Jeremiah recibió a lord Davos Seaworth y a sus acompañantes en el puerto con un séquito adecuado. Le llamaron especialmente la atención las dos figuras vestidas con túnicas rojas (una de ellas una mujer bellísima) que le acompañaban. Sin demora, lo condujo a la sala principal de Quiebramar, donde esperaban Ancel, Berormane y los demás.
Melisandre de Asshai |
Ya en la sala principal, los Seabreeze y lord Davos procedieron a las presentaciones: el caballero de la cebolla presentó a sus dos hijos, Dale y Allard, que le servían como escolta, y a los dos clérigos rojos: lady Melisandre y Saario de Pentos. Acto seguido, Davos expuso la razón por la que habían viajado a Quiebramar: como Berormane y Vanna ya sabían por su estancia en Rocadragón de hacía unas cuantas semanas, a lord Stannis habían llegado preocupantes rumores sobre la situación de esta parte del mar Angosto y había recibido un cuervo con noticias sobre el reconocimiento de algún bastardo y el anuncio de la traición de los hijos de lord Jeron. Ancel le puso en antecedentes de todo lo que había pasado y pasaba, completando la información que Davos ya había recibido del maestre y la mujer que actuaba como consejera de Ancel. Sin embargo, las explicaciones del caballero de la cebolla no habían convencido del todo a los herederos Seabreeze, e insistieron en que les parecía raro que Stannis se preocupara de asuntos tan remotos a sus dominios. Davos intentó justificarlo alegando que Stannis sentía como suyas las Tierras de la Tormenta y que Renly no era tan adecuado como su señor para regirlas, pero al cabo de unos momentos, la voz de una mujer resonó en la estancia. Era Melisandre la que hablaba desde detrás de Davos, con la capucha ya bajada, bellísima con sus inquietantes ojos rojos, el pelo carmesí y su hermosa cara en forma de corazón. El rubí de su cuello brillaba de forma hipnótica.
— R'hllor me ha hablado, lord Ancel —el joven se sorprendió de que la mujer usara el tratamiento de señor—. Sus llamas hablan para aquellos que saben escuchar, y sin duda, vos y vuestra casa vais a ser fundamentales en el futuro próximo de lord Stannis. Vuestros destinos están unidos, y os necesitaréis los unos a los otros para no caer en la más profunda oscuridad.
El caballero de la cebolla se había mostrado incómodo mientras la sacerdotisa hablaba, se notaba que no se fiaba (o no creaía) de tales visiones. El otro clérigo rojo, Saario, totalmente calvo, sin cejas y de pequeño tamaño, aunque más lacónico que Melisandre, también confirmó haberlos visto en sus llamas. Tras esto, los clérigos pidieron quedarse a solas con los hermanos Seabreeze, a lo que estos accedieron, con la sola presencia adicional de Vanna y lord Davos. Melisandre intentó convencerlos de la verdad en sus afirmaciones, y les propuso (alegando que lord Stannis estaría muy complacido) que Saario quedaría con ellos en la isla para velar por su seguridad y repeler a los adeptos del León de la Noche que se habían establecido en Quiebramar. Los rumores del culto que había reclutado a lord Jeron habían llegado a los oídos de la mujer, y se mostraba muy preocupada, pues según les explicó, los de Yi Ti rendían culto al señor de la Oscuridad, el Innombrable, opuesto en todas sus facetas al Señor de la Luz R'hllor. El vehemente discurso de la mujer y los peligros que entrañaba tener adeptos del León de la Noche en Quiebramar sembró un pequeño atisbo de duda en los Seabreeze, lo suficiente como para que aceptaran que Saario permaneciera con ellos. Si con ello Stannis se mostraba complacido, pensó Jeremiah, mejor que mejor.
Poco después, Melisandre se encontró a solas con Berormane. Le habló del Señor de la Luz y la necesidad de que el maestre creyera y confiara en ella. También preguntó si Berormane había conseguido "encender la vela", lo que sobresaltó a este sobremanera. Le contestó que creía que sí, a lo que Melisandre sólo respondió con una sonrisa. Realmente, la mujer podía acelerar el corazón de cualquier hombre con aquella sonrisa.
Para tener alguna posibilidad de ganar aquella guerra, Jeremiah y Berormane estaban convencidos de que debían convencer a lord Selwyn Tarth de que dejara las filas de lord Jeron. Así que tuvieron una larga conversación con lord Davos para que el caballero visitara a continuación la Isla Zafiro e intentara convencer a lord Selwyn de su error.
No obstante, lord Davos todavía no se había marchado de Quiebramar, cuando esa misma noche llegó un cuervo. El mensaje era breve: "Necesitamos ayuda. Sacadnos de aquí". Era la ligeramtente torpe letra de lord Edgar, aún peor pues se había escrito de forma apresurada. Los Seabreeze se aprestaron a los preparativos, y partieron inmediatamente hacia Escollera de noche, con las pocas galeras que tenían en Quiebramar al mando de Deros Tormenta.
A las pocas horas, vieron un gran fuego en lontananza. Sin duda el fuego se encontraba donde teóricamente se alzaba la fortaleza de Escollera. Desolados, dieron la vuelta a la isla; no tardaron en cruzarse con cuatro galeras en la oscuridad, galeras de los Tyrell que se unieron a sus filas. Poco después llegaban a una bahía del sur de la isla, donde se veía fuego. Un par de galeras estaban ardiendo, galeras Tyrell. La playa estaba llena de cuerpos inertes, y entre ellos tropas. Tropas que habían encendido fuegos en agujeros. Una de sus unidades mercenarias. Apresuradamente, se reunieron con ellos y les explicaron todo: hacía un par de noches, cánticos extraños habían empezado a salir del pequeño bosque. Algunos hombres se habían vuelto locos y se registraron algunos casos de suicidio. Al atardecer del día anterior Escollera había empezado a arder desde dentro, y el asalto posterior de las tropas de lord Jeron los había desbandado, confundidos como estaban por la situación. Las tropas habían huido como habían podido, pero sin barcos suficientes para evacuarlos, debía de estar aconteciendo una masacre.
Sobreponiéndose a la adversidad, los Seabreeze embarcaron a los mercenarios de la playa en las galeras y a continuación procedieron a pasar la noche protegiendo e incorporando a su flotilla cuantas galeras huidas encontraron. Finalmente, consiguieron llevar a Quiebramar una quincena de galeras con aproximadamente quinientos hombres, que se unieron a la Guardia de Halcones y la infantería Raer que había guarnecido la fortaleza y que ahora se encontraba sin señor. Para mayor desesperación, no consiguieron averiguar qué había sucedido con ser Alyn Estermont. La recuperación de Quiebramar había tenido un precio muy alto.