Translate

Publicaciones

La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 22 de mayo de 2024

Entre Luz y Sombra
[Campaña Rolemaster]
Temporada 4 - Capítulo 19

Preparando la Defensa de Doedia

De vuelta en palacio, agotados, se retiraron a descansar unas pocas horas. Pero antes de eso, Yuria escribió una rápida carta a Ilaith describiéndole la situación y pidiéndole ayuda para evitar la caída de Doedia en manos de sus enemigos. Reclamaba también la presencia del Nocturno; hacía pocos minutos, mientras volvían a la ciudadela, el grupo había tenido una conversación planteando la posibilidad de ir rápidamente en busca de los paladines que habían dejado defendiendo la Región del Pacto. «Parece que haya pasado una eternidad desde entonces», pensó la ercestre. El dirigible Nocturno era la mejor opción, pues era el mayor de los que ella había diseñado. Entregó la carta a uno de los senescales, que se encargó de ponerla en camino esa misma noche.

Galad aprovechó para pedir la inspiración de Emmán en su sueño, pidiéndole que le iluminara sobre la situación de Ashira. Y Emmán, como casi siempre, se la concedió.

Galad se encontraba en la oscuridad. Una oscuridad profunda, casi material. Alguien respiraba cerca de él. Muy cerca. Una respiración agitada, quizá presa del miedo o del pánico. El paladín intentó alcanzar su origen, pero cada vez que estaba a punto de alcanzarlo, se escurría en la oscuridad.

De pronto, Galad cayó en la cuenta de algo. Una necesidad se formó en su mente. La necesidad de gran poder, de algo que, ahora se daba cuenta, subyacía en sus pensamientos a todas horas. Y, de forma extraña, la necesidad tomó forma: Églaras apareció en su mano y con un simple deseo hizo retroceder poco a poco la oscuridad con su brillo dorado. El paladín se sentía realizado, poderoso y con el favor de su dios fuera de toda duda. La luz avanzó poco a poco, y varios metros más allá alumbró el borde de un precipicio, por el que justo en ese instante caía una mujer. ¿Ashira? Quizá podría salvarla haciendo uso de tu poder, pensó mirando a Églaras.

Églaras centelleando

 

Pero no pudo hacerlo, pues el sueño acabó en ese instante.

Symeon, por su parte, hizo otra tentativa en el mundo onírico. Ocultó lo mejor que pudo su presencia y centró su atención en la mansión del duque Datarian; todo parecía normal allí. A continuación, se desplazó hacia la colina de la biblioteca, y más o menos a mitad de camino detectó una presencia bastante poderosa en la dirección a la que se dirigía. Se detuvo, y prefirió salir al mundo de vigilia para no tentar más a la suerte.

Por la mañana, después de que Galad y Symeon compartieran sus experiencias nocturnas, se aprestaron a llevar a cabo el plan de Wolann, falsificando órdenes de Datarian y su sello personal. Se reunieron con el resto del consejo, presentando en el proceso al general ercestre, planteando la necesidad de encontrar expertos en falsificación. La propia Irmele Seren, barda real, se ofreció a realizar una reproducción del sello, y se procedió a buscar al mejor de los escribas para falsificar la escritura y el tono del duque. Mientras se llevaba a cabo todo esto, Yuria volvió a asumir las riendas de la administración, organizando la defensa de la ciudad contra los ejércitos que se aproximaban. «Podremos resistir unos días», pensó, «pero si no conseguimos refuerzos rápido o pasa algo imprevisto, nada podrá salvarnos de la derrota».

A mediodía, la falsificación estuvo lista. En las órdenes se podía leer que una de las legiones acampadas debería desplazarse hacia el oeste de Doedia. Wolann confirmó su calidad:

—Es perfecta. No dudo de que pasará como genuina —afirmó.

Tras la partida de Wolann de regreso a su campamento acompañado de algunos carros con suministros, procedieron a elegir cuidadosamente al oficial que llevaría el mensaje con las órdenes falsificadas. Tras explicarle parte del plan, partió para dar un rodeo y simular que venía desde el norte, con instrucciones de entregarle el mensaje preferentemente al general Wolann siempre que fuera posible.

Una vez que el "mensajero" partió, el grupo se aprestó a ayudar a Yuria con la defensa de la ciudadela, y se tomaron medidas para intentar detectar a cualquier espía que pudiera salir o entrar del complejo con un mensaje para sus enemigos.

Después de comer, el oficial regresó al abrigo de la niebla, y el consejo se reunió inmediatamente. El soldado les explicó:

—Entregué la carta al general Wolann, como me dijisteis, y aunque hubo alguna mirada suspicaz del general Tybasten, no parecieron poner en duda lo que se decía en el papel. De hecho, Tybasten empezó a rugir órdenes inmediatamente para poner en marcha su legión.

—Ahora, confiemos en que Wolann sea capaz de convencer a la mayoría de sus tropas de su lealtad a los reyes —dijo Galad—. Al menos, ganaremos un tiempo mientras se coordinan.

Por la tarde, volvieron varios exploradores que se habían enviado para observar el progreso de las legiones de Datarian. Uno de ellos informó de que Datarian viajaba con el ejército más numeroso, el que venía desde el noroeste, compuesto por dos legiones. Una legión venía desde el norte, otra desde el sureste, y otra desde el suroeste. Pero la revelación más sorprendente la hizo uno de ellos, llamado Nael:

—A la legión que viene del sureste la acompañan criaturas extrañas, no parecen humanos. Su piel es de color grisáceo, sus ojos brillan extrañamente, se mueven con una gracia fuera de lo común, y la mayoría llevan cimitarras en sus cintos. Creo... creo que son....

—Elfos oscuros —terminó Daradoth, provocando un estremecimiento en los sermios presentes—. ¿En qué número?

—No estoy seguro del todo, quizá una compañía. Debí de contar unos doscientos. Pero no son los únicos seres extraños en el contingente. Hay más, de un tamaño superior al de cualquier humano o elfo, pero la niebla dificultó el reconocimiento y no sé deciros mucho más.

Un mohín mezcla de preocupación y odio acudió al rostro de Daradoth, que intercambió miradas de preocupación con sus compañeros. Acto seguido, tras despedir a los exploradores, el grupo y el consejo mantuvieron una larga conversación sobre las decisiones tácticas más adecuadas para enfrentarse a las fuerzas que iban a confluir en Doedia el día siguiente. 

—Ayer envié una misiva a lady Ilaith solicitando ayuda —anunció Yuria—. Confío en que el senescal Stenar —miró al viejo sirviente, con un tono de advertencia— transmitiera al correo la extrema urgencia con que debía ser entregada.

—Por supuesto, mi señora —contestó el senescal—; partió inmediatamente con un par de nuestros más veloces corceles.

Yuria asintió silenciosamente, en gesto de agradecimiento, y la conversación de estrategia militar continuó. Daradoth abogaba por atacar rápidamente a uno de los contingentes, y aunque en principio el resto se mostró reticente, la idea fue ganando partidarios con el paso de los minutos. Se evaluaron muchas alternativas, incluyendo la utilización de los cinco bardos disponibles en la ciudad como arma ofensiva (por sugerencia del propio Anak Résmere).

Mientras discutían, ya llegada la media tarde, un guardia real llegó con noticias: la niebla que había cubierto la región durante días se había esfumado en cuestión de segundos.

El grupo se puso en marcha inmediatamente. Aprovechando las pocas horas de luz que quedaban, convocaron al Empíreo a la ciudadela a través del Ebiryth de Daradoth y en poco más de media hora se alzaban hacia el cielo de Doedia con la intención de ver por sí mismos las fuerzas que se acercaban. Se aproximaron someramente hacia el norte, desde donde, efectivamente se acercaba un contingente de más o menos dos legiones; las vieron prácticamente de pasada, porque querían dedicar su atención principalmente a la tropa que se aproximaba desde el sureste, en la que supuestamente se incluían los elfos oscuros y los entes desconocidos. Daradoth miraba ansiosamente por el catalejo.

—Allí están —dijo—. Efectivamente, veo claramente varios centenares de elfos oscuros, aunque encapuchados y bien tapados, supongo que debido al sol que aún los ilumina. Pero de los seres gigantes ni rastro. Aunque... detrás de la hueste veo una caravana enorme de pertrechos, con carromatos y vagones bastante grandes. 

Yuria tomó el catalejo cuando se encontraron más cerca y se aseguraron de que al contingente no lo acompañaban criaturas voladoras.

—Efectivamente, creo que esa caravana es demasiado numerosa para una marcha breve como esta. Y los carromatos parecen enormes, sí. Quizá nos ocultan algo. 

—¿Crees que deberíamos continuar con el plan de ataque preventivo? —preguntó Galad.

—Para ello, necesitaríamos saber cuál de sus ejércitos llegará antes a Doedia, solo a ese podríamos atacarlo con garantías. Y aun así, podríamos sufrir bajas que perjudicaran la defensa posterior. No sé, es complicado.


No hay comentarios: