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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 4 de abril de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 6

Jhorgo triunfante. Villasal.

Escudo de la casa Dannett
Pocas horas antes de amanecer, la desazón comenzó a crecer en el grupo. Berormane fue interpelado por el contramaestre Ojoverde y por el médico de a bordo, Rogen Ríos, uno de los pocos miembros de la tripulación oriundos de Poniente. A ambos les había gustado la labor del maestre atendiendo a los heridos a bordo (incluso tuvo que cortar la pierna de uno de ellos, y la operación fue todo un éxito). Le ofrecieron un puesto en su compañía si quería acompañarles. Contestó dando largas. Este y varios otros signos a su alrededor daban a entender que se estaba fraguando un motín a bordo de la Dama del Viento. A cierta parte de la tripulación no le gustaba que su capitán se hubiera vuelto contra sus aliados por interés personal. La dificultad consistía en averiguar quién apoyaba la rebelión, y si era lo suficientemente fuerte como para derrocar al capitán y sus fieles, si los tenía.

Melina vino a empeorar un poco más las cosas. La muchacha trató de convencer a ser Breon para huir de allí o unirse a la tripulación temporalmente y volver a ser libre. Cuando el caballero de la cabeza de león dio una respuesta negativa, la chica, tras un ligero berrinche, se dirigió a hablar con el capitán. El contenido de la conversación no trascendió.

Entendiendo la urgencia de su situación, Ancel decidió mover ficha, y se dirigió junto con el maestre a hablar con Ojoverde y Rogen. Intentó sonsacar más información a la pareja, pero no tuvo tiempo de mucho. Un grito del capitán hizo que se dispararan los escorpiones de a bordo, atravesando a Rogen, decapitando a Ojoverde y alcanzando a algunos otros. El motín fue deshecho sin empezar. Ancel vio la oportunidad de aprovecharse de la situación, presionando al capitán aludiendo a la falta de información y seguridad que tenían a bordo. Pero estiró demasiado de la cuerda, y ésta se rompió. Jhorgo Darr rescindió unilateralmente el pacto que había acordado con Jeremiah y desarmó e hizo prisioneros a los Seabreeze y sus acompañantes. Hizo dar la vuelta al barco, ante la desesperación de todos. Al insistir en arreglar la situación, Darr exigió más: una carta firmada por Ancel y Jeremiah y con el sello de los Seabreeze, por la que se comprometían a proporcionarle a cambio de sus servicios 100 dragones de oro al año, unas cuantas hectáreas de tierra y alojamiento para sus hombres, y a la boda con Megara dos meses después del torneo de Bastión de Tormentas. Los Seabreeze no tuvieron más remedio que acceder a sus peticiones. Contento a más no poder, el capitán viró de nuevo y los condujo sanos y salvos al pequeño embarcadero del pueblo de Villasal, a un día de Bastión de Tormentas. Los esperaría allí para hacer el viaje de retorno tras el torneo. La comitiva Seabreeze todavía conservaba sus armas y la jaula de halcones, pero los caballos y vehículos se habían perdido en la galera hundida. Para colmo, Jeremiah y Breon habían resultado heridos durante el abordaje, y no sabían si podrían recuperarse antes de que empezaran las pruebas.

En el pequeño pueblo había una posada de buen tamaño, El Gran Ciervo, que se encontraba bien provista de clientes. Muchos viajeros acudían al torneo desde el norte y el este. Cuando entraron a la posada, poco a poco fue haciéndose el silencio cuando los parroquianos vieron el halcón y la espada de los Seabreeze en sus ropas. No obstante, la comitiva era lo suficientemente grande para que no les causaran problemas. Berormane se distanció de sus compañeros para comprar suministros y material. La posadera, Marta Taverner, le proporcionó todo lo que estaba en su mano, pero para comprar caballos y carruajes, debería acudir al viejo Tom, cerca de allí. Así lo hizo.

El viejo Tom resultó ser un viejecillo bastante agradable que no pudo proporcionar al maestre más que dos piojosos pencos y un par de carros desequilibrados. Pero serían suficientes para un día de camino, y se los pagó a un precio razonable. El dicharachero Tom también habló sobre lo que se oía últimamente por la zona: el miserable ataque de los Seabreeze a los Dannett y cómo el joven Adham los expulsó con valentía, la más que probable ausencia de lord Stannis del torneo, la reaparición del famoso Caballero Zorro en las inmediaciones, la proliferación de bandidos... también mencionó a un tal Ruben Piper, prometido de Iris Dannett, y el hecho de que ésta había desaparecido sin dejar rastro; hizo bromas sobre el pánico que debía de haberle entrado a la muchacha cuando la prometieron con aquel viejo gordo. Tom también habló con desprecio de un grupo de Hermanos Juramentados de la Guardia de la Noche que había pasado por allí hacía un par de días hacia Bastión de Tormentas.

Mientras tanto, en la posada, las tres muchachas que hasta la entrada de los Seabreeze habían atendido las mesas riendo y contorneándose, atendieron a los nuevos clientes con frialdad y algo de temor. Los murmullos proliferaban y cada vez más eran los que miraban descaradamente al grupo, para vergüenza de lady Madelyne e irritación de los demás. Breon, harto de tanta tontería, se levantó e increpó a los presentes, negando que las historias que pululaban por allí fueran ciertas. La mayoría de los presentes lucían en sus ropas las tres mariposas negras de los Horpe, y un hombretón enorme se levantó para encararse al caballero.

Tras unos momentos de tensión, consiguieron calmar los ánimos, y la mitad de los clientes de la posada salió de allí, para disgusto de la posadera Marta, que no obstante no dijo nada. Con la posada ya medio vacía, un hombre se acercó a ellos. Lucía el cáliz plateado sobre fondo de sable de la casa Lugus, y se presentó como Orten Lugus, segundo hijo de su padre lord Konrad. Le acompañaba su hermano mayor, ser Naton, que se acercó reluctantemente a la mesa de los Seabreeze. Orten se mostró interesado en la historia del presunto ataque de los Seabreeze y aunque insistió en que parecía haber pruebas sólidas de los hechos, se mostró amable con ellos y les dio un voto de confianza. Acto seguido pasaron a hablar del torneo, y las esperanzas que su casa había depositado en su hermano Naton. Se habían retrasado en su viaje a Bastión de Tormentas por una inoportuna enfermedad de su padre, pero confiaban en llegar a tiempo para inscribirse. Los Seabreeze invitaron a los Lugus a acompañarles en el camino, pero éstos se negaron. No podían dejar que los vieran acompañando a unos presuntos asesinos, y a pesar de que podía ser una injusticia, Orten les pidió que lo comprendieran. Además, les recomendó una buena posada en la aldea cercana a Bastión, Cienrrocas: El Árbol Verde, donde podrían encontrar comida y quizá otros placeres.

Así que en cuanto volvió Berormane, el grupo partió hacia Bastión de Tormentas, con Jeremiah, Breon y Garett descansando de sus heridas de la mejor forma posible sobre los carros. Si no había imprevistos, llegarían a Bastión de Tormentas al atardecer.

A mediodía, tuvieron un encuentro con dos mensajeros reales que se dirigían hacia el este, y cuando éstos vieron el blasón de los Seabreeze reaccionaron con la misma actitud de los demás. Sin duda, esos rumores les iban a causar problemas. A pesar de todo, los mensajeros fueron aceptablemente correctos y les preguntaron por su tardanza en la inscripción. Les recomendaron no entretenerse más, y preguntaron también por las casas Raer y Wylde. A pesar de haber contestado con cuervos afirmativamente a la invitación, no habían acudido todavía a Bastión de Tormentas. Esto preocupó todavía más a los Seabreeze.

Al atardecer, por fin avistaron la silueta de la titánica fortaleza recortada en gris sobre la bruma, alzándose sobre el estruendo del fiero oleaje.


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