El grupo no tardó en llegar a Phazannâth y al balandro que ya conocían bien, el Raudo, partiendo sin dilación hacia el sur. Los primeros días la travesía fue tranquila, con el tiempo respetando el viaje del grupo. Los primeros problemas aparecieron cuando el capitán Yozâr condujo al Raudo a través del estrecho Dorol, el primero de los estrechos que separaban el continente de Aredia de la enorme isla Targos. Las corrientes en los estrechos eran fuertes y provocaban olas que hacían que muchos barcos poco preparados se estrellaran contra los arrecifes.
Tras algunas dificultades consiguieron atravesar el estrecho y entrar al Mar Abismal. El capitán les informó que la parte meridional del mar era muy peligrosa, donde monstruos y tormentas acechaban por igual. Así que navegaron sin perder de vista el continente, lo más al norte posible.
Poco antes de llegar al segundo estrecho, el estrecho Varol, avistaron la Región Varlagh, donde habitaban hombres y mujeres de piel oscura. Con ayuda de la lente de Yuria pudieron avistar un delta en la desembocadura de un ancho río, y lo que vieron les dejó helados: media docena de enormes dromones se encontraban atracados en el delta, sin estandartes visibles. El capitán Yozâr mostró su asombro ante tal hecho: era imposible que aquellos barcos fueran obra de los varlagh, debían de proceder de alguna otra región de Aredia. El grupo prefirió no tentar a la suerte, y aunque Yuria insistió en acercarse un poco más para ver qué podían averiguar, prefirieron alejarse rápidamente.
El estrecho Varol también supuso una dificultad añadida, pero la pericia de la tripulación unida a la calidad del barco permitió que no tuvieran mayores problemas y continuaran viaje sin más dilación.
El siguiente hecho relevante tuvo lugar cuando navegaban entre la isla Akkra y el continente. Cerca de la desembocadura del río Odaragh, en dos promontrios que formaban un estrecho, pudieron avistar dos torres en construcción. El capitán les informó de que aquello era nuevo para él, así que decidieron dar la vuelta y rodear la isla Akkra por el sur. Demasiado movimiento y sofisticación en aquellas aguas de gente presuntamente primitiva. Y aún no había acabado, porque cuando ya habían dejado atrás la isla Akkra, pudieron ver a través de la lente dos barcos hacia el norte, enormes, quizá incluso galeones, y totalmente negros, que todos prefirieron esquivar.
Mientras rodeaban el Brazo Sur de Aredia, dos puertos llamaron su atención, uno en las Junglas de Gerrivar y otro prácticamente en el extremo suroeste del continente. Estos sí que eran conocidos por varios miembros de la tripulación: enclaves de la Confederación de Príncipes Comerciantes, centros de abastecimiento y comercio.
Pocos días después llegaban al espacio marítimo de la Confederación. El tráfico naval civil era intensísimo, sobre todo cuando entraron a través del primer control situado en un estrecho al mar Faistos y al Golfo de Eskatha. Dos controles más los detuvieron (el balandro era, al fin y al cabo, un barco de guerra) y tuvieron que recurrir a la picaresca: afirmaron que venían en misión oficial del Pacto de los Seis, y las cartas lacradas por el capitán Phâlzigar ayudaron a mantener la mascarada. Finalmente, después de registrar el barco en busca de mercancías ilegales, les permitieron el acceso a Eskatha (la capital de facto de la Confederación) y a remontar el Río Malvor. Eskatha les fascinó; en sus calles se podían ver gentes de toda raza y condición, y la mayoría de los edificios visibles tenían algún adorno dorado que convertía la ciudad en una visión inspiradora. Vieron iglesias, mezquitas, templos, y en general cualquier edificio sagrado de cualquier religión. Eskatha parecía una ciudad de libertad. La única nota chirriante fueron la cantidad de gente ataviada con ropas blancas sin adornos; a todas luces se trataba de esclavos; Galad, Daradoth y Symeon miraron con reprobación cómo se comportaban los ricos comerciantes con los de túnicas blancas.
Remontando ríos y canales, consiguieron llegar a un pequeño puerto al sur de Tarkal donde tuvieron que dejar atracado el Raudo, que quedaría vigilado por la tripulación. El grupo, el general Theodor y los hombres de confianza de este (excepto el adastrita Deir'a'Dekkan, que quedaría encargado de defender el barco) se encaminaron hacia el norte por uno de los muchos caminos que atravesaban el principado. Lo primero que les llamó la atención en el pueblo donde amarraron fue un bando clavado en el tablón correspondiente escrito en el idioma Demhano nativo, pero con multitud de palabras en ercestre. Todas las palabras de este idioma eran nombres de estructuras administrativas y cargos de la burocracia del Reino de Ercestria, y no les hizo falta mucho para deducir que lady Ilaith estaba de algún modo copiando las divisiones administrativas y los cuerpos de funcionarios y jueces de Ercestria.
Les llevó tres días llegar a la capital que se llamaba igual que el Principado, Tarkal. Lo primero que vieron a pocos kilómetros de la urbe fue un campamento militar con el estandarte de las Aves de Presa adastritas; habían corrido rumores durante los últimos años de que en Adastra había problemas y que incluso había estallado una guerra civil, y que una parte de las Aves de Presa se habían establecido como un cuerpo mercenario; parecía que los rumores tenían fundamento. Pudieron ver también un heraldo clavando otro bando en un tablón; el bando volvía a tener muchas palabras originales ercestres, e incluso el heraldo tenía la palabra "heraldo" bordada en ercestre. Todos los bandos se referían a la reestructuración de los cuerpos de seguridad y el establecimiento de un cuerpo de jueces para el que se convocaba a los candidatos a un examen.
Cerca de la capital se levantaban cuatro campamentos más de tropas. Uno de mercenarios y los otros tres de regulares, algo fuera de lo común en la Confederación, que siempre se había distinguido por un uso extensivo de las tropas a sueldo. Tarkal resultó ser una ciudad moderna y rica, con una gran colina que la dominaba y que se encontraba despejada en su mayor parte; sobre ella, la fortaleza de lady Ilaith se alzaba magnífica, rodeada de tres recios bastiones.
Tras alojarse en una posada al sur de la ciudad, se dedicaron a su reconocimiento. Una sonrisa acudió a sus rostros cuando vieron que el circo de Meravor se encontraba acampado en el interior del primer muro de la fortaleza de Ilaith. Mientras el resto descansaba, Symeon se acercó discretamente al circo (el primer bastión tenía las puertas abiertas, no así el segundo y el tercero) y pronto se encontaba abrazando a Serena, la joven muchacha errante que ya había conocido en el Imperio Vestalense. Serena le informó de que todos estaban bien y del largo viaje que habián hecho con lady Ilaith hasta Tarkal a través de Sermia. También aseguró que el grupo podía seguir contando con la ayuda de Meravor, si la deseaban. Pero lo que casi hace que los ojos de Symeon se salieran de sus órbitas fue que Serena le aseguró que lady Ilaith había conseguido de alguna forma (seguramente con sobornos) algunos de los artefactos que se guardaban en las cámaras más profundas de los Santuarios de Creä. El errante estuvo tentado de entrar él solo en la fortaleza en busca de los objetos, pero se contuvo y volvió con el grupo.
Mientras tanto, Theodor, Yuria y Daradoth habían estado hablando sobre su curso de acción. Según el general, lady Ilaith parecía admirar de alguna manera la organización y la estructura ercestre, y si eso era así, quizá podrían entrevistarse con ella y negociar ofreciendo una alianza con Ercestria. Galad, por su parte, volvió de realizar una ronda de reconocimiento por los campamentos militares de alrededor de la ciudad y se encontró con sorpresa con que una docena de enanos estaba bebiendo en la taberna de la posada. Curioso, se quedó a tomar una cerveza y trabó contacto con un desconocido, a todas luces comerciante, que resultó ser un vestalense lleno de prejuicios. No le gustaban los enanos, que llamó "engendros", ni los homosexuales, que en Tarkal estaban absolutamente tolerados, ni la gente de otras razas o las mujeres con poder; Galad se sintió tentado de clavar su puño en el rostro del hombre, pero prefirió despedirse con un gruñido.
Ya reunidos, Symeon y Galad compartieron con el resto del grupo un descubrimiento sorprendente que habían hecho. Cerca de la fortaleza de la colina, en una casa solariega, parecía encontrarse la Sede de los Paladines de Osara (en realidad otro nombre para la avatar Ammarië) , compuestos en casi cuatro quintas partes por mujeres. Todos se miraron; si aquello era verdad, lady Ilaith se estaba rodeando de gente realmente poderosa.
Por la noche, Daradoth y Galad se acercaron a la sede de los Paladines de Ammarië. La colina se encontraba iluminada por unas almenaras que brillaban en el segundo muro que protegía la fortaleza; para ambos fue evidente que aquellos fuegos brillantes no eran producto de una combustión natural, sino de la magia; Tarkal seguía siendo una caja de sorpresas; pero si lady Ilaith tenía enanos trabajando para ella, seguramente habrían creado artefactos escupefuego parecidos al que habían regalado a Yuria en vestalia. La sede de los paladines estaba protegida por un alto muro y tres vigías, así que decidieron no arriesgarse más.
Symeon intentó acercarse a la fortaleza a través del Mundo Onírico. No le costó entrar y localizar el palacio, pero en cuanto avanzó hacia él, este comenzó a adquirir un tono verdoso parecido al que casi había acabado con él en Rheynald. Los ligeros pinchazos que empezó a sentir por todo su cuerpo le convencieron de que no debía acercarse más, y salió a la vigilia.
El día siguiente, Galad y Yuria hicieron una ronda por los campamentos militares y se acercaron a la sede de los paladines. A los pocos minutos se encontraban con una de ellos que hablaba estigio y les ofreció pasar. El collar de Yuria palpitó cuando rechazó la influencia que la paladín parecía ejercer sobre ellos sin darse cuenta mientras les hablaba de la conveniencia de entrar al "culto a Osara" y cómo eso les salvaría en el más allá. Vieron también cómo se estaban entrenando varios centenares de nuevos reclutas que formarían el cuerpo de choque laico de la orden. Tras pasar una media hora hablando e inspeccionando el lugar, los paladines parecían ser unos fieles servidores de la Luz, no hubo ningún hecho que pareciera fuera de lugar.
Symeon, por su parte, volvió al circo para encontrarse con Meravor. Este se alegró mucho de ver al errante, y le dio un sincero abrazo. Tras ponerse al día de sus respectivas historias, Meravor compartió con Symeon su opinión sobre lady Ilaith; según sus palabras, le parecía una gobernante extremadamente capaz y a la que valía la pena seguir; hacía mucho tiempo que la gente del circo no había estado tan a gusto y a salvo. También confirmó la información que había transmitido Serena: Ilaith había conseguido "rescatar" dos artefactos de Creä: la Espada Alada (Églaras) y la Espada Verdemar (Nirintalath, la Espada del Dolor). Symeon se despidió, acordando previamente una reunión por la noche entre Meravor y el resto del grupo, y pensando sin cesar en los poderosos objetos que se encontraban en el interior de la fortaleza.
Por otro lado, Theodor pidió a Daradoth que se infiltrara de alguna manera en la fortaleza e intentara averiguar si los científicos ercestres y su propio hijo se encontraban allí. Le dio descripciones detalladas de los tres. El joven elfo utilizó sus extraordinarias habilidades sobrenaturales para infiltrarse esa misma noche en el segundo bastión, y allí vio cenando y departiendo con algunos soldados a uno de los científicos que le había descrito el general Gerias. Pocos minutos después, el ercestre acababa de cenar y se adentraba en el tercer bastión, al que Daradoth prefirió no aventurarse.
Tras algunas dificultades consiguieron atravesar el estrecho y entrar al Mar Abismal. El capitán les informó que la parte meridional del mar era muy peligrosa, donde monstruos y tormentas acechaban por igual. Así que navegaron sin perder de vista el continente, lo más al norte posible.
Poco antes de llegar al segundo estrecho, el estrecho Varol, avistaron la Región Varlagh, donde habitaban hombres y mujeres de piel oscura. Con ayuda de la lente de Yuria pudieron avistar un delta en la desembocadura de un ancho río, y lo que vieron les dejó helados: media docena de enormes dromones se encontraban atracados en el delta, sin estandartes visibles. El capitán Yozâr mostró su asombro ante tal hecho: era imposible que aquellos barcos fueran obra de los varlagh, debían de proceder de alguna otra región de Aredia. El grupo prefirió no tentar a la suerte, y aunque Yuria insistió en acercarse un poco más para ver qué podían averiguar, prefirieron alejarse rápidamente.
Tarkal, capital del Principado homónimo |
El estrecho Varol también supuso una dificultad añadida, pero la pericia de la tripulación unida a la calidad del barco permitió que no tuvieran mayores problemas y continuaran viaje sin más dilación.
El siguiente hecho relevante tuvo lugar cuando navegaban entre la isla Akkra y el continente. Cerca de la desembocadura del río Odaragh, en dos promontrios que formaban un estrecho, pudieron avistar dos torres en construcción. El capitán les informó de que aquello era nuevo para él, así que decidieron dar la vuelta y rodear la isla Akkra por el sur. Demasiado movimiento y sofisticación en aquellas aguas de gente presuntamente primitiva. Y aún no había acabado, porque cuando ya habían dejado atrás la isla Akkra, pudieron ver a través de la lente dos barcos hacia el norte, enormes, quizá incluso galeones, y totalmente negros, que todos prefirieron esquivar.
Mientras rodeaban el Brazo Sur de Aredia, dos puertos llamaron su atención, uno en las Junglas de Gerrivar y otro prácticamente en el extremo suroeste del continente. Estos sí que eran conocidos por varios miembros de la tripulación: enclaves de la Confederación de Príncipes Comerciantes, centros de abastecimiento y comercio.
Pocos días después llegaban al espacio marítimo de la Confederación. El tráfico naval civil era intensísimo, sobre todo cuando entraron a través del primer control situado en un estrecho al mar Faistos y al Golfo de Eskatha. Dos controles más los detuvieron (el balandro era, al fin y al cabo, un barco de guerra) y tuvieron que recurrir a la picaresca: afirmaron que venían en misión oficial del Pacto de los Seis, y las cartas lacradas por el capitán Phâlzigar ayudaron a mantener la mascarada. Finalmente, después de registrar el barco en busca de mercancías ilegales, les permitieron el acceso a Eskatha (la capital de facto de la Confederación) y a remontar el Río Malvor. Eskatha les fascinó; en sus calles se podían ver gentes de toda raza y condición, y la mayoría de los edificios visibles tenían algún adorno dorado que convertía la ciudad en una visión inspiradora. Vieron iglesias, mezquitas, templos, y en general cualquier edificio sagrado de cualquier religión. Eskatha parecía una ciudad de libertad. La única nota chirriante fueron la cantidad de gente ataviada con ropas blancas sin adornos; a todas luces se trataba de esclavos; Galad, Daradoth y Symeon miraron con reprobación cómo se comportaban los ricos comerciantes con los de túnicas blancas.
Remontando ríos y canales, consiguieron llegar a un pequeño puerto al sur de Tarkal donde tuvieron que dejar atracado el Raudo, que quedaría vigilado por la tripulación. El grupo, el general Theodor y los hombres de confianza de este (excepto el adastrita Deir'a'Dekkan, que quedaría encargado de defender el barco) se encaminaron hacia el norte por uno de los muchos caminos que atravesaban el principado. Lo primero que les llamó la atención en el pueblo donde amarraron fue un bando clavado en el tablón correspondiente escrito en el idioma Demhano nativo, pero con multitud de palabras en ercestre. Todas las palabras de este idioma eran nombres de estructuras administrativas y cargos de la burocracia del Reino de Ercestria, y no les hizo falta mucho para deducir que lady Ilaith estaba de algún modo copiando las divisiones administrativas y los cuerpos de funcionarios y jueces de Ercestria.
Les llevó tres días llegar a la capital que se llamaba igual que el Principado, Tarkal. Lo primero que vieron a pocos kilómetros de la urbe fue un campamento militar con el estandarte de las Aves de Presa adastritas; habían corrido rumores durante los últimos años de que en Adastra había problemas y que incluso había estallado una guerra civil, y que una parte de las Aves de Presa se habían establecido como un cuerpo mercenario; parecía que los rumores tenían fundamento. Pudieron ver también un heraldo clavando otro bando en un tablón; el bando volvía a tener muchas palabras originales ercestres, e incluso el heraldo tenía la palabra "heraldo" bordada en ercestre. Todos los bandos se referían a la reestructuración de los cuerpos de seguridad y el establecimiento de un cuerpo de jueces para el que se convocaba a los candidatos a un examen.
Cerca de la capital se levantaban cuatro campamentos más de tropas. Uno de mercenarios y los otros tres de regulares, algo fuera de lo común en la Confederación, que siempre se había distinguido por un uso extensivo de las tropas a sueldo. Tarkal resultó ser una ciudad moderna y rica, con una gran colina que la dominaba y que se encontraba despejada en su mayor parte; sobre ella, la fortaleza de lady Ilaith se alzaba magnífica, rodeada de tres recios bastiones.
Tras alojarse en una posada al sur de la ciudad, se dedicaron a su reconocimiento. Una sonrisa acudió a sus rostros cuando vieron que el circo de Meravor se encontraba acampado en el interior del primer muro de la fortaleza de Ilaith. Mientras el resto descansaba, Symeon se acercó discretamente al circo (el primer bastión tenía las puertas abiertas, no así el segundo y el tercero) y pronto se encontaba abrazando a Serena, la joven muchacha errante que ya había conocido en el Imperio Vestalense. Serena le informó de que todos estaban bien y del largo viaje que habián hecho con lady Ilaith hasta Tarkal a través de Sermia. También aseguró que el grupo podía seguir contando con la ayuda de Meravor, si la deseaban. Pero lo que casi hace que los ojos de Symeon se salieran de sus órbitas fue que Serena le aseguró que lady Ilaith había conseguido de alguna forma (seguramente con sobornos) algunos de los artefactos que se guardaban en las cámaras más profundas de los Santuarios de Creä. El errante estuvo tentado de entrar él solo en la fortaleza en busca de los objetos, pero se contuvo y volvió con el grupo.
Mientras tanto, Theodor, Yuria y Daradoth habían estado hablando sobre su curso de acción. Según el general, lady Ilaith parecía admirar de alguna manera la organización y la estructura ercestre, y si eso era así, quizá podrían entrevistarse con ella y negociar ofreciendo una alianza con Ercestria. Galad, por su parte, volvió de realizar una ronda de reconocimiento por los campamentos militares de alrededor de la ciudad y se encontró con sorpresa con que una docena de enanos estaba bebiendo en la taberna de la posada. Curioso, se quedó a tomar una cerveza y trabó contacto con un desconocido, a todas luces comerciante, que resultó ser un vestalense lleno de prejuicios. No le gustaban los enanos, que llamó "engendros", ni los homosexuales, que en Tarkal estaban absolutamente tolerados, ni la gente de otras razas o las mujeres con poder; Galad se sintió tentado de clavar su puño en el rostro del hombre, pero prefirió despedirse con un gruñido.
Ya reunidos, Symeon y Galad compartieron con el resto del grupo un descubrimiento sorprendente que habían hecho. Cerca de la fortaleza de la colina, en una casa solariega, parecía encontrarse la Sede de los Paladines de Osara (en realidad otro nombre para la avatar Ammarië) , compuestos en casi cuatro quintas partes por mujeres. Todos se miraron; si aquello era verdad, lady Ilaith se estaba rodeando de gente realmente poderosa.
Por la noche, Daradoth y Galad se acercaron a la sede de los Paladines de Ammarië. La colina se encontraba iluminada por unas almenaras que brillaban en el segundo muro que protegía la fortaleza; para ambos fue evidente que aquellos fuegos brillantes no eran producto de una combustión natural, sino de la magia; Tarkal seguía siendo una caja de sorpresas; pero si lady Ilaith tenía enanos trabajando para ella, seguramente habrían creado artefactos escupefuego parecidos al que habían regalado a Yuria en vestalia. La sede de los paladines estaba protegida por un alto muro y tres vigías, así que decidieron no arriesgarse más.
Symeon intentó acercarse a la fortaleza a través del Mundo Onírico. No le costó entrar y localizar el palacio, pero en cuanto avanzó hacia él, este comenzó a adquirir un tono verdoso parecido al que casi había acabado con él en Rheynald. Los ligeros pinchazos que empezó a sentir por todo su cuerpo le convencieron de que no debía acercarse más, y salió a la vigilia.
El día siguiente, Galad y Yuria hicieron una ronda por los campamentos militares y se acercaron a la sede de los paladines. A los pocos minutos se encontraban con una de ellos que hablaba estigio y les ofreció pasar. El collar de Yuria palpitó cuando rechazó la influencia que la paladín parecía ejercer sobre ellos sin darse cuenta mientras les hablaba de la conveniencia de entrar al "culto a Osara" y cómo eso les salvaría en el más allá. Vieron también cómo se estaban entrenando varios centenares de nuevos reclutas que formarían el cuerpo de choque laico de la orden. Tras pasar una media hora hablando e inspeccionando el lugar, los paladines parecían ser unos fieles servidores de la Luz, no hubo ningún hecho que pareciera fuera de lugar.
Symeon, por su parte, volvió al circo para encontrarse con Meravor. Este se alegró mucho de ver al errante, y le dio un sincero abrazo. Tras ponerse al día de sus respectivas historias, Meravor compartió con Symeon su opinión sobre lady Ilaith; según sus palabras, le parecía una gobernante extremadamente capaz y a la que valía la pena seguir; hacía mucho tiempo que la gente del circo no había estado tan a gusto y a salvo. También confirmó la información que había transmitido Serena: Ilaith había conseguido "rescatar" dos artefactos de Creä: la Espada Alada (Églaras) y la Espada Verdemar (Nirintalath, la Espada del Dolor). Symeon se despidió, acordando previamente una reunión por la noche entre Meravor y el resto del grupo, y pensando sin cesar en los poderosos objetos que se encontraban en el interior de la fortaleza.
Por otro lado, Theodor pidió a Daradoth que se infiltrara de alguna manera en la fortaleza e intentara averiguar si los científicos ercestres y su propio hijo se encontraban allí. Le dio descripciones detalladas de los tres. El joven elfo utilizó sus extraordinarias habilidades sobrenaturales para infiltrarse esa misma noche en el segundo bastión, y allí vio cenando y departiendo con algunos soldados a uno de los científicos que le había descrito el general Gerias. Pocos minutos después, el ercestre acababa de cenar y se adentraba en el tercer bastión, al que Daradoth prefirió no aventurarse.