Tras volver Tomaso y Patrick del sanatorio compartieron con el grupo lo extraño del comportamiento de Abornaz Hawk, y elucubraron durante un rato qué podían ser aquellas sombras que dibujaba. Durante la larga conversación Patrick pudo por fin visualizar el aura de Derek; como había sospechado, el aura del director de la CCSA no era como la del común de los mortales: variaba en su forma, parecía pulsar y oscilar alrededor de sus compañeros. La revelación de este hecho convenció a Patrick de que era Derek el que servía de protección al grupo de alguna forma extraña que no alcanzaba a comprender. Al mencionar este hecho, la reunión devino finalmente en una sesión de sinceridad, en la que todos los integrantes del grupo al completo decidieron que compartirían con los demás todos los hechos ocultos de su pasado. Derek volvió a recordar lo extraño de la entrega de los manuscritos por parte de sus padres adoptivos, y lo oscuro de las circunstancias de su nacimiento y primeras jornadas de vida, no sabía de qué manera podría haber afectado eso a su aura.
Más tarde, Tomaso decidió contactar con sus amistades de Nueva York y solicitarles que enviaran documentación falsa para todo el grupo. No tuvo demasiados problemas en contactar con quien podía proporcionársela, pero necesitarían al menos cinco días para hacérsela llegar, días que deberían permanecer en Montreal.
Durante ese tiempo decidieron aprovechar para profundizar más en el trabajo del doctor Hawk. La noche del primer día Patrick se reunió con Robert para debatir la posibilidad de conseguir más Polvo de Dios; esto hizo que el grupo se reuniera de nuevo para que Robert les explicara algo más sobre el proceso de creación de la droga: necesitaba un elemento exótico que había probado ser imposible de sintetizar y que le proporcionaba Georg Lazarev, un amigo de su círculo de coleccionistas de sustancias exóticas desde Rusia. El magnate no conocía más detalles sobre el elemento, sólo que Georg se lo enviaba a cambio de una buena suma de dinero regularmente desde Rusia o, en ocasiones, desde algún país de la antigua órbita soviética. Robert planteó la posibilidad de viajar a Tel Aviv para contactar con otros miembros de su círculo de coleccionistas (dejó traslucir su posible implicación sentimental con una de ellas) e intentar seguir el rastro de Lazarev, desaparecido desde hacía semanas.
La siguiente jornada comenzaron a atar algunos cabos en el trabajo de Abornaz. Llegados a cierto punto, Sigrid apreció cómo sin un motivo aparente, el doctor había empezado a viajar por el remoto noreste de la región de Québec. Más tarde descubrirían, por referencia a trabajos de otros autores, que tal desplazamiento parecía estar motivado por un cisma en el seno de la tribu abenaki por el que una parte de ellos fueron exiliados hacia el norte de sus tierras de origen. Tal cisma había sido (según las disquisiciones de Abornaz) motivado por la influencia de las creencias vikingas sobre una parte de los abenaki, oscuras creencias que habían provocado el enfrentamiento con los nativos más ortodoxos. Un sobre conteniendo material diverso marcaba el momento donde Abornaz y sus compañeros habían descubierto por fin la mansión perdida en medio de ninguna parte. Unas viejas cintas medio aplastadas llamaron la atención de Sigrid, que se las llevó y en el hotel pidió medios para poder oírlas. La mayoría de la cinta estaba en mal estado y lo único que se alcanzaba a oír eran zumbidos, pero en algunas partes, la voz de un Abornaz mucho más joven hablaba.
“...los guardianes nos están siguiendo ya hace días… Pierre está muy mal...”
“...esto es demasiado, tenemos que volver… se sale de todas las escalas, tenemos que encontrar un modo de arreglar esto...”
“...la muerte de la mujer de Pierre ha sido definitiva, no sé qué más hacer...”
“...son abenaki, estoy seguro… si son mis antepasados debería poder contactar con ellos... debió de ser el monolito, sí, debió de ser eso, de alguna manera me puso en contacto con ellos… no puedo, no puedo, no puedo soportarlo más; si oyes esto, John, no pienses que estoy loco, por lo que más quieras...”
“...desconfío de todos… no puedo soportarlo más… obligaré a Pierre a irse, esto está acabando con nosotros… no quiero que mis hijos sufran daño, quizá sea sólo una casualidad, pero la muerte de sus hijos...”
“...debemos destruirlo… no sé cómo hacerlo, pero debemos encontrar la manera...”
El grupo se miró con inquietud cuando Sigrid les leyó la transcripción. Las cintas habían sido aplastadas, mojadas y desgastadas, y había sido bastante difícil sacar algo en claro, eso debía de ser lo que había hecho que la gente de la universidad las ignorara y simplemente las metiera en las cajas de Hawk. Durante la reunión, Sigrid planteó la posibilidad de viajar a un nuevo destino: su tierra natal, Noruega, donde disponía de una biblioteca privada que aseguró que le sería de utilidad para deducir más cosas a partir del trabajo del doctor.
Tomaso y Sally dedicaron su tiempo en adelante a investigar sobre noticias en los posibles destinos del grupo: Burdeos, donde se había trasladado Pierre, el compañero del doctor Hawk; París, donde se encontraban los psicomagos; Roma, donde suponían que se encontraba Daniel; Noruega, donde Sigrid quería consultar su bibliteca; San Francisco, donde habían estado destinados los agentes del FBI que mencionaban al padre Jan Borkowski durante los disturbios; Tel Aviv; el noreste de México, e Inglaterra. No descubrieron nada que les hiciera desistir de viajar a ninguno de ellos. Para complicar más las cosas, Sally propuso Cuba como un destino ideal de cara a extirpar cuanto antes el parásito que la resonancia había descubierto en la nuca de Sigrid. Fuera lo que fuera aquello, había que sacarlo de su cuerpo cuanto antes.
Sobre el final de la documentación, Abornaz había empezado a dibujar las primeras sombras que parecían atormentarlo. Lo que parecía claro era que hacía entre veintiún y veintitrés años atrás había habido muchas muertes: la mujer (en un accidente de tráfico) y los hijos (de cáncer) de Pierre, algunos de los compañeros de expedición de los doctores, y la esposa de Abornaz. Entre los documentos encontraron también la tarjeta de un terapeuta hipnotizador al que parecía haber estado visitando el doctor; tras una breve investigación, averiguaron que tanto el terapeuta como toda su familia habían perdido la vida en un extraño incendio en su domicilio. Demasiadas muertes en breve período. También obtuvieron un listado de los símbolos que habían visto en la caverna del monolito, con una serie de significados que el doctor les había asignado: todos tenían que ver con los conceptos de protección, de eternidad, inmensidad, divinidad y tiempo.
Se volvieron a reunir con John Hawk para darle su versión de los progresos que habían hecho con los documentos de su padre, por supuesto mucho más edulcorada que la realidad. En la conversación, salió a la luz que John tenía un hermano mayor: Jason, que trabajaba en una maderera en el extremo este de la península de Labrador. John también les habló de la difícil infancia que habían pasado debido a la obsesión de su padre, y por último decidieron enseñarle los símbolos extraños de la gruta bajo la mansión, con los significados que les había atribuido su padre. John les confirmó que los conocía, pero que todos los estudiosos habían conocido en que no eran más que una invención de su padre, no había ninguna referencia a ellos en ningún sitio y el viejo doctor nunca había podido (en realidad no había querido, como el grupo sabía) dar una referencia clara de su origen. Tomaso intentó confortar a Hawk diciéndole que ellos habían ya habían visto aquellos símbolos en algunas fotos, pero este no dio mucho crédito a las palabras del italiano. Volviendo a abordar el tema de su infancia, John les contó que su padre parecía obsesionado con la seguridad de sus hijos después de la muerte de su madre, que debido a ello se trasladaban constantemente de domicilio y que siempre les obligaba a llevar colgado al cuello un atrapasueños (costumbre que el joven doctor todavía conservaba, enseñándoles el que llevaba en ese momento). En concreto, recordaba una ocasión donde el comportamiento de su padre se había hecho definitivamente extraño: en una de las casas que habitaron, una casa de madera en medio del campo, en un par de frías mañanas de invierno John pudo ver cómo su padre daba tres vueltas a la casa caminando hacia atrás; nunca se atrevió a sacar el tema ante Abornaz, y de hecho lo había olvidado hasta esta conversación con el grupo; todos se miraron, inquietos; John simplemente lo explicó como uno de los signos de la locura que había crecido en el interior de su padre debido a su obsesión y el dolor de la pérdida de su esposa.
Finalmente, Tomaso recibió la documentación que le enviaron sus contactos de Nueva York a un apartado postal. Se reunieron para evaluar todos los posibles destinos de nuevo, y Sally aprovechó para enseñarles un vídeo de un canal de economía donde se podía ver a Robert y a Michael dando una conferencia de prensa para anunciar el traspaso de responsabilidades. Una levísima irregularidad en el parpadeo del Robert de la televisión los convenció de que se trataba de un sustituto artificial; alguien que no supiera la verdad lo achacaría simplemente a nerviosismo o a quizá a una irritación ocular, pero el grupo sabía cosas que el común del pueblo ignoraba; Patrick se quedó petrificado, aterrado por la posibilidad de que hubiera máquinas capaces de sustituir a las personas. Robert también, al ver la trampa que le habían tendido.
Una vez superado el shock decidieron ser pragmáticos y dedicarse a planear sus acciones. Finalmente, la opción de México fue la elegida, no sin opiniones en contra. Derek decidió ponerse en contacto con el congresista Ackerman y preguntarle si podían confiar en alguien en el país sureño. Discutieron sobre el asunto de Robert McMurdock, sobre el que Derek le proporcionó toda la información; Ackerman manifestó su incomprensión, porque se le ocurrían al menos trescientos empresarios más influyentes que McMurdock que sus enemigos podrían haber suplantado; Derek no le dijo nada sobre la relación de Robert con el Polvo de Dios, por supuesto. Cambiando de tema, Philip le confirmó que si viajaba a México podría ponerse en contacto con el embajador Finley Hughes, que gozaba de su total confianza; en breves minutos se pondría en contacto con él para hablarle de la visita de Derek. El congresista también le pidió a Derek que no desapareciera del mapa y que estuviera localizable para volver a Nueva York si era necesario, pues sospechaba que sus enemigos estaban tramando algo contra la CCSA y pronto intentarían una ofensiva para sacarla de la circulación. No sabía ni cómo ni cuándo, pero tenía sospechas bien fundadas sobre ello.
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