La manada de leones era suprema, y ningún otro ser vivo osaba cuestionar su status. Hasta que finalmente, las hienas se organizaron. En un tiempo muy corto no quedaba ningún león vivo para disputar el territorio a los grandes cánidos. Y una vez que acabaron con los leones, las hienas comenzaron a matarse entre sí, sin piedad, de forma cruel. La más poderosa de ellas fue asesinada por un cónclave de sus descendientes, y entonces, de repente, cayó la noche; y desde las sombras aparecieron los lobos. Un grupo de enormes lobos blancos aulló hasta hacer que casi le estallaran los tímpanos a Galad. Aullaron tan fuerte que las propias estrellas se apagaron y la oscuridad se adueñó de todo. Con un leve parpadeo, las estrellas volvieron a alumbrar la escena; los lobos habían desaparecido y la hiena muerta vivía de nuevo, fuerte, poderosa. Uno a uno, asesinó y devoró a todos sus congéneres. El cuervo que era Galad, agotado de volar, cayó finalmente al suelo mientras la enorme hiena se avalanzaba sobre él.
Temprano por la mañana comentaron el sueño y sacaron en conclusión que debía de haber algo sobrenatural en el pasado de la familia Athalen, aunque no sabían qué podría ser. Intentaron averiguar si durante la toma de poder de Gisaus habían sucedido hechos escabrosos, pero si así había sido, Nimthos había preservado muy bien sus secretos.
El paladín y Yuria se dirigieron esa mañana a visitar al príncipe Nercier Rantor para apaciguar los ánimos después de la tensión con la que había acabado la anterior reunión y afianzar su alianza. Insistieron en la importancia de que el enemigo no era el rey o la reina, sino el arribista marqués de Arnualles, y se emplazaron de nuevo la madrugada siguiente para celebrar una nueva reunión con los esthalios que limara asperezas.
Poco después, la delegación de Evenlud llegaba a la sede de Tarkal, convocados de nuevo por Ilaith. Tras una intensa negociación, la princesa les concedió una participación del 10% (más una posterior del 1%) sobre las minas de oro que habían descubierto recientemente en los montes Darais (y que se encontraban explotadas por los enanos de Nezar, aunque tuvo buen cuidado en no revelar este dato). A cambio, Diyan Kenkad apoyaría a Ilaith en su aspiración a la gerencia de la Confederación. Evidentemente, la princesa de Evenlud sospechaba de que Ilaith le hubiera concedido tanto simplemente por apoyarla para ser gerente, e imaginaba que algo más entraba en sus planes, pero prefirió no cuestionar más sus motivos, al menos de momento. Por otra parte, el contrato que se firmó fue bastante complejo, y se añadieron muchísimas cláusulas; casi de refilón se añadió una cláusula que obligaba al apoyo militar en caso de que los yacimientos o recursos de uno u otro principado se encontraran bajo amenaza; este punto fue muy celebrado por Ilaith, Delsin y Ernass.
Una vez que Diyan y su séquito se hubieron marchado, el grupo pasó a discutir con el resto de los miembros de la delegación de Tarkal la estrategia a seguir en la Asamblea; no les quedaría más remedio que pedir la "Palabra de Urgencia" si querían asegurarse de hablar antes que los demás para exponer los hechos; el problema es que si más Principados solicitaban lo mismo, el orden de palabra se asignaría por sorteo; esperaban que no fuera así.
Esa noche se canceló la reunión que Delsin había acordado con Mírfell para celebrar una nueva reunión entre los esthalios del duque Estigian, Mervan y Tarkal. Unas palabras contemporizadoras de Daradoth permitieron que los ánimos se apaciguaran y se renovaran las buenas intenciones de los allí reunidos. Se trató de nuevo el tema del marqués de Arnualles y el apoyo de Ilaith a Esthalia y la Luz, abriendo la posibilidad de establecer un frente común en el futuro.
En el Mundo Onírico Symeon no tardó en percibir que el círculo de aviso que había puesto alrededor de la sede de Tarkal había desaparecido, y volvía a haber presente una baliza de aviso. Con los conocimientos adquiridos la vez anterior no le fue difícil deshacer de nuevo la baliza; pero no fue lo suficientemente rápido como para protegerse de la presencia que apareció a los pocos instantes; el recién llegado lo retuvo durante unos momentos de angustia hasta que el errante consiguió despertar al mundo de vigilia. No le fue posible reconocer a la figura, pues tanto el extraño como el propio Symeon mantuvieron perfectamente sus camuflajes. Por la mañana volvió a entrar al Mundo Onírico; ya no había nadie allí, así que estableció de nuevo un círculo de aviso. Poco después observó la presencia de un pájaro blanco de aspecto bidimensional que volaba a gran altura; en cuanto fijó su mirada en él, el pájaro se detuvo en seco en el "aire" y tras un brevísimo instante de pausa durante el que quedó suspendido, salió como un rayo en dirección norte. Symeon intentó seguirlo, pero el "pájaro" —que como averiguaría más tarde debía de tratarse de un "guardián de zona"— viajaba extremadamente rápido y al llegar al océano prefirió no continuar, recordando los avisos de su maestro Norren sobre su peligrosidad en el Mundo Onírico.
Y por fin, el día siguiente a mediodía, la Asamblea de Eskatha comenzó. Entre toques de campanas y trompetas las delegaciones fueron acudiendo al Hemiciclo ordenadamente, tomando posesión de sus respectivas bancadas; además se habían habilitado dos bancadas extra para los ástaros del Pacto de los Seis y para la delegación esthalia. Los ujieres ("funcionarios" compartidos por todos los principados) se encargaron de que toda la ceremonia discurriera sin incidentes y con la grandiosidad que se requería. Finalmente, Agiond Ónethas, como gerente de la Confederación, subió al estrado para dar el discurso de apertura; la delegación de Tarkal, con el grupo incluido, cruzó los dedos para que no aprovechara para exponer ningún tema que perjudicara a sus intereses.
Afortunadamente no fue así y el príncipe de Bairien se ciñó al protocolo, exponiendo datos de la Confederación en conjunto y los logros más destacados de ese año. También pidió disculpas por su tardanza en acudir a la capital, alegando motivos de salud, y manifestó sus buenos deseos para la Asamblea. A continuación ascendieron al estrado los diferentes príncipes comerciantes presentando sus resultados. Ilaith maquilló los suyos a la baja, prescindiendo de los datos de los nuevos metales y las nuevas minas de oro, todo lo contrario que Rakos Ternal. Los resultados de Undahl llamaron la atención de todos los allí reunidos por su extraordinario crecimiento gracias al comercio de Kregora; algunos los recibieron con admiración, y otros con envidia. Con aquellos resultados, Undahl se situaba como el segundo principado más rico después de Nimthos. Rakos no parecía preocupado por las ampollas que pudiera levantar, incluso parecía regodearse... no parecía una maniobra muy prudente. Pero la presencia de un minotauro y una elfa oscura en su bancada (habilitada especialmente para la enormidad del humanoide astado) le daban una confianza de la que posiblemente hubiera carecido de otro modo.
Poco después del cierre de la sesión, Meravor y Yuria se dirigieron en privado a las oficinas de los ujieres para pedir la Palabra de Urgencia para Tarkal en la sesión del día siguiente.
Esa tarde, Iliaith se reunió con sus aliados más cercanos: decidieron que tanto Mervan como Korvan pedirían también la Palabra de Urgencia para contrarrestar posibles peticiones similares de sus enemigos y tener más posibilidades de exponer sus peticiones antes que ellos, y así lo hicieron.
El día siguiente, el ujier encargado de las formalidades para abrir la segunda sesión de la Asamblea golpeó con su bastón en el suelo para reclamar la atención de los presentes. Con gesto adusto, anunció que "por primera vez desde hacía más de un siglo" nada menos que seis principados habían solicitado la Palabra de Urgencia. La delegación de Tarkal rebulló incómoda casi al completo. Con la ceremonia pertinente, se procedió al sorteo de los turnos de palabra haciendo uso de las bolas de colores que presidían el estrado de los oradores, y que representaban a los diferentes principados confederados. Unos pocos minutos de tensión desembocaron en un resultado extraordinario para los intereses de Tarkal, pues el orden de palabra quedó fijado así: 1.Tarkal, 2.Nimthos, 3.Bairien, 4.Undahl, 5.Mervan, 6.Korvan.
Por tanto, Ilaith subió al estrado para tomar la palabra. Y puso toda la carne en el asador: con gesto grave y haciendo uso de todo su saber estar y diplomacia, anunció:
—...pues uno de nuestros Príncipes, precisamente el primero entre nosotros, está atentando contra toda norma de moralidad y principios básicos de la dignidad humana...
Se refería claramente al príncipe Agiond, cuyo rostro permaneció impasible durante todo el alegato, todo lo más con alguna ligera muestra de estupefacción cuando Ilaith habló de la isla Asyra Sottran y las depravaciones que se llevaban a cabo allí. Muchos de los allí reunidos se escandalizaron por la magnitud de lo que implicaban las descripciones de Ilaith, algunos indignados y gritando que aquello no eran más que injurias sin sentido. Estas voces se acallaron cuando Ilaith aseguró que contaba con testigos que en breve subirían a presentar su testimonio bajo juramento y sin coacción, y cuando solicitó el cese en el cargo de Agiond y su renuncia como Príncipe de Bairien.
Un caos controlado se adueñó de la sala. Alguien increpó a Ilaith:
—¡¡¡Embustera!!!, ¡tú eres la que está carcomiendo los cimientos de la Confederación!
Los ujieres tuvieron que hacer uso de toda su autoridad para imponer de nuevo el orden en la sala.