En contraste con lo que habían vivido en los últimos minutos, el prado vibraba, pletórico de vida. Todos sintieron cómo recuperaban el ánimo y la esperanza.
Carsícores estaba hecho trizas. Casi no tenía ningún hueso sano en su cuerpo, que había vuelto a la forma que presentaba en esa realidad. Apenas si podía hablar con un hilo de voz, mantenido en pie por sus dos apóstoles gemelos, Nebalshum y Simmanai. Amablemente, Ayreon se ofreció a sanarlo. Un gesto de cabeza del kalorion bastó para que el paladín procediera a la curación. Sorprendentemente, funcionó.
Heratassë despertó a duras penas, pero no tardó en volver a quedarse dormido. Uno de los apóstoles, que había hecho amago de acercarse a él, se vio increpado por Elsakar, que gritó que no se acercara, vehementemente. Al grito lo acompañó una sensación de incomodidad que sintieron todos los presentes, cualquiera que fuera su nivel de poder. Una ligera náusea y un pequeño mareo bastó para convencer a todos de que no debían acercarse a Heratassë cuando Elsakar no estuviera de acuerdo.
Una vez que la imposición de manos e Ayreon hubo terminado, los apóstoles demoníacos se llevaron a su señor a descansar apartado del grupo. Murakh, que había estado todo el rato reposando sobre una roca, también se retiró a descansar aparte. Selene se quedó con ellos. También Zôrôm, el enano, que sentía más que nadie la tristeza por haber perdido a su hermano. Ezhabel y Leyon tuvieron palabras de ánimo para él.
Con Carsícores al borde de la muerte, Murakh con el poder casi agotado y Selene aislada de su fuente principal, algunos de los personajes se plantearon si no sería el momento de acabar con ellos, pero prefirieron no faltar a su palabra, y no perder unos aliados que hasta ahora se habían mostrado muy valiosos.
Antes de retirarse, Carsícores hizo un aparte con Selene. A los pocos momentos, ella les transmitía que el demonio le había sugerido que quizá deberían contactar con Trelteran para unir fuerzas contra Urion, Khamorbôlg y quien quiera que se hubiera aliado con ellos. Demetrius no quiso ni oir hablar de ello, aunque los demás sostuvieron un acalorado debate sobre el asunto. De momento no acudirían a él.
Las palabras de Selene les transmitieron la sensación de que Urion y sus aliados estaban intentando derrocar al "Señor Oscuro" de alguna forma. Ayreon y Demetrius transmitieron a Selene su conocimiento de que ahora había tres dioses afines a la Sombra en la Esfera Celestial. La kalorion se quedó estupefacta, a duras penas conteniendo las emociones como hacía normalmente. No tenía ni idea. Se interesó mucho por la capacidad que los dos personajes tenían para percibir la dimensión divina. Al parecer, ni ella ni sus compañeros poseían tal don.
El debate sobre Trelteran fue algo acalorado. Mientras Demetrius y Elsakar se mostraban indignados por plantear una alianza con él, el resto del grupo no era tan dogmático. A partir de algo que dijo Ayreon, Selene sugirió que no sería mala idea azuzar a Khamorbôlg y Urion contra Trelteran, para que viera la conveniencia de una alianza. El cómo hacerlo ya era harina de otro costal, claro. Meditarían sobre ello, pero parecía claro que lo primero sería descubrir dónde se escondía cada uno de ellos.
Por la mañana, Heratassë amaneció despierto. Elsakar lo había puesto en antecedentes de todo lo ocurrido. Dio las gracias al grupo por no abandonarlo, pero no habló sobre lo que sucedió en la montaña, apenas lo recordaba y no era agradable para él. Al poco rato aparecieron Murakh y Carsícores, este último con la irónica sonrisa recuperada.
Zôrôm no pudo evitar reparar en la magnífica daga de manufactura enana que Demetrius llevaba al cinto. La había conseguido en las ruinas enanas del subsuelo de Haster, y su poder estaba "dormido". El enano se reveló como un experto alquimista que acompañaba a su hermano en el momento de ser engullidos por el Palio. Él podría ser capaz, en la forja adecuada, de devolver su poder a la daga. Daga que, por otra parte, era antigua, muy antigua, datada quizá en la era preimperial, incluso puede que en las Guerras de la Hechicería. No sabía qué había podido dejarla exhausta, pero era seguro que podía canalizar un gran poder. Las antiguas runas enanas que lucía en la empuñadura, conocidas sólo por la élite de la alquimia enana, indicaban que se llamaba Tarak-Khâbu'ThalâgBaziGledam, La Cuarta Hermana, azote y perdición del demonio, en una traducción algo tosca. Y otra inscripción, Kurag-khulirbandûm, indicaba que había sido creada por el mítico maestro alquimista enano Kurag Engelrúnda. Información sumamente interesante. Zôrôm aconsejó al bardo que la mantuviera lejos de la vista de otros enanos.
Decidireon que lo primero que harían sería ayudar a los enanos. Con la potencia de fuego que tenían no debería ser demasiado problema, y ganarían unos valiosos aliados. Además, los enanos que marchaban hacia Garâd-Khâr podían recibir una emboscada en cualquier momento y Elsakar estaba muy preocupado por ellos. Además, en Thalâg-Khâr estaban también asediados, además de los enanos, sus fieles del Grupo del Vyrd, valiosos y valientes caballeros fieles al legítimo heredero de Adastra.
Con las habilidades de Heratassë y de Murakh no tardaron en reunirse con la comitiva de exiliados enanos. Mediante un portal acortaron el camino hacia Garâd-Khâr y aparecieron cerca del ejército que estaba asediando la fortaleza, que lucía estandartes de todo tipo, incluidos algunos adastritas y umbrios. No hubo piedad. No tenían tiempo para ello. Golpearon duro y rápido. La batalla nunca ofreció dudas sobre su desenlace. El ejército de la Sombra huyó en desbandada. Algunos de los estandartes y los lugartenientes daban a entender que era un ejército perteneciente a Trelteran. Por desgracia, no pudieron hacerse con ningún prisionero importante.
En la fortaleza se reunieron con el general al mando enano, Zâluk, y también con un viejo conocido, Car'a'doc, el capitán de las Aves de Presa adastritas, que se arrodilló ante Elsakar, insultó brutalmente al grupo por no haber acudido antes, y acto seguido abrazó a todos ellos dejándolos casi sin respiración. Seguía siendo tan directo y sincero como siempre. A continuación les presentó a la que, según él, había salvado a la fortaleza de caer, y quizá a todos los enanos -y adastritas- de la cordillera de ser exterminados: Diren'a'Hiern, Brazo de Valdene y ahora también Ave de Presa por adopción. Ella les saludó, tímida. Era bella de una belleza salvaje y turbadora que pocas veces se veía. Tenía una cicatriz en el cuello. Un digno Brazo, seguro que sí.
Tras poner en antecedentes a Car'a'Doc y los demás sobre la situación, y sin apenas concederse un respiro, partieron hacia la tercera y última de las grandes fortalezas enanas que quedaban asediadas, Thalâg-Khâr. El encuentro se repitió. El ejército de la Sombra, superado por el ejército de enanos y el grupo de personajes, no tardó en huir. Los enanos se tomaron una merecida venganza. Al abrirse las puertas de la fortaleza, los personajes fueron presentados al rey enano, Aragûd hijo de Gurûd. Les dio las gracias por todo. Y Elsakar se encontró por fin con sus caballeros fieles del grupo del Vyrd, de los que quedaban unos pocos centenares de hombres al mando de lord Gerlen'a'Garol, sir Halar'a'Halder, sir Trasya'a'Coren y sir Weada'a'Ruvren. El encuentro fue profundamente emotivo, con los caballeros arrodillándose y llorando después de tantos años de exilio y desesperanza.
No tuvieron más remedio que contarles toda la situación a Car'a'Doc y los demás; también la verdadera identidad de los kaloriones y también su pacto con ellos. Hubo muchas tensiones iniciales, pero la evidencia de su ayuda acalló todas ellas.
Zôrôm habló con ellos. Quería unirse a su grupo. Ayreon tuvo una visión al reclamar el enano su intención: Zôrôm forjando una espada verdemar, con una corona de siete dagas muy parecidas a la de Demetrius, quizá iguales. Decidieron aceptar al enano. En la fortaleza había una forja que quizá sería adecuada para desbloquear el poder de la daga, aunque no sabía si podría liberar todo su poder. Le llevaría un par de semanas de estudio y trabajo. Acordaron que lo recogerían entonces.
Volvieron a Haster, acompañados por 15.000 enanos al mando de su ya amigo Zordâm, las Aves de Presa comandadas por Car'a'Doc y con Diren'a'Hiern, y el grupo del Vyrd, al mando de Elsakar. Hicieron una entrada triunfal, con cuernos y trompetas.
Al llegar a la ciudad, Ayreon se dirigió rápidamente al portal hacia Emmolnir, para utilizar el nodo de la base de la Torre para intentar localizar a Mattren Helner o a alguno de sus compañeros mediadores. Era importante recuperar a los Jueces Supremos cuanto antes, y la única pista que tenían era que Elsakar era importante para ello. Fueron recibidos por Jasafet e Ibrahim, y tras algún intento infructuoso, el círculo de paladines fue capaz de detectar al mediador a unos seis mil kilómetros de distancia hacia el sureste. Extrapolando la información a varios mapas, dedujeron que Helner debía de encontrarse en algún lugar de la isla de Targos o en la costa del continente cercana a ella. Algunas habladurías situaban el cuartel general de los Mediadores en la región de Agelmar, al norte de la isla, así que tenía bastante sentido.
El resto del grupo entró en la sala del Trono de Haster, donde se encontraban muchos de los nobles de la ciudad: representantes de la Cámara Senatorial del Imperio Daarita, Ylma, Maraith, y los demás. Algo había cambiado: Robeld de Baun parecía haber tomado el mando firme de las operaciones y se encontraba sentado en un sitial delante del Trono, majestuoso con Tôrkom a su lado. Su cara apenas reflejaba el dolor que debía sentir por la fea herida de su costado. Según les informaron, los Mediadores habían conseguido muchos apoyos en la ciudad, sobre todo de los esthalios, de los páctiros y de gran parte de sermios. No obstante, habían estado tranquilos los últimos dos días de ausencia de los personajes. Fuera de los muros de la ciudadela, La ciudad sí que había sido un nido de avispas, y si no hubiera sido por los elfos de Ezhabel y los Iluminados de Ylma, seguramente a esas horas poco quedaría ya de Haster.
Demetrius habló con Banallêth, pidiéndole información sobre los mediadores. La hermana de Ayreon le informó de que los Jueces habían seguido sufriendo bajas por la noche, al parecer a manos de los Susurros de Creá -así que no se habían ido-, pero según algunas informaciones contradictorias, también se habían empezasdo a recuperar algunas de las bajas que habían sufrido en ataques anteriores.
Una vez que Ayreon volvió, agotado, a Haster, se reunieron para comentar la situación. Aprestaron a los enanos para desempeñar labores de defensa y destinaron más efectivos a la protección de los civiles. Elsakar, por su parte, propuso con gran acierto que todos los personajes se hicieran acompañar siempre de alguien lo suficientemente poderoso, algún kalorion, algún Brazo o Heratassë, para protegerse de posibles ataques por sorpresa de los kaloriones. Todos se mostraron de acuerdo. Tal y como estaban las cosas, era más que probable que algún kalorion enemigo hiciera pronto acto de presencia.
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