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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 12 de agosto de 2011

Sombras en el Imperio - Campaña de Arcana Mvndi Temporada 1 Capítulo 13

Encuentros en el castrum.

Sexto Meridio era un gran conversador, y así lo demostró en los diálogos que estableció con los personajes a lo largo y ancho de su mansión. El motivo de tales charlas era convencerse definitivamente de que el grupo era de fiar; aunque éstos lo comprendieron pronto, disimularon y dejaron que Meridio se autoconvenciera.

Datos de interés surgieron en algunas de las discusiones. En una mantenida con Tiberio Julio, le reveló que todo el problema en Roma había empezado con un teúrgo, un tal Marco Mercio, el primero de muchos teúrgos asesinados. Marco Mercio no era sino el padre de Lucio Mercio, que aunque no lo dejó traslucir, se sintió conmocionado al enterarse de que su propio padre había guardado en secreto pertenecer a uno de esos extraños cultos.

La segunda noche, los sirvientes de la mansión alertaron de que estaban siendo atacados. Varios árabes -sacerdotes kahin- y lo que parecían africanos les atacaban con artes de asesino y de hechicero. Afortunadamente, pudieron rechazarlos bien entrada la madrugada. El fuego prendió en varios lugares, pero por suerte pudieron controlarlo finalmente y echarse a dormir un par de horas.

Por la mañana, Meridio les sugirió cambiar su lugar de residencia lo más discretamente posible, no confiaba en que la casa fuera segura ya. Alejandría había seguido a Roma rápidamente en los asuntos conspiratorios y no era una ciudad agradable para aquellos que se inmiscuían en ciertos asuntos.

Al poco rato, mientras conversaban con Meridio, éste se giró sin un motivo aparente murmurando algo así como: "ya está aquí". Efectivamente, un extraño hizo acto de aparición sin que lo anunciara ningún sirviente: Nicomedes Stoltidis, íntimo amigo de Meridio, hizo su aparición procedente de Hispania. Desde luego, los teúrgos de Mercurio debían tener a su alcance medios muy interesantes para viajar rápidamente. Nicomedes les comentó que la situación en Roma había empeorado y preguntó a Tiberio si había tenido algún contacto últimamente con la familia Albino, del septemvirato. Éste respondió que no, sorprendido de que alguien ajeno al Pacto Secreto supiera tanto de los entresijos del Culto a Júpiter. También les refirió sus contactos con Quinto Mario Canus, que al parecer quería recabar la ayuda del culto a Mercurio en nombre de Cayo Albino Regilense. Más tarde, los teúrgos de Mercurio averiguaron que el tal Albino formaba parte de la cúpula de poder del Culto a Júpiter, y su familia era destacada en los asuntos concernientes a éste.

Tras mucho hablar y planear, se estableció una alianza tácita entre los teúrgos de Mercurio y los personajes, avalados por Sexto Meridio. El interés común era salvar a Roma de las maquinaciones que parecía estar cometiendo el Culto a Júpiter. Nicomedes también les informó de que Atenas estaba siguiendo los pasos de Roma y Alejandría, con multitud de teúrgos extranjeros haciéndose con las riendas del poder.

Al anochecer, tras marcharse Nicomedes, decidieron abandonar la casa y trasladarse al lugar más seguro que se les ocurrió: el castrum romano del noreste de la ciudad, donde se asentaba una guarnición permanente de legionarios. Allí esperarían el regreso de Íctinos Eléusida y su barco, para salir de Egipto. Aunque intentaron ser lo más discretos posible, pronto se dieron cuenta de que varias figuras los seguían, y cuando salieron de la ciudad, atravesando el trecho de campo abierto que les separaba del campamento, vieron cómo unos bultos en la arena se acercaban a ellos, como si fueran topos pero de un tamaño considerable. Sin embargo, se movían lentamente y no pudieron alcancarles antes de que atravesaran la empalizada. Parecían estar controlados en todo momento, quizá incluso por algún espía dentro de la casa.

Tras cruzar entre las prostitutas y vendedores que merodeaban en los alrededores los recibió una patrulla de legionarios que, ante el evidente abolengo de Cayo Cornelio y su extremadamente convincente discurso, además del dato de que Tiberio era hombre de confianza de Cornificia, apenas les pusieron trabas para pasar al interior. Los llevaron ante Cayo Lutacio, tribuno militar y comandante de la guarnición. Un militar cuidado y atractivo, extremadamente atractivo, con ojos azules, infrecuente en un romano. Pronto averiguarían que la mayor ambición de Lutacio era prosperar en el cursus honorum, y vio su oportunidad en la ocasión de prestar ayuda a un Cornelio Patricio (y a un Julio en añadidura). Así que les dio alojamiento en el castrum, fácilmente convencido por el discurso de Cayo, que afirmaba que se encontraban en peligro. No era el mejor alojamiento del mundo, pero tendrían la guarnición como barrera de defensa. Además, Tiberio mencionó a Lutacio el hecho de que era el médico personal de Cornificia, y que hablaría de él a la hermana del emperador; esto acabó de convencer al comandante para deshacerse en atenciones hacia sus "invitados".

Ahora que estaban seguros (o eso creían) volvieron a echar un vistazo a las tablillas. Necesitaban pergaminos y libros que les dieran claves del idioma mesopotámico para poder traducir todo aquello.

Durante el primer día que pasaron en el castrum, Lutacio preguntó a Cornelio si Idara y él eran pareja. El patricio respondió negativamente, así que el militar se acercó a la muchacha, por la que se había sentido atraído en cuanto la había visto. A Idara también le gustaba Lutacio, así que tuvieron un encuentro amoroso a salvo de ojos indiscretos. Lucio, por su parte, empleó su tiempo en entrenar con los reclutas; conoció a Tito Acadio, un legionario raso veterano y muy inteligente que, por lógica, debería haber llegado al menos a centurión ya, y a Calisteos, un griego con un oscuro pasado que no quiso revelar. Cayo conoció a Octavio Tulio, un joven recluta patricio que se encontraba sirviendo como soldado, extrañamente. Problemas personales en Roma le habían llevado a servir como el último mono en aquella guarnición perdida "en el culo del mundo", según sus palabras. Tiberio siguió tratando a Galeno, recuperándolo poco a poco. Por la noche, durmieron tranquilos.

El segundo día en el campamento, Idara fue convocada a la tienda de Cayo Lutacio. La elegida de Minerva creyó que el comandante querría continuar los escarceos que habían comenzado el día anterior, pero no era así. Cuando llegó a la tienda había tres figuras presentes, dos hombres y una mujer, vestidas con ropas de viaje. Lutacio le informó de que preguntaban por ella. Llevaban armas, algo extraño teniendo en cuenta lo quisquillosos que eran los oficiales romanos al respecto. Le pidieron hablar con ella en privado, y así lo hicieron. Para sorpresa de Idara, se presentaron como "sirvientes" de Minerva, en realidad teúrgos de su culto. Se presentaron como Bodilkas -de origen íbero-, Apio Hostilio y Claudia Valeria. La diosa les había revelado en sueños que debían encontrar y proteger a Idara.

La antigua ladrona los llevó a conocer al resto del grupo. Allí hubo ciertos problemas con Cayo Cornelio, pues los extraños no querían desvelar su verdadera identidad ante los compañeros de Idara. Finalmente, se aceptaron las medias explicaciones y los tres recién llegados acompañarían en adelante a la muchacha.

Tiberio mantuvo una conversación con Apio Hostilio, donde ambos revelaron su verdadera naturaleza de teúrgos. Un pacto tácito se estableció entre ellos.

La placidez de los dos días pasados los tranquilizó y pronto conciliaron el sueño, en espera de que el barco llegara en un plazo de uno o dos días. Pero la noche trajo sorpresas. Sonidos metálicos de gladii y escudos comenzaron a oirse por doquier. Al salir al exterior, pudieron ver cómo algunos legionarios yacían sin vida, al parecer asesinados por sus propios compañeros. Lucio y Cayo se dispusieron a defender la tienda donde se encontraban, pero estaba rodeada. Un combate caótico estalló en la oscuridad, legionarios contra legionarios. No tardaron en darse cuenta de que los legionarios "traidores" lucían un extraño brillo en los ojos, que llevaban todo el rato desenfocados, como si no fueran ellos mismos. En los avatares del combate aparecieron escalonadamente Tito Acadio, Octavio Tulio, Calisteos y Cayo Lutacio con algunos componentes de su guardia personal. Algunos ataques por sorpresa les convencieron de que no debían fiarse de sus propios aliados, pues en determinados momentos, algunos de ellos desenfocaban los ojos y se volvían contra sus compañeros. Parecía que los militares iban cayendo poco a poco en las garras de algo que los controlaba. Tiberio, Idara, Meridio, Heráclides y los teúrgos de Minerva sacaron a Galeno fuera del campamento, por la puerta oriental. Allí, lejos del fragor del combate, Idara pudo escuchar una especie de salmos o cánticos que procedían del lado norte. Instigada por su curiosidad, se dirigió hacia allí, seguida por los demás. Sus sospechas de que algo estaba poseyendo a los legionarios se confirmaron al ver ante la costa alejandrina una pequeña congregación de figuras vestidas con túnicas y capuchas recitando algo que parecían oraciones -en un idioma que parecía mesopotámico, según Heráclides- que les ponían el vello de punta. Una mujer se encontraba arrodillada entre ellos. Una mujer altísima, encapuchada y de piel clara. En sus manos sostenía un disco dorado, exactamente igual que el que poseía Idara, al menos eso parecía desde aquella distancia. Tiberio utilizó el orbe que habían encontrado en la entrada al Laberinto, en Cnossos, que áún no entendía bien, pero que le permitía ver a través del Velo. Para su pavor, vio que les rodeaban multitud de daemoni y que la propia mujer del sello tenía a su alrededor algunos de ellos en ademán protector.


Sin muchas esperanzas, Idara lanzó una flecha hacia la mujer, con la gran fortuna de impactar en su torso. No hizo una herida profunda, pero sí fue suficiente para detener la invocación, hechizo, ritual, o lo que quiera que fuera aquello. La herida pareció volverla loca. Se giró hacia dos de sus "sacerdotes" y los mató con un solo gesto, con sus últimas fuerzas. Los cuerpos de los asesinados no tardaron en descomponerse en miles de escarabajos que se dirigieron a gran velocidad hacia el grupo de Idara y el campamento. Corrieron.

En el interior, Lucio y los demás habían sido ya rodeados por filas y filas de legionarios, que despertaron de su trance. Entonces llegaron los escarabajos, que no eran muy peligrosos pero entretuvieron lo suficiente al grupo y los legionarios como para que los extraños desaparecieran sin dejar rastro.

Los legionarios exigieron explicaciones a los personajes, pensando al principio que todo aquello había sido culpa suya, pero entre Cornelio y Lutacio pudieron aplacar los ánimos y no llegó la sangre al río. Resuelta la situación, bajaron por la parte norte, donde Idara y Tiberio habían visto a los extraños practicando el ritual. Ni rastro, excepto por una ligera neblina.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 57


Cuando Leyon despertó por la mañana, hacía rato que Selene se había marchado. Una de sus apóstoles le invitó "con amabilidad" a salir de allí rápidamente. No tuvo más remedio que hacerlo. El rápido vistazo que le dio tiempo a echar a la habitación reveló que el arcón con las Kothmorui ya no se encontraba allí.

Se dirigió rápidamente a los aposentos de Demetrius, donde le informó sobre las seis Dagas Negras que obraban ahora en posesión de Selene. El bardo se vistió apresuradamente y salieron a encontrarse con el resto del grupo. Al abrir la puerta, se toparon de frente con Azalea, que venía a visitar a Demetrius. Éste le dijo a Leyon que se adelantase, luego acudiría a reunirse con ellos.

Azalea y Demetrius se expresaron su mutua alegría por la recuperación de Eltahim. Tras la charla trivial, Azalea adoptó una pose más seria. Esa mañana se había despertado pronto y había salido a los jardines; allí se había encontrado con Selene. Ésta le había propuesto entrar a su servicio, como una de sus apóstoles. Le había mostrado el poder que podría llegar a conseguir, y lo más importante, le había prometido venganza por las muertes de su padre y de su hermano que había tenido lugar en Haster. Azalea le preguntó su opinión. Demetrius abrió la boca, incrédulo, pero intentó mantener la compostura y razonar con su mujer.
  —No te obligaré a hacer nada ni a elegir nada, Azalea, pero mi consejo es que no aceptes —Demetrius tomó la mano de su esposa entre las suyas—. Lo que sí te pido es que lo pienses muy bien, y si puedes, espera un poco más a que se despeje nuestra situación con Selene. Sigue sirviendo a la Sombra, y no podemos ignorar ese hecho.

Azalea le contestó que le haría caso, que esperaría un poco más antes de dar la respuesta, pero la vida entre los Paladines de Emmán, aunque tranquila, la estaba desesperando, y la muerte de sus parientes la estaba carcomiendo por dentro. Demetrius le ofreció el consuelo que necesitaba y le prometió hacer lo posible por castigar a los culpables.

Tras la conversación, Demetrius intentó encontrar a Selene en sus habitaciones, pero la elfa no se encontraba allí. Una de sus apóstoles afirmaba ignorar dónde se encontraba o cuándo volvería.

Entre tanto, Leyon había acudido a hablar con Ezhabel y se dirigió junto con ella a la Sala Blanca. Allí se encontraron con Ayreon, que se encontraba estudiando los papeles que había cogido del escritorio de Trelteran, un tanto obsesionado. Demetrius llegó a continuación y compartieron el asunto de las Dagas Negras. Empezaron a discutir sobre la conveniencia de reunir tantas de ellas sobre una misma persona, del aislamiento de Selene y de si sería capaz de levantarlo con las Dagas. Inconscientemente, Leyon pensó en Adens al hablar del aislamiento. Para su sorpresa, éste no tardó en presentarse en la sala. Adens era de confianza, así que también le contaron el asunto. Al preguntarle por la posibilidad de que Selene pudiera anular su propio aislamiento, Adens respondió que lo mejor sería hablar con sus superiores, que tendrían más conocimientos sobre el asunto. El resto de Rastreadores, por consiguiente, no tardó mucho en llegar.

Tras exponerles toda la situación, o mientras lo hacían, Doros comentó el hecho de que Arixareas había hablado con Selene esa misma mañana. Éste dirigió una mirada de reproche a su subordinado, que no pareció reparar en ella. Doros y Naxaus, por su parte, también habían hablado con Selene esa mañana. La kalorion había estado muy activa. A todos ellos los había intentado tentar ofreciéndoles poder y la Revelación del Albor. Además, les había ofrecido una nueva base de operaciones, quizá un templo, para los Rastreadores y riquezas y recursos sin límite. Un silencio incómodo se hizo en la sala. No dejaban claro con su actitud si habían aceptado o no.

Demetrius tomó la palabra, y profirió un elocuente discurso hablando de la Sombra y, concretamente, de la situación y motivaciones particulares de Selene. Por lo que habían conocido de ella, su única debilidad y mayor motivación era la protección de la raza elfa y sus tradiciones, lo que chocaba frontalmente con las creencias más tradicionales de los Rastreadores. [pifia en la reacción de Arixareas] El miembro del Consejo de los Rastreadores se quedó pensativo un momento, meditando las palabras del bardo, y asintiendo para sí mismo. Respondió con un escueto:
  —Sí, creo que tenéis razón. Está intentando engañarnos.

Contenidamente, todos los personajes dejaron escapar un suspiro de alivio.

La discusión se prolongó unos minutos más, sin llegar a conclusiones concretas. Decidieron visitar las cámaras de la Torre para ver si seguía allí la tercera de las Dagas Negras que Selene había poseído originariamente y hacía tiempo que habían perdido de vista. La Daga no estaba allí. Los Rastreadores se marcharon, esperando noticias del grupo.

Esa tarde Ayreon recibió una canalización procedente de uno de sus paladines: Hassler, que había quedado en Doranna junto con Rimen -el paladín capaz de multiplicar el grano- a las órdenes de Treltarion. La sensación transmitida era de "peligro" y "urgencia". Ezhabel se encontraba en ese momento en Haster para consultar ciertos asuntos con Rughar, así que decidieron ir allí para buscarla. En Haster se encontraron con Heratassë y Elsakar, y también se reunió con ellos Selene, que estaba "arreglando unos asuntos", según sus propias palabras. Ayreon le expuso la situación a Ezhabel y decidieron trasladarse sin más demora al patio de armas de Lainirial. Heratassë se encargó de ello.

La niebla blanca y lechosa los envolvió. El frío era intenso y la sensación de tristeza los invadió. Habían entrado en el Palio de nuevo. ¿Lainirial había sido absorbida? Ezhabel cayó de rodillas, impactada e intentando suicidarse. Ayreon también cayó, abrumado por la pena -y por la pérdida de Emmán-. Leyon y Heratassë soportaron la sensación estoicamente, y el primero evitó que Ezhabel clavara su espada en su propio vientre. Heratassë intentó sacarlos de allí instantáneamente, pero por alguna razón no pudo. Engendros demoníacos no tardaron en hacer su aparición. [Punto de destino de Leyon] Heratassë, llevando sus reservas hasta el límite, consiguió teleportarlos en el último momento, cuando el frío que desprendían las sombras se empezaba a hacer insoportable para la mayoría de ellos. De nuevo en Haster, Demetrius se reunió con ellos. Y Carsícores también se unió a la expedición, en previsión de próximas "visitas" al Palio. El bardo procedió a abrir un portal hasta la ciudad donde se encontraba destacado lord Ergialaranindal, más al sur. Esta vez aparecieron en una de las calles que salían de la plaza central sin contratiempos. Pero alrededor de ellos, la ciudad estaba revuelta. Soldados y civiles se afanaban en sacar sus pertenencias de los edificios para encaminarse hacia el sur, abandonando la población. No tardaron en encontrarse con Dailomentar, uno de los Guardias Carmesí del Primarca. Cuando el ilvo vio a Ezhabel, no pudo evitar que la emoción acudiera a sus ojos, aunque no la transmitió a su rostro. Se pusieron al corriente de todo rápidamente. Al parecer, Lainirial había sido engullida por la niebla pálida que procedía del norte, la cual había iniciado su avance rápidamente hacia el sur hacía unos días. Ahora se estaba acercando rápidamente a donde se encontraban. La niebla se podía ver por sobre los edificios, hacia el norte. Se encontraron también con Hassler y Rimen, los discípulos de Ayreon, que se unieron a la comitiva, enardecidos por la presencia de su Gran Maestre.

Corrieron hacia el norte de la ciudad. Entre la multitud podían verse aquí y allá miembros del movimiento nihilista que había puesto en jaque el gobierno de Doranna, gritando que se arrepintieran, que el fin ya estaba allí. No pudieron evitar que Selene, rabiosa, matara a un par de ellos. No le costaba matar. Sólo extendía su brazo hacia el objetivo y una Daga Negra aparecía en su pecho. El poder de aquellos artefactos era impresionante.

A medida que avanzaban hacia el norte, la ciudad estaba más vacía. Llegaron a las afueras. Unos cientos de metros de campos cultivados se extendían a sus pies, y más allá, la niebla, que avanzaba inexorablemente. Ante la niebla, una docena de nihilistas se había arrodillado y esperaba su final. Pronto fueron engullidos, sin esperanza de salvación. El viento comenzaba a soplar salvajemente.
  —Es vuestro momento, Elsakar. ¡Detened la niebla, tal como hicisteis en la meseta del Vyrd! —dijo Ayreon, alzando la voz.
  —¡Pero no tengo ni idea de lo que hice allí, Ayreon! —contestó Elsakar, con potente voz— ¡Ni siquiera sé por qué lo hice!
  —¡Pues debéis intentarlo, o toda Doranna será engullida sin remisión! —gritó Ezhabel.

A pesar de que era cierto que ya había detenido la niebla una vez, el príncipe adastrita no sabía muy bien qué hacer. Pero se armó de valor y lo intentó. Extendió su brazo hacia la niebla en un gesto que la conminaba a detenerse. Una expresión de esfuerzo comenzó a aparecer en su rostro. Las venas de su cuello se estaban hinchando.

Selene abrió mucho los ojos, y trastabilló, cayendo de rodillas al suelo. Ayreon y Demetrius notaron cómo algo "tiraba" de ellos, o de su fuerza vital, o de su poder... no sabían qué pasaba. Pero Demetrius puso su mano sobre Elsakar, en un simbólico gesto. No obstante, pasó de ser simbólico a algo muy real, porque el bardo notó como Elsakar absorbía en un santiamén su poder, dejándolo inconsciente a los pocos segundos. Carsícores, que se había girado sorprendido hacia Elsakar al mismo tiempo que Selene, había desaparecido de la escena. Tras Demetrius, Ayreon cayó al suelo. Selene intentaba levantarse, inútilmente, mientras miraba con algo muy parecido al terror al príncipe de Adastra. Dailomentar cayó. Los paladines cayeron. Incluso Ezhabel cayó. Elsakar estaba consumiéndolos, a todos ellos. El viento arreció y los sonidos mundanos cesaron, todos excepto la voz de Elsakar, que gritaba desgarradoramente. La niebla llegó, y los envolvió.

...

Despertaron. No se encontraban en el Palio, sino que seguían en Doranna, aunque eso sí, rodeados de niebla, pero niebla natural (o al menos eso parecía). Tras recuperarse durante unos instantes, volvieron a la ciudad. Selene y Carsícores miraban con respeto -o quizá temor- a Elsakar, que aunque mostraba signos de fatiga, estaba fresco y lúcido. Ezhabel le dio las gracias al príncipe. Éste le quitó importancia; lo único que había hecho era desear con todas sus fuerzas que se detuviera.

Los últimos elfos estaban saliendo de la ciudad, aunque ya sin prisa. Se reunieron con Ergialaranindal, Eltharion, Fentarin, Ar'Kathir, Gerudarial y la Guardia Carmesí. Dailomentar y Demetrius narraron todo lo ocurrido, para asombro de los cabecillas elfos, ilvos y hidkas. Todos dieron las gracias a Elsakar, que las aceptó con un leve asentimiento. Al preguntarles por el paradero de los líderes ausentes, los semblantes serios volvieron a la escena: Treltarion, Urmazan, Cirandil y Aldarien habían sido engullidos por la niebla. Treltarion había tratado de salvar Lainirial hasta el último momento, haciendo gala de un coraje sin igual. El grupo intercambió miradas: tenían que acabar con aquello de una maldita vez.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 56


Mientras los Rastreadores y Adens se ponían al corriente de sus respectivas situaciones, entraron en Emmolnir, la torre de los paladines de Emmán, donde les recibieron Randor y Jasafet. Había movimiento en el patio de armas; según les informaron, acababa de llegar Regar de Khoul con la recaudación de impuestos y el diezmo para la Orden de Emmán. Su comportamiento había sido intachable y, siguiendo las instrucciones de Ayreon -y sus propias convicciones-, no había cobrado impuestos a los más necesitados. Algún que otro juicio había hecho falta, pero se había resuelto con justicia y equidad. Ayreon asintió, satisfecho.

Al ver que se acercaban, Regar de Khoul dejó a los paladines encargados del recuento y se dirigió respetuosamente a Ayreon. Le pidió hablar con él en privado, así que Ayreon, Randor y Regar se reunieron en una pequeña estancia y todos los demás (Demetius, Ezhabel, Leyon, los kaloriones y sus apóstoles, Heratassë, Adens, Arixos y los Rastreadores que se presentaron como Arixareas, Doros y Naxaus) les esperaron en el despacho principal, la Sala Blanca.

Lo primero que le preguntó Regar de Khoul a Ayreon fue si tenía alguna noticia del paradero de Aryatar, el hijo del rey Nyatar. Durante meses había estado con el caballero recaudando los tributos, y de repente, hacía un par o tres de semanas, había desaparecido de repente, presuntamente increpado por una carta de su padre. Desde entonces no había tenido noticias de él, y estaba preocupado. Regar y Aryatar habían trabado una amistad curiosa pero sincera. Ayreon, fiel a sus convicciones de no mentir, le explicó como pudo toda la historia tal y como había sucedido. Cuando contó que Aryatar había resultado ser un kalorion, Regar no pudo dar crédito a lo que oía. Era imposible saber si Aryatar era un simple receptor del "yo astral" del kalorion o era realmente uno de ellos con el aspecto alterado, pero Ayreon procuró tranquilizar al caballero asegurándole que en el momento en que supieran cómo ayudarlo, lo harían. Ante esto, Regar expuso un nuevo problema: si la Sombra tenía capturado a Aryatar, nada les impediría extorsionar a su padre para que dejara el combate, y en ese caso estarían perdidos. Tenía razón, pensó Ayreon, y eso añadía una nueva preocupación a las ya existentes.

Una vez quedó claro el asunto de Aryatar, Regar abordó el motivo principal de su conversación con Ayreon y Randor. Traía noticias del sur: la Sombra había conseguido romper el frente desplegado a lo largo del río Ilven y estaban comenzando a avanzar peligrosamente hacia Emmolnir (además de rodeando a las tropas ilvas y humanas). Al menos tres pueblos relativamente importantes no pudieron recibir la visita de los recaudadores por estar ya ocupadaos por contingentes de la Sombra. Era urgente ayudar allí si no querían ver la torre asediada en cuestión de tres meses como mucho. Randor tomó la palabra, reprochando -suavemente- a Ayreon no haber dedicado más tiempo a madurar la situación de Esthalia. Pidió permiso para dirigirse al país del que era el gobernante legítimo y organizar allí la resistencia, que era nutrida y activa. Tras meditarlo unos momentos, Ayreon aceptó que Randor viajara a Esthalia, dándole una escolta de veinte paladines para movilizar a los restos de los caballeros esthalios que quedaran por allí; de esa manera, la Sombra tendría una preocupación en su retaguardia y esperaban hacer que dejara de avanzar.

Mientras tanto, el resto del grupo aprovechó para hacer las presentaciones. Los Rastreadores recién llegados fueron presentados por Adens como Arixareas, miembro del Consejo, Doros, y Naxaus. Por lo poco que pudieron hablar antes de la llegada de Ayreon, Randor y Regar, dedujeron que Arixareas debía de ser un Rastreador "conservador", de los que afirmaban que el Albor no era otra cosa que la llegada de su Dios Daar a la tierra, mientras que Doros, era un Rastreador mucho más "radical", de los que afirmaba que las tradiciones orales no dejaban claro qué significaba "el Albor" y podía ser cualquier cosa; afirmación compartida por Arixos y Adens, por suerte. Naxaus, tan atractivo y agradable que casi resultaba ofensivo, era una persona mucho más opaca, con lo que sobre él poco pudieron averiguar. Arixareas se lamentaba de que Urion había engañado a gran parte de ellos presentando a Khamorbôlg como su dios renacido. El gran poder de éste había cegado a muchos de ellos, que lo aceptaron enseguida. No obstante, últimamente se habían levantado muchas voces discrepantes entre ellos acerca de la veracidad de las afirmaciones de Urion, hasta llegar al episodio del enfrentamiento con los personajes y Adens, donde algunos de ellos decidieron romper definitivamente con el kalorion. En todo el proceso, los Rastreadores habían sido divididos entre el Palio, sirviendo a Khamorbôlg, y Puerto Reghtar, la ciudad-frontera de Krismerian, como servidores del viejo ciego.

Ayreon y Randor llegaron en ese momento. Fueron presentados y al instante la tensión se tendió entre el Gran Maestre paladín y el líder de los Rastreadores en la sala, Arixareas. Tras algunos reproches y palabras afiladas, los Rastreadores contaron que, con ayuda de sus extraños poderes, habían creado un vínculo de unión forzado entre Khamorbôlg y Urion y su deidad, el llamado Korvegâr. De esa manera podían disfrutar del poder del Dios Oscuro por la fuerza, sin necesidad de que éste les concediera su favor. Unos momentos de silencio se hicieron entre los presentes, asombrados todos ellos por las revelaciones y las enormes capacidades que tenían aquellos Rastreadores. Superada la primera impresión, la discusión comenzó. Selene y Carsícores insistieron en la necesidad de atacar duro a Trelteran, ante la insistencia de los demás de tener prudencia. Los Rastreadores, al parecer ayudados del poder encerrado en sus pendientes, no tardaron en deducir la verdadera naturaleza de los tres kaloriones presentes en la sala. Nadie podía hablar tan a la ligera de atacar a Trelteran si no era a su vez un kalorion. Mientras los Rastreadores hablaban, se hizo evidente para Demetrius que eran capaces de mantener contacto telepático. Arixareas preguntó a Ayreon directamente sobre la verdadera naturaleza de aquellos tres, y el paladín tardó en contestar, lo que el umbrio se tomó como una ofensa personal, agravando todavía más la situación entre ellos dos. Pero no llegó la sangre al río y finalmente los Rastreadores acordaron colaborar.

En la conversación subsiguiente se dedicaron a decidir su curso de acción. Selene se mostraba, junto con los Rastreadores, favorable a reunir el máximo número posible de ellos -claramente, con intención de anular el aislamiento que la separaba del Señor Oscuro-. Los otros dos kaloriones y el resto de los reunidos abogaban por atacar directamente a Trelteran y así eliminar un jugador o hacer que se uniera a ellos. Los Rastreadores acordaron apoyar el ataque a Trelteran siempre que inmediatamente a continuación procedieran a liberar a sus hermanos.

Tras la reunión, un sirviente apareció en los aposentos de Ayreon, donde el Gran Maestre se encontraba descansando. Reomar, el paladín que había visto a Églaras, había despertado al fin. Pero estaba un poco extraño, no sabía explicarlo. Ayreon corrió a entrevistarlo. Reomar le relató que había presenciado una ceremonia nocturna, escondido entre la sombras, presidida por un anciano ciego -que no podía ser otro que Urion- y un gran número de congregados vestidos de verde oscuro y con pendientes en sus orejas -a todas luces, Rastreadores del Silenciado-.

—No he visto en mi vida invocación tan poderosa. Un flujo de poder conmovió mi misma esencia, dejándome apenas consciente. Vomité y me arrodillé, rogando a Emmán que aquello no acabara conmigo. Cuando pude abrir los ojos, uno de los individuos tenía los brazos alzados hacia el cielo, y en sus...

Avísala —dijo de repente el paladín Reomar, con una voz profunda e inquietante, y una expresión tenebrosa en el rostro.

Ayreon abrazó el poder de Emmán rápidamente. Pero Reomar siguió hablando como si nada hubiera sucedido.

—...manos estaba ella, la Espada de la Virtud, la Esperanza de la...

Avísala, ¡AHORA! —de nuevo la voz y el cambio de actitud. Pero de nuevo nada sucedió. Reomar no parecía darse cuenta de sus arrebatos.

—...Luz, el Arcángel de Emmán, Églaras. No tenía el mismo aspecto que la última vez que la vi en vuestras manos, pero sin duda era ella, incluso la oí cantar en mi mente. Intenté moverme, pero el malestar anterior había dejado mi mente lenta y mi cuerpo torpe. Tropecé. Y alguien me oyó.

Trae a Selene, estúpido. —Ayreon comenzaba a entender. La mente de Reomar sin duda servía de receptáculo a una segunda, quizá un kalorion, que por algún motivo no había podido tomar el control.

Ayreon mandó a un sirviente en busca de Selene y habló con Reomar acerca de su problema. Era la primera noticia que tenía el paladín, que no había notado nada, ante su consternación. Ayreon lo consoló y terminó su historia.

—Alguien me oyó y sentí un golpe. Me debatí como pude y, no sé muy bien cómo, conseguí llegar a mi caballo y huir, no sin ante sufrir estas feas heridas —se señaló el costado, donde gracias a los poderes de Ayreon no quedaba ni rastro de herida alguna. Reomar expresó su agradecimiento con una breve mirada, cuando Selene entró por la puerta.

La kalorion fue informada por Ayreon de la circunstancia, y se acercó a la cama. Allí, el paladín postrado y Selene se miraron en silencio durante largos instantes. Finalmente, la mujer se giró hacia Ayreon, haciéndole prometer que guardaría el secreto que le iba a contar. Éste así lo hizo, no tenía mucha elección, y Selene le contó que en aquel cuerpo estaba el "yo astral" del kalorion llamado Tenthalus. Después del incidente en Haster -Tenthalus no era otro que lord Mauvros, muerto por la Daga Negra de lady Eleria- había quedado maltrecho y sin el suficiente poder para reencarnarse muchas veces más. No podría hacerlo más. Eso quería decir que, si Reomar moría, un kalorion dejaría de existir. Ayreon no se sintió tentado ni un segundo por tal pensamiento, por supuesto. Según lo que le había contado Tenthalus, Selene contó que Urion había interpretado bastante libremente las leyendas de los Rastreadores y algunas más, y había llegado a la conclusión de que la clave para que la Sombra triunfara en el conflicto actual era que los Brazos de la Luz nunca llegaran a reunirse en su totalidad. Mientras Églaras estuviera en su poder, ese objetivo estaba cumplido.

Sin más tardanza, se aprestaron para atacar la mansión de Trelteran, como habían decidido previamente. Llegarían de la única manera posible, a través del Mundo Onírico, a pesar del riesgo que correrían. Demetrius se puso el anillo que había pertenecido a Dalryn, la prometida de Leyon, y se quedó dormido en cuestión de breves instantes. Selene consiguió, con gran esfuerzo, introducir a Demetrius físicamente en la Realidad Onírica, junto con ella. Ayreon se durmió y apareció en la realidad alternativa. También llevaron con ellos a varios Susurros de Creá, que actuarían en caso de peligro. Y fue una idea sumamente acertada, porque cuando llegaron a la vista de la representación onírica del Kreghärmanza -un enorme castillo con forma de dragón tallado suspendido en la nada que era el mar allí- los recibieron una docena de Guardianes de los Sueños, las enormes criaturas grises y sin rostro. Los Susurros, casi agotándose hasta el límite y con ayuda de Selene y sus Dagas Negras y las capacidades de Ayreon, pudieron dar cuenta de los monstruos seres. El agotamiento les pasó factura, y sólo quedaron junto a Ayreon, Selene y Demetrius Ordreith y uno de sus compañeros.

Un último salto y aparecieron en el Sanctasantórum de Trelteran. Su representación en el mundo onírico era la de un gran palacio de suntuosidad extrema. Selene y Demetrius salieron al Mundo Real. La bodega del barco insignia de la Sombra estaba habilitada como una gran sala en penumbra donde se veían libros, pociones y escritos por doquier. Un trabajado escritorio presidía la estancia, con multitud de pergaminos y cajones. Estanterías pobladas de pergamino y manuscritos se extendían hasta la otra parte de la habitación, donde había una cama con dosel sobre la que se inclinaban tres figuras con túnica y capucha negras -evidentemente, apóstoles de Trelteran-. Antes de que nada pudiera pasar, Demetrius abrió un portal hasta Emmolnir, donde esperaba el resto del grupo. Rápidamente despertaron a Ayreon y se apresuraron a atravesarlo.

En el barco, las tres figuras vestidas de negro se habían girado y habían comenzado a canalizar poder. Uno de ellos consiguió arrebatar unos segundos el alma de Demetrius, hasta que sendas Dagas Negras acabaron con él y otro de sus compañeros. Selene se apresuró a poner la redoma que el apóstol había usado para apresar el alma del bardo en la boca de Demetrius y abrirla para devolverlo a la vida. Mientras tanto, Heratassë y Ayreon entraban a la estancia a través del portal.

El tercer apóstol había desaparecido, sin duda en busca de ayuda. En la cama había alguien tendido. Y la nariz aguileña no dejaba lugar a muchas dudas: Trelteran. Demetrius y Ayreon corrieron a la cama, mientras Ezhabel y Leyon entraban por el portal. El kalorion no parecía respirar, parecía muerto. Pero quizá era así como quedaban cuando se trasladaban para poseer otro cuerpo. No sabían qué pensar. Demetrius arrancó la redoma que contenía a Nirintalath del cuello de Trelteran. Selene dio rápidas instrucciones a Heratassë y Leyon para que trasladaran un pesadísimo cofre que había en un rincón a través del portal hasta Emmolnir. Así lo hicieron. Ezhabel, con gran fortuna, descubrió rápidamente trío de redomas, una de las cuales era sin duda la que albergaba el alma de Eltahim. Las agarró ávidamente. Por su parte, Ayreon cogió un buen puñado de los papeles que había sobre el escritorio. En ese momento, seis figuras de negro se materializaron en la instancia. Casi era visible el poder que emanaban: se encontraban enlazados al estilo de los paladines de Emmán, potenciando muchas veces su poder. Murakh, viendo una oportunidad única de saquear el santuario de Trelteran, ya había entrado en la estancia y los teleportó a regañadientes. Demetrius cerró el portal. Lo habían conseguido.

Ezhabel entregó las tres redomas que había conseguido a Demetrius, que se emocionó y corrió hacia las habitaciones de su amada. Selene impartió órdenes para que varios sirvientes llevasen el cofre a sus aposentos, y todos siguieron al bardo hasta la cama de Eltahim. Allí, Ayreon utilizó sus poderes para averiguar cuál de las tres ampollas era la correcta, y Selene dio instrucciones a Demetrius, diciéndole cómo debía utilizarla. El bardo puso la redoma en la boca de su mujer y la abrió suavemente. A los pocos instantes Eltahim abrió los ojos y se abrazó a Demetrius, que lloraba profusamente. Los dejaron solos. Loryn y Azalea no tardaron en llegar, acompañadas de los niños, para abrazarse a Demetrius y Eltahim y llorar de alegría.

Mientras salían de las habitaciones de Eltahim, Leyon dio las gracias a Selene por todo lo que había hecho. La elfa lo miró larga y apreciativamente, y sensualmente, lo invitó a ir a sus aposentos. Allí, la kalorion abrió el cofre ceremoniosamente. A la vista de Leyon quedaron expuestas nada menos que ¡seis! Kothmorui, seis Dagas Negras de Trelteran. Dagas que llamaban a Leyon peligrosamente. Pidió a Selene por favor que cerrara el cofre. Ésta así lo hizo, asegurandose de que su olor y calor fueran percibidos por Leyon. Pasaron la noche juntos, una noche de pasión y sudor.

Cuando Eltahim cayó dormida, Demetrius acudió a la Sala Blanca de Ayreon, que se encontraba estudiando los papeles que había conseguido en el escritorio de Trelteran. Allí, le dio la redoma que contenía el alma de Nirintalath, para que el paladín se la diera a Ezhabel tomando todo tipo de precauciones. Al coger la redoma, Ayreon tuvo una de sus visiones, ésta sorprendentemente lúcida: el enano Zuron forjando de nuevo a Nirintalath bajo un estandarte de la luz mientras un estandarte de la Sombra se hundía en la oscuridad. Inmediatamente se dirigió a entregarle la redoma a Ezhabel, que la recibió conteniendo la emoción y les dio un gran abrazo al paladín y al bardo. Realmente la semielfa había llegado a estimar al Espíritu de Dolor... esperaban, por el bien de todos, que eso fuera una cosa buena...

miércoles, 10 de agosto de 2011

Mapa Histórico Interactivo

En GeaCron he visto una cosa que me ha parecido muy interesante como herramienta de documentación para juegos de rol históricos, o como simple referencia para satisfacer nuestra curiosidad en asuntos de historia.

Se trata de un Atlas Histórico Mundial Interactivo que abarca desde el año 3000 a.C. hasta la actualidad, mostrando las fronteras y las naciones existentes en cada año del período. Tremendo.



La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 55


—¡Estúpidos, la mansión de mi señor se encuentra a salvo lejos de aquí, a bordo del Krëgharmanza! —gritó Durgon, sorprendiéndose a sí mismo.

El desánimo se apoderó del grupo cuando el apóstol de Trelteran reveló la localización de su señor. Si realmente la guarida de Trelteran era en realidad el barco insignia de la gran flota de la Sombra, el acceso a ella resultaría mucho más difícil de lo que hubieran podido imaginar. De pronto, Leyon pareció recordar algo:

—Me pregunto qué habrá sido de los entes que parecían proteger a este...

No pudo acabar la frase. Como si hubiera previsto los acontecimientos, dos bestiales figuras se materializaron entre ellos y la puerta, y una de ellas arremetió brutalmente contra Demetrius, que se estrelló contra el lateral de la tienda con una pierna rota e inconsciente.

Sin darles tiempo ni a respirar, los demonios estallaron en un fulgor de fuego blanco que desató un pequeño infierno en el pabellón de campaña donde se encontraban. El aire mismo pareció incendiarse y consumirse, abrasándoles los pulmones. La tienda estalló en llamas. Resistiendo como pudo, Leyon empuñó a Ecthelainn y se lanzó al ataque. Afortunadamente, Heratassë se encontraba presente y entre Leyon y él no tuvieron problema en encargarse de los inmundos seres. Ayreon tuvo trabajo de sobra para recuperar a todos los que habían sufrido algún daño. Por suerte Durgon no había sufrido demasiado con el ataque y pudieron seguir interrogándole. Insistieron sobre la guarida de su señor Trelteran, a lo que el apóstol insistió en que se encontraba en el barco negro, el orgullo de la flota. Trelteran accedía a ella y la abandonaba habitualmente a través del Mundo Onírico, como también hacían todos sus apóstoles. Realmente iba a ser más difícil de lo previsto acceder a ella, si era la única manera de llegar. Cuando el interrogatorio hubo concluido, Demetrius recurrió a sus habilidades para dejar al arrogante apóstol en un profundo sueño comatoso.

A partir de ese momento se sucedieron un sinnúmero de interminables conversaciones con Selene, con Heratassë, con la cúpula emmanita y todo aquél implicado en el siguiente paso de los personajes, para tratar sobre cuál iba a ser su próximo movimiento y cómo lo llevarían a cabo. Ayreon, por su parte, impartió instrucciones para la organización de una gran ceremonia religiosa la mañana siguiente con el fin de poder contactar con Emmán e intentar conseguir inspiración divina.

Al amanecer, la torre al completo se encontraba congregada en el gran patio que se extendía a los pies del Balcón de Sermones, expectante. Primero Ibrahim y después Ayreon profirieron sendos discursos alegando a la sabiduría de Emmán y enardeciendo los corazones y la fe de los reunidos. No menos de cinco horas pasaron desde el inicio del discurso del padre Ibrahim hasta la petición de Ayreon de silenciosa oración por parte de los presentes. Durante ese tiempo, a los ojos de los presentes más ajenos al éxtasis emmanita, la luz de la mañana fue haciéndose más clara y resplandeciente, de manera que todo aquello de color blanco la reflejaba hasta hacer que los ojos no pudieran soportarla. El aire se hizo más cálido y reconfortante, y las nubes desaparecieron del cielo dejándolo con un tono azul tan puro y perfecto que daba ganas de llorar. Miles de pájaros cantaban por todas partes y el sonido de las hojas de los árboles meciéndose en el amable viento les llegaba claramente, todo alrededor rebosaba de vida. Y Emmán contestó a la súplica del Gran Maestre Paladín. Ayreon transmitió su deseo de conocer cuál era la identidad del nuevo dios de la Sombra que ahora sentía en la Esfera Celestial, y un concepto más que una palabra tomó forma en su mente: Norafel. Se estremeció. ¿Era posible que el Arcángel que tomaba la forma de Églaras en esa realidad hubiera ascendido y sufrido ese cambio tan radical? Desde luego, siempre le había transmitido unos conceptos bastante laxos de las virtudes emmanitas, pero de ahí a pasar a las filas de la Sombra...

[Tras la misa, y gracias a su interpretación, Ayreon ganó un punto de destino que gastó al instante para provocar un acontecimiento favorable]

Una figura montada a caballo y con apariencia de haber sufrido mucho traspasó la puerta del patio. Un paladín, uno de los que Ayreon había enviado en busca del Grial -que ya habían encontrado en el Palio en poder de Khamorbôlg- y todavía no habían vuelto. Reomar se llamaba. Su aspecto era lamentable, vencido por el agotamiento y las heridas. Antes de caer inconsciente, sólo alcanzó a murmurar: "la he visto, la he visto con mis propios ojos... Églaras.... Ayreon se estremeció ante la mención del representante de Emmán en esta realidad, ¿cómo sería esta vez, si no se trataba de Norafel? Llevaron rápidamente a Reomar a una de las habitaciones de la torre, donde descansaría durante más de veinticuatro horas.

Tras mucho considerar pros y contras, decidieron liberar a Durgon con un mensaje para su señor Trelteran, convocándolo a mediodía del día siguiente en un punto conocido de la costa cercana a Haster. Mientras tanto, Demetrius pasaría gran parte de su tiempo con sus mujeres y niños, Ayreon se dedicaría a la administración de los asuntos de la torre y Ezhabel y Leyon a descansar lo máximo posible -y a rezar a sus respectivos dioses-.

El mediodía del día siguiente, Heratassë los trasladó al punto donde habían convocado a Trelteran. A los pocos instantes se materializaron tres figuras desde el Mundo Onírico, que reconocieron como los apóstoles Efeghâl, Elgenor y el propio Durgon. Anunciaron que los enviaba su señor para tratar con ellos. Ayreon les dijo que tenían información importante para Trelteran y que querían verlo en persona. Tras algunos momentos de tensión, Trelteran se materializó también. Como siempre, su presencia hacía sentirse incómodos a todos los presentes. Al cuello llevaba la redoma verde que contenía a Nirintalath, pero la redoma de Eltahim no se veía por ninguna parte. Sus ojos rojos se clavaron en Ayreon, sin pronunciar una sola palabra, burlones. Ayreon rebulló intranquilo. El kalorion se rió de él y de lo que le tuviera que decir, burlándose, y revelando la información que el paladín había pretendido darle. Estaba más enterado de todo de lo que creían. Incluso les reveló más cosas, como que Urion y Khamorbôlg ya no gozaban del favor del Señor Oscuro y aún así seguían recibiendo sus dones, a pesar de que sabotearon su ceremonia de invocación. Tras su discurso, Ayreon habló sobre el tercer Dios de la Sombra que había aparecido en la Esfera Celestial. La expresión de Trelteran no varió un ápice, pero no hubieran podido decir que la información no lo sorprendiera. Despreció de nuevo a Ayreon, afirmando que si el paladín era capaz de contactar con Emmán, no debía suponer que él no pudiera contactar con Korvegâr. Dirigiendo su atención al grupo, Trelteran reconoció la apariencia de Selene, no así a Murakh, Carsícores y Heratassë, aunque este último pareció infundirle respeto. Selene se acercaba cada vez más al "aguilucho". Parecía estar sufriendo un conflicto interno, que supusieron motivado por las Kothmorui, las dagas negras que llevaba encima. Trelteran les dijo que sólo las dagas negras de Selene valían el precio de devolverles a Eltahim, como pedían. Volvió a insistir a Ezhabel para que le diera su lealtad a cambio de Nirintalath.

Respondieron con un rotundo "no".

Pero Selene parecía ajena a todo, y comenzó a caminar hacia Trelteran abiertamente. Ayreon se interpuso, deteniéndola. El kalorion extendió un brazo hacia el paladín, lo que hizo que Heratassë desatara todo su poder, que todos los presentes pudieron sentir físicamente. Trelteran se envolvió en un brillo plateado. Mientras Ayreon gritaba "¡Murakh, sácanos de aquí!", Demetrius canalizó la capacidad mortal de Mandalazâr hacia Trelteran. No vieron nada más, porque con un ligero tirón se vieron en medio de un tranquilo prado lleno de amapolas que ya conocían: el punto seguro de Murakh. Selene se mostraba ya libre del influjo de Trelteran. Heratassë los transportó rápidamente a Emmolnir, ante la insistencia de Selene, que temía un ataque inmediato por parte del aguilucho y sus secuaces, ahora que sabía que ella poseía dos de las Kothmorui. En la Torre todo estaba en orden y tranquilo.

Esperaron expectantes un día entero poniendo a todos alerta, pero nada pasó. Así que decidieron pasar a la acción de nuevo. Acordaron que buscarían a Arixos, al que Adens había "sentido" cuando habían recibido en Haster la visita de lord Aryatar, príncipe de Ercestria. Ayreon recurrió a la ayuda de una decena de paladines, enlazándose a ellos y llevando a cabo la ceremonia habitual en el nodo de los subterráneos de la torre. En breves instantes detectó a Arixos en una dirección y distancia que, sorprendentemente, indicaban un punto a no más de un día de camino de Haster.

Se trasladaron sin pérdida de tiempo hacia allá, a caballo, sin estandartes ni comitiva. Murakh se encargaría de detectar posibles alteraciones de aspecto en la comitiva del príncipe. Con toda seguridad no podría detectar a otro kalorion, pero sí a apóstoles camuflados. Fueron recibidos por un grupo de guardias, a los que instaron a conducirles hasta lord Aryatar. Así lo hicieron, y los llevaron a una tienda a esperar y asearse. En todo el proceso, Murakh había contado veintidós personas con alteración de aspecto. ¡Veintidós personas! Aquello era más gordo de lo que imaginaban. Adens, por su parte, sentía a Arixos muy cerca. El grupo propuso a Selene liberar el poder de las Dagas Negras si la cosa se ponía fea para "llamar" a Trelteran e intentar que acudiera.

Fueron conducidos a presencia de lord Aryatar, sentado en un lujoso sitial. Según gestos acordados con Murakh, éste informó de que Aryatar no parecía tener el aspecto alterado, pero sí el que parecía su consejero principal, el tal Indoran. Aryatar, displicente como siempre, se dirigió a Demetrius y a Leyon afirmando que tenían suerte de contar con el favor de su padre, que le había insistido en que volviera a Haster a tratar con ellos. El bardo se disculpó por el trato que le habían dispensado en Haster, y le invitó a que compartiera con ellos lo que sabía. Aryatar envió a Indoran en busca de papeles y mapas, y habló de una gran flota que se dirigía hacia Haster acompañada de dragones y otros engendros. Expuso la necesidad de desalojar la ciudad, ante la incredulidad de los personajes. Indoran volvió a entrar en la tienda, sin ningún papel en sus manos. Demetrius comentó el hecho con Selene.




Carsícores en su forma demoníaca
En ese momento, Ayreon perdió su leve contacto con Emmán. Seguía presente, pero inalcanzable. Demetrius notó cómo perdía sus capacidades bárdicas. Murakh y Carsícores abrieron mucho los ojos, al igual que Selene. Estaban siendo aislados de sus fuentes de poder. Carsícores decidió dejar aparte toda templanza y tomó su aspecto real, con un espeluznante alarido y un impacto físico sobre todos a su alrededor. Heratassë lo imitó, brillando al instante con una luz blanca cegadora. Gritos de sorpresa se oyeron por todas partes. Selene empuñó ambas dagas negras y su iris desapareció dejando paso a una negrura de maldad infinita. Carsícores reventó la tienda donde se encontraban revelando un círculo de enemigos rodeándola. Adens comenzó a gritar el nombre de Arixos, desesperado, al igual que Ayreon. Empezaron a restallar explosiones y bolas de fuego, continuamente, muchísimas. Por suerte a Heratassë le dio tiempo a levantar un campo de fuerza que los protegió; el dragarcano tenía las venas del cuello hinchadas como cables, por el esfuerzo de contener todo lo que los enemigos lanzaban. Varios rayos impactaron en Carsícores, que no parecieron afectarle. Ezhabel y Selene comenzaron a sembrar muerte por doquier. Una niebla oscura empezó a alzarse a todo alrededor y varias sombras tomaron consistencia, sombras que despedían un frío extremadamente intenso. Aryatar había desaparecido ya.

Mientras Selene y Ezhabel distraían la atención, Ayreon se acercó a Carsícores para convencerle de que dejara de matar indiscriminadamente y se calmara. El aislamiento había desaparecido ya y pudo emplear sus dotes de paladín para calmar al demonio. Acto seguido, comenzó a utilizar sus poderes contra los no-muertos para expulsar a las sombras que ya amenazaban a Demetrius y Ezhabel. Ésta no sentía la mano del arma, que se había escarchado al golpear a una de las sombras. Gritos de "es Adens", "es Adens, deteneos" se pudieron oir por fin alrededor. Las capacidades de Ayreon probaron ser enormemente efectivas contra las sombras y no tardó en expulsarlas a todas.

Arixos se reunió con Adens, fundiéndose en un contenido abrazo. En torno a ellos, todo era un caos, con gente preguntándose que había pasado, y la mayoría de los que se habían enfrentado a ellos desaparecidos, incluyendo a Aryatar. Aparte de Arixos quedaban tres Rasteradores del Silenciado en la escena, los cuales estrecharon a su vez la mano de Adens.

Mientras los Rastreadores se saludaban, comentaron el hecho de que Trelteran no había aparecido durante el enfrentamiento, y según Selene, era seguro que había detectado el poder desatado de las Kothmorui, porque las había puesto al límite. Preocupados por que el kalorion hubiera podido atacar Emmolnir, dejaron las presentaciones para más adelante y se trasladaron rápidamente hasta la torre. Allí no había sucedido nada. Parecía que Trelteran había optado por la inactividad.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 54


Leyon comentó al resto del grupo que había visto varios entes invisibles acompañando a Al'Ahedh, y no precisamente acechándolo. La sospecha de que el vestalense era en realidad un kalorion cundió entre ellos. Pero desenmascararlo allí desembocaría seguramente en un conflicto sangriento, con lo que optaron por dejarlo para el futuro.

Ayreon entró en el mundo onírico acompañado por Ordreith con la intención de intentar curar los egos oníricos de los Susurros que se encontraban en estado comatoso. A los pocos instantes de materializarse en esa dimensión, apareció una figura vestida con túnica negra, extremadamente nítida para encontrarse donde se encontraban, con el rostro encapuchado envuelto en sombras. La figura rió despectivamente al verlos. La túnica lo revelaba inequívocamente como un apóstol de Trelteran. Irónicamente, los tachó de imprudentes por estar allí, y en el acto los escudó, como pudo comprobar Ayreon al intentar salir al mundo de vigilia. Una barrera parecida al vidrio, pero intangible, impedía que el paladín pudiera salir de aquella realidad. Se mareó al intentarlo, como si realmente se hubiera golpeado contra el vidrio. Aprovechando la cháchara del apóstol, Ayreon tuvo tiempo de invocar el poder de Emmán, que respondió instantáneamente [hechizo "Voz de la Amistad"]. Ante la estupefacción de Ordreith, el apóstol comenzó a mostrarse amistoso con el paladín, descuidando la barrera que los escudaba de llevar a cabo cualquier acción. Cuando ésta fue lo suficientemente débil, Ordreith convocó de la nada una especie de "daga de sombra", que desprendía una energía vital fortísima y que lanzó con un ademán contra el enemigo. Un suspiro antes de que la daga lo alcanzara, el apóstol desapareció, y con él la barrera. Despertaron instantáneamente en el mundo real, donde Ezhabel, Leyon y Demetrius habían estado tratando de despertarlos durante unos cuantos minutos. Al parecer, la barrera también había impedido tal cosa. Ordreith se mostraba agotado; la invocación del arma onírica consumía gran parte de su energía, y necesitaba comer y beber algo. Así que esa era la forma que tenían los susurros de asesinar en el mundo onírico.

Era evidente que ese apóstol se encontraba cerca de allí, si no no hubiera aparecido tan rápidamente. Discutieron largo y tendido sobre la conveniencia de atraparlo y los riesgos que ello comportaba. Ayreon se mostró inamovible en su convicción de lo inconveniente que era ahora verse envuelto en un conflicto con alguien tan poderoso en el mundo onírico. Decidieron volver a Haster en busca del consejo de Selene. Ésta se mostró de acuerdo, incluso les instó, en tender una trampa al apóstol en el mundo onírico, y no sólo eso, sino que propuso que deberían intentar enfrentarlo a algún otro apóstol. Para ello, les rebeló algo que conmocionó a todos, y mucho más a Ayreon: sospechaba que había un apóstol de Urion entre ellos, y que no se trataba de otra que de Banallêth, la hermana del paladín y señora de los susurros de Haster. Si era cierto, era de las peores noticias que podían recibir. Ayreon, estupefacto, no creyó las palabras de Selene en ningún momento y se indignó cuando algunos miembros del grupo osaron siquiera sospechar de su hermana. Aún así, no le quedó más remedio que atenerse a razones y admitir dudas razonables: su hermana había estado prisionera de los Mediadores, había escapado misteriosamente y habían descubierto ciertas runas espías -o algo más- en sus habitaciones.

Convocaron a Banallêth a su presencia. Shoulen, uno de los apóstoles de Selene, trajo consigo una Vara de Juramento. Antes de exponerla a la Vara, Ayreon le preguntó si se había convertido en un apóstol fiel a algún kalorion. Ella, indignada, contestó que no, y eso le bastó al paladín, que no dudaba de la verdad que veía en los ojos de su hermana. No obstante, el resto se mostró de acuerdo en que jurase sobre la Vara. Demetrius y Ezhabel insistieron en ello. Tras algunos instantes de tensión, Banallêth juró. No era un apóstol ni servía a la Sombra. Satisfechos por fin, Demetrius le pidió permiso para ver en su mente que había sucedido durante su secuestro. Todo estaba borroso, y lo único que pudo sacar en claro fue una conversación de Banallêth con Eleria, cómo ésta le enseñaba la Daga Negra en su posesión y cómo llegaba Vairon y se llevaba a la mujer de forma poco amistosa.

Tras todo esto, Ayreon exigió que todos los presentes se disculparan con su hermana por haber dudado de ella. Y así lo hicieron, incluida Selene, que a pesar de todo no parecía demasiado convencida.

Con más tranquilidad, Demetrius ahondó con sus capacidades bárdicas sobre la historia y capacidades del anillo de Dalryn. Confirmó que había sido creado por Urion, que permitía el paso automático a la dimensión onírica una vez el portador se quedaba dormido -cosa esta última que facilitaba enormemente-. Además, el destinatario de la señal que el anillo emitía en el mundo onírico no era otro que el propio Urion. Eso confirmó, o al menos reforzó, las sospechas de Leyon de que Dalryn había sido asesinada por el kalorion ciego.

Por la mañana, un mensajero apareció con gran premura en las habitaciones de Ayreon. Lord Randor -o, como él lo llamó, "el Padre Randor"- había despertado de su coma. Ayreon, lleno de alborozo, corrió hacia su estancia. Allí se encontraban ya Darius Ladham, el médico de palacio, Selene y lord Dorlen. Se dieron la mano emotivamente. Randor pidió explicaciones sobre su estado y qué había pasado mientras tanto, y una vez que Ayreon y los demás se las dieron, el antiguo rey de Esthalia se quedó descansando.

Partieron junto a Selene hacia Emmolnir para tender la trapa al apóstol de Trelteran. Ayreon, con el anillo puesto, entró al mundo onírico junto a Ordreith y otro de los Susurros. Servirían como cebo. El apóstol tardaba en aparecer, así que Ayreon intentó restaurar el yo onírico de uno de los vestalenses en coma a su estado natural. Tuvo un éxito absoluto [100 natural] y el vestalense despertó en el mundo de vigilia. Había aprendido a sanar el daño que los Susurros infligían en el mundo onírico, gracias a Emmán. En ese momento, apareció la figura vestida con la túnica negra. Selene y sus apóstoles no tuvieron apenas problemas para neutralizarla.

Ayreon salió del mundo onírico, y comenzaron a investigar entre los vestalenses a quién no se podía despertar del sueño. Todos despertaron, a excepción de Al'Ahedh. Así que no se trataba de un kalorion, sino de un apóstol de Trelteran. Controladamente, lo despertaron en el mundo de vigilia. Tras unos primeros instantes de orgullosa resistencia, el saber de Selene y los vestalenses en las artes de la tortura se impuso. Más fácil de lo previsto, Al'Ahedh, que en realidad era el apóstol llamado Durgon, comenzó a revelarles información. Él no era ninguno de los dos apóstoles que habían visto en Haster eliminando a los vestalenses. Al preguntarle sobre la localización del sanctasanctorum de su señor, fue incapaz de contestar, era evidente que su mente tenía algún tipo de compulsión para impedirle revelar ciertas cosas. Sorprendentemente, Ayreon, con un gran esfuerzo, pudo disipar la compulsión sin dañar la mente del apóstol. Éste se sorprendió a sí mismo cuando desveló el paradero de la mansión de su señor, con pelos y señales...

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 53


El asunto más urgente que tenían entre manos era la "normalización" de los Mediadores. Sin que éstos recuperaran su estabilidad mental, era imposible que las cosas en Haster pudieran ir a mejor, y mucho menos afrontar la coronación de Leyon como emperador Trivadálma mediante la ceremonia del Hatyrktas. Ayreon les informó de su relativo éxito en la localización de Mattren Helner, y cómo todos los indicios apuntaban hacia la región de Ágelmar, en la gran isla de Targos. Decidieron que partirían lo antes posible hacia allí para tratar de averiguar algo sobre el mal que aquejaba a los Mediadores, y de qué manera concreta podría Elsakar erradicarlo, como Ayreon había visto simbólicamente en sus visiones.

Viniendo al hilo de todo ello, Demetrius recibió la visita de Willas, Jonas y Hoid y Hannion Bexer, preguntándole por cuándo iba a tener lugar la ceremonia. Demetrius les habló de los Mediadores y de la necesidad de sanarlos de cara a que aprobaran al elegido como emperador. Jonas y los demás ofrecieron toda la colaboración necesaria.

Por otro lado, Dorlen, Robeld y los senescales les ofrecieron información sobre los últimos sucesos de interés acontecidos en Haster. Hacía dos días que habían recibido una misiva del rey de Ercestria, su Majestad Nyatar II, hablando de sus recientes victorias en el Noroeste, donde los cañones habían demostrado ser una máquina destructiva de tremenda eficacia. También habían recibido mensajeros de lady Valemen, que les informaba de todo lo contrario; la presión sobre sus tropas crecía cada día que pasaba con nuevos efectivos llegados del este. Se tomaron las medidas posibles en ese momento, y se enviaron mensajeros a Valemen para informarle de que acudirían refuerzos en cuanto fuera posible.

Ezhabel y Ayreon, con la facilidad para viajar que les proporcionaba ahora tener a Heratassë y a los kaloriones de su lado, se trasladaron a la fortaleza de Nímbalos para informarse de la situación en la Corona del Erentárna. Heratassë y Elsakar les acompañaron. Allí no tardó en recibirles Avaimas y Férangar, el capitán de los alen'tai. Les alegró ver que Avaimas había recuperado su poder, su bastón/arcángel y su estatus de Brazo de Demmerë. Recabaron el consejo de Avaimas en los temas que les ocupaban en ese momento. Sobre el mal que aquejaba a los paladines, el viejo elfo nada pudo decirles. También le preguntaron acerca de las dagas de los enanos hermanas de Tarak-Khâbu, según las inscripciones que Zôrôm les había traducido. Avaimas les habló de Kurag Engelrúnda, el gran maestro herrero, que creó una especie de "dagas de Luz" para contrarrestar las kothmorui, las Dagas Negras de Trelteran. Se hablaba de que las dagas de Kurag eran capaces de anular el poder de las Dagas Negras cuando estaban cerca.

Mientras el paladín y la semielfa se encontraban en Nímbalos, una comitiva relativamente numerosa llegaba a Haster. Se componía de una centena de hombres más varias decenas de sirvientes, encabezada por su Alteza lord Aryatar, el hijo del rey de Ercestria. El príncipe llevaba a su halcón preferido, Picoblanco, posado en su hombro, en una pose habitual en él. Tras ser detenidos unos breves momentos al pie de la ciudadela por las fuerzas fieles a los Mediadores, pudieron seguir su camino hacia ella. Rápidamente, se improvisó un comité de bienvenida compuesto por casi todos los residentes de palacio. Todos los nobles, los kaloriones, Demetrius, Leyon, Adens y los sirvientes de alto rango esperaron en el patio de armas. La comitiva atravesaba ya la puerta exterior y Leyon dio un respingo cuando Adens le susurró al oido:

- Siento a Arixos. Está aquí, cerca, en algún lado, pero no puedo verlo.

Informaron también a Demetrius. Al instante empezaron a sospechar que podía haber algún kalorion en la comitiva, o quizá que Aryatar podría haberse aliado con ellos. La tensión creció.

Desde luego, Aryatar daba la misma sensación de joven orgulloso y descerebrado de siempre, en eso no había cambiado un ápice. Hizo remontar el vuelo a su halcón e instó a Demetrius a que reuniera a los nobles y el gobierno para informarles de algo importante, algo que tenía que ver con la evacuación de Haster. Sorprendentemente para él, el bardo se negó, alegando que no hacía falta hacer cundir alarmas, y lo que tuviera que decir podía decírselo a ellos en privado. Aryatar se detuvo de súbito, indignado. Insistió en que su padre y él habían sido muy amables al cederles las tierras de Haster y ahora ellos no respondían con el respeto debido. Ante la repetida negativa de Demetrius, Aryatar decidió en un arranque de ira marcharse. Volvió a montar su corcel y ordenó que su compañía hiciera lo mismo. Leyon, no demasiado de acuerdo con la decisión de Demetrius, intentó apaciguar al heredero ercestre, pero sin éxito. Así que se marchó por donde habían venido. Al poco rato, volvieron Ayreon y Ezhabel.

Para tratar el tema del viaje a Ágelmar convocaron a toda la gente de confianza, incluyendo en ese grupo a los kaloriones aliados. Murâkh -lord Fergal- alegó que no viajaría allí. Algunos de los suyos ya habían estudiado entrar en la región y habían optado por no hacerlo. Parecía un área fuera del tiempo normal, que impedía el traslado directo. Carsícores -lord Turkainn- afirmó que si Murâkh creía que era mala idea ir, él tampoco viajaría. Selene secundó a los otros dos. Así que los personajes tuvieron que pensarlo aún más. Decidieron que antes de ir a la sede de los Mediadores intentarían liberar a los dragones encerrados por los dragarcanos en las montañas del Yermo Losiar. Ahora, con Mandalazâr, podrían esgrimir el poder necesario para hacerlo. No obstante, todavía no desistieron de averiguar más cosas sobre los Mediadores; también se decidió que Heratassë apresaría por sorpresa a uno de los Nuncios de Haster para intentar sacarle información. Y así lo hizo. El nuncio llevaba una balanza en su muñeca izquierda, aunque no la llevaba soldada al hueso como pasaba en los Mediadores. Cuando Demetrius intentó leer su mente, lo único que vio fue un precipicio, un abismo de negrura insondable al que estuvo a punto de caer. Salvaguardas poderosas debían de protegerlos.

Sin pérdida de tiempo, se trasladaron al valle de Urtah y Marabdis, donde lucía el sol. Pero en cuestión de segundos, una tempestad se desató sobre ellos, y el suelo comenzó a temblar con fuertes sacudidas. Los poderosos elementales los habían detectado al instante. Heratassë comenzó a levitar, henchido de poder. Gritó a Demetrius que canalizara hacia él el poder de Mandalazâr, y éste así lo hizo. Una roca atrapó la pierna de Ezhabel. Ayreon estuvo a punto de caer a una grieta que se abrió a sus pies. Heratassë los envolvió en una esfera protectora mientras recibía el poder de Demetrius. Gritaba palabras extrañas, invocaciones perdidas en las brumas del tiempo. Pedía más y más poder, y el bardo hacía todo lo posible para dárselo, pero no pudo proporcionarle el poder suficiente durante el tiempo necesario. Heratassë, agotado, desistió y los trasladó de nuevo a Haster.

Esa noche, Ayreon fue transportado al Mundo Onírico por primera vez en mucho tiempo, compelido por un grito de socorro. Haciendo uso de sus habilidades, consiguió estabilizar su posición en el mundo de los sueños y pudo contemplar el lugar donde se encontraba. Estaba en algún punto de la parte suroriental de Haster. Dos figuras aparecieron, con túnicas negras muy nítidas y los rostros con los rasgos borrados, alterados por sus habilidades oníricas. Por suerte, el paladín pudo evitar ser detectado y salió a la vigilia sin dificultades, para variar. Despertó a todos y en la oscuridad de la noche se dirigieron hacia el lugar, que no tardaron en encontrar. Heratassë estaba agotado de la experiencia en las montañas, así que Adens se encargó de llevarlos hasta allí. Carsícores y Selene les acompañaron. Se trataba de una casa abandonada, a la que entraron tras forzar la puerta. No parecía haber nadie, hasta que Ayreon se concentró en percibir el poder, y detectó una concentración en el sótano. Carsícores reventó el suelo, levantando una nube de polvo que impidió la visión. Unos rayos destellaron y de repente todo se quedó tranquilo. Ayreon le pidió a Leyon el anillo onírico de Dalryn, y éste se lo prestó. Con él, el paladín pudo entrar físicamente al Mundo Onírico y bajar al sótano, donde vio cinco figuras translúcidas, como yoes oníricos, pero demasiado tenues y algo informes. Los demás, en el mundo real, pudieron encontrar en el sótano varias personas fácilmente identificables como susurros de Creá. Dos estaban muertos, seis inconscientes y dos que despertaron. Uno de estos dos no era otro que Ordreith. Él era el que había enviado el grito onírico de ayuda a Ayreon, debido al leve recuerdo de su antigua amistad. Les dijo también que eran más, repartidos por Haster, y que había que salvar a cuantos pudieran. Así lo hicieron. En total, encontraron treinta efectivos, siete conscientes (entre ellos Ordreith), ocho muertos y el resto inconscientes, en coma. Los transportaron al campamento vestalense que se había establecido a los pies de la Torre Emmolnir. Allí todo fue organizado por Yrm Ybden, Al'Ahedh y Erhei, a los que se les veía preocupados por la situación. Al'Ahedh tuvo unas palabras para Ayreon, reprochándole que había intentado exiliar a unos verdaderos luchadores de la Luz, y afirmando que debería caérsele la cara de vergüenza al verlos así.

Por pura casualidad, Leyon activó el aura de su pendiente que le permitía ver las entidades invisibles mientras Al'Ahedh se retiraba tras lanzar su diatriba contra Ayreon. Le costó mantener la compostura cuando pudo ver a dos entidades que no pudo identificar como otra cosa que demonios seguir al vestalense, con ademanes protectores. Algo olía a podrido allí.

Ayreon, por su parte, dedicó unos minutos a estudiar más en profundidad el anillo de Dalryn. Ahondando en su poder, el objeto facilitaba sobremanera su capacidad de controlar y percibir el Mundo Onírico. Sin embargo, pudo percibir también que cuando se encontraba en esa otra realidad, el anillo emitía una señal, algún tipo de localizador, a un destino desconocido.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 52


En contraste con lo que habían vivido en los últimos minutos, el prado vibraba, pletórico de vida. Todos sintieron cómo recuperaban el ánimo y la esperanza.

Carsícores estaba hecho trizas. Casi no tenía ningún hueso sano en su cuerpo, que había vuelto a la forma que presentaba en esa realidad. Apenas si podía hablar con un hilo de voz, mantenido en pie por sus dos apóstoles gemelos, Nebalshum y Simmanai. Amablemente, Ayreon se ofreció a sanarlo. Un gesto de cabeza del kalorion bastó para que el paladín procediera a la curación. Sorprendentemente, funcionó.

Heratassë despertó a duras penas, pero no tardó en volver a quedarse dormido. Uno de los apóstoles, que había hecho amago de acercarse a él, se vio increpado por Elsakar, que gritó que no se acercara, vehementemente. Al grito lo acompañó una sensación de incomodidad que sintieron todos los presentes, cualquiera que fuera su nivel de poder. Una ligera náusea y un pequeño mareo bastó para convencer a todos de que no debían acercarse a Heratassë cuando Elsakar no estuviera de acuerdo.

Una vez que la imposición de manos e Ayreon hubo terminado, los apóstoles demoníacos se llevaron a su señor a descansar apartado del grupo. Murakh, que había estado todo el rato reposando sobre una roca, también se retiró a descansar aparte. Selene se quedó con ellos. También Zôrôm, el enano, que sentía más que nadie la tristeza por haber perdido a su hermano. Ezhabel y Leyon tuvieron palabras de ánimo para él.

Con Carsícores al borde de la muerte, Murakh con el poder casi agotado y Selene aislada de su fuente principal, algunos de los personajes se plantearon si no sería el momento de acabar con ellos, pero prefirieron no faltar a su palabra, y no perder unos aliados que hasta ahora se habían mostrado muy valiosos.

Antes de retirarse, Carsícores hizo un aparte con Selene. A los pocos momentos, ella les transmitía que el demonio le había sugerido que quizá deberían contactar con Trelteran para unir fuerzas contra Urion, Khamorbôlg y quien quiera que se hubiera aliado con ellos. Demetrius no quiso ni oir hablar de ello, aunque los demás sostuvieron un acalorado debate sobre el asunto. De momento no acudirían a él.

Las palabras de Selene les transmitieron la sensación de que Urion y sus aliados estaban intentando derrocar al "Señor Oscuro" de alguna forma. Ayreon y Demetrius transmitieron a Selene su conocimiento de que ahora había tres dioses afines a la Sombra en la Esfera Celestial. La kalorion se quedó estupefacta, a duras penas conteniendo las emociones como hacía normalmente. No tenía ni idea. Se interesó mucho por la capacidad que los dos personajes tenían para percibir la dimensión divina. Al parecer, ni ella ni sus compañeros poseían tal don.

El debate sobre Trelteran fue algo acalorado. Mientras Demetrius y Elsakar se mostraban indignados por plantear una alianza con él, el resto del grupo no era tan dogmático. A partir de algo que dijo Ayreon, Selene sugirió que no sería mala idea azuzar a Khamorbôlg y Urion contra Trelteran, para que viera la conveniencia de una alianza. El cómo hacerlo ya era harina de otro costal, claro. Meditarían sobre ello, pero parecía claro que lo primero sería descubrir dónde se escondía cada uno de ellos.

Por la mañana, Heratassë amaneció despierto. Elsakar lo había puesto en antecedentes de todo lo ocurrido. Dio las gracias al grupo por no abandonarlo, pero no habló sobre lo que sucedió en la montaña, apenas lo recordaba y no era agradable para él. Al poco rato aparecieron Murakh y Carsícores, este último con la irónica sonrisa recuperada.

Zôrôm no pudo evitar reparar en la magnífica daga de manufactura enana que Demetrius llevaba al cinto. La había conseguido en las ruinas enanas del subsuelo de Haster, y su poder estaba "dormido". El enano se reveló como un experto alquimista que acompañaba a su hermano en el momento de ser engullidos por el Palio. Él podría ser capaz, en la forja adecuada, de devolver su poder a la daga. Daga que, por otra parte, era antigua, muy antigua, datada quizá en la era preimperial, incluso puede que en las Guerras de la Hechicería. No sabía qué había podido dejarla exhausta, pero era seguro que podía canalizar un gran poder. Las antiguas runas enanas que lucía en la empuñadura, conocidas sólo por la élite de la alquimia enana, indicaban que se llamaba Tarak-Khâbu'ThalâgBaziGledam, La Cuarta Hermana, azote y perdición del demonio, en una traducción algo tosca. Y otra inscripción, Kurag-khulirbandûm, indicaba que había sido creada por el mítico maestro alquimista enano Kurag Engelrúnda. Información sumamente interesante. Zôrôm aconsejó al bardo que la mantuviera lejos de la vista de otros enanos.

Decidireon que lo primero que harían sería ayudar a los enanos. Con la potencia de fuego que tenían no debería ser demasiado problema, y ganarían unos valiosos aliados. Además, los enanos que marchaban hacia Garâd-Khâr podían recibir una emboscada en cualquier momento y Elsakar estaba muy preocupado por ellos. Además, en Thalâg-Khâr estaban también asediados, además de los enanos, sus fieles del Grupo del Vyrd, valiosos y valientes caballeros fieles al legítimo heredero de Adastra.

Con las habilidades de Heratassë y de Murakh no tardaron en reunirse con la comitiva de exiliados enanos. Mediante un portal acortaron el camino hacia Garâd-Khâr y aparecieron cerca del ejército que estaba asediando la fortaleza, que lucía estandartes de todo tipo, incluidos algunos adastritas y umbrios. No hubo piedad. No tenían tiempo para ello. Golpearon duro y rápido. La batalla nunca ofreció dudas sobre su desenlace. El ejército de la Sombra huyó en desbandada. Algunos de los estandartes y los lugartenientes daban a entender que era un ejército perteneciente a Trelteran. Por desgracia, no pudieron hacerse con ningún prisionero importante.

En la fortaleza se reunieron con el general al mando enano, Zâluk, y también con un viejo conocido, Car'a'doc, el capitán de las Aves de Presa adastritas, que se arrodilló ante Elsakar, insultó brutalmente al grupo por no haber acudido antes, y acto seguido abrazó a todos ellos dejándolos casi sin respiración. Seguía siendo tan directo y sincero como siempre. A continuación les presentó a la que, según él, había salvado a la fortaleza de caer, y quizá a todos los enanos -y adastritas- de la cordillera de ser exterminados: Diren'a'Hiern, Brazo de Valdene y ahora también Ave de Presa por adopción. Ella les saludó, tímida. Era bella de una belleza salvaje y turbadora que pocas veces se veía. Tenía una cicatriz en el cuello. Un digno Brazo, seguro que sí.

Tras poner en antecedentes a Car'a'Doc y los demás sobre la situación, y sin apenas concederse un respiro, partieron hacia la tercera y última de las grandes fortalezas enanas que quedaban asediadas, Thalâg-Khâr. El encuentro se repitió. El ejército de la Sombra, superado por el ejército de enanos y el grupo de personajes, no tardó en huir. Los enanos se tomaron una merecida venganza. Al abrirse las puertas de la fortaleza, los personajes fueron presentados al rey enano, Aragûd hijo de Gurûd. Les dio las gracias por todo. Y Elsakar se encontró por fin con sus caballeros fieles del grupo del Vyrd, de los que quedaban unos pocos centenares de hombres al mando de lord Gerlen'a'Garol, sir Halar'a'Halder, sir Trasya'a'Coren y sir Weada'a'Ruvren. El encuentro fue profundamente emotivo, con los caballeros arrodillándose y llorando después de tantos años de exilio y desesperanza.

No tuvieron más remedio que contarles toda la situación a Car'a'Doc y los demás; también la verdadera identidad de los kaloriones y también su pacto con ellos. Hubo muchas tensiones iniciales, pero la evidencia de su ayuda acalló todas ellas.

Zôrôm habló con ellos. Quería unirse a su grupo. Ayreon tuvo una visión al reclamar el enano su intención: Zôrôm forjando una espada verdemar, con una corona de siete dagas muy parecidas a la de Demetrius, quizá iguales. Decidieron aceptar al enano. En la fortaleza había una forja que quizá sería adecuada para desbloquear el poder de la daga, aunque no sabía si podría liberar todo su poder. Le llevaría un par de semanas de estudio y trabajo. Acordaron que lo recogerían entonces.

Volvieron a Haster, acompañados por 15.000 enanos al mando de su ya amigo Zordâm, las Aves de Presa comandadas por Car'a'Doc y con Diren'a'Hiern, y el grupo del Vyrd, al mando de Elsakar. Hicieron una entrada triunfal, con cuernos y trompetas.

Al llegar a la ciudad, Ayreon se dirigió rápidamente al portal hacia Emmolnir, para utilizar el nodo de la base de la Torre para intentar localizar a Mattren Helner o a alguno de sus compañeros mediadores. Era importante recuperar a los Jueces Supremos cuanto antes, y la única pista que tenían era que Elsakar era importante para ello. Fueron recibidos por Jasafet e Ibrahim, y tras algún intento infructuoso, el círculo de paladines fue capaz de detectar al mediador a unos seis mil kilómetros de distancia hacia el sureste. Extrapolando la información a varios mapas, dedujeron que Helner debía de encontrarse en algún lugar de la isla de Targos o en la costa del continente cercana a ella. Algunas habladurías situaban el cuartel general de los Mediadores en la región de Agelmar, al norte de la isla, así que tenía bastante sentido.

El resto del grupo entró en la sala del Trono de Haster, donde se encontraban muchos de los nobles de la ciudad: representantes de la Cámara Senatorial del Imperio Daarita, Ylma, Maraith, y los demás. Algo había cambiado: Robeld de Baun parecía haber tomado el mando firme de las operaciones y se encontraba sentado en un sitial delante del Trono, majestuoso con Tôrkom a su lado. Su cara apenas reflejaba el dolor que debía sentir por la fea herida de su costado. Según les informaron, los Mediadores habían conseguido muchos apoyos en la ciudad, sobre todo de los esthalios, de los páctiros y de gran parte de sermios. No obstante, habían estado tranquilos los últimos dos días de ausencia de los personajes. Fuera de los muros de la ciudadela, La ciudad sí que había sido un nido de avispas, y si no hubiera sido por los elfos de Ezhabel y los Iluminados de Ylma, seguramente a esas horas poco quedaría ya de Haster.

Demetrius habló con Banallêth, pidiéndole información sobre los mediadores. La hermana de Ayreon le informó de que los Jueces habían seguido sufriendo bajas por la noche, al parecer a manos de los Susurros de Creá -así que no se habían ido-, pero según algunas informaciones contradictorias, también se habían empezasdo a recuperar algunas de las bajas que habían sufrido en ataques anteriores.


Una vez que Ayreon volvió, agotado, a Haster, se reunieron para comentar la situación. Aprestaron a los enanos para desempeñar labores de defensa y destinaron más efectivos a la protección de los civiles. Elsakar, por su parte, propuso con gran acierto que todos los personajes se hicieran acompañar siempre de alguien lo suficientemente poderoso, algún kalorion, algún Brazo o Heratassë, para protegerse de posibles ataques por sorpresa de los kaloriones. Todos se mostraron de acuerdo. Tal y como estaban las cosas, era más que probable que algún kalorion enemigo hiciera pronto acto de presencia.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 51


Tras esperar un rato y recuperarse de ciertas heridas menores que habían causado algunos desprendimientos, el grupo y un contingente de enanos decidieron salir al exterior, y reunirse con Heratassë.

Fuera reinaba el silencio, en contraste con el estruendo de la batalla de apenas una hora antes. Una ligera nieve caía sobre la montaña, cuya ladera meridional estaba libre del blanco elemento. Algo la había derretido, o hecho desaparecer, por completo. Tras algunas horas de búsqueda, un cuerno sonó con el mensaje de que habían encontrado a Heratassë en una estribación cercana. El dragarcano se encontraba tumbado en la nieve, inconsciente. Atardecía y una ligera niebla se cernía sobre el lugar, espesándose por momentos. Intentaron levantar a Heratassë, cosa que ya habían intentado los enanos, pero era imposible. El dragarcano parecía anclado al suelo, o pesar varias toneladas. Ninguno de los métodos que emplearon para transportarlo pudo moverlo un ápice. Mientras tanto, la niebla se había ido espesnado más y más, y apenas veían a dos metros de distancia. A Demetrius se le erizó el vello y de repente sintió un pánico extremo. Con un balbuceo ininteligible, salió corriendo a toda velocidad, tropezando y a trompicones, perdiéndose en la distancia, hacia la fortaleza. En varios segundos más, la niebla se convirtió en una cortina blanca que cegaba la visión, y todos los presentes sintieron cómo algo tiraba de ellos -de su interior- de forma prácticamente irresistible. Ayreon gritó que dejaran a Heratassë y se alejaran de allí, sus propias almas peligraban. El paladín empezó a correr a ciegas, hasta que [sacrificando dos puntos de Intuición] llegó un punto donde la niebla, bruscamente, desaparecía y dejaba paso a la oscuridad natural de la noche. Elsakar y algunos enanos más también pudieron salir de la sobrenatural trampa. Sin embargo, Leyon y Ezhabel, junto con Adens, dos enanos y Heratassë, sintieron cómo sus cuerpos se entumecían hasta quedar inconscientes.

Desde el exterior, el aspecto de la niebla era el de algo que ya habían conocido en el pasado: una "burbuja" de niebla pálida invasiva del Palio. Volvía a suceder. De alguna manera, Khamorbôlg o Urion debían de haber recuperado la capacidad de invadir esa realidad con la de su dimensión. El desaliento cundió entre los personajes, aunque pronto se sobrepusieron y se aprestaron a hacer planes para el rescate de sus compañeros.

En el Palio, Ezhabel, Leyon, Adens, y los enanos Zôrôm y su hermano Durkhkam despertaron. Heratassë seguía inconsciente y pesando lo mismo que en la montaña. La semielfa no pudo resistir la tristeza que de repente los invadió y cayó de rodillas, intentando suicidarse; pero su en aquellos momentos débil voluntad hizo que Leyon no tuviera problemas en evitarlo. La semielfa, confortada por el trato de su amigo, pudo recuperarse lo suficiente para ponerse en pie y continuar. Un grito desgarrador los hizo reaccionar. Era Zôrôm, que no había podido evitar que su hermano se clavara su daga en el cuello. La tristeza lo había invadido irremisiblemente. A punto estuvo también el segundo enano de suicidarse, si Leyon y Ezhabel no lo hubieran impedido. Con mucho esfuerzo y sentidos discursos, pudieron hacerle superar el trance. Allí era imposible enterrar el cuerpo y devolverlo a la tierra, así que decidieron incinerarlo, ante el disgusto de Zôrôm, que no vería a su hermano renacer. No había más remedio. Mientras tanto, Adens había advertido a Leyon que volvía a sentir a Arixos. Allí, en aquel lugar, hacia una dirección determinada. Era extraño, pero eso les dio algo en qué centrarse. El umbrio se encargó de incinerar al enano tras una breve ceremonia, con una bola de fuego.

A los pocos momentos, un aullido aterrador llegó a sus oídos, desde el horizonte. Una sombra se acercaba a gran velocidad, perdiendo girones a medida que se aproximaba, y tomando cada vez más el aspecto de un demonio del Palio. Una comitiva de lo que parecían ser espiritus encadenados lo seguía. Adens intentó llevar al grupo, saltando con el poder de sus pendientes. Lo había intentado ya en el mundo real para transportar a Heratassë, sin éxito. Tras varios agónicos intentos, con el demonio a punto de alcanzarles, consiguió el salto, alejándose hasta el límite de la visión. No tenía ni idea de por qué le costaba tanto transportar al dragarcano. De nuevo tras varios intentos, consiguió saltar alejándose definitivamente de demonio. Se encontraron en una elevación del terreno, si allí se podía llamar a algo elevación. Desde allí, delante de ellos se podía ver un laberinto que se extendía infinitamente hacia delante y hacia los lados. Era a la vez bello y aterrador. Si querían continuar por allí, no tendrían más remedio que entrar. Intentaron algunos trucos, como saltar a la parte superior de los muros, pero sin éxito.

En la fortaleza enana, Elsakar insistía en rescatar cuanto antes a Heratassë. El grupo le habló de los kaloriones, sus tiranteces internas y sus tratos con ellos. El príncipe adastrita se mostró sorprendido e indignado al saber de los tratos del grupo con los máximos representantes de la Sombra. Sus ojos se volvieron de un gris claro insoportable de resistir: al mirar con reproche a los reunidos, éstos sintieron como sus corazones se aceleraban y sus mentes se nublaban. No obstante, Elsakar era una persona razonable que supo ver tras varias argumentaciones que no había otro remedio si querían que la Luz tuviera alguna esperanza de sobrevivir.

Fuera, la niebla seguía expandiéndose y se encontraba a punto de llegar a la fortaleza, con lo que hubo que desalojarla a toda prisa. Los enanos se organizaron rápidamente y se inició el éxodo hacia la fortaleza de Garâdh-Khâr, donde los ejércitos de la sombra también se encontraban manteniendo un asedio. Sin embargo, no podían ir lo suficientemente deprisa. La niebla comenzó a engullir a los heridos y enfermos, que se desplazaban más lentamente. Ayreon, Demetrius y Elsakar hicieron todo lo posible por ayudar, pero la niebla se expandía deprisa. El príncipe lloraba por cada uno de los perdidos. La niebla empezó a engullir mujeres y niños, y no lo soportó más. Gritó de rabia, provocando náuseas y dolor de cabeza en todos los que estaban cerca de él -Ayreon entre ellos-. Como por arte de magia, la niebla se detuvo. Incluso había retrocedido un poco. Pero Elsakar no había hecho nada conscientemente, y se mostraba tan sorprendido como todos los demás. Continuaron el viaje, meditando sobre lo sucedido.

A las pocas horas, Ayreon, que había estado intentando contactar con Emmán, se vio abrumado por su consciencia celestial. Según lo que percibía, ahora ¡había tres avatares de la Sombra en la esfera celestial! Los dioses de la Luz seguían siendo el mismo número. Y la esfera celestial no se inclinaba hacia Elsakar, como había estado intentando averiguar. ¿Significaba eso que un nuevo avatar había surgido de la nada?

Ante la imposibilidad de Adens de teleportarse a lo alto de los muros del laberinto, saltaron a otra elevación hacia un lado. De nuevo tras varios intentos que requirieron mucho esfuerzo por parte del umbrio. Tras el salto, Adens se vio abrumado por multitud de voces que llegaban desde una dirección desconocida pidiendo ayuda y gritando desesperadamente. Se derrumbó, sobrepasado por el sufrimiento que transmitían. A los pocos momentos, varias figuras surgieron del laberinto dirigiéndose hacia ellos. Humanoides pálidos, moviéndose muy deprisa. Eran demonios de la escarcha. Sin rostro reconocible y despidiendo un frío que les dolía como millones de agujas. El combate fue durísimo, llevando al grupo al límite de la resistencia hasta que Adens pudo hacerlos saltar de nuevo y sacarlos de allí. Y de nuevo el laberinto se extendía en todas direcciones hacia delante.

En Aredia, con los enanos encaminados, los personajes acudieron al punto de encuentro que habían establecido con los kaloriones. Apareció Murakh, que les informó de que Robeld de Baun se encontraba herido de gravedad. Ayreon se teleportó con él de vuelta a Haster. En los aposentos del esthalio se encontraban algunos sirvientes, lady Ylma, lord Dorlen y Selene, en la apariencia de lady Sarya. Sin duda, la herida provenía de una de las Kothmorui, una Daga Negra de los kaloriones. Con muchísimo esfuerzo, Ayreon mejoró todo lo que pudo el estado de la herida, que nunca sanaría del todo. Los nobles presentes preguntaron al paladín sobre su paradero y cómo se había ido del castillo, a lo que contestó con toda la sinceridad de que fue capaz. Un mensajero apareció a los pocos minutos, informando de que los Mediadores habían abandonado el asalto a la fortaleza. Apareció también Carsícores, en la apariencia de lord Turkainn, con dos de sus apóstoles; éstos, en su aspecto real, parecían gemelos con el rostro lívido, extremadamente inexpresivo y maligno. Murakh se hacía llamar lord Fergal en su segunda identidad. Elsakar se presentó como Melkar.

Tras abandonar Haster de nuevo, Murakh consiguió de Ayreon la información sobre el galvorn y Heratassë. El kalorion preguntó al paladín si tenía alguna idea de lo peligroso que era proveer de galvorn a los dragarcanos. La respuesta de Ayreon fue negativa, lo que provocó ciertos murmullos de Murakh acerca de la "estupidez humana".

Ezhabel y Leyon comenzaron a escuchar voces que los llamaban por su nombre. No tardaron en reconocer la voz de lord Natarin, y en el caso de Leyon, también de Dalryn, su antigua prometida. Adens dejó de percibir a Arixos. La presión a la que estaban sometidos era máxima. Un viento negro se levantó en el horizonte y comenzó a acercarse. Seis figuras aparecieron rodeándolos, con las túnicas típicas de los apóstoles, de color plata. Ninguno de los apóstoles que conocían usaba el plateado, así que no podía tratarse de otro más que de Khamorbôlg; finalmente había decidido adoptar lugartenientes. Entre las seis figuras se encontraban, indudablemente, Natarin, Eraitan y Dalryn, aunque horriblemente cambiados por los efectos demoníacos. Estaban poseídos por sendos Moloks, demonios extremadamente peligrosos. La presencia de Khamorbôlg empezaba a notarse impresionante, incluso a esta distancia: el viento negro que venía.

En ese momento aparecieron de improviso Ayreon, Carsícores y los demás. Carsícores renunció a toda templanza y dejó de ser el elfo risueño para transformarse en un espectacular y brutal demonio Exterior. Arrasó a varios de los apóstoles demoníacos, con la ayuda de sus apóstoles gemelos. Ayreon protegió a Ezhabel de los ataques de Natarin y Eraitan con un área de expulsión. Leyon tuvo que enfrentarse a Dalryn, teniendo muy claro que esa no era su prometida. Khamorbôlg fue recibido por Carsícores, que salió rebotado y malherido del brutal choque. Murakh y los gemelos protegieron al grupo de las energías liberadas en el conflicto. Khamorbôlg se alzaba henchido de todo su poder ante ellos. Algunos no pudieron sino arrodillarse y pedir clemencia, llorando ante su impotencia. Otros aguantaron firmes y estoicos, mirando cara a cara a la muerte. De repente, todo cambió. La palidez y el frío fueron reemplazados por los vibrantes colores de un campo de amapolas en la montaña y la calidez del sol primaveral. Carsícores los había sacado del Palio justo antes de caer inconsciente, y en el mismo instante, Murakh los había llevado a uno de sus "puntos seguros". Tras mucho sufrimiento, habían conseguido reunirse de nuevo y, una vez más, librarse de un destino fatal.