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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

lunes, 1 de abril de 2019

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 2 - Capítulo 25

La Asamblea de Eskatha (XIII). Comienzan las Hostilidades.
Por la tarde celebraron una reunión de emergencia para decidir las acciones a seguir. Los mariscales Loreas Rythen y Yuria Meristhenos llevaron la voz cantante durante la conversación, haciendo gala de sus conocimientos en el campo militar. Lo primero que deberían conseguir sería el asegurar la ciudad, conseguir el control de ella. Eso les daria un margen de maniobra más amplio, que necesitarían si querían coordinarse con el resto de principados y con las tropas del exterior (aparte de no ser arrestados o asesinados en cualquier momento).  Loreas y Yuria diferían en la forma de conseguir esto; el primero abogaba por que las legiones de Tarkal y Mervan deberían esperar a una distancia prudencial a unirse a las legiones que estarían a punto de llegar de Korvan; Yuria, sin embargo, defendía una intervención lo más rápida posible de la legión de veteranos y tropas de élite (la legión de Tarkal) para conseguir que accedieran a la ciudad sin dar tiempo a reaccionar a los enemigos. El problema de esta táctica sería el cansancio que tendrían acumulado los soldados de la primera legión; después de casi día y medio a marchas forzadas y el combate en el exterior, deberían afrontar la toma de la ciudad sin descanso, y eso igual les costaría demasiado caro.

La legión de Tarkal llega a Eskatha

 Galad apoyó a Yuria en su defensa de una intervencion rápida, pues el tiempo era algo que estaba lejos de sobrarles, y era imposible saber el progreso de las legiones de Korvan. Suponiendo que sus tropas vencieran a la legión del noreste en un plazo breve, podrían afrontar la toma de la ciudad coordinando los esfuezos de la propia legión, la parte de la guarnición fiel a Eudorya y las tropas que acompañaban a cada una de las delegaciones a favor de Ilaith, que unidas sumarían un número considerable.

Yuria, Galad, Daradoth, Symeon, Loreas y Delsin acudieron disfrazados como guardias de la ciudad a la sede de Nímthos, donde se reunieron con el capitán Ayluras y la princesa Eudorya, que había devuelto su cargo al oficial depuesto. Allí trazaron un plan atendiendo a la localización de las diferentes unidades de la guarnición y de las delegaciones; escribieron cartas con órdenes que deberían enviarse en el momento justo a cada contingente; para ello, Yuria dirigiría las operaciones de campo en el exterior de la ciudad poniéndose al mando de la legión, y Loreas dirigiría a las tropas del interior, observando en todo momento el campo de batalla con ayuda de las lentes ercestres. La correcta sincronización de unas y otras tropas sería fundamental si querían tener éxito. Además, se organizó una unidad "quirúrgica" que compondrían Daradoth, los maestros de esgrima Taheem y Khain, la paladín Aznele y los mejores guerreros de cada delegación, que deberían ejercer de punta de lanza de la rebelión en el interior de los muros para hacerse rápidamente con el control de las dos puertas orientales.

De madrugada, un pequeño grupo compuesto por Daradoth, Yuria, Galad y el ástaro Dûnethar se encaminó hacia el puerto, con la intención de salir a nado de la ciudad. En la reunión que habían mantenido hacía pocas horas, Dûnethar había ofrecido su colaboración a Yuria como comandante, pues en el Pacto de los Seis ostentaba el rango de capitán, y tenía bastante experiencia en dirigir tropas. Por su parte, Symeon, que era un pésimo nadador, franquearía los muros del este y se reuniría con ellos en una barriada extramuros que acordaron previamente. Mientras que el errante no tuvo apenas problemas para salir del recinto amurallado, el grupo que lo hizo a nado atravesó una pequeña odisea. Tuvieron que nadar casi un kilómetro y medio, lo que les dejó prácticamente exhaustos y en algún caso (Galad) con algún desgarro muscular; afortunadamente, reunidos ya con Symeon, pudieron descansar una hora y el propio paladín, invocando el favor de Emmán, reparó todo el daño que habían sufrido.

Ya aproximándose el amanecer, se apresuraron de nuevo, esta vez corriendo, para intentar atravesar las filas enemigas y encontrarse a una distancia prudencial con la legión que se aproximaba, debidamente advertida de tal hecho a través del búho de ónice por Daradoth. La guía de Symeon se probó fundamental para dejar atrás a los enemigos sin apenas problemas. Con el sol ya brillando a media mañana, se encontraban por fin con la legión de Tarkal, que los reconoció sin mayores problemas. Yuria tomó el mando de la legión y su centro, Dûnethar del flanco derecho y Saevras (el comandante que dirigía la legión hasta ese momento) el izquierdo. Galad, por su parte, se unió a los cuarenta paladines, que le saludaron efusivamente y se pusieron bajo su mando. Poco después, la legión avistaba a los enemigos y se formaban las filas de cada flanco, con los enanos en vanguardia del centro y los paladines a la izquierda, formando los vínculos que les permitirían canalizar el poder de Emmán para acabar con sus enemigos. Los paladines de Olara formaron a su vez en el flanco derecho, dorados y brillantes, contrapuestos al plateado de los emmanitas.

Sorprendida por la velocidad que desarrollaban las tropas aun tras día y medio de marcha forzada, Yuria dirigió el centro hacia la colina, mientras que los flancos la rodeaban para liberar los alrededores. Los paladines entonaban cánticos de alabanza a Emmán en daarita, mientras que los enanos rugían gritos de guerra que henchían los corazones de sus aliados. Pronto, la batalla se desencadenó; aunque llevó más tiempo de previsto, el flanco izquierdo consiguió romper a sus enemigos y girarse hacia la colina que defendían los enemigos con mayor ahínco del esperado. Pero una vez que los paladines se incorporaron a la lucha central, los defensores no pudieron resistir más y en la quinta hora se batían en retirada.

En el interior, el mariscal Rythen bramó las órdenes pertinentes y todos se pusieron en marcha inmediatamente. Aunque también con más dificultades de la previstas, las tropas del interior aprovecharon la sorpresa para sobrepasar a la legión apostada en la ciudad y a la guarnición enemiga, y consiguieron hacerse con el control de las puertas, a través de las que empezaron a acceder las tropas de Tarkal, ya con signos visibles de agotamiento en sus rostros.

Las escaramuzas urbanas se prolongaron hasta el atardecer, pero finalmente las tropas leales lograban expulsar a la legión y la guarnición enemigas al otro lado del río, y aislar la ciudadela donde se encontraba Dorias con unos trescientos efectivos. En el proceso, muchos guardias que habían sido fieles a Dorias juraron de nuevo lealtad a Ayluras y Eudorya, engrosando así un poco más las filas de Ilaith.

Un poco antes de la pacificación, la colina del noreste había sido ocupada ya por la legión de Mervan. Los de Undahl, que habían puesto en marcha ya dos legiones desde el sur hacia el norte, decidieron detener su avance y tomar de nuevo posiciones de asedio, lo que Yuria juzgó como un error, pues si en ese momento hubieran atacado, no estaba segura de que sus tropas hubieran resistido al agotamiento. A no ser que estuvieran esperando refuerzos...

La noche les concedió un más que merecido descanso.

El día siguiente, en un calma tensa, se decidió llevar a cabo una nueva sesión de la Asamblea. En el Hemiciclo, Ilaith declaró el estado de guerra; la noche anterior había convencido por fin a Adhëld y también a Ladris de la necesidad de sus tropas, con la ayuda de Galad y Meravor. Por supuesto, Wontur Serthad interrogó a Ilaith acerca de cuál eran sus intenciones para con los principados rebeldes (y los no rebeldes); la princesa anunció que Undahl sería anexionado sin duda, y el resto habría que decidirlo. Ilaith asumió el mando de comandante en jefe de los ejércitos de la Confederación, y los presentes votaron afirmativamente; la leve sonrisa de la nueva gerente y comandante mostraba lo satisfecha que se sentía.

El propio carisma de Ilaith y la visión de las tropas aclamándola bastó para que se desatara una oleada de habitantes de la ciudad (al menos de la parte oriental) que se incribían para formar parte de su contingente. Yuria frunció el ceño, pensando que lo mismo debía de estar sucediendo en alguna otra parte, pero a la inversa.

La siguiente mañana les despertó un ligero tembló de tierra, acompañado de un estruendo a lo lejos. Al asomarse a las murallas del sur de la ciudad, la visión les sobrecogió. A la luz del amanecer, un mar de jinetes bajaba por las llanuras del valle del Malvor hacia Eskatha. Según les informaron, eran jinetes de Semathâl, "bárbaros" del sur que adoraban a los caballos. Sin duda eran decenas de miles, claramente aliados con Undahl y sus secuaces. Ahí estaban los refuerzos.

El gabinete de crisis se reunió rápidamente. Ilaith anunció que enviaría emisarios para celebrar una reunión con los comandantes del ejército enemigo y ver si podían ganar algo de tiempo. Mientras se encontraban reunidos, al menos llegó una buena noticia: el príncipe Nercier de Mervan había despertado por fin de su extraña enfermedad.

Un par de horas después, sonaron cuernos en el noreste: las dos legiones de Korvan habían llegado por fin y tomaban posiciones al lado de la legión de Mervan. Comparadas con el número de jinetes sureños eran una pequeña fracción, pero todo apoyo era bienvenido.


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