Los paladines de Davinios fueron recibidos con honores por parte de Ilaith y su corte. Se les asignó una antigua mansión reformada adecuadamente en el interior del primer anillo de la fortaleza, en la parte este de la colina, cerca de los paladines de Osara. Con palabras de agradecimiento, Davinios y Galad formalizaron un compromiso de alianza con lady Ilaith. Galad cedió el protagonismo a Davinios en la ceremonia pública, pues optó de momento por la discreción para no enemistarse frontalmente con la Torre; era posible que en algún momento del futuro tuviera que acceder al complejo o necesitar algún favor, y no era conveniente que le vetaran como habían hecho ya con su amigo recuperado. Galad y Davinios, empatizando por la situación, habían recuperado por fin su antigua amistad y eso hizo muy felices a ambos; no obstante, la cojera de Davinios permanecería como un recordatorio de lo que había sucedido en un pasado ya perdonado.
Cuando Symeon retornó de su viaje a la Gran Biblioteca, Ilaith convocó una reunión con todos ellos y su consejo. Trataron el asunto del Mundo Onírico y el ataque a que habían sido sometidos hacía tres semanas; el errante dio todos los detalles que pudo y Yuria enumeró los posibles efectos que el ataque había podido tener en el mundo de vigilia. Finalmente, Symeon aseguró que desgraciadamente, de momento no tenían los medios para hacer frente a aquellos ataques y lo único que podían hacer era confiar en la espada verdemar para rechazarlos. A continuación les explicó lo que había averiguado sobre la espada, que era una creación de Trelteran y su nombre era "La Espada del Dolor" o "Nirintalath". Este último era el nombre de un "espíritu de Dolor" que el kalorion había imbuido en tan bella arma. Daradoth rebulló en su asiento, incómodo por la revelación, y miró a los demás, que prestaban atención a las palabras del volodh. Symeon habló de cómo percibía él a Nirintalath en el Mundo Onírico y de lo peligrosa que era con sus "estallidos de Dolor", y afirmó que estaba consiguiendo acercarse más a ella, con lo que tenía la esperanza de que el espíritu rechazara los ataques de los esbirros de la Sombra hasta que ellos pudieran conseguir los medios necesarios para hacerlo por sí mismos. Acto seguido, les habló también de lo que había averiguado sobre la Espada del Profeta, y de su convencimiento de que no era en realidad la espada que había empuñado ra'Khameer.
A continuación, lady Ilaith pasó a tratar el tema de la asamblea de la Confederación en Eskatha, a la que deberían asistir en escasas tres semanas. Les explicó a todos sus planes para hacerse con la Corona de Aredia y convertirse en la más importante mandataria del continente con la intención de ayudar después a Daradoth en sus aspiraciones en Doranna. Sin embargo, primero habría que empezar por obtener el control de la propia Confederación de Príncipes Comerciantes y convertirlos en la fuerza principal de la Luz. El primer paso sería convertir a Ilaith en la Gerente de los Príncipes, rango que en la actualidad ostentaba Agiond Ónethas, del principado de Bairien. Les explicó que contaba con la cooperación de su hijo, Progerion Ónethas, y con la alianza de tres de los trece principados: Bairien (en caso de resolver la sustitución de Agiond por Progerion), Krül (de facto, Bairien y Krül estaban controlados por la familia Ónethas) y Korvan, cuya princesa, Karela Cysen, era una firme partidaria de las ideas de Ilaith. Esperaba una oposición firme de los principados de Nimthos, Ëvenlud, Trapan y Undahl, y una posición más neutral de Mírfell y Ladris. Por otro lado, los planes de Ilaith pasaban por la invasión de los principados de Adhëld, Armir y Mervan una vez que hubiera sido investida Gerente y contara con los apoyos suficientes. En concreto, Mervan era un punto sensible en su plan, pues Ilaith pretendía ganar su apoyo para luego invadirlo y utilizarlo para pactar con Semathâl; esto hizo sentirse muy incómodo a Daradoth. A Ilaith le constaba que Adhëld y Armir estaban negociando con el Cónclave del Dragón y traficando con kregora, con lo que sus invasiones estaban más que justificadas y contarían con el apoyo de Korvan; era posible que la princesa Karela supusiera una traba en el futuro si su ambición crecía, pero ya se encargarían de eso a su tiempo. Les informó de los otros principados que comerciaban con el Cónclave o con esclavos y con los que no deberían tener escrúpulos: Nimthos, Undahl y Ladris, además de los ya mencionados Adhëld y Armir. Les habló también de la casa Kenkad, y de su control sobre tres de los principados; Verthyran Kenkad, de Mírfell, estaría dispuesto a apoyar a Ilaith si sus otros dos primos caían en desgracia y obtenía sus títulos. La conversación sobre la situación política y como deberían afrontar las negociaciones con cada principado fue prolongada y bastante densa.
Una vez presentada la situación, se acordó la representación que viajaría con lady Ilaith hasta Eskatha: los propios Yuria, Galad, Daradoth y Symeon; maese Meravor; el enano Nezar; el mariscal Loreas Rythen; la habilísima política Delsin Aphyria; el experto negociador Ernass Kyrbel; la prima de Ilaith Keriel Danten; y sus guardianes el maestro de esgrima Khain Malabailos y la paladín de Osara Aznele Eneven. Dos bardos sermios acompañarían también a la comitiva, de incógnito, pues Ilaith no quería revelar tan pronto su as de Sermia. Evidentemente, el grupo que viajaría a la "capital" sería mucho mayor, pero esos serían los representantes de Tarkal en el hemiciclo (princesa y doce consejeros). Los paladines, Nezar y Daradoth darían cuenta de los "poderosos aliados" de Tarkal, y los políticos se encargarían de abrir el camino, para lo que la ayuda de Meravor sería valiosísima.
Una vez que Ilaith se hiciera con la Gerencia de los Principados, la siguiente fase del plan consistiría en cambiar el sistema de gobierno para convertirse en reina, o mantener el título de gerente pero otorgándole los poderes análogos al título de rey. Ilaith confiaba en tener para entonces la confianza de al menos tres cuartos de los principados, pero si se consideraba necesario, habría que considerar posibles nuevas invasiones.
Finalmente, Ilaith volvió al tema de los principados de Bairien y Krül y la sucesión "forzosa" con la que tendrían que ayudar a Progerion a hacerse con el título de su padre Agiond. La princesa de Tarkal tenía una misión para el grupo, pues no se fiaba de nadie más para llevarla a cabo. Les reveló que Progerion y ella mantenían encuentros frecuentemente. Además, el joven estaba prometido con una noble Sermia, Eferë Serastil, e Ilaith tenía las llaves para que aquel compromiso llegara a buen puerto gracias a sus relaciones con la nobleza Sermia. El caso era que Progerion afirmaba estar en posesión de una información que, debidamente tratada, podría provocar la caída en desgracia de su padre. Solo la revelaría en el momento en que se fuera a realizar alguna acción con ella, y ahí es donde entraba el grupo. Deberían reunirse con Progerion y seguir sus instrucciones para averiguar lo que fuera de aquel asunto. Cuando surgió el problema de mantener una comunicación más o menos frecuente, Daradoth sacó a relucir el búho de ónice que habían encontrado en las ruinas de Margen. Aunque le costó un par de días sintonizar con el artefacto, finalmente pudo cargarlo para poder comunicar con lady Ilaith en un radio de 600 kilómetros.
Afortunadamente, a pesar del retraso por la sintonización de Daradoth, el grupo contaba ahora con el Empíreo, el dirigible que había creado Yuria para facilitar sus viajes con el beneplácito de Ilaith. Para mantener la existencia de los dirigibles en secreto, viajarían a una altura segura, y seguirían una rutina de descensos y ascensos nocturnos en parajes despejados. El viaje hasta las inmediaciones de Tárkavel fue rápido y tranquilo, superados los primeros miedos a volar de algunos de los componentes del pasaje. Una vez allí, se reunieron con el apuesto Progerion en la casa solariega de uno de sus nobles de confianza, y este les informó de lo que sabía. Les habló de la conocida isla de Asyr Ethos en el principado de Undahl, que se consideraba un centro de placer y perversión donde la gente acaudalada podía hacer realidad sus fantasías. Algunos miembros del grupo ya conocían la existencia de esa isla, donde no todo lo que se llevaba a cabo satisfaría una moralidad media. Progerion entonces les reveló la existencia de una segunda isla, Asyra Sottran, en su propio principado de Bairien y cuya existencia su padre guardaba en un estricto secreto para un círculo de contactos muy selecto. A Progerion le constaba que las perversiones llevadas a cabo en Asyr Ethos no eran nada comparadas con las perpetradas en la isla de su padre. Si el grupo conseguía pruebas de la existencia de esa isla y de las depravaciones adecuadas, podrían conseguir que en la asamblea de Eskatha su padre abdicara en su favor, o bien que el propio hemiciclo nombrara forzosamente a Progerion nuevo príncipe de Bairien. El joven heredero les emplazó para informarles puntualmente de cualquier información que pudiera serles útil en su investigación en los días venideros; sin embargo, el hecho de que apenas bajaron del Empíreo los siguientes días, imposibilitó tales encuentros.
Los siguientes seis días fueron bastante caóticos. Se acercaron a una distancia segura de la isla, donde vieron un complejo parecido a una especie de monasterio enorme con un pequeño muelle de atraque a donde llegaban pequeños botes desde el continente. Dos barcos de guerra guardaban la isla en todo momento, alternándose en la guardia del muelle y las rondas alrededor de ella. Symeon accedió un par de noches al Mundo Onírico para observar la zona, y le sobrecogió la resonancia corrupta y malsana de Asyra Sottran en aquella realidad. Averiguaron que el acceso a la isla se realizaba desde un pequeño pueblo a unas cinco horas a caballo desde la capital Tárkavel, donde una flotilla de botes trasladaba a los clientes. Recorrieron los caminos desde la capital al pueblecito y la ruta marítima hasta la isla varias veces, hasta que finalmente, el sexto día de guardia tuvieron por fin la oportunidad que buscaban. Consiguieron seguir con éxito uno de los pequeños veleros que transportaba a algún cliente que volvía desde la isla al continente, y decidieron ejecutar un abordaje desde el aire. No fue fácil, pero finalmente Daradoth y Taheem accedieron a la embarcación de forma espectacular, el elfo con un salto sobrenatural y Taheem descendiendo ágilmente por una cuerda. La tripulación no planteó problemas para los dos expertos espadachines y los pivotes de ballesta lanzados por Galad y Yuria, que se deshicieron de dos de los guardias limpia e inmediatamente. La tripulación de marineros se rindió en pocos segundos, algunos de ellos tirándose al mar, aterrados por el espectáculo del abordaje del dirigible y la caída de los guardias.
En el camarote de popa viajaba un comerciante del principado de Mírfell al que le horrorizaba la idea de dar alguna información sobre la isla a aquellos extraños. Pero un poco de intimidación y de daño físico (¡aplicado por, entre otros, Symeon!) consiguió que soltara la lengua. Todos se miraron horrorizados cuando el bastardo afirmó que había acudido a la isla a darse un banquete de carne de bebé. Daradoth se sintió tentado de atravesarlo con la espada, pero la mano de Taheem en su hombro lo tranquilizó. Tras escuchar algunas de las depravaciones que se llevaban a cabo en la isla, todos coincidieron en que era necesario deponer a Agiond y para ello transportarían a aquel malnacido hasta Eskatha, para que diera su testimonio y quizá poner en la picota al actual gerente.
Después de trasladar al comerciante (que decía llamarse Suarren) al Empíreo, llevaron el barco a una playa remota donde lo barrenaron y dejaron a los marineros, que previsiblemente no serían rescatados hasta dentro de unas semanas. Daradoth informó a lady Ilaith de sus logros a través del búho de ónice, y esta les emplazó a reunirse en Sugelia, una pequeña ciudad al noreste de Eskatha, donde planificarían su curso de acción.
El Dirigible "Empíreo" |
Cuando Symeon retornó de su viaje a la Gran Biblioteca, Ilaith convocó una reunión con todos ellos y su consejo. Trataron el asunto del Mundo Onírico y el ataque a que habían sido sometidos hacía tres semanas; el errante dio todos los detalles que pudo y Yuria enumeró los posibles efectos que el ataque había podido tener en el mundo de vigilia. Finalmente, Symeon aseguró que desgraciadamente, de momento no tenían los medios para hacer frente a aquellos ataques y lo único que podían hacer era confiar en la espada verdemar para rechazarlos. A continuación les explicó lo que había averiguado sobre la espada, que era una creación de Trelteran y su nombre era "La Espada del Dolor" o "Nirintalath". Este último era el nombre de un "espíritu de Dolor" que el kalorion había imbuido en tan bella arma. Daradoth rebulló en su asiento, incómodo por la revelación, y miró a los demás, que prestaban atención a las palabras del volodh. Symeon habló de cómo percibía él a Nirintalath en el Mundo Onírico y de lo peligrosa que era con sus "estallidos de Dolor", y afirmó que estaba consiguiendo acercarse más a ella, con lo que tenía la esperanza de que el espíritu rechazara los ataques de los esbirros de la Sombra hasta que ellos pudieran conseguir los medios necesarios para hacerlo por sí mismos. Acto seguido, les habló también de lo que había averiguado sobre la Espada del Profeta, y de su convencimiento de que no era en realidad la espada que había empuñado ra'Khameer.
A continuación, lady Ilaith pasó a tratar el tema de la asamblea de la Confederación en Eskatha, a la que deberían asistir en escasas tres semanas. Les explicó a todos sus planes para hacerse con la Corona de Aredia y convertirse en la más importante mandataria del continente con la intención de ayudar después a Daradoth en sus aspiraciones en Doranna. Sin embargo, primero habría que empezar por obtener el control de la propia Confederación de Príncipes Comerciantes y convertirlos en la fuerza principal de la Luz. El primer paso sería convertir a Ilaith en la Gerente de los Príncipes, rango que en la actualidad ostentaba Agiond Ónethas, del principado de Bairien. Les explicó que contaba con la cooperación de su hijo, Progerion Ónethas, y con la alianza de tres de los trece principados: Bairien (en caso de resolver la sustitución de Agiond por Progerion), Krül (de facto, Bairien y Krül estaban controlados por la familia Ónethas) y Korvan, cuya princesa, Karela Cysen, era una firme partidaria de las ideas de Ilaith. Esperaba una oposición firme de los principados de Nimthos, Ëvenlud, Trapan y Undahl, y una posición más neutral de Mírfell y Ladris. Por otro lado, los planes de Ilaith pasaban por la invasión de los principados de Adhëld, Armir y Mervan una vez que hubiera sido investida Gerente y contara con los apoyos suficientes. En concreto, Mervan era un punto sensible en su plan, pues Ilaith pretendía ganar su apoyo para luego invadirlo y utilizarlo para pactar con Semathâl; esto hizo sentirse muy incómodo a Daradoth. A Ilaith le constaba que Adhëld y Armir estaban negociando con el Cónclave del Dragón y traficando con kregora, con lo que sus invasiones estaban más que justificadas y contarían con el apoyo de Korvan; era posible que la princesa Karela supusiera una traba en el futuro si su ambición crecía, pero ya se encargarían de eso a su tiempo. Les informó de los otros principados que comerciaban con el Cónclave o con esclavos y con los que no deberían tener escrúpulos: Nimthos, Undahl y Ladris, además de los ya mencionados Adhëld y Armir. Les habló también de la casa Kenkad, y de su control sobre tres de los principados; Verthyran Kenkad, de Mírfell, estaría dispuesto a apoyar a Ilaith si sus otros dos primos caían en desgracia y obtenía sus títulos. La conversación sobre la situación política y como deberían afrontar las negociaciones con cada principado fue prolongada y bastante densa.
Una vez presentada la situación, se acordó la representación que viajaría con lady Ilaith hasta Eskatha: los propios Yuria, Galad, Daradoth y Symeon; maese Meravor; el enano Nezar; el mariscal Loreas Rythen; la habilísima política Delsin Aphyria; el experto negociador Ernass Kyrbel; la prima de Ilaith Keriel Danten; y sus guardianes el maestro de esgrima Khain Malabailos y la paladín de Osara Aznele Eneven. Dos bardos sermios acompañarían también a la comitiva, de incógnito, pues Ilaith no quería revelar tan pronto su as de Sermia. Evidentemente, el grupo que viajaría a la "capital" sería mucho mayor, pero esos serían los representantes de Tarkal en el hemiciclo (princesa y doce consejeros). Los paladines, Nezar y Daradoth darían cuenta de los "poderosos aliados" de Tarkal, y los políticos se encargarían de abrir el camino, para lo que la ayuda de Meravor sería valiosísima.
Una vez que Ilaith se hiciera con la Gerencia de los Principados, la siguiente fase del plan consistiría en cambiar el sistema de gobierno para convertirse en reina, o mantener el título de gerente pero otorgándole los poderes análogos al título de rey. Ilaith confiaba en tener para entonces la confianza de al menos tres cuartos de los principados, pero si se consideraba necesario, habría que considerar posibles nuevas invasiones.
Finalmente, Ilaith volvió al tema de los principados de Bairien y Krül y la sucesión "forzosa" con la que tendrían que ayudar a Progerion a hacerse con el título de su padre Agiond. La princesa de Tarkal tenía una misión para el grupo, pues no se fiaba de nadie más para llevarla a cabo. Les reveló que Progerion y ella mantenían encuentros frecuentemente. Además, el joven estaba prometido con una noble Sermia, Eferë Serastil, e Ilaith tenía las llaves para que aquel compromiso llegara a buen puerto gracias a sus relaciones con la nobleza Sermia. El caso era que Progerion afirmaba estar en posesión de una información que, debidamente tratada, podría provocar la caída en desgracia de su padre. Solo la revelaría en el momento en que se fuera a realizar alguna acción con ella, y ahí es donde entraba el grupo. Deberían reunirse con Progerion y seguir sus instrucciones para averiguar lo que fuera de aquel asunto. Cuando surgió el problema de mantener una comunicación más o menos frecuente, Daradoth sacó a relucir el búho de ónice que habían encontrado en las ruinas de Margen. Aunque le costó un par de días sintonizar con el artefacto, finalmente pudo cargarlo para poder comunicar con lady Ilaith en un radio de 600 kilómetros.
Afortunadamente, a pesar del retraso por la sintonización de Daradoth, el grupo contaba ahora con el Empíreo, el dirigible que había creado Yuria para facilitar sus viajes con el beneplácito de Ilaith. Para mantener la existencia de los dirigibles en secreto, viajarían a una altura segura, y seguirían una rutina de descensos y ascensos nocturnos en parajes despejados. El viaje hasta las inmediaciones de Tárkavel fue rápido y tranquilo, superados los primeros miedos a volar de algunos de los componentes del pasaje. Una vez allí, se reunieron con el apuesto Progerion en la casa solariega de uno de sus nobles de confianza, y este les informó de lo que sabía. Les habló de la conocida isla de Asyr Ethos en el principado de Undahl, que se consideraba un centro de placer y perversión donde la gente acaudalada podía hacer realidad sus fantasías. Algunos miembros del grupo ya conocían la existencia de esa isla, donde no todo lo que se llevaba a cabo satisfaría una moralidad media. Progerion entonces les reveló la existencia de una segunda isla, Asyra Sottran, en su propio principado de Bairien y cuya existencia su padre guardaba en un estricto secreto para un círculo de contactos muy selecto. A Progerion le constaba que las perversiones llevadas a cabo en Asyr Ethos no eran nada comparadas con las perpetradas en la isla de su padre. Si el grupo conseguía pruebas de la existencia de esa isla y de las depravaciones adecuadas, podrían conseguir que en la asamblea de Eskatha su padre abdicara en su favor, o bien que el propio hemiciclo nombrara forzosamente a Progerion nuevo príncipe de Bairien. El joven heredero les emplazó para informarles puntualmente de cualquier información que pudiera serles útil en su investigación en los días venideros; sin embargo, el hecho de que apenas bajaron del Empíreo los siguientes días, imposibilitó tales encuentros.
Los siguientes seis días fueron bastante caóticos. Se acercaron a una distancia segura de la isla, donde vieron un complejo parecido a una especie de monasterio enorme con un pequeño muelle de atraque a donde llegaban pequeños botes desde el continente. Dos barcos de guerra guardaban la isla en todo momento, alternándose en la guardia del muelle y las rondas alrededor de ella. Symeon accedió un par de noches al Mundo Onírico para observar la zona, y le sobrecogió la resonancia corrupta y malsana de Asyra Sottran en aquella realidad. Averiguaron que el acceso a la isla se realizaba desde un pequeño pueblo a unas cinco horas a caballo desde la capital Tárkavel, donde una flotilla de botes trasladaba a los clientes. Recorrieron los caminos desde la capital al pueblecito y la ruta marítima hasta la isla varias veces, hasta que finalmente, el sexto día de guardia tuvieron por fin la oportunidad que buscaban. Consiguieron seguir con éxito uno de los pequeños veleros que transportaba a algún cliente que volvía desde la isla al continente, y decidieron ejecutar un abordaje desde el aire. No fue fácil, pero finalmente Daradoth y Taheem accedieron a la embarcación de forma espectacular, el elfo con un salto sobrenatural y Taheem descendiendo ágilmente por una cuerda. La tripulación no planteó problemas para los dos expertos espadachines y los pivotes de ballesta lanzados por Galad y Yuria, que se deshicieron de dos de los guardias limpia e inmediatamente. La tripulación de marineros se rindió en pocos segundos, algunos de ellos tirándose al mar, aterrados por el espectáculo del abordaje del dirigible y la caída de los guardias.
En el camarote de popa viajaba un comerciante del principado de Mírfell al que le horrorizaba la idea de dar alguna información sobre la isla a aquellos extraños. Pero un poco de intimidación y de daño físico (¡aplicado por, entre otros, Symeon!) consiguió que soltara la lengua. Todos se miraron horrorizados cuando el bastardo afirmó que había acudido a la isla a darse un banquete de carne de bebé. Daradoth se sintió tentado de atravesarlo con la espada, pero la mano de Taheem en su hombro lo tranquilizó. Tras escuchar algunas de las depravaciones que se llevaban a cabo en la isla, todos coincidieron en que era necesario deponer a Agiond y para ello transportarían a aquel malnacido hasta Eskatha, para que diera su testimonio y quizá poner en la picota al actual gerente.
Después de trasladar al comerciante (que decía llamarse Suarren) al Empíreo, llevaron el barco a una playa remota donde lo barrenaron y dejaron a los marineros, que previsiblemente no serían rescatados hasta dentro de unas semanas. Daradoth informó a lady Ilaith de sus logros a través del búho de ónice, y esta les emplazó a reunirse en Sugelia, una pequeña ciudad al noreste de Eskatha, donde planificarían su curso de acción.
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