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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 29 de abril de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 28

Una Noche Tranquila. Visita a Derbyshire.

"Hmmm...", pensó Sigrid, "¿qué hará McKeefe con esta gente? ¡Si es amigo íntimo de Ramiro!". Tomando nota mental de retomar ese hilo de pensamiento cuando pudiera, se recostó en el asiento del vehículo, mentalmente exhausta.

Derek y Moss inspeccionaron más a fondo el estado de Yatsenko.

—Artem está bastante mal —anunció el director de la CCSA—; deberíamos llevarlo a un hospital.

—Y esa pierna tuya tampoco tiene buen aspecto, Derek —añadió Tomaso.

—La verdad es que me duele como el infierno.

—Al hospital entonces. Gira por aquí, Sally —indicó Patrick. La periodista tomó el desvío que el profesor le indicó.

—¿Qué ha pasado ahí dentro? —inquirió Sally, con cara de preocupación—. Aquí fuera se alcanzaban a escuchar unos gritos horripilantes. Inhumanos —añadió, en voz baja—.

—Así es, Sally —contestó Tomaso, sin medias tintas. Acto seguido, procedió a explicarle con bastante detalle todo lo que había sucedido en el interior de la mansión.

—Dios mío —fue lo único que alcanzó a decir ella—. Una historia por la que cualquier periodista daría todo lo que tuviera...

Llegaron al hospital. Para las heridas de Yatsenko dieron la explicación de que lo había atacado un jabalí. Los médicos pusieron cara de incredulidad ante la explicación, pues la herida más grave del ucraniano, que afectaba a prácticamente la mitad de su tronco era un feo y extraño hematoma de color azulado en el que los vasos capilares destacaban como zarcillos añiles. No obstante, una vez resuelto el tema del pago al sacar Patrick su talonario, no hubo mayor problema para que Artem se quedara ingresado en el hospital por un plazo de "entre una y dos semanas". Derek fue tratado también de su pierna, y le dieron los medicamentos necesarios para la cicatrización y el alivio del dolor, mientras que a Moss también le aplicaron el vendaje y el tratamiento necesario para tratar sus costillas rotas (que no parecía notar apenas).

Por fin, cerca de las tres de la madrugada, entraban en un hotel a descansar, cerca del hospital. Por la noche, antes de dormir, mientras Tomaso miraba por la ventana de la habitación para asegurarse de que no les habían seguido, Sally se acercó a él.

—Tomaso, quiero pedirte algo —dijo.

—Claro que sí —contestó Tomaso, obsrvando a Sally en el reflejo del cristal—; lo que sea, querida.

—Necesito recordar.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Soy una persona, Tomaso, no una máquina —enfatizó ella—. Os estoy siguiendo ciegamente a todas partes, porque confío en vosotros, y porque te quiero. Pero tienes que ponerte en mi situación, cuando cada día veo que todos recordáis, y comentáis, una vida que yo también he vivido pero que soy incapaz de rememorar. Eso me mata, y me hace dudar de quién soy. Necesito recordar.

Tomaso se quedó en silencio unos momentos. A continuación, se giró y la abrazó, comprendiendo el sufrimiento por el que estaba pasando.

—Por la mañana hablaremos con Patrick —le dijo suavemente al oído—. Ahora, necesitamos descansar.

El sueño fue como un bálsamo para el grupo; despertaron bien entrada la mañana, con fuerzas renovadas, aunque varios de ellos con dolores en distintos puntos de su cuerpo.

Mientras desayunaban, Patrick pidió a Sigrid que, si podía contactar con Jacobsen, le solicitara la asistencia a la mansión de uno o varios buenos psicoterapeutas. Era un hecho que el grupo había estado sometido desde hacía mucho tiempo (un tiempo que se remontaba incluso a una realidad anterior) a un estrés mental desmesurado, y eso les había pasado factura. Los rasgos paranoides y solipsistas de varios de ellos se estaban acentuando, si no algo peor,  y Patrick veía acertadamente la necesidad de que todos ellos fueran tratados por un profesional si no querían que las consecuencias psicológicas fueran mucho peores y permanentes. Tomaso expresó sus reservas a que fuera Jacobsen quien les proporcionara tales profesionales, pero Sigrid se mostró de acuerdo y aseguró que haría lo que pudiera.

A continuación, Tomaso expuso a Patrick el asunto que Sally le había comentado antes de dormir. Esta tomó la palabra en un momento dado:

—Por favor, comprendedme. Estoy atravesando algo que podríamos llamar "crisis de identidad" al ver que vosotros recordáis cosas de una vida anterior que yo también tuve, y necesito que me integréis en esas vivencias.

—Por supuesto que te comprendo, Sally —dijo Patrick, detectando la zozobra de su amiga—. Pero, sinceramente, no estoy seguro de cómo hacerte recordar.

—Ya sabes —añadió Sigrid— que nosotros cuatro compartimos un vínculo especial... no sé, quizá sobrenatural, y gracias a eso creemos que Patrick pudo hacernos recordar.

—Así es —confirmó Patrick—. Pero te prometo que voy a intentar que recuerdes a toda costa, Sally. Vamos arriba, y vamos a intentarlo.

Patrick, lo intentó con todas sus fuerzas, contando con la ayuda de Tomaso para relatar con todo lujo de detalles todo lo que les sucedió en la existencia anterior desde el momento en que conocieron a Sally. El profesor puso toda la carne en el asador, y al cabo de unos tres cuartos de hora acabó su relato. Sally se volvió hacia él, con los ojos llorosos.

—No recuerdo nada —dijo, con voz temblorosa—. No recuerdo nada, Tomaso.

Tomaso apretó su mano, y Patrick la intentó tranquilizar, asegurándole que lo intentarían de nuevo en unos cuantos días, cuando estuvieran más tranquilos. Con esa promesa, la angustia de la periodista pareció menguar, para alivio del profesor, que se sumió en una breve disquisición: "Sigrid fue la que más costó que recordara", pensó, "y recurrí a nuestro vínculo kármico para llegar a lo más profundo de sus recuerdos.... pero, ¿qué podemos hacer con Sally? Ni siquiera estuvo en Tunguska cuando tuvo lugar la recreación, y en ese caso, ¿es posible que recuerde?".

Tras una breve y cauta visita al hospital para comprobar que Yatsenko se encontraba bien y estable, Derek llamó a Atkinson para informarle de lo que había pasado en la mansión, y solicitarle que enviara algo de ayuda para que velaran por el bienestar de Artem en el hospital. Como no podía ser de otra manera, sir John expresó su preocupación ante el relato de Derek, y la mención de la aberración tentacular y los sabuesos demoníacos. Un rato después le devolvió la llamada para confirmarle que dos Hijos de Mitra se desplazaban ya hacia el hospital para hacer guardia en la habitación de Artem.

Después se acercaron de nuevo discretamente a la mansión, con un vehículo alquilado para que no los identificaran. Derek y Patrick auparon a Tomaso para que pudiera echar un vistazo sobre el muro. La espesa vegetación del jardín le impidió ver si había alguien, pero pudo ver estacionados un furgón y un todoterreno, y darse cuenta de que todas las ventanas de la mansión habían sido abiertas. 

—Mejor nos marchamos y volvemos otro día, cuando todo se haya enfriado —sugirió Derek—. ¿Qué os parece si aprovechamos para hacer un viajecito y acercarnos a Derbyshire para buscar a sir Ian Stokehall? ¿Lo recordáis? Quizá pueda ayudarnos.

—Ese es tu... "mentor", ¿verdad? El que estuvo en Tunguska antes de la recreación. Claro, tendríamos que intentarlo.

Y así lo hicieron. Derek ya había intentado encontrar información acerca de las actividades y residencia de Stokehall sin éxito, y de nuevo lo intentó Tomaso, con idéntico resultado. Pero sí encontraron una referencia a la localidad de origen de la familia Stokehall, un pequeño pueblo cercano a Derby llamado Cromford. Así que se dirigieron hacia allí, en un viaje de unas cinco horas y media. 

Aproximadamente a las cinco de la tarde llegaron a Cromford. Tras visitar un par de pubs en la localidad, Derek dio por fin con alguien que le informó acerca de la localización de la casa de los Stokehall. Un tipo bien vestido, acompañado de su mujer, le informó de que los Stokehall tenían no una, sino varias mansiones; no conocía al tal "Ian", pero sin duda debía de tratarse de algún primo o tío del actual lord Stokehall, lord Stephen Stokehall. También le dio los detalles de cómo podía llegar a la finca principal, en las afueras de Derby, y mencionó el hecho de que los Stokehall eran nobles desde la Edad Media, y que era una familia muy discreta y poco dada a escándalos.

Durmieron en un hotel en Cromford para la mañana siguiente acercarse a la mansión Stokehall. Antes de salir para allá, Tomaso y Sally abrieron sus portátiles para buscar cualquier información que mencionara a la familia de lord Stephen, pero pronto se olvidaron de hacerlo cuando vieron la noticia que abría la casi totalidad de los diarios digitales.

—¡Mirad esto! —increpó Tomaso—. "Atentado en la más importante instalación militar en suelo Británico".

Todos acudieron rápidamente a leer las noticias y encendieron la televisión. Efectivamente, al parecer, la instalación militar reservada de Porton Down había sufrido un ataque terrorista la noche anterior. Todos los periodistas y expertos mostraban su perplejidad por el ataque, porque Porton Down era uno de los lugares con la seguridad más estricta y avanzada del mundo. Pero lo cierto es que una de las instalaciones científicas del complejo había sido atacada y posiblemente (la información no había trascendido) destruida, aunque las fuentes oficiales aseguraban que no había daños de consideración, ni conocían la motivación del ataque.

—Bufff....—resopló Patrick—. ¿Creéis que nuestros "amigos" han tenido algo...?

—¡Joder, mirad esto! —lo interrumpió Tomaso.

El italiano señalaba una foto que acompañaba al artículo de uno de los diarios digitales. El pie de foto rezaba: "el general Michael Reid informando del atentado" (Reid era el general que había puesto los controles de carretera para atrapar al grupo a su llegada a Inglaterra). Pero todos abrieron mucho los ojos cuando vieron la figura que Tomaso señalaba tras él. Aunque la foto era de una calidad mejorable, detrás del general se encontraban varias personas que sin duda formaban parte del personal de Porton Down, y ese hombre que tomaso señalaba...

—¡Es Robert! —dijo Sigrid.

—Sí, es él —corroboró Tomaso.

Un par de vídeos confirmaron la presencia de Robert entre los jerifaltes de Porton Down, vestido de paisano y con rostro serio. Y no solo eso. En uno de los vídeos de la rueda de prensa de Reid, una de las cámaras enfocaba brevemente al público (periodistas) asistente, y Sigrid se fijó en una de las mujeres que escuchaba al general:

—¡Espera Tomaso, para el vídeo! Mirad... mirad... —señaló una figura con el dedo—. ¿Esa no es...?

—¡¡Rebecca Clarkson!! —corearon varios al unísono.

Hubo unos segundos de silencio y de miradas preocupadas.

—¿Quizá acabamos de encontrar la primera pista hacia el Polvo de Dios? —se preguntó Tomaso en voz alta.

—Es posible —respondió Derek—, pero a ver cómo llegamos hasta él..

No tardaron en encontrar noticias relacionadas con el suceso, y una de ellas les llamó enseguida la atención: "La Secretaria General de Defensa de la UE, Dulce da Silva, anuncia medidas para la reconstrucción y la defensa común". Las noticias eran acompañadas del vídeo de la rueda de prensa que da Silva y su gabinete se habían apresurado a convocar:

—De inmediato —anunciaba la portuguesa— formaremos una comisión que se encargará de colaborar en la investigación y la reconstrucción de los daños. Esto es una ofensa y una amenaza para toda Europa, y no puede quedar así. Responderemos con toda la firmeza que sea necesaria, y colaboraremos estrechamente en todo lo que sea necesario.

Acto seguido pasaba a expresar sus condolencias por los militares muertos y los formalismos correspondientes.

—Parece que esto va a venir de perlas para los planes que tenga Dulce... —murmuró Patrick.

Tras discutir un rato la conveniencia (y la posibilidad) de hacer una visita a Porton Down, enviaron a Theo Moss en el hospital para que colaborara en la protección de Yatsenko y partieron hacia la mansión Stokehall. Allí, cuando Derek se anunció como amigo de Ian, les permitieron pasar a una sala de espera donde pocos minutos después hacían acto de presencia cinco tipos trajeados y con pinganillo, que más tarde averiguarían que pertenecían al servicio de seguridad, que había sido reforzado. Escoltados por aquellos cinco gorilas llegaron al despacho-biblioteca de lord Stephen, donde se encontraba él mismo, dos mujeres jóvenes  —sus dos hijas Sarah y Camilla—, su abogado, y otros dos tipos de seguridad. Sigrid observó a su alrededor con avidez cuando identificó multitud de antigüedades en la enorme sala; armas, armaduras, escudos, y objetos varios.

Tomaron asiento y les ofrecieron bebidas de una calidad excelsa, que Patrick aceptó de buen grado.

—Como ya sabrán, es altamente irregular —comenzó lord Stephen— que les reciba sin una cita previa, pero según me ha informado mi secretaria, que les ha atendido por el telefonillo, dice usted —miró a Derek— que es amigo de mi primo Ian.

—Así es —contestó el americano—. Lo conocí en Estados Unidos hace unos quince años, cuando se encontraba de visita en casa de unos amigos. Tengo su teléfono, pero por más que lo he intentado me ha sido imposible hacerme con él, así que no se me ha ocurrido otra cosa que venir a ver si su familia podría decirme cómo localizarlo.

—Ya veo... —el señor asintió con la cabeza, distraído, hasta que pareció reaccionar—: la verdad es, señor Hansen (en realidad utilizó el apellido falso que figuraba en el pasaporte), que ni usted ni nadie ha conseguido localizar a mi primo desde hace al menos cinco años.

—Yo creo —añadió su hija Sarah— que hace más tiempo, padre. Este año serán ocho.

—Vaya —dijo Derek, sinceramente sorprendido—. ¿Y puedo preguntar qué sucedió?

—Lo último que sabemos es que viajó a Egipto, y se le perdió la pista en El Cairo. Un día salió de su hotel y nunca más se supo.

—¿Y saben si estaba investigando algo en concreto? —preguntó Patrick.

—La verdad es que sí; Ian estaba muy interesado en los eventos relacionados con la Primavera Árabe, me la mencionó varias veces. Pero no le di mucha importancia; Ian siempre fue el "raro" de la familia, con un carácter muy... no sé cómo decirlo... se podría decir que era "raro". Tampoco es que yo tuviera una relación muy estrecha con él.

—Y, si no es mucho molestar, ¿nos pueden dar más detalles sobre qué fue lo último que le pasó en El Cairo?

—Creo que tengo el acta del MI5 aquí —dijo Sarah, trasteando en su móvil—. Aquí está, puede leerlo —tendió el móvil a Derek—. Al parecer, tenía previsto salir hacia las pirámides de Gizah y había contratado los servicios de dos guías locales, que no parecen existir. Pero no sabemos si se encontró con alguien o llegaron a salir para allá, su salida del hotel Farukh es su último rastro.

—¿Y compró billete de vuelta? —inquirió de nuevo Patrick.

—Sí —contestó Sarah—, para un més después de su llegada a Egipto. Y reservó habitación en el Farukh para una semana.

—Lo que es extraño —dijo Sigrid— es que nadie haya pedido un rescate, si es que fue secuestrado, como parece.

—Realmente no sabemos lo que ocurrió —contesó Sarah—. Nosotros ya esperamos lo peor.

—El problema —rubricó Stephen— es que Ian, que como ya les he dicho era algo esotérico, pasaba largos períodos ausente de Inglaterra, por eso al principio no dimos importancia a su desaparición en Egipto. Quizá deberíamos haber estado más pendientes —acabó, con un asomo de culpa en la voz.

Mientras se desarrollaba la conversación, Patrick aprovechó para observar las auras de Stephen y sus hijas, y no tardó en detectar una pequeña anomalía que relacionó con algunos rasgos parecidos del aura de Derek. "Mmmmh...", pensó, "¿qué quiere decir esto? ¿Tienen sangre atlante? Sí, seguro que es eso; pero mucha menos que Derek".

Stephen también resultó ser un gran aficionado a las antigüedades, y de hecho pidió la opinión de Sigrid sobre varias de ellas; incluso intercambiaron sus tarjetas, prometiéndose mutuamente estar en contacto si encontaban algo interesante.

Después de agradecerles su amabilidad y asegurar a lord Stephen que si averiguaban algo más sobre lo que le había sucedido a Ian se lo harían saber, el grupo se marchó.


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