad onírica de Eskatha era, como en el mundo de vigilia, un hervidero de actividad, con gente apareciendo y desapareciendo por doquier. Afortunadamente, nada extraño llamó la atención del errante.

El día siguiente, los diplomáticos de Ilaith concertaron encuentros de cortesía con las delegaciones de Nimthos y de Ëvenlud. Como era costumbre, el principado considerado económicamente inferior (de forma tácita o no) se desplazaba a la sede del principado más poderoso. Así que Tarkal se desplazó hasta la sede de Nimthos, donde se encontraron con Gisaus Athalen y su séquito, en el que se encontraba su hija Eudorya acompañada en todo momento de la guardia de eunucos esclavos. Al verla, el corazón de Galad se aceleró, al igual que el de ella al reconocerlo de su estancia en Creä. Varias horas transcurrieron durante el encuentro, en el que Ilaith y Gisaus discutieron largo y tendido sobre temas antiguos y nuevos. Por su discurso, enseguida se hizo evidente para todos la buena relación que unía a Gisaus con Agiond Ónethas; aquel sería un hueso muy duro de roer. Dos miembros de la delegación de Nimthos llamaban especialmente la atención: Dûnethar y Cirantor, ambos ástaros procedentes del distrito de Galmia, del Pacto de los Seis; ninguno reveló demasiada información sobre su relación con Gisaus o su presencia allí. Por fin, Galad y Eudorya tuvieron un momento a solas. Ella se sorprendió al reconocerlo como paladín de Emmán y al oír su verdadero nombre, pues había utilizado otra identidad en el Imperio Vestalense, pero la pasión seguía siendo intensa entre los dos. Se sintieron el uno al otro y se besaron levemente, pero no podían arriesgarse a más allí; quedaron en encontrarse por la noche en una de las dársenas del puerto este para poder hablar con algo más de libertad (toda la libertad que le permitiera su guardia de eunucos, claro). Hablaron someramente sobre las dudas que Eudorya decía que albergaba su padre acerca de lady Ilaith y su peligrosidad; Galad intentó disipar la reticencia de Eudorya hacia Ilaith, y consideró que lo consiguió al menos de forma parcial.

Por la tarde, recibieron la visita de la delegación de Ëvenlud. La encabezaba Diyan Kenkad, una mujer madura, alta y extremadamente delgada. Era prima lejana de Verthyran Kenkad, el príncipe de Mírfell, con quien ya se habían encontrado de camino a su sede, y la acompañaban entre otros su hermana Melara, y un tal Seraethus Ternal, que por el apellido debía de ser familiar del príncipe de Undahl; este parentesco sería confirmado durante la conversación por el propio Seraethus, que no puso muy buena cara cuando le mencionaron al príncipe Rakos. La conclusión que sacaron después del encuentro fue que Deryan se mostraba contraria a alterar cualquier ápice del statu quo existente, pero que quizá con un soborno lo suficientemente jugoso pudieran hacer que cambiara de opinión al respecto.

Por la noche, Suarren ya se mostraba más tranquilo y considerando a Galad su consejero espiritual. El paladín le preguntó acerca de otros posibles implicados de alto rango en las perversiones de Asyra Sottran, y el comerciante respondió que solo conocía a dos o tres comerciantes que podrían encontrarse en aquel momento en Eskatha, aunque no de alto rango; pero podría contactar con ellos e intentar sonsacarles algo de información. Dio los nombres a Galad, y acordaron que tratarían de buscarlos para intentar averiguar algo más.

Siempre que tenía un rato libre Symeon salía a explorar la ciudad junto con Taheem, y en una de esas batidas, al anochecer, un enorme revuelo en el puerto oeste les llamó la atención. Acudieron rápidamente, abriéndose paso a codazos entre la multitud. La expectación era causada por la delegación de Undahl, que por fin había llegado a Eskatha. El vestalense y el errante abrieron mucho los ojos y sintieron un vuelco en el corazón cuando vieron por fin a la comitiva ante sus ojos. La delegación de Undahl era encabezada por el príncipe Rakos Ternal, fornido, apuesto, de pelo moreno y barba aceitada, con una presencia que rivalizaba con la de Ilaith. Pero no era el príncipe el que levantaba tanto revuelo, sino sus acompañantes; detrás de él, con movimientos felinos y elegantes, caminaba ¡una elfa oscura! Su pelo rubio platino, sus ojos violetas y su tez olivácea no dejaban lugar a dudas. Lucía unos ropajes de cuero extremadamente ajustados (a juicio de Symeon aquellas hebillas debían de causarle un dolor considerable), un daga larga a un costado, y una especie de artilugio cilíndrico que despedía un brillo fosforescente al otro costado. Y por detrás de la elfa oscura, con el resto de la delegación, una figura enorme, de unos dos metros y medio de alto, llamaba aún más poderosamente la atención. Un humanoide enorme con cabeza de toro y una cornamenta amenazadora, rebufando mientras caminaba: un minotauro. Al parecer, Rakos había decidido revelar sin tapujos su alianza con el Cónclave del Dragón y, por ende, con la Sombra. Aquello anunciaba problemas, vaya si los anunciaba. Cuando, de vuelta en la sede, compartieron el episodio con el resto del grupo, todos se miraron cariacontecidos, pues aquello seguramente complicaría aún más las cosas...

Mientras tanto, Galad había acudido a su encuentro con Eudorya lejos de allí, en el puerto oriental. El paladín le narró toda la odisea desde que habían salido de Creä hasta su encuentro en Eskatha, que la muchacha escuchó con extrema atención, viviendo cada momento. Galad aprovechó para hablarle del conflicto ancestral de Luz y Sombra y de que estaban a punto de verse en medio de algo muy grande, algo que los superaba a todos, y le habló también de la importancia de Ilaith en dicha refriega. Las palabras de Galad calaron hondo en la mente de Eudorya, que incluso no pudo evitar temblar de temor ante lo que le decía; se abrazaron y se besaron, reconfortándose mutuamente, aunque los eunucos se apresuraron a separarlos. Eudorya confirmó por otra parte la excelente relación de Agiond con su padre, y le habló de las frecuentes visitas que Gisaus realizaba a los dominios del príncipe de Bairien, quizás excesivamente frecuentes... esta era una información que Galad juzgó importante compartir con el resto, y así lo hizo.

Ya reunidos todos, pasaron a discutir la conveniencia de reunirse con la delegación de Undahl, reunión a la que Daradoth se opuso radicalmente. Finalmente, decidieron no convocar ningún encuentro con ellos, y ya decidirían qué hacer en caso de recibir una invitación de su parte. Symeon volvió a acceder al Mundo Onírico para ver si algo había cambiado con la llegada de la Sombra a Eskatha, pero para su alivio no detectó nada fuera de lo normal.

La mañana siguiente se dirigieron a la sede de Mervan para reunirse con Nercier Rantor y su séquito. Mervan y Tarkal eran principados considerados muy parejos, pero Ilaith decidió tener la deferencia de acudir a su sede; Mervan, como ya sabían, era la espina clavada en su plan y así lo volvió a manifestar, sin ocultar el malestar que le provocaban sus intenciones. Según sus palabras, Nercier era un buen hombre y no le gustaba tener que utilizarlo como una marioneta; pero la lucha contra la Sombra exigiría muchos sacrificios, y el del príncipe de Mervan no sería el último.

Fueron recibidos correctamente por Nercier y sus acompañantes. El príncipe tenía lazos estrechos con Esthalia, pues sus ascendientes eran oriundos de aquel reino, y de hecho en su séquito abundaban los esthalios. Pero lo que más llamó la atención del grupo es que en la delegación mervanita también había ¡un errante! Symeon lo saludó con su fórmula ritual, contento y extrañado a la vez. El errante, que se hacía llamar Noelan de los ruevos ("ruevos" era el nombre de una caravana errante), le explicó que Mervan había acogido en sus tierras a un gran número de sus congéneres expulsados del Imperio Vestalense y rechazados por los barones de Élorend de Sermia. El acontecimiento había sido tan importante, que el príncipe había decidido incluir a uno de ellos en su séquito para exponer sus problemas en la Asamblea.

Nercier Rantor era un hombre sabio y cultivado, y su motivación era vivir una vida tranquila; no quería problemas con nadie. Desde que había subido al poder en Mervan el principado había experimentado una mengua de su poder, y aunque sus comerciantes no estaban del todo contentos, su pueblo vivía feliz. Yuria mantuvo una conversación larga e interesante con Velonya Wodrenn, una de las esthalias en la delegación, y tras ella sacó en claro que a esta no le gustaba nada lady Ilaith; no tenía claros los motivos, pero así era.

Pocas horas más tarde, un mensajero llegaba a la sede para informar de que había llegado a puerto una delegación del reino de Esthalia, compuesta por el duque Woderyan Estigian, su hijo Woddar, Alexann Stadyr (el hijo del marqués Alexadar, conocido del grupo), el cardenal Wadryck Pryenn y sir Garenn de Bayr, caballero de la orden Argion... ¿cuáles serían los motivos por los que habían acudido a Eskatha en plena Asamblea de los Príncipes?


miércoles, 22 de agosto de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 12

Asyra Sottran. El primer vuelo del Empíreo.
Los paladines de Davinios fueron recibidos con honores por parte de Ilaith y su corte. Se les asignó una antigua mansión reformada adecuadamente en el interior del primer anillo de la fortaleza, en la parte este de la colina, cerca de los paladines de Osara. Con palabras de agradecimiento, Davinios y Galad formalizaron un compromiso de alianza con lady Ilaith. Galad cedió el protagonismo a Davinios en la ceremonia pública, pues optó de momento por la discreción para no enemistarse frontalmente con la Torre; era posible que en algún momento del futuro tuviera que acceder al complejo o necesitar algún favor, y no era conveniente que le vetaran como habían hecho ya con su amigo recuperado. Galad y Davinios, empatizando por la situación, habían recuperado por fin su antigua amistad y eso hizo muy felices a ambos; no obstante, la cojera de Davinios permanecería como un recordatorio de lo que había sucedido en un pasado ya perdonado.

El Dirigible "Empíreo"


Cuando Symeon retornó de su viaje a la Gran Biblioteca, Ilaith convocó una reunión con todos ellos y su consejo. Trataron el asunto del Mundo Onírico y el ataque a que habían sido sometidos hacía tres semanas; el errante dio todos los detalles que pudo y Yuria enumeró los posibles efectos que el ataque había podido tener en el mundo de vigilia. Finalmente, Symeon aseguró que desgraciadamente, de momento no tenían los medios para hacer frente a aquellos ataques y lo único que podían hacer era confiar en la espada verdemar para rechazarlos. A continuación les explicó lo que había averiguado sobre la espada, que era una creación de Trelteran y su nombre era "La Espada del Dolor" o "Nirintalath". Este último era el nombre de un "espíritu de Dolor" que el kalorion había imbuido en tan bella arma. Daradoth rebulló en su asiento, incómodo por la revelación, y miró a los demás, que prestaban atención a las palabras del volodh. Symeon habló de cómo percibía él a Nirintalath en el Mundo Onírico y de lo peligrosa que era con sus "estallidos de Dolor", y afirmó que estaba consiguiendo acercarse más a ella, con lo que tenía la esperanza de que el espíritu rechazara los ataques de los esbirros de la Sombra hasta que ellos pudieran conseguir los medios necesarios para hacerlo por sí mismos. Acto seguido, les habló también de lo que había averiguado sobre la Espada del Profeta, y de su convencimiento de que no era en realidad la espada que había empuñado ra'Khameer.



A continuación, lady Ilaith pasó a tratar el tema de la asamblea de la Confederación en Eskatha, a la que deberían asistir en escasas tres semanas. Les explicó a todos sus planes para hacerse con la Corona de Aredia y convertirse en la más importante mandataria del continente con la intención de ayudar después a Daradoth en sus aspiraciones en Doranna. Sin embargo, primero habría que empezar por obtener el control de la propia Confederación de Príncipes Comerciantes y convertirlos en la fuerza principal de la Luz. El primer paso sería convertir a Ilaith en la Gerente de los Príncipes, rango que en la actualidad ostentaba Agiond Ónethas, del principado de Bairien. Les explicó que contaba con la cooperación de su hijo, Progerion Ónethas, y con la alianza de tres de los trece principados: Bairien (en caso de resolver la sustitución de Agiond por Progerion), Krül (de facto, Bairien y Krül estaban controlados por la familia Ónethas) y Korvan, cuya princesa, Karela Cysen, era una firme partidaria de las ideas de Ilaith. Esperaba una oposición firme de los principados de Nimthos, Ëvenlud, Trapan y Undahl, y una posición más neutral de Mírfell y Ladris. Por otro lado, los planes de Ilaith pasaban por la invasión de los principados de Adhëld, Armir y Mervan una vez que hubiera sido investida Gerente y contara con los apoyos suficientes. En concreto, Mervan era un punto sensible en su plan, pues Ilaith pretendía ganar su apoyo para luego invadirlo y utilizarlo para pactar con Semathâl; esto hizo sentirse muy incómodo a Daradoth. A Ilaith le constaba que Adhëld y Armir estaban negociando con el Cónclave del Dragón y traficando con kregora, con lo que sus invasiones estaban más que justificadas y contarían con el apoyo de Korvan; era posible que la princesa Karela supusiera una traba en el futuro si su ambición crecía, pero ya se encargarían de eso a su tiempo. Les informó de los otros principados que comerciaban con el Cónclave o con esclavos y con los que no deberían tener escrúpulos: Nimthos, Undahl y Ladris, además de los ya mencionados Adhëld y Armir. Les habló también de la casa Kenkad, y de su control sobre tres de los principados; Verthyran Kenkad, de Mírfell, estaría dispuesto a apoyar a Ilaith si sus otros dos primos caían en desgracia y obtenía sus títulos. La conversación sobre la situación política y como deberían afrontar las negociaciones con cada principado fue prolongada y bastante densa.


Una vez presentada la situación, se acordó la representación que viajaría con lady Ilaith hasta Eskatha: los propios Yuria, Galad, Daradoth y Symeon; maese Meravor; el enano Nezar; el mariscal Loreas Rythen; la habilísima política Delsin Aphyria; el experto negociador Ernass Kyrbel; la prima de Ilaith Keriel Danten; y sus guardianes el maestro de esgrima Khain Malabailos y la paladín de Osara Aznele Eneven. Dos bardos sermios acompañarían también a la comitiva, de incógnito, pues Ilaith no quería revelar tan pronto su as de Sermia. Evidentemente, el grupo que viajaría a la "capital" sería mucho mayor, pero esos serían los representantes de Tarkal en el hemiciclo (princesa y doce consejeros). Los paladines, Nezar y Daradoth darían cuenta de los "poderosos aliados" de Tarkal, y los políticos se encargarían de abrir el camino, para lo que la ayuda de Meravor sería valiosísima.

Una vez que Ilaith se hiciera con la Gerencia de los Principados, la siguiente fase del plan consistiría en cambiar el sistema de gobierno para convertirse en reina, o mantener el título de gerente pero otorgándole los poderes análogos al título de rey. Ilaith confiaba en tener para entonces la confianza de al menos tres cuartos de los principados, pero si se consideraba necesario, habría que considerar posibles nuevas invasiones.


Finalmente, Ilaith volvió al tema de los principados de Bairien y Krül y la sucesión "forzosa" con la que tendrían que ayudar a Progerion a hacerse con el título de su padre Agiond. La princesa de Tarkal tenía una misión para el grupo, pues no se fiaba de nadie más para llevarla a cabo. Les reveló que Progerion y ella mantenían encuentros frecuentemente. Además, el joven estaba prometido con una noble Sermia, Eferë Serastil, e Ilaith tenía las llaves para que aquel compromiso llegara a buen puerto gracias a sus relaciones con la nobleza Sermia. El caso era que Progerion afirmaba estar en posesión de una información que, debidamente tratada, podría provocar la caída en desgracia de su padre. Solo la revelaría en el momento en que se fuera a realizar alguna acción con ella, y ahí es donde entraba el grupo. Deberían reunirse con Progerion y seguir sus instrucciones para averiguar lo que fuera de aquel asunto. Cuando surgió el problema de mantener una comunicación más o menos frecuente, Daradoth sacó a relucir el búho de ónice que habían encontrado en las ruinas de Margen. Aunque le costó un par de días sintonizar con el artefacto, finalmente pudo cargarlo para poder comunicar con lady Ilaith en un radio de 600 kilómetros.

Afortunadamente, a pesar del retraso por la sintonización de Daradoth, el grupo contaba ahora con el Empíreo, el dirigible que había creado Yuria para facilitar sus viajes con el beneplácito de Ilaith. Para mantener la existencia de los dirigibles en secreto, viajarían a una altura segura, y seguirían una rutina de descensos y ascensos nocturnos en parajes despejados. El viaje hasta las inmediaciones de Tárkavel fue rápido y tranquilo, superados los primeros miedos a volar de algunos de los componentes del pasaje. Una vez allí, se reunieron con el apuesto Progerion en la casa solariega de uno de sus nobles de confianza, y este les informó de lo que sabía. Les habló de la conocida isla de Asyr Ethos en el principado de Undahl, que se consideraba un centro de placer y perversión donde la gente acaudalada podía hacer realidad sus fantasías. Algunos miembros del grupo ya conocían la existencia de esa isla, donde no todo lo que se llevaba a cabo satisfaría una moralidad media. Progerion entonces les reveló la existencia de una segunda isla, Asyra Sottran, en su propio principado de Bairien y cuya existencia su padre guardaba en un estricto secreto para un círculo de contactos muy selecto. A Progerion le constaba que las perversiones llevadas a cabo en Asyr Ethos no eran nada comparadas con las perpetradas en la isla de su padre. Si el grupo conseguía pruebas de la existencia de esa isla y de las depravaciones adecuadas, podrían conseguir que en la asamblea de Eskatha su padre abdicara en su favor, o bien que el propio hemiciclo nombrara forzosamente a Progerion nuevo príncipe de Bairien. El joven heredero les emplazó para informarles puntualmente de cualquier información que pudiera serles útil en su investigación en los días venideros; sin embargo, el hecho de que apenas bajaron del Empíreo los siguientes días, imposibilitó tales encuentros.





Los siguientes seis días fueron bastante caóticos. Se acercaron a una distancia segura de la isla, donde vieron un complejo parecido a una especie de monasterio enorme con un pequeño muelle de atraque a donde llegaban pequeños botes desde el continente. Dos barcos de guerra guardaban la isla en todo momento, alternándose en la guardia del muelle y las rondas alrededor de ella. Symeon accedió un par de noches al Mundo Onírico para observar la zona, y le sobrecogió la resonancia corrupta y malsana de Asyra Sottran en aquella realidad. Averiguaron que el acceso a la isla se realizaba desde un pequeño pueblo a unas cinco horas a caballo desde la capital Tárkavel, donde una flotilla de botes trasladaba a los clientes. Recorrieron los caminos desde la capital al pueblecito y la ruta marítima hasta la isla varias veces, hasta que finalmente, el sexto día de guardia tuvieron por fin la oportunidad que buscaban. Consiguieron seguir con éxito uno de los pequeños veleros que transportaba a algún cliente que volvía desde la isla al continente, y decidieron ejecutar un abordaje desde el aire. No fue fácil, pero finalmente Daradoth y Taheem accedieron a la embarcación de forma espectacular, el elfo con un salto sobrenatural y Taheem descendiendo ágilmente por una cuerda. La tripulación no planteó problemas para los dos expertos espadachines y los pivotes de ballesta lanzados por Galad y Yuria, que se deshicieron de dos de los guardias limpia e inmediatamente. La tripulación de marineros se rindió en pocos segundos, algunos de ellos tirándose al mar, aterrados por el espectáculo del abordaje del dirigible y la caída de los guardias.

En el camarote de popa viajaba un comerciante del principado de Mírfell al que le horrorizaba la idea de dar alguna información sobre la isla a aquellos extraños. Pero un poco de intimidación y de daño físico (¡aplicado por, entre otros, Symeon!) consiguió que soltara la lengua. Todos se miraron horrorizados cuando el bastardo afirmó que había acudido a la isla a darse un banquete de carne de bebé. Daradoth se sintió tentado de atravesarlo con la espada, pero la mano de Taheem en su hombro lo tranquilizó. Tras escuchar algunas de las depravaciones que se llevaban a cabo en la isla, todos coincidieron en que era necesario deponer a Agiond y para ello transportarían a aquel malnacido hasta Eskatha, para que diera su testimonio y quizá poner en la picota al actual gerente.

Después de trasladar al comerciante (que decía llamarse Suarren) al Empíreo, llevaron el barco a una playa remota donde lo barrenaron y dejaron a los marineros, que previsiblemente no serían rescatados hasta dentro de unas semanas. Daradoth informó a lady Ilaith de sus logros a través del búho de ónice, y esta les emplazó a reunirse en Sugelia, una pequeña ciudad al noreste de Eskatha, donde planificarían su curso de acción.


viernes, 10 de agosto de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 11

El Dirigible. Encuentro con Davinios.
El grupo se separó por primera vez en mucho tiempo. Galad, Daradoth y Taheem embarcarían hacia Margen para encontrarse con Davinios, entregarle la carta que lady Ilaith había escrito para él e intentar ganarlo para la causa. Faewald les acompañaría, pero quedaría en Ústurna para encontarse con el marqués de Strawen, relatarle el viaje y concertar una posible reunión para tratar el tema de la Kothmorui, la Daga Negra de la Sombra.

Symeon partiría con una pequeña escolta hacia la Gran Biblioteca de Doedia para investigar más sobre las espadas que guardaba Ilaith y el Mundo Onírico. No sin antes prometer que volvería cada noche para vigilar el mundo onírico alrededor de Tarkal.

Yuria, mientras tanto, se quedaría en Tarkal para trabajar en el diseño del dirigible, que Ilaith juzgaba de extrema urgencia (los dirigibles serían impagables como exploradores y transportes de logística). También seguiría entrenando a las tropas y desarrollando tácticas durante unas semanas agotadoras en las que apenas dormiría. La ercestre se reunió por fin con el equipo de ingenieros que Ilaith había reunido, entre los que destacaban los jóvenes Eucildes y Sebastien, el más maduro Aertenao, el casi anciano Barian Tagar y los enanos Tekhran y Hêttrod. Eucildes y Sebastien probaron ser una ayuda crítica, y la primera versión del dirigible estuvo ultimada en apenas dos semanas; la prueba fue todo un éxito y lady Ilaith sonrió complacida, haciendo un gesto de asentimiento hacia Yuria. Además, en la primera semana, Eucildes se encontró en una reunión privada con Yuria; el joven había estado trabajando en unas ideas en relación con el metal nuevo que había descubierto la Confederación de Príncipes Comerciantes, y que llamaban Kuendar (material que componía la espada que Tarkal había regalado a Daradoth). Combinando el metal con las runas de los enanos y algunos diseños ercestres, el joven afirmaba que serían capaces de producir armas (cañones y balas explosivas) que llevarían la destrucción a varios kilómetros de distancia, hasta 15 según él. Yuria le dirigió una mirada muy apreciativa; Eucildes debía de haberse ganado sin duda el respeto de Tekrhan y Hêttrod si le habían permitido acceder a la información que figuraba en sus papeles en lo que respectaba a sus runas. Por supuesto, Yuria encargó a Eucildes hacer copia de todo aquello y guardarla a buen recaudo; aún hacía falta pulir muchos detalles, pero la idea era extraordinaria.

El viaje de Symeon a través de la Confederación y el Reino de Sermia transcurrió sin incidentes reseñables. Pero el quinto día de viaje, apenas avistada la frontera con Sermia, Tarkal recibió un ataque a través del Mundo Onírico. El poder de los atacantes era enorme, lo que hizo sospechar a Symeon de que algún kalorion se encontraba entre ellos. Intentó defender la ciudad, pero un "estallido de dolor" presuntamente provocado por la espada verdemar le obligó a volver al mundo de vigilia, donde los guardias que le acompañaban velaban su sueño. Envió a uno de sus acompañantes a Tarkal con un mensaje para avisar del ataque. El mensajero llegaría varios días después con las noticias, pero poco podrían hacer en la ciudad; afortunadamente, parecía que por el momento la espada verdemar había rechazado la amenaza.

Pocas jornadas después, Symeon se quedó anonadado cuando pudo contemplar de cerca la Casa de los Héroes, el centro de la religión Sermia, con las maravillosas (y enormes) estatuas de los héroes de la antigüedad que se erguían sobre un complejo que abarcaba varios kilómetros cuadrados en lo alto de una estribación de los montes Darais. Pocos días más tarde, a muchas leguas de distancia pudo visualizar sobre el horizonte las siluetas de las Torres Eternas, construcciones de varios kilómetros de altura que nunca fueron terminadas y cuyo origen se perdía en la bruma del pasado.  Finalmente, tras un viaje de unos diez días, llegó a Doedia y a su Gran Biblioteca. Nunca el epíteto "Gran" había sido tan adecuadamente utilizado. La Biblioteca constaba de una sucesión interminable de edificios de estilos muy diversos y se encontraba controlada por un cuerpo de trabajadores llamados "Bibliotecarios". Sin su ayuda, uno podría perderse en la Biblioteca y nunca encontrar la salida; no digamos ya encontrar cualquier libro. 

Cuando el errante llegó al complejo, se encontró con Svadar, uno de los Grandes Bibliotecarios al que Faheem, el vestalense que se encontraba con los errantes en el desierto de las Arenas de Prator, le había recomendado que se dirigiera. Symeon le repitió las palabras clave que Faheem le había dicho, y después de charlar un rato, el errante obtuvo un anillo para el libre acceso a la Biblioteca durante su estancia allí.
En apenas diez días, Symeon pudo encontrar información sobre la espada verdemar: según los libros que consultó, la espada era en realidad la llamada Espada del Dolor, también llamada Nirintalath. Averiguó que Nirintalath no era sino un espíritu de otra realidad que había sido imbuído por el kalorion llamado Trelteran en el arma. Así que la joven que había visto en el Mundo Onírico no debía de ser otra cosa que la manifestación de ese espíritu. Sobre la otra espada obtuvo algo menos de información; pero varios autores coincidían en que la espada de los Santuarios de Creä no era en realidad la espada que había esgrimido el profeta ra'Khameer; todos los autores hacían referencia a otro erudito (un tal Ameer ra'Saar ra'Alkher) como prueba de tal afirmación, pero Symeon no pudo encontrar ninguna obra escrita por este último. Tuvo que volver, pues el tiempo ya apremiaba. El viaje de Symeon se alargaría durante treinta días en total.

El viaje a Margen se alargó durante 12 días, incluyendo la parada en Ústurna para que Faewald desembarcara. Una vez allí, se dirigieron sin tardanza a la mansión de lady Ergwyn, como había indicado Davinios en su misiva. Ergwyn era una mujer entrada en años, y se sorprendió cuando Galad le mostró la carta de lady Ilaith; no tardó en enviar a alguien en busca de Davinios. Además, la mujer se quedó anonadada cuando reconoció un elfo viajando con el grupo; la curiosidad la invadió y lo bombardeó a preguntas, y a pesar de su reticencia, Daradoth intentó responder de la forma más amable posible sin darle ninguna información sensible. Por la noche, el elfo salió a explorar la ciudad; Margen era una antigua colonia élfica y pudo descubrir algunos restos y signos que la delataban como tal. Uno de los puentes todavía se conservaba con el estilo élfico original. Pero aparte de eso, no pudo encontrar nada "de interés".

La mañana siguiente hicieron acto de aparición Davinios y otros cuatro paladines, ataviados con ropajes discretos. El paladín exiliado abrió mucho los ojos al reconocer a su antiguo amigo; palabras amargas salieron de sus labios, pero la sinceridad y emotividad de Galad vencieron su resistencia y acabaron estrechando sus antebrazos y sonriéndose. Superados los resquemores iniciales, Davinios procedió a explicar la situación de la Torre Emmolnir a Galad: muchas habían sido las causas de la discordia, pero las más importantes eran que los paladines habían vetado la entrada de mujeres en sus filas y el enriquecimiento obsceno de la cúpula de la hermandad. A Davinios le constaba incluso que algunos de los dirigentes de la orden (¡el Gran Maestre entre ellos!) ya no eran capaces de canalizar el poder de Emmán; no quería imaginar las irregularidades que habían cometido para amasar sus riquezas. Galad se resistió a creer todo aquello inicialmente, pero todos los compañeros de Davinios corroboraron sus palabras y no tenían motivos para mentir, así que no tuvo más remedio que aceptar el relato de su amigo. Finalmente, se acordó que trasladarían a los paladines a Tarkal para trabajar en colaboración con lady Ilaith si era necesario. Así que Davinios y los demás condujeron al grupo a unos antiguos santuarios élficos en los bosques del sureste de la ciudad donde se encontraba el resto de sus compañeros. Poco antes de llegar a las ruinas, Galad y Daradoth no tardaron en sentir el poder latente en el lugar; los santuarios podían haber perdido su antiguo esplendor, pero los hechizos antiguos todavía permanecían en la zona. Treinta y tres paladines (además de varios iniciados y novicias no reconocidas por la Torre) acompañaban a Davinios en su exilio; habían improvisado un refugio en los antiguos santuarios que por lo menos los mantenía secos y calientes. Entre ellos se encontraba uno de los maestros de novicios de Emmolnir, Eryan Dergaen, que había adiestrado al propio Galad y a quien este respetaba en grado sumo. Cuando Eryan corroboró las palabras de Davinios en lo referente a la corrupción en la Torre, las pocas dudas que Galad pudiera albergar todavía sobre el asunto fueron despejadas. El maestro confirmó que el Gran Maestre ya no podía canalizar directamente el poder de Emmán, aunque sí podía seguir utilizando los artefactos que correspondían a su cargo, con los que disimulaba su incapacidad. Llegado un punto, Galad pudo ver cómo las novicias eran adiestradas por uno de los paladines, y con esfuerzo consiguieron concentrarse lo suficiente para crear una esfera de luz. Ese hecho hacía evidente que Emmán también proporcionaba su favor a las mujeres, con lo que estas eran también dignas de vestir los hábitos de la orden; otra afrenta más por parte de la Torre a la voluntad de su dios. Galad sonrió con tristeza, destrozado por la pérdida de su confianza en sus superiores.

Búho de ónice
Un leve pico de poder llamó la atención de Daradoth mientras sus compañeros se encontraban departiendo con los paladines. Tras despejar la zona de escombros, descubrieron el acceso a una cripta subterránea que parecía haber sido saqueada; lo único que quedaba era una mesa de mármol redonda en el centro de la estancia y una estatuilla de ónice con forma de búho en su centro. Varios huecos se adentraban en la pared alrededor de toda la sala, huecos que parecían haber albergado algo en su interior, pero ahora vacíos. Daradoth envolvió respetuosamente el búho en una tela y se lo llevó. Más tarde averiguaría que se trataba de un artefacto de comunicación que habían usado los antiguos sacerdotes elfos.

El traslado de los paladines se llevó a cabo rápida y discretamente. Al cabo de unos días, el Raudo llegaba de nuevo al puerto de Ústurna, donde ya esperaba Faewald. El esthalio les confirmó que efectivamente se había podido reunir con el marqués de Strawen y que la situación no había cambiado en los meses que habían pasado; había en Esthalia una calma tensa con respecto a los vestalenses, y les transmitió las sospechas de Strawen de que el rey Randor les asignara una misión obviamente suicida, lo que secundaba las sospechas del propio Faewald. Strawen había quedado a la espera de noticias del grupo.

Durante los últimos diez días del mes de viaje de sus compañeros, Yuria generó otro dirigible con capacidad  para 14 personas. Según sus cálculos, tenían  tela ignífuga suficiente para la construcción de tres dirigibles con capacidad para 14-15 personas. Ilaith ya había enviado una caravana para conseguir mucha más tela de aquella. Y según Yuria, a aquellas alturas, el grupo de ingenieros ya podría trabajar por su cuenta para intentar construir un dirigible que permitiera el transporte de varias toneladas de material o varios centenares de soldados. Pero para ello necesitarían a los enanos que viajaban con Meravor, Narak y Zandûr.