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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 18 de julio de 2019

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 2

Buscando Respuestas
Llegó el día de  Nochebuena. Patrick había "despertado" a su nueva vida la madrugada del día 22 de diciembre, el solsticio de invierno, justo cuando había tenido lugar el ritual de Tunguska, y tanto él como Sigrid, acompañados de sus parejas, decidieron visitar a sus respectivos hijos poseídos por demonios. Ambos se encontraban custodiados casualmente (o quizá no tan casualmente) en el mismo convento, el convento de la Iglesia del Redentor, en Brooklyn. Patrick prefirió interactuar mínimamente con Lupita, muy a su pesar; por su parte, Sigrid consiguió entablar unos momentos de conversación con su hijo a través de la  ventana de su habitación, e incluso pudo acariciarlo con lágrimas en sus ojos cuando él le pidió que lo sacara de allí; pero cuando el adolescente cogió la mano de su madre con una fuerza excesiva, sus ojos se tornaron sombras y su voz cambió a un tono más grave para proferir varias blasfemias, la monja supervisora dio una orden al guardián, que liberó a Sigrid del agarrón y cerró la ventana. El peso de los acontecimientos y los nuevos recuerdos cayó de lleno sobre la anticuaria, que sufrió una crisis de ansiedad. Afortunadamente, Patrick consiguió aliviarla con unos minutos de charla.

Convento de la Iglesia del Redentor


El día siguiente, después de pasar una noche agridulce con sus familias, todos se reunieron de nuevo en la sede de la CCSA. Decidieron echar un vistazo entre todos a los informes sobre los que el congresista Ackerman había llamado la atención de Derek. No tardaron en poner en común los nombres de los principales sospechosos de cada caso: Edward H.(Henry) Freeman, Henry Count y Rebecca Clarkson. Intercambiaron miradas de preocupación, pero también una renovada esperanza acudía a sus ojos; alguna parte del nombre de Henry Clarkson aparecía en cada uno de los sospechosos... ¿Qué querría decir aquello? No lo sabían, pero estaban dispuestos a averiguarlo. No había fotos ni de Clarkson ni de Freeman, y donde debería haber estado la foto de Count adjunta al dossier, alguien la había perdido o arrancado. Así que la apariencia de los sospechosos les era esquiva. En los expedientes Clarkson y Freeman se daban algunos datos sobre los posibles domicilios de los sospechosos, pero muy vagamente; el dato más fiable estaba en el dossier de Count; en él se reseñaba que este se encontraba ingresado en el hospital psiquiátrico Grasshopper Hills, sito en el condado de Westchester; Sigrid se sintió extraña al reconocer el nombre del sanatorio donde su hermana había estado internada en su anterior vida. Al parecer, los doctores habían diagnosticado a Henry Count con el único caso conocido en el mundo de Dejà Vu constante, lo que le incapacitaba para llevar una vida normal; eso, unido al hecho de que lo perseguían los acontecimientos extraordinarios, había provocado que el estado lo internara en una habitación de vigilancia intensiva.

Mientras departían acerca de los nombres y de lo extraño de la ausencia de fotos surgió el tema de las diferencias en el mundo en que vivían en ese momento y el de su vida anterior; era evidente que todo parecía más... oscuro, más sombrío, en esta nueva realidad; sin duda, los demonios presentes durante la ceremonia de Tunguska habían tenido algo que ver con ello. Además, Patrick sugirió que deberían tener claro qué había cambiado en los hechos históricos de uno y de otro. En esto, los conocimientos de Sigrid resultaron importantes, puesto que era la única con los conocimientos (y recuerdos) de historia necesarios procedentes de la realidad anterior. Varios hechos resultaron haber cambiado entre una encarnación de la realidad y otra: primero, la existencia del Imperio Bizantino se había prolongado al menos un par de siglos más que en la realidad anterior, y además su disolución se había producido de forma pacífica, disgregándose en estados más pequeños o anexándose a los de su alrededor; se decía que los bizantinos habían contraído matrimonio con las líneas sucesorias de todos los reinos y estados importantes de la historia. Además, algo había cambiado a partir del reinado del emperador León IV, conocido como "el Jázaro" (¡ese nombre otra vez!). Mientras que en la realidad anterior León había sido asesinado por Juan I Tzimiskes, en esta existencia había sido totalmente al revés. De esa manera, la dinastía de León (descendientes de los Jázaros por el matrimonio de los padres de León, Constantino V e Irene Tzitzak) había perdurado hasta el final del Imperio... Por otro lado, como más tarde averiguaría Tomaso, en varias páginas web conspiranófilas se hablaba de que la sangre de León se había mantenido pura hasta la actualidad, y que sus descendientes formaban la élite que controlaba el mundo en la sombra. Y no solo eso, sino que a lo largo de la historia se les conectaba con multitud de movimientos relacionados con la brujería, artes ocultas y filosofías esotéricas; incluso se afirmaba en algunas fuentes que el Gran Mago y otrora Gran Maestre del Ordo Templi Orientis Aleister Crowley no era sino uno más de los descendientes de la línea jázara. El corazón de Tomaso latió más rápido; ¿era posible que aquello fuera el origen de todo Mal?

Al parecer, los Jázaros, de los que ya les habían hablado Anne Rush y St. Germain antes de Tunguska, debían de haber conseguido al menos uno de sus objetivos con el ritual, si todo aquello era cierto.

Las diferencias en la historia no acababan allí; Sigrid también encontró disparidades en la Revolución Francesa, el Imperio de Napoleón, la Segunda Guerra Mundial (que se había prolongado un par de años más) y la Unión Soviética, pero no parecían tan importantes como las encontradas en la línea del Imperio Bizantino. También encontraron referencias al Conde St. Germain en esta realidad, referencias datadas en los siglos XVII y XVIII, semejantes a las de la realidad anterior.

Poco antes de la hora de comer, y a petición de Tomaso, los cuatro se trasladaron al domicilio de Sally. Allí, los tres compañeros del italiano corroboraron y apoyaron la historia que le había contado a la periodista, y a ella, tras muchos años de confianza, no le quedó otro remedio que creerlos. No tardó en preguntarles acerca de detalles de "la otra realidad", interesándose por qué relación tenían, cómo era ella... tras responderle lo mejor que pudieron, le prometieron que harían todo lo que fuera posible para que recordara. Por otra parte, después de que Patrick le explicara los detalles de la recreación de la existencia, Sally se quedó pensativa; a los pocos momentos se levantó, diciendo que había recordado algo. Cuando regresó, llevaba en la mano un ejemplar de la revista llamada Nuevo Amanecer, que Tomaso conocía muy bien, pues trataba sobre temas esotéricos y ocultistas. En la portada podía leerse el título de varios artículos que daban a entender que los articulistas estaban bastante bien informados sobre la realidad del Submundo Ocultista... así lo daban a entender títulos como "El poder simbólico de los Libros" y  "Parásitos dimensionales: ¿entre nosotros?". Pero el artículo que más llamaba la atención era uno titulado "¿Es esta realidad una farsa?", firmado por un tal ¡H. Clarkson! La "H" correspondía al nombre "Howard", pero otra vez se trataba de una casualidad demasiado extraña. En el artículo, Clarkson hacía referencias a la recreación cíclica del Universo y a una figura que el grupo entendió que correspondía al Conde St Germain.

Tras una breve investigación, Sally y Tomaso averiguaron que el tal Howard Clarkson había sido asesinado poco después de la publicación de su artículo, hacía un par de meses. Su cara había resultado destrozada y no había fotos de él ni ningún registro en internet antes de su colaboración en Nuevo Amanecer, así que metieron al articulista en el mismo saco que los sospechosos de la CCSA.

Al atardecer se trasladaron por fin al sanatorio "Grasshopper Hills" con la intención de visitar al tal Henry Count. Pero las identificaciones de la CCSA probaron no ser lo suficientemente intimidatorias, así que el encargado de planta les impidió el paso sin una orden judicial. El grupo se reunió con uno de los doctores encargados del tratamiento de Count, un tal Williams, intentando convencerle de que había un problema de alerta sanitaria relacionado con él, pero no lo consiguieron.

 —Vaya, alguien ha metido la pata aquí —dijo el doctor Williams, con cara de pocos amigos.

El doctor les mostró el informe de Count que traía consigo, y justamente donde debería haber estado su rostro en la foto, alguien había derrmado un poco de café que impedía su identificación. La frustración fue en aumento cuando, consultando el dossier informático, todas las fotos del paciente parecían haberse corrompido. Increíble.

Para complicar aún más la situación, Derek pudo ver por el rabillo del ojo cómo uno de los dos guardas de seguridad que les habían recibido en la entrada sacaba una foto del grupo mientras hablaban con el doctor. El guarda se marchó rápidamente, sin dar tiempo a reaccionar al director de la CCSA NY. Finalmente, Patrick consiguió un acuerdo con el doctor por el que le permitirían echar un rápido vistazo a la habitación de Count al menos para tratar de identificarlo físicamente; así lo hicieron, pero en los breves segundos en los que permitieron la apertura de la puerta de la habitación Patrick no pudo ver al paciente, porque se encontraba sentado en un sillón de espaldas; parecía que las casualidades conspiraban para que no pudieran ver el rostro de ninguno de los sospechosos de los expedientes. Ante la negativa del doctor y los vigilantes a abrir de nuevo la puerta debido a la peligrosidad de interactuar con Count, Patrick desistió y se marchó, frustrado.
Escamados por cómo se habían desarrollado los acontecimientos en el sanatorio, Derek y Jonathan decidieron quedarse por la noche para vigilar. Alejaron el vehículo (en las calles de la zona no había prácticamente automóviles aparcados, mucho menos por la noche) y se apostaron tras unos arbustos. Efectivamente, tal y como habían supuesto, no tardó mucho en haber movimiento. Sobre la una de la madrugada, varios vehículos hacían acto de aparición: dos coches de policía encabezando y cerrando una comitiva compuesta por dos todoterrenos negros y una ambulancia, en completo silencio. Transcurridos cuarenta minutos, la comitiva se marchó por donde había venido, igual de discreta.

El día siguiente, Derek consiguió con algunos problemas una orden judicial para poder visitar a Henry Count en el sanatorio, aunque el grupo ya no tenía muchas dudas de que debían de haberlo trasladado. Y así era: una vez que llegaron allí, otro de los doctores encargados de su supervisión les confirmó que el paciente había sido trasladado por la noche. En el registro informático figuraba su traslado a eso de la una de la mañana con destino al hospital militar de Saint John. Al parecer, los traslados nocturnos no eran la norma, pero tampoco podía decirse que fuera algo excepcional. Irritados, pidieron que les dejaran ver las grabaciones de seguridad de la noche anterior, y contra todo pronóstico, los encargados accedieron. Tomaso sintió un escalofrío cuando de uno de los todoterrenos bajó un tipo delgado, cetrino y bien vestido que identificó como Salvatore Leone. Salvatore era el hijo de don Francesco Leone, uno de los mafiosos más importantes del estado de Nueva York, que había contratado sus servicios en más de una ocasión. Nadie más del grupo reconoció a ningún otro de los individuos que salieron de los coches. Al cabo de una media hora, la comitiva volvió a salir del hospital llevando en una camilla al que debía ser Henry Count; no obstante, fueron incapaces de identificarlo porque en ningún momento su rostro fue captado por la cámara: durante todo el intervalo de grabación algún obstáculo (uno de los guardianes, su propio pelo...) interfería en la visión de su cara. Y eso era todo; un equipo de enfermeros y tipos trajeados se había llevado de un sanatorio mental a un interno bajo la supervisión de un importante mafioso... aquello apestaba a podrido.

Por supuesto, más tarde se trasladarían al hospital de Saint John, pero antes querían hablar con el guardia de seguridad que les había tomado la foto el día anterior. Al infomarse de que el guarda no entraría hasta el turno de noche, decidieron ir a su casa; su nombre (Robert Heart) y dirección fueron proporcionados por uno de los celadores a cambio de unos pocos billetes.

El tal Heart resultó vivir en un edificio de apartamentos bastante aceptable en Bronx. El grupo no tardó en plantarse en el rellano ante su puerta. Dentro, se oía la televisión. Llamaron al timbre varias veces, pero no recibieron contestación alguna. Así que Tomaso y Derek decidieron echar la puerta abajo. Algunos vecinos salieron al rellano e increparon al grupo por el ruido, aunque los ánimos se acallaron cuando se identificaron como "agentes federales". Derek y Tomaso se quedaron petrificados cuando accedieron al apartamento y vieron a Heart y a las que debían de ser su mujer y su hija muertos sobre sus platos de comida, en una mesa ante el televisor. Todo daba a entender que la familia había sido envenenada, seguramente con la bebida; una inspección rápida reveló un broche con motivos orientales que se apresuró a recoger. Parecía estar hueco y seguramente había contenido el veneno que acabó con la vida de los tres comensales. En la habitación del matrimonio encontraron dinero y armas, y justo antes de que llegara la policía a la escena se apropiaron del teléfono de la mujer; el de Robert había desaparecido, como ya esperaban.

Tras esquivar sin mayores problemas a la policía gracias a su condición de agentes federales y dando unas erráticas explicaciones sobre emergencias sanitarias, se dirigieron al hospital militar donde la comitiva nocturna había trasladado a Henry Count. Allí no tuvieron problemas en acceder utilizando la orden judicial y en que les permitieran la entrada a la habitación de Count. Este no hablaba, mostraba un estado de catatonia bastante avanzado. Patrick por fin pudo ver su rostro, pero su aura delataba una normalidad que no coincidía con los sucesos extraordinarios que provocaba. Sin duda habían ingresado allí a un sustituto; eran bastante parecidos físicamente, por lo poco que habían podido ver de espaldas y en fotos corrompidas, pero evidentemente aquel no era Henry Count. Decidieron disimular y marcharse satisfechos con lo que habían visto, por si acaso alguien los observaba, pero por dentro la desesperación era mayúscula.

Visitaron también la empresa a la que pertenecía la ambulancia que presuntamente había trasladado al paciente desde Westchester (y que, como les informó Tomaso, pertenecía a la familia Leone), pero el joven que estaba allí a cargo no parecía saber nada ni les puso ningún impedimento para inspeccionar el vehículo, que se encontraba allí aparcado. Tampoco extrajeron ninguna información útil del GPS, así empezaron a darle vueltas a la idea de que quizá tendrían que acudir directamente a la única pista que tenían, a Salvatore Leone.



martes, 9 de julio de 2019

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 1

Una Nueva Encarnación
Poco después del amanecer Patrick encontró por fin las fuerzas necesarias para ponerse en marcha después de asimilar la paradoja de su nueva vida no vivida. Por fortuna, la existencia de sus amigos hacía vibrar un pequeño rincón de su mente y esperaba poder reunirse con ellos pronto.


Derek, Patrick, Sigrid y Tomaso

Mientras desayunaba en una cafetería cercana, el profesor casi se atraganta cuando vio un programa matutino en la televisión donde presentaban al "excelentísimo alcalde de Nueva York" ¡¡¡Dan Simmons!!! Dio un respingo, pero mantuvo la calma; era posible que Simmons fuera una persona completamente diferente en esta existencia; esperaba que así fuera.

Tras un par de averiguaciones, descubrió que Derek seguía siendo el director de la CCSA en Nueva York en esta encarnación; "menos mal, eso hará más fáciles las cosas", pensó. Llamó a la central, donde le dijeron que resultaría imposible que el director Hansen lo recibiera por encontrarse de baja laboral; si lo deseaba, podría encontrarse con la subdirectora Margaret Berger. Patrick rechazó el encuentro con la subalterna y recurrió a su lazo kármico con Derek para intentar encontrarlo por pura intuición. Fue costoso, pero tras dar algunas vueltas llegó por fin al edificio donde debía de encontrarse su amigo; su vínculo así lo revelaba.

*****

Derek bebió un sorbo de su vaso de whisky, preocupado porque tenía la sensación de que el rostro de su compañera —y amante— Susan se estaba difuminando en sus recuerdos. Ya hacía dos meses que la había encontrado muerta en aquella cochambrosa habitación de hotel, a ella y Ethan Philips, otro valioso agente de la CCSA. El congresista Ackerman le había obligado a coger unos meses de descanso mientras se alargara el tratamiento psicológico, pero él no había cejado en su empeño de investigar qué había pasado. Poco antes de su muerte, Susan le había telefoneado diciéndole que en la guantera de su coche tenía una copia del informe sobre sus pesquisas; había gente realmente importante implicada en "algo muy gordo". Después de gritar desesperado por la muerte de Susan en la habitación del hotel, había corrido al coche, que se encontraba en llamas, y había podido salvar algunos de sus papeles. Con paciencia y mucho cuidado por su mal estado, había conseguido deducir algunos nombres: Dan Simmons (el alcalde), Tomaso Belgrano (este nombre le sonaba de algo), Alex Abel (un multimillonario de color bastante conocido), y un tal Edward Freeman (totalmente desconocido para él). Se estaba rompiendo la cabeza desde hacía días intentando descubrir alguna conexión entre ellos, pero de momento no había tenido éxito. Y ahora alguien llamaba al timbre de su puerta.

Patrick tuvo que insistir tres o cuatro veces antes de que Derek reaccionara, algo molesto por la interrupción. Pero cuando el director de la CCSA abrió la puerta, el enfado pasó para dar paso a otro sentimiento... una especie de... reconocimiento familiar. Así las cosas no hizo falta mucha insistencia para que hiciera caso de la petición de Patrick de salir juntos a tomar algo a una cafetería cercana. Allí, el profesor le contó a Derek la verdadera historia de su vida, lo que habían pasado juntos y lo que había sucedido en Tunguska. La extrema elocuencia de Patrick tuvo su efecto al cabo de una media hora: los recuerdos acudieron en tropel a la mente de Derek, que tuvo que contener un gesto de dolor y una sensación de náuseas que casi da con él en el suelo. Patrick llevó a su amigo hasta los servicios, donde tuvo que aplicar al máximo sus conocimientos de psicología para que no colapsara. Al cabo de un rato, tras haberse abrazado y derramado alguna lágrima, volvían a la mesa para evaluar qué había sucedido y cómo reunirían de nuevo al grupo. Por otro lado, Derek puso al día a Patrick de la tragedia que había vivido (¿o no vivido?) recientemente, y la investigación que estaba llevando a cabo.

Todo aquello convenció a Derek de que ya era hora de regresar a la CCSA para ponerse al mando de las operaciones y poder emplear sus recursos para encontrar al resto de sus amigos e intentar arreglar la situación; Patrick se mostraba convencido de que la existencia se aproximaba a un desastre y la palabra de su amigo bastaba para poner todo su empeño en remediar aquello. Ya en la CCSA, Derek presentó al profesor como un nuevo agente (y realmente ordenó su contratación)  experto en psicología. Gracias a su carisma y a la excelente presentación que hizo Derek, Patrick cayó en gracia a todos los reunidos, que le acogieron de forma muy cálida. Haciendo uso de los recursos de la agencia no les costó averiguar la direción de Sigrid, un lujoso ático junto a Central Park. Con Tomaso no hubo tanta suerte, así que dejaron su descripción a un par de agentes a los que encargaron su búsqueda en las bases de datos.

*****

Sigrid parloteaba sin cesar al teléfono cerrando un importante negocio para Emil Jacobsen, haciendo uso de los contactos proporcionados por Paul van Dorn. Si cualquiera de ellos se enteraba de sus relaciones con el otro, sin duda se cabrearían, y eso hacía que el rostro de la anticuaria esbozara una sonrisa de superioridad. Casi compensaba los recientes problemas que había tenido con la administración por evasión fiscal. Afortunadamente, los bibliomantes tenían trucos suficientes para que sus denuncias desaparecieran como por arte de magia, nunca mejor dicho; ya tenía suficientes problemas con la posesión de Daniel y su custodia en aquel puñetero convento del Bronx.

Tuvo que interrumpir la conversación cuando el conserje llamó por la línea interna; a través de la cámara de recepción le informó de que había dos hombres que deseaban encontrarse con ella. Al ver a Patrick y a Derek a través de la imagen, Sigrid tuvo una sensación que solamente pudo calificar de "extraña". No supo por qué, pero le dijo al conserje que los dejara subir. Pocos instantes más tarde, abría la puerta ella misma, rechazando con un gesto displicente a su mucama. La sensación en sus entrañas e aguzó aún más cuando tuvo a los extraños en persona ante ella; sin saber todavía muy bien por qué, los invitó a pasar. Esta vez Patrick no lo tuvo tan fácil. La aversión de Sigrid por el desorden material y espiritual no dejó que hablara más que unos pocos minutos antes de que ella, horrorizada, los invitara a abandonar su apartamento. Patrick, buen conocedor del carácter de su amiga, juzgó que sería mejor marcharse y volver a intentarlo pasado un tiempo prudencial, mientras asimilaba lo poco que había podido relatarle hasta el momento.

De vuelta a la CCSA, la subdirectora Berger tenía noticias: la descripción que habían dado de Tomaso coincidía con el retrato de un sospechoso relacionado con la mafia italoamericana del que solo constaba el apodo "Mr. Fixer". Un rápido vistazo al retrato permitió que lo identificaran sin ninguna duda como Tomaso. Por desgracia, no había ni rastro de algo parecido a una dirección; eso sí, llamaba la atención que había sido visto en las inmediaciones del crimen de la agente Susan.

Al carecer de ninguna pista, Derek y Patrick decidieron intentar utilizar el vínculo kármico tal y como el profesor había hecho para encontrar a Derek en primera instancia.

*****

Tomaso se encontraba en una de sus cafeterías preferidas, compartiendo un café con su amiga (en realidad, algo más que amiga) Sally Whitfield. La información que ella le proporcionaba solía serle de gran utilidad, gracias a ese grupo de hackers con el que se encontraba siempre en contacto, los  Omega Prime. Siempre había noticias nuevas en las páginas web conspiranoicas que aparecían y desaparecían en cuestión de días. Ahora mismo le estaba ayudando a averiguar por qué sus contactos en la familia parecían mostrarse tan reticentes a encontrarse con él. Todo había empezado hacía un par de meses, con el asesinato de la tipa aquella... Susan Sanders creía recordar que se llamaba, una especie de agente federal edulcorada... no había podido llegar a tiempo, pero aquello no podía eclipsar años de arreglos con éxito... ¿o sí? Había alguien moviendo los hilos muy arriba, seguro, y si alguien podía averiguar quién, esa era Sally y su grupito de frikis informáticos...

Cuando vio aparecer por la puerta al tío de la barba y al rubio nórdico sintió un escalofrío. La sensación que siguió fue extraña, pero en realidad agradable. Era como si los conociera de toda la vida, aunque estaba seguro de que nunca los había visto. Sin entender muy bien por qué, invitó a sentarse a su mesa a Patrick y a Derek, y a petición de estos, Sally se marchó para que pudieran hablar a solas.

Tuvieron una larga conversación durante la que Tomaso no pareció reaccionar de ningún modo, a excepción de esa sensación de familiaridad que reconoció sentir. Así que Patrick decidió pasar a cosas mayores; haciendo uso (bastante peligroso) de su habilidad de alteración del continuo, consiguió inundar la mente de Tomaso con sus recuerdos. El italiano no pudo llevarlo tan bien como lo había hecho Derek, y se vio colapsado por el súbito aluvión de memorias. Hubieron de sacarlo de allí entre sollozos y mareos, y no pudo reaccionar más que al cabo de un par de horas. Le parecía increíble lo que había pasado, pero abrazó a sus amigos estrechamente, con ese sentimiento de complicidad que daba el sospechar que serían de los poquísimos en el mundo que sabían lo que había sucedido realmente con la Creación, si es que realmente había algún otro que lo recordaba.

Por la tarde, Tomaso iría a sincerarse con Sally mientras Patrick llamaba a la Universidad para informar que dejaría de asistir algunos días y visitaba el convento (en Bronx) donde tenían bajo custodia a Lupita. A Sally le costó mucho creer la historia de su amigo, pero ante la insistencia de este comenzó a dudar. Tomaso comprendía su reticencia; si él hubiera estado en el lugar de ella, seguramente habría reaccionado mucho peor. A Patrick le permitieron ver a Lupita a través de un estrecho ventanuco; no pudo observarla durante mucho rato, pues no se parecía en nada a la dulce niña que había amado (o no) los pasados años. Las posesiones parecían estar a la orden del día en esta nueva encarnación de la existencia, al menos desde los pasados cien años o cosa así; en el convento se encontraban custodiados varias decenas de niños, y solo en la ciudad de Nueva York había al menos una docena más de edificios parecidos a este.

El día siguiente, reunidos de nuevo los tres, se dirigieron a visitar de nuevo a Sigrid. Patrick volvió a insistir durante el desayuno en que debían actuar porque la existencia estaba... "mal". Estaba seguro de que la realidad se encontraba en un estado inestable y que no iba a hacer más que ir a peor. No sabía realmente qué significaban exactamente sus palabras, solo que podía sentir esa especie de inestabilidad metafísica de fondo que abocaba a la existencia al desastre.

Sigrid volvió a recibirles en su apartamento con algo de impaciencia, porque justo en ese momento se estaba arreglando para una importante comida con Emil Jacobsen, con otros libreros y con Franz Liszt, ministro de cultura de Austria. Esta vez no se anduvieron con chiquitas: recurrieron a los recuerdos más traumáticos de la anticuaria para intentar hacerla reaccionar; mencionaron a su hijo Daniel, la lengua Alter, su período de posesión, su tratamiento de choque... y por fin su mente se abrió. El impacto sobre su consciencia fue incluso mayor que el de sus compañeros, pues ella había sido (o no sido) una persona mucho peor en esta encarnación. Su Yo sufrió mucho con aquella revelación, pero afortunadamente se encontraban en un sitio privado y seguro y pudo emplear todo el tiempo que fue necesario para asimilar los recuerdos y recuperarse. Evidentemente, tuvieron que excusarla ante Emil Jacobsen fingiendo una enfermedad repentina.

Cuando Sigrid se recuperó lo suficiente fue el momento del emotivo reencuentro; el cuarteto estaba al completo por fin. El silencio cómplice se alternó con la charla preocupada en la que intentaron decidir su curso de acción. Hablaron sobre Tunguska, sobre el Conde St. Germain, sobre las sensaciones apocalípticas de Patrick, y sobre el Polvo de Dios. Al parecer, en aquella realidad, Robert se había retirado de la vida pública hacía unos pocos años, y el Polvo no parecía existir.

A media tarde alguien llamó al timbre. La cámara reveló la presencia en el vestíbulo de Emil Jacobsen y los libreros Jack y Rose. Y tenían pinta de cabreados. Sigrid los recibió con ropa de casa y fingiendo encontrarse fatal, mientras el resto del grupo se ocultaba. Finalmente, Emil y los demás se marcharon, poco convencidos y bastante molestos.

Se trasladaron a la CCSA, donde Derek les concedió un pase de colaborador, y este recibió una llamada de Philip Ackerman. El congresista dio la bienvenida al director, y tras asegurarse de que se encontraba recuperado de su trauma con Susan llamó su atención sobre tres casos que la subdirectora Berger había tramitado durante su ausencia. Los casos resumían la esencia de aquello para lo que había sido creada la CCSA, puesto que todos ellos giraban alrededor de sujetos implicados en sucesos extraordinarios, quizá incluso sobrenaturales. Cada sujeto tenía un nombre real y un nombre en clave; los nombres en clave eran "Extraño", "Extremadamente Peligrosa", e "Inestable". El corazón de Derek dio un vuelco cuando leyó el nombre real del tercer sujeto, de Inestable: Edward Freeman. El cuarto nombre, desconocido, que figuraba en los papeles del informe de Susan... tendría que estudiar aquello más a fondo. Además, aquello le recordó que Tomaso también figuraba entre los implicados. Derek también aprovechó la llamada del congresista para preguntarle por su relación personal con el alcalde, Dan Simmons. Ackerman no respondió otra cosa sino lo que el grupo esperaba: nunca se había llevado bien con Simmons, porque era un tipo sucio. Su carisma empequeñecía cualquier asunto turbio que lo implicara, pues la gente lo adoraba; pero Ackerman afirmaba que eran conocidos por un pequeño círculo los contactos del alcalde con la mafia, los yakuza, las tríadas y quién sabía qué más; se rumoreaba (en voz muy muy baja) que él mismo era la cúspide de un imperio del crimen de extensión internacional.