Tras unos momentos que les sirvieron para recuperar aliento mientras todos se reunían en las sombras del parque, Dulce da Silva acabó su conversación telefónica y dijo:
—Debemos apresurarnos. Aquí no estamos a salvo, pronto nos encontrarán si no nos movemos —un gesto de uno de sus guardaespaldas hizo que mirara hacia un extremo del parque y sonriera—. ¡Ah! Ya están aquí, muy bien.
Varios taxis se habían detenido cerca de allí y Dulce les instó a seguirla hacia ellos. Derek siguió a Dulce sin dudarlo, acarreando a un exhausto y derrotado Tomaso. Los demás dudaron, y se miraron preocupados. Sin importarle si Dulce lo escuchaba, Patrick expresó sus dudas acerca de la fiabilidad de la portuguesa. Anne miró a los demás con los ojos muy abiertos, con una mirada muy significativa. Tras unos segundos de silencio, le hizo una seña a Bernard y salieron corriendo hacia la oscuridad. Sigrid y Patrick permanecieron indecisos hasta que Dulce, que se encontraba ya a decenas de metros de distancia, los instó de nuevo a seguirla. Decidieron acompañar a Derek y Tomaso tras ella.
Al montar en los taxis, Dulce notó la falta de varios miembros del grupo, y mostró su extrañeza cuando Derek le contestó sin aparente preocupación que habrían optado por marcharse.
Los taxis salieron de la ciudad y se dirigieron a una población cercana a través de carreteras poco transitadas. Cuando los taxistas atendieron a sus radios con la intención de revelar hacia dónde se dirigían, los guardaespaldas de Dulce se lo impidieron de no muy buenos modos; quizá —pensó Sigrid— los taxistas pertenecían al entramado de Terje Nikolic y por eso no querían que revelaran su posición. Finalmente llegaron a un paraje de lujosas mansiones ampliamente espaciadas y atravesaron una de las recargadas verjas. Una finca de enorme extensión albergaba una casa victoriana. Mientras Dulce los conducía hacia el interior, Patrick no pudo evitar notar que los taxistas eran retenidos por varios hombres armados que los habían recibido al llegar. Cuando más tarde el profesor se interesó por el tema, Dulce le respondió que “evidentemente, los taxistas no han vuelto a su trabajo”; Patrick no averiguó a ciencia cierta si eso significaba la muerte de los conductores, pero resultó casi convencido de que así era.
En el interior, varios “sirvientes” (a los ojos de Derek iban evidentemente armados) les mostraron sus habitaciones y cuando a los pocos minutos se reunieron con Dulce en una sala habilitada a tal efecto les sirvieron algo de comer, cosa que agradecieron. Sigrid dejó a su hija durmiendo plácidamente tras las emociones vividas.
La conversación, tras comentar el episodio del club nocturno y dar las gracias a Dulce por ayudarles a rescatar a Esther, comenzó, como no podía ser de otra manera, con la portuguesa preguntándoles por “el libro”. Sigrid le comentó que el De Occultis Spherae ya no le pertenecía, sino que era de la mujer que se había marchado antes de subir a los taxis; y como Dulce requería, le comentó su paradero (el hotel donde se habían alojado). Subrepticiamente, la mujer encargó (aunque sin muchas esperanzas) a varios de sus hombres acudir al lugar y conseguir el incunable. Sigrid también reveló que, hacía muchos años, había leído el libro con un resultado nefasto; Dulce permaneció pensativa. Aprovecharon a continuación para comer y comentar los hechos sucedidos hacía varias semanas en la subasta del hotel Excelsior; acto seguido, cada uno se retiró a su habitación. Todos excepto Derek, que pidió a Dulce prolongar un rato más su charla. Dulce sonrió porque de todas maneras le iba a proponer a Derek lo mismo. Recordaron la conversación que habían tenido en los aseos del Corazón Nocturno acerca del verdadero origen de Derek, y crípticamente le propuso ir con ella a Lisboa para visitar a “gente más sabia”. Derek le aseguró que partiría con ella hacia Lisboa si antes conseguían rescatar a sus amigos que habían sido secuestrados; Dulce podría ser de gran ayuda en tal empeño. Tras meditarlo durante unos instantes, Dulce aceptó, y afirmó con una de sus maravillosas sonrisas que Derek podría “unirse por fin a las filas de sus congéneres”.
Al cabo de un rato, alguien llamó a la puerta de Sigrid. Dulce entró en su habitación cuando le permitió el paso. Estaba intrigada por lo que Sigrid había contado de que hacía años que había leído el De Occultis Spherae y por que aún conservara la cordura. Sigrid aclaró que no había leído el libro en su totalidad, aunque sí lo suficiente para sentir cosas muy extrañas; al preguntarle qué había sentido al leerlo, Sigrid contestó que “dolor” y “una sensación apocalíptica” (ocultando así parte de la información). Acto seguido y para sorpresa de la anticuaria, Dulce le preguntó (aparentemente) preocupada por su estado, tanto físico como anímico. Informó también a Sigrid de que el libro ya no se encontraba donde le había dicho, pero que tenía evidencias de que había estado allí, así que le agradeció que no le hubiera mentido al respecto. También se interesó por el estado de Esther, felicitando a la anticuaria por su recuperación y afirmando que se alegraba mucho por ella. Se miraron fijamente. Sigrid no pudo evitar que su boca encontrara la calidez de los labios carnosos y tersos de Dulce. Lentamente se tocaron y se desnudaron, y Sigrid tuvo por vez primera sexo con otra mujer, una experiencia que dio un resultado altamente satisfactorio y que la hizo estremecerse profundamente de placer. A continuación, con Esther a salvo, cayó en el sueño más reparador que había tenido en mucho tiempo.
Aproximadamente una hora después, Dulce entraba en la habitación de Patrick. Sin muchos preámbulos, el profesor se vio envuelto en la espiral de sensualidad que parecía envolver siempre a la mujer, y descendió de nuevo a los abismos del placer físico. A continuación, más relajados, tuvieron una conversación donde hablaron sobre el mundo donde se habían metido Patrick y sus amigos desde la subasta y en la que este intentó desesperadamente sacar algo de información. Dulce mencionó el trato al que había llegado con Derek por el que el americano la acompañaría a Lisboa después de ayudarlos a rescatar a sus amigos secuestrados. También mostró su interés porque Patrick la acompañara, ofreciéndole conocimiento. A esto, el profesor tenía muy difícil negarse, y como muestra de buena voluntad sacó a relucir su habilidad de percibir las auras de las personas. Por primera vez, Patrick vio a Dulce desconcertada, aunque solo por unos breves segundos. Ella no tardó en pedirle que intentara ver su aura, y Patrick así lo hizo: pudo sacar en claro que Dulce era una de las personas más complejas que había conocido, y que había vivido mucho más de lo que aparentaba. Por supuesto, su aura revelaba un poder considerable, aunque quizá no tanto como la de Anne Rush. Y además, una parte de su aura le recordaba a la de Derek; era evidente que tenían algo en común. Patrick solamente reveló a la portuguesa vaguedades de lo que había percibido, pero esta se dio por satisfecha, y lo miró con un interés renovado.
Ya por la mañana, Dulce se encontró con Tomaso. Se mostró extrañada, porque sabía que el italiano era aquel al que el día anterior había atropellado el camión, y estaba extrañamente recuperado. Cuando Tomaso contestó que tenía sospechas de que podía haber sido cosa de Anne, la compañera que había escapado, Dulce pareció perder el interés por su milagrosa recuperación.
Alguien despertó a Sigrid de las profundidades del sueño, suavemente. Alguien decía algo. Lentamente, reconoció las palabras: “¡Mamá!¡Mamá!”. Abrió los ojos y dio un salto de alegría. Abrazó a su hija después de observarla unos instantes, llorando. Ella respondió a su abrazo; por fin estaban juntas. En pocos minutos puso en antecedentes a Esther de su situación y de los acontecimientos recientes; la joven lo encajó todo sorprendentemente bien; su carácter era recio.
Se reunieron con Dulce de nuevo durante el desayuno. La portuguesa manifestó ya firmemente su decisión de ayudarles a encontrar y liberar a sus amigos a cambio de que Derek y Patrick la acompañaran a Lisboa y “formaran parte de su fuerza”. Por supuesto, no pondría obstáculos a que los demás los acompañaran. La perspectiva de desvelar uno de los mayores mitos de la antigüedad (¡atlantes!) animaba a Sigrid a acompañar a sus amigos.
Antes de aceptar definitivamente la ayuda de Dulce intentaron explorar otras opciones para rescatar a sus amigos, que consistían básicamente en que Tomaso se pusiera en contacto con sus amigos de los bajos fondos. Sin embargo, Noruega estaba muy lejos de su entorno y no tuvieron más remedio que aceptar la ayuda de la portuguesa. El italiano también aprovechó para enviar un mensaje a Anne Rush, que no contestaba al teléfono, informándole de la situación. Patrick, por su parte, había enviado la localización de la mansión a Anne cuando habían llegado al lugar, y la noche anterior se lo había advertido a Dulce como muestra de buena voluntad. Además, Patrick aprovechó para percibir el aura de Tomaso, y le sorprendió encontrarse con un aura prístina, de un blanco brillante, donde sólo se dejaban ver leves retazos de bajos instintos; sin duda, aquella aura revelaba al italiano como la persona de mayor bondad que Patrick hubiera visto nunca. A requerimiento de Tomaso, el profesor le reveló que su aura era especial, única.
A continuación, el grupo se reunió para discutir qué hacer, entablando así una larga conversación sopesando los pros y los contras de sus opciones. Se enfrentaron por la decisión moral de aliarse con Dulce, lo que representaba traicionar a Anne, que se había acercado a ellos con buena voluntad, al contrario que todos los demás hasta entonces; solo cuando Dulce había notado en ellos sus capacidades especiales se había mostrado cercana y sincera, y no tan manipuladora como cuando la habían conocido en la subasta; dieron vueltas y vueltas a estos dilemas morales, pero tal y como estaban las cosas, parecía inevitable la alianza con Dulce y su gente. Mientras hablaban, Tomaso navegaba con ahínco y finalmente consiguió hacerse con información muy relevante sobre los tentáculos de WCA en Escandinavia, y concretamente de UNSUP Corp. Evaluando los datos, Sigrid pudo deducir que, si realmente eran WCA los que retenían a sus amigos, los lugares más probables para ello eran la Central Térmica de Mongstad o la central hidroeléctrica Vamma, en el río Glomma; ambas propiedades de una filial de una filial de UNSUP; ambas declaradas zonas restringidas y ambas provistas de helipuerto.