La Tapadera
Tras pasar un par de horas en torno al edificio que albergaba las oficinas de Westchester Associates, Jonas, Jack y Fred decidieron marcharse a dormir a un motel perdido en las afueras.
Por la mañana, John llamó por teléfono a un antiguo compañero de Afganistán, el sargento William McPharson [2 Puntos de Relato], preguntándole si podía contar con su ayuda en el complicado trance en que se encontraba. McPharson le contestó que por supuesto, y esto tranquilizó a Gibbons, que confiaba en la fuerza de las armas más que en cualquier otra cosa para mantenerse a salvo. Después se dirigió a las oficinas de Thomas O'Hara, donde acordaron desviar cualesquiera fondos de origen desconocido que llegaran a la cuenta del Tea Party a una tercera cuenta a la que tendrían acceso los personajes. Thomas redactó un contrato que John firmó sin vacilar.
Por la mañana, Jonas se trasladó al edificio de Westchester, donde debido a su ropa y su pinta le miraron suspicazmente. Afortunadamente, el conserje del vestíbulo principal pudo proporcionarle lo que buscaba: una tarjeta de la empresa que se encargaba de la limpieza de las oficinas del edificio. Tras llamar a Jack y a Fred, el trío se dirigió a la empresa de limpieza, en el distrito portuario al oeste de Manhattan. Alegando estar investigando un caso, Jack y su compañero pudieron entrar a "interrogar" a los trabajadores, y consiguieron sin mayores complicaciones tres trajes de sus respectivas tallas y de la talla de Joey.
Mientras tanto, Thomas, que se encontraba moviendo diversos capitales, recibió una llamada de Joey instándole a ver las noticias del New York Inquirer Online. En la web, una periodista llamada Sally Whitfield había escrito un artículo incendiario; en él, Sally refería que había burlado una fuerte censura policial en torno al caso de los traficantes de Ántrax, y que había averiguado que el piso pertenecía a un tal Jack Finnegan, policía de Brooklyn y hermano del mismísimo comisario en jefe de la comisaría 88th Precinct. En los últimos tiempos se le había visto en compañía de un sospechoso irlandés y de malas compañías; en el piso se habían encontrado doscientos gramos de polvo de Ántrax, y era posible que ya se hubiera distribuido una parte por la ciudad. Thomas se echó las manos a la cabeza, y al instante llamó a Jack, que acababa de salir del almacén de la empresa de limpieza. Éste se quedó helado al oír la noticia. Sólo se le ocurrió una cosa que pudiera hacer: envió un mensaje de correo electrónico a la cuenta de la periodista en el Inquirer citándola en un restaurante mexicano en el norte de Manhattan.
Jack y Fred esperaban en el restaurante mientras McNulty rondaba fuera por si había complicaciones [Punto de Relato de Jack]. En una de sus rondas, el irlandés se dio cuenta de que en el interior de un coche más o menos alejado del restaurante, una mujer miraba hacia él ayudándose de unos prismáticos. El coche estaba lleno de abolladuras y rascones, como si hubiera tenido un accidente. La manía persecutoria de McNulty desató el caos. Enseñó su pistola a la mujer (que efectivamente, era Sally Whitfield), que se puso histérica. Al romper el cristal, ella intentó escapar, pero Jonas la retuvo; sin embargo, no se callaba y gritaba a pleno pulmón, totalmente loca. No tuvo más remedio que darle un fuerte golpe con la culata y dejarla inconsciente. Por desgracia, había policías cerca y un coche patrulla comenzó a hacer sonar su sirena. Arrancó el coche bruscamente y se desencadenó una persecución. Dos coches patrulla seguían a McNulty, Jack Finnegan y Fred seguían a los dos coches patrulla y otro coche apareció detrás de éstos. Haciendo un alarde de habilidad de conducción, McNulty despistó a sus perseguidores mientras Jack y Fred disimulaban ante los policías con excusas poco creíbles. Finalmente se reunieron en un paraje perdido de Englewood, al otro lado del río Hudson.
Una vez que pudieron tranquilizar a Sally, cosa que no fue difícil con McNulty delante, ésta les explicó que hacía pocas horas que había sufrido un intento de acabar con su vida; había sido embestida por un coche y otro había intentado cerrarle el paso. Dos coches negros y grandes. Los personajes decidieron contarle casi todo lo que sabían para ganarse su confianza, y tentándola con la posibilidad de ganar un Pulitzer. Ante la mención del premio, a Sally le brillaron los ojos, y acto seguido llamó a su editor para advertirle que iba a desaparecer durante unos días, pues tenía una historia muy gorda entre manos.
A esas alturas, la mayoría de los medios de comunicación ya se habían hecho eco del artículo publicado por Sally, y por doquier se encontraban especulaciones sobre los terroristas y el Ántrax. El móvil de Jack no paraba de sonar con llamadas de un teléfono público; cuando se decidió a cogerlo, su hermano habló. Por supuesto, lo convenció de que todo aquello era una encerrona; James le sugirió no aparecer en ningún sitio donde pudieran reconocerlo -entre ellos la comisaría- y acordaron contactar por SMS y teléfono público a partir de entonces.
Por la tarde, Jack, Fred y Joey entraron al edificio de Westchester como visitantes. Se encerraron en los baños, donde se pusieron los uniformes de limpieza que habían conseguido por la mañana, y tras coger un carrito de uno de los almacenes se dirigieron hacia Westchester. Por supuesto, las oficinas estaban cerradas a cal y canto. Tras consultar con otra limpiadora, una sudamericana que los miraba con desconfianza, se enteraron de que Westchester no tenía el servicio de limpieza del resto del edificio. Así que, tras inutilizar las cámaras del rellano, Joey tuvo que forzar el teclado de combinación. Al abrir vieron que el teclado estaba conectado con un cable casi invisible a una clavija en la pared. Seguramente, alguien se había enterado ya de que las oficinas habían sido abiertas, así que tendrían que darse prisa.
Pero desde luego, lo que encontraron allí no era lo que habían esperado. En las oficinas no había ni un solo ordenador, ni siquiera una toma de red que ellos pudieran ver. Ocupaban un ala entera del edificio y la mayoría de las estancias eran salas de reuniones y despachos. Había multitud de libros de derecho y archivadores, pero éstos sólo se encontraban allí para aparentar, pues se encontraban vacíos de todo contenido. Lo único de interés que encontraron fue un trozo de agenda y un archivador (vacío) en cuyo lomo destacaba el nombre de "UNSUP". Sin duda, una empresa relacionada con "UNSTRANS". También encontraron tarjetas de visita en algunos de los despachos, que guardaron. Entre ellas, había tarjetas con el nombre "Malcolm Townsend" en ellas, y se notaba que llevaban allí bastante tiempo. En las hojas que se habían desprendido de alguna agenda, venían los teléfonos de varios miembros de American Initiatives For Children, cosa harto interesante.
Entre tanto, el presidente James Molinaro salía en las noticias de la noche: representando muy bien su papel, fingió que le apenaba destituir de su cargo al vicepresidente Fogerty y que pronto nombrarían a su sustituto. Al cabo de pocos minutos, Gibbons recibía la llamada de la secretaria de Molinaro, invitándolo a acudir a la rueda de prensa que se iba a celebrar la mañana siguiente en la sede del partido. John llamó a los demás para celebrar una reunión del grupo en la fiesta del Tea Party que tendría lugar por la tarde en la casa de uno de sus miembros.
La mañana siguiente, Jack se tintó el pelo de otro color mientras Fred se desplazaba a la comisaría, donde habló con James Finnegan y se dedicó a investigar el pasado de Malcolm Townsend. Al parecer, había vivido alquilado en un apartamento de lujo muy cerca de la residencia de Thomas, así que fueron para allá, donde los recibió uno de los conserjes. Según les informó éste, había desaparecido de la noche a la mañana y después una empresa de mudanzas se llevó todos sus muebles. Extrañamente, recordaba que los empleados de la mudanza no llevaban ningún nombre en su ropa. Y el piso pertenecía a un tal Isaac Simmons; no les sorprendió oir el nombre del presidente de Westchester Assoc relacionado con Townsend. Tras hablar con el conserje, intentaron averiguar algo en los alrededores, en los bares y restaurantes. Finalmente encontraron lo que querían en una casa de alterne de alto standing. Una de las chicas, Lara, recordaba a Townsend tras obtener unos cuantos cientos de dólares: en los últimos tiempo estaba muy estresado y hablaba de cosas raras relacionadas con uno de sus clientes; había descubierto cosas raras en... en África, creía recordar. En Egipto o por ahí. La verdad era que no le había prestado mucha atención, según ella, pero estaba convencida de que había mencionado África. Dándole las gracias, se marcharon.
Por la noche, recibieron la visita de Thomas en el hotel. Al ver a Sally, O'Hara se encendió. La vida de su familia estaba en peligro y no le gustaba ver extraños implicados en aquello. Finalmente los ánimos se calmaron, y hablaron de la situación. Al mencionar el hecho de que Townsend estaba obsesionado con las revistas de hechos paranormales, tuvieron la idea de publicar un anuncio describiendo hechos extraordinarios relacionados con helicópteros en varias de ellas para hacerle acudir a un lugar concreto.
El siguiente día por la mañana, se produjo la toma de posesión de John en una multitudinaria rueda de prensa. Los periodistas no disimularon en mostrar su asombro por la elección de James Molinaro y acribillaron a Gibbons a preguntas. Molinaro, haciendo un aparte con él, le dio el plazo de una semana para renunciar al cargo, a lo que John guardó un silencio difícilmente interpretable. Más tarde tenía lugar la fiesta del Tea Party en la casa de Vincent Callahan. Allí acudieron Jack, Jonas y Thomas acompañados de Fred y Sally. No tuvieron más remedio que ser presentados a algunos de los presentes; en una de tales presentaciones, Jonas contestó a Vincent Callahan con su habitual antipatía, y éste los dejó, indignado. Por fin, pudieron quedarse a solas con Gibbons y ponerse de acuerdo sobre su próximo movimiento, en el que necesitarían estar juntos: el viaje a Boston para investigar a AIFC y la desaparición de sus familiares. Según les informó Thomas, el día anterior había hablado por teléfono con Leopold Croix, y éste le informó de que estaba fuera de la ciudad; su secretaria había confirmado a O'Hara que Leopold había salido hacia Boston por asuntos de negocios. Esto convenció a todos ellos de la conveniencia de viajar a Boston para intentar averiguar algo más.
Con la intención de verse liberado de la continua vigilancia, John pidió al teniente Duvall la supresión de su escolta. El teniente le respondió que era imposible, que eran instrucciones del propio James Molinaro. Cuando John habló a continuación con Molinaro, éste se mostró indiferente sobre el asunto, así que volvió a hablar con Duvall y finalmente lo convenció de quitarle la escolta. Pero al cabo de unos minutos John recibió otra llamada: el senador McArthy. El senador le preguntó por la renuncia a su escolta y mostró su desaprobación, dándole a entender claramente que la escolta "no era algo opcional" y debería continuar con los agentes tras sus talones. Vaya, eso confirmaba sus sospechas de la implicación del senador en todo aquel extraño asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario