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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 19 de abril de 2012

Sombras en el Imperio - Campaña de Arcana Mvndi Temporada 1 Capítulo 20

Acuerdo con los tribunos. Elena Geroclea.

Cneo Sulpicio Germánico
La cara de preocupación de Tito Cornelio convenció a Cayo Cornelio cuando el primero le pidió que pasearan juntos por el exterior del campamento para evitar oídos indiscretos. El tribuno se había convencido de la conveniencia de revelar lo que sabía a Cayo por sus últimas acciones, por las palabras del prefecto Apio Herminio y por la certeza de que Tiberio Julio era algo más que un simple médico. Para sorpresa -o no tan sorpresa- del legado, Tito habló de una "guerra en la sombra" que estaba teniendo lugar a su alrededor, más allá del entendimiento mundano, y que implicaba a los propios dioses. Según explicó, él tenía varios contactos en Mogontiacum y otros núcleos de población, algunos de ellos de la gens Cornelia más antigua, y colaboraba a requerimiento de los sacerdotes. Tales contactos no eran otra cosa que teúrgos de la rama Cornelia de Júpiter y por lo que pudo deducir Cayo, también teúrgos de los cultos de Marte y de Vulcano. Los teúrgos habían dedicado gran parte de los últimos meses a localizar los Caern germanos, sus lugares sagrados, intentando anularlos o destruirlos. Sin embargo, hacía unas pocas lunas que habían llegado nuevos enemigos a escena, de los que poco sabían, excepto que estaban intentanod utilzar los Caern de alguna forma y que muchos de ellos lucían armaduras azules muy resistentes y ajustadas; además, en ocasiones se hacían acompañar de extrañas sombras parecidas a la que se encerraba en la estatuilla de Tiberio. Tito también reveló que en las filas de la legión había otros colaboradores e incluso teúrgos que no dudarían en quitarle la vida si se enteraban de que había contado todo aquello, así que pidió la máxima discreción. Por supuesto, Cayo no tardó en compartir tales cofidencias con sus compañeros.

Más tarde tuvo lugar una reunión de Cayo con Lucio Mercio, Marco Linicio y con Cneo Sulpicio. Según palabras de Tito Cornelio, estos dos últimos eran los tribunos que más contactos tenían entre los germanos, y su colaboración sería fundamental para poder contactar con los bárbaros. El legado intentó ganarse el favor de ambos como ya había hecho anteriormente en alguna ocasión, pero la idea de reunirse a solas con los dos tribunos probó no ser demasiado buena y la conversación derivó en una casi violenta discusión. Antes de estropearlo todo irremediablemente, Cayo consiguió dar por terminada la reunión y dejarlo para una mejor ocasión.

Mientras tanto, Idara intentó averiguar más sobre Tito Cornelio siguiendo al tribuno en sus quehaceres, pero éste no dejó entrever nada sospechoso.

El día siguiente, Cayo Cornelio cambió de táctica y convocó juntos a todos los tribunos para tratar el estado de emergencia. Con sus dotes para el liderazgo se ganó a Vario Albino Balbo y a Quinto Marcio Melario. Marco Licinio Draco perdió los papeles en un momento dado, y tuvo que ser apaciguado por Cneo Sulpicio, que [pifia en carisma] por fin se mostró de acuerdo con el legado y lo respaldó en sus planes. Sulpicio sugirió contactar con los germanos Chatti, a cuya tribu pertenecía el poblado de Gameburg antes de que fuera arrasado, e intentar conseguir su colaboración contra los Tencteri , que sin duda eran los que estaban atacando el limes. Sulpicio se pondría inmediatamente a movilizar sus contactos.

Durante ese día y los siguientes empezó a llegar un goteo de huidos de los campamentos del limes. Algunos de los heridos, lucían muy mal aspecto: todo alrededor de los tajos y perforaciones sufridas se les habían puesto negras e hinchadas las venas y los capilares bajo la piel. A medida que pasaba el tiempo, la negrura se extendía. Parecía gangrena, pero no lo era. Tiberio Julio se aprestó a tratarlos lo mejor que pudo.

El día siguiente llegó una paloma con noticias del este. Los campamentos más orientales del Limes también habían sido atacados salvajemente y habían tenido que ser abandonados. Según Cneo Sulpicio, debía de tratarse de los germanos Hermunduri, que se habrían unido a los Tencteri. Contactaría también con sus hombres del este.

Cuando por la mañana Lucio Mercio se dirigió a reunirse con la esclava Kara donde ésta le había citado, no encontró a nadie. Cuando intentó averiguar su paradero, algún otro esclavo le informó que hacía tiempo que la mujer no aparecía por allí. Al decírselo a Tito Norbano, éste se mostró preocupado, y organizaron la búsqueda todo lo discretamente posible, pero sin resultado durante las siguientes jornadas.

Ese mismo día, Idara se encontraba rezando en el templo de Minerva junto a Claudia Valeria. Hacía varios días, desde que Tito Cornelio le había hablado a Cayo de los extraños aparecidos hace poco, que Idara le pedía a Minerva alguna revelación sobre sus enemigos, que parecían omnipresentes y poderosos en extremo. Y la diosa se la concedió por fin. Vio una caravana de carromatos, con hombres y mujeres de aspecto normal, pero todos ellos con al cara tapada por máscaras sonrientes en unos casos y tristes en otros. Entre los integrantes de la caravana, le llamó la atención una figura más pequeña que las demás, con el pelo canoso y apoyada sobre un bastón. La figura se giró hacia ella, mostrando una máscara plateada con gesto triste, y tras quedarse petrificada unos instantes, la señaló con el dedo. A continuación, unas palmadas en la mejilla despertaron a Idara de su inconsciencia. Cuando les contó a sus compañeros teúrgos su visión, ambos se mostraron confundidos, pero sin duda las máscaras indicaban algo relacionado con el teatro.

Casualmente, dos días después, alguien les informaba de una compañía de actores que llegaba a Mogontiacum. La preocupación de Idara fue mayúscula, y compartió con sus compañeros la visión que le había concedido Minerva. Por la noche fue a inspeccionar el campamento, teniendo buen cuidado de permanecer oculta. Sin embargo, se le puso el vello de punta cuando una anciana acompañada de una chica joven y rubia se detuvo en seco, se giró y miró fijamente hacia donde estaba ella. Idara salió corriendo, presa del temor, e insistió a sus compañeros en que había que acabar con aquella compañía teatral. La mayoría de sus componentes parecían griegos, incluida la anciana. Cayo y Lucio intentaron calmarla, y le dijeron que se encargarían por la mañana.

Esa misma noche, murieron dos de los heridos que habían llegado del limes con las heridas aparentemente gangrenadas. Y esa misma noche se levantaron sembrando el terror en el campamento. Las armas no parecían herirles, mientras ellos arañaban y mordían a todo el que se ponía por delante. Por suerte nadie resultó herido, y finalmente pudieron derrotarlos con fuego. Eran engendros generados por artes oscuras, sin ninguna duda, y a partir de entonces, decidieron quemar inmediatamente a todos aquellos que murieran a causa de heridas parecidas.

Por la mañana, Lucio partió al frente de una docena de legionarios para apresar a la anciana de la compañía e interrogarla. No opuso ninguna resistencia, y pidió ser acompañada por dos de sus nietos, Sofía y Heráclides. La muchacha era tan bella que turbó a Lucio, aunque no lo suficiente como para que no se diera cuenta de que la anciana llevaba un colgante con inscripciones idénticas a las del disco de Idara, y que de hecho parecía un fragmento de un disco prácticamente idéntico. Ya en el campamento, se reunieron en el pabellón de Cayo. Y sin ninguna resistencia, la anciana contestó a sus preguntas y les contó cuanto sabía, aunque en ocasiones de forma críptica. Su nombre era Elena Geroclea, nacida en Catsamba, un pueblo cerca de Cnossos, en Creta, hacía más de cien años. El colgante que llevaba había sido un regalo de su padre cuando todavía era muy pequeña, y según él, los símbolos que llevaba inscritos pertenecían al idioma de la antigua Atlántida; lo había encontrado en unas ruinas cerca de Cnossos. La mayoría de los presentes no conocía la leyenda platónica, y Geroclea la relató, enriquecida por historias de su padre. El símbolo de los círculos concéntricos partidos por la línea vertical no era sino el símbolo de la capital atlante, Atlantia, cuyo distrito más interior recibía el nombre de Telmapério. Relató la historia de la Estirpe de Oro y de cómo la Atlántida había caído en desgracia; también de cómo algunos de sus habitantes se salvaron refugiándose entre los humanos, haciéndose cada vez más poderosos y tiránicos. Aunque según le había contado su padre el último atlante había sido un rey de los Tartesios, en el sur de Hispania, Elena estaba segura de que todavía existían, por cosas que había visto a lo largo de sus muchos años; se había encontrado con Taumaturgos, y ella misma había aprendido algo de Areté de algunos filósofos; aquello la había llevado a relacionarse con gente que se movía en oscuros círculos y estaba segura de que en alguna ocasión había dado de refilón con algún fiel atlante. Quizá fuera por el Areté, no lo sabían, pero la anciana también mostraba ciertas dotes de videncia, y por eso había reconocido a Idara como la elegida de Minerva, incluso en la visión, identificó el destino de Lucio que lo abocaría a la muerte, y pudo percibir que Cayo había sido atacado por un atlante maldito en el pasado.

Era bien entrada la tarde cuando la anciana acabó de relatar sus historias, y al salir de su asombro, ordenaron a los esclavos traer algo de comer. Idara se convenció por fin de que la intención de Minerva al mostrarle a la anciana era que obtuviera información sobre sus enemigos. Por desgracia, el asunto parecía más importante, de lo que nunca habrían sospechado. Por la Piedra Negra de Júpiter Óptimo Máximo y la Lechuza de Minerva Ergane, ¿qué era lo que pretendían aquellos atlantes, si es que realmente procedían de la Tierra Sumergida?

jueves, 12 de abril de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 7

Bastión de Tormentas. Cienrocas. Llega el Rey.

Llegaron a Bastión de Tormentas con el sol ya oculto tras el horizonte. Sin sus pabellones de torneo, perdidos en el naufragio de la galera de los Raer, no podían establecer un campamento en el campo de justas, así que se dirigieron a la posada que les había recomendado Orten Lugus, El Árbol Verde, en el pueblo de Cienrocas, uno de los circundantes de Bastión. Aunque varios de los presentes en la sala reaccionaron negativamente ante el Halcón y la Espada de los Seabreeze, el propietario Lyle Brewer no pareció advertirlo y les dio unas habitaciones en el tercer piso. Precisamente unos caballeros las habían dejado el día anterior sin dar explicaciones. También les informó de que se esperaba que el comienzo del torneo se postergara un par de días, pues la comitiva del rey Robert viajaba más lentamente de lo previsto. Era una suerte, quizá aquello permitiría que los Seabreeze heridos se recuperaran completamente antes de empezar las justas.

Bastión de Tormentas

Tras comer algo y retirarse a la intimidad de sus aposentos, Megara aprovechó para discutir airadamente con Ancel, y de paso también con Jeremiah, mientras lady Madelyne intentaba poner paz. La muchacha estaba hirviente de odio por el compromiso que habían acordado a sus espaldas con el capitán mercenario Jhorgo. Amenazó incluso con suicidarse, hasta que sus hermanos fueron capaces de calmarla y convencerla de que ningún modo iban a llevar a cabo aquel trato realizado bajo coacción.

Jeremiah había dado por perdido al sirviente Lond y la guardia que debía escoltarlo hasta Bastión de Tormentas hacía ya casi un mes, así que por la mañana se dispuso a conseguir caballos y armaduras junto a Breon. Sin embargo, la búsqueda resultó de lo más frustrante: una multitud de caballeros y guerreros había acudido a la disputa del torneo y prácticamente habían acabado con todas las existencias de armeros y cuadras. Todo lo que pudo conseguir Jeremiah fue un palafrén. Cuando se encontraban de regreso a la posada, se encontraron con Orten Lugus, que ya había llegado a Bastión. El noble fue muy amable y tras fracasar con un par de tratantes de caballos que conocía, les sugirió acudir a visitar a lord Richard Horpe, cuyo pabellón se encontraba en el campo interior de la fortaleza; si no se equivocaba, había visto que tenía caballos más que de sobra en su campamento. A Jeremiah no le hacía gracia la idea, pues los hombres con los que habían tenido problemas en su parada en Villasal habían lucido el blasón de las tres mariposas de los Horpe, pero no les quedaba otro remedio. Lord Richard los recibió, aunque torció el semblante al identificar su blasón. Con esfuerzo y con la ayuda de Orten pudieron convencer al noble para que les vendiera un par de destreros a un precio razonable, y tras dar las gracias a Lugus, intentaron hacerse con buenas armaduras. Esto sí que probó ser del todo punto imposible: la mercancía de Harmann, el herrero de Bastión, estaba muy solicitada y no tenía ninguna posibilidad de proporcionarles lo que pedían en un plazo de dos días.

Durante ese día y el siguiente, tras realizar las formalidades necesarias para inscribirse en el torneo, los Seabreeze tendrían diferentes encuentros (provocados y fortuitos) en el pueblo de pabellones instalado en el campo interior de Bastión. Visitaron a los Tudbury, que también tenían esperanzas puestas en su progresión en el torneo para hacer frente a sus desgraciadas cosechas. También visitaron el pequeño pabellón del grueso ser Aeron Staedmon, con la exigua representación de su familia, y que iba acompañado de Jocel, el hermano pequeño de Ancel y Jeremiah. El muchacho se alegró sobremanera al ver a sus hermanos y hermana, derramando lágrimas de felicidad. Ser Aeron no era una persona demasiado apreciada en su familia, y Ancel se arrepintió de haber enviado a su pequeño hermano con un caballero que a todas luces se excedía en la comida y no se preocupaba de mantener sus armas con filo. Sin embargo, el cerebro del Staedmon no iba a juego con sus dotes físicas, y funcionaba perfectamente: les habló de los rumores que circulaban sobre las acciones de los Seabreeze, de la ausencia de los Wylde y los Raer, y les previno contra los Dondarrion, los Horpe y algunos más. Poco después se tropezaron con una compañía de la Casa Dondarrion; lord Beric, vestido de púrpura y con el relámpago dorado en el pecho, les dirigió palabras poco amistosas, recordando un roce que su padre había tenido hacía unos años con lord Jeron. Al parecer, durante la guerra del usurpador, el Seabreeze había arrebatado la gloria que de otra manera habría correspondido a lord Berthas Dondarrion con maniobras poco honorables. Por eso no le había extrañado oír el repugnante ataque que los Seabreeze habían dirigido recientemente sobre pobres gentes indefensas. Aunque intentaron hacer entrar en razón a lord Beric, éste se despidió con desprecio. Más tarde ese mismo día hicieron acto de aparición por fin los Raer. Según les dijo lord Edgar, una inoportuna enfermedad de su hijo bebé y de su esposa lo había retenido más de la cuenta, y también por eso había acudido con pocos hombres. Efectivamente, la participación de los Raer en el cuerpo a cuerpo iba a ser meramente testimonial, pues lord Edgar sólo había traído consigo a tres caballeros, y el resto eran hombres bisoños de su guardia.

Tras despedirse de lord Edgar y volver a la posada, se sorprendieron al encontrar un "presente" en su habitación. Un pequeño paquete envuelto en tela y con el nombre de Ancel escrito sobre ella. Al desenvolverlo, extrañados, apareció una exótica y bella daga, profusamente trabajada y con la empuñadura de vidriagón. Un análisis más detallado reveló que la empuñadura estaba hueca y podía abrirse. Dentro de ella había un pequeño vial con una sustancia transparente e inodora; habrían apostado que era agua si no hubiera sido por su extraña envoltura. Berormane guardó el frasquito con cautela, por si se trataba de alguna sustancia extraña; necesitaría consejo o materiales adecuados para investigarla.

El día siguiente, durante el desayuno, el grupo trabó contacto con otros dos caballeros dornienses alojados en la posada: ser Gennady Shanin y ser Bryan Telson. Ser Gennady probó ser una persona bastante odiosa, mientras que ser Bryan estuvo muy amable, aunque expresó su antipatía hacia Jeremiah, porque la una de las noches anteriores éste había estado tonteando con Lidda, una de las cortesanas por las que Bryan sentía algo más que aprecio. Sin embargo, las palabras amables surgieron por fin, y Bryan no tardó en decidir que los Seabreeze podrían ser buenos aliados en su lucha: reveló que se encontraba con Shanin porque éste poseía a Escorpión, una espada que debía haber sido su herencia familiar, y le fue arrebatada a su padre por unos asaltantes que lo asesinaron, seguramente el propio Shanin y sus compañeros. Los personajes, sospechando de todo y de todos, no llegaron a confiar del todo en las palabras de Telson, así que le respondieron con evasivas, lo que provocó la ira contenida del joven, que se marchó con gesto de contrariedad.

Finalmente, dos días después de lo previsto, las trompetas y heraldos anunciaron la llegada de la comitiva real. El rey Robert viajaba en lo alto de su carruaje, saludando a la plebe con sus manazas, mientras reía estentóreamente. La reina Cersei iba junto a él, bella como un amanecer, con sus rizos rubios, sus ojos verdes y su generoso escote. Los caballeros de la guardia real los escoltaban, magníficos en sus armaduras y capas níveas. Muchos otros nobles y desconocidos viajaban en la comitiva, y además, centenares de criados con libreas de los Baratheon, Lannister, Arryn y muchos otros. Al poco rato, los pregoneros anunciaban que la fiesta de inauguración tendría lugar el día siguiente.

Ancel y sus compañeros aprovecharon aquella tarde para ir a visitar a los Fell, cuyos estandartes habían visto en la lejanía en el poblado de pabellones. Le preocupaba qué efecto podrían haber causado en su futura familia política los rumores sobre la matanza de campesinos...

miércoles, 4 de abril de 2012

Sombras en el Imperio - Campaña de Arcana Mvndi Temporada 1 Capítulo 19

Edelweiss. Problemas en el limes.

Tiberio presentó a sus acompañantes, el legionario Marco, que se había hecho merecedor de toda clase de honores, y la germana Lora, que lo había guiado hasta allí a través de los bosques. Tras una ligera inspección, pudieron ver que la germana lucía un colgante tallado con la forma del pez de los cristianos. De hecho, la muchacha afirmó que era la principal razón por la que quería ir a Roma: reunirse con otros cristianos en el sur, lejos de las tierras paganas del norte.

Caern Germano
Cuando el médico contó los hechos acontecidos en Gameburg, la preocupación cundió entre los presentes. Al interrogar a Lora acerca de aquella gente, ella les contó que les había hecho un favor a "unos romanos", mostrándoles el lugar donde se encontraba un Caern, uno de los lugares sagrados germanos que todavía no habían sido destruidos en las guerras con Roma. A cambio, "los romanos" le habían prometido llevarla a Roma lo antes posible. Cornelio y los demás le preguntaron si podría guiarlos a ellos hasta el Caern, a lo que Lora respondió negativamente, insistiendo en que tenían que llevarla a Roma. La vehemencia con que increpaban a la germana para que les hablara más del lugar y los presuntos romanos la asustó y salió corriendo, aunque no tardó en ser detenida por los legionarios del exterior. Después de conseguir apaciguarla, la llevaron a la casa que habitaban Idara, Lucinda, Sexto Meridio y los demás en el exterior del campamento, a la espera de una mejor ocasión. En algún momento posterior, el grupo mantuvo una conversación junto a Cneo Servilio y Sexto Meridio sobre la posibilidad de que los susodichos Caerns fueran lugares donde se pudiera enaltecer o canalizar el poder de alguna manera.

A continuación pasaron a ocuparse de los asuntos del campamento. El legionario Marco Arrio, que tan valientemente había ayudado a Tiberio tenía el brazo gangrenado. Con todo el dolor de su corazón, el médico tuvo que amputárselo hasta la mitad del húmero. El legionario se portó como un valiente, pero por desgracia tendría que abandonar las filas del ejército: ya no sería capaz de llevar el escudo.

Cornelio mantuvo junto a Lucio Mercio una nueva conversación con el prefecto del campamento Apio Herminio, con el que en apariencia consiguieron establecer una relación de confianza. Herminio elaboraría una lista con nombres de confianza para nombrar a los once centuriones que se habían perdido en la expedicion a los bosques. Por supuesto, Lucio sería uno de tales centuriones. Lucio también intentó conseguir algo de información de su nuevo colega de armas Tito Norbano, pero Herminio no conocía al sujeto.

Cuando Idara acompañaba a Lora a su casa de alojamiento, pudo observar con sus entrenados sentidos cómo un grupo de legionarios les seguía más o menos abiertamente, pero que no servían más que como una distracción para los verdaderos perseguidores, varias personas vestidas discretamente y confundidas con la gente. Les observaban. Tras dejar a Lora en casa, Idara y Claudia Valeria se marcharon a un templo de Minerva a elevar sus oraciones y quizá recibir inspiración de algún indigitamenta.

A primera hora del día siguiente, Lucio se encontró con la esclava Kara. Al decirle que iba de parte de Tito Norbano, ella no puso buena cara, e incluso insultó al legionario. Según ella no era la mejor presentación, pero accedió a hablar con Lucio. Según le dijo la mujer, la información que pedía Lucio sobre los tribunos iba a costarle cara, pero le diría todo lo que pudiera averiguar en un plazo de tres días, junto a la poza de las truchas, al sur del campamento junto al río. También esa mañana, al despertar Idara y los demás, se dieron cuenta de que Lora había desaparecido; no había signos de violencia y lo más probable es que hubiera escapado, así que varios salieron en su busca.

Tiberio, por su parte, estaba preocupado por la poción que había prometido en su carta a Cornificia. Al comentar el tema con Galeno, éste, sorprendentemente, respondió que sí era posible hacer algo así, pero necesitaba un ingrediente que no sería fácil de encontrar: los pétalos de una flor que los germanos llamaban Edelweiss, y que sólo crecía en las montañas más altas. El lugar más cercano donde podrían encontrarla sería en las cumbres de los Alpes Helvéticos, y rápido, pues la primavera ya había empezado y era la época de floración. El problema era el desplazamiento hasta allí. Ahí entró en juego Sexto Meridio y los teúrgos de Mercurio, cuyo dios les proporcionaba medios para desplazarse en el espacio y en el tiempo, aunque a un alto coste para ellos, y en cualquier caso necesitarían a alguien que conociera bien la zona de destino. En una coincidencia aparentemente sobrenatural, cayeron en la cuenta de que el gladiador que habían encontrado en los bosques, Lucares, era Helvético y conocía algunas de las estribaciones norteñas de las montañas.

Cornelio inspeccionó a los nuevos reclutas que querían unirse a la legión, y entrevistó a los aspirantes a nuevos centuriones según la lista que le había entregado previamente Apio Herminio. La mañana siguiente se llevó a cabo la ceremonia de investidura de los centuriones, y a lo largo del día comenzaron a llegar mensajeros procedentes de los castra del Limes (límite) romano al norte de Mogontiacum. Estaban siendo atacados por fuerzas organizadas que no habían percibido a tiempo, y las guarniciones los estaban abandonando. Los mensajeros hablaban de hordas de germanos, de bestias y sombras. Cayo Cornelio se reunió urgentemente con los tribunos, el primipilus y Apio Herminio, y se estableció un plan de acción.

Para tratar el problema del desplazamiento a los Alpes en busca del Edelweiss, Tiberio se reunió con Lucio, Idara, Cneo Servilio y Sexto Meridio. Este último había contactado con su compañero Nicomedes Stoltidis, que había aceptado, pero no sabía cuánto tardarían en llegar los teúrgos necesarios. Por otro lado, se podría intentar realizar el viaje con menos teúrgos de Mercurio, pero necesitarían un medio para proporcionar el poder necesario al oficiante del ritual. Tras barajar sin mucha convicción las posibilidades de los Caern e incluso de Zenata, Lucio sugirió la posibilidad de utilizar el disco de Idara, y ésta confirmó que, cuando entraron en la cripta de la Villa de Gades, el disco le había permitido canalizar algo de su interior para abrir la puerta. Lo intentarían cuando Stoltidis llegara al campamento.

Tras la reunión de Cayo con los tribunos, uno de ellos, Tito Cornelio Escauro, crispado y tenso, se quedó en la tienda del legado. Le pidió permiso para hablar, y Cayo se lo concedió. Según el tribuno, había algo muy importante que tenía que decirle.


Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 6

Jhorgo triunfante. Villasal.

Escudo de la casa Dannett
Pocas horas antes de amanecer, la desazón comenzó a crecer en el grupo. Berormane fue interpelado por el contramaestre Ojoverde y por el médico de a bordo, Rogen Ríos, uno de los pocos miembros de la tripulación oriundos de Poniente. A ambos les había gustado la labor del maestre atendiendo a los heridos a bordo (incluso tuvo que cortar la pierna de uno de ellos, y la operación fue todo un éxito). Le ofrecieron un puesto en su compañía si quería acompañarles. Contestó dando largas. Este y varios otros signos a su alrededor daban a entender que se estaba fraguando un motín a bordo de la Dama del Viento. A cierta parte de la tripulación no le gustaba que su capitán se hubiera vuelto contra sus aliados por interés personal. La dificultad consistía en averiguar quién apoyaba la rebelión, y si era lo suficientemente fuerte como para derrocar al capitán y sus fieles, si los tenía.

Melina vino a empeorar un poco más las cosas. La muchacha trató de convencer a ser Breon para huir de allí o unirse a la tripulación temporalmente y volver a ser libre. Cuando el caballero de la cabeza de león dio una respuesta negativa, la chica, tras un ligero berrinche, se dirigió a hablar con el capitán. El contenido de la conversación no trascendió.

Entendiendo la urgencia de su situación, Ancel decidió mover ficha, y se dirigió junto con el maestre a hablar con Ojoverde y Rogen. Intentó sonsacar más información a la pareja, pero no tuvo tiempo de mucho. Un grito del capitán hizo que se dispararan los escorpiones de a bordo, atravesando a Rogen, decapitando a Ojoverde y alcanzando a algunos otros. El motín fue deshecho sin empezar. Ancel vio la oportunidad de aprovecharse de la situación, presionando al capitán aludiendo a la falta de información y seguridad que tenían a bordo. Pero estiró demasiado de la cuerda, y ésta se rompió. Jhorgo Darr rescindió unilateralmente el pacto que había acordado con Jeremiah y desarmó e hizo prisioneros a los Seabreeze y sus acompañantes. Hizo dar la vuelta al barco, ante la desesperación de todos. Al insistir en arreglar la situación, Darr exigió más: una carta firmada por Ancel y Jeremiah y con el sello de los Seabreeze, por la que se comprometían a proporcionarle a cambio de sus servicios 100 dragones de oro al año, unas cuantas hectáreas de tierra y alojamiento para sus hombres, y a la boda con Megara dos meses después del torneo de Bastión de Tormentas. Los Seabreeze no tuvieron más remedio que acceder a sus peticiones. Contento a más no poder, el capitán viró de nuevo y los condujo sanos y salvos al pequeño embarcadero del pueblo de Villasal, a un día de Bastión de Tormentas. Los esperaría allí para hacer el viaje de retorno tras el torneo. La comitiva Seabreeze todavía conservaba sus armas y la jaula de halcones, pero los caballos y vehículos se habían perdido en la galera hundida. Para colmo, Jeremiah y Breon habían resultado heridos durante el abordaje, y no sabían si podrían recuperarse antes de que empezaran las pruebas.

En el pequeño pueblo había una posada de buen tamaño, El Gran Ciervo, que se encontraba bien provista de clientes. Muchos viajeros acudían al torneo desde el norte y el este. Cuando entraron a la posada, poco a poco fue haciéndose el silencio cuando los parroquianos vieron el halcón y la espada de los Seabreeze en sus ropas. No obstante, la comitiva era lo suficientemente grande para que no les causaran problemas. Berormane se distanció de sus compañeros para comprar suministros y material. La posadera, Marta Taverner, le proporcionó todo lo que estaba en su mano, pero para comprar caballos y carruajes, debería acudir al viejo Tom, cerca de allí. Así lo hizo.

El viejo Tom resultó ser un viejecillo bastante agradable que no pudo proporcionar al maestre más que dos piojosos pencos y un par de carros desequilibrados. Pero serían suficientes para un día de camino, y se los pagó a un precio razonable. El dicharachero Tom también habló sobre lo que se oía últimamente por la zona: el miserable ataque de los Seabreeze a los Dannett y cómo el joven Adham los expulsó con valentía, la más que probable ausencia de lord Stannis del torneo, la reaparición del famoso Caballero Zorro en las inmediaciones, la proliferación de bandidos... también mencionó a un tal Ruben Piper, prometido de Iris Dannett, y el hecho de que ésta había desaparecido sin dejar rastro; hizo bromas sobre el pánico que debía de haberle entrado a la muchacha cuando la prometieron con aquel viejo gordo. Tom también habló con desprecio de un grupo de Hermanos Juramentados de la Guardia de la Noche que había pasado por allí hacía un par de días hacia Bastión de Tormentas.

Mientras tanto, en la posada, las tres muchachas que hasta la entrada de los Seabreeze habían atendido las mesas riendo y contorneándose, atendieron a los nuevos clientes con frialdad y algo de temor. Los murmullos proliferaban y cada vez más eran los que miraban descaradamente al grupo, para vergüenza de lady Madelyne e irritación de los demás. Breon, harto de tanta tontería, se levantó e increpó a los presentes, negando que las historias que pululaban por allí fueran ciertas. La mayoría de los presentes lucían en sus ropas las tres mariposas negras de los Horpe, y un hombretón enorme se levantó para encararse al caballero.

Tras unos momentos de tensión, consiguieron calmar los ánimos, y la mitad de los clientes de la posada salió de allí, para disgusto de la posadera Marta, que no obstante no dijo nada. Con la posada ya medio vacía, un hombre se acercó a ellos. Lucía el cáliz plateado sobre fondo de sable de la casa Lugus, y se presentó como Orten Lugus, segundo hijo de su padre lord Konrad. Le acompañaba su hermano mayor, ser Naton, que se acercó reluctantemente a la mesa de los Seabreeze. Orten se mostró interesado en la historia del presunto ataque de los Seabreeze y aunque insistió en que parecía haber pruebas sólidas de los hechos, se mostró amable con ellos y les dio un voto de confianza. Acto seguido pasaron a hablar del torneo, y las esperanzas que su casa había depositado en su hermano Naton. Se habían retrasado en su viaje a Bastión de Tormentas por una inoportuna enfermedad de su padre, pero confiaban en llegar a tiempo para inscribirse. Los Seabreeze invitaron a los Lugus a acompañarles en el camino, pero éstos se negaron. No podían dejar que los vieran acompañando a unos presuntos asesinos, y a pesar de que podía ser una injusticia, Orten les pidió que lo comprendieran. Además, les recomendó una buena posada en la aldea cercana a Bastión, Cienrrocas: El Árbol Verde, donde podrían encontrar comida y quizá otros placeres.

Así que en cuanto volvió Berormane, el grupo partió hacia Bastión de Tormentas, con Jeremiah, Breon y Garett descansando de sus heridas de la mejor forma posible sobre los carros. Si no había imprevistos, llegarían a Bastión de Tormentas al atardecer.

A mediodía, tuvieron un encuentro con dos mensajeros reales que se dirigían hacia el este, y cuando éstos vieron el blasón de los Seabreeze reaccionaron con la misma actitud de los demás. Sin duda, esos rumores les iban a causar problemas. A pesar de todo, los mensajeros fueron aceptablemente correctos y les preguntaron por su tardanza en la inscripción. Les recomendaron no entretenerse más, y preguntaron también por las casas Raer y Wylde. A pesar de haber contestado con cuervos afirmativamente a la invitación, no habían acudido todavía a Bastión de Tormentas. Esto preocupó todavía más a los Seabreeze.

Al atardecer, por fin avistaron la silueta de la titánica fortaleza recortada en gris sobre la bruma, alzándose sobre el estruendo del fiero oleaje.