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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 29 de abril de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 28

Una Noche Tranquila. Visita a Derbyshire.

"Hmmm...", pensó Sigrid, "¿qué hará McKeefe con esta gente? ¡Si es amigo íntimo de Ramiro!". Tomando nota mental de retomar ese hilo de pensamiento cuando pudiera, se recostó en el asiento del vehículo, mentalmente exhausta.

Derek y Moss inspeccionaron más a fondo el estado de Yatsenko.

—Artem está bastante mal —anunció el director de la CCSA—; deberíamos llevarlo a un hospital.

—Y esa pierna tuya tampoco tiene buen aspecto, Derek —añadió Tomaso.

—La verdad es que me duele como el infierno.

—Al hospital entonces. Gira por aquí, Sally —indicó Patrick. La periodista tomó el desvío que el profesor le indicó.

—¿Qué ha pasado ahí dentro? —inquirió Sally, con cara de preocupación—. Aquí fuera se alcanzaban a escuchar unos gritos horripilantes. Inhumanos —añadió, en voz baja—.

—Así es, Sally —contestó Tomaso, sin medias tintas. Acto seguido, procedió a explicarle con bastante detalle todo lo que había sucedido en el interior de la mansión.

—Dios mío —fue lo único que alcanzó a decir ella—. Una historia por la que cualquier periodista daría todo lo que tuviera...

Llegaron al hospital. Para las heridas de Yatsenko dieron la explicación de que lo había atacado un jabalí. Los médicos pusieron cara de incredulidad ante la explicación, pues la herida más grave del ucraniano, que afectaba a prácticamente la mitad de su tronco era un feo y extraño hematoma de color azulado en el que los vasos capilares destacaban como zarcillos añiles. No obstante, una vez resuelto el tema del pago al sacar Patrick su talonario, no hubo mayor problema para que Artem se quedara ingresado en el hospital por un plazo de "entre una y dos semanas". Derek fue tratado también de su pierna, y le dieron los medicamentos necesarios para la cicatrización y el alivio del dolor, mientras que a Moss también le aplicaron el vendaje y el tratamiento necesario para tratar sus costillas rotas (que no parecía notar apenas).

Por fin, cerca de las tres de la madrugada, entraban en un hotel a descansar, cerca del hospital. Por la noche, antes de dormir, mientras Tomaso miraba por la ventana de la habitación para asegurarse de que no les habían seguido, Sally se acercó a él.

—Tomaso, quiero pedirte algo —dijo.

—Claro que sí —contestó Tomaso, obsrvando a Sally en el reflejo del cristal—; lo que sea, querida.

—Necesito recordar.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Soy una persona, Tomaso, no una máquina —enfatizó ella—. Os estoy siguiendo ciegamente a todas partes, porque confío en vosotros, y porque te quiero. Pero tienes que ponerte en mi situación, cuando cada día veo que todos recordáis, y comentáis, una vida que yo también he vivido pero que soy incapaz de rememorar. Eso me mata, y me hace dudar de quién soy. Necesito recordar.

Tomaso se quedó en silencio unos momentos. A continuación, se giró y la abrazó, comprendiendo el sufrimiento por el que estaba pasando.

—Por la mañana hablaremos con Patrick —le dijo suavemente al oído—. Ahora, necesitamos descansar.

El sueño fue como un bálsamo para el grupo; despertaron bien entrada la mañana, con fuerzas renovadas, aunque varios de ellos con dolores en distintos puntos de su cuerpo.

Mientras desayunaban, Patrick pidió a Sigrid que, si podía contactar con Jacobsen, le solicitara la asistencia a la mansión de uno o varios buenos psicoterapeutas. Era un hecho que el grupo había estado sometido desde hacía mucho tiempo (un tiempo que se remontaba incluso a una realidad anterior) a un estrés mental desmesurado, y eso les había pasado factura. Los rasgos paranoides y solipsistas de varios de ellos se estaban acentuando, si no algo peor,  y Patrick veía acertadamente la necesidad de que todos ellos fueran tratados por un profesional si no querían que las consecuencias psicológicas fueran mucho peores y permanentes. Tomaso expresó sus reservas a que fuera Jacobsen quien les proporcionara tales profesionales, pero Sigrid se mostró de acuerdo y aseguró que haría lo que pudiera.

A continuación, Tomaso expuso a Patrick el asunto que Sally le había comentado antes de dormir. Esta tomó la palabra en un momento dado:

—Por favor, comprendedme. Estoy atravesando algo que podríamos llamar "crisis de identidad" al ver que vosotros recordáis cosas de una vida anterior que yo también tuve, y necesito que me integréis en esas vivencias.

—Por supuesto que te comprendo, Sally —dijo Patrick, detectando la zozobra de su amiga—. Pero, sinceramente, no estoy seguro de cómo hacerte recordar.

—Ya sabes —añadió Sigrid— que nosotros cuatro compartimos un vínculo especial... no sé, quizá sobrenatural, y gracias a eso creemos que Patrick pudo hacernos recordar.

—Así es —confirmó Patrick—. Pero te prometo que voy a intentar que recuerdes a toda costa, Sally. Vamos arriba, y vamos a intentarlo.

Patrick, lo intentó con todas sus fuerzas, contando con la ayuda de Tomaso para relatar con todo lujo de detalles todo lo que les sucedió en la existencia anterior desde el momento en que conocieron a Sally. El profesor puso toda la carne en el asador, y al cabo de unos tres cuartos de hora acabó su relato. Sally se volvió hacia él, con los ojos llorosos.

—No recuerdo nada —dijo, con voz temblorosa—. No recuerdo nada, Tomaso.

Tomaso apretó su mano, y Patrick la intentó tranquilizar, asegurándole que lo intentarían de nuevo en unos cuantos días, cuando estuvieran más tranquilos. Con esa promesa, la angustia de la periodista pareció menguar, para alivio del profesor, que se sumió en una breve disquisición: "Sigrid fue la que más costó que recordara", pensó, "y recurrí a nuestro vínculo kármico para llegar a lo más profundo de sus recuerdos.... pero, ¿qué podemos hacer con Sally? Ni siquiera estuvo en Tunguska cuando tuvo lugar la recreación, y en ese caso, ¿es posible que recuerde?".

Tras una breve y cauta visita al hospital para comprobar que Yatsenko se encontraba bien y estable, Derek llamó a Atkinson para informarle de lo que había pasado en la mansión, y solicitarle que enviara algo de ayuda para que velaran por el bienestar de Artem en el hospital. Como no podía ser de otra manera, sir John expresó su preocupación ante el relato de Derek, y la mención de la aberración tentacular y los sabuesos demoníacos. Un rato después le devolvió la llamada para confirmarle que dos Hijos de Mitra se desplazaban ya hacia el hospital para hacer guardia en la habitación de Artem.

Después se acercaron de nuevo discretamente a la mansión, con un vehículo alquilado para que no los identificaran. Derek y Patrick auparon a Tomaso para que pudiera echar un vistazo sobre el muro. La espesa vegetación del jardín le impidió ver si había alguien, pero pudo ver estacionados un furgón y un todoterreno, y darse cuenta de que todas las ventanas de la mansión habían sido abiertas. 

—Mejor nos marchamos y volvemos otro día, cuando todo se haya enfriado —sugirió Derek—. ¿Qué os parece si aprovechamos para hacer un viajecito y acercarnos a Derbyshire para buscar a sir Ian Stokehall? ¿Lo recordáis? Quizá pueda ayudarnos.

—Ese es tu... "mentor", ¿verdad? El que estuvo en Tunguska antes de la recreación. Claro, tendríamos que intentarlo.

Y así lo hicieron. Derek ya había intentado encontrar información acerca de las actividades y residencia de Stokehall sin éxito, y de nuevo lo intentó Tomaso, con idéntico resultado. Pero sí encontraron una referencia a la localidad de origen de la familia Stokehall, un pequeño pueblo cercano a Derby llamado Cromford. Así que se dirigieron hacia allí, en un viaje de unas cinco horas y media. 

Aproximadamente a las cinco de la tarde llegaron a Cromford. Tras visitar un par de pubs en la localidad, Derek dio por fin con alguien que le informó acerca de la localización de la casa de los Stokehall. Un tipo bien vestido, acompañado de su mujer, le informó de que los Stokehall tenían no una, sino varias mansiones; no conocía al tal "Ian", pero sin duda debía de tratarse de algún primo o tío del actual lord Stokehall, lord Stephen Stokehall. También le dio los detalles de cómo podía llegar a la finca principal, en las afueras de Derby, y mencionó el hecho de que los Stokehall eran nobles desde la Edad Media, y que era una familia muy discreta y poco dada a escándalos.

Durmieron en un hotel en Cromford para la mañana siguiente acercarse a la mansión Stokehall. Antes de salir para allá, Tomaso y Sally abrieron sus portátiles para buscar cualquier información que mencionara a la familia de lord Stephen, pero pronto se olvidaron de hacerlo cuando vieron la noticia que abría la casi totalidad de los diarios digitales.

—¡Mirad esto! —increpó Tomaso—. "Atentado en la más importante instalación militar en suelo Británico".

Todos acudieron rápidamente a leer las noticias y encendieron la televisión. Efectivamente, al parecer, la instalación militar reservada de Porton Down había sufrido un ataque terrorista la noche anterior. Todos los periodistas y expertos mostraban su perplejidad por el ataque, porque Porton Down era uno de los lugares con la seguridad más estricta y avanzada del mundo. Pero lo cierto es que una de las instalaciones científicas del complejo había sido atacada y posiblemente (la información no había trascendido) destruida, aunque las fuentes oficiales aseguraban que no había daños de consideración, ni conocían la motivación del ataque.

—Bufff....—resopló Patrick—. ¿Creéis que nuestros "amigos" han tenido algo...?

—¡Joder, mirad esto! —lo interrumpió Tomaso.

El italiano señalaba una foto que acompañaba al artículo de uno de los diarios digitales. El pie de foto rezaba: "el general Michael Reid informando del atentado" (Reid era el general que había puesto los controles de carretera para atrapar al grupo a su llegada a Inglaterra). Pero todos abrieron mucho los ojos cuando vieron la figura que Tomaso señalaba tras él. Aunque la foto era de una calidad mejorable, detrás del general se encontraban varias personas que sin duda formaban parte del personal de Porton Down, y ese hombre que tomaso señalaba...

—¡Es Robert! —dijo Sigrid.

—Sí, es él —corroboró Tomaso.

Un par de vídeos confirmaron la presencia de Robert entre los jerifaltes de Porton Down, vestido de paisano y con rostro serio. Y no solo eso. En uno de los vídeos de la rueda de prensa de Reid, una de las cámaras enfocaba brevemente al público (periodistas) asistente, y Sigrid se fijó en una de las mujeres que escuchaba al general:

—¡Espera Tomaso, para el vídeo! Mirad... mirad... —señaló una figura con el dedo—. ¿Esa no es...?

—¡¡Rebecca Clarkson!! —corearon varios al unísono.

Hubo unos segundos de silencio y de miradas preocupadas.

—¿Quizá acabamos de encontrar la primera pista hacia el Polvo de Dios? —se preguntó Tomaso en voz alta.

—Es posible —respondió Derek—, pero a ver cómo llegamos hasta él..

No tardaron en encontrar noticias relacionadas con el suceso, y una de ellas les llamó enseguida la atención: "La Secretaria General de Defensa de la UE, Dulce da Silva, anuncia medidas para la reconstrucción y la defensa común". Las noticias eran acompañadas del vídeo de la rueda de prensa que da Silva y su gabinete se habían apresurado a convocar:

—De inmediato —anunciaba la portuguesa— formaremos una comisión que se encargará de colaborar en la investigación y la reconstrucción de los daños. Esto es una ofensa y una amenaza para toda Europa, y no puede quedar así. Responderemos con toda la firmeza que sea necesaria, y colaboraremos estrechamente en todo lo que sea necesario.

Acto seguido pasaba a expresar sus condolencias por los militares muertos y los formalismos correspondientes.

—Parece que esto va a venir de perlas para los planes que tenga Dulce... —murmuró Patrick.

Tras discutir un rato la conveniencia (y la posibilidad) de hacer una visita a Porton Down, enviaron a Theo Moss en el hospital para que colaborara en la protección de Yatsenko y partieron hacia la mansión Stokehall. Allí, cuando Derek se anunció como amigo de Ian, les permitieron pasar a una sala de espera donde pocos minutos después hacían acto de presencia cinco tipos trajeados y con pinganillo, que más tarde averiguarían que pertenecían al servicio de seguridad, que había sido reforzado. Escoltados por aquellos cinco gorilas llegaron al despacho-biblioteca de lord Stephen, donde se encontraba él mismo, dos mujeres jóvenes  —sus dos hijas Sarah y Camilla—, su abogado, y otros dos tipos de seguridad. Sigrid observó a su alrededor con avidez cuando identificó multitud de antigüedades en la enorme sala; armas, armaduras, escudos, y objetos varios.

Tomaron asiento y les ofrecieron bebidas de una calidad excelsa, que Patrick aceptó de buen grado.

—Como ya sabrán, es altamente irregular —comenzó lord Stephen— que les reciba sin una cita previa, pero según me ha informado mi secretaria, que les ha atendido por el telefonillo, dice usted —miró a Derek— que es amigo de mi primo Ian.

—Así es —contestó el americano—. Lo conocí en Estados Unidos hace unos quince años, cuando se encontraba de visita en casa de unos amigos. Tengo su teléfono, pero por más que lo he intentado me ha sido imposible hacerme con él, así que no se me ha ocurrido otra cosa que venir a ver si su familia podría decirme cómo localizarlo.

—Ya veo... —el señor asintió con la cabeza, distraído, hasta que pareció reaccionar—: la verdad es, señor Hansen (en realidad utilizó el apellido falso que figuraba en el pasaporte), que ni usted ni nadie ha conseguido localizar a mi primo desde hace al menos cinco años.

—Yo creo —añadió su hija Sarah— que hace más tiempo, padre. Este año serán ocho.

—Vaya —dijo Derek, sinceramente sorprendido—. ¿Y puedo preguntar qué sucedió?

—Lo último que sabemos es que viajó a Egipto, y se le perdió la pista en El Cairo. Un día salió de su hotel y nunca más se supo.

—¿Y saben si estaba investigando algo en concreto? —preguntó Patrick.

—La verdad es que sí; Ian estaba muy interesado en los eventos relacionados con la Primavera Árabe, me la mencionó varias veces. Pero no le di mucha importancia; Ian siempre fue el "raro" de la familia, con un carácter muy... no sé cómo decirlo... se podría decir que era "raro". Tampoco es que yo tuviera una relación muy estrecha con él.

—Y, si no es mucho molestar, ¿nos pueden dar más detalles sobre qué fue lo último que le pasó en El Cairo?

—Creo que tengo el acta del MI5 aquí —dijo Sarah, trasteando en su móvil—. Aquí está, puede leerlo —tendió el móvil a Derek—. Al parecer, tenía previsto salir hacia las pirámides de Gizah y había contratado los servicios de dos guías locales, que no parecen existir. Pero no sabemos si se encontró con alguien o llegaron a salir para allá, su salida del hotel Farukh es su último rastro.

—¿Y compró billete de vuelta? —inquirió de nuevo Patrick.

—Sí —contestó Sarah—, para un més después de su llegada a Egipto. Y reservó habitación en el Farukh para una semana.

—Lo que es extraño —dijo Sigrid— es que nadie haya pedido un rescate, si es que fue secuestrado, como parece.

—Realmente no sabemos lo que ocurrió —contesó Sarah—. Nosotros ya esperamos lo peor.

—El problema —rubricó Stephen— es que Ian, que como ya les he dicho era algo esotérico, pasaba largos períodos ausente de Inglaterra, por eso al principio no dimos importancia a su desaparición en Egipto. Quizá deberíamos haber estado más pendientes —acabó, con un asomo de culpa en la voz.

Mientras se desarrollaba la conversación, Patrick aprovechó para observar las auras de Stephen y sus hijas, y no tardó en detectar una pequeña anomalía que relacionó con algunos rasgos parecidos del aura de Derek. "Mmmmh...", pensó, "¿qué quiere decir esto? ¿Tienen sangre atlante? Sí, seguro que es eso; pero mucha menos que Derek".

Stephen también resultó ser un gran aficionado a las antigüedades, y de hecho pidió la opinión de Sigrid sobre varias de ellas; incluso intercambiaron sus tarjetas, prometiéndose mutuamente estar en contacto si encontaban algo interesante.

Después de agradecerles su amabilidad y asegurar a lord Stephen que si averiguaban algo más sobre lo que le había sucedido a Ian se lo harían saber, el grupo se marchó.


jueves, 1 de abril de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 27

La Mansión de Newbridge (II)

Theo Moss se apresuró a través de las jambas sin puerta que daban acceso a la habitación donde se encontraba la aberración tentacular. Tras descerrajar un par de tiros sin efecto aparente, gritó:

—¡No parece que le afecten mis balas, pero es muy lento! ¡Quizá podamos evitarlo, simplemente!

—No, Theo —contestó Derek, que mientras tanto estaba arrastrando a Sigrid hacia la puerta de entrada de la mansión—. ¡No sabemos si puede haber más, hay que acabar con él!

—¡Derribaré la estatua sobre él! —exclamó Tomaso, refiriéndose a la estatua de Amón-Ra, y, dejando a Yatsenko, corrió hacia ella.

—Si la derribas, seguramente Sigrid ya no la podrá utilizar —advirtió Derek.

—Pero es posible que la estatua le esté dando el poder necesario, ¡hay que intentarlo!

Aberración Tentacular

Mientras Patrick rodeaba rápidamente a la monstruosidad, Moss siguió disparándole para atraer su atención y que Tomaso pudiera llevar a cabo su plan. Allí por donde el monstruo pasaba, un rastro de líquido baboso y ácido quedaba impregnando el suelo. Derek por fin llegó a la puerta de la calle y dejó a Sigrid delicadamente en un rincón mientras volvía a la acción y remataba al constructo caído que nunca había dejado de moverse espasmódicamente.

Tomaso, a la expectativa al lado de la estatua, vio por fin al horror reptante, y a punto estuvo de dejar caer su arma y salir corriendo, pero sacó fuerzas de su profunda fe y se sobrepuso al terror. Tragó saliva, estremecido por unos cuantos segundos.

En ese momento, Patrick y Moss vieron cómo unos orificios se abrían en la masa trémula de carne y unos chorros de ácido vomitivo salían despedidos hacia ellos. Afortunadamente, la criatura no era muy inteligente y pareció cortar los chorros antes de que impactaran en su objetivo.

Todos retrocedieron, asustados ante la capacidad de la criatura de atacarles a distancia. Patrick salió por la puerta sur y el resto se alejó un poco. Pero Yatsenko estaba tirado en el suelo a no mucha distancia, así que a Tomaso y a Moss no les quedó más remedio que acercarse a ayudarlo, mientras Derek se volvía hacia la derrumbada Sigrid. La criatura avanzó con su movimiento gelatinoso, y volvió a lanzar chorros de la asquerosa sustancia. Uno de ellos impactó de lleno en Derek, dejándole la pierna en carne viva, y otro en la espalda de Theo Moss. No obstante, se sobrepusieron al dolor, y mientras Patrick disparaba a la aberración, consiguieron poner a los caídos a salvo; Moss llevó a Yatsenko al interior de la mansión y Derek consiguió poner a salvo a Sigrid en el exterior.

Mientras el resto del grupo se alejaba del repugnante monstruo, Patrick decidió hacer uso de sus habilidades de alteración del continuo. Concentrándose como pudo, y alentado por la angustia que sentía en sus amigos a través de su enlace kármico, consiguió hacer que la estatua de Amón-Ra cayera encima de la masa informe. 

El monstruo, dañado por la caída del coloso de piedra y viéndose atrapado por su peso, empezó a gritar de una manera horrible, con un sonido rechinante y agudo que hizo que tuvieran que taparse los oídos. Como pudieron, siguiendo disparando a la nube de polvo que se había levantado, y Derek salió al exterior con Sigrid.

Patrick decidió dejar la escena atrás y subió las escaleras que estaban a pocos metros de él hacia el primer piso, alejándose del ensordecedor sonido.

Tomaso, Derek y Moss dispararon y dispararon y dispararon de nuevo a la masa de tentáculos, pero las balas no parecían hacer mella en ella. Finalmente, al empezar a sentir un incómodo dolor de cabeza debido al chillido, Derek cerró la puerta de la mansión, quedándose en el exterior con Sigrid y escuchando todavía el sonido, pero más apagado. Tomaso y Moss se dirigieron al interior de la mansión. El primero subió por las escaleras buscando a Patric, mientras el Hijo de Mitra ponía definitivamente a salvo a Yatsenko.

Mientras tanto, Patrick había explorado una pequeña parte del primer piso intentando ganar tiempo (y quizá encontrar el Libro de Tapas Negras). Pero cuando escuchó que los disparos se detenían decidió volver a bajar y se reencontró con Tomaso. Juntos, volvieron a subir, pero después de maniobrar unos segundos en la penumbra y abrir un par de puertas, escucharon el "bamf" que indicaba la teleportación de alguno de los guardianes que ya se habían encontrado en el piso de abajo.

—Vámonos, Patrick, necesitamos a los demás —dijo Tomaso cerrando la puerta bruscamente; acto seguido bajaban de nuevo las escaleras.

No tardaron en encontrarse con Theo Moss, que había dejado a Yatsenko en la terraza trasera. Decidieron salir por esa misma terraza para rodear la mansión y encontrarse con Derek, que suponían que debía de estar en la parte anterior de la casa.

Entre tanto, con un titánico esfuerzo y aplicando toda su capacidad para hacerla reaccionar, Derek había conseguido que Sigrid saliera de su estado de estupor catatónico.

—¡Derek! —gritó la anticuaria, reconociendo a su amigo ante sus ojos, y abrazándolo entre lágrimas—. ¿Viste a la criatura? ¡Era horrible! No creía que cosas así pudieran existir...

—Tranquila, Sigrid, sigue viva, pero creo que no nos molestará más.

—¿Eso que se oye es ella? Joder, es horripilante... ¡Y tu pierna! ¿Eso te lo ha hecho la criatura? 

Derek miró su pierna; el pantalón se había rasgado bajo los efectos del ácido y la carne del muslo no tenía buen aspecto.

—Pues... —empezó a decir.

—¡Eh! ¡Sigrid, Derek! —era la voz de Tomaso. Ambos se volvieron, y sonrieron cuando, bajo la lluvia, vieron aparecer al resto del grupo por la esquina de la mansión.

Tomaso y Moss llevaron a Yatsenko al coche con Sally, y mientras tanto, Patrick ayudaba a terminar de calmar a Sigrid. Con los dos primeros ya de vuelta, decidieron volver a entrar.

—Si nos vamos ahora —dijo Patrick—, no sé si alguna vez podremos volver.

Rodearon de nuevo la casa y volvieron a entrar por donde habían salido, ascendiendo rápidamente al primer piso. Exploraron primero la parte sureste, donde entraron en varias habitaciones vacías. Tomaso y Sigrid prepararon una fuga empalmando algunos cortinajes y descolgándolos por una ventana. Mientras tanto, el resto entraba a una nueva sala que tenía por todo mobiliario un piano muy antiguo y un taburete. Cuando más tarde Sigrid lo vio se quedó asombrada por su aspecto.

—Fascinante —murmuró. 

En realidad no era un piano, sino un clavicordio. Era un instrumento realmente antiguo, y su valor debía de ser exorbitante. Pero ni rastro de nada más en la sala, que había sido vaciada como el resto de la mansión, lo que se hacía evidente por la silueta del mobiliario retirado sobre las paredes. Patrick golpeó con suavidad algunas teclas tras destapar el teclado (cosa que Sigrid miró escandalizada), y sonaron bastante bien.

Siguieron con el recorrido. Entraron en otra habitación vacía que daba acceso a una gran armariada que observaron pormenorizadamente. Pero tras veinte minutos de examen exhaustivo, nadie encontró ninguna pista del libro.

Una nueva sala reveló en su interior un escritorio antiguo, que Sigrid miró con admiración (y algo de codicia) cuando lo identificó como un escritorio Louis XVI original. Lo tocó con las yemas de los dedos, con reverencia.

—Qué pena —dijo, mientras lo acariciaba, con una expresión de tristeza—. Este escritorio tendría un valor incalculable, si no fuera por estas marcas —efectivamente, toda la superficie del escritorio estaba echada a perder, porque alguien había grabado con cuchilla un montón de dibujos extraños.

La mesa tenía anexa una cajonera de tres cajones, que Patrick registró minuciosamente, además de buscar algún compartimento oculto; pero seguían sin encontrar nada, y su frustración iba en aumento.

—Vaya —dijo Tomaso, cuando se acercó al escritorio—, ¿no reconocéis esos símbolos? Son muy parecidos a los dibujos del círculo que vimos en la biblioteca arrasada, son glifos de la Orden de Hermes.

Tras unas cuantas habitaciones vacías más (siempre evitando la sala del centro de la planta donde Tomaso y Patrick habían oído el "bamf" la primera vez que habían subido), llegaron a una donde una treintena de grandes cajas de cartón se encontraban almacenadas. Un rápido examen reveló que todas las cajas estaban llenas de periódicos antiguos, bien doblados y conservados. Muchos eran de la década de 1900, pero durante cerca de media hora de examinarlos, tampoco consiguieron encontrar ninguna relación entre los periódicos ni entre los periódicos y el libro que buscaban. Hasta que Sigrid vio algo:

—Mira Derek, en este ejemplar viene la noticia de la muerte de Crowley. Según pone aquí, "Crowley utilizó el templo de Amón-Ra en Edimburgo para realizar sus depravados rituales demoníacos y sexuales".

Mientras Derek, Sigrid y Tomaso revisaban los periódicos, Patrick y Theo pasaban a la siguiente sala. En ella, por todo mobiliario había dos cómodas también de estilo Louis XVI valiosísimas; los cajones de ambas estaban repletos de fotos, muchas de ellas deterioradas. Así que Patrick, y más tarde Derek cuando este se hartó de revisar periódicos, se dedicaron a buscar en ellas.

—Joder, mira esto Patrick —dijo Derek en un momento dado—. ¿Este no es Saint Germain?

—Sí —respondió el profesor—, está algo cambiado, pero es él, sin duda. Y el otro es el tío de Crowley, el tal Tom Bond Bishop.

La foto mostraba a los dos hombres posando con uniforme de presos, o al menos de internos, en un entorno sombrío (o al menos eso se traslucía de los detalles que se podían observar a través del deterioro).

—Estas fotos nos las llevamos —anunció Derek.

Tras revisar las imágenes, el grupo al completo decidió acceder por fin a la gran sala central. Sincronizándose con los móviles, abrieron simuláneamente las tres puertas que daban acceso a ella. Alumbraron tenuemente con las linternas de sus teléfonos, y vieron que en el centro de la sala se encontraba una figura enorme, muy parecida al constructo que les había atacado en el vestíbulo de la planta baja. La figura comenzó a moverse.

Agónicamente, combinando las capacidades de alteración de la realidad de Patrick, las descargas antiquimánticas de Sigrid, las armas más mundanas de los demás, y finalmente un certerísimo disparo de Derek, el constructo cayó inerte.

Con las luces encendidas (alguien las había encendido ya al inicio del combate) y sin enemigos de los que preocuparse, se hizo evidente que la gran sala había sido en el pasado una biblioteca. Había estanterías por doquier.

—Ni un solo libro —dijo Sigrid, exasperada.

—Mirad esto —dijo Patrick, desde el centro de la sala, donde se había encontrado la estatua animada. Cuando el resto se acercó, vieron que el profesor se refería a un círculo dibujado en el suelo, repleto de símbolos muy parecidos a los que habían visto en la biblioteca arrasada en Viena—. Otra vez los signos de la Orden de Hermes.

—Parece ser que lo de la palabra "hermética" en el nombre "orden hermética de la Golden Dawn" no se añadió gratuitamente.

Pero de nuevo, al cabo de revisar la sala minuciosamente, no encontraron ni rastro del libro ni de ningún escondrijo secreto que lo albergara.

—Necesitamos que intentes volver a localizar el libro con tus poderes, Sigrid —dijo Patrick.

—Ya lo he intentado hace un rato, Patrick, y lo único que sé es que está en la mansión. Pero sí, podemos repetirlo... aunque no me quedan cargas; tendría que intentar usar las que tenga el clavicordio que hemos visto antes. Vamos para allá.

Tocando el clavicordio, Sigrid ejecutó la fórmula de antiquimancia que le permitía detectar la reliquia. A pesar de que estaba segura de que el hechizo no se ejecutó del todo bien, sintió que el libro estaba extremadamente cerca de donde ella se encontraba. Sintió un escalofrío. "Estamos muy cerca", pensó. Así llamó al resto del grupo, que todavía estaba rebuscando en la biblioteca, para que registraran la sala donde se encontraba. Pero nada.

—Está muy cerca, lo he sentido, os lo juro... extremadamente cerca —aseguró la anticuaria.

—¿No podrías hacer lo mismo que en Hastings, Sigrid? —preguntó Tomaso—. ¿Visualizar el momento en que...?

—Sí, precisamente quería comentaros eso —lo interrumpió Sigrid.

—Pues sería cuestión... —empezó Derek, pero se interrumpió cuando el móvil de Tomaso empezó a vibrar y este anunció que era Sally.

—¿Sí, Sally? —unos segundos de silencio, y Tomaso colgó—. Debemos irnos, y ya. Sally dice que un par de todoterrenos han aparcado en la puerta y unos tipos están entrando.

Patrick se asomó a la balconada a la que se accedía desde la biblioteca, y efectivamente, al menos ocho personas estaban entrando por la verja del muro principal. Todas sus auras revelaban  poder de algún tipo. Uno de ellos en concreto, mostraba un aura de poder muy parecida a la que tenía Sigrid antes de su descubrimiento de la antiquimancia.

Sigrid aprovechó para realizar el hechizo de visión del pasado precipitadamente. "Muéstrame el momento en el que escondieron el libro", pensó, y tocando el clavicordio con suavidad, extrajo las cargas necesarias. Pero el hechizo no le mostró nada. Falló.

—Mierda. No he podido ver nada. 

—Pues tenemos que irnos —urgió Derek—. Tendremos que volver en otro momento si queremos repetirlo.

Se descolgaron rápidamente  por las telas que Tomaso y Sigrid habían dejado preparadas, y rodearon la mansión. Aprovechando la cobertura de los setos y los árboles llegaron renqueantes a la parte delantera (Derek cojeaba con su pierna afectada por el ácido, y Tomaso con un tobillo torcido), desde donde vieron que la comitiva de recién llegados estaba accediendo ya a la entrada principal de la casa. Entre ellos, Sigrid reconoció a uno.

—¿Veis a aquel hombre rubio? —susurró—. Es Thomas McKeefe, un coleccionista de libros con el que he tratado varias veces.

—Pues no es solo un coleccionista, Sigrid —apostilló Patrick—, sé positivamente que es un bibliomante.

Se deslizaron hasta el camino de entrada, dejando definitivamente atrás los gritos de la horrible criatura tentacular, que ya sonaban más intermitentemente, y subieron rápidamente al furgón, que Sally arrancó y alejó de allí.

—Maldita sea —dijo Patrick—. Ahora seguro que se llevan el libro y no podremos encontrarlo nunca...

—No estoy de acuerdo —lo interrumpió Derek, vehemente—. Yo estoy convencido de que esa gente no sabe que el libro está en la mansión. ¿Qué sentido tiene todo lo que hemos visto si no? Una mansión vacía, casi abandonada... los guardianes deben de ser los que tuviera la Golden Dawn en su momento, pero pondría la mano en el fuego a que no saben que el libro está ahí, o al menos... —hizo un gesto de dolor—; joder, ¡cómo me arde la pierna!

—Creo que tienes razón, Derek —dijo Tomaso tras unos segundos pensativo—. Tenemos que recuperarnos y volver.