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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 16 de diciembre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 41

Buscando la Mansión de la Golden Dusk

Klaus no pudo contener el llanto al recordar las escenas horribles de la "fiesta benéfica".

—Será mejor que lo llevemos a su casa —dijo Tomaso, que ante la situación había decidido acercarse a la mesa donde se había producido la conversación—. No creo que sea buena idea continuar con esto así.

—El problema —respondio Derek, haciendo un aparte con su amigo— es que ahora recuerda, y si ahora va a la policía puede perjudicarnos mucho...

—Claro —coincidió Sally—, la policía puede estar comprada o compinchada con Crowley y compañía.

—Quizá le podría hacer olvidar —anunció Sigrid.

—En cualquier caso, llevémoslo a casa para que esté más tranquilo —insistió Tomaso. Y así lo hicieron.

Al levantarse, Patrick aprovechó para meter en la mochila el cubo negro que había aparecido en la mesa al hacer uso de sus habilidades.

No obstante, finalmente el grupo prefirió no llevar a Klaus a su casa ante el peligro de que acudiera a la policía. Su mujer y su hija tendrían que esperarlo un poco más, y les pusieron una excusa peregrina por teléfono para justificar el retraso de su marido. Evitando también las preguntas de Franz Neumann acerca del "extraño cubo negro que había aparecido de la nada", decidieron llevarse con ellos a Klaus en busca de la mansión donde había tenido lugar la presunta fiesta benéfica. Se despidieron del traductor y se marcharon en busca del complejo, hacia Affoltern.

Decidieron empezar su búsqueda en el pequeño museo local sito en el pueblo de Zwillikon, al norte de la comuna. Allí les recibió una amable señora a punto de entrar en la tercera edad, que por suerte hablaba algo de inglés. Patrick, acompañado por Derek, tomó la palabra:

—Buenos días, estamos haciendo un viaje de "turismo arquitectónico" por la zona —el profesor puso la mejor de sus sonrisas—, viendo edificaciones antiguas, y nos gustaría saber si en los alrededores hay alguna mansión interesante de ver. No sé si tendría algún registro, o fotos antiguas de la zona que pudiéramos ver para poder visitar.

La mujer se quedó pensativa unos segundos.

—Es algo extraño lo que usted me pide —dijo—. Me temo que no tengo fotos así, aunque conozco dos o tres mansiones muy bonitas que quizá estaría usted interesado en visitar, Rauhenhaus, Baumannshaus, o también Schneiderhaus.

—Sí, estamos sobre todo interesados en edificios que fusionen arquitectura centroeuropea con neoclásica, que tengan elementos neoclásicos como por ejemplo, no sé... —disimuló— estatuas de dioses griegos, columnas corintias y demás.

—Bueno... solo conozco una villa que reúna unos requisitos parecidos... Baumannshaus. Esa seguro que les gustará, es muy bonita.

Tras tomar buena nota de la localización de la villa, hacer una pequeña donación y agradecerle a la señora su amabilidad, se marcharon rápidamente hacia allí. Desde un otero y con ayuda de unos prismáticos observaron la mansión. Efectivamente, lucía una docena de estatuas griegas en su parte frontal, pero tras unos minutos se convencieron de que el lugar no se correspondía con lo que había descrito Jürgen.

—¿Qué hacemos ahora? —se preguntó Patrick.

Discutieron qué hacer a continuación, totalmente atascados. Intentaron avanzar preguntando a varios taxistas sobre una mansión con las características que conocían, sin éxito. Por fin, Derek propuso acudir a preguntar a guías turísticos, que serían los que mejor conocían la región. El grupo acordó que sería el mejor curso de acción. Una rápida búsqueda reveló tres empresas de turismo en el distrito de Affoltern. Ya caía la noche cuando visitaron la primera, una empresa moderna, atendida por dos bellísimas jóvenes en el mostrador; desgraciadamente, no sacaron nada en claro, con lo que se retiraron a dormir a su casa.

Aprovecharon para tener una conversación con Klaus, al que habían dormido con barbitúricos durante las horas que habían pasado buscando la mansión. Consiguieron tranquilizarlo y, al menos, postergar su intención de acudir a la policía (Derek le insistió en que la policía estaría seguramente compinchada); acto seguido, lo llevaron a su casa donde se reunió con su mujer y su hija.

Esa noche, Derek se despertó con un fuerte escalofrío. Vio un cuervo en la ventana, un cuervo con unos extraños ojos brillantes. "Otra vez", pensó. "Nos están buscando otra vez". En pocos instantes, el cuervo levantaba el vuelo. 

Durante el desayuno, Derek no tardó en revelar el hecho:

—Nos están  volviendo a buscar, he vuelto a ver cuervos en sueños.

—Tendremos que movernos rápido entonces —dijo Tomaso, ante el asentimiento general.

Acabando rápidamente el desayuno, acudieron a la segunda de las empresas turísticas que habían seleccionado el día anterior.

La oficina tenía un aspecto más descuidado que la del día anterior. Se notaba que había vivido momentos mejores y se encontraba en un momento económicamente delicado. Una chica les recibió amablemente, hablando un correcto inglés.

—Buenos días, señores. ¿En qué puedo ayudarles?

—Buenos días —empezó Patrick—. Realmente, venimos a preguntar por algo muy concreto. Estamos de vacaciones por la zona, y unos amigos que estuvieron también por aquí hace unos años nos hablaron de un par de mansiones muy pintorescas... sobre todo de una que lucía una estatua del dios Mercurio sobre una fuente. Personalmente, soy muy aficionado a la arquitectura y al clasicismo, y me interesaría mucho ver esa mansión... ¿tiene usted alguna idea de cuál puede ser y dónde encontrarla?

—Una fuente... un dios romano... pues realmente no sé qué decirle... quizá se trate de la mansión Baumannhaus...

—No, esa ya la hemos visto y no es la misma, tiene...

En ese momento, un hombre entrado ya en años, con barba blanca, ojeras y sin pelo entró en la oficina.

—Guten Morgen, Olga —dijo en alemán—. Buenos días señores, siento interrumpir —continuó en inglés, espero que frau Olga les esté atendiendo bien.

—Sí muy bien —le respondió Patrick con una amplia sonrisa.

Herr Beck —dijo la chica—, estos señores están interesados en una mansión con mármol rosa porticado, con una fuente y sobre ella una estatua del dios Mercurio... ¿le suena a usted?

Beck se quedó pensativo unos segundos.

—Ummm... ¿no es Baumannshaus?

—No, no es esa, venimos de allí.

—Pues la verdad es que no caigo, no... —se dio la vuelta para marcharse, y abrió la puerta de sus despacho mientras Parick se disponía a leer su aura. De repente, se detuvo—: Bueno... ahora que lo pienso... quizá ustedes están buscando la mansión Hausenbach...

—Es posible —dijo Tomaso, con Patrick concentrado en ver el aura del viejo.

—Oh, hace tantos años —dijo el anciano. Su aura tenía alteraciones que salían de lo normal. "Más que alteraciones", pensó Patrick, "es que tiene un aura especial".

—¿Cómo es esa mansión? —insistió Tomaso—. ¿Y dónde se encuentra?

—Oh, hace mucho ya... yo era mucho más joven. Pero lo recuerdo, sí, la estatua de Hermes, bellísima, y la fuente también. Está entre Arni y Oberwil-Lieli. Les puedo llevar allí si quieren, si contratan un tour privado.

—Por supuesto —contestó enseguida Derek, disfrutando del desatasco en su investigación.

—¿Sabe si está habitada o abandonada? —preguntó Tomaso.

—La verdad es que no, hace muchos años que estuve, como les digo, ni siquiera recuerdo por qué. Pero como les digo, les puedo guiar hasta allí.

Y así, tras firmar unos papeles y entregar unos billetes, El grupo se encontró en el interior de un minibus conducido por el propio Beck hacia el noroeste. Los hombres de Paolo los seguirían en su propio vehículo.

Media hora después pasaban el pueblo de Arni y se adentraban en las carreteras secundarias que atravesaban el bosque. Pocos minutos después de dejar el pueblo atrás, la visibilidad del grupo se vio reducida por la aparición de niebla alrededor. La niebla se fue espesando rápidamente dificultando la conducción, y Beck tomó varias bifurcaciones, hasta que reconocío haberse equivocado. Tuvieron que volver hacia atrás un par de veces y dirigirse hacia otra dirección. 

—Claramente —susurró Sigrid, la más experimentada en salidas a la naturaleza, al resto de sus compañeros— el recorrido que estamos haciendo es demasiado extenso para el área que se ve en el mapa entre los dos pueblos. Algo raro pasa aquí.

Ante las palabras de su amiga, Patrick se esforzó por intentar detectar lo que fuera que sucediera en la zona, pero no pudo controlar sus habilidades (por otra parte prácticamente incontrolables) para servir a tales fines. Los móviles tampoco funcionaban desde hacía rato, y entre la niebla y la espesura apenas había luz, prácticamente el entorno era nocturno.

Finalmente, tras tomar una pista forestal bastante ancha y cuidada, llegaron a una explanada que se abría en medio del bosque. La niebla y la oscuridad impedían ver más allá de unos pocos metros, y desde hacía unos minutos, desde que se acercaban al claro, Patrick se rascaba compulsivamente la nuca, sintiendo la misma sensación que ya le había invadido en el Orfeo de Nueva York y en la catedral de Lucerna. Y no solamente Patrick; en esta ocasión, también Tomaso sintió una especie de comezón, de incomodidad. 

—Este lugar... —susurró el italiano— es... malsano. Hay algo impío aquí —se santiguó.

Sin alcanzar a escuchar las palabras de Tomaso, que las había pronunciado en un tono bajo para que solo las oyeran sus amigos, herr Beck dijo, mirando a su alrededor:

—Sí.... recuerdo esta explanada, y este ensanchamiento de la vía... sin duda, la mansión tiene que estar aquí. Deberíamos haber cruzado ya la verja de entrada. Qué extraño... es como si hubiera desaparecido.

Algunos de ellos bajaron del vehículo, entre ellos Sigrid, que recogió algunas ramas lo suficientemente secas como para prenderlas.

—Mirad —increpó la anticuaria, señalando un punto donde la nieve era más clara—. A partir de aquí no crece la hierba. Una línea recta perfecta. ¿Es posible que coincida con donde estaba el muro, o la valla de la propiedad?

—Sí... —dijo Beck, tras meditarlo rascándose la cabeza—, sí, es muy posible. Estoy perplejo, la verdad.

Se unieron con los poseídos de Paolo, Lorenzo y Fiódor, que habían dejado el vehículo atrás y habían recorrido el último tramo andando. Varios continuaron a pie, con Sigrid clavando ramas para que sirvieran de guía por si acaso, hasta que el minibus, que iba por delante de ellos, se paró. No hubo manera de arrancarlo de nuevo hasta que lo empujaron unos metros hacia atrás. Pudieron volverlo a arrancar así, lo que les sacó suspiros de alivio.

—Uf —profirió Patrick—. ¿Qué hacemos? Debemos tener cuidado...

—Tenemos que seguir —dijo Tomaso—. No podemos volver ahora.

*****

Derek encabezó la marcha, rodeado de los demás, y pocos pasos más adelante, el resto se paró. El norteamericano se giró, extrañado.

—¿Qué pasa? ¿Por qué os detenéis? —ninguno pareció reaccionar, así que Derek retrocedió hacia ellos.

Sintió un escalofrío cuando todos sus compañeros, inmóviles y sin expresión, se limitaron a mirarlo fijamente mientras se movía. Se acercó a Tomaso.

—¿Qué pasa, Tomaso? Contéstame —el italiano se limitó a mirarlo, sin expresión; igual que todos los demás. Al cabo de unos momentos de intentos infructuosos, el terror a la soledad de Derek se disparó, y se desesperó, gritando a todos para que reaccionaran.

*****

Mientras caminaba casi a la altura de Derek, Tomaso sobrepasó al resto. Se habían quedado parados e inmóviles, mirándolo fijamente. Por más que lo intentó, no pudo hacerlos reaccionar, y empezó a rezar quedamente, profundamente inquieto ante sus miradas fijas en él. Ni siquiera pudo hacer reccionar a Sally, por más que le rogó y la zarandeó. Lorenzo y Fiódor también estaban inmóviles, mirándolo.

*****

Patrick caminó también hasta que se dio cuenta de que se había quedado solo. Todos sus acompañantes se habían detenido y lo miraban fijamente en la oscuridad. Tras varios intentos de hacerlos reaccionar, observó sus auras. Ninguno de ellos tenía ni rastro de aura, lo que provocó un fuerte temblor en el profesor, pero se sobrepuso, pensando sin parar.

*****

Sigrid clavó una nueva rama marcando el paso, y al levantarse se dio cuenta de que todos estaban inmóviles y mirándola fijamente.Después de intentar comunicarse con ellos y no conseguirlo, salió del círculo irregular que habían formado alrededor de ella, y sintió pánico al ver que la seguían con la mirada, sin hacer absolutamente nada más.

*****

Sigrid y Patrick hicieron de tripas corazón y, asumiendo que aquellos que estaban a su alrededor no eran sus amigos, avanzaron un poco más. Tomaso y Derek decidieron hacer uso del vínculo kármico que les unía. En ese momento, todos ellos se dieron cuenta de que la niebla había desaparecido, y era de noche. Y no había ni una sola estrella en el cielo, que ahora estaba despejado. Les recordó mucho a cuando habían estado en Quebec, en otra vida.

Avanzando un poco más, sobreponiéndose a la noche, al vértigo y la falta de estrellas, alumbrados por una luminiscencia sobrenatural, vieron delante una plazoleta presidida por una fuente, y más allá una mansión con mármol rosa, con un frontis porticado y unas amplias escaleras. El frontis cobijaba un altar coronado por una bonita estatua del dios Hermes.

Invocando su vínculo con la pura fuerza de voluntad, Derek, Tomaso y los demás consiguieron contactar los unos con los otros  y sacarse de aquella anomalía en la que se encontraban inmersos. Así, Sigrid, Patrick, Sally y los propios Tomaso y Derek se reencontraron por fin en medio de la noche, ante la mansión y con el resto de sus acompañantes congelados y mirándolos fijamente. Se miraron unos a otros y, con un acuerdo tácito, se giraron hacia el edificio.

—Bueno, vamos a ver qué nos encontramos ahora —dijo Derek, iniciando la marcha.


 

 


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