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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 17

La Asamblea de Eskatha (V). Mervan y los esthalios.
El Comerciante Suarren
El día siguiente por la mañana, Suarren acudió a reunirse en las afueras orientales de Eskatha  con Torevan. Galad, Symeon y Faewald lo acompañaban junto con algunos hombres de Ilaith ejerciendo como su guardia personal. Torevan también llevaba una guardia de una docena de hombres, además de ir acompañado por su hija Elidh y por su contable Dethius. Un día y medio de cabalgada les esperaba para llegar a Sugelia y encontrarse con el esclavista que Suarren había inventado.

Previamente, Yuria y Taheem habían partido de madrugada al mando de una cincuentena de hombres de Tarkal con la intención de tender una emboscada a Torevan en un punto alejado de cualquier población que la ercestre había calculado cuidadosamente con la ayuda de detallados mapas de la zona.

La emboscada, más o menos a tres cuartos de camino, no les planteó demasiados problemas. La superioridad numérica y las ballestas de los guardias de Ilaith pronto hicieron desistir a los guardias de Torevan de oponer ninguna resistencia; además, cuando Symeon se llevó bruscamente a la hija del comerciante de su lado, este pareció perder su ánimo de combate. Con los prisioneros ocultos bajo mantas en varios carromatos, llegaron por fin a Sugelia y se dirigieron directamente a la mansión del rico comerciante Estheoras, que ya había alojado a la delegación de Tarkal en su camino hacia Eskatha. De hecho, Ilaith les había dado una importante cantidad de joyas para pagar a Estheoras por los gastos que ocasionaran los prisioneros mientras los mantenía retenidos en sus dominios, y por supuesto Yuria se las entregó en el interior de un pequeño cofre.

En la mansión de Estheoras llevaron a cabo un pequeño interrogatorio a Torevan, haciéndole creer mediante algunas argucias que estaban torturando a su hija en una habitación cercana. El comerciante no resistió prácticamente nada, derrumbándose en cuanto oyó el primer grito fingido, y narró todas y cada una de las depravaciones que había llevado a cabo en Asyra Sottran. Verdaderas barbaridades que hicieron asomar una mueca de asco a la cara de Galad y casi hacen a Yuria vomitar. No conocía a nadie más que visitara la isla, solo a Suarren, eso lo juraba y perjuraba, pero acordó declarar en la Asamblea si no hacían daño a Elidh, su hija. El resultado había sido bueno, y el día y medio de vuelta a Eskatha con Torevan prisionero y oculto transcurrió sin incidentes.

Duque Woderyan Estigian
Mientras tanto, en la sede de Tarkal Daradoth e Ilaith se reunían con la delegación esthalia para transmitirles toda la información que Progerion les había dado sobre la reunión entre Robeld de Baun y Agiond, y los planes que tenía el primero. El duque Estigian se mostró consternado por la revelación, y sus compañeros rebulleron de agitación, preocupados por el curso que tomaban los acontecimientos. Ilaith y Daradoth aprovecharon el momento para estrechar relaciones con ellos y convencerlos de que la princesa de Tarkal y lady Armen deberían colaborar en los trances que se avecinaban.

Ya con los demás de vuelta y con Torevan a buen recaudo en los sótanos de la sede, llegó un mensaje procedente de la sede de Krül, de parte del príncipe Vanius. No le había quedado más remedio que apresar a uno de los hombres de Agiond, que había acudido a reunirse con Alyss. La mujer no había traicionado los nuevos acuerdos, pero por lo visto la falta de información había agitado a la delegación de Bairien y alguien había acudido a conversar con ella. No habían tenido tiempo de reaccionar y precipitadamente habían decidido encerrar al hombre hasta decidir qué hacer. Discretamente, visitaron a Vanius y le tranquilizaron, asegurándole que arreglarían aquello.

Más tarde, Symeon se reunía con Noelan y Galad paseaba por un discreto jardín con Eudorya. Los gestos de amor de la pareja, a pesar de la reticencia de Eudorya, eran cada vez más difíciles de reprimir, y la guardia de eunucos de la muchacha tenía cada vez más trabajo para separarles y hacerles guardar las formas. Según dijo Eudorya, la actitud de su padre hacia Ilaith había parecido empeorar un poco desde que Nimthos había recibido la visita de Agiond y la delegación de Bairien un par de días atrás. Por su parte, Noelan reveló a Symeon que Velonia Wodrenn había estado reuniéndose por su cuenta con las delegaciones de Bairien y Nimthos, cosa que el errante no tardó en compartir con el resto del grupo.

Esa noche, tras discutir largo y tendido sobre las alianzas a establecer y las acciones a realizar, recibieron una nueva visita de la delegación esthalia. El asunto del marqués de Arnualles había convencido al duque Estigian de que había llegado el tiempo de revelar sus cartas y establecer las alianzas necesarias. Aunque no había recibido todavía contestación de la corte de Nátinar (era imposible, pues solo hacía dos días que había enviado los halcones con la información), como Grande de Esthalia, Alto Miembro de la Corte y Guardián del Reino tenía la prerrogativa de ejercer acciones diplomáticas con plenas labores ejecutivas en tiempo de crisis. Así que transmitió su deseo de celebrar un encuentro a tres bandas entre su grupo, la delegación de Tarkal al mando de Ilaith, y la delegación de Mervan al mando de Nercier Rantor.

De madrugada, la reunión se celebró en la sede de Tarkal, ante la impaciencia de Ilaith y la desorientación del resto de la delegación, que no llegaban a entender muy bien el porqué de aquel encuentro. No obstante, tales dudas quedaron aclaradas sin demasiada tardanza, pues el duque Estigian tomó la palabra para comentar la estrecha relación que unía a Mervan con Esthalia, y su condición de "principado satélite" del Reino. Mervan era el as en la manga de Esthalia para una posible futura acción de guerra contra la Confederación (Esthalia tenía varias legiones destacadas en Mervan, según dijeron), y la actitud de Tarkal unida a la situación con Robeld de Baun le habían convencido para plantear una alianza que incorporase a Ilaith a la lucha que se avecinaba. "Así que después de todo", pensó Yuria, "el príncipe Nercier no era tan apático como aparentaba".

Tras superar la sorpresa por la revelación, las dotes diplomaticas pronto hicieron acto de presencia en las palabras de Ilaith, Delsin, Ernass y los demás. Pronto se encontraron discutiendo cómo tratar de sacar el máximo provecho de sus respectivas fuerzas y conocimientos, y por supuesto una de las primeras cosas que se acordó fue que Mervan apoyaría la candidatura de Ilaith a la Gerencia de la Confederación (y veladamente, se dejó entrever que quizá algo más) para conseguir su apoyo a Esthalia y el abandono del comercio con el Káikar y el Cónclave y el tráfico de esclavos. Pero la tensión volvió a hacer acto de aparición cuando, después de que el duque preguntara cuál era la actitud de los elfos en todo aquel embrollo e Ilaith le contestara que Daradoth era un diplomático "en avanzadilla" que había accedido a aliarse con Tarkal, el elfo preguntó a Woderyan directamente acerca del conflicto entre sus majestades el Rey Randor y la Reina Armen. La actitud de los esthalios cambió radicalmente, y las sonrisas previas tornaron en gestos serios mientras que Nercier y sus compañeros miraban hacia ellos en busca de alguna explicación. No pasó mucho tiempo antes de que los esthalios se despidieran y acabaran el encuentro precipitadamente.

Poco tiempo después, Symeon  establecía sendos círculos de aviso en el Mundo Onírico alrededor de la sede de Mervan y la residencia de la delegación esthalia, y Galad se reunía con lady Ilaith para intentar averiguar cómo dar al traste con el compromiso entre Eudorya y el príncipe Deoran de Ladris. Con la ayuda de Keriel Danten, la experta en leyes de la delegación de Tarkal, acordaron que lo más adecuado sería tratar el asunto en la Asamblea, pues tal compromiso podría llevar a un aumento intolerable de poder de los dos principados. Sería trabajoso, pero existía la posibilidad de llegar a buen puerto si demostraban que Eudorya no estaba dispuesta a renunciar al principado de Nimthos, o si conseguían hacer abdicar a Gisaus.

A media mañana del día siguiente se reunieron por fin con la delegación de Bairien, con Agiond Ónethas a la cabeza, flanqueado por sus hijos Progerion y Surelion y su hermano Esthian. La reunión fue fría y educada, y se trataron asuntos puramente comerciales. Agiond aprovechó para acabar con algunos de los intercambios entre Tarkal y Bairien, como Ilaith ya había sospechado, así que esta no hizo nada por mantenerlos, pues prefería acabar con el trámite rápidamente.

Por la tarde se reunieron de nuevo con la delegación de Mírfell, intentando negociar con el príncipe Verthyran la concesión de uno solo de los principados de sus primos en lugar de los dos, pero se mostró poco receptivo y a instancias de Ernass decidieron dejar la negociación para una reunión posterior.

Por la noche, la ronda de Symeon por el Mundo Onírico no reveló nada anormal, y por su parte Galad pidió inspiración a Emmán para que le enviara visiones en su sueño sobre la familia Athalen, los gerentes del principado de Nimthos...

jueves, 18 de octubre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 16

La Asamblea de Eskatha (IV)
Cuando volvió de su reunión con Noelan, Symeon realizó su habitual rutina de vigilancia en el Mundo Onírico. Y prácticamente por casualidad tuvo una sensación novedosa: una especie de resonancia silenciosa partía desde la situación de la sede de Tarkal en el Mundo Onírico en todas direcciones. Alguien había situado una especie de "baliza localizadora onírica" justo donde ellos se encontraban alojados. La estudió a fondo, y por suerte pudo deducir cómo había sido creada; de ese modo no le costó demasiado deshacerla. Con suerte, nadie habría podido detectarla todavía.

Improvisando aún más, el errante creó un "círculo de aviso" —no se le ocurrió un nombre mejor— alrededor de la representación onírica de la sede de Tarkal. Confiaba en que si alguien (o algo) se acercaba lo suficiente con la intención de poner otra baliza, el círculo se lo haría notar.

Por la mañana, Daradoth convocó a Alexann a la sede. Este llegó al cabo de un par de horas y el elfo dio un paseo con él por los jardines. Hablaron sobre su padre, la Daga Negra objeto de tantas suposiciones, y la lealtad de la delegación esthalia. Alexann conocía todos los detalles sobre la (según sus palabras) "maligna daga", y también aseguró que la reina le había dado órdenes de "salvaguardarla con su propia vida si era necesario". Con palabras esquivas confirmó que la mayoría de los esthalios enviados a la Confederación eran sin duda fieles seguidores de la reina Armen, excepto el cardenal y el caballero argion que al menos aparentemente mantenían una postura de neutralidad, suponía que debido a sus respectivos cargos. Como ya le había revelado hacía un par de jornadas, volvió a insistir en que la delegación había sido enviada allí a instancias de la reina para evaluar la fiabilidad de la Confederación y tomar medidas todo lo duras que fueran necesarias en caso de que no lo fueran; evidentemente, la reina no habría enviado al duque Estigian si este no fuera de su total confianza. Daradoth asintió, satisfecho, y aprovechó para hablar de una posible alianza entre Armen e Ilaith. No obstante, toda la información sobre lo que estaba pasando en el Kaikarésta (el complejo de cavernas bajo el Káikar) era cierta.

Tras la reunión con Alexann, la delegación de Tarkal fue convocada al completo a presencia de Ilaith para decidir cuál iba a ser su curso de acción con la delegación de Undahl. Tras discutir los pros y los contras, decidieron que se reunirían con ellos. Además, también se organizó una reunión con la delegación esthalia cuando Daradoth habló de los posibles intereses comunes de Ilaith y Armen.

A mediodía sonaron las trompetas y las campanas del distrito portuario. Las delegaciones de Bairien y Krül por fin hacían acto de aparición en Eskatha. La multitud se reunió para ver pasar a los príncipes Agiond Ónethas, Vanius Eloras y sus respectivos séquitos. El grupo acudió a contemplar el paso de la comitiva, preocupados por sus posibles acompañantes, pero todo parecía en orden; Progerion cabalgaba al lado de su padre y no había representantes de la Sombra en sus filas. Se miraron, aliviados. Desde un discreto segundo plano, Galad invocó la gracia de Emmán para detectar posibles enemigos en los integrantes de los séquitos; Agiond Ónethas y Gisaus Athalen (la delegación de Nímthos había salido a recibir a Bairien en gesto de deferencia) eran a todas luces enemigos de su religión, así como algunos miembros más de la comitiva. El paladín tomó buena nota.

Mientras tanto, Suarren se encontraba con Taheem y Symeon en una taberna de lujo realizando sus habituales pesquisas para encontrar a los comerciantes que había visto en Asyra Sottran. Y por fin reconoció a uno de ellos cuando entró por la puerta: Torevan Aeras, de Ladris. Haciéndose el encontradizo, Suarren le mintió acerca de unos negocios que se traía entre manos con un comerciante de esclavos que traía "mercancía muy jugosa". A Torevan se le iluminaron los ojos cuando oyó que en la caravana de esclavos había niños... una mueca de asco habría acudido a los rostros de Symeon y Taheem, sentados en una mesa cercana, si hubieran entendido el idioma demhano, pero lo único que podían hacer era confiar en Suarren y velar por su seguridad. Hablando de otras cosas mientras bebían, Torevan reveló que no se encontraba en la delegación del príncipe Deoran de Ladris debido a ciertos negocios urgentes de los que había tenido que ocuparse, y mostró su frustración al comprobar que la Asamblea se había retrasado tanto que efectivamente le habría dado tiempo de asistir. Los dos comerciantes quedaron para el día siguiente en una taberna de la parte alta para concretar sus negocios. Poco rato después, Symeon compraba una cantidad considerable de drogas narcóticas por si surgía la oportunidad de usarlas con Torevan.

Al atardecer, llegó un mensajero a la sede. Un senescal buscó rápidamente a Yuria, a la que el recién llegado entregó un trozo de papel cuidadosamente doblado. El mensaje estaba en clave, y la entrega a Yuria había sido realizada con toda la intención. La ercestre no tuvo demasiados problemas para descifrarlo una vez que entendió la clave. En el mensaje, Progerion Ónethas convocaba con urgencia a Ilaith a una hora de la noche en un discreto jardín de la parte oriental de la ciudad. A la hora especificada se encontraban con el príncipe heredero de Bairien, todos vestidos discretamente. Con gesto serio y en voz baja, Progerion reveló que el retraso de sus delegaciones había sido provocado por la llegada de un inesperado visitante a su principado: Robeld de Baun, marqués de Arnualles, uno de los nobles más importantes y reconocidos del reino de Esthalia. Todos se miraron sorprendidos, pues lord Robeld debía de ser prácticamente el único noble esthalio que había sobrevivido a la extraña enfermedad que había acabado con la vida de un número considerable de ellos. El marqués había acudido a Bairien con la intención de buscar aliados para sus ambiciones, que resultaron ser muy elevadas. No quería otra cosa que hacerse con el Trono del León (el trono de Esthalia) y ya contaba con el apoyo de "gran parte de los nobles fronterizos del sur del reino", según sus palabras. Por supuesto, el padre de Progerion ya había empezado a elucubrar sobre los posibles beneficios de una guerra abierta en Esthalia y su situación en el bando ganador, y seguramente su intención era proponer algún tipo de acuerdo con Robeld de Baun en la Asamblea.

Agradeciendo a Progerion la información que les había revelado e informándole a su vez de sus planes con Suarren y los comerciantes, el grupo e Ilaith se marcharon en silencio, extremadamente preocupados por las noticias.

Después pasaron a desarrollar un plan para capturar al comerciante Torevan. En la reunión del día siguiente, Suarren afirmó que el esclavista se encontraba en la ciudad de Sugelia, por donde el grupo ya había pasado de camino a Eskatha. Mintió diciendo que el presunto mercader de esclavos no había podido acudir a Eskatha debido a la naturaleza "peculiar" de su mercancía -que incluía niños-. Así, aprovecharían el viaje para hacerse con Torevan y que nadie lo echara en falta en unos cuantos días al menos.

Esa misma mañana tuvo lugar la reunión con la delegación de Undahl. Al llegar a su edificio, lo primero que llamó la atención de Yuria fue la alta proporción de ástaros que formaban parte de sus filas. Tras la recepción y el acomodo en la Sala Principal, el encuentro transcurrió en términos educados pero extremadamente tensos. La elfa oscura, a la que el príncipe Rakos presentó como Helitzzë, estuvo prácticamente todo el tiempo callada y mirando valorativamente a toda la delegación tarkalia, mientras que el minotauro Hrarrh'Snagh intervino algo más, con voz brusca y estentórea pero luciendo unos modales bastante adecuados. Además, en la delegación de Undahl había otras dos personas que llamaban la atención, un vikingo que permaneció silencioso y un kairk ya casi anciano llamado Svalden Theukas. Yuria le saludó efusivamente, pues lo reconoció como el renombrado cartógrafo que era ante la sorpresa del hombre; la ercestre le felicitó, pues muchos de los mapas que había utilizado en sus primeros años en el ejército habían sido obra suya. Aunque el príncipe Rakos intentó disimular, no pudo evitar un leve movimiento de ceja cuando Yuria reconoció al kairk, al igual que el tío abuelo de Rakos, Hegrolius, e Ilaith. Svalden sonrió, halagado, y dirigió muchas palabras amables a "una muchacha tan agradable e inteligente"; parecía increíble que estuviera sentado del mismo lado que una elfa oscura y un minotauro. Cuando se iba a sincerar sobre su presencia en la delegación de Undahl, alguien lo interrumpió e impidieron que continuara la conversación.

Llegados al punto culminante de la conversación, la oferta del príncipe de Undahl fue bastante clara: ofrecía una parte de la explotación de kregora a Ilaith a cambio de su apoyo militar prácticamente incondicional para futuras campañas. El asunto les causó muy mala espina, y las palabras del príncipe dejaban entrever que además de estar enterado de los últimos avances de Tarkal en materia militar le preocupaba una posible alianza de Ilaith con "elementos indeseados", refiriéndose a Daradoth y los elfos. La princesa de Tarkal respondió con evasivas, haciendo gala de sus extremadamente afiladas dotes diplomáticas y dialécticas, y sin llegar a ningún acuerdo concreto, la reunión acabó y volvieron a su sede. Las sensaciones eran diversas: unos pensaban que la reunión había ido mejor de lo esperado mientras el resto no estaba tan seguro. Daradoth reveló también que tanto el extraño artilugio parecido a un sonajero que la elfa oscura portaba en la cintura como la torques que el minotauro lucía en el poderoso cuello contenían una cantidad de poder que no podía determinar. Galad, por su parte, también compartió con ellos que Emmán le había revelado como enemigos de su fe a casi todos los acompañantes de Rakos, excepto al vikingo, a Svalden y al propio hermano del príncipe, Borevan Ternal.

Por la noche, Symeon no tardó mucho en recibir el aviso del círculo de detección que había puesto alrededor de la representación onírica de la sede, así que se apresuró a acudir allí. Durmiéndose casi al instante, no le costó nada entrar a la realidad del sueño. Y allí estaba, una figura encapuchada pero sin el suficiente control —al igual que él— para ocultar su identidad en un estado de tensión, con lo que en pocos segundos Symeon la reconoció como Helitzzë, la elfa oscura de la delegación de Undahl. Los instantes siguientes fueron frenéticos: Symeon la retuvo, la atacó y la encadenó, intentando infligirle todo el "daño" posible, mientras ella se desplazaba, se zafaba e intentaba hacer lo propio con él. Finalmente, la elfa consiguió escapar del Mundo Onírico bastante dañada, a juicio del errante. Con suerte no entraría allí en varios días.

La mañana siguiente tuvo lugar la reunión de rigor con la delegación de Krül, a la que Ilaith acudía sin muchas expectativas, pues todo el mundo sabía que el príncipe Vanius Eloras, cuñado de Agiond Ónethas (aunque ya viudo), no era sino un títere de este último. La reunión empezó con las conversaciones de trámite en las que se notaba que Vanius asumía su papel de príncipe de paja y mecanizaba las respuestas y las expresiones. Pero el grupo tenía planes muy distintos en su trato con el príncipe de Krül. Pronto, Galad, Yuria y Daradoth empezaron a tratarlo como tratarían a cualquier otro príncipe, a lo que se notaba que Vanius no estaba acostumbrado. Ilaith se sumó a la actitud de sus compañeros, comprendiendo al instante lo que trataban de hacer, y por supuesto Meravor contribuyó a potenciar los efectos de sus palabras. El vino empezó a correr más rápidamente, con el príncipe Eloras encontrándose cada vez más a gusto (Meravor sonreía de medio lado). En un momento dado, todos se sobresaltaron cuando Vanius rompió a sollozar quejándose amargamente de que llevaba veinticinco años siendo el pelele del príncipe Agiond (y denostado por los otros príncipes) porque este tenía pruebas de que Vanius había matado a su esposa y hermana del primero. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho, Vanius pareció encogerse de puro terror, así que Daradoth decidió hacer un aparte con él y procurar que recuperase la compostura; una más que inspirada charla persuasiva del elfo hizo que Vanius se irguiera de nuevo y entrara en una situación de confianza con él (quizá también por la influencia previa de Meravor). Daradoth lo convenció para que saliera de una vez de los faldones de Agiond y se aliara con Ilaith, de una forma muy discreta, eso sí. Vanius aceptó, por supuesto, y también le confió que estaba en posesión de cierta información (sobre Asyra Sottran) que podía acarrear la caída en desgracia de Agiond. Daradoth sonrió.

Una dificultad añadida era que en la delegación de Krül había dos miembros que portaban el apellido Ónethas: un hombre, Storas, y una mujer, Alyss. Familiares del príncipe Agiond, quizá eran informadores de Bairien, así que todos se fijaron en ellos durante el episodio de rabia de Vanius. Alyss lo había mirado con seriedad e incredulidad, mientras que Storas había tenido una mueca más socarrona y sonriente. El príncipe volvió a la sala acompañado de Daradoth con una actitud muy diferente de la que había tenido al marcharse. Anunció sus planes de acuerdo con lady Ilaith y su intención de recuperar el status de Krül como principado de pleno derecho; Ilaith, por supuesto, le prometió que a cambio le apoyaría en sus pretensiones. Acto seguido, pasó a mirar fijamente a los Ónethas, Storas y Alyss. Para sorpresa de todos, Storas aplaudió ligeramente y se rió, afirmando que ya era hora de que Vanius "tuviera los arrestos" de enfrentarse a su tío. Anunció su apoyo incondicional al príncipe y sus mejores deseos. Todos se miraron aliviados; ahora sólo quedaba el escollo de Alyss, que se mostraba aterrada por lo que se hablaba allí. No obstante, finalmente, con la presencia de Ilaith, la persuasión de Galad y la influencia de Meravor, Alyss dio su brazo a torcer; aun así, Vanius les aseguró que pondría a los dos Ónethas bajo la vigilancia de personas de su confianza. Se le notaba con mucha más confianza en sí mismo.

Una vez que la delegación de Krül se marchó, todos se felicitaron por el resultado de una reunión que, de suponer a priori intranscendente, había resultado ser extremadamente productiva. Sin embargo, el encuentro había durado más de seis horas, y eso tenía que haber llamado sin duda la atención del resto de delegaciones, cuyos encuentros con Vanius apenas llegaban a la media hora, o ni siquiera tenían lugar.

viernes, 5 de octubre de 2018

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 41

En Busca de Derek (III). Tunguska.
Tras dejar a Yurkov (el jefe de producción de Vitaria-Krakovia) en un paraje remoto sin zapatos para que tardara en llegar a cualquier punto desde el que pudiera establecer comunicación, salieron de Polonia en coche cruzando la frontera con Alemania.

Desde allí decidieron viajar a Tunguska para buscar directamente el origen del komerievo, y se pusieron a buscar vuelos con el destino más cercano posible. Tunguska parecía haber sido hasta hace poco un sitio turístico, incluso con un aeropuerto a pocos kilómetros de donde se había producido el evento; varias reseñas y blogs de viajeros así lo atestiguaban. Pero el aeropuerto debía de haber sido cerrado hacía poco, pues no encontraron un solo vuelo que los pudiera llevar allí. Lo más cercano que encontraron como destino de viajes aéreos en la actualidad era la ciudad de Krasnoyarsk. Desde allí, un  tren los podría llevar hasta la más bien pequeña localidad de Vorogovo (a unos 300 kilómetros del sitio del evento), y allí alquilarían un 4x4 con el que esperaban poder llegar al sitio del evento y por ende, al lago donde se encontraba el komerievo.

Vorogovo

Los contactos de Tomaso no tardaron más que unas pocas horas en tramitar sendos visados de acceso a Rusia para cada miembro del grupo, y en poco más de un día llegaban a Vorogovo, donde les recibió un frío intenso (ya casi era invierno). Allí alquilaron un par de vehículos todoterreno y se dirigieron hacia el norte. Pero no habían recorrido ni dos kilómetros cuando los detuvo un control que al principio les pareció policial pero que no tardaron en identificar como militar. Los militares les dieron el alto, muy amables, y uno de ellos en un perfecto inglés les explicó que la carretera estaba cerrada pues se había clausurado el acceso a Tunguska por motivos que no les podía explicar. El grupo dio la vuelta y volvió a Vorogovo.

Esa misma noche, mientras se encontraban discutiendo en su hotel qué debían hacer, un estruendo en el exterior llamó la atención de Sigrid. Llamó a todos los demás para que observaran por la ventana; tres enormes camiones de transporte ártico atravesaban el pueblo escoltados por dos vehículos blindados del ejército. Los camiones lucían la enseña de Vitaria, que ya habían podido ver en Krakovia. Salieron atropelladamente al exterior y montaron en los todoterrenos, tomando la dirección sur por la que habían salido los enormes camiones.

No sin problemas debido a la nieve acumulada y a la tormenta que dificultaba la conducción, siguieron a la comitiva hasta las inmediaciones de una base militar cercana a Krasnoyarsk. Se acercaron a pie para ver si podían identificar algo, hasta que al cabo de unos minutos, un avión Antonov del ejército ruso remontó el vuelo. Suponiendo que el cargamento debía de haber sido trasladado a la aeronave y ante la imposibilidad de entrar en la base, decidieron regresar a Vorogovo.

La siguiente noche, una noticia que se reprodujo en todos los medios llamó su atención. El embajador de Alemania en Estados Unidos, asistente a un acto en la sede de Naciones Unidas, había sido víctima de un atentado que había acabado con su vida. De momento nadie había reclamado el atentado, que había sucedido hacía escasas horas.

Después de comprar el equipo adecuado para sobrevivir unos cuantos días al raso en Siberia, salieron por la noche con los todoterrenos campo a través hasta donde pudieron llegar, que no fue demasiado lejos. Continuaron el viaje a pie con la intención de llegar a Tunguska a través de los bosques. Por suerte, los primeros días hizo buen tiempo, pero los inmensos bosques los despistaron y dieron algunas vueltas en círculo, lesionándose Robert un tobillo durante sus largas caminatas. El cuarto día comenzó a nevar copiosamente, pero ya consiguieron llegar al límite del área donde el meteorito había tenido su efecto. Dejaron atrás el bosque "normal" y comenzaron a caminar entre árboles inclinados y, finalmente, tumbados. Era increíble que durante más de cien años no hubieran crecido nuevos árboles en la zona y los que estaban tumbados todavía se conservaran, pero así era. Y aún más extraño era que conforme avanzaban, los árboles tumbados parecían encontrarse en un mejor estado de conservación.

Más o menos cuando llevaban recorridos unos veinte kilómetros adentrándose en el extraño paisaje, notaron un cambio en el entorno; no se veía, ni se oía, simplemente lo sintieron. Algunos notaron ganas de vomitar, y otros unos escalofríos intensos. Pero no se arredraron, y continuaron caminando. Adentrados ya unos cuarenta kilómetros en aquella desolación, notaron un efecto ya realmente intenso. Sigrid vio algo a su alrededor que le hizo gritar de pánico, y se desmayó; más tarde no se acordaría en absoluto de lo que había visto y que le había causado el desvanecimiento. El resto del grupo consiguió aguantar la extraña sensación física, pero transcurridos unos minutos, comenzaron a tener visiones espantosas; Patrick vio varios seres mecánicos que los acechaban, pensando (¡pensando!) cómo atacarles, mientras que Tomaso se vio a sí mismo a varios metros de distancia, siendo maltratado por su padre, hasta que él mismo disparó a la cabeza a aquel bastardo que lo había maltratado durante tantos años.  Toda la escena era presenciada por unas figuras enormes y translúcidas, algunas de ellas encapuchadas, como la que alzaba su mano hacia Patrick en un gesto mudo instándole a detenerse. Más tarde supondrían que lo que habían visto había sido una rasgadura en la realidad que les había permitido ver a algunos miembros del Clero Invisible de la Estadosfera. El profesor de filosía increpó a la figura que lo conminaba a detenerse, y entonces la figura le respondió; pero no era una voz lo que oyó, sino una oleada de puro dolor, que le hizo taparse los oídos, y caer al suelo de rodillas con lágrimas en los ojos, igual que Jonathan y Robert. De repente, el entorno se volvió calmado y silencioso, casi se podría decir que vacío, y lo único que destacaba en él era un brillante meteorito dirigiéndose hacia donde estaban; las figuras del Clero Invisible se reunieron en un círculo, contemplando la caída del cuerpo celeste en un silencio sepulcral; Tomaso se arrodilló a rezar, y Patrick se levantó e intentó acercarse más al punto donde suponía que el meteorito impactaría. Y este cayó finalmente, en silencio, un silencio sobrenatural; no obstante, el grupo sintió todo el dolor y la destrucción en sus propias carnes y mentes, y Patrick, Tomaso y Jonathan cayeron inconscientes. Robert salió corriendo de la zona como alma que llevaba el diablo.

Entre Robert y un recuperado Jonathan, consiguieron sacar al resto de allí y alejarlos del epicentro de la zona del bólido. La salud mental de Patrick y Tomaso se había quebrado, y costó muchas horas que pudieran reaccionar. No obstante, finalmente lo hicieron y aunque no podrían actuar al cien por cien debido a sus traumas adquiridos, pudieron continuar su camino.

Rodearon penosamente la zona desolada durante los siguientes dos días mientras la nieve caía sin cesar, inmisericorde. Por suerte, los teléfonos vía satélite que les había proporcionado el congresista Ackerman funcionaban perfectamente y podían ir informando a Sally, Esther y Francis (que se habían quedado en Vorogovo) de su situación, a la vez que encontrar consuelo en sus palabras. Finalmente, remontaron una loma y pudieron ver el primer signo de civilización en varios días: un complejo de construcción reciente (de hecho, todavía en obras) se alzaba a la orilla de un pequeño lago. El complejo mostraba signos de actividad y signos de presencia militar. A las pocas horas, ya habían podido calcular que el recinto albergaba unas sesenta personas, entre ellas una veintena de militares.

La base de Tunguska


En los intervalos que les permitía la nieve, con ayuda de los binoculares pudieron ver que un par de botes repetían periódicamente una travesía desde uno de los edificios del complejo (donde supusieron que se encontrarían los despachos de los científicos y el laboratorio principal) hasta un punto del lago donde un par de buzos se sumergían durante una hora aproximadamente. Durante ese período cargaban unas cuantas rocas pequeñas en el bote, y volvían a la base. De allí debían de extraer el komerievo.

Lo que hizo que Robert no pudiera reprimir una mueca de asombro fue ver a Georg, su supuesto amigo, quien le proveía de komerievo desde hacía tanto tiempo y desaparecido hacía unos meses, impartiendo órdenes a los científicos y los pilotos de los botes. Ninguna coacción, Georg se movía libremente y la gente parecía obedecer sus órdenes. ¿Le habrían ofrecido dinero? ¿Le habrían amenazado? En cualquier caso, eso ahora no importaba, lo único que importaba era conseguir el polvo rojizo.

La mañana del segundo día de su vigilancia llegaron al complejo los tres camiones que habían seguido hasta la base militar de Krasnoyarsk, y un helicóptero. De este se apeó un oficial del ejército que se marchó transcurridas un par de horas. No los descubrieron por un pelo.

La noche del segundo día el clima empeoró realmente. Aún aguantaron un día más, pero al atardecer del día siguiente decidieron pasar a la acción; amparados por la ventisca, se acercaron al complejo y no les costó demasiado atravesar la maltratada valla. Patrick no pudo reprimir acercarse al bar de la instalación (en la planta baja de la residencia, donde los habitantes del lugar dormían) para hacerse con una botella de whisky. A continuación se dirigieron al laboratorio en unas condiciones de visibilidad penosas, que en realidad les beneficiaban; no se veían militares en el exterior.

Con varias patadas de Jonathan y Tomaso consiguieron reventar una de las puertas del edificio junto al muelle donde se encontraban amarrados los botes; el italiano y el agente se quedaron apostados en la entrada, vigilando para que no les cogieran por sorpresa, mientras Sigrid, Patrick y Robert recorrían el edificio. Se desorientaron durante unos minutos buscando el laboratorio, pero finalmente pudieron encontrarlo, justo cuando fuera se oyeron un par de disparos. Oyeron a Tomaso gritando que se dieran prisa, y así lo hicieron. Robert entró al laboratorio y, experto químico, enseguida identificó un vial donde goteaba un líquido; lo vació rápidamente en una redoma que encontró cerca y les explicó que, una vez evaporado el líquido, quedaría una pequeña cantidad de komerievo que con suerte le permitiría sintetizar varias decenas de dosis de Polvo de Dios. Corrieron hacia la salida, donde Jonathan y Tomaso habían sido heridos pero habían conseguido contener a los atacantes; sin embargo, ya se oía cómo arrancaban uno de los vehículos blindados, así que decidieron adentrarse rápidamente en la ventisca mientras la oscuridad de la noche lo tragaba todo...