Investigación en Zúrich. Deshaciendo un entuerto.
Derek hizo un gesto a Lorenzo y Fiódor, los dos hombres de Paolo, señalando a los recién llegados. Los poseídos se acercaron, preparándose para un posible enfrentamiento. Por su parte, Patrick llamó por teléfono a Tomaso para ponerle sobre aviso. Le conminó a salir de la catedral rápidamente, porque seis personas se apresuraban hacia allí, entre ellas dos de los hechiceros de Milán. Tomaso informó a Sigrid y, rápidamente, se dirigieron a un lateral del templo junto a Sally y Theo.
Tras esperar unos momentos ocultándose de los recién llegados entre las columnas, se dirigieron hacia la puerta. De repente, una mujer gritó a lo lejos:
—¡Eh! ¡Alto! ¡Allí, rápido!
Pero ya era tarde para detenerlos. Entre el magro gentío de fieles y de turistas, Sigrid y Sally empezaron a correr, seguidas por Tomaso y Theo. Pocos segundos después se reunieron con el resto y se perdían en las callejuelas anexas.
Una vez a salvo en los coches y de camino de vuelta a Zúrich, charlaron largo y tendido sobre la visión que Sigrid había tenido en el interior de la catedral. Les habló del extraño grupo que al parecer había sido atacado por relámpagos y cómo habían usado unos escarabajos muy parecidos al que había atacado a Tomaso para deshacer el suelo. Pero no había podido llegar a ver nada más allá.
Ya tranquilos en la casa de campo, recapitularon sobre todo lo que había sucedido en Lucerna, y elucubraron con diferentes posibilidades.
—En la catedral sentí lo mismo que en el Orfeo de Nueva York pero más atenuado —dijo Patrick—. Aun así, creo que eso no debe de ser un monolito.
—Bueno, todo apunta a que sí lo es, no estoy de acuerdo contigo —rebatió Tomaso—. Pero no sé si vamos a sacar algo más en claro de Lucerna, y más habiéndolos puesto sobre aviso.
—Sí —acordó Derek—. Creo que deberíamos dejar que se relajaran un poco y mientras tanto dedicarnos a investigar lo de la fiesta donde sucedieron las muertes. Dentro de unos días, cuando las aguas se hayan calmado, podríamos intentar colarnos en la catedral por la noche.
—Estoy de acuerdo —anunció Sigrid.
—Bien... —continuó Patrick— entonces, ¿qué sabemos de la tal "Golden Dusk" aparte de que parecía una empresa dedicada al bienestar de la tercera edad (y cuyo nombre se parece mucho al de la Golden Dawn)? ¿Podríamos averiguar algo más?
—Lo dudo —intervino Sally—. A Omega Prime les costó exprimirse hasta la última gota para encontrar esos dos míseros fragmentos de información. Dudo que Jacobsen o nadie más pueda encontrar nada relacionado con ella.
—Sí, parecen haberlo borrado todo, incluso los registros empresariales y sociales —rubricó Tomaso.
Tras unos segundos en silencio, Patrick sugirió:
—Vale... entonces, si os parece bien, sugiero que contactemos con alguna otra empresa geriátrica de la ciudad para ver si les suena algo sobre ella, o sobre la fiesta benéfica, o alguna otra cosa.
Todos se mostraron de acuerdo. Una rápida búsqueda de Tomaso reveló (entre varias otras) tres importantes empresas de cuidados geriátricos en la ciudad. Así que, tras descansar esa noche, el día siguiente procederían a iniciar sus pesquisas.
Cuando ya se habían retirado, Sigrid recibió una llamada de Emil Jacobsen. A petición del bibliomante, la anticuaria reunió de nuevo al grupo y puso el manos libres. Jacobsen les informó de que habían encontrado al menos ocho empresas en todo el mundo con la denominación "Golden Dusk", pero ninguna que tuviera que ver con el cuidado de ancianos, y mucho menos en Suiza o alrededores. Esa vía no iba a llevar a ninguna conclusión válida.
—Pero —añadió Emil— lo más importante que quería compartir con vosotros es un vídeo que hemos encontrado por pura casualidad. Os lo he dejado en la nube, en el enlace que le acabo de mandar a Sigrid.
Tomaso intentó abrir el archivo, pero obtuvo un mensaje de error debido a un "formato incorrecto".
—Emil —dijo el italiano—, no puedo abrirlo, da un error de formato.
—Sí, es muy extraño. Tenemos que estar copiándolo cíclicamente en bucle porque al poco tiempo se corrompe; lo descubrió Stephen, nuestro cibermante. Ya lo han vuelto a subir. Probad ahora. Luego me explicáis qué es eso.
Esta vez sí que se lanzó la visualización.
El vídeo comenzaba al atardecer con dos jóvenes de unos veinte años preparando una cámara doméstica. Uno de ellos comenzó a hablar en italiano, que Tomaso fue traduciendo para sus compañeros:
—Aquí Sebastian Grillo, para el blog "las cosas más extrañas". Hemos conseguido colarnos en la zona cero de Milán, el barrio que literalmente explotó y fue borrado del mapa hace unos días. Mirad cómo está.
El otro joven hizo un barrido con la cámara, lo suficiente para que el grupo reconociera el barrio donde habían tenido el encuentro con los hechiceros de Hermes y se habían producido las explosiones. Theo tomó la palabra:
—Eso está demasiado arrasado para tratarse de unas explosiones terroristas. Lo han destruido a conciencia, para que no quedara nada. Esa gente es realmente peligrosa.
El joven diletante continuó hablando:
—El ejército tiene acordonada la zona, pero son un poco ineptos —soltó una risita—. Hemos conseguido colarnos y vamos a ver qué podemos encontrar, porque, ya sabéis, amigos de lo paranormal, lo que se dice sobre esto. Dicen que ha habido un "resurgir de los tiempos antiguos", y que esto ha sido obra de unos hechiceros... en fin, vamos a ver lo que podemos encontrar. Cuidado Carlo, que si nos ven nos meterán en el calabozo, o algo peor.
Tras unos pocos segundos de movimiento y cháchara, el cámara tomó la palabra:
—¡Sebastian, mira allí, mira allí! —le urgió, susurrando.
La cámara giró e hizo zoom hacia un lugar determinado. Entre los cascotes y restos, una mujer miraba alrededor, como en trance.
—Joder, Rebecca Clarkson —dijo Derek—. Y ¿qué hace? ¿Está llorando? —efectivamente, parecía que a Rebecca le caían lágrimas por las mejillas.
—Joder —fue lo único que aceptó a decir Patrick.
El joven periodista aficionado continuó:
—¿Qué demonios hace una mujer aquí? ¿Se ha colado como nosotros? ¿Y por qué está llor...?
No pudo acabar la frase. Rebecca levantó la cabeza y gritó algo. La imagen sufrió varios cortes de estática. El grito no se escuchó. La cámara se movió bruscamente.
—Joder, qué dolor de cabeza... —se oyó a Sebastian—. ¡Joder! ¡Joder!
—¡Sebastian! ¡Sebastian! ¿Estás...? —a través de la cámara, que había girado para enfocar al chico, pudieron ver que Sebastian cayó inconsciente, con los ojos en blanco.
—¡Mierda! ¡Mierda! ¿Qué está pasando? ¡Sebastian, joder! ¡Joder, qué dolor de cabeza coño! —la cámara enfocó de nuevo a Rebecca, que seguía gritando.
—Está gritando "Patrick" —susurró Derek—. ¿Lo veis...?
—Buah, no aguanto el dolor —continuó el tal Carlo—. Joder.... Unnnnnhhhhh....
La cámara siguió grabando unos segundos antes de que Carlo se desvaneciera y la dejara caer al suelo. Rebecca dejó de gritar, y miró al suelo. Se agachó, y tendió su mano. De entre los escombros surgió otra mano que se agarró a la suya. La mujer lo ayudó a salir. A Sigrid le dio un vuelco el corazón.
—Pero... es Ramiro... —el vídeo se detuvo, tras la aparición del marido de Sigrid con el cuerpo desnudo.
Tomaso se precipitó a buscar el blog que Sebastian había mencionado. Lo único que había en el dominio era una gran imagen de un lazo negro. Nada más.
—Parece que estos chicos pasaron a mejor vida —anunció.
—Ese era Ramiro, ¿verdad?... No estoy soñando... —balbuceó Sigrid, todavía en shock.
—Sí, sí lo era —confirmó Patrick.
Jacobsen seguía al teléfono en el manos libres.
—Lo que hemos visto nosotros —dijo el bibliomante— es que la mujer que aparece en el vídeo grita claramente "Patrick". Una semana después de la explosión de Milán donde estuvisteis vosotros. Y después, presuntamente, resucita a Ramiro... creo que tenéis cosas que explicarme. Empezando por quién es esa mujer.
Tomaso le explicó someramente que habían visto a Rebecca en vídeos anteriores y parecía seguir los pasos de Patrick. Derek añadió que nunca habían coincidido con ella y que también era un misterio para ellos.
—Es muy extraño todo —dijo Emil—. Desde luego, nadie podría haber sobrevivido en el epicentro de una explosión de tal magnitud, y menos durante varios días... Bueno, intentaremos averiguar más cosas sobre esa mujer. Entiendo que tú intentarás contactar con Ramiro, ¿no, Sigrid?
—¿Eh? Sí, sí, claro, lo voy a intentar enseguida.
Los intentos de Sigrid por contactar con Ramiro fueron infructuosos, así que decidieron retirarse a descansar. La mañana siguiente se desplazaron a las residencias. Sigrid centraba toda su atención en sus libros de árabe, distrayéndose del episodio de Ramiro y obsesionada por leer cuanto antes el libro de tapas negras. Al llegar al primer centro, Patrick dijo:
—Creo que lo mejor será que entremos Derek y yo. Preguntaremos por empleados que lleven más de diez años trabajando en el centro, a ver si recuerdan algo de aquella fiesta benéfica.
En la primera de las residencias no sacaron nada en claro. En la segunda de ellas, Patrick y Derek entraron y preguntaron de nuevo por empleados que llevaran más de diez años trabajando allí, y el encargado del turno les presento a Klaus Jürgen, un alemán que llevaba media vida viviendo en Zúrich. Tras las presentaciones iniciales y un poco de charla, Patrick encontró el momento adecuado para mirar su aura.
Por pura casualidad pudo detectar una pequeña —pequeñísima— alteración en una de las capas del halo de Klaus. No sabía por qué lo sabía, pero Patrick estaba convencido de que esa anomalía indicaba que la mente de Klaus había sido alterada de alguna manera y que, además, se habían preocupado por esconderlo de manera magistral. Que él lo hubiera descubierto sin duda entraba en el terreno de lo extraordinario; "quizá me ha ayudado la suerte de Derek", pensó. Acto seguido, hizo unos gestos a su amigo, y salieron de allí con una educada despedida.
Klaus Jürgen |
En el exterior Patrick compartió la información con el resto. Decidieron esperar a la salida de Jürgen (en teoría, acababa su turno a las nueve) e invitarle a unas cervezas, pues Patrick se había dado cuenta de su afición a la bebida. El problema era que Klaus no hablaba nada de inglés, había sido el encargado quien había tenido que traducir la conversación. Sigrid llamó a Emil para ver si podía proporcionarles un traductor, y el bibliomante le dijo que enviaría a Franz Neumann desde Vaduz, desde Liechtenstein, que llegaría al día siguiente; eso sí, el grupo tendría que encargarse de sus honorarios.
Patrick pasó una mala noche; tuvo un sueño poblado de pesadillas que luego no recordó. Derek, por su parte, no se despertó de madrugada, pero al despertar por la mañana, tuvo la sensación de que algo había intentado llegar a ellos. Como no pasó de ser una sensación, perfirió ser discreto y no decir nada. Ya despieto, en la inspección rutinaria, Patrick vio que el aura del pequeño monolito ya superaba levemente la tela de la mochila. Se preguntó si aquello había tenido algo que ver con la mala calidad de su sueño. Se hizo con unas pinzas por si en el breve plazo había que manipular el extraño objeto.
Por la mañana, pasadas un par de horas, el grupo se reunía con Neumann, un hombre elegante y extremadamente educado. Poco después, Derek, Patrick y el recién llegado se encontraban sentados en la mesa de una cafetería cercana con Klaus, mientras el resto del grupo se reunía en una mesa cercana.
Tras dos o tres pintas de cerveza, Derek acaparó la conversación (traducido por Neumann) para que Patrick pudiera concentrarse en alterar la realidad y deshacer lo que fuera que hubieran hecho con la mente de Klaus. Derek dirigió la conversación directamente a la Golden Dusk y a la fiesta benéfica de hacía seis años, provocando gestos de extrañeza en su interlocutor al detectar puntos de vacío de memoria más o menos por aquella época.
Patrick vio entonces su oportunidad, entrando en comunión con las partes más fundamentales de la realidad que componía la mente de Jürgen. Con la pura fuerza de su voluntad, sometió a diferentes vibraciones las fibras de los componentes últimos, y restauró lo que en el pasado se había alterado. Se llevó las manos a la cabeza cuando sintió un dolor fuerte detrás de los ojos y cómo la sangre se le agolpaba en la frente; su visión se empañó con una multitud de puntos de luz e hizo un gesto de dolor, cerrando los ojos.
—P.... pero... pero ¿qué demonios...? —espetó Jürgen, sorprendido, al recordar de nuevo lo que le habían hecho olvidar—. Dios mío, ¡oh, señor!
Derek no tardó en reaccionar:
—Tranquilo, Klaus —instó Neumann a que tradujera sus palabras rápidamente—. Sé cómo te sientes ahora, no vayas a hacer nada que...
—¡¿Qué dices?! —espetó el alemán, ¡en inglés, sin esperar la traducción!—. Oh, señor, tengo que ir a la policía... los mataron... los mataron... aquellos tipos...
—Tranquilo, tranquilo, vamos a hablar de ello —Derek se sobrepuso a la sorpresa de oír a Jürgen hablando en inglés—. Creemos que la policía puede estar compinchada con ellos, cálmate.
—No te preocupes —intervino Patrick, sobreponiéndose como pudo al dolor—, estás entre amigos, y lo que sucede es normal, fuiste víctima de artes oscuras, y... —el dolor de cabeza no le dejó continuar.
—¿De artes oscuras? ¿Qué mierda estáis diciendo? —Klaus hizo amago de levantarse; Tomaso y Jonathan se pusieron en guardia.
—Es la verdad —insistió Derek, deteniéndolo—. Ynecesitamos saber quién lo hizo para poder vengar aquellas muertes.
Klaus se volvió a sentar, y pareció relajarse tras unos segundos de tensión.
—Está bien... está bien —se notaba que luchaba contra la culpa y el horror. En ese momento, fijó la vista en algo que había sobre la mesa. Patrick y Derek dirigieron sus miradas al mismo sitio. Un cubo negro de unos diez centímetros de lado había aparecido entre los vasos. Derek lo quitó de en medio. Klaus se quedó confundido, pero de momento no le dio importancia, al contrario que Neumann, que se quedó con la mosca detrás de la oreja.
—¿Recuerdas la conversación que hemos mantenido en la última media hora? —preguntó Patrick, sin rodeos.
—Sí... sí, claro que la recuerdo. Lo recuerdo todo. Solo que ahora recuerdo lo que sucedió hace seis años en aquella fiesta. Pero... ¡si hasta hablo inglés!
—Sí, y bastante bueno. Pero centrémonos. Es importante, Klaus; necesitamos saber lo que sucedió en aquella mansión hace seis años.
Cuando Jürgen trató de recordar, los sentimientos se agolparon en su mente.
—Ufffff... joder... es muy duro... no... es que, tenemos que ir a la policía... de verdad...
—No te preocupes, cuando terminemos de hablar, podemos acercarnos a una comisaría, pero de verdad que es urgente que nos lo cuentes.
Tras pensárselo unos segundos, el alemán continuó hablando:
—Sí... hace unos seis años me contrataron para un evento benéfico. Buscaban gente con experiencia en cuidado de ancianos, una empresa que se llamaba "Golden Dusk", que supongo que sí que sería una empresa real. Pero... los recuerdos son bastante difusos... creo que nos drogaron. Hubo una orgía... y luego todo lleno de sangre...
»Su líder decía algo así como... "el renacimiento por el conocimiento" o algo parecido. No lo sé muy bien... pero desde luego, fue un baño de sangre, literalmente, asesinaron a muchísima gente... Dios mío, creo que yo mismo asesiné a alguien... oh, señor...
—¿Cuántas personas de tu residencia fuisteis? —preguntó Patrick antes de que Jürgen volviera a romperse.
—Fui solo yo, seguro.
—¿Y recordarías el rostro de su líder? ¿O su nombre?
—Su líder... no, no sé su nombre... pero recuerdo que se hacía llamar "Hijo de Toth"... —"El dios egipcio que acompañaba a los muertos", pensó Sigrid. Tomaso también lo escuchó: "Mmmmh... ¿Hermes Trimegisto no surgió del sincretismo de Toth y Mercurio? Sí, seguro...". Klaus también describió los rasgos que pudo recordar sobre el líder, pero de repente, espetó:—. Pero.. ¿cómo estoy recordando esto? ¿Y qué es ese cubo que habéis apartado? ¿Quiénes sois?
—El cubo solo era una ayuda para hacerte recordar —mintió Derek—, y nosotros somos simplemente unas personas que persiguen la verdad. Y necesitamos saber dónde estaba la mansión, y dónde se realizó la fiesta. La vida de mucha gente depende de lo que nos puedas decir.
Klaus se lo pensó durante unos instantes, luchando internamente contra sus sentimientos. Y finalmente espetó:
—Creo que estaba en Affoltern... sí, seguro estaba allí. Una gran casa de campo, muy antigua y lujosa, con una gran sala de baile habilitada para una gran orgía —a petición de Derek, Jürgen describió con todo el detalle que pudo el exterior de la mansión; un detalle que el alemán recordaba les pareció importante para identificarla: el cuerpo principal estaba coronado por una estatua de un dios con alas en los tobillos, seguramente el Hermes griego.
—¿Y viste si había gente con tatuajes o algún tipo de simbología? —siguió interrogando Derek.
—Sí, varios de los asistentes tenían tatuajes, sí. Pero no los recuerdo en detalle; solo recuerdo un símbolo grande que había en una pared, un símbolo de metal representando un sol poniéndose... o saliendo, no sé. Y que aquello debíó de durar tres días... me ausenté en viernes y volví en lunes, en junio, durante el solsticio de verano... —también les describió lo que recordaba acerca del sexo ritual y los sacrificios... el horror se adueñó de él cuando recordó a algunos encapuchados comiéndose los corazones de las víctimas... quizá también algún feto no nato... no pudo continuar.
"Los rituales sexuales que ha descrito", pensó Tomaso, "se parecen muchísimo a los que dicen que tenían lugar en la abadía de Thelema bajo el mando de Aleister Crowley... seguro que fue él también en esta ocasión".