El viaje en avión transcurrió sin incidentes. Ningún integrante del grupo se dio cuenta de que Adelle realizaba una comprometedora llamada telefónica desde el servicio del avión. Llamó a sus compañeros de Weiss, Crane & Associates, informándoles por enésima vez de los movimientos de Sigrid y sus compañeros, sin que estos se hubieran apercibido nunca de su verdadera filiación. Esta vez fue más lejos, y planearon una emboscada para cuando llegaran a la biblioteca de la anticuaria. Adelle volvió a su asiento sonriendo a Derek y a Tomaso, como ya era habitual.
No se demoraron. Sigrid tenía prisa por continuar la búsqueda de su hija, así que tomaron unos taxis que les llevaron directamente al complejo de edificios de apartamentos donde se encontraba su biblioteca. Anne Rush, Patrick, Tomaso y Derek subieron a la biblioteca junto a Sigrid, mientras Adelle, Sally, Robert, Ethan, Pierre, Gerard y Bernard esperaban en la calle (Sigrid tampoco quería a demasiada gente ajena presente en su sanctasanctórum).
Con la sensación profundamente reconfortante de siempre (sensación que no pasó inadvertida a los ojos expertos de Anne Rush), Sigrid franqueó el paso a sus acompañantes y cerró tras de sí con cuidado. Anne aprovechó para hacerle algunas preguntas sobre la biblioteca, y con ellas, desvelarle los secretos básicos de la bibliomancia y cómo podría hacer uso del poder latente en sus libros si demostraba las obsesiones adecuadas. La “clase magistral” no se alargó más allá de quince minutos, pero permitió a Sigrid ganar su primera carga consciente y abrir su mente a la posibilidad de usar los mismos poderes de los que, suponía, eran capaces Paul van Dorn o Emil Jacobsen, y quizá incluso su propio marido, si es que seguía vivo.
A continuación, pasaron a encargarse del asunto por el que estaban realmente allí, el De Occultis Spherae. Sigrid lo sacó de la caja fuerte y se lo entregó a Anne, que mirándolo con un temor reverencial no quiso ni siquiera tocarlo. Fue directamente a la mochila. Por recomendación de Anne, Sigrid también metió varios de sus libros más valiosos en una mochila que llevaría consigo tras un pequeño ritual que la anciana le enseñó.
Durante toda la escena, Patrick había mantenido contacto telefónico con Ethan, por si las moscas, y en ese justo momento, el agente de la CCSA dio la voz de alarma. Derek vio por una ventana cómo dos furgonetas negras habían llegado a la plazoleta frontal y varios hombres empuñaban armas contra el grupo que había quedado en la calle. También pudo ver cómo era evidente que Adelle se había reunido con los recién llegados y colaboraba con ellos; rechinó los dientes de pura rabia. Patrick pudo oír cómo Ethan dejó caer el teléfono cuando lo dejaron inconsciente. Para añadir más desesperación, no tardaron en ver a través de un resquicio de la ventana cómo sobrevolaba la escena uno de los helicópteros especiales de UNSUP.
Se miraron durante un instante, asimilando la traición de Adelle, pero enseguida reaccionaron como un resorte. Salieron al rellano y tras una maniobra de despiste con los ascensores, consiguieron burlar a los enemigos que subían y llegar a la planta baja por la escalera. Ante los ascensores, muy cerca de la puerta de las escaleras, esperaban dos tipos armados con subfusiles. Las habilidades de Anne Rush entraron en juego: haciéndoles creer que era una buena amiga (sin duda con algún tipo de poder mágico posmoderno) consiguió que el grupo se deslizara hacia el interior del complejo residencial, y pronto se reunía con ellos en la entrada de otro de los edificios, donde les recibió otro guarda de seguridad. Le explicaron toda la situación mientras también llamaban a la policía, y una explosión sacudía los pisos superiores; una bomba o un proyectil había explotado en su mismo edificio, e incluso podían oír los cascotes caer en el exterior. Aquello era verdaderamente serio.
Afortunadamente, el guardia de seguridad que hacía las funciones de conserje les dejó acceder al interior y franquearles acceso al garaje, como le pidieron después. Pero cuando intentaron salir por una de las puertas peatonales vieron cómo en el exterior de cada puerta esperaba una furgoneta negra y un coche de policía, que parecían estar colaborando. Se sintieron acorralados y desesperados, mientras los vecinos del complejo empezaban a salir del garaje, abandonando el edificio casi presas del pánico. En el exterior, la policía y los tipos de las furgonas los detenían y los sometían a un riguroso examen antes de dejarles continuar.
Desde el otro lado del aparcamiento pudieron oír a alguien gritando en un megáfono: “¡Policía! ¡¡¡Quédense donde están y levanten las manos!!!”. Decidieron no hacerlo, y huir. Varios disparos silbaron a su alrededor mientras Anne contactaba con Pierre, afortunadamente; el francés consiguió dejar inconscientes a un par de tipos trajeados y eso causó la confusión suficiente en el exterior para que el grupo pudiera salir sin ser visto entre la marea de vecinos que salían del aparcamiento.
Una media hora después, el grupo recuperaba el aliento en un bar, en cuya televisión ya se podía ver la noticia de un ataque terrorista en el edificio residencial de la biblioteca de Sigrid. Al parecer, la explicación oficial era que la residencia temporal de un diplomático polaco había sido atacada por terroristas (pero no se ofrecía ninguna descripción de estos, al menos por el momento). Patrick apuró su vaso de whisky de un trago, y pidió varios más. Tomaso decidió llamar a Adelle; la mujer se mostró muy frustrada por el éxito del grupo en la huida, y preguntó por “el libro”, ante la socarronería de Tomaso. Adelle pasó a Tomaso con otra persona, un hombre con voz de fumador, que sólo habló para realizar una generosa oferta económica por el libro. El italiano amenazó con destruir el libro si cualquiera de sus amigos sufría algún daño, y eso pareció afectar al tipo. Este ofreció la entrega de sus prisioneros a cambio del libro, y además, “mejorar cualquier oferta que les pudiera haber hecho la anciana”. Tomaso colgó sin dar ninguna respuesta definitiva.
Tras reunirse con Pierre y Gerard (que eran los únicos del grupo del exterior que habían logrado escapar) se alojaron en un hotel alejado y pasaron a discutir su próximo movimiento. Aunque era una esperanza muy leve, Anne se ofreció a llevar a cabo un ritual de localización de Esther, que con suerte se encontraría en el mismo sitio que el resto de sus amigos; Anne confiaba en que sus enemigos no hubieran realizado un ritual de suplantación que los condujera a un rastro falso. La anciana necesitaba poder, y lo consiguió visitando algunos lugares de relevancia; no explicó más. De vuelta en el hotel, tras concentrarse y realizar los actos rituales preceptivos (cosa que dejó a Anne bastante agotada), en el espejo que era el objeto de la ceremonia apareció una imagen bastante nítida: el edificio en cuya planta baja se podía ver un pequeño cartel con un corazón de color negro: el club El Corazón Oscuro, que ya habían visto mencionado en varios lugares...
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