La desaparición de Patrick. Un pequeño Monolito.
Tras discutir la la posibilidad y, en su caso, la conveniencia de hacer recordar a Borkowski, Tomaso planteó su intención de hablar esa misma noche con Catapano y llamar al único superviviente del ataque a Milán, Adamo Scordo. Ante esto, Patrick planteó algunas dudas:
—¿No os parece —dijo el profesor— que de todos los defensores de la bibioteca es mucha casualidad que solo haya sobrevivido uno?
—Sí, la verdad es que sí —contestó Tomaso—, pero conozco más o menos bien a Adamo, y creo que vale la pena tirar de ese hilo.
—Si lo conoces bien ——añadió Derek—, entonces sí, estoy de acuerdo en que será una fuente de información muy valiosa.
—Bueno, tampoco diría que lo conozco tan bien... pero más o menos. La otra cosa que no me explico es por qué han atacado con tanta potencia incluso un Orfeo en Italia, y aquí todavía no se han atrevido con Jacobsen.
—Emil es más duro de lo que aparenta —contestó Sigrid—. Y tiene sus contactos; deben de estar preparando bien el ataque.
—Además... —dijo Derek, que había estado pensando en la lista de lugares donde Barker les había informado de ataques a bibliotecas—, creo que hay un patrón.
Derek se hizo con un mapa, y se dedicó a marcar con un punto todas las ciudades donde se habían producido ataques a bibliotecas.
—Mirad —dijo, una vez que hubo acabado—. Todos los puntos están en un área más o menos grande alrededor de Suiza, donde no ha habido ningún ataque.
—Es cierto —acordó Sigrid—, ¡hay ataques en todos los países que están alrededor de Suiza!
—Y por lo que nos han dicho, la frecuencia de ataques ha ido aumentando conforme se han desplazado hacia el sur, hacia Italia.
Tomaso comenzó a investigar la posibilidad de que Suiza hubiera sido sede de alguna de las logias de Hermes Trimegisto, para conseguir alguna pista de por dónde comenzar a investigar. Pero tras varias horas, no encontraría nada que revelara algo así.
Sigrid y Derek volvieron a la sala de reuniones para hablar con Emil. Tras pedir acceso a los guardias de la puerta anunciando que tenían algo importante que informar, estos se lo franquearon. Al entrar vieron que ya solamente se encontraban allí los Jacobsen, Anaya y los ejecutivos de British Sharp, Conor Barker y Dakota Gallagher. En la mesa se podían ver restos de la comida que habían compartido durante las horas pasadas.
—Hola de nuevo —saludó Sigrid—. Emil, creemos haber descubierto algo importante para poder avanzar en nuestras investigaciones sobre los atacantes.
—¿En serio? —se sorprendió Anaya.
—Sí —continuó Derek mientas desplegaba el mapa—. Si os fijáis en este mapa, todos los ataques marcados han sido en un área determinada alrededor de Suiza, pero la propia suiza no ha sido atacada. Quizá esto pueda darnos una idea del origen de las incursiones, o de sus aliados.
—Vaya —dijo Emil, mirando a los demás—. ¿A quién conocemos en Suiza...?
—A Philip Sartrier —le informó Paula—. No es una gran pieza en el juego, pero es bibliomante al fin y al cabo. Hará un año y medio que no hablo con él, pero supongo que si hubiera sido atacado nos habríamos enterado.
—Seguro que sí —dijo Emil—. Pero, por si acaso, Anaya, intentemos contactar con él.
—Claro, Emil —dijo Anaya, que salió de la reunión junto con Sigrid y Derek, dejando que los Jacobsen discutieran cosas más privadas con los British Sharp.
Tras varios intentos infructuosos de contactar con Sartrier, Derek preguntó a Anaya si conocía a alguien que tuviera un contacto más estrecho con el bibliomante suizo, y esta contestó que quizá podrían preguntar a Jesús Cerro. Así que los dos se dirigieron rápidamente hacia la biblioteca, donde suponían que se encontraba el español.
Mientras tanto, Tomaso seguía con su investigación, y Patrick se servía el tercer vaso de bourbon en el mueble bar de una de las salas de reuniones vacías.
—¿Señor Sullivan? —preguntó alguien a espaldas de Patrick, tocando levemente su hombro.
—¿Sí? —contestó el profesor, girándose para encontrarse con un hombre muy alto y recio, entrado en años, que resultó ser Simeon bar Yohai.
—¿Sería tan amable de servirme un vaso de bourbon, por favor?
—Oh, sí, por supuesto —dijo Patric, que volvió a girarse hacia el mueble bar.
De repente, una sensación horrible se adueñó de Patrick. Sintió como si se hundiera en una especie de alquitrán frío, cómo se hacía todo negro y dejaba de poder respirar. Un grito que empezó a salir de su garganta fue ahogado por la oscuridad casi al instante. Se desesperó, incapaz de moverse o de pensar con claridad. Pero por suerte, al cabo de unos pocos segundos pudo volver a respirar, aunque en ningún momento era capaz de oir, ver, moverse o hablar. La angustia se adueñó de él, mientras notaba que empezaba a desplazarse estando inmóvil. "¿Me están moviendo?", pensó, "maldición, ¡¿qué es lo que pasa?! ¡¡¿¿Qué pasa??!!".
"¿Pero qué demonios...?", pensó Derek, que a través del enlace kármico sintió claramente la angustia de Patrick. Una breve mirada intercambiada con Sigrid confirmó la situación. Se detuvieron al instante y Derek se dirigió rápidamente a su habitación, seguido de cerca por la anticuaria. Tomaso fue presa de un escalofrío tremendo que incluso Sally pudo notar. Disculpándose, el italiano se dirigió rápidamente a la habitación de su amigo, que no se encontraba en ella, y donde no había señales de lucha ni apresuramiento.
Derek llamó a Jonathan rápidamente por teléfono para indicarle que Patrick estaba en peligro y tenía que buscarlo inmediatamente, tras soltar un suspiro de alivio al ver que el libro de tapas negras estaba a salvo. El agente de la CCSA fue rápidamente a la habitación del profesor, donde se encontró con Tomaso.
—Jonathan, deberías ir a vigilar los helicópteros, por si intentan llevárselo —sugirió Tomaso.
—Está bien, voy para allá —contestó el agente, saliendo con paso rápido y comprobando que llevaba munición.
Pocos segundos después llegaban a la habitación Sigrid y Derek. Tras poner en común sus impresiones y sabiendo los gustos de Patrick, decidieron ir al mueble-bar más cercano a aquel lugar. No había nadie alrededor, pero Derek no tardó en fijarse en algo:
—Mirad, dos vasos de whisky servidos. Podemos suponer que Patrick estaba con alguien.
—Sí... —Sigrid meditó durante unos instantes. Sacó del bolsillo su saquito de monedas antiguas y continuó—: voy a ver si puedo ver algo con la Antiquimancia.
—Yo mientras tanto voy a avisar a Anaya, que ponga a todos sobre aviso —dijo Tomaso, que salió corriendo.
Haciendo uso de las cargas contenidas en las monedas, la anticuaria se retrotrajo a unos segundos antes al momento en que había percibido la angustia de Patrick. Vio cómo Simeon bar Yohai tocaba el hombro de su amigo, cómo este se giraba para servir otro vaso de whisky, y cómo en ese momento, el cuerpo del enorme judío mutaba: toda su silueta (incluida la ropa) se tornó de color negro, como si se convirtiera en un ente de carbón, o quizá de alquitrán. Se expandió, haciéndose aún más grande de lo que era, y se abalanzó sobre Patrick, cubriéndolo completamente con la materia de la que estaba formado. El profesor intentó gritar, pero cualquier intento de reaccionar fue anulado al instante. Acto seguido, Yohai volvió a su tamaño y forma/color originales, y se encaminó tranquilamente hacia la puerta.
Mientras Sigrid describía la escena en voz alta, Derek pudo ver cómo abría mucho los ojos debido al horror de contemplar cómo el judío absorbía a Patrick dentro de sí. Afortunadamente resistió la impresión y todo quedó en una agitación pasajera. A través del móvil informaron a Tomaso, que a su vez compartió la información con Anaya.
Anaya fue a informar a Emil, que ya no se encontraba reunido, y Tomaso se dirigió a reunirse de nuevo con Derek y Sigrid. Durante unos pocos minutos se dedicaron a recorrer la mansión, hasta que las alarmas (visuales, no sonoras) comenzaron a parpadear gracias a las órdenes de Emil.
—Vamos a ver a Emil, Sigrid —dijo Derek—, no sé qué más hacer.
—No, espera, Derek —espetó la anticuaria—. Jonathan está vigilando la salida principal y los helicópteros, ¿no? —Derek asintió—. Entonces, nosotros tenemos que cubrir otra salida, alguna secundaria, ha pasado demasiado tiempo, y creo que podemos perder a Patrick definitivamente.
—Ufff... ¿y qué salida? Hay varias.
—Pues vayamos a la más cercana a donde estaba el mueble bar... ¡la de las cocinas! ¡Vamos! —Sigrid salió corriendo hacia allí.
Se dirigieron hacia las cocinas precipitadamente, mientras Derek informaba a Tomaso a través del móvil. Allí se encontraron con el personal de servicio.
—Buenos días a todos —les increpó Derek—. ¿Han visto pasar por aquí a un hombre grande, como así de alto y así de ancho, calvo, de ojos azules?
—Sí señor —respondió una de las cocineras—, nos saludó y se dirigió hacia el exterior, querría pasear un rato...
—Muchas gracias.
Derek y Sigrid corrieron hacia el exterior, donde un pequeño jardín acababa en una valla prácticamente invadida por la vegetación salvaje del otro lado, dando paso a un bosque de abedules y fresnos. Las habilidades de percepción de Derek entraron en juego, y tras unos segundos, pudo ver claramente un rastro que iba más allá de la propiedad, hacia el bosque. Las huellas además, revelaban a una persona especialmente pesada, mucho más de lo que correspondía a alguien del calibre de bar Yohai. Sigrid aprovechó para informar a Tomaso de dónde estaban y hacia dónde se dirigían, y este, que se encontraba ya ante la puerta de la sala de reuniones, entró directamente, ignorando a los guardias (que por otra parte ya lo conocían).
En la sala se encontraban Connor y Galaguer, y alejados de la mesa, discutiendo en voz baja, se encontraban Paula y Emil con Anaya, que ya había llegado a la sala, alertada hacía unos minutos por Tomaso. El italiano se dirigió hacia ellos.
—Lo han visto salir por las cocinas —susurró.
—Entonces, ¿es verdad? —preguntó Paula—. ¿Lo han secuestrado?
—Sí, así es —confirmó Tomaso. Paula asintió y cogió su móvil, empezando a llamar. Poco después empezarían a parpadear las alarmas silenciosas de la casa, y no tardaron en aparecer en la sala varios componentes del grupo de los Jacobsen. Los de British Sharp parecían confundidos, y cogieron sus teléfonos, pero vieron que no tenían señal.
—Permaneced aquí —dijo Emil en voz baja, refiriéndose a Tomaso y Anaya. A continuación se dirigió a la mesa, para confrontar a sus interlocutores—: parece que ha surgido un problema... bar Yohai ha sido visto secuestrando a Patrick Sulliván... ¿tenéis idea de por qué? —los miembros de su grupo se acercaron amenazantes.
—¿Cómo? —contestó Barker—. Emil, ¿en serio piensas que eso es cosa nuestra? ¿Qué estaríamos haciendo aquí entonces? Por supuesto que no hemos ordenado tal cosa, hombre.
Los ánimos se apaciguaron pronto; además de la aparente sinceridad, era cierto que no tenía sentido un secuestro orquestado por ellos mientras todavía se encontaban reunidos. Aun así, Paula los puso bajo una discreta vigilancia, y se procedió a movilizar a todo el personal de la mansión. Tomaso corrió a reunirse con sus compañeros.
Mientras tanto, en el exterior, Derek y Sigrid continuaban siguiendo el rastro que el primero veía con facilidad, pero que a la anticuaria le costaba percibir. Sigrid iba dejando a su vez un rastro claro de manera que Tomaso y los demás pudieran seguirlos luego con facilidad.
—Mira —susurró Sigrid—, señalando hacia un punto.
Mirando hacia donde la anticuaria señalaba, entre la vegetación, Derek pudo ver un bulto moviéndose: era Simeon bar Yohai, que se desplazaba bastante tranquilo, por lo que parecía. Derek llamó a Tomaso de nuevo:
—Tomaso —dijo en voz baja—, lo tenemos a la vista, venid para acá rápido, recoge a Jonathan y a Theo si puedes.
—Sí, ya estoy yendo —contestó Tomaso—. Espero que hayáis dejado un buen rastro para seguiros.
—Sí, ya se ha encargado Sigrid. Daos prisa, intentaremos esperaros antes de hacer nada.
Al cabo de unos quince minutos, bar Yohai pareció llegar a un claro en el bosquecillo al que se había dirigido directamente. Derek y Sigrid se quedaron al abrigo de la vegetación, pero se acercaron lo máximo que pudieron para que la anticuaria pudiera actuar sobre él con sus habilidades arcanas en un momento dado. Desde una posición un poco más elevada, pudieron observar la casi totalidad del claro.
—¿Has visto eso? —susurró Derek a Sigrid, señalando algo.
—Maldición, sí. Son menhires.
Efectivamente, alrededor del pequeño claro, una docena de menhires de la edad de piedra (en apariencia) se distribuían equiespaciadamente. Y Simeon se colocó en el centro exacto. Y empezó a recitar una letanía.
—Mierda —espetó Sigrid—, ¿va a hacer algún tipo de ritual?
—Joder, vamos para allá, no podemos esperar más.
Se acercaron lo más rápida y sigilosamente que pudieron, situándose tras uno de los menhires. Allí, con un escalofrío, pudieron ver que bar Yohai había empezado a difuminarse y a volverse translúcido.
—Rápido, Sigrid, haz algo —instó Derek—. No creo que mis balas puedan servir de mucho.
Sigrid empuñó el estilete renacentista que Lucía le había enviado desde su tienda de Madrid, y lo apuntó hacia bar Yohai. Se concentró en el enlace kármico con Patrick hasta el punto en el que la mente le dio vueltas, y lanzó todo lo que pudo a través del arma, haciendo el gesto simbólico de apuñalar. La anticuaria se apoyó en el menhir, mareada, mientras Derek veía cómo bar Yohai se tambaleaba hacia delante (le habían atacado por la espalda) y retornaba a su estado de opacidad normal. Mientras se tambaleaba, sin caer, el director de la CCSA le descerrajó un tiro en la pierna.
Tomaso y los demás, que ya se encontraban muy cerca, se guiaron por el sonido y llegaron al borde del claro a tiempo de ver cómo bar Yohai caía de rodillas.
Patrick notó un dolor intenso que hizo que su mente se espabilara. Además, la sensación de estar hundido en alquitrán se hizo mucho menos intensa; notaba que podía moverse, aunque aún estaba dentro de aquella masa pegajosa. Entonces, hizo lo único que podía hacer.
Cambió la realidad a su alrededor. Con un grito ahogado por la masa informe y oscura que le rodeaba, rasgó violentamente todo lo que le rodeaba.
Derek se disponía a disparar de nuevo cuando vio cómo se levantó un viento fuerte y la hojarasca se movía agitada por las violentas corrientes. De repente, le pareció ver cómo si bar Yohai se rasgara y explotara en un silencioso, rapidísimo e intenso destello de luz que le provocó lucecitas en la visión durante unos minutos.
Donde se había encontrado su enemigo, en el centro del claro, mientras el viento se calmaba y comenzaba a caer una suave lluvia, ahora se encontraba Patrick de rodillas. Sigrid, que había visto el destello de luz de forma indirecta, se sorprendió cuando el menhir tras el que se había ocultado ya no estaba. "¿Pero qué demon...?", pensó, "¿dónde están los menhires?". El resto de grandes rocas también había desaparecido, pero soltó un suspiro de alivio cuando vio a Patrick en el centro del claro; corrió hacia él.
Patrick recobró la respiración, que había perdido por un momento, y se regocijó cuando sintió de nuevo la libertad de moverse, la brisa sobre su piel y el sonido del viento en la hojas. Se puso de pie, mientras oía los gritos de Sigrid llamándole. Sin embargo, un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando reparó en que, a sus pies, se encontraba un pequeño monolito cúbico de unos treinta centímetros de lado, de un color negro que parecía absorber la luz. Y todo rastro de vegetación, de vida en el claro, había desaparecido. Sigrid llegó para abrazar a Patrick, y pronto Derek se unió a ellos. Enseguida repararon en el pequeño monolito.
El Monolito |
—¿Pero qué demonios...? —espetó el director de la CCSA.
—He de asumir que esto no estaba aquí antes,¿ no?
—No, no estaba, estoy segura —aseguró Sigrid.
—Mierda —fue todo lo que acertó a decir Patrick,
—¿Qué hacemos? —preguntó Sigrid—. La gente de Jacobsen ya estará viniendo hacia aquí.
Derek llamó rápidamente a Tomaso, que había visto la escena desde una elevación cercana, y le contó lo que había pasado. Le pidió que él y los demás distrajeran a la gente de Jacobsen llevándolos hacia otro sitio. Así que el italiano salió al encuentro de los de Emil rápidamente y consiguió desviarlos alegando que Derek le había llamado y se encontraban en otra localización.
Por supuesto, Patrick y los demás no se atrevieron a tocar el pequeño monolito, y lo que hicieron fue enterrarlo y taparlo con rocas de la mejor manera posible para disimularlo. Acto seguido, se marcharon para encontrarse con Tomaso y los demás, encabezados por Marius Eichmann y Anaya. Esta les explicó que al parecer, Simeon era un agente libre y los bizantinos no tenían nada que ver con el secuestro.
—Por suerte —explicó Derek, según lo que habían acordado mientras enterraban el monolito— conseguimos alcanzarlo y tras un par de disparos ponerlo en fuga. Luego encontramos a Patrick inconsciente.
Ya reunidos con Emil y Paula procedieron a dar la misma explicación, y recibieron las disculpas de los bizantinos, que no tenían ni idea de que bar Yohai tuviera esas intenciones.
—Simeon ha sido desde hace muchos años un agente directo del Alto Consejo —explicó Barker—, pero me extrañaría mucho que le hubieran dado esa orden sin que nosotros lo supiéramos. ¿Es posibe que nos haya traicionado?
—En realidad —dijo Patrick—, es posible que ese no fuera el verdadero Simeon bar Yohai.
Emil, Conor y Dakota intercambiaron miradas de extrañeza.
—¿En qué se basa para decir eso, señor Sullivan? —rompió el silencio Dakota Gallagher.
Patrick decidió no mentir más para convencerlos de una vez por todas:
—Tengo una habilidad especial para ver... las auras de las personas. —Hizo un momento de pausa, pero nadie habló—. Se supone que no puedo ver las auras de los entes artificiales, pero el caso es que Simeon sí que tenía un aura, aunque estoy seguro de que indicaba que no se trataba de un ser humano.
—Vaya, es usted una caja de sopresas —añadió Dakota, que rebulló inquieta.
—El caso es que si se dio cuenta de que Patrick había detectado su verdadera naturaleza —interrumpió Derek—, es posible que tuviera que hacer lo que hizo para evitar su delación.
—Otra posibilidad —añadió Sigrid— es que fuera en realidad un agente de Crowley que imitara a Simeon, por improbable que pueda parecer.
—Lo que creo que queda claro —apostilló Tomaso— es que nuestro enemigo común es la antigua Orden de Hermes Trimegisto que parece ser que con los conocimientos de Crowley son capaces de hacer maravillas nunca vistas antes que incluso les ha permitido destruir un Orfeo. No me parece una locura que hayan podido reemplazar a bar Yohai.
*****
Ya por la noche, con todo el mundo retirado a sus habitaciones y la guardia atenta ante posibles hechos anómalos, Tomaso iba a acostarse con Sally en la cama doble cuando sonó su teléfono con un número desconocido.
—¿Sí? —contestó.
Una voz grave y conocida habló al otro lado:
—¿Qué tal estás Tomaso?
—Hola, Paolo —suspiró Tomaso.
—Asumo que vosotros también recordáis...