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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 20

La Asamblea de Eskatha (VIII). El Conflicto de los Mediadores.
Durante los tres días que transcurrieron hasta la llegada de los Mediadores, el grupo trabó contacto con los testigos que se habían levantado arrepentidos en la asamblea (y de los cuales solamente quedaban tres además de Suarren y Toreban, pues dos se marcharon de vuelta a sus tierras temiendo represalias contra sus seres queridos). Toreban acabó abandonando Eskatha también, ya reunido felizmente con su hija, agradeciendo a Symeon haberle hecho arrepentirse sinceramente y su trato los últimos días.

El Medidor Eyr'Mattren
Los tres Mediadores tomaron los lugares preeminentes en las mesas de los ujieres tras el estrado, y se llevó a cabo la primera sesión bajo su supervisión. Daradoth le daba vueltas al asunto: si los Mediadores habían acudido allí, era porque juzgaban que lo que estaba a punto de pasar tendría efectos en el devenir de la historia de Aredia, o porque tenía algún tipo de importancia metafísica para el mundo... sintió ganas de sonreir, sabiéndose protagonista de un acontecimiento tan importante, pero pronto pasaron cuando uno de los Mediadores cruzó su fría mirada gris con él.  

Agiond fue el primero en hablar; el príncipe de Bairien hacía gala de una retórica y una oratoria exquisitas, aunque no tan emocionante como las de Ilaith, que había probado ser una oradora de un nivel inigualable para los presentes. No obstante, el discurso fue sólido y sin dudas: Agiond aseguró que hacía muchos años que él mismo no se encargaba de la gestión del complejo de Asyra Sottran —cuya creación simplemente intentó emular los placeres proporcionados en Asyr Esthos, el complejo de placer de Undahl—, y que en todo ese tiempo lo había dejado en manos de un tal Torusan Erkall, uno de sus hombres de confianza. Ya había ordenado arrestar a aquel hombre y cesar la actividad depravada de la isla. Se mostró indignado por el trato que le había sido dispensado, a él, que llevaba más de dieciocho años como gerente, dedicando su vida a la prosperidad de la Confederación. Los Mediadores escucharon el discurso atentamente, intercalando de vez en cuando preguntas a las que Agiond contestaba con toda amabilidad, con su pinta de anciano bonachón.

Keriel y Delsin expresaron luego su preocupación, pues no contaban con ese tipo de argumentación por parte de Agiond, que parecía haber sido bien recibida por los Mediadores y por gran parte de los presentes.

Después de Agiond tomó la palabra Gisaus, que también se mostró escandalizado por las acusaciones que se habían hecho contra su persona. Aseguró que sus continuas visitas a Bairien se debían exclusivamente a las partidas de caza que organizaba con Agiond y huidas a lo más profundo del Valle del Bairien, donde ponían a prueba sus capacidades cinegéticas. No dejó de aprovechar el momento para recordar veladamente que él era el anfitrión de aquel cónclave, y que las consecuencias que podría tener una falsa acusación podían ser catastróficas.

A continuación tomaron la palabra los expertos en leyes de Bairien y de Nímthos, que soltaron largas diatribas seguidas muy atentamente por los Mediadores y los altos ujieres, pero mucho menos por el resto del hemiciclo.

Aquella noche, Symeon detectó de nuevo en el Mundo Onírico un gran número de balizas, que tuvo que deshacer otra vez, con gesto aburrido. Pero pocos instantes después de terminar su trabajo, una figura hizo acto de aparición: una mujer de largo cabello negro, ojos de belleza indescriptible y un fulgor plateado, que sin duda era el yo onírico de la kalorion Selene. Por suerte, no pasó ni un latido de corazón antes de que el errante reaccionara y despertara al mundo de vigilia. Aquello sí que era algo muy preocupante. Al punto, avisó al resto del grupo de la presencia de la comandante de la Sombra, con el correspondiente gesto de preocupación de Daradoth, Galad y Yuria.

Mientras tanto, Galad se había encontrado (casi como cada noche) con Eudorya. La muchacha se mostraba preocupada por  las acusaciones que se habían vertido contra su padre, pero mucho más por el temor de que fueran ciertas; el paladín hizo todo lo posible por convencer de tal cosa a su amada, y la muchacha pareció aceptar tal hecho. Llegado el momento, tendría que tomar el mando de Nímthos, y cuanto antes lo aceptara, mejor para todos. Como casi siempre, se despidieron con un beso.
El día siguiente saltó la sorpresa cuando hizo acto de presencia en la mansión de Tarkal un ujier; traía el mensaje de que la siguiente sesión se retrasaba al menos veinticuatro horas por la necesidad de deliberación de los Mediadores. Todos se extrañaron, pero los juicios de los Mediadores eran tan poco frecuentes que no estaban seguros de que aquello no entrara dentro de la normalidad. Por otro lado, los dos testigos más importantes, Serthas Ónethas y Nemaros Cernad, no despertaron esa mañana. Intentaron hacerles reaccionar por todos los medios, pero se encontraban en una especie de estado comatoso del que no podían salir. Symeon expresó su sospecha de que aquello no podía ser cosa sino de Selene, que justamente había llegado la noche anterior al Mundo Onírico de Eskatha. Si era así, tendrían que proseguir el juicio sin ellos, o arriesgar a Symeon en una misión suicida en el Mundo Onírico para tratar de recuperarlos.

El grupo aprovechó para reunirse con Progerion al anochecer, pues Keriel había sugerido que quizá sería buena idea que él mismo testificara, acusando a su padre bajo juramento. Progerion se mostró contrario a aquella idea, reservándola como último recurso en caso de que todo lo demás fallara. No podía arriesgarse a parecer un traidor a su propia familia y que los comerciantes de Bairien le retiraran su favor.

Esa noche Yuria se despertó sobresaltada al sentir un leve pero incómodo cosquilleo en su cuello. Ya lo había sentido otras veces, cuando el collar que le había regalado su padre la había protegido de algún encantamiento o hechizo. Sin duda, había vuelto a pasar. Se levantó rápidamente, para comprobar que todo estuviera bien. Abrió la puerta de sus aposentos y salió al pasillo. No había ni rastro de los dos guardias que tenían que estar a ambos lados de su puerta (ni de los que tenían que formar en el resto de habitaciones del pasillo), y se detuvo en seco al ver a pocos metros de distancia a Aznele Ereben —la paladín de Olara—, vestida con un camisón y que se giró también sorprendida al escucharla. Yuria abrió mucho los ojos cuando Aznele levantó una mano hacia ella, susurrando algo ininteligible, y acto seguido notaba un cosquilleo en el cuello bastante más intenso que el anterior. La paladín se quedó congelada unos instantes, aparentemente sorprendida; esos preciosos momentos fueron aprovechados por Yuria para atrancar la puerta de su habitación y dar la voz de alarma por las ventanas; a los pocos minutos el edificio hervía de soldados apresurados a ayudar a su comandante, que rápidamente impartió órdenes.

Los guardias que debían haber estado vigilando ante las puertas de las habitaciones de los miembros de la delegación fueron encontrados minutos después, desperdigados y dormidos en los más variopintos lugares. Aznele se encontraba a su vez dormida en su cama, y juraba no recordar nada de lo que Yuria relataba. Una detección de enemigo por parte de Galad no reveló nada raro en la mujer, y tampoco parecía ser presa de ningún hechizo en aquel momento. Más tarde mantuvieron una conversación en la que discutieron las posibilidades de que Aznele hubiera sido, o bien suplantada, o bien poseída.

El día siguiente los ujieres convocaron de nuevo a las delegaciones para continuar con las sesiones del juicio a Agiond y Gisaus. Los testigos que quedaban fueron interrogados por las dos partes, y los Mediadores escucharon atentamente. Escucharon sin hacer ni una sola pregunta, cosa que extrañó al grupo, pues el primer día habían estado realmente activos al respecto. Sin embargo, ninguno de los testigos que quedaba con capacidad para exponer su testimonio podía implicar directamente a Agiond o a Gisaus sin mentir; aunque Suarren juró que era el propio Agiond quien proporcionaba las contraseñas para entrar a la isla, eso no demostraba que estuviera enterado de las depravaciones que allí se producían. Seguro que Nemaros o Serthas habrían podido dar testimonios mucho más determinantes, y si su incapacidad era cosa de Selene, ¿a qué clase de trato habría llegado Agiond con los aliados de la kalorion (presumiblemente Rakos y la delegación de Undahl)? La sesión concluyó con un sabor amargo para los partidarios de Ilaith.

Esa noche, Symeon se arriesgó. Tras entrar al Mundo Onírico, accedió al nivel siguiente: la Dimensión de los Sueños, donde los sueños de todos los seres sentientes del mundo se mostraban como pequeñas estrellas a modo de enorme galaxia. Con mucho esfuerzo, consiguió realizar la proeza de encontrar el sueño de Serthas Ónethas, el hermano de Agiond. Efectivamente, como había sospechado, alguien lo había manipulado: la esfera de cambiante superficie se encontraba rodeada de una especie de cadenas translúcidas que debían de ser las que impedían que Serthas despertara. Parecía que el propio sueño debilitaba las cadenas con el tiempo, pero no sabía cuánto aguantarían todavía. Intentó romperlas, hacerlas desaparecer, retorcerlas y doblarlas, pero no consiguió nada a pesar de sus titánicos esfuerzos. Agotado, decidió retirarse y volver al sueño normal, agradecido por que Selene no hubiera hecho acto de aparición.

En una nueva reunión de madrugada, el resto del grupo decidió que en la sesión del día siguiente, si no tenían la suerte de que los testigos despertaran, debería testificar Progerion para implicar directamente a su padre; no les quedaba más remedio que arriesgarse si querían convencer a los Medidadores.

*****

La delegación de Tarkal intercambió miradas de extrañeza al iniciarse la sesión del día siguiente: en la mesa presidencial solamente se sentó uno de los tres Mediadores: Eyr'Mattren. Todos los presentes se miraron, confundidos, hasta que uno de los altos ujieres anunció que el juicio sería presidido por Mattren en solitario y que debía continuar.

Keriel Danten subió al estrado, donde realizó un alegato previo explicando la extrañeza de la situación de los testigos más importantes, y anunciando que iban a llamar a testificar a un nuevo sujeto. Pero antes de que pudiera decir el nombre de Progerion, Eyr'Mattren se puso de pie y la interrumpió:

 —No será necesario interrogar a ningún nuevo testigo —dijo con estentórea voz—. Tengo los datos suficientes para emitir un veredicto —Keriel se retiró del estrado, inclinándose respetuosamente.

Un ligero murmullo se propagó por la sala. Muchos no entendían lo que estaba sucediendo. El Mediador prosiguió:

 —Príncipe Agiond, príncipe Gisaus, habéis cometido la...

Un potente golpe en la puerta del hemiciclo le interrumpió. Un segundo golpe hizo que los ujieres retirasen el tablón que la atrancaba y que un tercer golpe la abriera bruscamente. Entraron al hemiciclo los otros dos Mediadores, Nyr'Sontaras y Nyr'Vuredan.

Los tres jueces supremos empezaron a discutir en idioma ancestral, desconocido por todos los presentes. Solo Symeon y Daradoth entendían algunas palabras sueltas, el primero gracias a su conocimiento del idioma minorio, emparentado con el ancestral, y el segundo por sus ligeros conocimientos de este último. La discusión pareció ir subiendo de tono mientras los recién llegados bajaban las escaleras del hemiciclo hasta quedar a media altura, no muy lejos de donde se encontraba sentada la delegación de Tarkal. Lo poco que entendieron el elfo y el errante fue que Mattren hablaba de ser un Eyr, que los Nyr no podían socavar su autoridad, y que lo que les había ocurrido no era normal.

Con un silbido de metal, los Nyr sacaron sus espadas en un visto y no visto. Daradoth, que estaba prevenido para aquel momento, saltó haciendo uso de sus capacidades sobrenaturales. Tomó prestada una espada de uno de los ujieres y cargó contra el llamado Vuredan. Mientras tanto, dos detonaciones asustaron a todos los que se encontraban alrededor de Yuria; uno de los proyectiles disparado por sus pistolas rompió una de las costillas del Mediador Sontaras. Eso permitió a Mattren desenvainar a su vez y cargar contra ellos en un silencio estremecedor. Cuando Daradoth descargó un golpe contra Vuredan, que se había girado hacia él, un destello cegador hizo que perdiera la visión durante varios instantes. A una velocidad endiablada, Eyr'Mattren  y Nyr'Sontaras, herido por la bala de Yuria, descargaron varios golpes el uno contra el otro, con los destellos cegadores correspondientes; finalmente Mattren se impuso y derribó a su contrincante. Estentóreamente lo "declaró culpable" y clavó su espada en su cuerpo; con un nuevo destello mucho más fuerte que los que ya se habían producido y que dejó temporalmente invidentes a muchos en la sala, Sontaras desapareció por completo. Por su parte, Yuria corrió hacia Vuredan, que estaba arrinconando a Daradoth; sacó el colgante de su cuello y tocó la nuca del Mediador con él; este cayó fulminado al instante, para sorpresa de todos los testigos de la escena. Mattren se detuvo, asimilando lo que había ocurrido, y se acercó lentamente, mirando fijamente con esos horribles ojos grises a Yuria. Y repitió la acción que había realizado con Sontaras: anunciando que encontraba a Vuredan culpable, clavó su espada en el pecho del caído, que también desapareció tras un violento estallido cegador. Con un gesto de asentimiento hacia Yuria y Daradoth, comenzó a bajar las escaleras y a hablar de nuevo a todos los reunidos allí:

 —Esto no cambia mi decisión. Agiond, Gisaus, sois declarados culpables de los cargos presentados y, lo que es peor, ¡¡culpables de mentir a un Mediador!! —hizo una pausa y miró alrededor—; y la pena por mentir a un mediador es la muerte.

Un murmullo incontrolable se adueñó de la sala, mientras Agiond y Gisaus mostraban su sorpresa y mucha gente que se había sentado de nuevo mientras los ujieres tomaban posiciones se levantaba para dar su opinión. Eudorya lloraba, lágrimas resbalaban por sus mejillas, pero su gesto era serio, de una determinación de hierro. Rakos Ternal intentó encontrar argumentos para intentar hacer cambiar de opinión al juez.

No obstante, por mucho que la gente gritara y quisiera hacer cambiar de opinión a Mattren, la sentencia de un Mediador era inquebrantable. A continuación, este dio órdenes para que los ujieres construyeran un cadalso en la plaza ante el hemiciclo, y para que los culpables quedaran bajo la custodia de Ilaith en la sede de Tarkal. En veinticuatro horas se ejecutaría la sentencia.

Custodiados hasta la sede de Tarkal, Agiond y Gisaus intentaron negociar desesperadamente con Ilaith un acuerdo para que los dejara marchar. Pero la princesa comerciante se mostró impermeable a las peticiones de ambos y no podía arriesgarse a incumplir las órdenes de un Mediador, así que los arrojó al calabozo, diciéndoles que deberían afrontar las consecuencias de sus actos. Yuria redobló la vigilancia esa noche, y dio órdenes para que la gente permaneciera despierta el máximo tiempo posible.

La noche no fue tranquila; cuando cundió el rumor de lo que había pasado en la Asamblea, estallaron disturbios por toda la ciudad e incluso volaron algunas antorchas hasta el interior de la sede de Tarkal. Afortunadamente, los soldados de Nímthos consiguieron restablecer el orden entrada la madrugada. Galad supuso que Eudorya habría dado las órdenes y de ese modo habría mantenido la lealtad de los guardias del principado, evitando su rebelión.
Aparte de los disturbios y los problemas, la sede de Tarkal recibió la visita de varias delegaciones a lo largo de la noche. Krül, Undahl, Nímthos, y algunas más. Rakos, el príncipe de Undahl, pidió a Ilaith que dejara escapar a los prisioneros, no podían permitir que murieran unos príncipes, era demasiado. Ilaith no accedió a ninguna petición, pero se comprometió a reunirse al día siguiente con todos los príncipes para pedir de nuevo piedad a Eyr'Mattren. Y así lo hizo, pero no sirvió de nada, porque Mattren se mantuvo firme en su sentencia.
Así que, con una multitud reunida en la plaza silbando y abucheando, el Mediador subió al cadalso y les dirigió unas palabras, hablando de la gravedad de mentir a un Mediador y la necesidad de afrontar las consecuencias de las acciones realizadas. La gente fue callando poco a poco, hasta hacerse un silencio sepulcral. En silencio, Mattren ejecutó la sentencia cortando las cabezas de Agiond y Gisaus. Eudorya ya era una roca a esas alturas, asqueada por lo que había descubierto de su padre y su "tío". El silencio apenas se rompió mientras la gente de la plaza se retiraba cabizbaja.

Una vez tranquilos, Mattren respondería a las preguntas de Daradoth y Yuria en deferencia a la ayuda que le habían prestado y que posiblemente le había salvado la vida. El elfo y la ercestre le preguntaron por lo que había sucedido entre él y sus compañeros, y les explicó que Sontaras y Vuredan no habían detectado las mentiras de Agiond y Gisaus igual que lo había hecho él, y eso sí que era algo insólito. Por su parte, el grupo intentó que Mattren se interesara por la presencia de uno de los kaloriones allí y por el conflicto entre Luz y Sombra que se estaba produciendo, pero el Mediador no pareció querer profundizar en esos temas. Se despidió y se marchó, caminando.


miércoles, 12 de diciembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 19

La Asamblea de Eskatha (VII). Ilaith revelada.
Ilaith continuó su vehemente discurso anunciando la comparecencia en el estrado de dos testigos que podrían corroborar sus acusaciones, testigos que acudían allí por propia voluntad como resultado de su arrepentimiento.

Agiond Ónethas, Príncipe de Bairien
Debido a la gravedad de los cargos presentados, el gerente de los ujieres, Quelius Vorodel, anunció la suspensión de la Asamblea hasta la resolución del peliagudo asunto planteado por Tarkal.  El día siguiente se celebraría una sesión extraordinaria en la que comparecerían los testigos anunciados por Ilaith. Evidentemente, en aquellas condiciones Agiond no estaba legitimado para ejercer como gerente de la Confederación, y habría que despejar todas las dudas al respecto antes de continuar con asuntos de índole menos grave. La delegación de Tarkal partió del hemiciclo ante el silencio de gran parte de las otras delegaciones y las increpaciones de la otra parte.

Esa tarde Ilaith recibió un gran número de visitas, interesadas en obtener más información sobre el asunto. Una de esas visitas fue del hijo menor de Agiond, Surelion, que acudió con la intención de llegar a un acuerdo amistoso con la princesa de Tarkal y no llegar así a "un juicio que perjudicaría a toda la Confederación". Ilaith lo miró con suficiencia y negó cualquier posibilidad de pacto que no incluyera la renuncia de Agiond como gerente de la Confederación y príncipe de Bairien; Surelion, como último cartucho, prometió a Ilaith que le conseguirían en monopolio sobre el comercio de kregora de la Confederación. Sin embargo, juzgando que eran promesas que Agiond no sería capaz de cumplir (y porque, después de todo, la princesa tenía objetivos mucho más elevados), Ilaith despidió a Surelion rechazando su propuesta. Este se marchó lamentando lo que iba a ocurrir los siguientes días. En la conversación que siguió a su marcha, el grupo planteó alternativas para evitar que Agiond nombrara a Surelion y no a Progerion como su sucesor, pero deberían ser tratadas más adelante conforme se desarrollaran los acontecimientos.

Tras una noche tranquila en el Mundo Onírico, el día siguiente el grupo se aprestó a acudir al hemiciclo tomando fuertes medidas de seguridad tanto para los testigos como para sí mismos. La tensión se podía palpar en el ambiente, y un leve gesto de negación de Surelion fue suficiente para confirmarles que su padre no había aceptado ni de lejos las condiciones de Ilaith.

En el estrado, Keriel Danten, la experta en leyes de Tarkal, tomó la palabra y presentó los cargos contra Agiond y todo aquel que se descubriera implicado en escándalo de Asyra Sottran. A continuación tomó la palabra Meravor, que llamó al estrado a los testigos, y los dos comerciantes acudieron escoltados por los maestros de esgrima Taheem y Khain Malavailos. Daradoth sonrió cuando gran parte de los presentes llamó la atención sobre las runas falmor que lucían sus compañeros y que los acreditaban como consumados maestros del arte de la espada.

Suarren, que todo el tiempo había estado bajo una fuerte custodia (al igual que Torevan) fue el primero en hacer acto de presencia en el estrado que ocupaba el centro del hemiciclo. Cuando el comerciante de Mírfell relató con todo lujo de detalles la clase de depravaciones que se producían en aquella isla bajo la protección de Agiond Ónethas, la sala fue quedando poco a poco en silencio; aunque muchos de los presentes no podían creer lo que contaba, otros muchos se miraban asombrados por lo que estaban oyendo; el asombro no tardó en dar paso al horror cuando Suarren habló de las cosas terribles que se hacían en la isla relacionadas con niños y bebés. En algunas ocasiones, la gente lo increpaba, pero los ujieres consiguieron mantener el orden hasta que el comerciante concluyó su alegato y contestó a las preguntas de Ilaith y su séquito. Torevan no pudo sino corroborar todo lo que había contado Suarren, aunque él mismo no había cometido actos de una depravación tan enorme como el arrepentido mírfellense.

Con la sala por fin en silencio, fue Galad el que tomó la palabra. Increpó a los allí presentes alegando a su integridad moral y su conciencia, y animó a los que conocían la isla y posiblemente disfrutado de ella a que se arrepintieran y reconocieran su existencia y sus propios errores [Punto de destino]. El paladín brilló con la Gracia de Emmán, mientras unas voces celestiales coreaban cada una de sus palabras en los oídos de todos los presentes; la delegación de Undahl rebulló incómoda, mirándose preocupados. Tal Gracia Divina, unida a su propia vehemencia y prolijidad, caló en los corazones de casi todos los presentes, algunos de los cuales incluso derramaron lágrimas.

Un comerciante se levantó, y luego otro, y otro, y otro, y aún otro más, hasta contabilizar un total de cinco. Algunos de ellos llorando, todos con un gesto de pesadumbre, se acercaron al estrado cuando Galad los invitó a bajar, secundado por Meravor y felicitándolos por haber tomado la decisión correcta. Serenos Rythad de Krül, Meben Eleas de Adhëld, Esthass Ónenos de Bairien y Nemaros Cernad de Nimthos bajaron uno tras otro al estrado. Y por fin, el de mayor rango entre los cinco que se habían levantado: Serthas Ónethas de Bairien, ¡el propio hermano de Agiond! Este intentaba guardar la compostura, pero era evidente que nunca habría esperado que su hermano reaccionara de aquella manera; la sorpresa, unida a la conmoción que en él mismo habían causado las palabras de Galad, resultaban en una expresión casi de dolor en su rostro. El silencio más absoluto se hizo en el hemiciclo cuando los cinco arrepentidos se congregaron en el estrado, relatando sus experiencias y acusando a Agiond de ser el responsable de todo aquello. Nuevas exclamaciones de asombro y rabia se alzaron en el hemiciclo cuando Nemaros Cernad lanzó una nueva acusación hacia Gisaus Athalen, el príncipe de Nímthos, afirmando que disfrutaba muy a menudo de los placeres que la isla ofrecía. La delegación de Nímthos pareció reaccionar ante aquella ofensa, y en un efecto dominó, el caos volvía a adueñarse de la sala durante unos minutos, acusando a Ilaith de haberse rodeado de individuos que acabarían con siglos de paz en la Confederación; mientras tanto, Agiond reclamaba consejo de su séquito. La elfa oscura y la delegación de Undahl en general guardaban silencio, mirando apreciativamente al paladín de Emmán. Un par de delegaciones intentaron abandonar la sala, indignadas por la situación, y los ujieres tuvieron incluso que arrestar a Dorias Athalen, el tío de Gisaus, que había roto a insultar muy gravemente a Ilaith.

Symeon tomó a continuación la palabra, para exponer el tema de la reunión entre Agiond y Robeld de Baun, el marqués de Arnualles del Reino de Esthalia. Acusó a Bairien de querer abrir la Confederación a una potencia extranjera poniendo en peligro su integridad, confiando en que aquello pondría a más delegaciones de su lado.

A continuación los ujieres cancelaron la sesión, convocando otra el día siguiente para que Agiond y Gisaus pudieran plantear su defensa. Esa misma noche, los comerciantes arrepentidos de Krül y Adhëld se apresuraron a retornar a sus tierras temiendo represalias contra sus familias; por su parte, Nemaros, Serthas y Esthass prefirieron permanecer en Eskatha bajo la protección de Ilaith.

Symeon repitió su rutina en el Mundo Onírico y detectó de nuevo otra de las "balizas" que emitían una especie de zumbido casi imperceptible. No le costó destruir la baliza, pero no pudo evitar quedarse con la sensación de que algo nuevo se escapaba de su percepción.

El día siguiente se celebró la sesión donde Agiond y Gisaus defenderían su inocencia. La sesión fue muy breve. Para sorpresa de todos, Agiond realizó un alegato muy breve:

 —Ante la ignominia sufrida, reclamo la presencia de los Mediadores para someter a su Justicia este asunto. Ta'er ka'er toriendhei —la antigua fórmula en idioma ancestral para convocar a juicio a los Mediadores resonó durante algunos segundos en el silencio del hemiciclo.

Yuria e Ilaith se miraron, sorprendidas por lo que acababa de pasar. Como cualquier persona sobre la faz de Aredia, la ercestre conocía las palabras, pero no les había dado más crédito que el que se daba a cuentos de viejas y a antiguas leyendas; pero aquí, en el Brazo Sur, la población estaba más unida a las antiguas tradiciones, y por lo visto lo que contaban las historias sobre los Mediadores era cierto después de todo. Tras las palabras de Agiond, los ujieres suspendieron la sesión en espera de que algún Mediador acudiera a la llamada; según la tradición, deberían esperar hasta diez días a que alguno de ellos se manifestara; pasado ese plazo, si ninguno se había personado allí, significaría que el asunto no era de su incumbencia y el juicio seguiría los derroteros normales.

Pasaron tres días.

Durante aquellas jornadas, la delegación de Tarkal recibió visitas de las otras delegaciones, unas confiadas, otras preocupadas. Algunas se ofrecían a actuar de intermediarios para resolver aquel asunto, otras querían simplemente convencer a Ilaith de algo. También se reunieron con los aliados, los esthalios, Mervan y Korvan, tranquilizándolos y asegurándoles que todo saldría bien.

La tercera noche, Symeon se sorprendió al descubrir ¡treinta y ocho balizas! en el Mundo Onírico. Por supuesto, las deshizo todas, aunque no había forma de estar seguro de haberlas descubierto todas.

Por fin, una mañana temprano, algunos soldados acudieron a la delegación con la noticia que ya se propagaba como la pólvora por toda la ciudad: nada menos que ¡¡¡tres!!! Mediadores habían hecho acto de aparición en las puertas del hemiciclo, donde habían sido recibidos por los ujieres.

Pronto fueron convocadas todas las delegaciones al hemiciclo, donde en un sitio preeminente habían tomado asiento los recién llegados. El que parecía el líder de los tres dijo llamarse Eyr'Mattren, y presentó a sus compañeros Nyr'Sontaras y Nyr'Vuredan (como algunos de ellos sabían, los prefijos indicaban algún tipo de división entre los extraños jueces). Afirmó que velarían por la Justicia del asunto tratado, y que todos deberían acatar su decisión. El grupo sintió algo de decepción al principio, pues los Mediadores no eran las figuras impresionantes que habían imaginado, pero su forma de hablar y de moverse, las rutilantes espadas que lucían, los ojos de un gris sobrenatural, la imposibilidad de determinar sus edades y las pequeñas balanzas de oro soldadas a sus muñecas acabaron por convencerlos de que estaban ante seres extraordinarios con los que sería bueno extremar las precauciones. A sugerencia de Daradoth, Galad invocó su capacidad para detectar "enemigos", y contra todo lo esperado, al paladín le fueron revelados como adversarios los Mediadores Sontaras y Vuredan. Aquello sí que era un problema inesperado...


miércoles, 21 de noviembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 18

La Asamblea de Eskatha (VI). La Asamblea comienza.
El sueño de Galad relacionado con la familia Athalen comenzó con él en forma de cuervo sobrevolando una extensa llanura, hasta que se fijó en una manada de leones preponderante sobre toda la fauna de la región.

La manada de leones era suprema, y ningún otro ser vivo osaba cuestionar su status. Hasta que finalmente, las hienas se organizaron. En un tiempo muy corto no quedaba ningún león vivo para disputar el territorio a los grandes cánidos. Y una vez que acabaron con los leones, las hienas comenzaron a matarse entre sí, sin piedad, de forma cruel. La más poderosa de ellas fue asesinada por un cónclave de sus descendientes, y entonces, de repente, cayó la noche; y desde las sombras aparecieron los lobos. Un grupo de enormes lobos blancos aulló hasta hacer que casi le estallaran los tímpanos a Galad. Aullaron tan fuerte que las propias estrellas se apagaron y la oscuridad se adueñó de todo. Con un leve parpadeo, las estrellas volvieron a alumbrar la escena; los lobos habían desaparecido y la hiena muerta vivía de nuevo, fuerte, poderosa. Uno a uno, asesinó y devoró a todos sus congéneres. El cuervo que era Galad, agotado de volar, cayó finalmente al suelo mientras la enorme hiena se avalanzaba sobre él.

Temprano por la mañana comentaron el sueño y sacaron en conclusión que debía de haber algo sobrenatural en el pasado de la familia Athalen, aunque no sabían qué podría ser. Intentaron averiguar si durante la toma de poder de Gisaus habían sucedido hechos escabrosos, pero si así había sido, Nimthos había preservado muy bien sus secretos.

El paladín y Yuria se dirigieron esa mañana a visitar al príncipe Nercier Rantor para apaciguar los ánimos después de la tensión con la que había acabado la anterior reunión y afianzar su alianza. Insistieron en la importancia de que el enemigo no era el rey o la reina, sino el arribista marqués de Arnualles, y se emplazaron de nuevo la madrugada siguiente para celebrar una nueva reunión con los esthalios que limara asperezas.

Poco después, la delegación de Evenlud llegaba a la sede de Tarkal, convocados de nuevo por Ilaith. Tras una intensa negociación, la princesa les concedió una participación del 10% (más una posterior del 1%) sobre las minas de oro que habían descubierto recientemente en los montes Darais (y que se encontraban explotadas por los enanos de Nezar, aunque tuvo buen cuidado en no revelar este dato). A cambio, Diyan Kenkad apoyaría a Ilaith en su aspiración a la gerencia de la Confederación. Evidentemente, la princesa de Evenlud sospechaba de que Ilaith le hubiera concedido tanto simplemente por apoyarla para ser gerente, e imaginaba que algo más entraba en sus planes, pero prefirió no cuestionar más sus motivos, al menos de momento. Por otra parte, el contrato que se firmó fue bastante complejo, y se añadieron muchísimas cláusulas; casi de refilón se añadió una cláusula que obligaba al apoyo militar en caso de que los yacimientos o recursos de uno u otro principado se encontraran bajo amenaza; este punto fue muy celebrado por Ilaith, Delsin y Ernass.

Una vez que Diyan y su séquito se hubieron marchado, el grupo pasó a discutir con el resto de los miembros de la delegación de Tarkal la estrategia a seguir en la Asamblea; no les quedaría más remedio que pedir la "Palabra de Urgencia" si querían asegurarse de hablar antes que los demás para exponer los hechos; el problema es que si más Principados solicitaban lo mismo, el orden de palabra se asignaría por sorteo; esperaban que no fuera así.

Esa noche se canceló la reunión que Delsin había acordado con Mírfell para celebrar una nueva reunión entre los esthalios del duque Estigian, Mervan y Tarkal. Unas palabras contemporizadoras de Daradoth permitieron que los ánimos se apaciguaran y se renovaran las buenas intenciones de los allí reunidos. Se trató de nuevo el tema del marqués de Arnualles y el apoyo de Ilaith a Esthalia y la Luz, abriendo la posibilidad de establecer un frente común en el futuro.

En el Mundo Onírico Symeon no tardó en percibir que el círculo de aviso que había puesto alrededor de la sede de Tarkal había desaparecido, y volvía a haber presente una baliza de aviso. Con los conocimientos adquiridos la vez anterior no le fue difícil deshacer de nuevo la baliza; pero no fue lo suficientemente rápido como para protegerse de la presencia que apareció a los pocos instantes; el recién llegado lo retuvo durante unos momentos de angustia hasta que el errante consiguió despertar al mundo de vigilia. No le fue posible reconocer a la figura, pues tanto el extraño como el propio Symeon mantuvieron perfectamente sus camuflajes. Por la mañana volvió a entrar al Mundo Onírico; ya no había nadie allí, así que estableció de nuevo un círculo de aviso. Poco después observó la presencia de un pájaro blanco de aspecto bidimensional que volaba a gran altura; en cuanto fijó su mirada en él, el pájaro se detuvo en seco en el "aire" y tras un brevísimo instante de pausa durante el que quedó suspendido, salió como un rayo en dirección norte. Symeon intentó seguirlo, pero el "pájaro" —que como averiguaría más tarde debía de tratarse de un "guardián de zona"— viajaba extremadamente rápido y al llegar al océano prefirió no continuar, recordando los avisos de su maestro Norren sobre su peligrosidad en el Mundo Onírico.

Y por fin, el día siguiente a mediodía, la Asamblea de Eskatha comenzó. Entre toques de campanas y trompetas las delegaciones fueron acudiendo al Hemiciclo ordenadamente, tomando posesión de sus respectivas bancadas; además se habían habilitado dos bancadas extra para los ástaros del Pacto de los Seis y para la delegación esthalia. Los ujieres ("funcionarios" compartidos por todos los principados) se encargaron de que toda la ceremonia  discurriera sin incidentes y con la grandiosidad que se requería. Finalmente, Agiond Ónethas, como gerente de la Confederación, subió al estrado para dar el discurso de apertura; la delegación de Tarkal, con el grupo incluido, cruzó los dedos para que no aprovechara para exponer ningún tema que perjudicara a sus intereses.

Afortunadamente no fue así y el príncipe de Bairien se ciñó al protocolo, exponiendo datos de la Confederación en conjunto y los logros más destacados de ese año. También pidió disculpas por su tardanza en acudir a la capital, alegando motivos de salud, y manifestó sus buenos deseos para la Asamblea. A continuación ascendieron al estrado los diferentes príncipes comerciantes presentando sus resultados. Ilaith maquilló los suyos a la baja, prescindiendo de los datos de los nuevos metales y las nuevas minas de oro, todo lo contrario que Rakos Ternal. Los resultados de Undahl llamaron la atención de todos los allí reunidos por su extraordinario crecimiento gracias al comercio de Kregora; algunos los recibieron con admiración, y otros con envidia. Con aquellos resultados, Undahl se situaba como el segundo principado más rico después de Nimthos. Rakos no parecía preocupado por las ampollas que pudiera levantar, incluso parecía regodearse... no parecía una maniobra muy prudente. Pero la presencia de un minotauro y una elfa oscura en su bancada (habilitada especialmente para la enormidad del humanoide astado) le daban una confianza de la que posiblemente hubiera carecido de otro modo.

Poco después del cierre de la sesión, Meravor y Yuria se dirigieron en privado a las oficinas de los ujieres para pedir la Palabra de Urgencia para Tarkal en la sesión del día siguiente.

Esa tarde, Iliaith se reunió con sus aliados más cercanos: decidieron que tanto Mervan como Korvan pedirían también la Palabra de Urgencia para contrarrestar posibles peticiones similares de sus enemigos y tener más posibilidades de exponer sus peticiones antes que ellos, y así lo hicieron.

El día siguiente, el ujier encargado de las formalidades para abrir la segunda sesión de la Asamblea golpeó con su bastón en el suelo para reclamar la atención de los presentes. Con gesto adusto, anunció que "por primera vez desde hacía más de un siglo" nada menos que seis principados habían solicitado la Palabra de Urgencia. La delegación de Tarkal rebulló incómoda casi al completo. Con la ceremonia pertinente, se procedió al sorteo de los turnos de palabra haciendo uso de las bolas de colores que presidían el estrado de los oradores, y que representaban a los diferentes principados confederados. Unos pocos minutos de tensión desembocaron en un resultado extraordinario para los intereses de Tarkal, pues el orden de palabra quedó fijado así: 1.Tarkal, 2.Nimthos, 3.Bairien, 4.Undahl, 5.Mervan, 6.Korvan.

Por tanto, Ilaith subió al estrado para tomar la palabra. Y puso toda la carne en el asador: con gesto grave y haciendo uso de todo su saber estar y diplomacia, anunció:

 —...pues uno de nuestros Príncipes, precisamente el primero entre nosotros, está atentando contra toda norma de moralidad y principios básicos de la dignidad humana...

Se refería claramente al príncipe Agiond, cuyo rostro permaneció impasible durante todo el alegato, todo lo más con alguna ligera muestra de estupefacción cuando Ilaith habló de la isla Asyra Sottran y las depravaciones que se llevaban a cabo allí. Muchos de los allí reunidos se escandalizaron por la magnitud de lo que implicaban las descripciones de Ilaith, algunos indignados y gritando que aquello no eran más que injurias sin sentido. Estas voces se acallaron cuando Ilaith aseguró que contaba con testigos que en breve subirían a presentar su testimonio bajo juramento y sin coacción, y cuando solicitó el cese en el cargo de Agiond y su renuncia como Príncipe de Bairien.

Un caos controlado se adueñó de la sala. Alguien increpó a Ilaith:

 —¡¡¡Embustera!!!, ¡tú eres la que está carcomiendo los cimientos de la Confederación!

Los ujieres tuvieron que hacer uso de toda su autoridad para imponer de nuevo el orden en la sala.



viernes, 9 de noviembre de 2018

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 42

En Busca de Derek (IV). La ventisca. Huida.
Timofei Nóvikov
La huida a través de la ventisca fue dantesca, durísima. Poco después de salir del complejo de Vitaria, Tomaso trastabillaba y se apartaba del grupo. Patrick no tardó en hacer lo mismo. A Sigrid le costó dios y ayuda dar con sus compañeros en la infernal noche, pero finalmente lo consiguió [punto de destino]. Primero encontró a Patrick y luego a Tomaso, justo cuando las luces de un vehículo blindado aparecieron entre la niebla y desde un altavoz les increparon gritándoles algo en ruso. Jonathan y Patrick pudieron escabullirse, no así Sigrid y Robert. Por suerte portaban pistolas y Robert tenía gran destreza utilizándolas. Cuando las puertas del vehículo se abrían para dejar paso a algún soldado, sendos certeros disparos acertaron en el foco que les apuntaba, dejando la escena a oscuras; una lluvia de balas de gran calibre se desató a su alrededor cuando la ametralladora del vehículo comenzó a disparar prácticamente a ciegas, pero por suerte no sufrieron ningún impacto y pudieron volverse a perder en la noche y la niebla.

Tras reunirse todos y descansar unos minutos, ya con Patrick y Tomaso relativamente repuestos de sus vínculos al trauma, decidieron adentrarse en la devastación que tanto daño les había hecho en el camino de ida. Pero quedarían a una distancia prudencial del centro, manteniendo en la medida de lo posible una ruta circular.

Y así, atados unos a otros y con todo el cansancio del mundo, caminaron unas cuantas horas a través de árboles inclinados, hasta que la nieve cedió bajo los pies de Sigrid y todos cayeron al vacío rodeados de una lluvia de escombros, hielo y barro. Encendieron las linternas y tras asegurarse de que todos estaban bien, la luz reveló una especie de cueva, o más bien un túnel. A un lado tenían el derrumbe, que había cegado la salida y el paso por aquella parte, y al otro, el túnel se alargaba hasta la oscuridad; lo llamaron túnel y no cueva o caverna, porque parecía estar tallado con una cuchilla: las paredes eran lisas como si hubiera pasado por allí una tuneladora. Sin embargo, el material era blando; cuando Patrick escarbó un poco en las paredes, se desprendió algo de tierra de ellas. La abertura parecía tener una ligerísima pendiente descendente hacia la oscuridad, y todos dieron un respingo cuando se dieron cuenta de que no proyectaban sombras en aquel lugar. La luz de las linternas parecía pasar limpiamente a través de ellos. Sin embargo, la temperatura, que se había hecho más bien agradable, y el extremo cansancio que habían acumulado en su huida les hizo decidirse a dormir antes que cualquier otra cosa.

Tras un intervalo de sueño reparador, el grupo al completo se "despertó" en un entorno desconocido e inquietante. Se miraron los unos a los otros, dándose cuenta de que debían estar dormidos todavía, y miraron a su alrededor: una cúpula inmensa de cielo estrellado se levantaba sobre ellos; solamente contemplarla hacía que perdieran el equilibrio, tal era su inmensidad y su inabarcabilidad. Y alrededor, nada; únicamente un suelo pulido de color negro que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. A falta de otras ideas, comenzaron a caminar. Caminaron durante una eternidad, hasta que a lo lejos distinguieron que, en una línea recta perfecta, el suelo cambiaba de color y se convertía en blanco. Y en el extremo del suelo blanco vieron una figura borrosa por la distancia. El corazón de Patrick dio un vuelco cuando al acercarse pudo distinguir el rostro de Lupita, su futura hija adoptiva. Corrió hacia ella, y se quedó a varias decenas de metros de distancia, junto con el resto de sus compañeros, en el suelo negro. No sentían ningún deseo de pisar suelo blanco, aunque veían a  la niña sufrir. Lupita estaba llorando desconsoladamente, lo que martilleó profundamente el corazón de Patrick. Cuando el profesor le preguntó qué le pasaba, ella respondió entre sollozos "Papá, ¿por qué me has abandonado?". A Patrick se le cayó el alma a los pies.

El resto del grupo lo miraba confundido, pues para ellos no había nadie allí, solamente Patrick era capaz de ver a la niña; el resto solo veía el inmenso suelo blanco que se extendía de nuevo hasta donde eran incapaces de alcanzar a ver. De repente, el profesor se sobresaltó cuando desde la penumbra detrás de Lupita, apareció bruscamente un hombre japonés de mediana edad, que se arrodilló en el suelo suplicando algo; Patrick no lo pudo entender, pues no hablaba el idioma, pero se le notaba desesperado por algo. Sus sospechas se confirmaron cuando tras preguntar a Lupita si le estaban haciendo daño, esta respondió que sí, que "había allí personas malas". A medida que iba viendo cosas Patrick las iba contando a sus compañeros, así Sigrid pudo caer en la cuenta de que entre la lista de personas que habían bautizado como los "Nacidos Relevantes" buscadas por el Círculo Neosuabo, se encontraban los datos de un japonés de cincuenta y tantos años, que podría ser aquel que estaba viendo su amigo. Lupita también le explicó que entre la "gente mala" que la rodeaba había muchos que hablaban en un idioma "raro y feo"; también describió un reciente viaje en barco y su traslado a "un sitio junto al mar, donde hace mucho calor".

Patrick decidió, contra todos sus instintos, que tenía que atravesar aquella línea y pasar del suelo negro al blanco. E intentó convencer a sus compañeros, aunque ni él mismo se mostraba convencido; el proceso mental requerido fue muy complejo y minucioso, pero finalmente Patrick consiguió convencerse a sí mismo y a los demás de que podían pasar al otro lado; y así lo hicieron.

En cuestión de pocos instantes sintieron la materialización, o quizá la aproximación a una velocidad inimaginable, de unas presencias abrumadoras, inefables. Con una especie de manotazo metafísico los devolvieron violentamente (y muy dolorosamente) como si de peleles se tratara al espacio con el suelo de color negro. Y despertaron.

En el túnel habían dormido a gusto calientes por fin, pero ahora, los más sensibles entre ellos, Tomaso, Patrick y Sigrid sintieron que desde la oscuridad, desde la parte profunda del túnel, su muerte se acercaba. No sentían pánico ni terror, solo un convencimiento de que si se quedaban allí en pocos minutos habrían muerto junto con todos sus compañeros.

Desesperados, excavaron en el derrumbe, con Jonathan y Tomaso demostrando su superioridad física arrancando rocas y hielo. Pero la nieve se reponía en todo momento, no había forma de abrir un hueco, así que decidieron bucear a través de ella. Después de que Sigrid casi muriera en el intento fue Tomaso el que salió al exterior, ya bien equipado con ropa y cuerdas. Haciendo uso de ellas, el resto del grupo no tardó en salir por fin al exterior. La sensación de muerte inminente había desaparecido, pero era de día y la ventisca ya se había esfumado, así que decidieron alejarse a toda prisa. Una vez que salieron de la zona de la devastación, cuando los relojes dejaron de volverse locos, calcularon que debían de haber pasado cuatro o cinco días de tiempo real dentro de aquel túnel. El tiempo debía de transcurrir de otra manera allí, o quizá el sueño los había transportado de una manera extraña. Cuando los teléfonos reaccionaron, aparecieron los registros de multitud de llamadas perdidas y se apresuraron a contactar con Sally, Esther, Francis y Pierre. La periodista y la hija de Sigrid les tranquilizaron asegurándoles que estaba todo bien, pero que durante aquellos días habían aparecido varias personas por el hotel preguntando por ellos; que ellos supieran, los recepcionistas no habían revelado ninguna información gracias a las generosas propinas que les habían pagado. Por la descripción que Sally les proporcionó, reconocieron a uno de los extraños como el mexicano ayudante de Dan Simmons; al resto no supieron situarlo por la descripción física.

Al cabo de un par de días de penosa caminata llegaron por fin a la vista del lugar donde habían quedado en encontrarse con sus cuatro compañeros (un punto en una carretera más o menos alejada de Vogorovo). Y para su sorpresa, desde la distancia vieron que no solo se encontraban allí ellos, sino que  estaban acompañados de varios extraños, con tres todoterrenos en total —uno más de los que esperaban— aparcados a un lado de la carretera. Por suerte (o no?) no parecían coaccionados ni amenazados; de hecho, como pudieron ver con los binoculares, se encontraban hablando amistosamente, de modo distendido. Los extraños eran dos hombres y una mujer, uno de ellos maduro, canoso, vestido elegantemente y con una perilla señorial en su rostro. Tomaso se sobresaltó cuando, a través de los prismáticos, vio que el hombre se giraba hacia ellos y, con una sonrisa, les hacía gestos para que se acercaran... pero a juicio del italiano, era imposible que los hubiera visto a simple vista desde aquella distancia. Se miraron unos a otros, preocupados. Cuando llamaron a Esther por móvil para aclarar aquello, la muchacha les dijo que simplemente eran unos caballeros y una señora muy amables que querían tener una conversación. Se miraron de nuevo, evaluando la posibilidad de que Esther y los demás estuvieran bajo un influjo sobrenatural, cosa que ya había ocurrido en el pasado.

No obstante, el instinto de protección de Sigrid hacia su hija pudo más que su instinto de conservación, así que la noruega decidió acercarse. Tomaso la acompañó, y Patrick, Robert y Jonathan prefirieron mantenerse alejados por si acaso.

Sigrid y Tomaso fueron recibidos de forma muy agradable por el hombre canoso, que lucía exquisitos modales de aristócrata antiguo. Se presentó como Timofei Nóvikov, un "hombre de negocios y buen samaritano". Se disculpaba por aparecer de aquella manera, pero necesitaba asegurarse de que hablaba con Sigrid y los demás —"el dolor de cabeza de los Illuminati", dijo— para exponer su oferta y después tratar los temas más tranquilamente en un sitio más agradable y cómodo. Poco después de que el hombre empezara a hablar, Tomaso y Sigrid ya estaban convencidos de sus buenas intenciones, quizá "demasiado" convencidos. Sus palabras, desde luego, ayudaban. Según el ruso (supusieron que era ruso), les quería hacer una oferta que no podrían rechazar, pero quería que estuviera presente el grupo al completo, y en un sitio más adecuado: les habló de un lujoso restaurante en Krasnoyarsk donde podrían reunirse a dos días vista. Si a mediodía de ese día no aparecían por el restaurante, Nóvikov no les molestaría más, pero (y este fue el único momento en que su gesto se volvió algo más serio) "tampoco toleraría que se interpusieran en su camino". Como gesto de buena voluntad, alargó a Sigrid un pequeño objeto. Se trataba de una miniatura con forma de escarabajo a la que Nóvikov llamó "bicho atrapa-balas". Acto seguido sometió a Sigrid a una prueba: hizo que su compañero le disparase (con previo aviso) y ante el estupor de la anticuaria, el escarabajo salió disparado de su mano, haciendo rebotar el proyectil. Tras esto, Nóvikov y sus compañeros se marcharon, expresando sus deseos de colaboración con el grupo en el futuro.

Tras reunirse y discutirlo largamente, el grupo decidió evitar la reunion con Nóvikov, y contactaron con Anne Rush. La mujer dijo no conocer al tal Timofei Nóvikov, pero les ordenó tajantemente no reunirse con él. Era la primera vez que Anne les daba una orden de manera tan terminante, y aunque les sorprendió, la mayoría de ellos estuvo de acuerdo con ella.

Así que el día siguiente partieron hacia Ucrania, donde se encontraron con John Tradtford. Este les proporcionó el transporte necesario para llegar a Burdeos. Una vez allí, Robert no tardó en establecer un laboratorio que le permitiría sintetizar el Polvo de Dios para intentar encontrar de una vez por todas a Derek.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 17

La Asamblea de Eskatha (V). Mervan y los esthalios.
El Comerciante Suarren
El día siguiente por la mañana, Suarren acudió a reunirse en las afueras orientales de Eskatha  con Torevan. Galad, Symeon y Faewald lo acompañaban junto con algunos hombres de Ilaith ejerciendo como su guardia personal. Torevan también llevaba una guardia de una docena de hombres, además de ir acompañado por su hija Elidh y por su contable Dethius. Un día y medio de cabalgada les esperaba para llegar a Sugelia y encontrarse con el esclavista que Suarren había inventado.

Previamente, Yuria y Taheem habían partido de madrugada al mando de una cincuentena de hombres de Tarkal con la intención de tender una emboscada a Torevan en un punto alejado de cualquier población que la ercestre había calculado cuidadosamente con la ayuda de detallados mapas de la zona.

La emboscada, más o menos a tres cuartos de camino, no les planteó demasiados problemas. La superioridad numérica y las ballestas de los guardias de Ilaith pronto hicieron desistir a los guardias de Torevan de oponer ninguna resistencia; además, cuando Symeon se llevó bruscamente a la hija del comerciante de su lado, este pareció perder su ánimo de combate. Con los prisioneros ocultos bajo mantas en varios carromatos, llegaron por fin a Sugelia y se dirigieron directamente a la mansión del rico comerciante Estheoras, que ya había alojado a la delegación de Tarkal en su camino hacia Eskatha. De hecho, Ilaith les había dado una importante cantidad de joyas para pagar a Estheoras por los gastos que ocasionaran los prisioneros mientras los mantenía retenidos en sus dominios, y por supuesto Yuria se las entregó en el interior de un pequeño cofre.

En la mansión de Estheoras llevaron a cabo un pequeño interrogatorio a Torevan, haciéndole creer mediante algunas argucias que estaban torturando a su hija en una habitación cercana. El comerciante no resistió prácticamente nada, derrumbándose en cuanto oyó el primer grito fingido, y narró todas y cada una de las depravaciones que había llevado a cabo en Asyra Sottran. Verdaderas barbaridades que hicieron asomar una mueca de asco a la cara de Galad y casi hacen a Yuria vomitar. No conocía a nadie más que visitara la isla, solo a Suarren, eso lo juraba y perjuraba, pero acordó declarar en la Asamblea si no hacían daño a Elidh, su hija. El resultado había sido bueno, y el día y medio de vuelta a Eskatha con Torevan prisionero y oculto transcurrió sin incidentes.

Duque Woderyan Estigian
Mientras tanto, en la sede de Tarkal Daradoth e Ilaith se reunían con la delegación esthalia para transmitirles toda la información que Progerion les había dado sobre la reunión entre Robeld de Baun y Agiond, y los planes que tenía el primero. El duque Estigian se mostró consternado por la revelación, y sus compañeros rebulleron de agitación, preocupados por el curso que tomaban los acontecimientos. Ilaith y Daradoth aprovecharon el momento para estrechar relaciones con ellos y convencerlos de que la princesa de Tarkal y lady Armen deberían colaborar en los trances que se avecinaban.

Ya con los demás de vuelta y con Torevan a buen recaudo en los sótanos de la sede, llegó un mensaje procedente de la sede de Krül, de parte del príncipe Vanius. No le había quedado más remedio que apresar a uno de los hombres de Agiond, que había acudido a reunirse con Alyss. La mujer no había traicionado los nuevos acuerdos, pero por lo visto la falta de información había agitado a la delegación de Bairien y alguien había acudido a conversar con ella. No habían tenido tiempo de reaccionar y precipitadamente habían decidido encerrar al hombre hasta decidir qué hacer. Discretamente, visitaron a Vanius y le tranquilizaron, asegurándole que arreglarían aquello.

Más tarde, Symeon se reunía con Noelan y Galad paseaba por un discreto jardín con Eudorya. Los gestos de amor de la pareja, a pesar de la reticencia de Eudorya, eran cada vez más difíciles de reprimir, y la guardia de eunucos de la muchacha tenía cada vez más trabajo para separarles y hacerles guardar las formas. Según dijo Eudorya, la actitud de su padre hacia Ilaith había parecido empeorar un poco desde que Nimthos había recibido la visita de Agiond y la delegación de Bairien un par de días atrás. Por su parte, Noelan reveló a Symeon que Velonia Wodrenn había estado reuniéndose por su cuenta con las delegaciones de Bairien y Nimthos, cosa que el errante no tardó en compartir con el resto del grupo.

Esa noche, tras discutir largo y tendido sobre las alianzas a establecer y las acciones a realizar, recibieron una nueva visita de la delegación esthalia. El asunto del marqués de Arnualles había convencido al duque Estigian de que había llegado el tiempo de revelar sus cartas y establecer las alianzas necesarias. Aunque no había recibido todavía contestación de la corte de Nátinar (era imposible, pues solo hacía dos días que había enviado los halcones con la información), como Grande de Esthalia, Alto Miembro de la Corte y Guardián del Reino tenía la prerrogativa de ejercer acciones diplomáticas con plenas labores ejecutivas en tiempo de crisis. Así que transmitió su deseo de celebrar un encuentro a tres bandas entre su grupo, la delegación de Tarkal al mando de Ilaith, y la delegación de Mervan al mando de Nercier Rantor.

De madrugada, la reunión se celebró en la sede de Tarkal, ante la impaciencia de Ilaith y la desorientación del resto de la delegación, que no llegaban a entender muy bien el porqué de aquel encuentro. No obstante, tales dudas quedaron aclaradas sin demasiada tardanza, pues el duque Estigian tomó la palabra para comentar la estrecha relación que unía a Mervan con Esthalia, y su condición de "principado satélite" del Reino. Mervan era el as en la manga de Esthalia para una posible futura acción de guerra contra la Confederación (Esthalia tenía varias legiones destacadas en Mervan, según dijeron), y la actitud de Tarkal unida a la situación con Robeld de Baun le habían convencido para plantear una alianza que incorporase a Ilaith a la lucha que se avecinaba. "Así que después de todo", pensó Yuria, "el príncipe Nercier no era tan apático como aparentaba".

Tras superar la sorpresa por la revelación, las dotes diplomaticas pronto hicieron acto de presencia en las palabras de Ilaith, Delsin, Ernass y los demás. Pronto se encontraron discutiendo cómo tratar de sacar el máximo provecho de sus respectivas fuerzas y conocimientos, y por supuesto una de las primeras cosas que se acordó fue que Mervan apoyaría la candidatura de Ilaith a la Gerencia de la Confederación (y veladamente, se dejó entrever que quizá algo más) para conseguir su apoyo a Esthalia y el abandono del comercio con el Káikar y el Cónclave y el tráfico de esclavos. Pero la tensión volvió a hacer acto de aparición cuando, después de que el duque preguntara cuál era la actitud de los elfos en todo aquel embrollo e Ilaith le contestara que Daradoth era un diplomático "en avanzadilla" que había accedido a aliarse con Tarkal, el elfo preguntó a Woderyan directamente acerca del conflicto entre sus majestades el Rey Randor y la Reina Armen. La actitud de los esthalios cambió radicalmente, y las sonrisas previas tornaron en gestos serios mientras que Nercier y sus compañeros miraban hacia ellos en busca de alguna explicación. No pasó mucho tiempo antes de que los esthalios se despidieran y acabaran el encuentro precipitadamente.

Poco tiempo después, Symeon  establecía sendos círculos de aviso en el Mundo Onírico alrededor de la sede de Mervan y la residencia de la delegación esthalia, y Galad se reunía con lady Ilaith para intentar averiguar cómo dar al traste con el compromiso entre Eudorya y el príncipe Deoran de Ladris. Con la ayuda de Keriel Danten, la experta en leyes de la delegación de Tarkal, acordaron que lo más adecuado sería tratar el asunto en la Asamblea, pues tal compromiso podría llevar a un aumento intolerable de poder de los dos principados. Sería trabajoso, pero existía la posibilidad de llegar a buen puerto si demostraban que Eudorya no estaba dispuesta a renunciar al principado de Nimthos, o si conseguían hacer abdicar a Gisaus.

A media mañana del día siguiente se reunieron por fin con la delegación de Bairien, con Agiond Ónethas a la cabeza, flanqueado por sus hijos Progerion y Surelion y su hermano Esthian. La reunión fue fría y educada, y se trataron asuntos puramente comerciales. Agiond aprovechó para acabar con algunos de los intercambios entre Tarkal y Bairien, como Ilaith ya había sospechado, así que esta no hizo nada por mantenerlos, pues prefería acabar con el trámite rápidamente.

Por la tarde se reunieron de nuevo con la delegación de Mírfell, intentando negociar con el príncipe Verthyran la concesión de uno solo de los principados de sus primos en lugar de los dos, pero se mostró poco receptivo y a instancias de Ernass decidieron dejar la negociación para una reunión posterior.

Por la noche, la ronda de Symeon por el Mundo Onírico no reveló nada anormal, y por su parte Galad pidió inspiración a Emmán para que le enviara visiones en su sueño sobre la familia Athalen, los gerentes del principado de Nimthos...

jueves, 18 de octubre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 16

La Asamblea de Eskatha (IV)
Cuando volvió de su reunión con Noelan, Symeon realizó su habitual rutina de vigilancia en el Mundo Onírico. Y prácticamente por casualidad tuvo una sensación novedosa: una especie de resonancia silenciosa partía desde la situación de la sede de Tarkal en el Mundo Onírico en todas direcciones. Alguien había situado una especie de "baliza localizadora onírica" justo donde ellos se encontraban alojados. La estudió a fondo, y por suerte pudo deducir cómo había sido creada; de ese modo no le costó demasiado deshacerla. Con suerte, nadie habría podido detectarla todavía.

Improvisando aún más, el errante creó un "círculo de aviso" —no se le ocurrió un nombre mejor— alrededor de la representación onírica de la sede de Tarkal. Confiaba en que si alguien (o algo) se acercaba lo suficiente con la intención de poner otra baliza, el círculo se lo haría notar.

Por la mañana, Daradoth convocó a Alexann a la sede. Este llegó al cabo de un par de horas y el elfo dio un paseo con él por los jardines. Hablaron sobre su padre, la Daga Negra objeto de tantas suposiciones, y la lealtad de la delegación esthalia. Alexann conocía todos los detalles sobre la (según sus palabras) "maligna daga", y también aseguró que la reina le había dado órdenes de "salvaguardarla con su propia vida si era necesario". Con palabras esquivas confirmó que la mayoría de los esthalios enviados a la Confederación eran sin duda fieles seguidores de la reina Armen, excepto el cardenal y el caballero argion que al menos aparentemente mantenían una postura de neutralidad, suponía que debido a sus respectivos cargos. Como ya le había revelado hacía un par de jornadas, volvió a insistir en que la delegación había sido enviada allí a instancias de la reina para evaluar la fiabilidad de la Confederación y tomar medidas todo lo duras que fueran necesarias en caso de que no lo fueran; evidentemente, la reina no habría enviado al duque Estigian si este no fuera de su total confianza. Daradoth asintió, satisfecho, y aprovechó para hablar de una posible alianza entre Armen e Ilaith. No obstante, toda la información sobre lo que estaba pasando en el Kaikarésta (el complejo de cavernas bajo el Káikar) era cierta.

Tras la reunión con Alexann, la delegación de Tarkal fue convocada al completo a presencia de Ilaith para decidir cuál iba a ser su curso de acción con la delegación de Undahl. Tras discutir los pros y los contras, decidieron que se reunirían con ellos. Además, también se organizó una reunión con la delegación esthalia cuando Daradoth habló de los posibles intereses comunes de Ilaith y Armen.

A mediodía sonaron las trompetas y las campanas del distrito portuario. Las delegaciones de Bairien y Krül por fin hacían acto de aparición en Eskatha. La multitud se reunió para ver pasar a los príncipes Agiond Ónethas, Vanius Eloras y sus respectivos séquitos. El grupo acudió a contemplar el paso de la comitiva, preocupados por sus posibles acompañantes, pero todo parecía en orden; Progerion cabalgaba al lado de su padre y no había representantes de la Sombra en sus filas. Se miraron, aliviados. Desde un discreto segundo plano, Galad invocó la gracia de Emmán para detectar posibles enemigos en los integrantes de los séquitos; Agiond Ónethas y Gisaus Athalen (la delegación de Nímthos había salido a recibir a Bairien en gesto de deferencia) eran a todas luces enemigos de su religión, así como algunos miembros más de la comitiva. El paladín tomó buena nota.

Mientras tanto, Suarren se encontraba con Taheem y Symeon en una taberna de lujo realizando sus habituales pesquisas para encontrar a los comerciantes que había visto en Asyra Sottran. Y por fin reconoció a uno de ellos cuando entró por la puerta: Torevan Aeras, de Ladris. Haciéndose el encontradizo, Suarren le mintió acerca de unos negocios que se traía entre manos con un comerciante de esclavos que traía "mercancía muy jugosa". A Torevan se le iluminaron los ojos cuando oyó que en la caravana de esclavos había niños... una mueca de asco habría acudido a los rostros de Symeon y Taheem, sentados en una mesa cercana, si hubieran entendido el idioma demhano, pero lo único que podían hacer era confiar en Suarren y velar por su seguridad. Hablando de otras cosas mientras bebían, Torevan reveló que no se encontraba en la delegación del príncipe Deoran de Ladris debido a ciertos negocios urgentes de los que había tenido que ocuparse, y mostró su frustración al comprobar que la Asamblea se había retrasado tanto que efectivamente le habría dado tiempo de asistir. Los dos comerciantes quedaron para el día siguiente en una taberna de la parte alta para concretar sus negocios. Poco rato después, Symeon compraba una cantidad considerable de drogas narcóticas por si surgía la oportunidad de usarlas con Torevan.

Al atardecer, llegó un mensajero a la sede. Un senescal buscó rápidamente a Yuria, a la que el recién llegado entregó un trozo de papel cuidadosamente doblado. El mensaje estaba en clave, y la entrega a Yuria había sido realizada con toda la intención. La ercestre no tuvo demasiados problemas para descifrarlo una vez que entendió la clave. En el mensaje, Progerion Ónethas convocaba con urgencia a Ilaith a una hora de la noche en un discreto jardín de la parte oriental de la ciudad. A la hora especificada se encontraban con el príncipe heredero de Bairien, todos vestidos discretamente. Con gesto serio y en voz baja, Progerion reveló que el retraso de sus delegaciones había sido provocado por la llegada de un inesperado visitante a su principado: Robeld de Baun, marqués de Arnualles, uno de los nobles más importantes y reconocidos del reino de Esthalia. Todos se miraron sorprendidos, pues lord Robeld debía de ser prácticamente el único noble esthalio que había sobrevivido a la extraña enfermedad que había acabado con la vida de un número considerable de ellos. El marqués había acudido a Bairien con la intención de buscar aliados para sus ambiciones, que resultaron ser muy elevadas. No quería otra cosa que hacerse con el Trono del León (el trono de Esthalia) y ya contaba con el apoyo de "gran parte de los nobles fronterizos del sur del reino", según sus palabras. Por supuesto, el padre de Progerion ya había empezado a elucubrar sobre los posibles beneficios de una guerra abierta en Esthalia y su situación en el bando ganador, y seguramente su intención era proponer algún tipo de acuerdo con Robeld de Baun en la Asamblea.

Agradeciendo a Progerion la información que les había revelado e informándole a su vez de sus planes con Suarren y los comerciantes, el grupo e Ilaith se marcharon en silencio, extremadamente preocupados por las noticias.

Después pasaron a desarrollar un plan para capturar al comerciante Torevan. En la reunión del día siguiente, Suarren afirmó que el esclavista se encontraba en la ciudad de Sugelia, por donde el grupo ya había pasado de camino a Eskatha. Mintió diciendo que el presunto mercader de esclavos no había podido acudir a Eskatha debido a la naturaleza "peculiar" de su mercancía -que incluía niños-. Así, aprovecharían el viaje para hacerse con Torevan y que nadie lo echara en falta en unos cuantos días al menos.

Esa misma mañana tuvo lugar la reunión con la delegación de Undahl. Al llegar a su edificio, lo primero que llamó la atención de Yuria fue la alta proporción de ástaros que formaban parte de sus filas. Tras la recepción y el acomodo en la Sala Principal, el encuentro transcurrió en términos educados pero extremadamente tensos. La elfa oscura, a la que el príncipe Rakos presentó como Helitzzë, estuvo prácticamente todo el tiempo callada y mirando valorativamente a toda la delegación tarkalia, mientras que el minotauro Hrarrh'Snagh intervino algo más, con voz brusca y estentórea pero luciendo unos modales bastante adecuados. Además, en la delegación de Undahl había otras dos personas que llamaban la atención, un vikingo que permaneció silencioso y un kairk ya casi anciano llamado Svalden Theukas. Yuria le saludó efusivamente, pues lo reconoció como el renombrado cartógrafo que era ante la sorpresa del hombre; la ercestre le felicitó, pues muchos de los mapas que había utilizado en sus primeros años en el ejército habían sido obra suya. Aunque el príncipe Rakos intentó disimular, no pudo evitar un leve movimiento de ceja cuando Yuria reconoció al kairk, al igual que el tío abuelo de Rakos, Hegrolius, e Ilaith. Svalden sonrió, halagado, y dirigió muchas palabras amables a "una muchacha tan agradable e inteligente"; parecía increíble que estuviera sentado del mismo lado que una elfa oscura y un minotauro. Cuando se iba a sincerar sobre su presencia en la delegación de Undahl, alguien lo interrumpió e impidieron que continuara la conversación.

Llegados al punto culminante de la conversación, la oferta del príncipe de Undahl fue bastante clara: ofrecía una parte de la explotación de kregora a Ilaith a cambio de su apoyo militar prácticamente incondicional para futuras campañas. El asunto les causó muy mala espina, y las palabras del príncipe dejaban entrever que además de estar enterado de los últimos avances de Tarkal en materia militar le preocupaba una posible alianza de Ilaith con "elementos indeseados", refiriéndose a Daradoth y los elfos. La princesa de Tarkal respondió con evasivas, haciendo gala de sus extremadamente afiladas dotes diplomáticas y dialécticas, y sin llegar a ningún acuerdo concreto, la reunión acabó y volvieron a su sede. Las sensaciones eran diversas: unos pensaban que la reunión había ido mejor de lo esperado mientras el resto no estaba tan seguro. Daradoth reveló también que tanto el extraño artilugio parecido a un sonajero que la elfa oscura portaba en la cintura como la torques que el minotauro lucía en el poderoso cuello contenían una cantidad de poder que no podía determinar. Galad, por su parte, también compartió con ellos que Emmán le había revelado como enemigos de su fe a casi todos los acompañantes de Rakos, excepto al vikingo, a Svalden y al propio hermano del príncipe, Borevan Ternal.

Por la noche, Symeon no tardó mucho en recibir el aviso del círculo de detección que había puesto alrededor de la representación onírica de la sede, así que se apresuró a acudir allí. Durmiéndose casi al instante, no le costó nada entrar a la realidad del sueño. Y allí estaba, una figura encapuchada pero sin el suficiente control —al igual que él— para ocultar su identidad en un estado de tensión, con lo que en pocos segundos Symeon la reconoció como Helitzzë, la elfa oscura de la delegación de Undahl. Los instantes siguientes fueron frenéticos: Symeon la retuvo, la atacó y la encadenó, intentando infligirle todo el "daño" posible, mientras ella se desplazaba, se zafaba e intentaba hacer lo propio con él. Finalmente, la elfa consiguió escapar del Mundo Onírico bastante dañada, a juicio del errante. Con suerte no entraría allí en varios días.

La mañana siguiente tuvo lugar la reunión de rigor con la delegación de Krül, a la que Ilaith acudía sin muchas expectativas, pues todo el mundo sabía que el príncipe Vanius Eloras, cuñado de Agiond Ónethas (aunque ya viudo), no era sino un títere de este último. La reunión empezó con las conversaciones de trámite en las que se notaba que Vanius asumía su papel de príncipe de paja y mecanizaba las respuestas y las expresiones. Pero el grupo tenía planes muy distintos en su trato con el príncipe de Krül. Pronto, Galad, Yuria y Daradoth empezaron a tratarlo como tratarían a cualquier otro príncipe, a lo que se notaba que Vanius no estaba acostumbrado. Ilaith se sumó a la actitud de sus compañeros, comprendiendo al instante lo que trataban de hacer, y por supuesto Meravor contribuyó a potenciar los efectos de sus palabras. El vino empezó a correr más rápidamente, con el príncipe Eloras encontrándose cada vez más a gusto (Meravor sonreía de medio lado). En un momento dado, todos se sobresaltaron cuando Vanius rompió a sollozar quejándose amargamente de que llevaba veinticinco años siendo el pelele del príncipe Agiond (y denostado por los otros príncipes) porque este tenía pruebas de que Vanius había matado a su esposa y hermana del primero. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho, Vanius pareció encogerse de puro terror, así que Daradoth decidió hacer un aparte con él y procurar que recuperase la compostura; una más que inspirada charla persuasiva del elfo hizo que Vanius se irguiera de nuevo y entrara en una situación de confianza con él (quizá también por la influencia previa de Meravor). Daradoth lo convenció para que saliera de una vez de los faldones de Agiond y se aliara con Ilaith, de una forma muy discreta, eso sí. Vanius aceptó, por supuesto, y también le confió que estaba en posesión de cierta información (sobre Asyra Sottran) que podía acarrear la caída en desgracia de Agiond. Daradoth sonrió.

Una dificultad añadida era que en la delegación de Krül había dos miembros que portaban el apellido Ónethas: un hombre, Storas, y una mujer, Alyss. Familiares del príncipe Agiond, quizá eran informadores de Bairien, así que todos se fijaron en ellos durante el episodio de rabia de Vanius. Alyss lo había mirado con seriedad e incredulidad, mientras que Storas había tenido una mueca más socarrona y sonriente. El príncipe volvió a la sala acompañado de Daradoth con una actitud muy diferente de la que había tenido al marcharse. Anunció sus planes de acuerdo con lady Ilaith y su intención de recuperar el status de Krül como principado de pleno derecho; Ilaith, por supuesto, le prometió que a cambio le apoyaría en sus pretensiones. Acto seguido, pasó a mirar fijamente a los Ónethas, Storas y Alyss. Para sorpresa de todos, Storas aplaudió ligeramente y se rió, afirmando que ya era hora de que Vanius "tuviera los arrestos" de enfrentarse a su tío. Anunció su apoyo incondicional al príncipe y sus mejores deseos. Todos se miraron aliviados; ahora sólo quedaba el escollo de Alyss, que se mostraba aterrada por lo que se hablaba allí. No obstante, finalmente, con la presencia de Ilaith, la persuasión de Galad y la influencia de Meravor, Alyss dio su brazo a torcer; aun así, Vanius les aseguró que pondría a los dos Ónethas bajo la vigilancia de personas de su confianza. Se le notaba con mucha más confianza en sí mismo.

Una vez que la delegación de Krül se marchó, todos se felicitaron por el resultado de una reunión que, de suponer a priori intranscendente, había resultado ser extremadamente productiva. Sin embargo, el encuentro había durado más de seis horas, y eso tenía que haber llamado sin duda la atención del resto de delegaciones, cuyos encuentros con Vanius apenas llegaban a la media hora, o ni siquiera tenían lugar.

viernes, 5 de octubre de 2018

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 41

En Busca de Derek (III). Tunguska.
Tras dejar a Yurkov (el jefe de producción de Vitaria-Krakovia) en un paraje remoto sin zapatos para que tardara en llegar a cualquier punto desde el que pudiera establecer comunicación, salieron de Polonia en coche cruzando la frontera con Alemania.

Desde allí decidieron viajar a Tunguska para buscar directamente el origen del komerievo, y se pusieron a buscar vuelos con el destino más cercano posible. Tunguska parecía haber sido hasta hace poco un sitio turístico, incluso con un aeropuerto a pocos kilómetros de donde se había producido el evento; varias reseñas y blogs de viajeros así lo atestiguaban. Pero el aeropuerto debía de haber sido cerrado hacía poco, pues no encontraron un solo vuelo que los pudiera llevar allí. Lo más cercano que encontraron como destino de viajes aéreos en la actualidad era la ciudad de Krasnoyarsk. Desde allí, un  tren los podría llevar hasta la más bien pequeña localidad de Vorogovo (a unos 300 kilómetros del sitio del evento), y allí alquilarían un 4x4 con el que esperaban poder llegar al sitio del evento y por ende, al lago donde se encontraba el komerievo.

Vorogovo

Los contactos de Tomaso no tardaron más que unas pocas horas en tramitar sendos visados de acceso a Rusia para cada miembro del grupo, y en poco más de un día llegaban a Vorogovo, donde les recibió un frío intenso (ya casi era invierno). Allí alquilaron un par de vehículos todoterreno y se dirigieron hacia el norte. Pero no habían recorrido ni dos kilómetros cuando los detuvo un control que al principio les pareció policial pero que no tardaron en identificar como militar. Los militares les dieron el alto, muy amables, y uno de ellos en un perfecto inglés les explicó que la carretera estaba cerrada pues se había clausurado el acceso a Tunguska por motivos que no les podía explicar. El grupo dio la vuelta y volvió a Vorogovo.

Esa misma noche, mientras se encontraban discutiendo en su hotel qué debían hacer, un estruendo en el exterior llamó la atención de Sigrid. Llamó a todos los demás para que observaran por la ventana; tres enormes camiones de transporte ártico atravesaban el pueblo escoltados por dos vehículos blindados del ejército. Los camiones lucían la enseña de Vitaria, que ya habían podido ver en Krakovia. Salieron atropelladamente al exterior y montaron en los todoterrenos, tomando la dirección sur por la que habían salido los enormes camiones.

No sin problemas debido a la nieve acumulada y a la tormenta que dificultaba la conducción, siguieron a la comitiva hasta las inmediaciones de una base militar cercana a Krasnoyarsk. Se acercaron a pie para ver si podían identificar algo, hasta que al cabo de unos minutos, un avión Antonov del ejército ruso remontó el vuelo. Suponiendo que el cargamento debía de haber sido trasladado a la aeronave y ante la imposibilidad de entrar en la base, decidieron regresar a Vorogovo.

La siguiente noche, una noticia que se reprodujo en todos los medios llamó su atención. El embajador de Alemania en Estados Unidos, asistente a un acto en la sede de Naciones Unidas, había sido víctima de un atentado que había acabado con su vida. De momento nadie había reclamado el atentado, que había sucedido hacía escasas horas.

Después de comprar el equipo adecuado para sobrevivir unos cuantos días al raso en Siberia, salieron por la noche con los todoterrenos campo a través hasta donde pudieron llegar, que no fue demasiado lejos. Continuaron el viaje a pie con la intención de llegar a Tunguska a través de los bosques. Por suerte, los primeros días hizo buen tiempo, pero los inmensos bosques los despistaron y dieron algunas vueltas en círculo, lesionándose Robert un tobillo durante sus largas caminatas. El cuarto día comenzó a nevar copiosamente, pero ya consiguieron llegar al límite del área donde el meteorito había tenido su efecto. Dejaron atrás el bosque "normal" y comenzaron a caminar entre árboles inclinados y, finalmente, tumbados. Era increíble que durante más de cien años no hubieran crecido nuevos árboles en la zona y los que estaban tumbados todavía se conservaran, pero así era. Y aún más extraño era que conforme avanzaban, los árboles tumbados parecían encontrarse en un mejor estado de conservación.

Más o menos cuando llevaban recorridos unos veinte kilómetros adentrándose en el extraño paisaje, notaron un cambio en el entorno; no se veía, ni se oía, simplemente lo sintieron. Algunos notaron ganas de vomitar, y otros unos escalofríos intensos. Pero no se arredraron, y continuaron caminando. Adentrados ya unos cuarenta kilómetros en aquella desolación, notaron un efecto ya realmente intenso. Sigrid vio algo a su alrededor que le hizo gritar de pánico, y se desmayó; más tarde no se acordaría en absoluto de lo que había visto y que le había causado el desvanecimiento. El resto del grupo consiguió aguantar la extraña sensación física, pero transcurridos unos minutos, comenzaron a tener visiones espantosas; Patrick vio varios seres mecánicos que los acechaban, pensando (¡pensando!) cómo atacarles, mientras que Tomaso se vio a sí mismo a varios metros de distancia, siendo maltratado por su padre, hasta que él mismo disparó a la cabeza a aquel bastardo que lo había maltratado durante tantos años.  Toda la escena era presenciada por unas figuras enormes y translúcidas, algunas de ellas encapuchadas, como la que alzaba su mano hacia Patrick en un gesto mudo instándole a detenerse. Más tarde supondrían que lo que habían visto había sido una rasgadura en la realidad que les había permitido ver a algunos miembros del Clero Invisible de la Estadosfera. El profesor de filosía increpó a la figura que lo conminaba a detenerse, y entonces la figura le respondió; pero no era una voz lo que oyó, sino una oleada de puro dolor, que le hizo taparse los oídos, y caer al suelo de rodillas con lágrimas en los ojos, igual que Jonathan y Robert. De repente, el entorno se volvió calmado y silencioso, casi se podría decir que vacío, y lo único que destacaba en él era un brillante meteorito dirigiéndose hacia donde estaban; las figuras del Clero Invisible se reunieron en un círculo, contemplando la caída del cuerpo celeste en un silencio sepulcral; Tomaso se arrodilló a rezar, y Patrick se levantó e intentó acercarse más al punto donde suponía que el meteorito impactaría. Y este cayó finalmente, en silencio, un silencio sobrenatural; no obstante, el grupo sintió todo el dolor y la destrucción en sus propias carnes y mentes, y Patrick, Tomaso y Jonathan cayeron inconscientes. Robert salió corriendo de la zona como alma que llevaba el diablo.

Entre Robert y un recuperado Jonathan, consiguieron sacar al resto de allí y alejarlos del epicentro de la zona del bólido. La salud mental de Patrick y Tomaso se había quebrado, y costó muchas horas que pudieran reaccionar. No obstante, finalmente lo hicieron y aunque no podrían actuar al cien por cien debido a sus traumas adquiridos, pudieron continuar su camino.

Rodearon penosamente la zona desolada durante los siguientes dos días mientras la nieve caía sin cesar, inmisericorde. Por suerte, los teléfonos vía satélite que les había proporcionado el congresista Ackerman funcionaban perfectamente y podían ir informando a Sally, Esther y Francis (que se habían quedado en Vorogovo) de su situación, a la vez que encontrar consuelo en sus palabras. Finalmente, remontaron una loma y pudieron ver el primer signo de civilización en varios días: un complejo de construcción reciente (de hecho, todavía en obras) se alzaba a la orilla de un pequeño lago. El complejo mostraba signos de actividad y signos de presencia militar. A las pocas horas, ya habían podido calcular que el recinto albergaba unas sesenta personas, entre ellas una veintena de militares.

La base de Tunguska


En los intervalos que les permitía la nieve, con ayuda de los binoculares pudieron ver que un par de botes repetían periódicamente una travesía desde uno de los edificios del complejo (donde supusieron que se encontrarían los despachos de los científicos y el laboratorio principal) hasta un punto del lago donde un par de buzos se sumergían durante una hora aproximadamente. Durante ese período cargaban unas cuantas rocas pequeñas en el bote, y volvían a la base. De allí debían de extraer el komerievo.

Lo que hizo que Robert no pudiera reprimir una mueca de asombro fue ver a Georg, su supuesto amigo, quien le proveía de komerievo desde hacía tanto tiempo y desaparecido hacía unos meses, impartiendo órdenes a los científicos y los pilotos de los botes. Ninguna coacción, Georg se movía libremente y la gente parecía obedecer sus órdenes. ¿Le habrían ofrecido dinero? ¿Le habrían amenazado? En cualquier caso, eso ahora no importaba, lo único que importaba era conseguir el polvo rojizo.

La mañana del segundo día de su vigilancia llegaron al complejo los tres camiones que habían seguido hasta la base militar de Krasnoyarsk, y un helicóptero. De este se apeó un oficial del ejército que se marchó transcurridas un par de horas. No los descubrieron por un pelo.

La noche del segundo día el clima empeoró realmente. Aún aguantaron un día más, pero al atardecer del día siguiente decidieron pasar a la acción; amparados por la ventisca, se acercaron al complejo y no les costó demasiado atravesar la maltratada valla. Patrick no pudo reprimir acercarse al bar de la instalación (en la planta baja de la residencia, donde los habitantes del lugar dormían) para hacerse con una botella de whisky. A continuación se dirigieron al laboratorio en unas condiciones de visibilidad penosas, que en realidad les beneficiaban; no se veían militares en el exterior.

Con varias patadas de Jonathan y Tomaso consiguieron reventar una de las puertas del edificio junto al muelle donde se encontraban amarrados los botes; el italiano y el agente se quedaron apostados en la entrada, vigilando para que no les cogieran por sorpresa, mientras Sigrid, Patrick y Robert recorrían el edificio. Se desorientaron durante unos minutos buscando el laboratorio, pero finalmente pudieron encontrarlo, justo cuando fuera se oyeron un par de disparos. Oyeron a Tomaso gritando que se dieran prisa, y así lo hicieron. Robert entró al laboratorio y, experto químico, enseguida identificó un vial donde goteaba un líquido; lo vació rápidamente en una redoma que encontró cerca y les explicó que, una vez evaporado el líquido, quedaría una pequeña cantidad de komerievo que con suerte le permitiría sintetizar varias decenas de dosis de Polvo de Dios. Corrieron hacia la salida, donde Jonathan y Tomaso habían sido heridos pero habían conseguido contener a los atacantes; sin embargo, ya se oía cómo arrancaban uno de los vehículos blindados, así que decidieron adentrarse rápidamente en la ventisca mientras la oscuridad de la noche lo tragaba todo...




jueves, 27 de septiembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 15

La Asamblea de Eskatha (III)
La reunión con los esthalios continuó de una manera más informal mientras comían y bebían, y Yuria quedó a solas con el duque Estigian quien, quizá animado por la bebida, sugirió que no le parecía bien que la esthalia y sus compañeros hubieran "cambiado de bando" abandonando Rheynald y permaneciendo en Tarkal. Yuria no tuvo más remedio que soltar la lengua; con la ayuda de Symeon y de Faewald, que corroboraron su historia, habló al duque de la misión suicida que el rey Randor les había encargado con intenciones poco claras y grave riesgo para su seguridad. El duque se quedó con la boca abierta al escuchar su odisea y enterarse de que en realidad habían sido ellos los que habían atentado contra el Ra'Akarah provocando el caos en el Imperio Vestalense y muy probablemente la detención de los ataques contra Esthalia. Lord Woderyan confirmaría aún más tarde la historia con el testimonio de Daradoth, y aunque no pidió disculpas a Yuria por su actitud, reconoció que comprendía entonces el motivo de su defección. No obstante, expresó su firme esperanza de que el grupo decidiera en un futuro cercano volver a Rheynald para defender Esthalia de sus enemigos. Daradoth le aseguró que no habían "abandonado" Esthalia, sino que en realidad estaban defendiéndola en el lugar y del modo que les parecía más efectivo; el duque asintió, aunque con aire escéptico.

Jasireth Derthad
Durante la conversación, Daradoth, Galad y Symeon intentaron por todos los medios sonsacar a los esthalios cuál era el objeto de su lealtad, si el rey Randor o la reina Armen. Pero no hubo ningún signo de preferencia por parte de los diplomáticos. Sin embargo, la mención del barco calcinado y de la mercancía que transportaba (a todas luces refiriéndose a la Daga Negra de la que les había hablado hacía unos meses el marqués de Strawen) les inclinaba a pensar que la lealtad de los emisarios era para con la reina. Si era así, estaban en el mismo bando.

Esa noche, Symeon volvió a vigilar el Mundo Onírico, como cada noche posterior y anterior, sin detectar nada fuera de lo normal.

El día siguiente comenzó la segunda ronda de contactos, y por la mañana, el grupo se dirigió a un punto acordado para reunirse con Jasireth Derthad, la anciana que había formado parte del séquito del príncipe Knatos de Armir. Eskatha hervía de actividad, como casi cualquier día del año, y los caballos apenas podían ir al paso entre la multitud. En una de las plazas que atravesaron unos mendigos se cruzaron en su camino. Uno de ellos, con un salto imposible, atacó a Daradoth con una daga, haciéndole un pequeño corte. El elfo, revolviéndose, dio a su vez un salto hacia donde el atacante había empezado a correr y lo persiguió entre el gentío. El resto lo siguió como pudo, pero todo se complicó cuando empezaron a llover flechas, el "mendigo" desapareció y Daradoth sufrió otra herida en la espalda. Finalmente pudieron escabullirse por una calle secundaria y llevarse al elfo, que había caído afectado por los filos untados de veneno. Lo llevaron rápidamente hasta la sede de Tarkal, donde el conocimiento de los venenos de Symeon les permitió encontrar rápidamente el antídoto y no tener que lamentar hechos más graves.

Se reunirían poco después para comentar la agresión; tenían pocas dudas de que debía de haber sido cosa de la delegación de Undahl, quizá de la elfa oscura. Quitando de en medio a Daradoth, restaban una baza muy importante a los planes de Ilaith, y esa era sin duda su intención.

El segundo intento, llevado más en secreto, con menos gente en las calles y utilizando señuelos para despistar a posibles atacantes, tuvo éxito y llegaron sin mayores problemas al bosquecillo donde se encontraron con Jasireth. Habían informado a la anciana de su contratiempo y esta se mostró interesada en el estado de Daradoth. Suerte de la resistencia al veneno de los elfos.

La conversación con la anciana fue bastante difícil, pues quería saber todos los detalles sobre las verdaderas y últimas intenciones de Ilaith, y ellos se mostraron muy dubitativos respecto a compartir tanta información. Pero finalmente todas las cartas se pusieron sobre la mesa y efectivamente reconocieron que la Intención de Ilaith era convertirse en reina; a partir de ese momento, Jasireth adoptó un tono más suave y entró de lleno en la negociación. La anciana les ayudaría convenciendo a Knatos de votar a favor de la Gerencia de Ilaith (se mostró absolutamente convencida de que no le costaría mucho convencerlo), y a cambio la actual princesa de Tarkal la ayudaría a instaurar a Seberan Voreas como el nuevo príncipe de Armir. Para lograrlo, Jasireth utilizaría sus múltiples contactos para facilitar la invasión de Armir por parte de Tarkal. Con leves sonrisas y apretones de manos, el trato fue sellado y se despidieron.

Por la tarde, la delegación de Tarkal con el grupo al completo se reunió de nuevo con el príncipe de Mervan, Nercier Rantor, y su séquito. La esthalia Velonia Wodrenn se mostró igual de hostil hacia las negociaciones con Ilaith, y el príncipe continuó con su actitud pasiva respecto a cualquier acción política, lo que casi saca de sus casillas a Yuria y Daradoth. Todos los intentos por investigar su relación con Esthalia o algún negocio oculto fueron infructuosos: por lo que parecía, Nercier era realmente un príncipe pasivo en demasía, y un comerciante sin ningún negocio sucio o inmoral. Se mostraba partidario de la neutralidad a toda costa. Partidario de Agiond Ónethas, bajo cuya gerencia "todos habían prosperado", cuando fue revelada la intención de Ilaith de convertirse en gerente él no mostró ninguna emoción reseñable; simplemente, no veía la ventaja de una respecto al otro. Galad tomó entonces la palabra, e intentó conmover al príncipe de Mervan con un emocionante discurso sobre un mundo mejor y más justo, y la posibilidad de ayudar a los más desfavorecidos, cosa que tanto Ilaith como los emmanitas perseguían. Al inicio del discurso, Velonia exhibió una actitud reticente y combativa, pero dada la naturaleza de la diatriba de Galad, su condición de emmanita y —supusieron— la influencia de Meravor consiguieron que finalmente escuchara con atención y permaneciera en silencio el resto de la reunión. El discurso pareció dejar pensativo a Nercier, que por fin varió un poco su actitud, prometiendo que pensaría profundamente sobre el asunto.

Otro día transcurrió sin que Suarren pudiera encontrar a ninguno de los comerciantes que estaba buscando por la ciudad, para desesperación del grupo. Y cuando volvieron a la sede de Tarkal se encontraron con que habían recibido una invitación de Rakos Ternal, príncipe de Undahl, convocándolos a una reunión en su sede. Daradoth, por supuesto, mostró toda la vehemencia posible en su oposición a reunirse con aliados de la Sombra. Por su parte, Symeon se reunió con Noelan de los Ruevos para pedirle que influyera en la medida de lo posible en Velonia a favor de Ilaith, a lo que el errante se comprometió; el discurso de Galad también había calado hondo en él.