La situación era delicada. Discutieron largo rato qué curso de acción tomar, barajando varias opciones. Finalmente, descartaron todas ellas menos dos: Ecthelainn y Mandalazâr. Ambos objetos tenían el poder que necesitaban. Sin embargo, la comprensión del poder del arcángel de Ammarië por parte de Leyon era más bien limitada, y la alteración del tiempo podría tener efectos imprevistos, así que se inclinaron por que Demetrius hiciera uso del poder de su arpa Mandalazâr contra el Mediador.
Antes de utilizar la fuerza de Mandalazâr, Leyon llevó a Robeld de Baun junto a ellos. Si todos los demás planes fallaban, tendrían que abrirse camino a la fuerza, y confiaban en que el poder de Torkôm y el de Ecthelainn juntos les dieran el tiempo suficiente.
Mientras Leyon se encargaba de convocar a Robeld, Demetrius hizo un último intento por conseguir el permiso de Daxar Emaryll, el Mediador Supremo, para poder ver a los prisioneros. No tuvo éxito. Uno de los dos Mediadores vigilando la puerta le dijo que lord Daxar no quería ver a nadie. Además, lo reconoció e inquirió algo que sorprendió al bardo: le preguntó acerca de si el anciano Hoid Bexer le había hablado de sus andanzas por el lejano Norte. Demetrius intentó negar el hecho, pero el Mediador detectó la mentira en sus palabras. Arrestó al bardo y lo instó a acompañarle a los calabozos.
En las celdas, la situación se había complicado aún más. Al entretenerse tanto en tomar una decisión, dieron tiempo para que apareciera en los calabozos un nuevo Mediador. Un hombre más bien bajo, fornido y con un gorro que habría resultado ridículo en cualquier otra cabeza. Sin embargo, la balanza soldada en su muñeca hacía que las sonrisas a su alrededor se borrasen al instante. Mientras Ayreon salía de los calabozos disimulando lo mejor que pudo, Ezhabel se ocultaba para intentar averiguar las intenciones del hombre allí. Pero de poco pudo apercibirse, ya que los Mediadores tenían un idioma gestual muy elaborado y sus palabras fueron muy breves. El Mediador del pasillo dejó pasar al nuevo inmediatamente; supusieron que se debía de tratar de alguna especie de interrogador. La puerta de roble macizo no pudo dejar que confirmaran sus sospechas, ya que ahogaba el sonido hasta hacerlo casi imperceptible. Mientras el interrogador entraba, Leyon y Robeld se encontraban con Ayreon, y Demetrius llegaba caminando delante del Mediador que lo había arrestado.
No había más capacidad de reacción. Con un gesto, Demetrius dio a entender al resto del grupo que permaneciera a la espera y bajara nada más él tañera el arpa (que esperaba que no afectara a los que se encontraran en el exterior de los calabozos ni en el interior de las celdas).
En cuanto Demetrius y su escolta llegaron a la vista del paladín de guardia, aquél tañó Mandalazâr y las notas de belleza extrema inundaron la sala por unos segundos. Los Mediadores fueron cogidos de improviso y escucharon, anonadados. Cuando los últimos ecos del último arpegio se desvanecieron, cayeron ambos de rodillas, conocida la infinita perfección y perdida de nuevo. Uno de ellos rompió a llorar.
En el exterior, el grupo también fue afectado por los efectos de Mandalazâr, aunque de forma muy leve, y en pocos segundos pudieron recuperarse. Bajaron a toda prisa para ayudar al bardo. Cuando llegaron, éste ya se encontraba abriendo la puerta de la celda -que se abría sin problemas desde el exterior-, mientras los Mediadores afectados por su música sollozaban sin consuelo.
Demetrius vio la escena en el interior de la celda. Hoid estaba en el suelo inconsciente, y Tarkos acurrucado en un rincón. El Mediador del gorro ridículo se encontraba sosteniendo por el cuello a Mahmad el'Dahri, el badir vestalense, contra la pared, levantándolo a pulso mientras sus ojos emitían un fulgor amarillo. Se giró, y al ver al bardo ante la puerta, extendió un brazo. Demetrius se apartó al instante. Una bola de luz anaranjada apareció en el pasillo, y explotó. Pero su efecto no fue todo lo devastador que el Mediador pretendía. Sólo alcanzó a dejar cegado a Robeld de Baun y a molestar levemente la visión del resto. El Mediador salió de la celda, brillando en un resplandor amarillo. Demetrius tomó la decisión de emplear la capacidad más letal de Mandalazâr e intentar que el alma del Mediador se "perdiera" en la música. Contra todo pronóstico, pudo encauzar adecuadamente el poder del arpa y tuvo éxito ['06' en un 12%]. El hombre del gorro ridículo cayó fulminado. Se apresuraron, no sabían cuánto podría durar el efecto de pérdida en los otros dos Mediadores. Cogieron a los prisioneros y a través de un portal que abrió Demetrius, los llevaron a la Torre Emmolnir.
Aparecieron en el patio principal. El badir no había dejado de gritar "¡no, no, no!" durante todo el trayecto, parecía que estaba viendo visiones aterradoras (supusieron que provocadas por el interrogador). Hoid Bexer respiraba débilmente, al borde de la muerte. Tarkos parecía inconsciente, mirando al infinito. Jasafet e Ibrahim aparecieron enseguida, preguntando por lord Randor, extrañados de no verlo allí. Les explicaron atropelladamente la situación y llevaron a los prisioneros a una habitación. Allí consiguieron tranquilizar a Mahmad y recuperar la consciencia de lord Tarkos. Como siempre, se mostraba muy nervioso. Le interrogaron sobre lo que había pasado, y sobre los consejos que había dado a lord Turkon el día antes de los "asesinatos". Tarkos contestó con evasivas al principio, pero finalmente se vio tan presionado que abandonó su fachada de "hombrecillo nervioso" y pasó a mostrarse mucho más seguro y sutil. Tal cambio convenció al grupo de que era algo más de lo que aparentaba, seguramente un apóstol. Según él no era ni mucho menos un apóstol, sino un simple informador. Y según sus propias palabras, su señor no era otro que Trelteran. Usó el nombre para protegerse de lo que el grupo pudiera hacer con él, para infundirles respeto, pero ante su sorpresa, no se acobardaron.
Tarkos no quiso decirles nada más importante. Pero afirmó que debían hablar con Mahmad, que les podría dar algo de información. El badir acababa de despertar, confundido, preguntando dónde se encontraba. Tras situarlo, le interrogaron acerca de los Susurros y lo que había pasado en Haster la última noche. Ante la intimidación de Leyon, la resistencia de Mahmad no tardó en quebrarse y les dijo que lo que deberían hacer era hablar con Al'Ahedh, que era quien realmente conocía a los Susurros. El badir afirmaba no tener ningún ascendiente sobre ellos. Derribada ya toda resistencia, también les reveló que el Supremo Badir, Yrm Ybden, se encontraba en Haster, de incógnito en el campamento vestalense. Decidieron que Mahmad los conduciría ante el Supremo Badir esa misma noche. Se aprestaron a volver a Haster. Hoid Bexer se quedaría en Emmolnir atendido por los paladines y Tarkos fue encerrado esperando el regreso del grupo.
A través de un nuevo portal, regresaron al patio de armas del palacio en Haster; afortunadamente nadie los vio aparecer. Al poco rato, mientras se dirigían hacia el campamento de los vestalenses, Demetrius comenzó a sentir un sueño tremendo, fuera de lo normal. Lo mismo le pasó a Leyon. El bardo incluso cayó dormido mientras caminaba, pero lo pudieron reanimar con mucho esfuerzo. Finalmente llegaron al campamento vestalense y Ezhabel y Ayreon pasaron para ver al Supremo Badir, molesto por que alguien le molestara a horas tan intempestivas. El encuentro no les sirvió de mucho, ya que el monarca vestalense los redirigió a ver a Al'Ahedh, que se encontraba alojado en palacio. Así que volvieron allí, tomando todas las precauciones posibles durante el camino. Una vez en palacio, Leyon cayó inconsciente, presa de un sueño incontenible. Nada pudieron hacer por despertarlo; había algo sobrenatural allí. Tras acostarlo, partieron para ver a Al'Ahedh, pero no se encontraba en sus habitaciones, según les informaron. Se dirigieron a investigar en la Biblioteca, donde Tarkos pasaba tanto tiempo. Nada tampoco, aparte de un vomitivo acceso hacia las alcantarillas que hasta entonces les había pasado desapercibido.
En su sueño, Leyon sentía terror: una sombra le envolvía, y al tocarle, un frío abrasador lo invadió. De repente, un golpe y el ansiado despertar en su cama. Ezhabel, que velaba su sueño, dio un salto sorprendida por su brusca incorporación. Una voz se oyó, procedente de una silla en un oscuro rincón:
—Hay sombras en el Mundo Onírico, sombras que parecen destruir a todo ser viviente a su paso. Debéis tener cuidado con vuestro sueño.
Selene. Había vuelto y milagrosamente había salvado a Leyon de un destino fatal.
La kalorion también despertó a Demetrius antes de que el bardo sufriera los efectos de las sombras. Ordenó que despertara toda la fortaleza, al menos aquellos que pudieran.
Dieron una incómoda bienvenida a la mujer, agradeciéndole su intervención y preguntándole por su búsqueda. La kalorion no había tenido éxito buscando a su apóstol desaparecida. Ayreon volvió a oler su aroma a jazmín y a especias, que lo turbó sobremanera.
Esperaron a que Al'Ahedh volviera a su habitación en la entrada al edificio de invitados. Finalmente llegó al despuntar el alba junto a cuatro guardias de élite vestalenses. Les permitió pasar a sus aposentos. En vestalense, Demetrius le interrogó acerca de los Susurros y su relación con ellos. Él se mostró extrañado, pero le dijeron que tanto Mahmad como el Supremo Badir les habían hablado de sus contactos con los asesinos. Al'Ahedh reconoció sus contactos, pero negó tener algún poder sobre los Susurros. El grupo lo presionó mucho más aún, preguntándole insistentemente acerca de los asesinatos y su implicación. Finalmente, a pesar de ser frío como el hielo, Al'Ahedh perdió ligeramente la compostura y , hablando en daarita para sorpresa del grupo, mencionó los mensajes que habían enviado los Susurros al "jefe de espías" de Haster. Los allí reunidos debían aceptar la guía vestalense en esa oscura hora. Los vestalenses eran los únicos que podrían liderar a la Luz en la lucha contra la Sombra y así lo deberían acatar el resto de fuerzas congregadas en la ciudad si no querían sucumbir del todo. Les habló de la resistencia vestalense y de la cobardía de las demás naciones cuando se produjo el Hundimiento; de los Pactos del Káikar, la retirada de los emmanitas, la cobardía de los esthalios, la traición de los ercestres... ellos, los vestalenses, fueron la única línea que resistió hasta el final. El grupo intentó rebatir sus afirmaciones, diciéndole que también se había luchado en el norte, y muchas vidas se habían perdido en batalla, pero el vestalense no se avino a razones. Al'Ahedh acabó la conversación abruptamente, afirmando
—Ríos de sangre correrían si la ceremonia de coronación tiene lugar.
Al impedirle salir, las espadas fueron desenvainadas. "Dejadme salir o intentad hacerme prisionero", dijo el vestalense, con su alfanje en la mano. Ayreon se interpuso entre Leyon y Al'Ahedh, intentado aplacar sus ánimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario