Una oscuridad cada vez más profunda les envolvía. Con un rugido que tenía muy poco de natural, Fred creció en las sombras y levantó en el aire a McPherson como si fuera una pluma. Éste no lo dudó ni un instante y descargó su arma sobre el corpachón. Lo que quisiera que fuera Fred en aquel instante fue afectado, y cayó al suelo, inmerso en una especie de ausencia y volviendo a su tamaño normal. Frotándose el cuello, McPherson murmuró una maldición.
Las voces en el exterior no habían cesado de amenazarles con que salieran, y a los pocos segundos unos tiros atravesaron la puerta, seguidos de un tipo vestido de negro y con un subfusil automático en las manos. Por pura suerte, Jack le descerrajó un tiro en el pecho antes de que pudiera reaccionar. No obstante, a los pocos instantes otro hombre atravesaba la puerta con una lluvia de disparos y gracias al chaleco antibalas, resultó sólo en un par de costillas rotas a Jack. Afortunadamente, ya habían podido seguir su descenso precipitado por las escaleras, y McPherson se encargó de la cobertura dejando caer una de las bombas de humo que siempre llevaba consigo (gracias a un punto de relato). Arriesgándose a volver a por Fred, Jack pudo oir a través del humo cómo una voz de mujer hablaba con un hombre, y se refería a él como "padre". El acento de este último era de algún lugar de Europa Oriental.
En el exterior, Joey y John vieron cómo los tipos que estaban junto a los cuatro por cuatro negros se tocaban la oreja, tiraban los cigarros y corrían hacia el interior sacando armas. No esperó más y haciendo uso del rifle de francotirador empezó a abatirlos mientras Joey acercaba la furgona de forma algo torpe.
El grupo del interior llegó por fin al descansillo de la planta baja, y se disponían ya a salir al exterior por la puerta de emergencia cuando alguien abrió la puerta que daba al pasillo de planta de un golpe y lanzaba al interior un extraño objeto, parecido a una granada. Casi todos pudieron salir al exterior antes de que el objeto explotara, excepto Jonas que, golpeándose con el borde de la puerta, cayó hacia atrás, arrastrando consigo a James, el hermano de Jack, que llevaba a hombros. El objeto no explotó, sino que pareció abrirse de alguna forma con un efecto invisible a los ojos.
Jack entró corriendo a continuación, mientras los de fuera empezaban a disparar, y sacó a su hermano de allí. Al tenderle una mano a McNulty, éste no sólo la rechazó, sino que salió corriendo, confundido.
McNulty no recordaba nada posterior a su etapa como policía en Irlanda, y extrañado, huyó de allí al notar que silbaban balas a su alrededor. Intentó robar un coche, pero sin éxito. Cuando enfiló a toda prisa corriendo por la avenida, sirenas de policía sonaban ya a lo lejos. Vio cómo alguien le hacía señas desde una furgona frente al hospital, llamándole por su nombre y pareciendo preocupado, así que decidió correr hasta el vehículo y subir; ya habría tiempo para preguntas.
Una vez todos reunidos en la furgona, Gibbons arrancó bruscamente, perseguido por varios coches de policía. A los pocos minutos, un helicóptero silencioso comenzó a disparar contra ellos, y McPherson resultó herido. Por suerte, llegaron enseguida al túnel que llevaba a Nueva Jersey y se libraron de los disparos. Un brusco giro un tanto suicida de John dejó la furgoneta atravesada en la autopista del túnel y sembró el caos: algunos coches volcaron, otros chocaron y se formó un colapso de tráfico con varios heridos. No podían perder tiempo; sacando por la fuerza al conductor, se hicieron con una furgoneta de FedEx y arrancaron rápidamente. Al otro lado del túnel esperaba el helicóptero, pero por suerte no les disparó. Dando un buen rodeo, se dirigieron hacia Boston.
Durante el camino surgieron varios problemas: por un lado se hizo evidente que Jonas había perdido la memoria, y se puso un poco violento producto de su desorientación. Por suerte, lograron convencerle de que estaban de su lado. Por otra parte, James sufrió un shock anafiláctico y eso les obligó a parar a mitad de camino para buscar una farmacia, donde consiguieron adrenalina y una jeringuilla para mantenerlo con vida un poco más. Llegando a Boston, Fred empezó a espabilarse otra vez, y a susurrar de forma inquietante a Jack; mencionó a su compañera Susan, que era violada cada día allí de donde venía, a su padre y a su madre muertos, que se encontraban esperándole. McPherson, afirmando tener la medicina adecuada, se plantó ante él y empezó a darle patadas; y ante el asombro de todos, eso pareció calmar al extraño ser en que se había convertido el bueno de Fred.
Finalmente, cerca de la medianoche consiguieron llegar a la iglesia de St. Gabriel, donde, iluminados por los faros de la furgoneta, Sally y Thomas salieron a su encuentro.