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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 9 de noviembre de 2018

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 42

En Busca de Derek (IV). La ventisca. Huida.
Timofei Nóvikov
La huida a través de la ventisca fue dantesca, durísima. Poco después de salir del complejo de Vitaria, Tomaso trastabillaba y se apartaba del grupo. Patrick no tardó en hacer lo mismo. A Sigrid le costó dios y ayuda dar con sus compañeros en la infernal noche, pero finalmente lo consiguió [punto de destino]. Primero encontró a Patrick y luego a Tomaso, justo cuando las luces de un vehículo blindado aparecieron entre la niebla y desde un altavoz les increparon gritándoles algo en ruso. Jonathan y Patrick pudieron escabullirse, no así Sigrid y Robert. Por suerte portaban pistolas y Robert tenía gran destreza utilizándolas. Cuando las puertas del vehículo se abrían para dejar paso a algún soldado, sendos certeros disparos acertaron en el foco que les apuntaba, dejando la escena a oscuras; una lluvia de balas de gran calibre se desató a su alrededor cuando la ametralladora del vehículo comenzó a disparar prácticamente a ciegas, pero por suerte no sufrieron ningún impacto y pudieron volverse a perder en la noche y la niebla.

Tras reunirse todos y descansar unos minutos, ya con Patrick y Tomaso relativamente repuestos de sus vínculos al trauma, decidieron adentrarse en la devastación que tanto daño les había hecho en el camino de ida. Pero quedarían a una distancia prudencial del centro, manteniendo en la medida de lo posible una ruta circular.

Y así, atados unos a otros y con todo el cansancio del mundo, caminaron unas cuantas horas a través de árboles inclinados, hasta que la nieve cedió bajo los pies de Sigrid y todos cayeron al vacío rodeados de una lluvia de escombros, hielo y barro. Encendieron las linternas y tras asegurarse de que todos estaban bien, la luz reveló una especie de cueva, o más bien un túnel. A un lado tenían el derrumbe, que había cegado la salida y el paso por aquella parte, y al otro, el túnel se alargaba hasta la oscuridad; lo llamaron túnel y no cueva o caverna, porque parecía estar tallado con una cuchilla: las paredes eran lisas como si hubiera pasado por allí una tuneladora. Sin embargo, el material era blando; cuando Patrick escarbó un poco en las paredes, se desprendió algo de tierra de ellas. La abertura parecía tener una ligerísima pendiente descendente hacia la oscuridad, y todos dieron un respingo cuando se dieron cuenta de que no proyectaban sombras en aquel lugar. La luz de las linternas parecía pasar limpiamente a través de ellos. Sin embargo, la temperatura, que se había hecho más bien agradable, y el extremo cansancio que habían acumulado en su huida les hizo decidirse a dormir antes que cualquier otra cosa.

Tras un intervalo de sueño reparador, el grupo al completo se "despertó" en un entorno desconocido e inquietante. Se miraron los unos a los otros, dándose cuenta de que debían estar dormidos todavía, y miraron a su alrededor: una cúpula inmensa de cielo estrellado se levantaba sobre ellos; solamente contemplarla hacía que perdieran el equilibrio, tal era su inmensidad y su inabarcabilidad. Y alrededor, nada; únicamente un suelo pulido de color negro que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. A falta de otras ideas, comenzaron a caminar. Caminaron durante una eternidad, hasta que a lo lejos distinguieron que, en una línea recta perfecta, el suelo cambiaba de color y se convertía en blanco. Y en el extremo del suelo blanco vieron una figura borrosa por la distancia. El corazón de Patrick dio un vuelco cuando al acercarse pudo distinguir el rostro de Lupita, su futura hija adoptiva. Corrió hacia ella, y se quedó a varias decenas de metros de distancia, junto con el resto de sus compañeros, en el suelo negro. No sentían ningún deseo de pisar suelo blanco, aunque veían a  la niña sufrir. Lupita estaba llorando desconsoladamente, lo que martilleó profundamente el corazón de Patrick. Cuando el profesor le preguntó qué le pasaba, ella respondió entre sollozos "Papá, ¿por qué me has abandonado?". A Patrick se le cayó el alma a los pies.

El resto del grupo lo miraba confundido, pues para ellos no había nadie allí, solamente Patrick era capaz de ver a la niña; el resto solo veía el inmenso suelo blanco que se extendía de nuevo hasta donde eran incapaces de alcanzar a ver. De repente, el profesor se sobresaltó cuando desde la penumbra detrás de Lupita, apareció bruscamente un hombre japonés de mediana edad, que se arrodilló en el suelo suplicando algo; Patrick no lo pudo entender, pues no hablaba el idioma, pero se le notaba desesperado por algo. Sus sospechas se confirmaron cuando tras preguntar a Lupita si le estaban haciendo daño, esta respondió que sí, que "había allí personas malas". A medida que iba viendo cosas Patrick las iba contando a sus compañeros, así Sigrid pudo caer en la cuenta de que entre la lista de personas que habían bautizado como los "Nacidos Relevantes" buscadas por el Círculo Neosuabo, se encontraban los datos de un japonés de cincuenta y tantos años, que podría ser aquel que estaba viendo su amigo. Lupita también le explicó que entre la "gente mala" que la rodeaba había muchos que hablaban en un idioma "raro y feo"; también describió un reciente viaje en barco y su traslado a "un sitio junto al mar, donde hace mucho calor".

Patrick decidió, contra todos sus instintos, que tenía que atravesar aquella línea y pasar del suelo negro al blanco. E intentó convencer a sus compañeros, aunque ni él mismo se mostraba convencido; el proceso mental requerido fue muy complejo y minucioso, pero finalmente Patrick consiguió convencerse a sí mismo y a los demás de que podían pasar al otro lado; y así lo hicieron.

En cuestión de pocos instantes sintieron la materialización, o quizá la aproximación a una velocidad inimaginable, de unas presencias abrumadoras, inefables. Con una especie de manotazo metafísico los devolvieron violentamente (y muy dolorosamente) como si de peleles se tratara al espacio con el suelo de color negro. Y despertaron.

En el túnel habían dormido a gusto calientes por fin, pero ahora, los más sensibles entre ellos, Tomaso, Patrick y Sigrid sintieron que desde la oscuridad, desde la parte profunda del túnel, su muerte se acercaba. No sentían pánico ni terror, solo un convencimiento de que si se quedaban allí en pocos minutos habrían muerto junto con todos sus compañeros.

Desesperados, excavaron en el derrumbe, con Jonathan y Tomaso demostrando su superioridad física arrancando rocas y hielo. Pero la nieve se reponía en todo momento, no había forma de abrir un hueco, así que decidieron bucear a través de ella. Después de que Sigrid casi muriera en el intento fue Tomaso el que salió al exterior, ya bien equipado con ropa y cuerdas. Haciendo uso de ellas, el resto del grupo no tardó en salir por fin al exterior. La sensación de muerte inminente había desaparecido, pero era de día y la ventisca ya se había esfumado, así que decidieron alejarse a toda prisa. Una vez que salieron de la zona de la devastación, cuando los relojes dejaron de volverse locos, calcularon que debían de haber pasado cuatro o cinco días de tiempo real dentro de aquel túnel. El tiempo debía de transcurrir de otra manera allí, o quizá el sueño los había transportado de una manera extraña. Cuando los teléfonos reaccionaron, aparecieron los registros de multitud de llamadas perdidas y se apresuraron a contactar con Sally, Esther, Francis y Pierre. La periodista y la hija de Sigrid les tranquilizaron asegurándoles que estaba todo bien, pero que durante aquellos días habían aparecido varias personas por el hotel preguntando por ellos; que ellos supieran, los recepcionistas no habían revelado ninguna información gracias a las generosas propinas que les habían pagado. Por la descripción que Sally les proporcionó, reconocieron a uno de los extraños como el mexicano ayudante de Dan Simmons; al resto no supieron situarlo por la descripción física.

Al cabo de un par de días de penosa caminata llegaron por fin a la vista del lugar donde habían quedado en encontrarse con sus cuatro compañeros (un punto en una carretera más o menos alejada de Vogorovo). Y para su sorpresa, desde la distancia vieron que no solo se encontraban allí ellos, sino que  estaban acompañados de varios extraños, con tres todoterrenos en total —uno más de los que esperaban— aparcados a un lado de la carretera. Por suerte (o no?) no parecían coaccionados ni amenazados; de hecho, como pudieron ver con los binoculares, se encontraban hablando amistosamente, de modo distendido. Los extraños eran dos hombres y una mujer, uno de ellos maduro, canoso, vestido elegantemente y con una perilla señorial en su rostro. Tomaso se sobresaltó cuando, a través de los prismáticos, vio que el hombre se giraba hacia ellos y, con una sonrisa, les hacía gestos para que se acercaran... pero a juicio del italiano, era imposible que los hubiera visto a simple vista desde aquella distancia. Se miraron unos a otros, preocupados. Cuando llamaron a Esther por móvil para aclarar aquello, la muchacha les dijo que simplemente eran unos caballeros y una señora muy amables que querían tener una conversación. Se miraron de nuevo, evaluando la posibilidad de que Esther y los demás estuvieran bajo un influjo sobrenatural, cosa que ya había ocurrido en el pasado.

No obstante, el instinto de protección de Sigrid hacia su hija pudo más que su instinto de conservación, así que la noruega decidió acercarse. Tomaso la acompañó, y Patrick, Robert y Jonathan prefirieron mantenerse alejados por si acaso.

Sigrid y Tomaso fueron recibidos de forma muy agradable por el hombre canoso, que lucía exquisitos modales de aristócrata antiguo. Se presentó como Timofei Nóvikov, un "hombre de negocios y buen samaritano". Se disculpaba por aparecer de aquella manera, pero necesitaba asegurarse de que hablaba con Sigrid y los demás —"el dolor de cabeza de los Illuminati", dijo— para exponer su oferta y después tratar los temas más tranquilamente en un sitio más agradable y cómodo. Poco después de que el hombre empezara a hablar, Tomaso y Sigrid ya estaban convencidos de sus buenas intenciones, quizá "demasiado" convencidos. Sus palabras, desde luego, ayudaban. Según el ruso (supusieron que era ruso), les quería hacer una oferta que no podrían rechazar, pero quería que estuviera presente el grupo al completo, y en un sitio más adecuado: les habló de un lujoso restaurante en Krasnoyarsk donde podrían reunirse a dos días vista. Si a mediodía de ese día no aparecían por el restaurante, Nóvikov no les molestaría más, pero (y este fue el único momento en que su gesto se volvió algo más serio) "tampoco toleraría que se interpusieran en su camino". Como gesto de buena voluntad, alargó a Sigrid un pequeño objeto. Se trataba de una miniatura con forma de escarabajo a la que Nóvikov llamó "bicho atrapa-balas". Acto seguido sometió a Sigrid a una prueba: hizo que su compañero le disparase (con previo aviso) y ante el estupor de la anticuaria, el escarabajo salió disparado de su mano, haciendo rebotar el proyectil. Tras esto, Nóvikov y sus compañeros se marcharon, expresando sus deseos de colaboración con el grupo en el futuro.

Tras reunirse y discutirlo largamente, el grupo decidió evitar la reunion con Nóvikov, y contactaron con Anne Rush. La mujer dijo no conocer al tal Timofei Nóvikov, pero les ordenó tajantemente no reunirse con él. Era la primera vez que Anne les daba una orden de manera tan terminante, y aunque les sorprendió, la mayoría de ellos estuvo de acuerdo con ella.

Así que el día siguiente partieron hacia Ucrania, donde se encontraron con John Tradtford. Este les proporcionó el transporte necesario para llegar a Burdeos. Una vez allí, Robert no tardó en establecer un laboratorio que le permitiría sintetizar el Polvo de Dios para intentar encontrar de una vez por todas a Derek.

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