Niños en Valley Forge |
En Albany, Robert se reunió con los abogados del bufete Jackson, Fairbanks & Others. Llegó a un acuerdo con ellos por el que harían todo lo posible para desvincular las pocas empresas que a Robert le interesaba sacar del acuerdo con Himmel im Erde e investigarían cualquier atisbo de ilegalidad en la operación. Manifestó su deseo de dejar de recibir los servicios de Weiss Crane y transferir todas sus operaciones a los de Albany, cosa con la que éstos no se mostraron demasiado entusiasmados, pero la suma en juego era considerable y “verían cómo encargarse de ello”.
Después de la reunión, Robert se encargó de tratar con los contactos de Michael para no interrumpir el flujo de negocio; pero la falta de material para la fabricación seguía siendo un problema para la distribución, y volvió a intentar ponerse en contacto con Georg; no tuvo éxito. Ante ello, decidió llamar a Judith, que seguía en Tel Aviv y tan bella como siempre. La israelí también se mostró preocupada por la desaparición de su amigo común; ella le dijo que tenía familia en Rusia y que haría lo que pudiera por encontrar al joven desaparecido. No obstante, Robert empezó a prepararse mentalmente para un próximo viaje a Moscú, quizá con escala en Israel.
Por la noche, Robert puso rumbo a Canadá, junto con dos de sus guardaespaldas y Michael, para llevar a éste al psiquiátrico con el que ya había contactado previamente. No notó en ningún momento que los hombres de Derek habían estado siguiendo todos sus movimientos desde su salida de Nueva York.
Mientras tanto, en Wayne, Pennsylvania, el resto del grupo encontraba algunas dificultades para poder pasar el segundo control de policía y militares. Pero al ver que en los maleteros de los coches (coches de la CCSA) llevaban todo tipo de equipación para defensa NBQ con el logotipo de la CCSA, los guardias dejaron de lado las reticencias y permitieron el acceso de los dos coches, que se detuvieron en el aparcamiento. Los hombres del segundo coche, agentes de la CCSA, permanecieron en el parking a la espera y como apoyo, mientras el resto se enfundaba en los trajes y se dirigía hacia el centro de control que habían establecido los militares unos metros más allá.
Allí se reunieron con el director del centro, George Ripley, y diferentes autoridades de la policía militar, policía civil y el ejército. A Derek le seguía extrañando la rapidez con la que se había dado la alarma sanitaria sin que aparentemente ningún funcionario de sanidad hubiera acudido al lugar. Y lo rápido que se había movilizado al ejército, aunque se tratara de una emergencia en un centro militar, también llamaba la atención; deberían darse prisa porque aquello olía a cuerno quemado.
En el centro de control, el director y los oficiales les informaron de lo que había sucedido. Los alumnos del bloque “C” habían empezado a comportarse de forma extraña unas semanas atrás, hablando en un idioma que parecían haber inventado por mera diversión. Al principio no le dieron importancia, pero cuando varios miembros adultos del personal del centro empezaron a utilizar también palabras en aquel idioma las cosas empezaron a volverse preocupantes. Era muy extraño; el ambiente en el bloque había empezado a ser más enrarecido, la luz menos brillante, hasta que directamente las tinieblas se habían apoderado de él; los alumnos se habían hecho cada vez más reclusivos, apartándose de los demás, y finalmente la noche anterior, tanto algunos adolescentes como algunos adultos habían atacado violentamente al personal que había intentado sacarlos de allí, incluso con algunas armas de fuego. Acto seguido habían llamado a las autoridades pertinentes y en poco más de media hora se decretaba la alerta sanitaria no se sabía muy bien por parte de quién.
Todo aquello apestaba a ocultismo y a conspiración, pero el hijo de Sigrid se encontraba alojado en el bloque C, y ella no se marcharía de allí sin Daniel. Patrick y Tomaso manifestaron su firme deseo de acompañarla y ayudarla a sacar al chaval de allí. Despidiéndose apresuradamente de los oficiales, que por otra parte se encontraban muy ocupados desalojando a todos los internos, se dirigieron hacia el bloque
Un escalofrío los recorrió. Tal y como les habían dicho, el efecto ya era visible desde el exterior: en medio de la noche, el edificio se encontraba inmerso en una extraña penumbra que los focos de los militares traspasaban a duras penas. Se acercaron a la puerta principal, y al adentrarse en las tinieblas sus corazones se estremecieron; Sigrid no pudo aguantar y tuvo que alejarse, causándoles un retraso que los puso muy nerviosos; pero finalmente, con ayuda de Patrick pudo reponerse y volver a la puerta principal, donde Tomaso rompió el cristal y les facilitó el acceso al vestíbulo. Sus pequeñas linternas apenas alumbraban la oscuridad; encendieron las luces, pero al igual que los focos del exterior apenas generaban un resplandor mortecino.
No tardaron en ver a los primeros dos niños en el vestíbulo. Sombríos y serios, transmitían una sensación de congoja a la que el grupo consiguió sobreponerse. No tardaron en hablar, en un idioma que ninguno pudo reconocer, ni siquiera comparar a algún otro. Las palabras parecieron introducirse en las mentes de Derek y Patrick, y comenzaron pronto a entender qué decían los niños: preguntaban si se iban a quedar, y si pretendían sacarlos de allí. Poco después los chavales salían corriendo y el grupo seguía su camino; llegaron al pie de unas escaleras que conducían a las habitaciones del primer piso, donde se hospedaba Daniel. Un niño más pequeño que los anteriores estaba allí, sentado en el último escalón; se sobresaltaron al verle, pues la penumbra apenas dejaba visibilidad un par o tres de metros. El niño les empezó a preguntar acerca de su estancia allí y de sus intenciones, en aquel grotesco lenguaje. Las palabras se movían en la mente de Patrick, que se quedó con la mirada perdida durante varios minutos, y Tomaso y Derek también notaron cómo se enroscaban en su interior. Mientras el niño hablaba, el techo tenuemente iluminado pareció cobrar vida con multitud de sombras que comenzaron a pasar a toda velocidad de una parte a otra; el grupo fue capaz de reconocer algunas de ellas: un verdugo, un rey, un peregrino, un monje… Tan rápido como aparecieron, desaparecieron cuando el techo se envolvió de nuevo en penumbra. Todo acabó cuando el niño, frustrado por la falta de caso del grupo, comenzó a gritar y se alejó adentrándose en las sombras. Pero eso sólo había sido un pequeño prólogo para lo que encontrarían en el primer piso, totalmente alterado cuando llegaron: el pasillo no parecía tener suelo pisable, sino que se abría a un profundo espacio vacío, y las puertas de las habitaciones habían sido sustituidas por una especie de singularidades, como agujeros de gusano, que se dilataban y encogían en una inmensidad que sus mentes no alcanzaban a comprender; en un momento dado, de uno de los agujeros de gusano surgió una figura enorme, majestuosa, que sólo pudieron calificar como “cósmica”; la luz de millones de estrellas brillaba en su interior, y toda su silueta era una ventana a la inmensidad del universo. Sin embargo, lo que representaba la silueta en sí no era difícil de reconocer: a todas luces representaba el epítome de lo que habría sido un verdugo en la edad media: la capucha, el hacha… en la inmensidad indescriptible que era la figura, esos detalles eran fácilmente adivinables, lo que quizá la hacía aún más difícil de comprender.
Por suerte, antes de que las mentes del grupo estallaran en una explosión de entendimiento, todo desapareció y volvió a la normalidad, sin causa aparente y sin solución de continuidad. Tras unos segundos de aturdimiento, Sigrid reaccionó y se dirigió a la carrera hacia la habitación de Daniel. Mientras se dirigían hacia allá, Derek pudo ver por el rabillo del ojo que una de las habitaciones de su izquierda no era tal, sino que la puerta era una ventana a una vista de un inmenso desierto donde millares de personas se encontraban hacinadas en campos de refugiados muriendo de hambre y sed. Le picó la curiosidad, pero prefirió no detenerse.
Cuando llegaron a la habitación del hijo de Sigrid, ésta estaba en perfecto orden, con todo recogido y ningún detalle de color visible: austera y oscura. De Daniel no había rastro por ningún lado, así que decidieron seguir buscando. Al salir al pasillo, de nuevo el vértigo de lo incomprensible. El corredor ya no era tal, sino un enorme palacio cuyas simples dimensiones estuvieron a punto de volverlos locos; y alrededor del palacio centenares de plataformas se alzaban; y sobre cada una de ellas, una figura análoga a la que habían visto aparecer en el pasillo antes. Y podían distinguirlas todas: un rey, un tirano, un verdugo, una mujer con alas, un peregrino, una madre con su hijo en brazos… Tomaso y Sigrid se echaron de rodillas al suelo, soportando a duras penas la inmensidad de aquello. En breves instantes todo desapareció de nuevo, y fue en su mayoría olvidado por sus pobres mentes humanas y racionales. Pero la sensación de que allí estaba ocurriendo algo muy gordo persistía, y se apresuraron aún más.
Tras descender a la planta baja y tener algún encuentro más con niños y adolescentes, por fin oyeron voces al fondo de un pasillo. En ese momento pudieron ver a través de una ventana cómo llegaban a la parte trasera del bloque varios coches, civiles y militares; las voces de los hombres de Derek a través del pinganillo confirmaban sus sospechas: según decían, habían llegado más agentes de sanidad y militares y habían tenido que retirarse discretamente; tras dar las órdenes pertinentes, Derek y el resto se dirigieron a través del pasillo para desembocar en la sala de conferencias. Allí se encontraban reunidos todos los alumnos del bloque, y en el estrado algunos adultos y los adolescentes más mayores, algunos de ellos con armas. Hablaban en el idioma extraño, por supuesto, y parecían muy tranquilos. Todos se callaron de repente cuando el grupo apareció superando a los niños que vigilaban la puerta. Y entonces, hablaron todos a la vez, provocando un torrente de palabras en sus mentes que casi los sumen en la inconsciencia. Tomaso y Patrick fueron casi completamente poseídos por la lengua en ese momento [punto de destino de Sigrid]. Justo entonces comenzaron a oírse disparos en la parte delantera del edificio; poco a poco, calmadamente, los adultos y adolescentes del estrado fueron saliendo para dirigirse a defender a los suyos, y Tomaso y Patrick se incorporaron a ellos. Derek tuvo que actuar: dejó inconsciente a Patrick, pero a Tomaso no pudo alcanzarlo; mientras, Sigrid había encontrado a su en el anfiteatro de asientos. Confiando en que Tomaso podría cuidar de sí mismo, salieron de allí.
Segundos después, uno de los muchachos recibía un tiro en la cabeza al lado de Tomaso. Éste salió de su ensoñación [punto de destino] y de repente fue consciente de que estaba arriesgando su vida. Al lado de la entrada, varios civiles disparaban sus armas; unos cuantos militares yacían en el suelo con disparos en la espalda, Tomaso supuso que asesinados por los mismos civiles que ahora se cebaban con los adolescentes. El joven italiano se sorprendió al reconocer entre los civiles al tal Nikos Kostas, que el día anterior había hablado con sus compañeros en la cafetería; no pareció reconocer a Tomaso, que durante el encuentro había estado discretamente sentado en la barra. Propinando una fuerte patada a un tipo que tenía cerca, se impulsó hacia la parte de atrás. Salió por la misma puerta que el resto del grupo, alcanzándolos rápidamente. A pesar de que algunos civiles indicaron a un grupo de militares que los persiguieran, finalmente se reunían con los hombres de Derek y lograban escapar, con Daniel debidamente inmovilizado. Les llevaría horas asimilar aquella experiencia.
De vuelta a Nueva York, Derek recibía una llamada de sus hombres, informándole de que Robert había estado reunido varias horas en un bufete de abogados de Albany y luego reuniéndose con varias personas. En ese momento se dirigía hacia Canadá con Michael Stevenson y un par de guardaespaldas; y lo más raro era que al menos tres coches más se encontraban siguiendo los movimientos del magnate. Derek, cansado de aquello, ordenó que tomaran todas las medidas necesarias para traer a Robert a la oficina. De madrugada, los hombres de Derek esquivaban al resto de perseguidores, entraban en el hotel y sedaban a los guardaespaldas de Robert. Al despertar a éste y pedirle que los acompañara a la CCSA, el empresario pidió permiso para llamar a su jefe, y se lo concedieron: llamó indignado a Derek, y éste le aseguró que le tenía que contar algo muy gordo que les había ocurrido. A mitad de conversación Robert dejó de hablar; se había quedado con la mirada perdida, ante lo que los agentes pidieron instrucciones a su jefe. Las órdenes siguieron siendo las mismas (además de dejar instrucciones a los guardaespaldas para que llevaran a Michael al psiquiátrico), y pocas horas después aparecían en la oficina llevando a Robert en su estado de ausencia.
Mientras tanto, durante ese tiempo, el resto del grupo se reunió en la sala de interrogatorios para hacer pruebas con lo que podían recordar de la extraña lengua de la academia, mientras mantenían a Daniel sedado. Intentaron escribir algunas palabras, pero al transcribir a papel, al poco rato se daban cuenta de que lo que escribían era inglés. Además, cada vez que pronunciaban algunas palabras o escuchaban la grabación, sus mentes parecían traicionarles y empezar a formar nuevas palabras, así que prefirieron poner un punto y aparte en aquella investigación. Por su parte, Tomaso y Sally se dedicaron a investigar sucesos parecidos, pero no encontraron nada igual, únicamente algunas referencias a exorcismos.
Tras salir de su estado de ausencia, Robert despertó en la sala de reuniones de la CCSA, donde una agente lo vigilaba. Pronto se reunía el grupo al completo. Volvieron a preguntar a Robert sobre esos extraños estados de fuga, y éste volvió a contar que no había sufrido ninguno desde el tratamiento de Rhyckon Larsen/Henry Clarkson. Y que se habían originado al tocar el extraño monolito negro del que le había hablado Michael tras su estancia en la cárcel. Después de contar a Robert todo lo que les había ocurrido en la academia, la conversación derivó de nuevo hacia el extraño monolito. Quizá podrían hacer una visita rápida a la mansión donde decía Robert que se encontraba...