Decidieron que el mejor curso de acción sería poner bajo vigilancia a Salvatore Leone; Derek aprestaría turnos de patrullas para controlar los pasos del maleante y Tomaso, por su parte, intentaría inquirir por medio de sus contactos en qué "negocios" se hallaba involucrado últimamente el bueno de Salvatore.
Salvatore Leone, hijo de Francesco Leone |
Durante el turno en que Derek y Sigrid ejercían la vigilancia del capo mafioso, lo único reseñable fue que visitó junto con cuatro de sus hombres un lujoso burdel al norte del distrito. Nada denotaba que fuera un burdel a simple vista, pero un par de consultas en Internet bastaron para identificarlo como tal. Por investigaciones previas y por los contactos de Tomaso, habían averiguado previamente que Salvatore estaba prometido con una tal Casandra; los contactos de Tomaso incluso habían asegurado que Salvatore se había hecho muy aficionado a las prostitutas en los últimos tiempos.
—Haz todas las fotos que puedas, Sigrid —dijo Derek—. Quizá si tenemos evidencias de sus visitas a burdeles ganemos la ventaja que necesitamos para presionarle.
Patrick aprovechó para pasar ese día algo de tiempo con su mujer, Hellen, que llevaba realmente mal la posesión de Lupita, su pequeña hija adoptiva. Pero como por desgracia venía siendo habitual (en esta vida nueva), acabó bebiendo más de la cuenta y discutiendo con ella.
Por la noche, Tomaso se encontró con varios de sus contactos mafiosos para "tomar una copa". No fue solo una copa, porque quería hacerles soltar la lengua, y la noche se hizo larga. Habló sobre la yakuza, y su posible implicación en un crimen en Brooklyn (el asesinato de Robert Heart y su familia); Seb Castelli, uno de sus compañeros, afirmó que eso "le parecía muy raro", y que "era imposible"; si los "putos japos" asomaban la cabeza por la ciudad, no tardarían en tener a La Comisón al completo arrancándoles la piel a tiras. "Interesante".
Fue otro de sus colegas de juerga, Jimmy "el sonriente" Duke, "proveedor de servicios" para la familia Leone, quien le comentó algunas cosas curiosas sobre Salvatore. Aparte de su aparente obsesión por el sexo con prostitutas, Jimmy le habló del nuevo negocio del "niño" (así llamaban al joven capo).
—¿Por qué preguntas eso? —espetó el maleante, arrastrando las "s" más de la cuenta—. ¿Es por ese nuevo negocio en el que anda metido el "niño"? ¿No te has enterado? Parece que la familia Leone es la flamante nueva propietaria de un edificio, una antigua embajada de no sé qué país, y han montado una especie de hotel al que se accede solo por invitación.
Jimmy le proporcionó la localización del hotel, que luego, con una resaca terrible, Tomaso compartió con sus compañeros en la sede de la CCSA. En esa reunión, en la que también se encontraba Sally (a la que habían hecho miembro de la compañía a todos los efectos), decidieron pedir a los Omega Prime que investigaran si Salvatore estaba metido en algún negocio que su padre Francesco no supiera. También comentaron las características del broche que habían encontrado en el apartamento de Robert Heart, y donde, por cierto, los científicos de la CCSA habían encontrado trazas de cianuro. Lo que sí parecía evidente era que el broche tenía imaginería Yakuza, y no tardaron en relacionar eso con el Dan Simmons de antes de ra recreación; pero ni Patrick ni Sigrid creían que los asesinos japoneses fueran tan torpes como para dejar una evidencia semejante en el lugar del crimen, a no ser que alguien hubiera interferido en el proceso; no obstante, en el apartamento no había signos de enfrentamiento, con lo que para el procesor y la anticuaria, era evidente que aquel broche había sido "plantado" en la escena para desviar la atención o quizá para incriminar a los japoneses.
Derek no tardó en acercarse a la localización del edificio que había conseguido Tomaso. "Pintoresco, cuanto menos", pensó. El edificio lucía una línea gótica muy al estilo de los comics de Batman, casi parecía sacado de Arkham City. Era bastante grande, y ocupaba toda la manzana dode se encontraba. Las paredes eran austeras y en la planta baja no había negocios, lo único que se podía ver eran cristales tintados que no dejaban ver el interior. En lo alto, volutas y gárgolas se alzaban amenazantes. En realidad, ahora que Derek lo pensaba, no era raro encontrar estos edificios en Nueva York en esta nueva existencia; no era la norma, pero tampoco raro. Sin embargo, por lo que recordaba, los edificios góticos de este tipo no solían ser tan grandes como este. Tras un par de averiguaciones, pudo dar con el dato de que este edificio había sido en el pasado la embajada de Polonia.
Mientras tanto, Sigrid se encontraba en la Biblioteca Pública de Nueva York, donde había obtenido recientemente acceso a la división de Libros Raros; ya era hora de obtener cargas para sus poderes bibliománticos, así que se puso a leer a toda prisa una copia de la Carta Magna, que podría completar en apenas dos días con su velocidad de lectura.
A mediodía, Derek recibió una llamada de Jonathan. El agente le informó de que Salvatore Leone se dirigía al aeropuerto acompañado de varios matones. El director salió hacia allá rápidamente; llamó a Tomaso por el camino, pero entre la resaca y la imposibilidad de llegar a tiempo, decidió acudir solo. Una media hora después se encontraba con Jonathan. Este le informó de que los mafiosos se habían encontrado con otros tipos que iban en otras dos furgonas, y juntos se habían metido en un área restringida del complejo. "Maldita sea", pensó el director, que optó por no jugársela intentando entrar con sus credenciales en un área restringida. Dejó encargada a una patrulla de vigilar la salida de aquella zona y se marchó hacia la CCSA con Jonathan, donde al atardecer comentó todo con los demás.
Ya reunidos por la noche, investigaron sobre el edificio. Después de haber servido como embajada, había sido reformado hacía diez años para servir como edificio de apartamentos, y recientemente, cosa de seis meses, había sido adquirido por una empresa llamada UltraMarKet. A partir de ahí, poco más pudieron averiguar, pues la empresa se perdía en un entramado de fondos de inversión, holdings e inversores imposible de seguir. Decidieron encargarle el trabajo a Omega Prime, que ya habían informado de que, aparte de lo habitual, no podían dar más datos sobre Salvatore Leone. Sally se encargaría de transmitirles el nuevo encargo: averiguar todo lo que pudieran sobre UltraMarKet y su relación con el edificio gótico de Manhattan.
Una vez acabada la reunión, Tomaso volvió a intentar tirar de contactos para intentar conseguir esa misma noche una tarjeta de invitación para el "hotel" de los Leone. Pero los pocos que habían oído hablar de aquello, incluso Jimmy "el sonriente", se hicieron los locos.
La mañana siguiente, Derek y Patrick se desplazaron a la morgue del distrito, con la intención de investigar más sobre la muerte del articulista de Nuevo Amanecer Howard Clarkson. Allí les recibió el anciano doctor Smith, que operaba los ordenadores de la oficina con cierta dificultad ante la ausencia de su ayudante, Randy. Efectuaron la búsqueda en un intervalo de dos semanas alrededor de la fecha de la defunción, pero nada. No había ingresado ningún cadáver con ese apellido. Algunos Howards, pero todos bien documentados y ni aproximados a su perfil. Tampoco los no identificados coincidían en el tiempo ni en la descripción del suceso. Finalmente no tuvieron más remedio que desistir; podrían intentarlo en otras morgues más alejadas, pero Patrick tenía la firme sensación de que no serviría de nada.
Mientras tanto, Tomaso recibía un mensaje en el móvil de "trabajo":
Nuevo encargo, donde siempre, a las once a.m.
Tomaso se vistió y arregló meticulosamente, como era habitual en él, y se dirigió a Strawberry Fields, al punto de Central Park al que se refería la frase "donde siempre". Su intuición no tardó en advertirle de que algo no marchaba bien, pero quizá demasiado tarde, pues ya se encontraba muy cerca.
Se detuvo. Fingió que alguien le llamaba al móvil. Y a los pocos segundos, vio cómo al menos tres individuos dejaban de fingir leer el periódico, pasear o lo que quiera que estuvieran haciendo y corrían hacia él mientras hacían ademán de sacar sus armas.
Tomaso se precipitó a través de unos arbustos, mientras un par de balas silbaban muy cerca de él. En breves segundos llegó al muro que delimitaba el parque, y con ágiles movimientos (que por desgracia echaron a perder su elegante traje de Armani) trepó y se descolgó al otro lado. Pero antes esperó unos segundos, y cuando el brazo de uno de sus perseguidores asomó por encima del borde, retorció su muñeca y su codo hasta que oyó un grito de dolor procedente del otro lado; el matón se dejó caer y debió arrastrar a su compañero con él, porque el italiano oyó un par de aullidos de dolor. No se entretuvo más; corrió ignorando un par de semáforos en rojo, y se perdió entre los edificios del West Side. Desde allí se dirigió a la iglesia de su primo, Dominic Bonelli. Allí pasaría unas horas resguardado.
Por su parte, mientras Sigrid seguía con la lectura del manuscrito en la Biblioteca Pública, Derek y Patrick se dirigieron a la comisaría del distrito, muy cercana a la morgue de donde acababan de salir. Allí les atendió el sargento Sullivan, bastante malcarado y antipático; pero gracias a la labia de Patrick les concedió acceso con la credencial de la CCSA.
—Pasen a aquel puesto de allá —dijo señalándoles a una mujer ya madura, muy maquillada—; Mildred podrá atenderles, pero no se alarguen mucho.
Con la ayuda de la simpática Mildred, procedieron a efectuar la búsqueda de los expedientes sobre Howard Clarkson, pero no había ningún registro informático, al igual que en la morgue. Pidieron acceder al archivo de registros físicos, y Mildred les acompañó. Pero en ventanilla les aseguraron que no constaba ningún registro con ese nombre. Finalmente, el sargento Sullivan les pidió bruscamente que se marcharan, harto ya de la presencia de aquellos dos tipos extraños de "sanidad" que ni siquiera traían una orden para poder buscar en los archivos.
—Quiero que quede claro que esto es muy irregular, sargento —dijo Patrick, con aire digno—. Faltan informes sobre un asesinado en este barrio hace dos meses, y sepa que vamos a dar parte de ello.
Estas palabras acabaron de enojar al enorme sargento, que poco menos que los empujó fuera de la comisaría, indignado.
Con las opciones de la morgue y la comisaría agotadas, lo único que les quedaba eran los nombres de los dos únicos periodistas que habían escrito sobre la muerte de Howard Clarkson, Patrick O'Leary y Saul Elvas, ambos contratados por pequeñas publicaciones dedicadas al esoterismo y lo paranormal.
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