El día siguiente, Sigrid y Robert se reunían con Judith Steiner en una cafetería del centro comercial donde la israelí los había citado. Esta no se sentó en la misma mesa que ellos, sino en una cercana, de espaldas. Cualquier precaución era poca, afirmaba, aunque creía que había esquivado cualquier tipo de vigilancia de la que fuera objeto. Era evidente que Robert estaba tenso con la situación, padecía a todas luces por Judith. La mujer les contó que se encontraba trabajando en un proyecto de gran entidad para una empresa rusa con sede en Polonia llamada Vitaria Inc. Como ya sospechaban y más tarde averiguarían, Vitaria era una empresa con multitud de vínculos con UNSUP; su central estaba en Moscú, y su negocio principal era la fabricación de armas, aunque su negocio se había diversificado a labores logísticas y producción farmacéutica y bioquímica. Judith trabajaba bajo varias empresas intermediarias que ponían en contacto a BioGenser con el centro de investigación de Vitaria en Krakovia. Según les contó, estaba investigando en el efecto de ciertos compuestos sobre la vida útil de células hipermetabolizadas. Y lo que era mucho más importante, Judith les aseguró que podía afirmar que en la sede de Krakovia la empresa rusa había recibido un par de envíos de una "nueva sustancia" y que se trataba sin duda de la sustancia que Georg Lazárev proporcionaba a Robert. Este se sorprendió al oir aquella revelación, pues no tenía ni idea de que Judith conociera la existencia de aquel elemento, pero le reafirmó aún más en su confianza hacia la israelí.
Cuando Robert ofreció su ayuda a Judith para sacarla de allí, esta lo rechazó con amabilidad; al fin y al cabo, allí tenía una buena vida aunque sospechara de estar trabajando en un asunto turbio. Ella también les ofreció su ayuda y les pidió que si era posible la mantuvieran informada. Con palabras dubitativas por parte de Robert, se despidieron de la bioquímica y comenzaron a organizar su próximo movimiento.
Una investigación un poco más a fondo sobre la empresa rusa reveló algo que llamó la atención de Sally y Tomaso: Vitaria había adquirido hacía aproximadamente un lustro un sanatorio mental en Krasnoyarsk, en la Rusia central. Discutieron cuál debería ser su próximo movimiento, con las opciones de Krakovia, Moscú o la propia Krasnoyarsk, y finalmente decidieron trasladarse a Polonia.
Mediante los contactos de Tomaso y de Robert consiguieron averiguar que el hombre con el que deberían entrevistarse para hacer "tratos" con Vitaria no era su director general ni su gerente, sino el propio embajador de Rusia en Polonia, Vitali Shevchenko. Evidentemente, el embajador no se iba a manchar las manos, así que el contacto debería ser el subdirector de la embajada, Nikita Mikhailov. Ellos eran los que realmente controlaban el centro de Vitaria en Krakovia.
A pesar de los muchos intentos de Robert por contactar con Mikhailov, le fue imposible hacerlo por multitud de imprevistos, así que afrontaron el contacto de otra manera: por lo que habían podido averiguar, Vitali Shevchenko era un fanático de las antigüedades sumerias, así que Sigrid se puso manos a la obra. Afortunadamente, en su almacén de Madrid tenía unos cuantos objetos sumerios entre los que se contaba una tablilla bastante valiosa. María la envió a través de la empresa de distribución de John Tradtford, y en menos de 24 horas ya obraba en poder de Sigrid.
A las pocas horas de poner la tablilla a la venta en el entorno de Varsovia, el embajador mordió el anzuelo y Sigrid recibió la llamada de una tal Ingrid Ivánova, que, aunque reticente a dar el nombre de su representado, se hizo evidente que llamaba en nombre de Vitali Shevchenko.
A las pocas horas se reunían con Ingrid en una biblioteca pública Sigrid, Esther, Patrick y Tomaso. Se trataba de una muchacha joven con ascendencia rusa y sueca, y se mostró bastante intimidada por el número y aspecto de sus interlocutores; ella, aparentemente, acudió sola. Tras evaluar la tablilla tendida por Tomaso, la joven lanzó una oferta de veinticinco mil dólares; pero Sigrid la rechazó, alegando que la dejarían gratis si conseguían reunirse con el subdirector o el embajador (dando a entender que era por asuntos de negocios que incluían la compra de armas). Ingrid los miró intrigada, y contestó afirmativamente, pero alegando que su comisión era de cinco mil dólares. Por supuesto, se los pagaron; con una sonrisa, la muchacha se despidió prometiendo llamarles en cuanto consiguiera algo y mantener el contacto con Sigrid.
El día siguiente, la anticuaria recibía una llamada citándolos en un hotel de las afueras con el subdirector de la embajada, el señor Mikhailov. Causalmente, la cadena de hoteles donde los habían citado pertenecía al conglomerado de UNSUP, pero queriendo pensar que solo se trataba de una casualidad, decidieron acudir. En una de las suites del último piso, bajo una fuerte pero discreta vigilancia, les esperaba sentado a una mesa el subdirector Nikita Mikhailov acompañado del jefe de producción de Vitaria-Krakovia, Ilya Yurkov.
Tras disimular unos minutos y mostrar interés por comprar armas para un pequeño ejército privado que operaría en África, enseguida sacaron a colación la posibilidad de hacerse con una "nueva sustancia de la que habían oído hablar". El subdirector se incorporó en su asiento, mirándolos con suspicacia. Se interesó sobremanera por la fuente que les había hablado sobre aquella sustancia, pero en realidad no insistió demasiado antes de consultar con Yurkov y, tras vencer las lógicas dudas gracias a la elocuencia de Patrick, llegar a un acuerdo con el grupo. Podrían proporcionarles (fuera de los circuitos habituales, por supuesto) unos cinco gramos de la sustancia rojiza (suficiente para unas cien dosis de Polvo de Dios) a cambio de dos millones de dólares. Yurkov insistió en que se trataba de un secreto de estado y que le parecía un precio demasiado pequeño, pero Mikhailov lo silenció con un gesto.
Tras discutir en el baño la decisión a tomar, el grupo decidió que aceptarían la oferta pero pondrían la excusa de que necesitarían unos días para reunir el dinero necesario. Eso les daría cierto margen de maniobra y la posibilidad de escapar si el negocio se torcía. Además, a los dos millones del komerievo había que sumar también el millón y medio de dólares que Robert había encargado como tapadera para su verdadero interés. Con un apretón de manos y la promesa de volver a verse, se despidieron de los rusos.
Por supuesto, les sería imposible reunir tal cantidad de dinero ahora que sus cuentas estaban bloqueadas, así que decidieron adoptar una solución drástica: después una vigilancia intensiva durante un par de días, consiguieron tender una emboscada a Ilya Yurkov mientras se desplazaba en su vehículo. Y no se andaron con remilgos; Yurkov fue interrogado sin piedad y castigado por Tomaso. Y por fin, después de varias horas de resistencia, el jefe de producción de Vitaria les reveló que "la Sustancia C" había empezado a llegar tras conseguir los servicios de un ruso desconocido para él, y que aunque los envíos hacia Krakovia se hacían desde la ciudad de Krasnoyarsk, él sabía de buena tinta que el polvo rojizo procedía de algún punto cercano a un lago en la región de Tunguska, donde en 1908 había sucedido un evento inexplicable.
Entre tanto, Derek vivía una y otra vida, y su trauma del Yo se acentuaba de tal manera que ya no era capaz de distinguir quién era realmente...
Judith Steiner |
Una investigación un poco más a fondo sobre la empresa rusa reveló algo que llamó la atención de Sally y Tomaso: Vitaria había adquirido hacía aproximadamente un lustro un sanatorio mental en Krasnoyarsk, en la Rusia central. Discutieron cuál debería ser su próximo movimiento, con las opciones de Krakovia, Moscú o la propia Krasnoyarsk, y finalmente decidieron trasladarse a Polonia.
Mediante los contactos de Tomaso y de Robert consiguieron averiguar que el hombre con el que deberían entrevistarse para hacer "tratos" con Vitaria no era su director general ni su gerente, sino el propio embajador de Rusia en Polonia, Vitali Shevchenko. Evidentemente, el embajador no se iba a manchar las manos, así que el contacto debería ser el subdirector de la embajada, Nikita Mikhailov. Ellos eran los que realmente controlaban el centro de Vitaria en Krakovia.
A pesar de los muchos intentos de Robert por contactar con Mikhailov, le fue imposible hacerlo por multitud de imprevistos, así que afrontaron el contacto de otra manera: por lo que habían podido averiguar, Vitali Shevchenko era un fanático de las antigüedades sumerias, así que Sigrid se puso manos a la obra. Afortunadamente, en su almacén de Madrid tenía unos cuantos objetos sumerios entre los que se contaba una tablilla bastante valiosa. María la envió a través de la empresa de distribución de John Tradtford, y en menos de 24 horas ya obraba en poder de Sigrid.
A las pocas horas de poner la tablilla a la venta en el entorno de Varsovia, el embajador mordió el anzuelo y Sigrid recibió la llamada de una tal Ingrid Ivánova, que, aunque reticente a dar el nombre de su representado, se hizo evidente que llamaba en nombre de Vitali Shevchenko.
A las pocas horas se reunían con Ingrid en una biblioteca pública Sigrid, Esther, Patrick y Tomaso. Se trataba de una muchacha joven con ascendencia rusa y sueca, y se mostró bastante intimidada por el número y aspecto de sus interlocutores; ella, aparentemente, acudió sola. Tras evaluar la tablilla tendida por Tomaso, la joven lanzó una oferta de veinticinco mil dólares; pero Sigrid la rechazó, alegando que la dejarían gratis si conseguían reunirse con el subdirector o el embajador (dando a entender que era por asuntos de negocios que incluían la compra de armas). Ingrid los miró intrigada, y contestó afirmativamente, pero alegando que su comisión era de cinco mil dólares. Por supuesto, se los pagaron; con una sonrisa, la muchacha se despidió prometiendo llamarles en cuanto consiguiera algo y mantener el contacto con Sigrid.
El día siguiente, la anticuaria recibía una llamada citándolos en un hotel de las afueras con el subdirector de la embajada, el señor Mikhailov. Causalmente, la cadena de hoteles donde los habían citado pertenecía al conglomerado de UNSUP, pero queriendo pensar que solo se trataba de una casualidad, decidieron acudir. En una de las suites del último piso, bajo una fuerte pero discreta vigilancia, les esperaba sentado a una mesa el subdirector Nikita Mikhailov acompañado del jefe de producción de Vitaria-Krakovia, Ilya Yurkov.
Tras disimular unos minutos y mostrar interés por comprar armas para un pequeño ejército privado que operaría en África, enseguida sacaron a colación la posibilidad de hacerse con una "nueva sustancia de la que habían oído hablar". El subdirector se incorporó en su asiento, mirándolos con suspicacia. Se interesó sobremanera por la fuente que les había hablado sobre aquella sustancia, pero en realidad no insistió demasiado antes de consultar con Yurkov y, tras vencer las lógicas dudas gracias a la elocuencia de Patrick, llegar a un acuerdo con el grupo. Podrían proporcionarles (fuera de los circuitos habituales, por supuesto) unos cinco gramos de la sustancia rojiza (suficiente para unas cien dosis de Polvo de Dios) a cambio de dos millones de dólares. Yurkov insistió en que se trataba de un secreto de estado y que le parecía un precio demasiado pequeño, pero Mikhailov lo silenció con un gesto.
Tras discutir en el baño la decisión a tomar, el grupo decidió que aceptarían la oferta pero pondrían la excusa de que necesitarían unos días para reunir el dinero necesario. Eso les daría cierto margen de maniobra y la posibilidad de escapar si el negocio se torcía. Además, a los dos millones del komerievo había que sumar también el millón y medio de dólares que Robert había encargado como tapadera para su verdadero interés. Con un apretón de manos y la promesa de volver a verse, se despidieron de los rusos.
Por supuesto, les sería imposible reunir tal cantidad de dinero ahora que sus cuentas estaban bloqueadas, así que decidieron adoptar una solución drástica: después una vigilancia intensiva durante un par de días, consiguieron tender una emboscada a Ilya Yurkov mientras se desplazaba en su vehículo. Y no se andaron con remilgos; Yurkov fue interrogado sin piedad y castigado por Tomaso. Y por fin, después de varias horas de resistencia, el jefe de producción de Vitaria les reveló que "la Sustancia C" había empezado a llegar tras conseguir los servicios de un ruso desconocido para él, y que aunque los envíos hacia Krakovia se hacían desde la ciudad de Krasnoyarsk, él sabía de buena tinta que el polvo rojizo procedía de algún punto cercano a un lago en la región de Tunguska, donde en 1908 había sucedido un evento inexplicable.
Entre tanto, Derek vivía una y otra vida, y su trauma del Yo se acentuaba de tal manera que ya no era capaz de distinguir quién era realmente...
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