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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 2 de agosto de 2019

Aredia Reloaded
[Campaña Rolemaster]
Temporada 3 - Capítulo 1

El Camino a la Cancillería
Tras el baño de multitudes y un merecido descanso, la delegación de Tarkal al completo se reunía de nuevo en su Sede.

Heddard Theuvos,
marino y cartógrafo del Káikar
Ilaith mostró su preocupación por el asunto de Nercier Rantor, el príncipe de Mervan, que había resultado ser un falso peón en el juego que se desarrollaba en Eskatha. No obstante, quitó hierro a sus palabras aludiendo a la relación con Eshtalia: según ella, si podía llegar a una relación de confianza con el reino de los emmanitas, no creía que tuvieran problemas con la lealtad de Nercier.

Y tras el breve preludio del problema Nercier, la princesa de Tarkal expuso el asunto que más le preoocupaba en ese momento: preguntó a sus consejeros si les parecía buena idea que, aprovechando la improbable victoria y la fama de la que ahora gozaban, propusiera inmediatamente (la siguiente asamblea se había convocado para dentro de dos días) la aprobación de una ley para convertir su cargo de Gerente en el cargo de Canciller con muchas más potestades que el primero. Evitaba así la palabra "reina" y sus posibles connotaciones indeseables para los asistentes a la Asamblea. Delsyn y Ernass ya estaban ultimando el primer borrador de esa ley, en previsión de los acontecimientos.

Pasaron a evaluar cuáles eran los principados que les brindarían su apoyo en caso de la propuesta de la Ley de Cancillería, y llegaron a la conclusión de que podrían contar con el apoyo de Korvan (Karela Cisen), Krül (Vanius Eloras), Ëvenlud (Diyan Kenkad),  Mervan (Nercier Rantor), Nímthos (Eudorya Athalen), Bairien (Progerion Ónethas) y ellos mismos. Aun cuando Armir (Knatos Tilad) y Adhëld (Wontur Serthad) votaran en su contra y sobre Ladris (Deoran Ethnos) albergaran dudas, todavía contarían con los suficientes apoyos para sacar adelante la ley sobre el total de principados, incluso considerando a los ausentes. Para disipar cualquier género de dudas, Ilaith guardaba en la manga su estrecha relación con el reino de Sermia; no hacía falta recordar que en la mesa donde se encontraban se sentaban desde el principio dos bardos sermios de incógnito: Harethann Rehen y Aythera Aldan. Como ya sabía bien Symeon, esta última escondía entre los pliegues de su ropa el pergamino dorado que la revelaba como miembro de las respetadas Leyendas Vivientes. Todo apuntaba a que era el momento ideal para que Ilaith revelara sus aspiraciones, así que decidieron que en la siguiente asamblea se propondría la aprobación de la nueva ley; además, tendrían que hablar previamente con los ujieres para asegurar que los principados traidores no se tuvieran en cuenta de cara al total de votos.

Una vez tomada la decisión de hacer pública la aspiración de Ilaith, Daradoth y Yuria recordaron también el principio de acuerdo al que habían llegado con Alexann Stadyr, miembro de la delegación esthalia e hijo del marqués de Strawen: una posible alianza con la reina Armen. No tenían demasiado claro si aquella alianza los beneficiaría o perjudicaría, pero la apuesta era clara y tendrían que ir avanzando pasos en ese sentido, aun a riesgo de que el ganador en el conflicto que se avecinaba fuera el rey Randor o el propio marqués de Arnualles. Decidieron que cuando los esthalios se marcharan a su reino, les acompañaría Keriel Danten, el primo de Ilaith, consumado político. Tendría la misión de insistir en que fueron ellos los que informaron en primera instancia del problema con Robeld de Baun y ganarse así el favor tanto de Armen como de Randor.

También se mencionó la falta de rastros de la anciana Jasireth Derthad, que se suponía que les iba a facilitar el apoyo del principado de Armir. Decidieron dejar el asunto de lado por el momento, pero no olvidarlo.

Symeon volvió a reunirse con Noelan de los Ruevos para compartir algo de tiempo con su gente y volver a interesarse por el estado de su pueblo. Noelan le confirmó que los errantes en el principado de Mervan debían de contarse ya por millares, y que era posible que hubieran llegado allí algunos miembros de su antigua caravana. El rostro de su maldita esposa, Ashyra, acudió a la mente de Symeon desde sus oscuros recuerdos... algún día ajustaría cuentas con ella... algún día.

Pocas horas después el grupo y la gente de Ilaith se reunían con Nercier Rantor y sus consejeros. No se anduvieron con rodeos, y deseando que reinara un clima de total confianza entre los dos principados, Ilaith expuso crudamente su deseo de votar la ley que la proclamara Canciller de la Confederación.  Nercier esbozó una ligera mueca que no supieron si interpretar como sonrisa o preocupación.

 —Normalmente me habría opuesto con todas mis fuerzas a tamaña pretensión, mi señora —dijo el príncipe de Mervan—. Sin embargo, los tiempos cambian, y con ellos debemos cambiar nosotros y nuestras voluntades, así que —miró a sus consejeros, algunos de los cuales no se mostraban tan convencidos como él ante la revelación— podéis contar con nuestro apoyo.

Un suspiro de alivio fue disimulado por la mayoría de miembros de la delegación de Tarkal. El primer paso estaba dado. Acto seguido, Nercier pasó a explicar su relación con Arzsan del Clan de la Crin Blanca y la situación en la que se encontraban en ese momento los semathâlios y el resto de pueblos del sur. Miradas de preocupación se cruzaron cuando el príncipe de Mervan les explicó que de unos años a esta parte, muy lejos al sureste, se había establecido un nuevo poder. El grupo rebulló intranquilo al recordar las torres y enormes arcos que se estaban construyendo en los estrechos de Akkra, por donde habían navegado procedentes de la Región del Pacto, y también al recordar los dromones que habían avistado en la costa de las tierras varlagh. Según Nercier, ese nuevo estado había dado en llamarse "Señorío de Batania", pero no era más que una serie de enclaves militares del Cónclave del Dragón. Los ástaros renegados habían aprovechado lo remoto de aquellas tierras para establecer una base de operaciones y aglutinar con cierto grado de éxito a todos los pueblos considerados "bárbaros" del brazo sur de Aredia. De esta manera, por el sur se había extendido el nombre "Gran Imperio de las Cinco Naciones" para designar una improbable alianza de los jinetes de Semathâl, los Bárbaros Batanios, los Varlagh, los Sureños (habitantes de los desiertos) y el propio Señorío de Batania. Esa alianza estaba realmente materializándose, y a pesar de que había traído mayor estabilidad y prosperidad (a las clases dominantes), los ástaros exigían una plena dedicación a su causa, que no todo el mundo veía con buenos ojos. Así, muchos de los semathâlios, entre ellos el clan de Arzsan, que rendían el culto al caballo y cuyo dios no era sino el mismo cielo, no admitían señores terrenales que les dictaran lo que debían o no debían hacer; según ellos, no eran "esclavos de nadie" e iban solo donde el viento les dictaba. Nercier y Arszan se conocían desde muchos años atrás, y el príncipe había aprovechado la reticencia del señor de los jinetes para atraerlo hacia su bando y luchar contra los arribistas del Señorío. El problema era que al haberse enfrentado a las huestes de la Sombra, su gente estaba ahora en peligro, y Nercier expresó la necesidad de acoger a su pueblo en las tierras de la Confederación, quizá en la depresión del Bair donde había enormes pastos, al menos mientras se prolongara el conflicto.

La preocupación de Nercier por los semathâlios parecía genuina, para sorpresa de Ilaith y muchos de los presentes. Así que la princesa aceptó la sugerencia de su homólogo de Mervan prometiéndole que, como Canciller, se encargaría personalmente de honrar su acuerdo por muchas reticencias que plantearan el resto de príncipes. Se enviaron al punto mensajeros para movilizar a la gente de Arzsan y ponerlos en marcha hacia el norte. Se evitarían así sangrientas represalias por parte de los enemigos.

Sonriendo, Nercier alargó la mano para estrechar el antebrazo de Ilaith en un gesto de reconocimiento mutuo. Pero antes de que pudiera extender su brazo, se desplomó, dormido, sobre la mesa. En el mismo instante, Ilaith cayó dormida también, así como Galad, Daradoth, Delsyn, y más de la mitad de los reunidos. Yuria no notó nada extraño, y Symeon, a pesar de sentir que los párpados le pesaban una tonelada víctimas de una sensación de sueño abrumadora, consiguió resistir despierto.

Yuria, Symeon y Taheem se levantaron en el acto, sorprendidos.  A los pocos segundos, Nercier y Daradoth despertaban, pero saltaba a la vista para aquellos que los conocían que habían cambiado. La puerta de la sala se abrió violentamente y dos guardias irrumpieron, esgrimiendo sus alabardas y corriendo hacia donde se encontraba Ilaith. En la sala estaban prohibidas las armas, pero Yuria siempre llevaba encima sus pistolas, bien escondidas, y Symeon también tenía su bastón cerca. La ercestre desenfundó lo más rápido que pudo y con sendos disparos afortunados acabó con los guardias, que estuvieron a punto de herir gravemente a la princesa de Tarkal. Mientras tanto, Symeon se había movido como un rayo y haciendo gala de su gran agilidad había llegado a la puerta donde rechazó a un tercer guardia controlado y consiguió atrancarla.

Nercier, tras unos momentos de duda, pareció decidirse y correr hacia la ventana. ¿Se iba a lanzar por ella? Yuria gritó algo a Taheem, y este saltó por encima de la mesa; esquivando velozmente  a los dormidos, detuvo al príncipe poseído. Mientras tanto, Daradoth gesticulaba de forma extraña y hablaba en un idioma desconocido y oscuro; extendiendo su brazo, intentó afectar a Yuria con un hechizo; la ercestre sintió una pequeña descarga procedente del colgante de su cuello, y cómo algo resbalaba extremadamente cerca de su piel, pero sin tocarla. Tanto ella como quien fuera que se encontrara en la mente de Daradoth quedaron estupefactos. El huésped del elfo no tardó en reaccionar, sin embargo. Esta vez habló en el mismo idioma desconocido, pero a voz en grito, y con gestos mucho más exagerados.

Daradoth veía toda la escena aterrado. Su cuerpo no le respondía, y sentía como su mente era desplazada por una presencia mucho más poderosa y oscura. Era como encontrarse encerrado en una pequeña y fría celda que se estrechaba cada vez más. Por unos momentos estuvo a punto de rendirse a la presión, pero pronto reaccionó e intentó debatirse, a pesar de que se sentía como una hormiga debía sentirse al inentar mover un castillo.

El segundo hechizo de Daradoth fue mucho más potente, y se sintió como una oleada de poder. Yuria sintió una descarga bastante más intensa de su colgante, y la misma sensación de deslizamiento cerca de su piel. Pero el resto de los presentes en la sala no resistió tan bien, sus almas fueron temporalmente desplazadas de sus cuerpos y todos quedaron inconscientes, incluyendo a Taheem y Symeon. Yuria miró a su alrededor, asustada. Daradoth y Nercier se miraron, sorprendidos por la resistencia de la ercestre. Y frustrados. Daradoth alargó su brazo de nuevo y un torrente de fuego salió disparado hacia Yuria, que se protegió con los brazos, encogiéndose. El mismo efecto: una leve descarga y el fuego pasando a su alrededor sin tocarla. Se palpó a sí misma, sorprendida pero a la vez eufórica. Al ponerse en pie de nuevo, vio que el huésped de Daradoth había quedado unos momentos pensativo, mientras Nercier corría a coger una de las alabardas de los guardias y esgrimirla contra la inconsciente Ilaith.

Daradoth, el verdadero Daradoth —al menos era lo que él creía— luchó contra el frío y la oscuridad. La celda en la que se encontraba apenas le dejaba respirar... "¿acaso necesito respirar?", pensó. Y gritó; gritó con todas sus fuerzas, intentando deshacerse del frío y el horror. Ahí estaba la luz, ahí estaba su cuerpo...

Yuria tuvo que tomar una decisión rápida.  Viendo pasivo y con la mirada perdida al poseedor de Daradoth, corrió con todas sus fuerzas hacia Nercier, que estaba a punto de atravesar a Ilaith con la alabarda. Yuria resbaló, pero por pura casualidad [Punto de Destino] eso la benefició y consiguió golpear con su codo en la nuca del príncipe de Mervan; lo suficiente para que este cayera al suelo y dejarlo inconsciente al tocarlo con su colgante.

De repente, el silencio se había hecho en la sala, solo roto por los guardias del exterior, que golpeaban la puerta para derribar la barricada de Symeon. Sin embargo, varios de los reunidos habían empezado ya a reaccionar y despertaban del sueño, entre ellos la barda sermia Aythera; comprendiendo rápidamente la situación, comenzó a cantar con una voz sedosa y suave; Yuria sintió un escalofrío al escucharla; Aythera era una Leyenda Viviente y hacía honor a su título. Poco a poco el ruido del exterior se fue apagando a medida que los guardias quedaban inconscientes —o quizá libres de su posesión—.

Yuria se giró y pudo ver a Daradoth de rodillas en el suelo y encorvado sobre sí mismo. La experiencia de posesión debía de haber sido tremendamente traumática... por suerte habían podido salir bien de aquello; la ercestre dio silenciosamente las gracias a su padre por el increíble regalo que le había hecho al otorgarle aquel colgante, y se dirigió a atender a su amigo elfo.

*****

Pasaron varias horas antes de que la reunión pudiera reanudarse con todos los presentes más o menos recuperados. Los ataques habían sido dirigidos claramente hacia Ilaith y Nercier, y era como si los demás no hubieran importado en absoluto, lo que permitió que no sufrieran ninguna baja grave. Tampoco entendían por qué, si los kaloriones (no creían que hubiera nadie más con el poder suficiente para un acto como aquel) eran capaces de hacer lo que habían visto, les habían atacado justo cuando se encontraban en una reunión con más gente que les pudiera proteger; no encontraron explicación alguna. Discutieron sobre cómo encontrar una defensa contra aquel tipo de ataques, pero lo único que sacaron en claro fue que habría que proporcionar a todos los príncipes leales un poco de kregora, pues esta había parecido funcionar para evitar la posesión de Ilaith.

Nercier e Ilaith retomaron su pacto de colaboración y pudieron por fin sellarlo al estrechar sus brazos. La delegación de Mervan se marchó como un firme aliado.

Ya a solas, Yuria explicó al resto del grupo lo que había sucedido en la sala. Daradoth rebulló incómodo, agitándose dentro de él sensaciones que no quería volver a experimentar. Cuando mencionó cómo el fuego elemental había pasado a su alrededor sin causarle ningún daño, una luz se encendió en los recuerdos de Symeon. Recordó haber leído algo sobre unos artefactos llamados "talismanes de nulificación", hechos de un extraño material negro y cuyo origen se perdía en la bruma de los tiempos anteriores a la edad de los elfos. Según les explicó, había llegado un momento en el que los elfos, los hidkas y los enanos se habían puesto de acuerdo para destruirlos todos, y se creía que así habían desaparecido todos ellos. Realmente si se trataba de uno de aquellos talismanes, había sido un valiso regalo de su padre. Yuria volvió a hablar del mapa con las extrañas islas que obraba en su posesión, y todos se mostraron de acuerdo en que deberían visitarlas cuando tuvieran tiempo y supieran dónde se encontraban.


Poco después los guardias de la sede de Tarkal anunciaban la llegada de un muchacho que portaba una carta destinada a Yuria, y que solo la entregaría en mano. La ercestre le dio una moneda al chiquillo, que se marchó con una sonrisa de oreja a oreja, y abrió el lacre. La carta estaba firmada por H.T. y rezaba así:

Mi señora, que la Gracia sea con vos.
Pude escapar de puro milagro y temo por mi vida. Me encuentro en El Capricho de la Doncella, en Sherk.
No sé cuánto tiempo podré estar aquí.

Que Alhiman os guarde.

La frase final era una fórmula habitual de despedida en el Imperio del Káikar, así que a Yuria le quedaron pocas dudas: H.T. eran las iniciales de Heddard Theuvos, el viejo cartógrafo kairk que acompañaba a la delegación del príncipe Rakos Ternal de Undahl.

Aun a riesgo de tratarse de una trampa, se apresuraron a buscar al hombre, que quizá les podría proporcionar una buena información acerca de los planes de Ternal y la Sombra. Por fortuna, no se trataba de ninguna trampa y Theuvos se encontraba realmente en la posada que había indicado, con un par de compañeros. En un viaje rapidísimo volvieron a la sede de Tarkal sin más incidencias, al abrigo de la noche.

Una vez a salvo, Heddard, con su habitual gesto de mesarse el largo bigote, les explicó que hacía tiempo que su camino, el del Imperio y el de la Confederación habían divergido, pero que no había encontrado el momento de abandonarlos. Ahora, con Ilaith fuerte y gente que le parecía mucho más recta al frente de la Confederación (y, sobre todo, capaz de protegerle de los muchos enemigos que lo buscarían a partir de ahora) había aprovechado para escapar discretamente. Yuria le tranquilizó con la más sincera de sus sonrisas; ella había admirado siempre el trabajo de aquel anciano, y ahora lo tenía por compañero. Los conocimientos del kairk también les serían útiles si en algún momento tenían que investigar el kaikarésta o los territorios del Imperio. De momento, su conocimiento de las islas de kregora probó su utilidad cuando confirmó que el contorno de las islas dibujadas en el mapa del padre de Yuria no correspondían con ninguna de las islas de las explotaciones del mineral; y lo podía decir con total seguridad, pues él mismo se había encargado de cartografiar la mayoría de ellas. Por lógica, las islas de Yuria debían de encontrarse, por tanto, aún más hacia el oeste o hacia el sur (si es que era verdad que su padre las situaba en el Océano Astario).

Aquella misma noche se reunieron de nuevo con la delegación de Esthalia. El duque Estigian y los nobles renovaron su compromiso con Ilaith y la Confederación, que juzgaban ahora en buenas manos, y anunciaron su retorno a Nátinar. Decidieron por otra parte que en Eskatha se quedaría Alexann como delegado. A su vez, como ya habían decidido los de Tarkal en una conversación anterior, Keriel Danten acompañaría a los esthalios a su patria natal con poderes para la negociación. Y para honrar la alianza que había negociado el duque como valido de Esthalia, este dio autorización a Alexann para anunciar en el Hemiciclo el apoyo de Esthalia a las aspiraciones de Ilaith a la Cancillería. La Gerente de la Confederación sonrió complacida, y miró al grupo con un destello de orgullo en sus ojos.


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