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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 19

La Asamblea de Eskatha (VII). Ilaith revelada.
Ilaith continuó su vehemente discurso anunciando la comparecencia en el estrado de dos testigos que podrían corroborar sus acusaciones, testigos que acudían allí por propia voluntad como resultado de su arrepentimiento.

Agiond Ónethas, Príncipe de Bairien
Debido a la gravedad de los cargos presentados, el gerente de los ujieres, Quelius Vorodel, anunció la suspensión de la Asamblea hasta la resolución del peliagudo asunto planteado por Tarkal.  El día siguiente se celebraría una sesión extraordinaria en la que comparecerían los testigos anunciados por Ilaith. Evidentemente, en aquellas condiciones Agiond no estaba legitimado para ejercer como gerente de la Confederación, y habría que despejar todas las dudas al respecto antes de continuar con asuntos de índole menos grave. La delegación de Tarkal partió del hemiciclo ante el silencio de gran parte de las otras delegaciones y las increpaciones de la otra parte.

Esa tarde Ilaith recibió un gran número de visitas, interesadas en obtener más información sobre el asunto. Una de esas visitas fue del hijo menor de Agiond, Surelion, que acudió con la intención de llegar a un acuerdo amistoso con la princesa de Tarkal y no llegar así a "un juicio que perjudicaría a toda la Confederación". Ilaith lo miró con suficiencia y negó cualquier posibilidad de pacto que no incluyera la renuncia de Agiond como gerente de la Confederación y príncipe de Bairien; Surelion, como último cartucho, prometió a Ilaith que le conseguirían en monopolio sobre el comercio de kregora de la Confederación. Sin embargo, juzgando que eran promesas que Agiond no sería capaz de cumplir (y porque, después de todo, la princesa tenía objetivos mucho más elevados), Ilaith despidió a Surelion rechazando su propuesta. Este se marchó lamentando lo que iba a ocurrir los siguientes días. En la conversación que siguió a su marcha, el grupo planteó alternativas para evitar que Agiond nombrara a Surelion y no a Progerion como su sucesor, pero deberían ser tratadas más adelante conforme se desarrollaran los acontecimientos.

Tras una noche tranquila en el Mundo Onírico, el día siguiente el grupo se aprestó a acudir al hemiciclo tomando fuertes medidas de seguridad tanto para los testigos como para sí mismos. La tensión se podía palpar en el ambiente, y un leve gesto de negación de Surelion fue suficiente para confirmarles que su padre no había aceptado ni de lejos las condiciones de Ilaith.

En el estrado, Keriel Danten, la experta en leyes de Tarkal, tomó la palabra y presentó los cargos contra Agiond y todo aquel que se descubriera implicado en escándalo de Asyra Sottran. A continuación tomó la palabra Meravor, que llamó al estrado a los testigos, y los dos comerciantes acudieron escoltados por los maestros de esgrima Taheem y Khain Malavailos. Daradoth sonrió cuando gran parte de los presentes llamó la atención sobre las runas falmor que lucían sus compañeros y que los acreditaban como consumados maestros del arte de la espada.

Suarren, que todo el tiempo había estado bajo una fuerte custodia (al igual que Torevan) fue el primero en hacer acto de presencia en el estrado que ocupaba el centro del hemiciclo. Cuando el comerciante de Mírfell relató con todo lujo de detalles la clase de depravaciones que se producían en aquella isla bajo la protección de Agiond Ónethas, la sala fue quedando poco a poco en silencio; aunque muchos de los presentes no podían creer lo que contaba, otros muchos se miraban asombrados por lo que estaban oyendo; el asombro no tardó en dar paso al horror cuando Suarren habló de las cosas terribles que se hacían en la isla relacionadas con niños y bebés. En algunas ocasiones, la gente lo increpaba, pero los ujieres consiguieron mantener el orden hasta que el comerciante concluyó su alegato y contestó a las preguntas de Ilaith y su séquito. Torevan no pudo sino corroborar todo lo que había contado Suarren, aunque él mismo no había cometido actos de una depravación tan enorme como el arrepentido mírfellense.

Con la sala por fin en silencio, fue Galad el que tomó la palabra. Increpó a los allí presentes alegando a su integridad moral y su conciencia, y animó a los que conocían la isla y posiblemente disfrutado de ella a que se arrepintieran y reconocieran su existencia y sus propios errores [Punto de destino]. El paladín brilló con la Gracia de Emmán, mientras unas voces celestiales coreaban cada una de sus palabras en los oídos de todos los presentes; la delegación de Undahl rebulló incómoda, mirándose preocupados. Tal Gracia Divina, unida a su propia vehemencia y prolijidad, caló en los corazones de casi todos los presentes, algunos de los cuales incluso derramaron lágrimas.

Un comerciante se levantó, y luego otro, y otro, y otro, y aún otro más, hasta contabilizar un total de cinco. Algunos de ellos llorando, todos con un gesto de pesadumbre, se acercaron al estrado cuando Galad los invitó a bajar, secundado por Meravor y felicitándolos por haber tomado la decisión correcta. Serenos Rythad de Krül, Meben Eleas de Adhëld, Esthass Ónenos de Bairien y Nemaros Cernad de Nimthos bajaron uno tras otro al estrado. Y por fin, el de mayor rango entre los cinco que se habían levantado: Serthas Ónethas de Bairien, ¡el propio hermano de Agiond! Este intentaba guardar la compostura, pero era evidente que nunca habría esperado que su hermano reaccionara de aquella manera; la sorpresa, unida a la conmoción que en él mismo habían causado las palabras de Galad, resultaban en una expresión casi de dolor en su rostro. El silencio más absoluto se hizo en el hemiciclo cuando los cinco arrepentidos se congregaron en el estrado, relatando sus experiencias y acusando a Agiond de ser el responsable de todo aquello. Nuevas exclamaciones de asombro y rabia se alzaron en el hemiciclo cuando Nemaros Cernad lanzó una nueva acusación hacia Gisaus Athalen, el príncipe de Nímthos, afirmando que disfrutaba muy a menudo de los placeres que la isla ofrecía. La delegación de Nímthos pareció reaccionar ante aquella ofensa, y en un efecto dominó, el caos volvía a adueñarse de la sala durante unos minutos, acusando a Ilaith de haberse rodeado de individuos que acabarían con siglos de paz en la Confederación; mientras tanto, Agiond reclamaba consejo de su séquito. La elfa oscura y la delegación de Undahl en general guardaban silencio, mirando apreciativamente al paladín de Emmán. Un par de delegaciones intentaron abandonar la sala, indignadas por la situación, y los ujieres tuvieron incluso que arrestar a Dorias Athalen, el tío de Gisaus, que había roto a insultar muy gravemente a Ilaith.

Symeon tomó a continuación la palabra, para exponer el tema de la reunión entre Agiond y Robeld de Baun, el marqués de Arnualles del Reino de Esthalia. Acusó a Bairien de querer abrir la Confederación a una potencia extranjera poniendo en peligro su integridad, confiando en que aquello pondría a más delegaciones de su lado.

A continuación los ujieres cancelaron la sesión, convocando otra el día siguiente para que Agiond y Gisaus pudieran plantear su defensa. Esa misma noche, los comerciantes arrepentidos de Krül y Adhëld se apresuraron a retornar a sus tierras temiendo represalias contra sus familias; por su parte, Nemaros, Serthas y Esthass prefirieron permanecer en Eskatha bajo la protección de Ilaith.

Symeon repitió su rutina en el Mundo Onírico y detectó de nuevo otra de las "balizas" que emitían una especie de zumbido casi imperceptible. No le costó destruir la baliza, pero no pudo evitar quedarse con la sensación de que algo nuevo se escapaba de su percepción.

El día siguiente se celebró la sesión donde Agiond y Gisaus defenderían su inocencia. La sesión fue muy breve. Para sorpresa de todos, Agiond realizó un alegato muy breve:

 —Ante la ignominia sufrida, reclamo la presencia de los Mediadores para someter a su Justicia este asunto. Ta'er ka'er toriendhei —la antigua fórmula en idioma ancestral para convocar a juicio a los Mediadores resonó durante algunos segundos en el silencio del hemiciclo.

Yuria e Ilaith se miraron, sorprendidas por lo que acababa de pasar. Como cualquier persona sobre la faz de Aredia, la ercestre conocía las palabras, pero no les había dado más crédito que el que se daba a cuentos de viejas y a antiguas leyendas; pero aquí, en el Brazo Sur, la población estaba más unida a las antiguas tradiciones, y por lo visto lo que contaban las historias sobre los Mediadores era cierto después de todo. Tras las palabras de Agiond, los ujieres suspendieron la sesión en espera de que algún Mediador acudiera a la llamada; según la tradición, deberían esperar hasta diez días a que alguno de ellos se manifestara; pasado ese plazo, si ninguno se había personado allí, significaría que el asunto no era de su incumbencia y el juicio seguiría los derroteros normales.

Pasaron tres días.

Durante aquellas jornadas, la delegación de Tarkal recibió visitas de las otras delegaciones, unas confiadas, otras preocupadas. Algunas se ofrecían a actuar de intermediarios para resolver aquel asunto, otras querían simplemente convencer a Ilaith de algo. También se reunieron con los aliados, los esthalios, Mervan y Korvan, tranquilizándolos y asegurándoles que todo saldría bien.

La tercera noche, Symeon se sorprendió al descubrir ¡treinta y ocho balizas! en el Mundo Onírico. Por supuesto, las deshizo todas, aunque no había forma de estar seguro de haberlas descubierto todas.

Por fin, una mañana temprano, algunos soldados acudieron a la delegación con la noticia que ya se propagaba como la pólvora por toda la ciudad: nada menos que ¡¡¡tres!!! Mediadores habían hecho acto de aparición en las puertas del hemiciclo, donde habían sido recibidos por los ujieres.

Pronto fueron convocadas todas las delegaciones al hemiciclo, donde en un sitio preeminente habían tomado asiento los recién llegados. El que parecía el líder de los tres dijo llamarse Eyr'Mattren, y presentó a sus compañeros Nyr'Sontaras y Nyr'Vuredan (como algunos de ellos sabían, los prefijos indicaban algún tipo de división entre los extraños jueces). Afirmó que velarían por la Justicia del asunto tratado, y que todos deberían acatar su decisión. El grupo sintió algo de decepción al principio, pues los Mediadores no eran las figuras impresionantes que habían imaginado, pero su forma de hablar y de moverse, las rutilantes espadas que lucían, los ojos de un gris sobrenatural, la imposibilidad de determinar sus edades y las pequeñas balanzas de oro soldadas a sus muñecas acabaron por convencerlos de que estaban ante seres extraordinarios con los que sería bueno extremar las precauciones. A sugerencia de Daradoth, Galad invocó su capacidad para detectar "enemigos", y contra todo lo esperado, al paladín le fueron revelados como adversarios los Mediadores Sontaras y Vuredan. Aquello sí que era un problema inesperado...


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