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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 18

La Asamblea de Eskatha (VI). La Asamblea comienza.
El sueño de Galad relacionado con la familia Athalen comenzó con él en forma de cuervo sobrevolando una extensa llanura, hasta que se fijó en una manada de leones preponderante sobre toda la fauna de la región.

La manada de leones era suprema, y ningún otro ser vivo osaba cuestionar su status. Hasta que finalmente, las hienas se organizaron. En un tiempo muy corto no quedaba ningún león vivo para disputar el territorio a los grandes cánidos. Y una vez que acabaron con los leones, las hienas comenzaron a matarse entre sí, sin piedad, de forma cruel. La más poderosa de ellas fue asesinada por un cónclave de sus descendientes, y entonces, de repente, cayó la noche; y desde las sombras aparecieron los lobos. Un grupo de enormes lobos blancos aulló hasta hacer que casi le estallaran los tímpanos a Galad. Aullaron tan fuerte que las propias estrellas se apagaron y la oscuridad se adueñó de todo. Con un leve parpadeo, las estrellas volvieron a alumbrar la escena; los lobos habían desaparecido y la hiena muerta vivía de nuevo, fuerte, poderosa. Uno a uno, asesinó y devoró a todos sus congéneres. El cuervo que era Galad, agotado de volar, cayó finalmente al suelo mientras la enorme hiena se avalanzaba sobre él.

Temprano por la mañana comentaron el sueño y sacaron en conclusión que debía de haber algo sobrenatural en el pasado de la familia Athalen, aunque no sabían qué podría ser. Intentaron averiguar si durante la toma de poder de Gisaus habían sucedido hechos escabrosos, pero si así había sido, Nimthos había preservado muy bien sus secretos.

El paladín y Yuria se dirigieron esa mañana a visitar al príncipe Nercier Rantor para apaciguar los ánimos después de la tensión con la que había acabado la anterior reunión y afianzar su alianza. Insistieron en la importancia de que el enemigo no era el rey o la reina, sino el arribista marqués de Arnualles, y se emplazaron de nuevo la madrugada siguiente para celebrar una nueva reunión con los esthalios que limara asperezas.

Poco después, la delegación de Evenlud llegaba a la sede de Tarkal, convocados de nuevo por Ilaith. Tras una intensa negociación, la princesa les concedió una participación del 10% (más una posterior del 1%) sobre las minas de oro que habían descubierto recientemente en los montes Darais (y que se encontraban explotadas por los enanos de Nezar, aunque tuvo buen cuidado en no revelar este dato). A cambio, Diyan Kenkad apoyaría a Ilaith en su aspiración a la gerencia de la Confederación. Evidentemente, la princesa de Evenlud sospechaba de que Ilaith le hubiera concedido tanto simplemente por apoyarla para ser gerente, e imaginaba que algo más entraba en sus planes, pero prefirió no cuestionar más sus motivos, al menos de momento. Por otra parte, el contrato que se firmó fue bastante complejo, y se añadieron muchísimas cláusulas; casi de refilón se añadió una cláusula que obligaba al apoyo militar en caso de que los yacimientos o recursos de uno u otro principado se encontraran bajo amenaza; este punto fue muy celebrado por Ilaith, Delsin y Ernass.

Una vez que Diyan y su séquito se hubieron marchado, el grupo pasó a discutir con el resto de los miembros de la delegación de Tarkal la estrategia a seguir en la Asamblea; no les quedaría más remedio que pedir la "Palabra de Urgencia" si querían asegurarse de hablar antes que los demás para exponer los hechos; el problema es que si más Principados solicitaban lo mismo, el orden de palabra se asignaría por sorteo; esperaban que no fuera así.

Esa noche se canceló la reunión que Delsin había acordado con Mírfell para celebrar una nueva reunión entre los esthalios del duque Estigian, Mervan y Tarkal. Unas palabras contemporizadoras de Daradoth permitieron que los ánimos se apaciguaran y se renovaran las buenas intenciones de los allí reunidos. Se trató de nuevo el tema del marqués de Arnualles y el apoyo de Ilaith a Esthalia y la Luz, abriendo la posibilidad de establecer un frente común en el futuro.

En el Mundo Onírico Symeon no tardó en percibir que el círculo de aviso que había puesto alrededor de la sede de Tarkal había desaparecido, y volvía a haber presente una baliza de aviso. Con los conocimientos adquiridos la vez anterior no le fue difícil deshacer de nuevo la baliza; pero no fue lo suficientemente rápido como para protegerse de la presencia que apareció a los pocos instantes; el recién llegado lo retuvo durante unos momentos de angustia hasta que el errante consiguió despertar al mundo de vigilia. No le fue posible reconocer a la figura, pues tanto el extraño como el propio Symeon mantuvieron perfectamente sus camuflajes. Por la mañana volvió a entrar al Mundo Onírico; ya no había nadie allí, así que estableció de nuevo un círculo de aviso. Poco después observó la presencia de un pájaro blanco de aspecto bidimensional que volaba a gran altura; en cuanto fijó su mirada en él, el pájaro se detuvo en seco en el "aire" y tras un brevísimo instante de pausa durante el que quedó suspendido, salió como un rayo en dirección norte. Symeon intentó seguirlo, pero el "pájaro" —que como averiguaría más tarde debía de tratarse de un "guardián de zona"— viajaba extremadamente rápido y al llegar al océano prefirió no continuar, recordando los avisos de su maestro Norren sobre su peligrosidad en el Mundo Onírico.

Y por fin, el día siguiente a mediodía, la Asamblea de Eskatha comenzó. Entre toques de campanas y trompetas las delegaciones fueron acudiendo al Hemiciclo ordenadamente, tomando posesión de sus respectivas bancadas; además se habían habilitado dos bancadas extra para los ástaros del Pacto de los Seis y para la delegación esthalia. Los ujieres ("funcionarios" compartidos por todos los principados) se encargaron de que toda la ceremonia  discurriera sin incidentes y con la grandiosidad que se requería. Finalmente, Agiond Ónethas, como gerente de la Confederación, subió al estrado para dar el discurso de apertura; la delegación de Tarkal, con el grupo incluido, cruzó los dedos para que no aprovechara para exponer ningún tema que perjudicara a sus intereses.

Afortunadamente no fue así y el príncipe de Bairien se ciñó al protocolo, exponiendo datos de la Confederación en conjunto y los logros más destacados de ese año. También pidió disculpas por su tardanza en acudir a la capital, alegando motivos de salud, y manifestó sus buenos deseos para la Asamblea. A continuación ascendieron al estrado los diferentes príncipes comerciantes presentando sus resultados. Ilaith maquilló los suyos a la baja, prescindiendo de los datos de los nuevos metales y las nuevas minas de oro, todo lo contrario que Rakos Ternal. Los resultados de Undahl llamaron la atención de todos los allí reunidos por su extraordinario crecimiento gracias al comercio de Kregora; algunos los recibieron con admiración, y otros con envidia. Con aquellos resultados, Undahl se situaba como el segundo principado más rico después de Nimthos. Rakos no parecía preocupado por las ampollas que pudiera levantar, incluso parecía regodearse... no parecía una maniobra muy prudente. Pero la presencia de un minotauro y una elfa oscura en su bancada (habilitada especialmente para la enormidad del humanoide astado) le daban una confianza de la que posiblemente hubiera carecido de otro modo.

Poco después del cierre de la sesión, Meravor y Yuria se dirigieron en privado a las oficinas de los ujieres para pedir la Palabra de Urgencia para Tarkal en la sesión del día siguiente.

Esa tarde, Iliaith se reunió con sus aliados más cercanos: decidieron que tanto Mervan como Korvan pedirían también la Palabra de Urgencia para contrarrestar posibles peticiones similares de sus enemigos y tener más posibilidades de exponer sus peticiones antes que ellos, y así lo hicieron.

El día siguiente, el ujier encargado de las formalidades para abrir la segunda sesión de la Asamblea golpeó con su bastón en el suelo para reclamar la atención de los presentes. Con gesto adusto, anunció que "por primera vez desde hacía más de un siglo" nada menos que seis principados habían solicitado la Palabra de Urgencia. La delegación de Tarkal rebulló incómoda casi al completo. Con la ceremonia pertinente, se procedió al sorteo de los turnos de palabra haciendo uso de las bolas de colores que presidían el estrado de los oradores, y que representaban a los diferentes principados confederados. Unos pocos minutos de tensión desembocaron en un resultado extraordinario para los intereses de Tarkal, pues el orden de palabra quedó fijado así: 1.Tarkal, 2.Nimthos, 3.Bairien, 4.Undahl, 5.Mervan, 6.Korvan.

Por tanto, Ilaith subió al estrado para tomar la palabra. Y puso toda la carne en el asador: con gesto grave y haciendo uso de todo su saber estar y diplomacia, anunció:

 —...pues uno de nuestros Príncipes, precisamente el primero entre nosotros, está atentando contra toda norma de moralidad y principios básicos de la dignidad humana...

Se refería claramente al príncipe Agiond, cuyo rostro permaneció impasible durante todo el alegato, todo lo más con alguna ligera muestra de estupefacción cuando Ilaith habló de la isla Asyra Sottran y las depravaciones que se llevaban a cabo allí. Muchos de los allí reunidos se escandalizaron por la magnitud de lo que implicaban las descripciones de Ilaith, algunos indignados y gritando que aquello no eran más que injurias sin sentido. Estas voces se acallaron cuando Ilaith aseguró que contaba con testigos que en breve subirían a presentar su testimonio bajo juramento y sin coacción, y cuando solicitó el cese en el cargo de Agiond y su renuncia como Príncipe de Bairien.

Un caos controlado se adueñó de la sala. Alguien increpó a Ilaith:

 —¡¡¡Embustera!!!, ¡tú eres la que está carcomiendo los cimientos de la Confederación!

Los ujieres tuvieron que hacer uso de toda su autoridad para imponer de nuevo el orden en la sala.



viernes, 9 de noviembre de 2018

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 42

En Busca de Derek (IV). La ventisca. Huida.
Timofei Nóvikov
La huida a través de la ventisca fue dantesca, durísima. Poco después de salir del complejo de Vitaria, Tomaso trastabillaba y se apartaba del grupo. Patrick no tardó en hacer lo mismo. A Sigrid le costó dios y ayuda dar con sus compañeros en la infernal noche, pero finalmente lo consiguió [punto de destino]. Primero encontró a Patrick y luego a Tomaso, justo cuando las luces de un vehículo blindado aparecieron entre la niebla y desde un altavoz les increparon gritándoles algo en ruso. Jonathan y Patrick pudieron escabullirse, no así Sigrid y Robert. Por suerte portaban pistolas y Robert tenía gran destreza utilizándolas. Cuando las puertas del vehículo se abrían para dejar paso a algún soldado, sendos certeros disparos acertaron en el foco que les apuntaba, dejando la escena a oscuras; una lluvia de balas de gran calibre se desató a su alrededor cuando la ametralladora del vehículo comenzó a disparar prácticamente a ciegas, pero por suerte no sufrieron ningún impacto y pudieron volverse a perder en la noche y la niebla.

Tras reunirse todos y descansar unos minutos, ya con Patrick y Tomaso relativamente repuestos de sus vínculos al trauma, decidieron adentrarse en la devastación que tanto daño les había hecho en el camino de ida. Pero quedarían a una distancia prudencial del centro, manteniendo en la medida de lo posible una ruta circular.

Y así, atados unos a otros y con todo el cansancio del mundo, caminaron unas cuantas horas a través de árboles inclinados, hasta que la nieve cedió bajo los pies de Sigrid y todos cayeron al vacío rodeados de una lluvia de escombros, hielo y barro. Encendieron las linternas y tras asegurarse de que todos estaban bien, la luz reveló una especie de cueva, o más bien un túnel. A un lado tenían el derrumbe, que había cegado la salida y el paso por aquella parte, y al otro, el túnel se alargaba hasta la oscuridad; lo llamaron túnel y no cueva o caverna, porque parecía estar tallado con una cuchilla: las paredes eran lisas como si hubiera pasado por allí una tuneladora. Sin embargo, el material era blando; cuando Patrick escarbó un poco en las paredes, se desprendió algo de tierra de ellas. La abertura parecía tener una ligerísima pendiente descendente hacia la oscuridad, y todos dieron un respingo cuando se dieron cuenta de que no proyectaban sombras en aquel lugar. La luz de las linternas parecía pasar limpiamente a través de ellos. Sin embargo, la temperatura, que se había hecho más bien agradable, y el extremo cansancio que habían acumulado en su huida les hizo decidirse a dormir antes que cualquier otra cosa.

Tras un intervalo de sueño reparador, el grupo al completo se "despertó" en un entorno desconocido e inquietante. Se miraron los unos a los otros, dándose cuenta de que debían estar dormidos todavía, y miraron a su alrededor: una cúpula inmensa de cielo estrellado se levantaba sobre ellos; solamente contemplarla hacía que perdieran el equilibrio, tal era su inmensidad y su inabarcabilidad. Y alrededor, nada; únicamente un suelo pulido de color negro que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. A falta de otras ideas, comenzaron a caminar. Caminaron durante una eternidad, hasta que a lo lejos distinguieron que, en una línea recta perfecta, el suelo cambiaba de color y se convertía en blanco. Y en el extremo del suelo blanco vieron una figura borrosa por la distancia. El corazón de Patrick dio un vuelco cuando al acercarse pudo distinguir el rostro de Lupita, su futura hija adoptiva. Corrió hacia ella, y se quedó a varias decenas de metros de distancia, junto con el resto de sus compañeros, en el suelo negro. No sentían ningún deseo de pisar suelo blanco, aunque veían a  la niña sufrir. Lupita estaba llorando desconsoladamente, lo que martilleó profundamente el corazón de Patrick. Cuando el profesor le preguntó qué le pasaba, ella respondió entre sollozos "Papá, ¿por qué me has abandonado?". A Patrick se le cayó el alma a los pies.

El resto del grupo lo miraba confundido, pues para ellos no había nadie allí, solamente Patrick era capaz de ver a la niña; el resto solo veía el inmenso suelo blanco que se extendía de nuevo hasta donde eran incapaces de alcanzar a ver. De repente, el profesor se sobresaltó cuando desde la penumbra detrás de Lupita, apareció bruscamente un hombre japonés de mediana edad, que se arrodilló en el suelo suplicando algo; Patrick no lo pudo entender, pues no hablaba el idioma, pero se le notaba desesperado por algo. Sus sospechas se confirmaron cuando tras preguntar a Lupita si le estaban haciendo daño, esta respondió que sí, que "había allí personas malas". A medida que iba viendo cosas Patrick las iba contando a sus compañeros, así Sigrid pudo caer en la cuenta de que entre la lista de personas que habían bautizado como los "Nacidos Relevantes" buscadas por el Círculo Neosuabo, se encontraban los datos de un japonés de cincuenta y tantos años, que podría ser aquel que estaba viendo su amigo. Lupita también le explicó que entre la "gente mala" que la rodeaba había muchos que hablaban en un idioma "raro y feo"; también describió un reciente viaje en barco y su traslado a "un sitio junto al mar, donde hace mucho calor".

Patrick decidió, contra todos sus instintos, que tenía que atravesar aquella línea y pasar del suelo negro al blanco. E intentó convencer a sus compañeros, aunque ni él mismo se mostraba convencido; el proceso mental requerido fue muy complejo y minucioso, pero finalmente Patrick consiguió convencerse a sí mismo y a los demás de que podían pasar al otro lado; y así lo hicieron.

En cuestión de pocos instantes sintieron la materialización, o quizá la aproximación a una velocidad inimaginable, de unas presencias abrumadoras, inefables. Con una especie de manotazo metafísico los devolvieron violentamente (y muy dolorosamente) como si de peleles se tratara al espacio con el suelo de color negro. Y despertaron.

En el túnel habían dormido a gusto calientes por fin, pero ahora, los más sensibles entre ellos, Tomaso, Patrick y Sigrid sintieron que desde la oscuridad, desde la parte profunda del túnel, su muerte se acercaba. No sentían pánico ni terror, solo un convencimiento de que si se quedaban allí en pocos minutos habrían muerto junto con todos sus compañeros.

Desesperados, excavaron en el derrumbe, con Jonathan y Tomaso demostrando su superioridad física arrancando rocas y hielo. Pero la nieve se reponía en todo momento, no había forma de abrir un hueco, así que decidieron bucear a través de ella. Después de que Sigrid casi muriera en el intento fue Tomaso el que salió al exterior, ya bien equipado con ropa y cuerdas. Haciendo uso de ellas, el resto del grupo no tardó en salir por fin al exterior. La sensación de muerte inminente había desaparecido, pero era de día y la ventisca ya se había esfumado, así que decidieron alejarse a toda prisa. Una vez que salieron de la zona de la devastación, cuando los relojes dejaron de volverse locos, calcularon que debían de haber pasado cuatro o cinco días de tiempo real dentro de aquel túnel. El tiempo debía de transcurrir de otra manera allí, o quizá el sueño los había transportado de una manera extraña. Cuando los teléfonos reaccionaron, aparecieron los registros de multitud de llamadas perdidas y se apresuraron a contactar con Sally, Esther, Francis y Pierre. La periodista y la hija de Sigrid les tranquilizaron asegurándoles que estaba todo bien, pero que durante aquellos días habían aparecido varias personas por el hotel preguntando por ellos; que ellos supieran, los recepcionistas no habían revelado ninguna información gracias a las generosas propinas que les habían pagado. Por la descripción que Sally les proporcionó, reconocieron a uno de los extraños como el mexicano ayudante de Dan Simmons; al resto no supieron situarlo por la descripción física.

Al cabo de un par de días de penosa caminata llegaron por fin a la vista del lugar donde habían quedado en encontrarse con sus cuatro compañeros (un punto en una carretera más o menos alejada de Vogorovo). Y para su sorpresa, desde la distancia vieron que no solo se encontraban allí ellos, sino que  estaban acompañados de varios extraños, con tres todoterrenos en total —uno más de los que esperaban— aparcados a un lado de la carretera. Por suerte (o no?) no parecían coaccionados ni amenazados; de hecho, como pudieron ver con los binoculares, se encontraban hablando amistosamente, de modo distendido. Los extraños eran dos hombres y una mujer, uno de ellos maduro, canoso, vestido elegantemente y con una perilla señorial en su rostro. Tomaso se sobresaltó cuando, a través de los prismáticos, vio que el hombre se giraba hacia ellos y, con una sonrisa, les hacía gestos para que se acercaran... pero a juicio del italiano, era imposible que los hubiera visto a simple vista desde aquella distancia. Se miraron unos a otros, preocupados. Cuando llamaron a Esther por móvil para aclarar aquello, la muchacha les dijo que simplemente eran unos caballeros y una señora muy amables que querían tener una conversación. Se miraron de nuevo, evaluando la posibilidad de que Esther y los demás estuvieran bajo un influjo sobrenatural, cosa que ya había ocurrido en el pasado.

No obstante, el instinto de protección de Sigrid hacia su hija pudo más que su instinto de conservación, así que la noruega decidió acercarse. Tomaso la acompañó, y Patrick, Robert y Jonathan prefirieron mantenerse alejados por si acaso.

Sigrid y Tomaso fueron recibidos de forma muy agradable por el hombre canoso, que lucía exquisitos modales de aristócrata antiguo. Se presentó como Timofei Nóvikov, un "hombre de negocios y buen samaritano". Se disculpaba por aparecer de aquella manera, pero necesitaba asegurarse de que hablaba con Sigrid y los demás —"el dolor de cabeza de los Illuminati", dijo— para exponer su oferta y después tratar los temas más tranquilamente en un sitio más agradable y cómodo. Poco después de que el hombre empezara a hablar, Tomaso y Sigrid ya estaban convencidos de sus buenas intenciones, quizá "demasiado" convencidos. Sus palabras, desde luego, ayudaban. Según el ruso (supusieron que era ruso), les quería hacer una oferta que no podrían rechazar, pero quería que estuviera presente el grupo al completo, y en un sitio más adecuado: les habló de un lujoso restaurante en Krasnoyarsk donde podrían reunirse a dos días vista. Si a mediodía de ese día no aparecían por el restaurante, Nóvikov no les molestaría más, pero (y este fue el único momento en que su gesto se volvió algo más serio) "tampoco toleraría que se interpusieran en su camino". Como gesto de buena voluntad, alargó a Sigrid un pequeño objeto. Se trataba de una miniatura con forma de escarabajo a la que Nóvikov llamó "bicho atrapa-balas". Acto seguido sometió a Sigrid a una prueba: hizo que su compañero le disparase (con previo aviso) y ante el estupor de la anticuaria, el escarabajo salió disparado de su mano, haciendo rebotar el proyectil. Tras esto, Nóvikov y sus compañeros se marcharon, expresando sus deseos de colaboración con el grupo en el futuro.

Tras reunirse y discutirlo largamente, el grupo decidió evitar la reunion con Nóvikov, y contactaron con Anne Rush. La mujer dijo no conocer al tal Timofei Nóvikov, pero les ordenó tajantemente no reunirse con él. Era la primera vez que Anne les daba una orden de manera tan terminante, y aunque les sorprendió, la mayoría de ellos estuvo de acuerdo con ella.

Así que el día siguiente partieron hacia Ucrania, donde se encontraron con John Tradtford. Este les proporcionó el transporte necesario para llegar a Burdeos. Una vez allí, Robert no tardó en establecer un laboratorio que le permitiría sintetizar el Polvo de Dios para intentar encontrar de una vez por todas a Derek.