—¡Estúpidos, la mansión de mi señor se encuentra a salvo lejos de aquí, a bordo del Krëgharmanza! —gritó Durgon, sorprendiéndose a sí mismo.
El desánimo se apoderó del grupo cuando el apóstol de Trelteran reveló la localización de su señor. Si realmente la guarida de Trelteran era en realidad el barco insignia de la gran flota de la Sombra, el acceso a ella resultaría mucho más difícil de lo que hubieran podido imaginar. De pronto, Leyon pareció recordar algo:
—Me pregunto qué habrá sido de los entes que parecían proteger a este...
No pudo acabar la frase. Como si hubiera previsto los acontecimientos, dos bestiales figuras se materializaron entre ellos y la puerta, y una de ellas arremetió brutalmente contra Demetrius, que se estrelló contra el lateral de la tienda con una pierna rota e inconsciente.
Sin darles tiempo ni a respirar, los demonios estallaron en un fulgor de fuego blanco que desató un pequeño infierno en el pabellón de campaña donde se encontraban. El aire mismo pareció incendiarse y consumirse, abrasándoles los pulmones. La tienda estalló en llamas. Resistiendo como pudo, Leyon empuñó a Ecthelainn y se lanzó al ataque. Afortunadamente, Heratassë se encontraba presente y entre Leyon y él no tuvieron problema en encargarse de los inmundos seres. Ayreon tuvo trabajo de sobra para recuperar a todos los que habían sufrido algún daño. Por suerte Durgon no había sufrido demasiado con el ataque y pudieron seguir interrogándole. Insistieron sobre la guarida de su señor Trelteran, a lo que el apóstol insistió en que se encontraba en el barco negro, el orgullo de la flota. Trelteran accedía a ella y la abandonaba habitualmente a través del Mundo Onírico, como también hacían todos sus apóstoles. Realmente iba a ser más difícil de lo previsto acceder a ella, si era la única manera de llegar. Cuando el interrogatorio hubo concluido, Demetrius recurrió a sus habilidades para dejar al arrogante apóstol en un profundo sueño comatoso.
A partir de ese momento se sucedieron un sinnúmero de interminables conversaciones con Selene, con Heratassë, con la cúpula emmanita y todo aquél implicado en el siguiente paso de los personajes, para tratar sobre cuál iba a ser su próximo movimiento y cómo lo llevarían a cabo. Ayreon, por su parte, impartió instrucciones para la organización de una gran ceremonia religiosa la mañana siguiente con el fin de poder contactar con Emmán e intentar conseguir inspiración divina.
Al amanecer, la torre al completo se encontraba congregada en el gran patio que se extendía a los pies del Balcón de Sermones, expectante. Primero Ibrahim y después Ayreon profirieron sendos discursos alegando a la sabiduría de Emmán y enardeciendo los corazones y la fe de los reunidos. No menos de cinco horas pasaron desde el inicio del discurso del padre Ibrahim hasta la petición de Ayreon de silenciosa oración por parte de los presentes. Durante ese tiempo, a los ojos de los presentes más ajenos al éxtasis emmanita, la luz de la mañana fue haciéndose más clara y resplandeciente, de manera que todo aquello de color blanco la reflejaba hasta hacer que los ojos no pudieran soportarla. El aire se hizo más cálido y reconfortante, y las nubes desaparecieron del cielo dejándolo con un tono azul tan puro y perfecto que daba ganas de llorar. Miles de pájaros cantaban por todas partes y el sonido de las hojas de los árboles meciéndose en el amable viento les llegaba claramente, todo alrededor rebosaba de vida. Y Emmán contestó a la súplica del Gran Maestre Paladín. Ayreon transmitió su deseo de conocer cuál era la identidad del nuevo dios de la Sombra que ahora sentía en la Esfera Celestial, y un concepto más que una palabra tomó forma en su mente: Norafel. Se estremeció. ¿Era posible que el Arcángel que tomaba la forma de Églaras en esa realidad hubiera ascendido y sufrido ese cambio tan radical? Desde luego, siempre le había transmitido unos conceptos bastante laxos de las virtudes emmanitas, pero de ahí a pasar a las filas de la Sombra...
[Tras la misa, y gracias a su interpretación, Ayreon ganó un punto de destino que gastó al instante para provocar un acontecimiento favorable]
Una figura montada a caballo y con apariencia de haber sufrido mucho traspasó la puerta del patio. Un paladín, uno de los que Ayreon había enviado en busca del Grial -que ya habían encontrado en el Palio en poder de Khamorbôlg- y todavía no habían vuelto. Reomar se llamaba. Su aspecto era lamentable, vencido por el agotamiento y las heridas. Antes de caer inconsciente, sólo alcanzó a murmurar: "la he visto, la he visto con mis propios ojos... Églaras.... Ayreon se estremeció ante la mención del representante de Emmán en esta realidad, ¿cómo sería esta vez, si no se trataba de Norafel? Llevaron rápidamente a Reomar a una de las habitaciones de la torre, donde descansaría durante más de veinticuatro horas.
Tras mucho considerar pros y contras, decidieron liberar a Durgon con un mensaje para su señor Trelteran, convocándolo a mediodía del día siguiente en un punto conocido de la costa cercana a Haster. Mientras tanto, Demetrius pasaría gran parte de su tiempo con sus mujeres y niños, Ayreon se dedicaría a la administración de los asuntos de la torre y Ezhabel y Leyon a descansar lo máximo posible -y a rezar a sus respectivos dioses-.
El mediodía del día siguiente, Heratassë los trasladó al punto donde habían convocado a Trelteran. A los pocos instantes se materializaron tres figuras desde el Mundo Onírico, que reconocieron como los apóstoles Efeghâl, Elgenor y el propio Durgon. Anunciaron que los enviaba su señor para tratar con ellos. Ayreon les dijo que tenían información importante para Trelteran y que querían verlo en persona. Tras algunos momentos de tensión, Trelteran se materializó también. Como siempre, su presencia hacía sentirse incómodos a todos los presentes. Al cuello llevaba la redoma verde que contenía a Nirintalath, pero la redoma de Eltahim no se veía por ninguna parte. Sus ojos rojos se clavaron en Ayreon, sin pronunciar una sola palabra, burlones. Ayreon rebulló intranquilo. El kalorion se rió de él y de lo que le tuviera que decir, burlándose, y revelando la información que el paladín había pretendido darle. Estaba más enterado de todo de lo que creían. Incluso les reveló más cosas, como que Urion y Khamorbôlg ya no gozaban del favor del Señor Oscuro y aún así seguían recibiendo sus dones, a pesar de que sabotearon su ceremonia de invocación. Tras su discurso, Ayreon habló sobre el tercer Dios de la Sombra que había aparecido en la Esfera Celestial. La expresión de Trelteran no varió un ápice, pero no hubieran podido decir que la información no lo sorprendiera. Despreció de nuevo a Ayreon, afirmando que si el paladín era capaz de contactar con Emmán, no debía suponer que él no pudiera contactar con Korvegâr. Dirigiendo su atención al grupo, Trelteran reconoció la apariencia de Selene, no así a Murakh, Carsícores y Heratassë, aunque este último pareció infundirle respeto. Selene se acercaba cada vez más al "aguilucho". Parecía estar sufriendo un conflicto interno, que supusieron motivado por las Kothmorui, las dagas negras que llevaba encima. Trelteran les dijo que sólo las dagas negras de Selene valían el precio de devolverles a Eltahim, como pedían. Volvió a insistir a Ezhabel para que le diera su lealtad a cambio de Nirintalath.
Respondieron con un rotundo "no".
Pero Selene parecía ajena a todo, y comenzó a caminar hacia Trelteran abiertamente. Ayreon se interpuso, deteniéndola. El kalorion extendió un brazo hacia el paladín, lo que hizo que Heratassë desatara todo su poder, que todos los presentes pudieron sentir físicamente. Trelteran se envolvió en un brillo plateado. Mientras Ayreon gritaba "¡Murakh, sácanos de aquí!", Demetrius canalizó la capacidad mortal de Mandalazâr hacia Trelteran. No vieron nada más, porque con un ligero tirón se vieron en medio de un tranquilo prado lleno de amapolas que ya conocían: el punto seguro de Murakh. Selene se mostraba ya libre del influjo de Trelteran. Heratassë los transportó rápidamente a Emmolnir, ante la insistencia de Selene, que temía un ataque inmediato por parte del aguilucho y sus secuaces, ahora que sabía que ella poseía dos de las Kothmorui. En la Torre todo estaba en orden y tranquilo.
Esperaron expectantes un día entero poniendo a todos alerta, pero nada pasó. Así que decidieron pasar a la acción de nuevo. Acordaron que buscarían a Arixos, al que Adens había "sentido" cuando habían recibido en Haster la visita de lord Aryatar, príncipe de Ercestria. Ayreon recurrió a la ayuda de una decena de paladines, enlazándose a ellos y llevando a cabo la ceremonia habitual en el nodo de los subterráneos de la torre. En breves instantes detectó a Arixos en una dirección y distancia que, sorprendentemente, indicaban un punto a no más de un día de camino de Haster.
Se trasladaron sin pérdida de tiempo hacia allá, a caballo, sin estandartes ni comitiva. Murakh se encargaría de detectar posibles alteraciones de aspecto en la comitiva del príncipe. Con toda seguridad no podría detectar a otro kalorion, pero sí a apóstoles camuflados. Fueron recibidos por un grupo de guardias, a los que instaron a conducirles hasta lord Aryatar. Así lo hicieron, y los llevaron a una tienda a esperar y asearse. En todo el proceso, Murakh había contado veintidós personas con alteración de aspecto. ¡Veintidós personas! Aquello era más gordo de lo que imaginaban. Adens, por su parte, sentía a Arixos muy cerca. El grupo propuso a Selene liberar el poder de las Dagas Negras si la cosa se ponía fea para "llamar" a Trelteran e intentar que acudiera.
Fueron conducidos a presencia de lord Aryatar, sentado en un lujoso sitial. Según gestos acordados con Murakh, éste informó de que Aryatar no parecía tener el aspecto alterado, pero sí el que parecía su consejero principal, el tal Indoran. Aryatar, displicente como siempre, se dirigió a Demetrius y a Leyon afirmando que tenían suerte de contar con el favor de su padre, que le había insistido en que volviera a Haster a tratar con ellos. El bardo se disculpó por el trato que le habían dispensado en Haster, y le invitó a que compartiera con ellos lo que sabía. Aryatar envió a Indoran en busca de papeles y mapas, y habló de una gran flota que se dirigía hacia Haster acompañada de dragones y otros engendros. Expuso la necesidad de desalojar la ciudad, ante la incredulidad de los personajes. Indoran volvió a entrar en la tienda, sin ningún papel en sus manos. Demetrius comentó el hecho con Selene.
Carsícores en su forma demoníaca |
En ese momento, Ayreon perdió su leve contacto con Emmán. Seguía presente, pero inalcanzable. Demetrius notó cómo perdía sus capacidades bárdicas. Murakh y Carsícores abrieron mucho los ojos, al igual que Selene. Estaban siendo aislados de sus fuentes de poder. Carsícores decidió dejar aparte toda templanza y tomó su aspecto real, con un espeluznante alarido y un impacto físico sobre todos a su alrededor. Heratassë lo imitó, brillando al instante con una luz blanca cegadora. Gritos de sorpresa se oyeron por todas partes. Selene empuñó ambas dagas negras y su iris desapareció dejando paso a una negrura de maldad infinita. Carsícores reventó la tienda donde se encontraban revelando un círculo de enemigos rodeándola. Adens comenzó a gritar el nombre de Arixos, desesperado, al igual que Ayreon. Empezaron a restallar explosiones y bolas de fuego, continuamente, muchísimas. Por suerte a Heratassë le dio tiempo a levantar un campo de fuerza que los protegió; el dragarcano tenía las venas del cuello hinchadas como cables, por el esfuerzo de contener todo lo que los enemigos lanzaban. Varios rayos impactaron en Carsícores, que no parecieron afectarle. Ezhabel y Selene comenzaron a sembrar muerte por doquier. Una niebla oscura empezó a alzarse a todo alrededor y varias sombras tomaron consistencia, sombras que despedían un frío extremadamente intenso. Aryatar había desaparecido ya.
Mientras Selene y Ezhabel distraían la atención, Ayreon se acercó a Carsícores para convencerle de que dejara de matar indiscriminadamente y se calmara. El aislamiento había desaparecido ya y pudo emplear sus dotes de paladín para calmar al demonio. Acto seguido, comenzó a utilizar sus poderes contra los no-muertos para expulsar a las sombras que ya amenazaban a Demetrius y Ezhabel. Ésta no sentía la mano del arma, que se había escarchado al golpear a una de las sombras. Gritos de "es Adens", "es Adens, deteneos" se pudieron oir por fin alrededor. Las capacidades de Ayreon probaron ser enormemente efectivas contra las sombras y no tardó en expulsarlas a todas.
Arixos se reunió con Adens, fundiéndose en un contenido abrazo. En torno a ellos, todo era un caos, con gente preguntándose que había pasado, y la mayoría de los que se habían enfrentado a ellos desaparecidos, incluyendo a Aryatar. Aparte de Arixos quedaban tres Rasteradores del Silenciado en la escena, los cuales estrecharon a su vez la mano de Adens.
Mientras los Rastreadores se saludaban, comentaron el hecho de que Trelteran no había aparecido durante el enfrentamiento, y según Selene, era seguro que había detectado el poder desatado de las Kothmorui, porque las había puesto al límite. Preocupados por que el kalorion hubiera podido atacar Emmolnir, dejaron las presentaciones para más adelante y se trasladaron rápidamente hasta la torre. Allí no había sucedido nada. Parecía que Trelteran había optado por la inactividad.
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