Durante los días siguientes, las obras para desbordar el cauce del río siguieron progresando. Habían añadido al planteamiento de Yuria la posibilidad de derrumbar uno de los puentes de piedra que atravesaba la corriente al abrigo de la espesura.
Puente sobre el río Harvanth |
Transcurridos un par de días desde la llegada del general Imradûn a Irpah, mientras Yuria, Stophan, Taheem y Nârik se encontraban en la obra del dique impartiendo órdenes y controlando su progreso, el trapaleo de cascos de caballos acercándose llamó su atención. Yuria y los demás se ocultaron entre ramas y arbustos, mientras los trabajadores seguían con su labor. Una decena de soldados de Jenmarik se presentaron al otro lado del cauce, con cara de pocos amigos y reclamando hablar con el encargado de aquello. El capataz, uno de los carpinteros de Svelêm orondo y canoso, cruzó al otro lado para hablar con ellos; la conversación se mantuvo en su idioma, el landálico, con lo que el grupo no pudo entender casi nada de lo hablado, pero a los pocos minutos, el capataz daba la orden de parar la obra, dirigiendo miradas significativas hacia donde se encontraba Yuria. Una vez la obra parada y los trabajadores "desalojados", el grupo de soldados partió hacia Jenmarik llevándose consigo al capataz.
Después de un tiempo prudencial optaron por volver a enviar a los grupos de trabajo, pero tuvieron que volver a retirarlos cuando otra patrulla se dirigía hacia el lugar; afortunadamente, Daradoth había acudido a vigilar el entorno y los pudo avisar a tiempo.
A partir de entonces, patrullas acudían a vigilar el entorno del río y concretamente, el punto de la obra, a intervalos más o menos regulares, lo que les imposibilitó avanzar adecuadamente en la construcción del dispositivo. Decidieron cancelar la construcción por el momento, pero Daradoth, Taheem, Symeon, Yuria y Faewald se dedicaron a vigilar atentamente a las patrullas en la zona de la obra. Las patrullas cada vez se componían de menos efectivos y acudían más espaciadamente. Finalmente, mientras se encontraban apostados en los alrededores, tres soldados de Jenmarik guiando un par de mulas se presentaron en el pequeño claro que bordeaba el río. Estos no permanecieron unos pocos minutos como las anteriores patrullas, sino que comenzaron a encender una hoguera y descargar equipo de las alforjas que acarreaban los animales. Dos soldados más aparecieron pocos minutos después, y a lo lejos, en el bosque, se oía gritar a algún otro.
Decidieron no esperar más y pasar a la acción. Aquellos soldados parecían tener la intención de pasar al menos una jornada allí, con lo que si daban cuenta de ellos rápidamente, podrían tener al menos la noche y la madrugada para avanzar en la obra. Contando entre sus filas con un par de maestros espadachines y avezados guerreros, los soldados no ofrecieron demasiada resistencia; los que no cayeron con el primer ataque de Daradoth y Taheem huyeron al bosque o fueron abatidos por el resto. Durante la persecución a través de la espesura intentando atrapar a los soldados que habían huido, Daradoth se encontró con varias mulas más, abandonadas; él mismo, Taheem y Faewald no tardaron en alcanzar a la mayoría de los enemigos huidos y evitar su regreso a Jenmarik. A pesar de que uno de los soldados tuvo éxito en escapar, finalmente pudieron atraparlo en el linde del bosque y así impedir que ninguno pudiera informar del ataque.
Las mulas acarreaban un montón de redomas de aceite, lo que les indujo a creer que las órdenes de la comitiva eran prender fuego a la obra del dique y destruirla. Así que optaron por encender un fuego controlado a pocos metros del lugar y esperar a ver si alguien reaccionaba en la fortaleza enemiga. Al no haber reacción alguna, pusieron de nuevo a los grupos de trabajadores manos a la obra, apresurándose para acabar al amanecer o poco después.
Ante la urgencia por acabar, el general Gerias tuvo una idea: propuso a Yuria utilizar una parte del aceite rigeriano que ya habían producido para producir una explosión en la ladera que bajaba hacia el río y acelerar así el proceso de derrumbe que podría contribuir a asentar el dique. Por su parte, el capitán Phâlzigar sugirió utilizar las catapultas de la fortaleza para arrojar durante varias horas grandes rocas al río y contribuir así a la estabilidad de la barrera. Tras dudarlo mucho tiempo, finalmente la ercestre decidió poner en práctica la idea del general ercestre; la idea de Phâlzigar pondría sobre aviso a la otra fortaleza y además era muy difícil de llevar a cabo. No podían arriesgarse a que aquello saliera mal, así que hizo unos cálculos rápidos sobre la cantidad necesaria de aceite, la distancia y la profundidad a la que habría que provocar la explosión y así lo dispusieron todo.
Al amanecer, un contingente de cincuenta hombres salía de Jenmarik en dirección al bosque y, supuestamente, del río. Alertada por Daradoth, Yuria decidió no esperar más y activar todos los mecanismos. Con un enorme estruendo las rocas y los troncos se desplazaron por la ladera justo a la vez que el aceite rigeriano explotaba provocando un pequeño desprendimiento y arrancando varios árboles de raíz. Varios de los hombres más fornidos tiraron de grandes cadenas para mantener el desprendimiento bajo control, y aunque un par de ellos resultaron heridos de cierta gravedad la buena noticia es que la recién creada presa resistió el envite de la corriente y se estabilizó. El nivel del agua empezó a subir rápidamente, y entraron en juego los troncos que habían dispuesto estratégicamente en toda la extensión del bosquecillo. En poco más de una hora, la extensión del valle que dominaban las dos fortalezas gemelas se anegó tal y como había previsto Theodor Gerias. De vuelta a Svelên, los grupos de trabajo y Yuria y sus compañeros fueron recibidos con vítores y cantos de guerra. Los paladines de Emmán se habían desprendido de sus ropas de soldado y mostraban orgullosos sus níveas túnicas, rezando cánticos que hacían rugir los corazones de los allí reunidos. Por otra parte, los ingenieros que se habían encargado de la construcción de los grandes trabuquetes al sur habían tenido un gran éxito, pues cinco de los seis proyectos habían sido llevados a cabo con éxito. Ya no había vuelta atrás; Svelên y sus aliados tendrían que resistir hasta que pudieran volver con refuerzos que inclinaran la balanza definitivamente a su favor.
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