Symeon y
Taheem salieron con
Suarren a recorrer la ciudad en busca de alguno de los comerciantes perturbados visitantes de Asyra Sottran de los que el mirfellense había hablado a Galad en sus largas conversaciones. Tanto el errante como el vestalense tenían la enorme traba del desconocimiento del idioma, pero aún así acompañaron al comerciante por si este se metía en algún lío. Por desgracia, esa jornada Suarren no pudo hallar ninguna pista que le indicara el paradero de los susodichos.
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La Confederación de Príncipes Comerciantes |
Mientras tanto,
Daradoth y
Galad acudieron a la sede de Nimthos con la intención de hablar con los ástaros
Dûnethar y
Cirantor. Se hicieron acompañar de
Ernass Kyrbel, el negociador de lady Ilaith, para que les ayudara con los idiomas. Una vez en la sede fueron recibidos con cortesía por el servicio y saludados afablemente por los ástaros, que se mostraron halagados por recibir la visita de un elfo de Doranna (no tanto la de un ástaro "extranjero", pero tuvieron cuidado de no ser desagradables). Aparte de las formalidades tuvieron muchas palabras agradables para Daradoth, lo que relajó la actitud de este, suspicaz en un principio. Tras los saludos y las preguntas curiosas de los ástaros acerca de la presencia de Daradoth y la situación en Doranna, el elfo pasó a discutir el tema por el que había llevado a cabo aquella visita: el motivo de la presencia de dos ástaros del Pacto de los Seis en Eskatha formando parte de la delegación de Nimthos. Los páctiros afirmaron que se encontraban allí para tratar de hacer que la Confederación dejara de comerciar con el Cónclave del Dragón y cualquiera de sus aliados; Dûnethar y Cirantor llevaban aproximadamente cinco meses en Eskatha aprendiendo el idioma y las costumbres, y hacía un mes del último mensaje que habían recibido desde el Distrito de Galmia, pero la situación en la frontera del norte era extremadamente tensa, y —esto lo comentó exclusivamente a Daradoth y Galad— tenían sospechas e informes que hablaban de un portal que se había abierto al norte del cabo Kern en el Cónclave del Dragón, cerca del ártico. Daradoth rebulló, incomodado por la revelación. Los ástaros también contaron que las escaramuzas fronterizas se habían incrementado de forma drámatica el último año, y que en las brumas del otoño había testigos que afirmaban haber visto criaturas largo tiempo desaparecidas de la faz de Aredia.
Continuaron loando a lord
Gisaus Athalen por su amabilidad con ellos permitiéndoles formar parte de su delegación para que pudieran exponer su petición de que la Confederación detuviera los contactos con el Cónclave. Daradoth y Galad se miraron, pensando en qué podía ganar lord Gisaus de todo aquello; el príncipe de Nimthos no tenía demasiado trato con el Cónclave, y seguramente impedir a otros principados aquellos contactos contribuiría a perpetuar a su principado como el más rico de la Confederación. Esa era la ventaja más evidente. Con la promesa de mantener el contacto, Galad y Daradoth se despidieron de los ástaros y volvieron a la sede de Tarkal. Aunque Galad se entretuvo un rato más en el edificio, pues consiguió tener unos minutos a solas con
Eudorya. Esta le habló entre sollozos de la imposibilidad de seguir adelante con su amor, debido a su compromiso con Deoran Ethnos, el príncipe de Ladris. Galad sintió un peso en el corazón al oír aquello, y no pudo reprimir dar un beso apasionado a la muchacha; le prometió que lo arreglaría de alguna manera y que volvería a verla en breve. Se marchó cuando algunos guardias eunucos ya corrían preocupados hacia Eudorya.
Yuria intentó visitar a la delegación Esthalia recién llegada a la ciudad, pero no se encontraban en su residencia. Así que les dejó un aviso para que visitaran la sede de Tarkal lo antes que pudieran.
Por la tarde,
Delsin había concertado visita con la delegación de Adhëld, pero no tuvieron más remedio que postergarla cuando Ilaith recibió una petición urgente por parte de la delegación de Ladris para reunirse con ellos. En poco tiempo,
Deoran Ethnos encabezaba su comitiva y llegaba a la sede de Tarkal. De la quincena de consejeros que le acompañaban, al menos diez llevaban el apellido Ethnos, tal era la supremacía de su familia en el principado de Ladris. Cuando se presentaron, Galad dirigió una mirada valorativa hacia el príncipe Deoran, prometido a la mujer que amaba; apretó los dientes y se tragó la bilis que acudía a su garganta, entonando una oración silenciosa a Emmán.
Tras pasar muy rápidamente la charla informal y la etiqueta propia de aquellas reuniones, Deoran pronto adoptó un gesto serio y pasó a exponer a Ilaith sus preocupaciones. Al parecer, el príncipe Rakos de Undahl se había reunido con ellos el día anterior ofreciéndoles cuantiosas riquezas y posibilidades de jugosos contratos comerciales a cambio de que le cedieran su parte de explotación de los yacimientos de kregora de las islas occidentales. Y no era al único a quien le había propuesto tal cosa: Undahl quería hacerse claramente con el monopolio de la explotación de la kregora. Lo que no había gustado nada a Deoran era el tono veladamente amenazador que Rakos había utilizado durante la negociación, con aquella siniestra elfa oscura y el amenazador minotauro respaldándole. Así que había decidido acudir a Ilaith, pues —Deoran bajó la voz— conocía los planes que la princesa de Tarkal tenía para llevar a cabo en aquella Asamblea y quería prestarle su apoyo a cambio de que una vez fuera investida Gerente, parara los pies a las ambiciones de Undahl y permitiera a Ladris hacerse con una cuota mayor de explotación de kregora.
Ilaith mantuvo el gesto impasible ante la revelación de que Deoran conociera sus planes (¿habría un espía en sus filas?), pero su voz se endureció. Sin embargo, era posible que aquella filtración hubiera jugado en su favor, pues allí estaba Ladris ofreciendo su apoyo a la investidura. Además, era evidente que Deoran conocía no solo sus planes para llegar a ser Gerente, sino también su ambición de convertirse en Reina, pues un Gerente no sería capaz de llevar a cabo lo que le estaba pidiendo. Muchos factores haría falta valorar en la oferta de Ladris, y con la promesa de volverse a reunir con una respuesta, se despidieron.
Cuando el grupo quedó ya a solas, discutieron largo y tendido sobre la oferta de Deoran y la posibilidad de que más gente supiera de los verdaderos planes de Ilaith; habría que entrar en acción lo antes posible. Se mostraron también de acuerdo (Daradoth insistió de forma extremadamente vehemente) en que una vez que Ilaith ascendiera, habría que obligar más pronto que tarde a los príncipes a cortar sus relaciones con el Cónclave del Dragón y cualquier otro servidor de la Sombra. Eso les iba a acarrear de seguro problemas con algunos de sus aliados; tendrían que pensar en el modo de resolver esa pérdida de ingresos y convencerlos a todos de la necesidad de ello.
Al anochecer, los ástaros Dûnethar y Cirantor acudieron a la sede como les habían pedido Galad y Daradoth para hablar con Ilaith y el resto de sus compañeros. Aparte de la mención al portal de cabo Kern, la pareja reveló todos los detalles que ya habían hablado con el elfo y el paladín. Daradoth hizo un gesto de asentimiento cuando mencionaron su intención de pedir el corte de relaciones de la Confederación con el Cónclave y, posiblemente, conseguir su apoyo militar y/o logístico. Grandes riquezas estaban de seguro esperando en el Cónclave, riquezas que podrían compartir con los Príncipes, si estos colaboraban en la derrota del enemigo. Una larga conversación siguió para discutir el curso de acción de los acontecimientos: Ladris y algún aliado más no se mostrarían cómodos deteniendo los tratos con el Cónclave, y no podían arriesgarse a perder apoyos. Acordaron que el anuncio de Ilaith debería ser anterior a la petición de los ástaros, y que estos deberían ser discretos acerca de sus intenciones en la Asamblea.
Tras la reunión, Symeon se dirigió a reunirse con el errante
Noelan, en la sede de Mervan. Preocupado por el bienestar de los miles de errantes que Noelan calculó que el príncipe Nercier había acogido, Symeon habló de Tarkal, de Ilaith y de la posibilidad que tenía de proteger mejor a su pueblo. Además, tenía "el pálpito" de que algo iba a pasar y Mervan no iba a ser el mejor lugar para que los errantes estuvieran a salvo. Noelan se removió incómodo, porque se encontraba muy agradecido al príncipe Nercier y en cualquier caso la decisión del traslado a Tarkal no la podía tomar él, sino el Consejo de Patriarcas de las caravanas. Por supuesto, en todos los demás aspectos Noelan apoyaría a Symeon, pues "eran hermanos y como hermanos se comportarían". Symeon se prometió a sí mismo acudir al Consejo de Patriarcas para intentar convencerlos de su traslado a Tarkal.
Por la mañana llegó a su sede la delegación de Adhëld, con el príncipe
Wontur Serthad a la cabeza. Fue con mucho la delegación más hostil a Ilaith; la inmensa mayoría de los acompañantes de Wontur eran tipos de mala catadura (entre ellos un vikingo), con tatuajes y cicatrices que intimidarían al más pintado. Toda la reunión transcurrió con una tensión subyacente que estuvo a punto de hacer saltar a más de uno; quizá era aquello lo que querían, ser atacados durante el encuentro para desprestigiar a Ilaith; por suerte no lo consiguieron. ¿Quizá Wontur también estaba informado de los planes de Ilaith? La delegación de Adhëld se marchó de malas formas, con varios pactos de comercio acabados y rutas comerciales cortadas, para frustración de Delsin y Ernass.
Suarren tampoco tuvo éxito ese día tratando de encontrar a los otros comerciantes, y la tarde transcurrió tranquila, sin ninguna reunion, pues no había ninguna delegación disponible.
La siguiente mañana recibieron la visita de la delegación de Armir, con
Knatos Tilad al frente. Lo primero que les llamó la atención fue el colgante que llevaba en el pecho, con una cantidad considerable de kregora, mucho mayor que la que lucía Ilaith en su frente. A pesar de que Knatos expresó su malestar por la "peculiar actitud" de Ilaith al llevar en su séquito a dos altos cargos militares, la reunión transcurrió por cauces agradables (un alivio tras la visita de Adhëld), y al cabo de un par de horas pasaron al patio para hablar más distendidamente mientras comían. En un momento dado, Yuria se quedó a solas con una anciana que formaba parte de la delegación de Armir,
Jasireth Derthad, que había demostrado destellos de gran inteligencia durante las negocaiciones.
—No creáis que no veo la necesidad de lo que Ilaith tiene intención de hacer —dijo de repente la anciana, con voz queda. Y acto seguido se marchó sin dar tiempo a decir nada a una más que sorprendida Yuria. ¿Sería aquella una posible aliada?
Yuria compartiría más tarde sus impresiones con el grupo, y acordaron que deberían intentar recabar el apoyo de Jasireth discretamente.
A media tarde recibieron la visita de los representantes de Trapan. En el séquito de
Hampyor Kenkad no había ni un solo miembro femenino, y como no tardarían en comprobar, ello iba acorde con sus ideas sobre las mujeres. Entre sus acompañantes figuraban dos kairks,
Gundar Rausen y
Kleas Segehën, ambos comandantes de sendas compañías mercenarias. Fue un encuentro bastante anodino, del que fue imposible sacar conclusiones definitivas; Hampyor se oponía en principio a cualquier cambio en la estructura de los principados, pero por su actitud, los compañeros de Ilaith sugirieron que deberían mantener encuentros posteriores para intentar encontrar alguna vía para convencerle.
Por fin, esa noche recibieron la visita de la delegación de Esthalia.
Alexann Stadyr reconoció de inmediato a
Faewald, que había visitado recientemente sus tierras, y a Daradoth. Y enseguida también a Yuria y a Symeon, a quienes recordaba de la reunión con su padre y Valeryan. Este hecho, unido a que no hubiera ningún kairk en la sala y que Alexann asegurara que aquellos reunidos allí eran de la total confianza de su padre Alexadar, hizo que el duque
Woderyan Estigian se relajara y dejara de utilizar las medias palabras con las que había comenzado la conversación. De esta manera, pronto revelaron el propósito de su viaje a Eskatha y su presencia en la Asamblea. Según las palabras del duque —una de las personas más poderosas de su país—, Esthalia (no concretó en ningún momento si el rey o la reina a pesar de que Daradoth lo preguntó directamente de manera muy poco discreta) sospechaba que "el enemigo", refiriéndose al Cónclave del Dragón y el propio Káikar, estaban utilizando los complejos subterráneos del
kaikarésta con oscuras intenciones. El kaikarésta era como llamaban los nativos del Imperio del Káikar a los diferentes complejos de cavernas subterráneas que se adentraban profundamente en el subsuelo del brazo oeste del continente. El duque habló también de cierto barco encontrado calcinado y varado en las costas del Káikar con cierta "mercancía peligrosa" y con una tripulación, también consumida por el fuego, que distaba mucho de ser humana (el barco del que les había hablado ya hacía meses el marqués de Stadyr, el padre de Alexann). La cuestión era que querían lograr la colaboración de la flota de la Confederación para explorar los accesos al
kaikarésta, y plantear que la Asamblea prohibiera la colaboración de sus tropas y naves en lo que fuera que estuviera pasando en el complejo de galerías subterráneas.
Después de unos segundos de valorativo silencio, Ilaith les ofreció toda la colaboración que fuera necesaria, lo que hizo asomar alguna que otra sonrisa en la comitiva esthalia y dio paso a una conversación más distendida; aunque con un gesto aún serio, los esthalios revelaron que no habían recibido un trato tan amable por parte de las delegaciones de Armir, Trapan y Ladris.
Más tarde, en conversación privada, Alexann explicó a Daradoth que la verdadera razón de su estancia allí (aunque el duque de Estigia no había mentido en ningún momento sobre la situación del kaikarésta) era evaluar cuán fiable era la Confederación y cuán profundos eran sus lazos con "el enemigo" para estimar si se debía realizar alguna acción diplomática o incluso militar contra ella. Lady Armen no confiaba en los Príncipes, y la presencia en Eskatha de una elfa oscura y un minotauro de seguro agravaría la situación.