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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 17 de noviembre de 2016

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 13

El Monolito
Seguían sin saber nada de Robert y del segundo agente desde que habían salido corriendo alejándose del gigante pálido que habían encontrado en la arboleda, pero tenían que seguir moviéndose, así que Patrick hizo todo lo que pudo para sacar a Sigrid de su estado de fuga cuanto antes.



La anticuaria repetía sin cesar una letanía ininteligible para sus compañeros, aterrada ante la visión de su propia muerte, aunque pronto comenzó a oír, ahogada y lejana, la voz de Patrick, que la guiaba hacia la luz de la cordura. Sintió como si emergiera a la superficie del mar después de haber pasado largo tiempo ahogándose sin remisión, todo para oír ya consciente el aullido de dolor, o quizá de terror, del profesor de filosofía. Derek se volvió sobresaltado: Patrick había sido atravesado por una especie de tentáculo compuesto de sombras que se extendía desde la puerta trasera de la casa, y al punto otro tentáculo brotaba del suelo y se dirigía hacia Sally; la muchacha gritaba, aterrada por lo que sucedía, y el suelo temblaba, a punto de estallar. Por suerte, Derek pudo empujar a tierra a Sally esquivando gran parte del impacto del tentáculo, aunque no todo. Y a continuación, mientras Patrick sentía un frío intenso que partiendo de su pecho se extendía a todo su cuerpo y le entumecía apagando su voz, el suelo estalló en un remolino de decenas de tentáculos que arrojaron al grupo a varios metros con un fuerte temblor. Jonathan, el agente de la CCSA que quedaba con ellos, disparaba como un poseso al tentáculo que atravesaba a Patrick, mientras gritaba de terror. Y en ese momento, detonó otro sonido: un helicóptero. Un helicóptero de combate se acercaba a la mansión y disparaba balas de un calibre desproporcionado contra ella; no tuvieron más remedio que echarse al suelo para evitar ser desintegrados por los proyectiles. Cuando Derek levantó la cabeza, todos se miraban, extrañados: ni rastro del helicóptero o de los tentáculos; una nueva alucinación, o visión de una realidad alternativa, o del futuro, o lo que demonios fuera aquello. El estrés, sin embargo, era muy real, y comenzaba a hacer mella en ellos: les costó un rato más reanimar a Sally y a Sigrid.

Mientras estaban haciéndolo, un bramido ensordecedor que procedía del bosque les hizo taparse los oídos. El horrible alarido parecía proferido por un millar de gargantas, y tenía una potencia tal que parecía capaz de hacerles explotar la cabeza; los árboles de la colina empezaron a sacudirse y a troncharse, dejando paso a algún tipo de ser que no podía ser otra cosa que horrible. El segundo alarido les aturdió aún más que el primero, y decidieron no esperar más: se internaron bruscamente en la casa a través del ventanal más cercano. La sensación de vértigo que habían sufrido la primera vez volvió, pero por supuesto la prefirieron a lo que fuera que hubiera habido allá fuera. Los vértigos sacudieron con especial virulencia a Sigrid y a Patrick, que quedaron unos minutos inconscientes; luego sólo recordarían que durante ese rato habían tenido sueños de vidas alternativas, pero nada concreto.

Rodearon varios escombros y consiguieron salir por fin al vestíbulo principal, donde se alzaban las grandes escaleras que daban acceso a los pisos superiores. Detrás de las escaleras era donde se encontraba la puerta que daba acceso al sótano, según las indicaciones de Robert. Nada más salir al vestíbulo, Patrick pudo ver a través de los ventanales delanteros que los bosques canadienses habían sido sustituidos por un paisaje mucho más extraño: un entorno que sólo podía calificarse como lunar, y una multitud de seres blancos (algunos incluso mucho más grandes que los que habían visto con anterioridad) se encontraba mirando (o eso parecía, pues no tenían rasgos que lo denotaran) fijamente al caserón. Prefirió no alertar a los demás sobre esto y giraron hacia el fondo del vestíbulo, para dar la vuelta a las enormes escaleras. Derek y Sally iban delante y absortos en observar su entorno no se dieron cuenta, pero el resto del grupo sí pudo ver otra escena ominosa a través de los ventanales traseros: ni rastro de los bosques canadienses; los ventanales eran aberturas al infinito, a la vasta inmensidad de algún lugar del Universo donde podían ver un ser primigenio y aberrante, compuesto de millares, quizá millones de tentáculos oscuros que extendía hacia una multitud de planetas, donde acababa sistemáticamente con todos los seres vivos que los habitaban. El grupo podía sentir el dolor de todos estos seres concentrado, latiendo en sus entrañas. Quedaron absortos durante unos segundos, hasta que Derek y Sally consiguieron hacerles reaccionar (muy a duras penas, pues Tomaso y Sigrid fueron realmente afectados por la experiencia.

Ya ante la puerta, una puerta recia, de madera negra, Derek y Sigrid se sorprendieron al ver los símbolos tallados en su superficie: sin lugar a dudas, pertenecían al mismo idioma que los símbolos del mapa heredado por Derek que Sigrid había empezado a estudiar. Apenas había empezado la anticuaria a calcar los símbolos en unas hojas de papel que todavía había podido rescatar de su mochila, cuando oyeron una potente voz procedente de la parte delantera de la casa.

 —¡¡¡¿Robert?¿Patrick?¿Derek?!!!¡¡¡¿Estáis ahí arriba?!!! —Patrick se estremeció cuando reconoció la voz de Dan Simmons, el Hombre Malo. Afortunadamente no los podía ver, pues la gran escalera se interponía en medio de la estancia.

Pasos de botas militares se oyeron subir por la escalera, pasos que pararon al llegar al primer descansillo, justo encima de las cabezas del grupo. Simmons empezó a rugir órdenes:

 —¿Oís eso?¿¿¿Lo oís??? ¡Tú, arriba! ¡Y tú, abajo!

Acto seguido, el hombre que bajaba la escalera empezaba a soltar ráfagas con un fusil de asalto, ráfagas que cesaron de repente cuando se oyó algo parecido a una hoja de acero cortar el aire y clavarse en su cuerpo. Simmons y el otro individuo corrieron hacia arriba, profiriendo gritos de pánico. ¿Era posible que en otro momento u otra realidad se hubieran aliado con el Hombre Malo?

Dejando a un lado los pensamientos inútiles, Derek tiró de la recia puerta, que se abrió de forma soprendentemente suave. Al pasar, Sigrid tocó la extraña madera, y en el acto su mano empezó a entumecerse, sensación que se empezó a extender por su brazo; más tarde se enteraría de que Derek no había notado tal sensación, lo que desataría aún más interrogantes.

Una antigua escalera de madera se adentraba en un sótano en apariencia normal, pero que pronto daba lugar a una situación fuera de lo común: llegaba un momento en el que las paredes laterales se hundían en la oscuridad y desaparecían, dando paso a un lugar aberrante, una eternidad de oscuridad con el suelo de madera que se extendía hasta donde alcanzaba la vista (que a la luz de las linternas no iba más allá de unos pocos metros). Hicieron varias veces la prueba de volver a subir la escalera, y efectivamente siempre llegaba un momento en que las paredes y la puerta de salida volvían a aparecer, lo cual les tranquilizó un tanto. Otro factor que contribuyó a su malestar fue que en el momento en que la oscuridad los engullía pudieron sentir una especie de latido que hacía vibrar su ser, un latido que parecía venir de todas partes y de ninguna.

Desde la base de la escalera, a la luz de las linternas, justo al límite de su rango de visión, se podía adivinar un par de cuerpos en el suelo. Temerosos de que todo el grupo abandonara la escalera, que en esos momentos se les antojaba como un faro en medio de la oscuridad, un par de ellos se adelantaron a inspeccionar los cadáveres: uno de los cuerpos lucía el rostro devorado por algún tipo de animal enorme, y el otro tenía la cabeza seccionada de forma excesivamente limpia, igual que el doble de Sigrid que habían visto en el exterior de la casa. Ambos individuos estaban desnudos y presentaban un físico musculoso. Les extrañó que sobre la piel los fallecidos llevaran tatuados multitud de símbolos de imaginería nazi (aunque se notaba que eran símbolos más modernos que los de la segunda guerra mundial, los calificaron como “nazis actuales”). Desde el punto donde se encontraban estos cuerpos ya se podía divisar, también al límite del alcance de las linternas, un tercer cadáver en línea recta desde la escalera. Derek y Patick se adelantaron esta vez, dejando a dos pequeños grupos atrás, Jonathan y Sally con el primer grupo de cadáveres y Tomaso y Sigrid en la escalera. Cuando el primer grupo llegaba al tercer cadáver, Sigrid y Tomaso comenzaron a sentirse incómodos y a oír leves respiraciones detrás suyo, que empezaron siendo contadas con los dedos de una mano pero que pronto se convirtieron en multitud, como una muchedumbre que los estuviera observando; no lo pudieron soportar y sin girarse salieron corriendo. Al acercarse de nuevo a la escalera, Derek y Patrick no detectaron respiraciones, pero vieron uno de los entes blancos, que se desplazaba al ritmo del latido omnipresente, teleportándose a pocos metros cada vez en direcciones aleatorias.

El ser blanco no parecía darse cuenta de su presencia, y finalmente desapareció del límite de visión. Decidieron reorganizarse de nuevo, y Derek y Sigrid inspeccionaron el tercer cadáver: más o menos era igual que los primeros, aunque esta vez estaba vestido y parecía que se había suicidado, pero con los mismos símbolos de imaginería nazi. Sigrid detectó un símbolo extraño común en todos ellos que no identificó con ningún tipo de nazis en principio, pero que seguramente los debía de identificar como miembros de alguna organización. Y desde este cadáver se podía ver más allá, en línea recta con la escalera de nuevo, un tercer grupo de cuerpos. Decidieron por fin abandonar la escalera y dirigirse en grupo hacia los nuevos cuerpos. Y pronto tuvieron la sensación de pisar algo blando.

Al alumbrar el suelo, se encontraron con el horror de encontrarse sobre un mar de centenares de miles, quizá millones de cadáveres. Cadáveres escuálidos, con un rictus de horror en sus rostros fenecidos. Sonó un estremecedor estruendo procedente de arriba, del cielo azul que ahora los cubría; el sonido era de tal magnitud que los aplastaba contra los cadáveres bajo sus pies, haciéndoles resbalar y hundiéndolos cada vez más entre los muertos. Tras casi sucumbir al horror y sin llegar a encontrar en ningún momento tierra firme bajo la pila de cadáveres, volvieron a verse rodeados de oscuridad, ante el tercer grupo de muertos del “sótano”. La tensión acumulada era mucha, y algunos de ellos comenzaban y a mostrar ticks en sus rostros o en su cuerpo debido al estrés. El tercer grupo estaba compuesto por dos mujeres y un hombre, una de ellas vestida y los otros dos desnudos; volvían a repetirse los tatuajes nazis en mayor o menor medida, y el símbolo que Sigrid había identificado. También habían sufrido muertes violentas. Pero había algo diferente: para su sorpresa, Sigrid identificó en la mujer desnuda multitud de texto tatuado en arameo, que parecían oraciones de protección a algún tipo de dioses. Le habría gustado dedicar más tiempo a estudiarlos, pero era tiempo que no tenían, y además Derek advertía en ese momento que unos pocos metros más allá se encontraba una escalera de caracol metálica que debía de ser la que Robert les había dicho que descendía a las grutas inferiores. A todos les pasó lo mismo: la escalera no era apreciable hasta que prácticamente se encontraban encima de ella.

Se encontraban agotados, pero aun así iniciaron el descenso por los estrechos escalones. Pocos metros más abajo se quedaron helados al ver que una figura, un hombre, se encontraba congelado en el gesto de subir corriendo, saltando varios escalones de una vez con una pistola en la mano. Cualquier acción que realizaban sobre las ropas o las pertenencias del individuo se revertía en brevísimos instantes, y era imposible afectarle a él de ninguna manera. Aun así, consiguieron esquivarlo y seguir bajando. Pero a medida que descendían el “latido” que ya habían notado continuamente en el sótano fue aumentando de intensidad, conmoviendo cada célula de sus cuerpos y haciendo que Sigrid y Patrick no pudieran resistirlo. Tuvieron que subir de nuevo a lo alto de la escalera para descansar y reponer fuerzas durante unas pocas horas.

Ya recuperados, volvieron a descender, esquivando al tipo que había quedado congelado en la escalera. Esta vez pudieron resistir la presión que sobre ellos ejercía el extraño latido y bajaron más de lo que habían previsto. En un momento dado, la escalera desapareció y se encontraron flotando en medio del Universo; estrellas y galaxias se extendían a su alrededor, y ellos podían acercarse a ellas con un solo pensamiento. Y allí, en el centro de todo aquello, a años luz de distancia, flotaba un monolito colosal, un cubo que brillaba negro como la noche, pequeño al principio; no obstante, a medida que se iban acercando a él con el simple poder de sus pensamientos, el monolito se hacía más grande; más y más grande, hasta que ya no pudieron abarcarlo con la vista. Sin duda era tan grande como una estrella, quizá más. Justo cuando pensaban que alargando un brazo podrían tocar su superficie, el Universo desapareció, dejando paso a una caverna enorme pero que les agobió después de la experiencia vivida. Toda la caverna lucía inscripciones en paredes, techo, estalagmitas y demás, escritas en los mismos símbolos que la puerta y el mapa de Derek; aquello sin duda era un tesoro arqueológico de una magnitud que heló a Sigrid. Y ante ellos, el monolito: una roca lisa, negra, un hexaedro perfecto de tres metros de arista. Se miraron, acongojados por la experiencia vivida; todo estaba tranquilísimo a su alrededor, y el latido había desaparecido. Alrededor del cubo había once figuras congeladas en el tiempo de forma semejante a la que habían visto en la escalera. En cada lateral del monolito, una persona desnuda alargaba su brazo, no sabían si a punto de tocar el objeto o justo después de haberlo tocado. Casi todos con símbolos nazis en sus pieles. Una mujer se encontraba congelada en la acción de grabar con su móvil la escena, y varios hombres más en actitudes difíciles de descifrar. Sus mochilas y equipo seguían amontonadas en un rincón, pero no dieron mucha información al grupo sobre sus motivaciones.

Después de mucho pensarlo, de intentar averiguar sin éxito qué había sucedido allí para que se hubiera desatado aquel caos y de argumentos y contraargumentos, Patrick decidió tocar el monolito. Y cayó inconsciente al instante, su corazón latiendo débilmente y su respiración apenas perceptible… no volvió a despertar.


jueves, 10 de noviembre de 2016

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 12

La Mansión. Distorsiones Espaciotemporales
No pasó mucho tiempo hasta que dejó de llover, pero la corriente no bajaría de intensidad en horas, así que Tomaso y Sigrid decidieron explorar los alrededores y quizá encontrar un paso más sencillo.

En su exploración corriente abajo pudieron ver una cuerda rota atada al tronco de un árbol ribereño a unos 60 metros de donde se encontraban los coches. Sigrid, más experimentada que Tomaso en las actividades en la naturaleza dejó atrás al italiano y se adentró un poco más en la espesura. No había recorrido más de un par de centenares de metros cuando una de sus piernas se hundió en el cieno. Tras muchos esfuerzos pudo por fin liberarse, falta de aliento, y una fuerte corriente de aire y un ruido la alertaron; el ruido había sido parecido al que haría un tronco de árbol partido a la fuerza. Todavía tumbada, giró la cabeza y se quedó petrificada: una figura enorme, de unos tres metros y medio de alto, sin ropa, de piel blanca como la luna y sin facciones en el rostro se encontraba a escasos tres metros de ella, parada y aparentemente abstraída, ignorante de su presencia. Todo alrededor de la figura parecía distorsionado, como borroso pero no exactamente así, no podía explicarlo. La presencia de ánimo de Sigrid no resistió; gritando, salió corriendo desbocada hasta que pudo refugiarse en un macizo de arbustos. Aparentemente, el extraño ser la había ignorado, y tras calmarse un poco, aunque con el corazón todavía en la boca, acudió rápidamente a reunirse con el resto del grupo. Todos expresaron su preocupación cuando Sigrid les contó lo que había visto, pero finalmente decidieron esperar a que bajara la corriente alerta en los coches.

La Mansión Abandonada

Al bajar la corriente, se dirigieron hacia donde Tomaso y Sigrid habían visto la cuerda rota atada al árbol, y la presencia de unas rocas donde podrían apoyarse les decidió a intentar pasar por allí. Lo consiguieron sin muchas dificultades, y al otro lado del río Derek descubrió un trozo de correa de mochila que parecía estar allí desde hacía muy poco tiempo. Alguien había cruzado antes que ellos, sin duda.

Emprendieron la penosa marcha hacia la mansión a través de un terreno escarpado donde no paraban de molestarles las ramas mojadas, el barro y el frío. En alguna que otra ocasión tuvieron que detener su avance debido a extrañas circunstancias. En todas ellas se repetían los mismos elementos: un ruido atronador, como de animal enorme, apartando árboles; en un par de ocasiones, gracias a su posición elevada respecto al entorno, pudieron ver cómo a lo lejos, efectivamente los árboles parecían moverse, apartados por la presencia de algún animal (o ser) enorme; sin embargo, la espesura no los dejó avistar nada concreto. La lentitud de la marcha hizo que les cayera encima el atardecer cuando avistaron la mansión. Rápidamente la luz cedió y se hizo la noche, mientras describían varias curvas que los conducirían a la “propiedad”. Cuando aún se encontraban a varios centenares de metros del lugar, otro hecho extraordinari los dejó helados: de repente, habían desaparecido las estrellas en el cielo. Descartaron que la causa fueran las nubes, pues la luna se veía bien brillante, y para colmo, aún más hechos acompañaron la desaparición de los luceros: las brújulas se quedaron apuntando a una dirección fija, los relojes habían dejado de funcionar y los móviles estaban fuera de servicio. En un destello de lucidez, Patrick dio con la explicación: todo lo que había entrado en “disfunción” eran elementos que estaban estrechamente relacionados con la percepción humana del espaciotiempo. El profesor de filosofía estaba en lo cierto, como comprobarían más adelante.

La “propiedad” de la mansión sólo se identificaba porque estaba totalmente despejada de árboles y la vegetación era escasa, no había ningún tipo de barrera que impidiera el paso; a ambos lados del camino, dos columnas de piedra bajas recibían a los caminantes. En una de ellas pudieron identificar una mancha de sangre, y haciendo de tripas corazón atravesaron las columnatas con extrema precaución. A los pocos metros, pudieron ver asomando de detrás de unos arbustos unas piernas, y al acercarse vieron que pertenecían a un cadáver. El tipo parecía haberse pegado un tiro a sí mismo en la cara, y estaba irreconocible. Pero se quedaron helados cuando Tomaso inspeccionó su cartera y Robert profirió un grito al reconocer la ropa y el pelo de su amigo Michael. Los documentos en la cartera lo confirmaban: el fallecido era Michael Stevenson, el hombre de confianza de Robert que había desaparecido mientras lo llevaban al internado de Canadá. Todos se miraron, consternados y muy preocupados.

En ese momento, Derek llamó la atención del grupo: varias luces de linterna se acercaban a lo lejos por el camino, por donde ellos habían venido. Había entre media docena y diez figuras, no podían distinguirlas muy bien. Pronto llegarían al punto del camino que se escondía tras la última colina y los perderían de vista, para luego aparecer muy cerca de ellos. Apagaron las luces rápidamente y decidieron esconderse y si era necesario tender una emboscada a los desconocidos. Se refugiaron entre los árboles de la falda de la colina, en una oscuridad total cuya ominosidad hizo que al cabo de unos minutos algunos de ellos encendieran una luz contra el suelo. Con el refugio de las tinieblas, Sigrid decidió adelantarse hacia la mansión, mientras el resto del grupo esperaba que aparecieran los desconocidos, cosa que nunca sucedió; pero incluso cuando el lapso de tiempo ya era claramente anormalmente largo para el trecho de camino que los intrusos tenían que recorrer, temiendo una contraemboscada decidieron permanecer quietos y en silencio. Hasta que los árboles empezaron a crujir a su alrededor.

Mientras tanto, durante ese tiempo Sigrid se había acercado al caserón, semiderruido en muchos puntos excepto en el cuerpo principal. Lo primero que vio fue una linterna en una de las ventanas del primer piso y alguien que miraba hacia fuera, pero no pudo distinguir nada más. Se acercó reptando, un poco más. A los pocos segundos, alguien salía corriendo por la puerta principal de la mansión presa de un pánico absoluto, gritando con voz ronca y alejándose en dirección contraria; a los pocos segundos Sigrid pudo escuchar unos disparos, seguramente realizados por el propio sujeto. Se armó de valor y decidió seguir acercándose, pero en ese momento oyó varios gritos y disparos procedentes de donde se encontraba el resto del grupo.

En la arboleda, todos habían comenzado a oír ruidos inquietantes a su alrededor, ruidos que iban in crescendo; Robert y los dos agentes de la CCSA que les acompañaban no pudieron resistir la tensión de los ruidos en la oscuridad y encendieron sus linternas, apuntando hacia el foco de sonido. Los dos agentes gritaron, dispararon y huyeron cuando vieron a la extraña figura: un ser humanoide de más de tres metros de alto, blanco como la nieve y sin facciones reconocibles en el rostro, el mismo que Sigrid había visto horas antes. Robert tuvo más presencia de ánimo y, después de disparar varias veces sobre el ente sin que este pareciera siquiera darse cuenta de su presencia, decidió acercarse; apuntó con la linterna a los pies del gigante para asegurarse de que no levitaba ni nada parecido. A los pocos pasos, de repente, el humanoide aparecía justo delante de él, y Robert sintió una sensación horrible, algo que sólo pudo definir después como “cercano a la muerte”. Corrieron todos, alentados por los gritos del magnate, y se refugiaron en la oscuridad del bosque. Sally y Derek entraron en pánico.

Sigrid se sintió tentada de volver, pero a los pocos segundos salió de la mansión un grupo de gente, con lo que tuvo que quedarse quieta y en silencio. Cuchicheaban, hablando de que estaban seguros de haber oído gritos y disparos. Las figuras se acercaron hacia su posición con cuidado, y el corazón de la anticuaria dio un vuelco cuando reconoció los rostros de Patrick, Derek, Robert y Tomaso. No era posible, los había dejado atrás y era del todo punto imposible que la hubieran adelantado. Las palabras de Patrick explicando los problemas espaciotemporales de la zona acudieron a su mente; ¿era posible que se hubieran teleportado, o que estuviera viendo el futuro o algo así? Los sujetos que parecían -o eran- sus amigos se separaron en parejas, tomando direcciones opuestas. Sigrid siguió avanzando, rodeando la mansión; al llegar a la altura de la puerta trasera, se dio de bruces con un cuerpo inerte; abrió mucho los ojos cuando reconoció su propia ropa y por fin, su propio rostro pero horriblemente seccionado por la mitad; lo que restaba de cerebro y la lengua habían resbalado fuera del cráneo ofreciendo una estampa realmente horripilante. No pudo soportar la visión; rompió a llorar y se abrazó las rodillas, dejándose caer en postura fetal.

Por sulado, el resto del grupo pudo recomponerse por fin, y decidió avanzar hacia el caserón. Ni rastro de Sigrid. Prefirieron evitar la puerta principal, y entrar por uno de los grandes ventanales de la planta baja. Pero no sirvió de nada; lo primero que sintieron fue el vértigo, un mareo y un vértigo abrumador que dejó a Derek inconsciente, mientras los demás tenían que apoyarse o sentarse para calmar la sensación. A los pocos segundos, Derek volvía a la consciencia con un grito de pánico desgarrador y, tras una segunda caída en la inconsciencia despertó de nuevo normalmente, con la voz algo ronca, pero sin recordar su situación ni a ninguno de sus compañeros. Los demás habían tenido tiempo de asimilar la extraña sensación (que no de recuperarse, pues la sensación de vértigo era continua) y preguntaron al director de la CCSA qué era lo último que recordaba, preocupados por su repentina amnesia. Tras pensarlo unos momentos, con un rictus sombrío, Derek afirmó que lo último que recordaba era a él mismo… suicidándose; con un fluido movimiento y los ojos vidriosos sacó su pistola, intentando apuntarse a la cabeza. Afortunadamente, Tomaso estuvo rápido y pudo frenar la mano de su amigo; Derek lo miró extrañado, prevenido ante un ataque violento del italiano y extrañado por su acción; no había ninguna pistola en la mano de Derek. Tomaso y Patrick se miraron consternados, y pidieron a Sally que confirmara lo que habían visto. Esta afirmó no haber visto lo que decían y dijo que todo aquello le parecía muy extraño; todo esto mientras sollozaba y apuntaba a los demás con la pistola de Derek en sus manos. Apuntó a Patrick y apretó el gatillo; Patrick se lanzó al suelo y Tomaso derribó a la periodista, que lanzó un grito de indignación, imprecando a Tomaso por lo que estaba haciendo. De nuevo, no había ninguna pistola en las manos de Sally, y esta miraba indignada a Tomaso.

Tras darse las correspondientes disculpas y unas rápidas explicaciones, se pusieron en movimiento. Entraron en otra estancia a través de unos escombros, y allí pudieron ver tres cadáveres. Los tres eran desconocidos para ellos, y uno de ellos parecía haber matado a los otros dos y luego haberse suicidado. Mientras el grupo se adentraba aún más en la mansión, Patrick no pudo resistirlo más: sacó discretamente un paquete de Polvo de Dios y lo esnifó. Y el viaje fue brutal. Lo único que vieron los demás fue que Patrick caía al suelo de espaldas, totalmente ido. En esos momentos, Patrick era testigo de millares, o quizá millones, de encarnaciones diferentes de sus amigos y de gente desconocida pasando por la mansión. Cuando su mente parecía estar a punto de sucumbir, se encontró de repente rodeado por un grupo de los entes níveos a cuyo alrededor todo parecía distorsionado; en un idioma ancestral pero que a la vez aún no existía, le hablaron:

—¿Eres el responsable del fin del Universo?—lo interrogaron.

—No, no soy yo —respondió Patrick después de unos pocos siglos.

—¿Y quién lo es?

—No lo sé —esta vez, a Patrick sólo le llevó unas cuantas décadas responder— ¿qué estoy haciendo aquí?.

A continuación, infinitas vidas pasaron ante los ojos del profesor de filosofía: se vio a sí mismo casado con Sigrid, casado con la hija de Sigrid, casado con Tomaso, viudo de tres mujeres, salvador del mundo… y otras tantas con sus compañeros.

Pocas cosas recordaba Patrick una vez que el Polvo de Dios agotó su efecto; una de ellas fue verse a sí mismo (en una de esas vidas alternativas) desintegrándose en silencio y ascendiendo a una esfera de Seres Superiores; una circunstancia muy críptica y de la que no pudo sacar nada en claro. En el estado de semiconsciencia en el que entró al final del período de efecto del Polvo, Patrick pudo ver a Sigrid inconsciente y con la cabeza seccionada en la parte trasera de la casa; avisó al resto del grupo y así encontraron los dos cuerpos de la anticuaria: el de la cabeza seccionada y el lloroso catatónico. Respiraron aliviados al encontrar al menos una versión de su amiga viva todavía. Mientras intentaban reanimar a la pobre Sigrid, Patrick jugueteaba con otro paquetito de Polvo de Dios de su bolsillo...