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Publicaciones

La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 31 de marzo de 2017

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 22

Madrid y el extraño judío
Sigrid, con el rostro lívido, enseñó el mensaje de correo electrónico a sus compañeros. Evidentemente, ella no admitiría nada que no fuera viajar a Madrid inmediatamente en busca de su hija Esther; después de sopesar el resto de opciones que tenían someramente, reservaron los billetes de avión para el día siguiente, lo más pronto que fue posible.

Yuval Sayas/Simeon Bar Yohai
También decidieron que el viaje a Madrid sería el momento ideal para que Sigrid tuviera la reunión pendiente con Paul Van Dorn, postergada ya durante demasiado tiempo. Patrick volvió a expresar sus reticencias a tratar con un tío del que Sigrid decía que era tan poderoso y con tan pocos escrúpulos, pero finalmente la necesidad de encontrar un aliado fue más fuerte y la anticuaria llamó por teléfono al librero a su móvil personal. Van Dorn dijo estar muy ocupado al día siguiente, pero viajaría a Madrid dos días después en su jet privado para encontrarse con Sigrid en un lugar público y discreto.

Se desplazaron a Madrid sin avisar previamente a Lucía, la dependienta de la tienda de Sigrid, para evitar posibles escuchas. Una vez en la capital española, quedaron con ella en un restaurante donde podrían disponer de un reservado, para así de paso seguirla y comprobar que nadie la seguía. Derek y Jonathan permanecerían separados del grupo para poder reaccionar en caso de que sufrieran algún ataque y poder vigilar discretamente posibles sospechosos.

Lucía rompió a llorar cuando vio a Sigrid, y se abrazó a ella desconsolada. Tras tranquilizarse, fue presentada al resto del grupo y entraron en detalles. La dependienta relató el episodio entre sollozos; insistió en que el rostro del hombre (de raza negra) daba miedo de lo demacrado y ojeroso que estaba, en contraposición a su forma de vestir, bastante elegante. Habló con Esther breves instantes y parecían conocerse, con lo que no juzgó necesario intervenir cuando la muchacha lo acompañó a la calle. Patrick recurrió a varios trucos para lograr que Lucía se relajara y recordara las cosas con más claridad: así les pudo concretar que el hombre parecía hablar con acento francés y que se presentó como “Pierre”.

La siguiente parada que hicieron fue en la tienda, donde intentaron encontrar alguna pista que les aclarara algo de lo que les había sucedido, pero sin éxito. Tras encargar a Lucía que siguiera abriendo la tienda normalmente, se dirigieron al piso de Sigrid.

Ya en su casa, investigaron sobre los contactos de Esther en las redes sociales, y Tomaso repasó sus círculos en la universidad, y posibles hechos fuera de lo común en el campus o en el mundillo de las antigüedades. No encontraron nada.

Al poco tiempo, Derek y Jonathan llamaron por teléfono. Alguien a quien ya habían visto rondar en la tienda mientras el grupo había estado allí, había aparecido de nuevo. Se encontraba en un café justo al otro lado de la calle. Patrick, Sigrid y Tomaso bajaron para confrontarlo directamente.

Sigrid y Patrick se sorprendieron al entrar en el café y reconocer al individuo: era un hombre maduro, en torno a los cincuenta años, que sin duda había estado en la subasta y al que habían visto varias veces antes de la explosión. No se andaron con rodeos y se acercaron a la mesa, mientras el individuo parecía disfrutar despreocupadamente de su taza de té. Al preguntarle por qué les estaba siguiendo, el hombre, impertérrito, respondió que parecían interesarle a mucha gente, y que era extraño que con los pocos medios que parecían tener hubieran sido de los pocos que habían salido bien librados de la explosión en el Excelsior. Se presentó como Yuval Sayas, aunque tanto Patrick como Sigrid estaban seguros de que ese no era su verdadero nombre; en alguna ocasión lo habían oído mencionar durante la subasta, pero no conseguían recordarlo. En la conversación que siguió, Sayas preguntó insistentemente sobre sus creencias religiosas y por lo que dijo dedujeron que se trataba de un numerólogo, quizá de un cabalista, pues era bastante evidente su origen judío. Su frase favorita era la de “los números no mienten”, y en varias ocasiones mencionó que los números le habían revelado la importancia del grupo en los acontecimientos que se estaban desarrollando. En un momento dado, Sayas se dirigío a Sigrid y le hizo una críptica pregunta: quería saber qué era para ella una determinada secuencia de números y letras griegas que detalló lentamente. Sigrid no pudo responder, y eso minó su autoestima [disparó su estímulo del miedo] y salió precipitadamente del local. Tomaso salió detrás de ella para tranquilizarla. Sigrid volvería pasado un tiempo; mientras tanto, Patrick aprovechó para intentar que el hombre arrojara toda la luz posible sobre la oscuridad de lo que les rodeaba. Insinuó la mutua ayuda una posible alianza entre ellos, a lo que Sayas no dijo que no, pero tampoco que sí; humilde, le sugirió que buscara aliados entre gente más poderosa que él, porque según dijo, él no era más que un simple estudioso en busca de conocimiento. Aseguraba que prefería no inmiscuirse en el sórdido mundo de las facciones enfrentadas que eran capaces de emplear la “magia posmoderna”. Patrick también insinuó que por sus palabras parecía tener mucho más de los cincuenta años que aparentaba, a lo que el judío hizo oídos sordos.

Poco después de regresar Sigrid y Tomaso, este le preguntó a Sayas sin más ambages “qué ascensión se había producido en Tel Aviv en el 99”. Sayas lo miró fijamente unos momentos y dijo que casi con total seguridad había sido la del “Guerrero Sagrado”. La conversación derivó luego a lo que había sucedido en la subasta y la explosión en el Excelsior; el judío estaba seguro de que la bomba había sido cosa de Alex Abel, que “no era más que un avatar frustrado con demasiado dinero”, y que había tenido la intención de hacer “una limpieza en el submundo ocultista”. Abel había intentado ascender y por algún motivo el proceso se había frustrado.

Por último, Sayas ofreció a Sigrid su ayuda para ponerla en la pista de su hija a cambio de que le dejara entrar al sótano de su tienda, donde guardaba las posesiones más valiosas. La anticuaria aceptó, desesperada por encontrar a Esther.

A primera hora de la mañana recibieron una llamada telefónica de Lucía; alguien había irrumpido en la tienda durante la noche, y las cámaras habían grabado la escena. La alarma no había sonado y habían abierto la caja fuerte del sótano. Se desplazaron allí rápidamente. Las imágenes mostraban cómo dos hombres y una mujer habían entrado en la tienda sin que sonara la alarma, y se habían dirigido al despacho, donde habían revuelto todo, y al sótano, donde habían ojeado todos los libros y antigüedades; uno de los hombres se había agachado ante la caja fuerte y había sido capaz de abrirla en aproximadamente un minuto: según Tomaso, demasiado tiempo si conocía la combinación y demasiado poco para forzarla con medios mundanos. Finalmente, se habían llevado el ordenador del despacho y algunas estatuillas valiosas del antiguo Egipto. Claramente, buscaban información más que robar mercancía. Dejaron a Lucía encargada de hablar con la policía, mientras ellos se dirigían al encuentro de Yuval Sayas.

Este les aseguró que, según sus cálculos, Esther había sido trasladada a Barcelona, y en el presente o un futuro próximo sería trasladada al sur de Francia. Pasadas un par de horas, cuando la policía ya había abandonado la tienda, Sigrid franqueó el paso de Sayas al sótano de su tienda. Este realizó una rápida exploración de los objetos y, sobre todo, los libros, y apenas media hora después hacía un gesto de negación con la cabeza mientras murmuraba en hebreo (que Sigrid pudo entender): “pues no lo entiendo”. Agradeciéndoles haber podido echar un vistazo, se despidió; Tomaso y Sigrid le proporcionaron sus teléfonos, y la despedida dejó entrever que era posible que no tardaran mucho en volverse a encontrar.

Sigrid estaba impaciente por seguir la pista de Esther, pero tendría que contenerse, porque la reunión con Paul Van Dorn no sería hasta el día siguiente, no creía que fuera buena idea retrasarla de nuevo...

miércoles, 22 de marzo de 2017

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 21

La Biblioteca de Sigrid
Descartando como opción seguir vigilando las naves de American Initiatives For Children al considerarla demasiado arriesgada, pasaron a discutir cuál debía ser su próximo destino. Barajaron varias opciones, pero las más consistentes eran sin duda las de Japón, Londres y Noruega. Kittle había oído cómo el propietario del móvil que habían desencriptado, el tal Rüdiger Pressler, había informado de que su próximo destino sería “el grupo objetivo de Japón”; y ahora contaban con las coordenadas exactas (o eso esperaban) del lugar al que los presuntos neonazis se dirigirían. También barajaron la opción de Londres a instancia de Derek; este ya les había hablado de su “mentor”, lord Ian Stokehall, y la firme posibilidad de que el aristócrata arrojara algo de luz sobre todo aquello que les estaba ocurriendo durante las últimas semanas.

Una página del De Occultis Spherae
Pero finalmente la opción elegida fue Noruega; más concretamente, Oslo. Sigrid fue muy vehemente al respecto: en Oslo se encontraba su biblioteca personal, en gran parte heredada de su abuelo. La biblioteca albergaba volúmenes antiguos y raros, y aseguraba que podrían darles mucha más información. Además, en la propia Oslo se encontraba el club al que se hacía referencia en la información del móvil hackeado: el Corazón Oscuro, propiedad del tal Terje Nikolic.

No obstante, el factor que les hizo decantarse definitivamente por Oslo fue una revelación que Sigrid no pudo contener más: con un escalofrío disimulado contó al resto que en su biblioteca se encontraba el único tomo inglés existente del De Occultis Spherae, el libro que todo el mundo parecía estar buscando. No le hacía ninguna gracia volver a ver aquel libro, pero la gravedad de los acontecimientos que les rodeaba la decidió a contar su historia: relató cómo había leído casi en su totalidad el libro de pequeña, y los hechos extraños que habían rodeado el suceso, mencionando de paso el trance por el que había pasado su familia después de la muerte de su hermano. Sin duda, aquel no era un libro normal, y albergaba un gran poder.

El viaje a Oslo fue relativamente rápido, excepto por la escala en París, que casi acaba con los nervios de algunos miembros del grupo. Creyendo que algunas personas estaban siguiéndolos, tomaron todas las precauciones que pudieron e hicieron el viaje aún más tenso. Cuando se convencieron de que nadie les seguía y que todo habían sido imaginaciones suyas, se dirigieron a la biblioteca de Sigrid. Esta había trasladado hacía muy pocos años la biblioteca desde la casa de campo de su abuelo a un lujoso y protegido edificio de apartamentos en uno de los mejores barrios de Oslo. Los volúmenes antiguos se deterioraban en exceso en el viejo caserón, y se había visto obligada a encontrar un entorno más salubre para ellos, a la par que más seguro.

El guardia de seguridad reconoció a Sigrid cuando la vio, y la saludó amablemente. Eso le facilitó las cosas, puesto que no llevaba la tarjeta de acceso encima. Cuando la anticuaria le pidió una copia de la tarjeta, apenas le puso problemas (sólo tuvo que pedir permiso a la central y verificar la identidad de Sigrid con unas preguntas rutinarias).

El complejo era realmente lujoso, y estaba vigilado por cámaras de seguridad. Sigrid pasó la tarjeta por el sensor y pulsó una combinación en la puerta de su apartamento; con un suspiro de alegría, abrió la puerta y pasó a su biblioteca. No entendía muy bien por qué, pero estar en presencia de sus libros la reconfortaba más que ningunan otra cosa en el mundo. El apartamento estaba completamente adaptado para sus volúmenes. El recibidor había sido respetado para no dejar ver la biblioteca desde el exterior, así como el aseo y algún despacho; el resto había sido despejado formando una gran estancia para dar cabida a múltiples estantes y vitrinas donde se encontraban los ejemplares. También se podían ver un par de mesas grandes, varias sillas y sillones, y material de escritura.

Los libros más delicados y en peor estado de conservación se encontraban en vitrinas de cristal expresamente preparadas para tal efecto. Según contó Sigrid, algunos de los libros más antiguos de su abuelo no habían resistido las condiciones de su viejo caserón y se habían destruido en el traslado, pero la inmensa mayoría se encontraba allí, su valiosísimo tesoro particular. Y el más valioso de todos, el De Occultis Spherae, se encontraba en una caja fuerte disimulada tras unas estanterías; Sigrid no se decidió a sacar el libro todavía de su reclusión; la sola idea le ponía los pelos de punta.

Durante varios días se dedicaron a investigar sobre todos los temas en los que se habían visto implicados.

Sobre los vikingos, los abenaki, y el monolito

Iniciaron la investigación con los símbolos de los abenaki y el extraño monolito negro. Sigrid no tardó en localizar los trabajos del islandés Sebastian Stallard que, como ya había recordado someramente, mencionaba las relaciones de los vikingos con los habitantes del nuevo mundo. Su propio abuelo había resultado ser un apasionado del trabajo de Stallard y había hecho su propio trabajo de investigación sobre el asunto, que también les vino de perlas. Los escritos de Stallard databan de mediados del siglo XIX y mencionaban sin ningún tipo de ambigüedad el monolito negro que el grupo había visto bajo la mansión en Québec. Stallard se acercaba de una manera inusitada a los relatos de la saga de Vinland, y hablaba (sin citar fuentes, casi como si él mismo hubiera sido testigo de ello) de la estrecha relación que los vikingos llegados a Terranova habían mantenido con los nativos algonkinos de la zona, sobre todo con los abenaki. Había incluso un pasaje que Stallard aseguraba estar transcrito desde un manuscrito nórdico; en él, alguien llamado Folkard hablaba de “extraños hombres” que “danzaban alrededor de una enorme roca negra que traía los peores horrores a sus enemigos, y que les permitía invocar los espíritus de sus antepasados como horripilantes y depravadas sombras de ultratumba”. En los trabajos del abuelo de Sigrid encontraron también referencias al monolito negro, y cómo había conseguido pruebas de que los nazis, en concreto la Hermandad de Thule, habían intentado un desembarco clandestino en Canadá para investigar la veracidad de la existencia del artefacto.

También se hacía referencia a otro objeto: el Obelisco Negro de Salmanasar III, un obelisco tallado por los asirios cerca del primer milenio antes de Cristo. El obelisco se encontraba hoy en día en el Museo Británico, y el abuelo de Sigrid elucubraba con la posibilidad de que fuera una especie de “retoño” o “copia menor dormida” del monolito de los abenaki. Aseguraba que, si se ejecutaban ciertos rituales en presencia del obelisco (no especificaba cuáles), este se activaba de alguna manera (tampoco especificaba cuál, o las notas se habían perdido).

En algunos de los libros, el propio Stallard había hecho anotaciones en los márgenes y en folios adjuntados: registraba los comentarios sobre el monolito de los nativos de Québec más ancianos, y la búsqueda del propio Stallard; las anotaciones eran cada vez más incoherentes, pero algunas del final les llamaron poderosamente la atención:

”[...] hemos grabado todas las protecciones que hemos podido; [...] la última barrera es la casa, sé que una mansión así puede llamar la atención, pero necesitamos una estructura capaz de albergar la disposición necesaria de los símbolos [...]. Los guardianes no están de acuerdo, pero gracias a las protecciones podremos mantenerlos a raya; no podemos permitir que eso escape [...]”

La documentación incluía un registro de los símbolos utilizados por los abenaki y también de los extraños glifos alterados por las influencias vikingas y desconocidas que habían sido grabados en las paredes de la gruta bajo la mansión. Según Stallard, si los símbolos se utilizaban con la debida aptitud y conocimiento, eran capaces de proteger de los horrores sobrenaturales. Para regocijo del grupo, tras la contraportada de uno de los libros de Stallard había unos folios describiendo (en islandés antiguo, reconocido a duras penas por Sigrid) las reglas que debían seguirse para emplear los símbolos. Les costaría un tiempo traducirlo convenientemente y entenderlo, pero no dudaban de que lo conseguirían.

Sobre el "De Occultis Spherae"

Varios volúmenes de la biblioteca hablaban del Occultis. La historia del libro se perdía en la bruma de los tiempos, pero la versión aceptada era que se había escrito en latín por un “enigmático” pueblo poco después del nacimiento de Cristo, y que al principio formaba parte de una serie de seis volúmenes a la que se referían como “La Hexalogía”. Según las fuentes, sólo el Occultis habría sobrevivido hasta el presente, en forma de una copia en inglés realizada en el siglo XVII. La historia implicaba a un monje llamado Richard de Glastonbury, del que se decía que había leído el libro en su totalidad y que le había costado la cordura, a los Cátaros del sur de Francia, de los que se decía que habían poseído la Hexalogía hasta la Cruzada que acabó con ellos y sus posesiones, y al propio sir Isaac Newton, que habría dado cobijo a un Richard de Glastonbury acusado de satanismo y que incluso podría haber sido el autor de la transcripción inglesa. La creencia general era que el Occultis era un compendio de poderosos rituales para alterar la realidad. La experiencia de Sigrid así la llevaba a creerlo, aunque no recordaba haber leído ningún ritual en el libro, la simple lectura había provocado las horribles alteraciones; de lo que estaba segura la anticuaria era de que el libro no debería ser leído, sobre todo leído en su totalidad, pues según su opinión escapaba a la comprensión y, por supuesto, al control de cualquier mente humana.

Un silencio reverente se hizo en la estancia cuando Sigrid abrió la caja fuerte y puso el denostado libro en la mesa ante los demás; Sally tuvo un escalofrío, y Tomaso lo miró ávidamente. El italiano hizo un aparte con Sigrid: argumentó que él seguramente era ll persona adecuada para leer el Occultis, pues según le confesó, cuando era muy joven ya había leído otro de los tomos que, precisamente, se guardaba bajo llave en las estanterías de Sigrid: El Tomo Negro. La noruega no estaba de acuerdo con la afirmación, y advirtió a Tomaso que el Tomo no llegaba ni a la suela de los zapatos al otro libro; era verdad que el volumen que había leído su compañero albergaba extrañas explicaciones acerca del Mal, argumentadas de una forma poco convencional que ponía el corazón en un puño, pero el Occultis era otra cosa completamente distinta, era un texto que tenía vida propia, formando una especie de bucles que te atrapaban y que intentaban arrastrarte a leerlos… las explicaciones no hacían justicia a la realidad. Tomaso no quedó muy convencido, y su obsesión por el conocimiento que ocultaba aquel libro no disminuyó, pero prefirió hacer caso a su amiga y dejarlo para otra ocasión.

Hubo algunos intentos de leer sólo breves fragmentos del libro, pero en todos los casos el lector era atrapado por el texto, y prefirieron evitar más problemas.

Sobre Rituales y Anticristos

Patrick
dio con una clave más en la investigación [01 en tirada de documentación]. Siguiendo un pálpito, pidió a Sigrid que leyeran juntos uno de los libros guardados bajo llave. El libro estaba en latín, y las habilidades de Patrick con el idioma eran limitadas; pero el título sí lo entendió: se trataba del Ritualia et Antichristus (Rituales y Anticristo).

El profesor de filosofía resultó estar en lo cierto acerca de la importancia de la obra. Esta hablaba de los rituales que serían necesarios en “la época en la que la gente podría hablar sin verse” (una de las muchas profecías al estilo de Nostradamus que el libro albergaba) para expulsar al Mal, al Anticristo, de su posición de poder. Para sorpresa de los lectores, uno de los rituales hacía referencia a algo llamado “los Nacidos Relevantes”. El ritual se refería a estos como las “personas nacidas en un ordinal de importancia metafísica”. Se referían al ordinal numérico que esa persona ostentaba respecto al total de población viva en el momento en que nacía; es decir, la persona que en el momento de nacer fuera la persona número tres mil millones, sería un Nacido Relevante; la que ostentara el seis mil millones, también; la número 5.555.555, y así sucesivamente. Básicamente, los ordinales de importancia eran los miles de millones redondos, y los números compuestos por el mismo dígito.

Por fin algo cobraba sentido, ahora comprendían el concepto de “Nacido Relevante”; lo que no les cuadraba era que los neonazis estuvieran buscándolos para expulsar al Anticristo… ¿o quizá no eran capaces de ver el cuadro en su totalidad?


*****


Fue al anochecer del sexto día de investigación cuando Sigrid se dio cuenta por fin de que tenía un montón de correos electrónicos sin leer. Uno de ellos, de una antigüedad de un par de días, le llamó especialmente la atención: era un correo de la dependienta de su tienda de antigüedades en Madrid, Lucía Ríos, y en el asunto ponía "¡Ayuda! ¡Señora Olafson, urgente!". El cuerpo del mensaje rezaba así:


Estimada señora Olafson.

Estoy muy preocupada por usted. He intentado ponerme en contacto, pero su móvil lleva varios días apagado o fuera de cobertura, y en su casa nadie me contesta. Hace cosa de tres días entró a la tienda un hombre extraño, con pinta de no haber dormido en semanas, unas ojeras y un rostro demacrado que daban miedo. Yo estaba en la trastienda y su hija Esther atendiendo a los clientes, y lo vi todo a través del espejo de la entrada. El extraño le dijo algo a su hija, y ella salió con él a la calle. Pude oír algo a duras penas. Oí que mencionaba algo así como “salvarte”, “secuestrada”, y “el libro”. Creo que tenía acento extranjero. Luego ella lo acompañó voluntariamente. Aunque me preocupé, no quise intervenir, pues parecían conocerse. Sin embargi, Esther no volvió por la noche, ni al día siguiente. Llamé a la policía entonces. Pero han pasado tres días y sigue sin aparecer.


No sé qué hacer; he llamado a la policía y se han puesto a ello, pero no me han dado muchas esperanzas. Voy a cerrar la tienda hasta que me conteste. Espero que lo haga.

Ya sabe dónde encontrarme.
Un saludo, Lucía.




viernes, 3 de marzo de 2017

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies]
Temporada 2 - Capítulo 20

Regreso a Monterrey. La información del móvil.
El camino fue más duro de lo esperado. A pesar de contar con la guía de Pedro, el pastor de Villatrinidad, la lluvia hizo acto de aparición y dificultó la caminata campo a través; el grupo tuvo un par de pequeños accidentes, en los que Sigrid se lastimó una mano y Kittle un pie.

Villatrinidad
Finalmente, avistaron la colina sobre la que se levantaba la aldea de Tres Santos. Era de noche, y la aldea estaba a oscuras casi totalmente, excepto por una luz intensa que, según les dijo Pedro, se encontraba situada en la plaza central del pueblo. No les fue difícil deducir que la luz correspondía a los focos de varios coches. Derek y Jonathan decidieron adelantarse junto a Pedro para investigar. Cuando se encontraban a un kilómetro escaso del pueblo, dos disparos y gritos en la lejanía confirmaron sus sospechas: los tipos de los todoterrenos negros debían de estar allí. La sangre de los agentes de la CCSA hirvió, y su resistencia a acudir en ayuda de los necesitados y combatir los abusos los paralizó; sintieron que se traicionaban a sí mismos al no acudir en ayuda del pueblo, pero no podían hacerlo sin ser descubiertos, y no querían meterse de cabeza en una trampa. Tras una hora y media, reunían los ánimos par volver con el resto del grupo.

Poco tiempo después, las luces de la plaza central del pueblo se desvanecieron y decidieron recorrer el camino que les quedaba para entrar al pueblo. Efectivamente, la culpabilidad y la ira de los agentes se acentuó cuando vieron que en la plaza del pueblo había tenido lugar un episodio de violencia, con torturas e interrogatorios. Pedro resultó fundamental para evitar que los lugareños los recibieran a pedradas; con la guía del pastor, no tuvieron problemas para ser aceptados por la gente y reunirse con el alcalde en la cantina. Este les explicó que los tipos de los coches negros habían preguntado por un grupo de extranjeros que no debían de ser otros sino ellos. Por suerte para el grupo, Tres Santos sólo habían oído hablar de ellos someramente.

Estaban destrozados; después de un buen plato de sopa, les ofrecieron refugio y aunque las condiciones eran de extrema pobreza, después del camino y la lluvia agradecieron disponer de catres a cubierto donde reponer fuerzas. Por la mañana conocieron a las dos madres de Tres Santos a cuyas hijas, aproximadamente de la misma edad que Lupita, habían secuestrado los extranjeros. Durante la mañana llegaron varios habitantes de Villatrinidad, con la noticia de que los extranjeros les habían dejado en paz después de la partida del grupo, y su testimonio de los hechos del día anterior hizo que Patrick y los demás fueran aceptados ya sin reticencias como “buena gente”.

Después de charlar un buen rato y recabar testimonios del día de los secuestros que no aportaron en realidad nada nuevo, el alcalde les ofreció un par de viejos coches para que se pudieran marchar a Monterrrey; pero los de Villatrinidad informaron de que el cruce que salía a la carretera “principal” (que en realidad era una mísera comarcal) estaba estrechamente vigilado por dos de los todoterrenos negros, apostados a un lado de la carretera.

Mientras discurrían cómo podían evitar la vigilancia de los todoterrenos, Jonathan no pudo soportarlo más. Airado, dijo:

—¡¿Pero qué cojones?! ¡Esta es nuestra oportunidad de ayudar de verdad a esta gente! ¡Vamos a por ellos y acabemos con esto de una puta vez!

El grupo se miró entre sí. Derek y Tomaso se encogieron ante la íntima vergüenza de haber pensado abandonar la zona subrepticiamente, pero enseguida secundaron las palabras del agente adicto a la acción. Y Robert se puso manos a la obra: con todo el material casero que pudo reunir, consiguió fabricar dos pequeñas bombas y dos cócteles molotov. Las bombas, bien utilizadas, causarían la suficiente conmoción para que los demás pudieran acercarse y pillar por sorpresa a los enemigos.

Pocas horas después, al atardecer, guiados por un par de pastores y acompañados por tres o cuatro lugareños con las armas que el grupo había conseguido en Villatrinidad, se acercaban al cruce todo lo silenciosamente que pudieron.

Desde la vegetación, los pastores lanzaron las latas de gasolina con las bombas caseras fabricadas por Robert. Y el resultado fue mucho mejor de lo esperado: no sólo causaron conmoción, sino que explotaron en los mismísimos parabrisas de los todoterrenos, hiriendo de gravedad a algunos de los tipos y facilitando así el trabajo de Derek y los demás. El director de la CCSA, Tomaso, Jonathan y un par de lugareños armados con escopetas dieron cuenta de los aturdidos enemigos, víctimas también de los cócteles molotov, y pronto no quedó ni uno de ellos en pie; por desgracia no pudieron mantener a ninguno con vida para interrogarlo.

Una vez sofocado el incendio de los cócteles y las bombas, el grupo estableció su propio puesto de vigilancia durante toda la noche; pero nadie apareció y decidieron marcharse a descansar mientras algunos aldeanos hacían guardia. Por la mañana les informaron de que a eso de las nueve había aparecido a lo lejos un todoterreno negro que se había detenido en la distancia y tras unos breves instantes, había dado media vuelta. Seguramente ya no tendrían efectivos suficientes para enfrentarse a una resistencia organizada.

Ante la situación, se mostraron inseguros sobre si abandonar el lugar o permanecer en él, pero la insistencia de Sally en que debían poner cuanto antes el teléfono a disposición de Omega Prime para desencriptarlo pronto convenció a todos. Se despidieron de los aldeanos emocionadamente y después de que estos les desearan mucha suerte en su búsqueda de Lupita, partieron en los destartalados coches hacia Monterrey. Antes decidieron dar una vuelta por la población más grande, San Jacinto, y en un ramalazo de suerte se encontraron con dos todoterrenos negros aparcados ante una casa que debía de ser el cuartel general de los tipos aquellos. Tras unos momentos de duda, decidieron encargar a alguien que avisara a las aldeas de Villatrinidad de la localización de los extranjeros y no tomar más cartas en el asunto.

Llegados a Monterrey, se pusieron en contacto con Rodrigo Aguirre, el detective que habían contratado para vigilar las naves de AIFC. Con tono adusto, Aguirre les contó que en el segundo turno de vigilancia, parte de su equipo habían desaparecido sin dejar rastro; cuando él y otro compañero iban a tomar el relevo en la vigilancia, no había ni rastro del resto ni del hardware de vigilancia, así que había optado por no seguir con el operativo. Le pagaron por sus servicios y le pidieron que permaneciera atento por si tenían que volver a contactar con él.

Poco después siguieron las instrucciones que Sally había recibido de Omega Prime y conectaron de forma segura el teléfono que había conseguido Francis Kittle, que ahora era un adlátere del grupo. Tras unas pocas horas, los Prime enviaban todos los archivos y contraseñas que habían podido desencriptar, sobre todo adjuntos de correos descargados y nunca borrados; según los hackers, aunque no había sido fácil desencriptar la información del teléfono y este era una pieza de tecnología bastante avanzada, les había ayudado mucho el hecho de que no era el primero que hackeaban con exactamente las mismas características. Después de bucear en la información toda la tarde, al anochecer Sigrid, Patrick y Sally compartían con el grupo todo lo que habían podido sacar en claro entre archivos medio borrados y texto en varios idiomas. Los hechos que habían podido deducir eran los siguientes:

  • El dueño del móvil tenía por nombre Rüdiger Pressler
  • Existía un grupo de personas al que los neonazis llamaban algo así como “los Nacidos Relevantes”
  • En varios sitios se repetía un grupo de datos y coordenadas gps que tenía algo que ver con los nacidos relevantes. Eran estos:
    • 7.000.000.000 - Mujer, 5-6 años - [coordenadas en México] (Las coordenadas de las cercanías de Villatrinidad)
    • 6.666.666.666 - Hombre, 8-9 años - [coordenadas en Bangladesh]
    • 6.000.000.000 - Hombre, 17 años - [coordenadas en EEUU]
    • 5.000.000.000 - Hombre/Mujer?, 28 años - No hay coordenadas
    • 4.444.444.444 - Mujer, 35 años - [coordenadas en China]
    • 3.000.000.000 - Hombre, 54 años -[coordenadas en Japón]
  • Varios correos intercambiados con un tal Terje Nikolic, de Noruega.
  • Varios correos en los que se mencionaba a Terje Nikolic, y se hacía referencia a la conveniencia de “una alianza con él y sus sanguijuelas” porque “probablemente tengamos que enfrentarnos a quien nos puso en la pista”. También se mencionaba un posible lugar de reunión: “El Corazón Oscuro”, que una breve búsqueda identificó como un exclusivo pub de Oslo.
  • Texto: “el coleccionista Emil Jacobsen sería una posible fuente de información, se rumorea que posee el diario perdido de Napoleón. Quizá incluso el De Occultis Spherae. Si esto es así, en breve va a recibir muchas visitas inesperadas”.
  • Texto: ”no me fío de la mujer portuguesa, tiene algo que no me gusta. Pero creo que ella puede ser la mejor fuente de información”.
  • Texto: ”También podríamos intentar encontrar a alguien que pueda hablar la Lengua Alter; según mis fuentes, sus palabras son capaces de debilitar el Velo y revelar la Estadosfera. Tened los ojos y los oídos bien abiertos por si acaso”..
  • Texto: ”Pero debemos evitar a Abel y su gente. Nos darían más problemas que otra cosa.”
  • Búsquedas recientes en el móvil: “el Corazón Oscuro”, “Rituales de Impostación”, “Ascensiones”, “Siberia”, “Sonehenge”, “Emil Jacobsen”, “Paul Van Dorn”, “Québec”, “Abenaki”.
  • Varias conversaciones en las que se hacía referencia a "el Círculo Neosuabo". Y algunos nombres recurrentes, que se referían como importantes para algo llamado "Neue Ordnung" ("Nuevo Orden", en alemán): el ya mencionado Terje Nikolic, Franz Liszt, Daniel Simmons, Max Aurel, Otto Clemens, Stuart Marks, Marie Deschamps, Valentine Weiss, Alexander Crane.
  • Una vez que "el Círculo Neosuabo" reuniera a los Nacidos Relevantes, parecía claro que los trasladarían a algún sitio en Canadá, Siberia, Stonehenge o Egipto. Lo que harían con ellos después no se detallaba.