Tras pasar tres días a una distancia prudencial de Sar’Sajari, la tercera noche Symeon y Taheem decidieron acercarse a explorar. Ya habían intentado otear las rutinas de la guarnición con ayuda de la lente ercestre de Yuria, pero los recovecos del terreno y la propia construcción se lo habían impedido.
Sar'Sajari |
Amparados en la oscuridad, no les costó atravesar la vaguada que daba acceso a la Quebrada y acercarse hasta el muro del otro lado, el Evra’in’Doharr. Symeon creyó reconocer el punto más vulnerable: un trozo de muralla que, sobre uno de los promontorios, se alzaba menos alta sobre el nivel del suelo, apenas unos seis metros, y que además ofrecía una buena superficie para trepar. Según su criterio, Taheem y él no tendrían problemas en atravesarlo, pero el resto del grupo era harina de otro costal, y seguramente aquella sería una barrera formidable. Aprovecharon también para observar las idas y venidas de los guardias del complejo, pero no pudieron sacar nada en claro: la frecuencia de paso era muy variable y el número de guardias también. Al cabo de un par de horas decidieron volver.
Más tarde, Daradoth pudo observar a lo largo de la madrugada cómo varios grupos de exploradores con perros salían de la fortaleza en dirección sur, claramente en batidas de búsqueda, seguramente intentando encontrarlos a ellos. Por suerte, su agudeza visual combinada con la lente de Yuria les permitía pernoctar a una distancia considerable y ninguno de los grupos pareció acercarse al lugar donde se encontraban.
Symeon decidió escudar su sueño, y en un momento de la noche se despertó alertado por una especie de perturbación que había impactado contra su escudo; por suerte nada pasó más allá del sobresalto.
A mitad de mañana, todos se sobresaltaron al ver en el suelo la sombra de algo que pasaba ante el sol. Al girarse, un escalofrío se apoderó de ellos al reconocer la silueta de uno de los monstruosos pájaros que ya habían encontrado antes en el viaje: un Corvax. Aunque el animal (o sus jinetes) no dieron señales de haber detectado la presencia del grupo, estos decidieron mover el campamento para evitar posibles sorpresas. Symeon y Taheem exploraron el contorno en busca de un sitio adecuado, y ese retraso probó ser un error: mientras se disponían a partir después de que la pareja hubiera vuelto de su reconocimiento, de la fortaleza salió una columna de jinetes que se dirigió directamente hacia donde ellos se encontraban. Además, a los pocos segundos, el Corvax alzaba el vuelo desde una de las torres.
A duras penas, refugiándose en bosquecillos, rodeando pequeñas lomas y renunciando a alguna que otra mula, consiguieron despistar a sus perseguidores y esquivar milagrosamente la vigilancia del ave. Gracias a las habilidades de Daradoth, las mulas parecieron correr más que nunca, por lo que todos dieron gracias. No fueron pocas las ocasiones en las que Galad tuvo que echar una mano a Yuria ante las dificultades del camino, pero durante varias horas consiguieron esquivar a los enemigos.
Llegaron finalmente a la vasta extensión de llanuras, granjas y terrenos de cultivo que se extendía hacia el suroeste. Presionándose a sí mismos para mantener un ritmo endiablado, aprovecharon los cultivos de maíz y de frutales para mantenerse a cubierto. Durante la dura caminata, con la ayuda de la lente ercestre pudieron ver acercarse a lo lejos, por el camino por el que habían venido hacía varios días desde el sur, el contingente de tropas comandada por el badir de Agherêk que escoltaba los vagones donde presuntamente tenían retenidos a los elfos y la señora de los centauros. Si se dirigían a Sar’Sajari quizá tuvieran una nueva oportunidad de intentar rescatarlos; pero ahora tenían otras preocupaciones más urgentes.
Finalmente se refugiaron en un granero que prefirieron ante una granja quemada y abandonada. En el granero pudieron descansar, agotados y doloridos por el fuerte ritmo que se habían impuesto durante casi un día entero. Desde su cómoda atalaya entre la paja pudieron ver uno de los grupos de batida que habían visto salir de madrugada pasar peligrosamente cerca, pero por suerte no se acercaron al granero en ningún momento. Durante la noche, Galad pidió la inspiración de Emmán para que lo guiara en sueños en la labor de traspasar el muro de Sar’Sajari; el paladín se hundió en un incómodo y oscuro sueño, donde se alzaba sobre un vacío en el que solo existía el muro, un muro que cada vez se hacía más enorme. Como dos exhalaciones, Symeon y Taheem surgían de detrás suyo y se aprestaban a la labor de escalar la pared, pero esta se hacía cada vez un poco más alta, impidiéndoles coronarla; finalmente, cuando consiguieron llegar arriba, un cuervo comenzó a picar sus manos, causándoles atroces heridas; cuando todo parecía perdido y Galad debía decidir si salvar a Symeon o a Taheem de una muerte segura, apareció una poderosa lady centaura que los rescató. Eso fue lo que el paladín pudo recordar por la mañana, y lo que compartió con el resto del grupo.
Por la mañana, Daradoth se acercó para inspeccionar de cerca al contingente del badir que habían visto el día anterior. No tuvo demasiados problemas con sus habilidades de ocultación y la ausencia de perros (puesto que parecían habérselos llevado para realizar las batidas). Como ya había visto la vez anterior, el badir iba al frente viajando en carromatos cerrados y los vagones con los prisioneros se resguardaban en el centro de la comitiva. De vuelta con el grupo, intentaron encontrar algún modo de detener la marcha del ejército del badir; Yuria se devanó los sesos sobremanera, pero dada la escasez de recursos con que contaban y lo numeroso del ejército (unos mil efectivos), se antojaba una tarea imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario