Al poco de poner pie en la isla con los soldados de dos de las galeras, estalló una fuerte ventisca que aunque les retuvo inmóviles, les ayudó para establecer un discreto campamento sin llamar la atención.
Tras discutirlo largo rato, desecharon la idea de infiltrarse en la fortaleza a través del acantilado, pues era poco menos que un suicidio. Finalmente, decidieron que con la ayuda de la lluvia, entrarían por el pequeño pueblo que se había establecido al noreste de Quiebramar.
Quiebramar |
El camino por el norte tampoco fue fácil. Primero, tuvieron que esquivar los campamentos de tropas enemigas que se habían establecido alrededor de Quiebramar, y después tuvieron que atravesar un traicionero terreno de rocas salitrosas y resbaladizas que casi acaban con algún lesionado. Ya en el pequeño asentamiento tuvieron algún encontronazo con guardias Seabreeze que consiguieron esquivar sin demasiados problemas. En los muelles se encontraron frente a frente con algunos encapuchados, de los que huyeron. Al poco, un guardia les cortaba el paso, y de repente un pivote de ballesta lo atravesó. Más guardias aparecieron y algunos encapuchados salieron de las sombras, estallando el caos alrededor. El grupo aprovechó para correr al muelle y robar un bote para atravesar la ensenada.
No sin problemas y con alguna caída al agua, consiguieron llegar al otro lado, la pared rocosa sobre la que se alzaba el Muro de las Tormentas. Una ligera escalada les llevó a la boca de los túneles de escape de la fortaleza. Mientras ascendían pudieron ver cómo alguien hacía señales luminosas desde el pueblo.
Al poco de avanzar por el túnel, se dieron de bruces con una puerta de barrotes de hierro. Breon y Jeremiah demostraron su gran fuerza echándola abajo, en un despliegue de fuerza sorprendente. Más adelante, escucharon unos murmullos y percibieron luz de antorchas. Unos pasos se alejaron, y ellos irrumpieron atropelladamente para liquidar a los guardias presentes, que no fueron amenaza.
El túnel daba acceso a un lugar oscuro y poco concurrido de las cocinas. Ante las miradas extrañadas de los cocineros y sirvientes y las imprecaciones de la Jefa de Cocina (que reconoció a Vanna y a Breon), salieron al pasillo del patio. Una compañía de media docena Halcones se acercaba por la derecha, así que se apresuraron a la izquierda.
Al intentar entrar a los calabozos para dar con Loren Ashur todo se torció. Unos guardias les impidieron el paso haciendo caso omiso de las amenazas de Ancel, y cuando los Halcones que habían visto llegaron a la escena, todo se complicó. Más guardias hicieron acto de aparición y el grupo se vio rodeado. Ancel gritó que llevaran a su presencia al capitán de los Halcones, confiando en que el mando siguiera siendo de Loren. Sin embargo, al poco se presentaba ante ellos el nuevo capitán, Ser Baeron Connington. El caballero afirmó que Loren Ashur había muerto y ellos pronto lo estarían también si no rendían sus armas. Acto seguido, una conmovedora y enervante arenga de Ancel [Punto de Destino] hizo que Ser Tristan Errol, uno de los oficiales presentes, golpeara violentamente a Ser Baeron, pusiera un cuchillo en su garganta y conminara a los Halcones a servir a lord Ancel, el más apto señor de Quiebramar.
Los guardias, en su mayoría veteranos de decenas de combates, se miraron entre ellos con gesto torvo.
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