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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia [Rolemaster] Temporada 4 Capítulo 51


Tras esperar un rato y recuperarse de ciertas heridas menores que habían causado algunos desprendimientos, el grupo y un contingente de enanos decidieron salir al exterior, y reunirse con Heratassë.

Fuera reinaba el silencio, en contraste con el estruendo de la batalla de apenas una hora antes. Una ligera nieve caía sobre la montaña, cuya ladera meridional estaba libre del blanco elemento. Algo la había derretido, o hecho desaparecer, por completo. Tras algunas horas de búsqueda, un cuerno sonó con el mensaje de que habían encontrado a Heratassë en una estribación cercana. El dragarcano se encontraba tumbado en la nieve, inconsciente. Atardecía y una ligera niebla se cernía sobre el lugar, espesándose por momentos. Intentaron levantar a Heratassë, cosa que ya habían intentado los enanos, pero era imposible. El dragarcano parecía anclado al suelo, o pesar varias toneladas. Ninguno de los métodos que emplearon para transportarlo pudo moverlo un ápice. Mientras tanto, la niebla se había ido espesnado más y más, y apenas veían a dos metros de distancia. A Demetrius se le erizó el vello y de repente sintió un pánico extremo. Con un balbuceo ininteligible, salió corriendo a toda velocidad, tropezando y a trompicones, perdiéndose en la distancia, hacia la fortaleza. En varios segundos más, la niebla se convirtió en una cortina blanca que cegaba la visión, y todos los presentes sintieron cómo algo tiraba de ellos -de su interior- de forma prácticamente irresistible. Ayreon gritó que dejaran a Heratassë y se alejaran de allí, sus propias almas peligraban. El paladín empezó a correr a ciegas, hasta que [sacrificando dos puntos de Intuición] llegó un punto donde la niebla, bruscamente, desaparecía y dejaba paso a la oscuridad natural de la noche. Elsakar y algunos enanos más también pudieron salir de la sobrenatural trampa. Sin embargo, Leyon y Ezhabel, junto con Adens, dos enanos y Heratassë, sintieron cómo sus cuerpos se entumecían hasta quedar inconscientes.

Desde el exterior, el aspecto de la niebla era el de algo que ya habían conocido en el pasado: una "burbuja" de niebla pálida invasiva del Palio. Volvía a suceder. De alguna manera, Khamorbôlg o Urion debían de haber recuperado la capacidad de invadir esa realidad con la de su dimensión. El desaliento cundió entre los personajes, aunque pronto se sobrepusieron y se aprestaron a hacer planes para el rescate de sus compañeros.

En el Palio, Ezhabel, Leyon, Adens, y los enanos Zôrôm y su hermano Durkhkam despertaron. Heratassë seguía inconsciente y pesando lo mismo que en la montaña. La semielfa no pudo resistir la tristeza que de repente los invadió y cayó de rodillas, intentando suicidarse; pero su en aquellos momentos débil voluntad hizo que Leyon no tuviera problemas en evitarlo. La semielfa, confortada por el trato de su amigo, pudo recuperarse lo suficiente para ponerse en pie y continuar. Un grito desgarrador los hizo reaccionar. Era Zôrôm, que no había podido evitar que su hermano se clavara su daga en el cuello. La tristeza lo había invadido irremisiblemente. A punto estuvo también el segundo enano de suicidarse, si Leyon y Ezhabel no lo hubieran impedido. Con mucho esfuerzo y sentidos discursos, pudieron hacerle superar el trance. Allí era imposible enterrar el cuerpo y devolverlo a la tierra, así que decidieron incinerarlo, ante el disgusto de Zôrôm, que no vería a su hermano renacer. No había más remedio. Mientras tanto, Adens había advertido a Leyon que volvía a sentir a Arixos. Allí, en aquel lugar, hacia una dirección determinada. Era extraño, pero eso les dio algo en qué centrarse. El umbrio se encargó de incinerar al enano tras una breve ceremonia, con una bola de fuego.

A los pocos momentos, un aullido aterrador llegó a sus oídos, desde el horizonte. Una sombra se acercaba a gran velocidad, perdiendo girones a medida que se aproximaba, y tomando cada vez más el aspecto de un demonio del Palio. Una comitiva de lo que parecían ser espiritus encadenados lo seguía. Adens intentó llevar al grupo, saltando con el poder de sus pendientes. Lo había intentado ya en el mundo real para transportar a Heratassë, sin éxito. Tras varios agónicos intentos, con el demonio a punto de alcanzarles, consiguió el salto, alejándose hasta el límite de la visión. No tenía ni idea de por qué le costaba tanto transportar al dragarcano. De nuevo tras varios intentos, consiguió saltar alejándose definitivamente de demonio. Se encontraron en una elevación del terreno, si allí se podía llamar a algo elevación. Desde allí, delante de ellos se podía ver un laberinto que se extendía infinitamente hacia delante y hacia los lados. Era a la vez bello y aterrador. Si querían continuar por allí, no tendrían más remedio que entrar. Intentaron algunos trucos, como saltar a la parte superior de los muros, pero sin éxito.

En la fortaleza enana, Elsakar insistía en rescatar cuanto antes a Heratassë. El grupo le habló de los kaloriones, sus tiranteces internas y sus tratos con ellos. El príncipe adastrita se mostró sorprendido e indignado al saber de los tratos del grupo con los máximos representantes de la Sombra. Sus ojos se volvieron de un gris claro insoportable de resistir: al mirar con reproche a los reunidos, éstos sintieron como sus corazones se aceleraban y sus mentes se nublaban. No obstante, Elsakar era una persona razonable que supo ver tras varias argumentaciones que no había otro remedio si querían que la Luz tuviera alguna esperanza de sobrevivir.

Fuera, la niebla seguía expandiéndose y se encontraba a punto de llegar a la fortaleza, con lo que hubo que desalojarla a toda prisa. Los enanos se organizaron rápidamente y se inició el éxodo hacia la fortaleza de Garâdh-Khâr, donde los ejércitos de la sombra también se encontraban manteniendo un asedio. Sin embargo, no podían ir lo suficientemente deprisa. La niebla comenzó a engullir a los heridos y enfermos, que se desplazaban más lentamente. Ayreon, Demetrius y Elsakar hicieron todo lo posible por ayudar, pero la niebla se expandía deprisa. El príncipe lloraba por cada uno de los perdidos. La niebla empezó a engullir mujeres y niños, y no lo soportó más. Gritó de rabia, provocando náuseas y dolor de cabeza en todos los que estaban cerca de él -Ayreon entre ellos-. Como por arte de magia, la niebla se detuvo. Incluso había retrocedido un poco. Pero Elsakar no había hecho nada conscientemente, y se mostraba tan sorprendido como todos los demás. Continuaron el viaje, meditando sobre lo sucedido.

A las pocas horas, Ayreon, que había estado intentando contactar con Emmán, se vio abrumado por su consciencia celestial. Según lo que percibía, ahora ¡había tres avatares de la Sombra en la esfera celestial! Los dioses de la Luz seguían siendo el mismo número. Y la esfera celestial no se inclinaba hacia Elsakar, como había estado intentando averiguar. ¿Significaba eso que un nuevo avatar había surgido de la nada?

Ante la imposibilidad de Adens de teleportarse a lo alto de los muros del laberinto, saltaron a otra elevación hacia un lado. De nuevo tras varios intentos que requirieron mucho esfuerzo por parte del umbrio. Tras el salto, Adens se vio abrumado por multitud de voces que llegaban desde una dirección desconocida pidiendo ayuda y gritando desesperadamente. Se derrumbó, sobrepasado por el sufrimiento que transmitían. A los pocos momentos, varias figuras surgieron del laberinto dirigiéndose hacia ellos. Humanoides pálidos, moviéndose muy deprisa. Eran demonios de la escarcha. Sin rostro reconocible y despidiendo un frío que les dolía como millones de agujas. El combate fue durísimo, llevando al grupo al límite de la resistencia hasta que Adens pudo hacerlos saltar de nuevo y sacarlos de allí. Y de nuevo el laberinto se extendía en todas direcciones hacia delante.

En Aredia, con los enanos encaminados, los personajes acudieron al punto de encuentro que habían establecido con los kaloriones. Apareció Murakh, que les informó de que Robeld de Baun se encontraba herido de gravedad. Ayreon se teleportó con él de vuelta a Haster. En los aposentos del esthalio se encontraban algunos sirvientes, lady Ylma, lord Dorlen y Selene, en la apariencia de lady Sarya. Sin duda, la herida provenía de una de las Kothmorui, una Daga Negra de los kaloriones. Con muchísimo esfuerzo, Ayreon mejoró todo lo que pudo el estado de la herida, que nunca sanaría del todo. Los nobles presentes preguntaron al paladín sobre su paradero y cómo se había ido del castillo, a lo que contestó con toda la sinceridad de que fue capaz. Un mensajero apareció a los pocos minutos, informando de que los Mediadores habían abandonado el asalto a la fortaleza. Apareció también Carsícores, en la apariencia de lord Turkainn, con dos de sus apóstoles; éstos, en su aspecto real, parecían gemelos con el rostro lívido, extremadamente inexpresivo y maligno. Murakh se hacía llamar lord Fergal en su segunda identidad. Elsakar se presentó como Melkar.

Tras abandonar Haster de nuevo, Murakh consiguió de Ayreon la información sobre el galvorn y Heratassë. El kalorion preguntó al paladín si tenía alguna idea de lo peligroso que era proveer de galvorn a los dragarcanos. La respuesta de Ayreon fue negativa, lo que provocó ciertos murmullos de Murakh acerca de la "estupidez humana".

Ezhabel y Leyon comenzaron a escuchar voces que los llamaban por su nombre. No tardaron en reconocer la voz de lord Natarin, y en el caso de Leyon, también de Dalryn, su antigua prometida. Adens dejó de percibir a Arixos. La presión a la que estaban sometidos era máxima. Un viento negro se levantó en el horizonte y comenzó a acercarse. Seis figuras aparecieron rodeándolos, con las túnicas típicas de los apóstoles, de color plata. Ninguno de los apóstoles que conocían usaba el plateado, así que no podía tratarse de otro más que de Khamorbôlg; finalmente había decidido adoptar lugartenientes. Entre las seis figuras se encontraban, indudablemente, Natarin, Eraitan y Dalryn, aunque horriblemente cambiados por los efectos demoníacos. Estaban poseídos por sendos Moloks, demonios extremadamente peligrosos. La presencia de Khamorbôlg empezaba a notarse impresionante, incluso a esta distancia: el viento negro que venía.

En ese momento aparecieron de improviso Ayreon, Carsícores y los demás. Carsícores renunció a toda templanza y dejó de ser el elfo risueño para transformarse en un espectacular y brutal demonio Exterior. Arrasó a varios de los apóstoles demoníacos, con la ayuda de sus apóstoles gemelos. Ayreon protegió a Ezhabel de los ataques de Natarin y Eraitan con un área de expulsión. Leyon tuvo que enfrentarse a Dalryn, teniendo muy claro que esa no era su prometida. Khamorbôlg fue recibido por Carsícores, que salió rebotado y malherido del brutal choque. Murakh y los gemelos protegieron al grupo de las energías liberadas en el conflicto. Khamorbôlg se alzaba henchido de todo su poder ante ellos. Algunos no pudieron sino arrodillarse y pedir clemencia, llorando ante su impotencia. Otros aguantaron firmes y estoicos, mirando cara a cara a la muerte. De repente, todo cambió. La palidez y el frío fueron reemplazados por los vibrantes colores de un campo de amapolas en la montaña y la calidez del sol primaveral. Carsícores los había sacado del Palio justo antes de caer inconsciente, y en el mismo instante, Murakh los había llevado a uno de sus "puntos seguros". Tras mucho sufrimiento, habían conseguido reunirse de nuevo y, una vez más, librarse de un destino fatal.

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