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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 23 de septiembre de 2016

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 9

Reunión con Simmons. Desencuentros.
Sigrid despertó poco después, y Tomaso, solícito, fue a su encuentro para interesarse por su estado. Ambos se encontraron a gusto y tuvieron la oportunidad de revelarse algunos secretos y compartir experiencias, lo que les unió un poco más. El encuentro tuvo al parecer un efecto terapéutico en Sigrid, que acabó la conversación sin pronunciar apenas palabras en la lengua extraña de la academia.

A mediodía, Tomaso se encontró con Robert; aunque intentó despistar a los demás, no lo consiguió, y Sigrid, Patrick, Derek y un par de agentes lo siguieron hasta las cercanías del punto de encuentro. Mientras Tomaso y Robert se saludaban y entraban en el edificio, los perseguidores decidieron esperar unos minutos antes de entrar. El edificio era típico del distrito financiero, destinado al alquiler de oficinas y despachos, y en uno de ellos los había citado Dan. Había controles de metales en la puerta, así que primero dejaron todos sus pertrechos comprometedores en una taquilla.

Una mujer muy arreglada, que se presentó como Helen Simpson, les recibió en la antesala del despacho. Después de saludarlos y comprobar su identidad, les hizo pasar a la sala principal; Dan Simmons se levantó con una sonrisa, moviéndose con demasiada agilidad para sus dimensiones corporales: parecía un jugador de baloncesto profesional, alto y fuerte. Impecablemente vestido, estrechó sus manos con un apretón firme y les presentó a su “hombre de confianza”, que también se encontraba en la sala: Juan Martínez. El latino parecía un anodino oficinista, en contraposición a la abrumadora presencia de su jefe.

El Hombre Malo, como prefería que le llamaran Simmons, no se anduvo con rodeos. Tras unos breves preámbulos en los que se habló de la empresa de Robert, el papeleo de los abogados, y cómo los abogados de Albany habían contactado con él, Simmons les habló de la situación real. Y lo que oyeron les dejó perplejos.El mundo ocultista estaba revolucionado con una droga nueva que había surgido hacía relativamente poco: el Polvo de Dios. Algunos elementos tenían conocimientos arcanos en disciplinas sobrenaturales (a los que Simmons llamó “Adeptos Postmodernos”) y eran capaces de realizar cosas extraordinarias, cosas que ni siquiera Simmons comprendía totalmente. El caso es que él sí conocía la existencia de unos rituales concretos, rituales de revelación y de impostación, que servían para guiar al adepto hacia un objetivo o todo lo contrario, despistarlo. Muchos rituales de revelación se habían lanzado últimamente para revelar a la persona en la que tenía su origen el Polvo de Dios. Que Simmons supiera, la mayoría no habían arrojado más que informaciones vagas sobre la localización de la persona, pero hacía varios días por fin uno había tenido éxito; de cómo se había enterado no quiso hablar, pero el ritual había revelado claramente la identidad de Robert McMurdock como el responsable de la creación del Polvo. Ahora, Robert y los que estuvieran a su alrededor corrían serio peligro, pues el Polvo se había convertido en una especie de Santo Grial de los Adeptos: potenciaba sus capacidades de formas que no alcanzaban a comprender, pero que les hacían capaces de cosas a priori imposibles.

Por supuesto, la verdadera razón por la que Simmons había convocado a Robert a aquella reunión era que estaba realmente interesado en la fórmula del Polvo, así que ofreció un intercambio de favores si McMurdock se la proporcionaba. Aún en shock por todo lo que habían oído, le pidieron tiempo para pensar, a lo que el Hombre Malo accedió con una sonrisa, no sin recomendarles que no demoraran mucho su decisión, porque estaba seguro de que otra gente llegaría pronto hasta Robert con métodos menos amistosos. Tras darles unas tarjetas personales, se despidieron.

Al llegar al ascensor, Robert y Tomaso se toparon de bruces con el resto del grupo. El primero hizo amago de evitarlos, pero le impidieron el paso. La intervención de Tomaso apaciguó los ánimos cuando sugirió que sería buena idea que los cinco compartieran una buena comida. Ya en el restaurante, Derek pronto demostró que había perdido la paciencia con McMurdock. Ante la reticencia del ejecutivo en confiar en sus compañeros y la posibilidad de que sus maniobras con Simmons pusieran en peligro al resto del grupo, Sigrid se marchó de la mesa indignada. Derek pidió a Robert que le devolviera el móvil encriptado que les había proporcionado el congresista Ackerman y se marchó, separando sus caminos.

Al marcharse Derek, Robert tuvo una corazonada de que algo malo iba a ocurrir, pero reprimió sus impulsos. También tuvo la angustiosa sensación al marcharse Tomaso, pero siguió negándose a dejarse llevar por esas sensaciones. Decidió que su plan de acción sería quemar todas las pruebas, vender las empresas y marcharse del país.

Más tarde Patrick se reunió con Tomaso, con la pretensión de intentar convencerlo para que le consiguiera algo de Polvo de Dios. Sin embargo, la conversación acabó con Patrick y Tomaso enemistados, pues el italiano no hablaba con sinceridad a ojos del profesor. Apaciguado por Sigrid, Patrick y ella discutieron la conveniencia de visitar el monolito o partir directamente hacia Inglaterra, donde Derek tenía esperanzas de encontrar al aristócrata que conoció en su infancia.


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