Sin entretenerse un solo segundo, salieron hacia el piso de Alex McEnroe, teniendo buen cuidado de esquivar los controles policiales. En el edificio, los vecinos estaban revolucionados, preguntándose qué demonios pasaba en casa del viejo borracho. Un calor intenso emanaba del interior, que se hizo evidente cuando Finnegan y McNulty se detuvieron ante su puerta y llamaron. Algunos vecinos, reunidos en el rellano del piso de abajo, los miraban con suspicacia.
Aunque insistieron varias veces, no obtuvieron respuesta, así que Jack, impulsivo como nadie, decidió echar la mugrosa puerta abajo, irrumpiendo en el interior. Una oscuridad sobrenatural lo envolvió, y casi al instante empezó a sudar debido a un sofocante calor. Al abrir la cortina de la ventana más cercana, se quedó helado. Aunque en el exterior no serían más de las dos de la tarde, a través de la ventana se veía una noche cerrada, sin luna, estrellas ni luz artificial. El vello se le erizó. Intentó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, pero aun así no era capaz de ver más que oscuras y borrosas siluetas. Al entrar en la cocina, tropezó con el cuerpo del anciano médico, inconsciente al parecer.
Mientras tanto, en el exterior, McNulty no tuvo mucho éxito en sus intentos de convencer a los vecinos de que había un escape de gas y debían alejarse de allí. Finalmente optó por entrar también al piso, donde le recibió la misma oscuridad que a Jack. El ambiente en la casa era muy extraño, como si un aura de corrupción se hubiera apoderado de todo. En otra habitación encontraron a Fred, que se encontraba en un estado que se podía definir como trance. Gruñía, tenía los ojos en blanco y el rostro extrañamente lívido, mientras se acercaba lentamente a ellos; su brazo izquierdo tenía un aspecto deplorable, como si hubiera sido rociado con ácido. McNulty decidió pegarle un tiro en la rodilla, un tiro que sonó extrañamente apagado, pero que tuvo su efecto y dio con el presunto Fred en el suelo. En tensión y oyendo ruidos extraños consiguieron sacar los cuerpos del hombretón y de McEnroe del piso.
Thomas también intentó subir al piso del médico, pero fue detenido por los vecinos, que lo increparon indignados. Sólo pudo atisbar por el hueco de la escalera cómo Jack y Jonas sacaban los cuerpos inertes del piso de McEnroe por la escalera de incendios, y en eso llegó la policía para complicar más las cosas. McEnroe era bastante poco querido en el vecindario, y los policías se dirigieron rápidamente a interrogar al viejo. Afortunadamente, Thomas pudo entretenerlos lo suficiente para que McNulty y Finnegan salieran con los cuerpos.
Ya en la calle, McEnroe volvió en sí y les contó cómo Fred, aparentemente poseído y con una fuerza sobrenatural, le había golpeado en el pecho y dejado inconsciente. De hecho, tenía varias costillas rotas.
Tras apresurarse en dejar a Alex y Fred en el hospital no sin tener algún problema con la policía, volvieron al piso franco del Bronx. Allí, Jack intercambió varios mensajes de móvil con su hermano, y al enterarse McNulty, éste le pegó un puñetazo. Jack se cabreó, y cuando parecía a punto de golpear al irlandés, se marchó rápidamente. No pudieron detenerlo, pues parecía que iba a explotar en cualquier momento. Tras vagabundear un rato, Finnegan decidió encargar la revista Nuevo Amanecer al kioskero, y consiguió convencerle para que le vendiera un ejemplar de su hijo, que por casualidad las coleccionaba. Después llamó a su hermano, con el que quedó en los muelles. Allí, James le contó que había tenido que cargarse a un par de tipos que decían ser del FBI pero que evidentemente no lo eran y le amenazaron con sus armas. Jack decidió reunir a su hermano con el grupo; ya no era seguro que siguiera en solitario.
Mientras tanto, John había seguido investigando sobre el libro de Blavatsky y sobre el tal Jund. Al parecer, éste era un pez gordo, amigo personal de Himmler, que había provisto de armas al tercer Reich, más tarde a los rusos y sus descendientes (entre ellos Merten Jund) se contaban entre los mayores fabricantes de armas del mundo. Otra cosa que averiguaron fue que Merten Jund era licenciado en teología, y tenía conexiones extrañas con alguna hermandad secreta, quizá con los Rosacruces o con la Golden Dawn.
Cuando Jack volvió con su hermano junto al grupo, estalló una discusión larga y tensa sobre la conveniencia de traer al antiguo teniente de policía allí. Afortunadamente, todo se resolvió sin que la sangre llegara al río, pero con Jack y Jonas enfadados.
Por la noche, tras hacer algunas averiguaciones, Sally descubrió el paradero del hermano de Fred, el padre Fabrice Mullendore. Era párroco en Boston, y aunque no pudieron hacerse con él por teléfono, le dejaron un mensaje. El sacerdote llamó a primera hora de la mañana siguiente, y cuando le contaron toda la historia de su hermano, se trasladó inmediatamente a Nueva York. Pocas horas después, el grupo recibía una nueva llamada del padre Fabrice: estaba muy preocupado por su hermano, pero unos agentes del FBI no habían dejado que lo sacara del hospital, y además él se encontraba ahora custodiado en un hotel. Se miraron los unos a los otros, preocupados, preguntándose qué hacer; desde luego, no podían dejar a Fred allí.