En la CCSA y con Tomaso ya de vuelta después de despistar a sus perseguirores refugiándose en la iglesia de su primo, Derek pidió los planos del alcantarillado debajo y en los alrededores del edificio gótico de los Leone. Los planos llegarían al día siguiente. Investigaron también sobre la existencia en esta nueva realidad de Robert Mc Murdock y el Polvo de Dios. Al parecer, Robert se había retirado de la vida pública hacía un par de años y ahora vivía en su mansión de Suiza; del Polvo de Dios no había rastro por ningún lado; intentaron buscar también información sobre el polvo rojo procedente de meteoritos que en su vida anterior se había llamado komerievo, pero tampoco encontraron nada.
El Edificio Leone |
Investigando un poco más sobre Casandra, la prometida de Salvatore Leone, no les costó nada averiguar que era una de las hijas del don de la familia Gambini, de Nueva Jersey. "¿Quizá se está gestando una alianza entre los Leone y los Gambini?", pensó Tomaso, interesado por las consecuencias que podía tener aquello en el equilibrio de poder en la Comisión.
Ya en casa, Patrick vivió otra de las habituales riñas con su mujer, Helen. Ella le echó en cara que últimamente no apareciera por casa y su extraño comportamiento en los últimos días. Lloraba desconsoladamente, y el profesor, con la habitual copa de whisky en la mano, descargaba su estrés y frustración sobre ella. El alcohol finalmente logró su efecto y Patrick durmió mientras su esposa se acurrucaba en otra habitación.
Sigrid, por su parte, llamó a Ramiro, su marido, para ver si le podía dar algo de información sobre la existencia de "cábalas sexuales", porque gracias a los conocimientos adquiridos en la realidad anterior, sospechaba que quizá la relativamente nueva afición de Salvatore Leone a los servicios de prostitución tenía que ver algo con aquello. Ramiro le confirmó que conocía la existencia de adeptos de ese tipo, pero no le pudo dar ninguna otra información de interés.
El día siguiente Derek recibió los planos del alcantarillado y gracias a las habilidades bibliománticas de Sigrid, esta pudo leerlos sin problemas; indicó todas las salidas al recinto del edificio y las posibles entradas a una distancia razonable. También señaló varios túneles interesantes que pasaban justo debajo de la mole gótica. A continuación, el grupo entabló una larga discusión sobre la conveniencia de entrar o no al edificio. Sally se mostró especialmente precavida sobre el plan que propuso Derek: pedir un permiso para realizar una inspección del alcantarillado dentro del edificio.
—Ahora mismo contamos con el factor sorpresa si decidiéramos acceder por el subsuelo —dijo la periodista, vehemente—; pero si entramos allí para inspeccionar las bocas de alcantarillado, es posible que lo único que logremos es llamar su atención sobre algo que ni siquiera habían reparado hasta ahora.
Todos vieron la lógica en lo que decía Sally, así que dejaron de lado de momento el plan de la inspección sanitaria. Aun así, Derek dio la orden para iniciar la tramitación del permiso; no haría daño tenerlo. En lo que sí se mostraron todos de acuerdo fue en pedir también un permiso para sobrevolar la zona en helicóptero. Si les denegaban el permiso o sucedía algo raro, desde luego sabrían a qué atenerse. Por tanto, iniciaron también el trámite del permiso de sobrevuelo.
A continuación, Derek destinó a los agenetes Margaret y Stuart para vigilar el entorno del edificio donde vivía Tomaso habitualmente (en ese momento le habían habilitado un despacho de la CCSA como habitación y dormía allí). No pasó mucho tiempo antes de recibir noticias: a mediodía los agentes reportaron que habían visto al menos a dos personas sospechosamente interesadas en la actividad del edificio.
Mientras tanto, Sigrid recibía una llamada de Emil Jacobsen. Después de afables saludos y frases amables, el bibliomante ordenó a Sigrid que reservara el sábado. Le informó de que tenía un negocio importante entre manos, y el sábado debería encontrarse con un contacto, una mujer, que le iba a proporcionar "una mercancía muy jugosa". Emil se despidió diciendo que le daría más información durante la semana, a medida que fuera concretando cosas.
Una vez acabada la reunión, Patrick se
desplazó a las inmediaciones del edificio Leone para hacer uso de su
especial habilidad para percibir alteraciones del continuo de la
realidad. Y, efectivamente, detectó una alteración bastante importante por debajo del nivel del suelo. Agitado, volvió rápidamente para compartir la información con sus amigos. Eso le convenció de la conveniencia de acceder a través del alcantarillado, pues podría acercarse al punto de la discontinuidad y quizá averiguar más cosas.
Tomaso se dedicó a investigar más profundamente sobre el edificio gótico, y al cabo de unas horas dio con la información ocultista que había sospechado que existía, y que le apasionaba. El edificio había sido construido en el siglo XIX sobre una especie de templo de alguna extraña secta de la que no obtuvo referencias. Y durante las primeras décadas de su existencia había servido de refugio a diabolistas y personas acusadas de brujería. Se mencionaban posesiones en su interior, y la creencia durante muchos años de que el lugar estaba maldito (de ahí su uso como refugio de gentes malditas).
También investigaron acerca de la candidatura de Dan Simmons, que había devenido en su elección como alcalde. "El Hombre Malo" (en realidad no parecía apodarse así en esta existencia) se había presentado como candidato independiente, y aquella era la primera ocasión que un candidato independiente se había alzado con la victoria en una ciudad importante. Rascando un poco más, llegaron a un dato revelador: la empresa UltraMarket había sido una de las que había contribuido a la campaña de Simmons. Todos se miraron al descubrir este hecho y darse cuenta de que volvían a estar en el juego de un entramado corporativo con muy mala pinta.
Por la tarde, Sigrid se dirigió de nuevo a leer a la sección de libros raros de la Biblioteca Pública, protegida por Jonathan, como ya había hecho en ocasiones anteriores. Las cargas bibliománticas le parecían más necesarias que nunca, y no podía dejar pasar la ocasión de obtenerlas ni un día más. Así pasó varias horas, y cuando se encontraba recogiendo para volver a la CCSA, recibió otra llamada importante: el nombre de Paul Van Dorn brillaba en la pantalla de su móvil. Se saludaron amigablemente, pero el rostro de la anticuaria no tardó en mudar a un semblante de seriedad cuando Van Dorn utilizó prácticamente las mismas palabras que Jacobsen e instó a Sigrid a reservar el sábado para "encargarse de un negocio importantísimo".
—El sábado tendrás que encontrarte con la marchante, una tal "Taipán".
Sigrid intentó hacer ver que el sábado ya lo tenía cubierto, pero Van Dorn se mostró inflexible, y su voz tornó en un tono amenazador, así que la anticuaria no tuvo más remedio que callar y aceptar. Pocos segundos después de colgar, llamó a Ramiro de nuevo, pidiéndole información y consejo. Ramiro no pudo decirle gran cosa, sólo que la tal Taipán le sonaba de los corrillos ocultistas, pero poco más.
—Ya te dije que no deberías jugar ese doble juego, Sigrid —le adviertió el librero español—. Si alguno de los dos se entera de que estás haciendo negocios con el otro, no sé lo que va a pasar. Es tu puñetero complejo de creerte más lista que los demás, espero que no tengas que arrepentirte... y además...
—¿Además, qué, Ramiro?
—Mañana salgo hacia Austria; parece que algo gordo ha pasado allí. Uno de los bibliomantes de la Logia Europea tiene algún problema y hay que prestarle ayuda.
Unos minutos después colgaron, recomendándose tener cuidado el uno al otro.
La mañana siguiente amaneció con todos los informativos reportando un atentado terrorista en el sur de Manhattan, concretamente en la sede de ¡Weiss, Crane & Associates! Todos sintieron un escalofrío; era la primera noticia que tenían sobre el bufete de abogados en esta encarnación. El atentado se había producido a las dos de la mañana, y lo más extraño era que se reportaban al menos diez muertos y otros tantos heridos en el personal de la empresa. ¿Era normal que trabajara tanta gente hasta altas horas de la mañana en una oficina del distrito comercial? Dirían que no, pero tratándose de WCA, sus mentes ya no podían sino pensar en algún tipo de conspiración. Derek no tardó en enviar a Margaret y Stuart a investigar en el entorno del bufete.
Poco después, Tomaso recibía una llamada telefónica de Jimmy el Sonriente.
—Tomaso, ¿qué has hecho? —Jimmy parecía conmocionado— ¿qué has hecho, por el amor de Dios? Los Leone me han despedido, y no sé nada de los otros con los que estuvimos la otra noche de fiesta. Y creo que hay unos tipos que me siguen. Apenas me acuerdo de nada de aquella noche, joder qué resaca tenía. ¿Te dije algo que no debía? Tienes que ayudarme, colega, no sé qué pasa.
Tomaso le colgó rápidamente, diciéndole que él le llamaría, e informó al resto. A los pocos minutos, se encontraban montados en la parte de atrás de una furgoneta para que Tomaso contactara de nuevo mientras se encontraba en movimiento. Volvió a hablar con Jimmy, y quedó con él en encontrarse en un sitio público y controlado; el maleante insistió en que alguien le seguía y que tenían que verse cuanto antes, pero Tomaso le contestó dándole largas; aquello apestaba a trampa.
Más tarde, el grupo decidió ponerse en marcha y dirigirse a explorar las alcantarillas del entorno del edificio Leone. Se pertrecharon con todo lo necesario, movilizaron a otros cinco agentes, y se dirigieron hacia allá.
Justo en ese momento, Sigrid recibió otra llamada. Un mensajero tenía un paquete muy importante para ella. Decidió desviarse hacia su ático mienras el resto del grupo montaba la carpa y abría una de las bocas de alcantarilla para acceder al subsuelo. Una vez en su portal, se encontró con un muchacho joven, sin uniforme ni distintivo, que esperaba en conserjería. El chico le entregó el paquete y se marchó rápidamente llamando por su móvil, sin pedirle firma ni entregar justificante alguno. El paquete tenía como remite las iniciales "PVD"; Van Dorn. El paquete era una carpeta que contenía varios papeles; entre ellos, una foto de la tal Taipán, un informe con instrucciones sobre la negociación que debería mantener, y una tarjeta dorada, que llamó la atención de Sigrid. La tarjeta tenía varios hologramas impresos, seguramente también algún chip, y en letras de un dorado más oscuro, se podía leer:
ALBERGUE ORFEO
Uso Único
Abrió mucho los ojos. Sin duda, aquella era una de las tarjetas que proporcionaban acceso al edificio gótico propiedad de los Leone. Tras quedarse inmóvil unos segundos, guardó toda la documentación y volvió con sus compañeros, que no ocultaron su sorpresa cuando les enseñó la tarjeta. Una vez más, sus habilidades bibliománticas le permitieron leer los planos y junto con otro de los agentes guió a sus compañeros en la dirección del edificio.
Hasta que llegaron a un muro que no debería estar allí. El túnel donde se encontraban acababa abruptamente en una pared que era a todas luces más moderna que todo su entorno. Se miraron, suspicaces. Patrick no pudo detectar ninguna alteración del continuo de la realidad a pesar de que se encontraba mucho más cerca de lo que lo había estado en el exterior; pero era una habilidad traicionera, y esta vez casi se desmaya; el mareo resultante le duraría varias horas.
Sigrid vio en los planos una posible vía alternativa, y los condujo hacia allí. El camino era más difícil, con más agua, ratas y mierda. "Menos mal que llevamos equipo impermeable y máscaras", pensó Patrick, "si no, habría vomitado ya varias veces".
Distinto muro, pero mismo resultado: camino cerrado. Derek dio un puñetazo contra la pared.
—Hay una tercera vía —informó Sigrid, señalando un punto en el plano—, pero más impracticable aún.
Decidieron, ya que tenían el equipo adecuado, seguir la tercera vía. Esta vez el agua superaba la altura de su cintura, y en más de una ocasión sintieron algo que les rozaba las piernas. Hasta que tuvieron que detenerse de nuevo.
Limpiando el vaho del visor de su máscara antigás, Patrick maldijo en silencio; el paso estaba taponado por una reja de grueso acero que cubría todo el túnel; dejaba pasar el agua, pero nada más.
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