La Biblioteca de Jacobsen. Contacto con sir John Atkinson.
—Entonces, Emil, ¿qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó Sigrid, con la esperanza de cerrar definitivamente el asunto de Novikov y el libro de Taipán. Jacobsen pareció aceptar el giro de la conversación sin más resquemores.
—En realidad, no tenemos claro lo que ha pasado aún... —empezó Paula.
—No tenemos claras varias cosas, pero lo que ha pasado no es complicado —la interrumpió Emil, que se ganó una mirada sorprendida de su hermana—. Varias bibliotecas han sido atacadas en Austria y Alemania, entre ellas la de Franz Liszt, al que creo que tú conoces bien —Sigrid asintió con la cabeza—. El caso es que parece que todo va mucho más allá de los típicos encontronazos entre la logia occidental y la logia oriental. Ya sabes que la logia británica suele permanecer al margen de sus rencillas, pero en este caso parece evidente que el perpetrador ha sido un agente externo; ningún bibliomante destruiría una colección con tanta saña.
»Y lo que es aún más extraño —continuó, después de pensar durante unos segundos—, es que no solo han sido atacadas bibliotecas bibliománticas, sino también algunas de simples coleccionistas (entended bien lo de "simples", porque son coleccionistas realmente importantes). Y de hecho, uno de ellos, Gregor Brunner fue encontrado muerto, quemado junto a su colección en Salzburgo. A todo eso, tenemos que unirle la desaparición del primer grupo de la logia occidental que fue a investigar a Salzburgo, y la desaparición del segundo grupo donde nosotros contribuimos con Ramiro y algunos más cuando fueron a inspeccionar el emplazamiento de la biblioteca de Liszt.
Después de conversar unos minutos más, Jacobsen dio por zanjada la conversación alegando que debían descansar y emplazándolos a una nueva reunión la mañana siguiente donde conocerían al resto de miembros que compondrían el equipo destinado a investigar lo sucedido en Austria.
—Una última cosa que deben saber tus compañeros, Sigrid —añadió Paula—. Señores, a lo largo de la tarde serán requeridos para una entrevista, así que estén disponibles en todo momento. Gracias —zanjó, sin esperar respuesta—.
Efectivamente, a lo largo de la tarde tanto Jonathan, Tomaso y Patrick recibieron la visita de Paula Jacobsen en persona. Les hizo preguntas sobre su relación con Sigrid, el tiempo que la conocían y los lazos que los unían a ella, y también sobre qué habilidades tenían que pudieran ser de utilidad al grupo. Jonathan y Tomaso respondieron que la conocían desde hacía aproximadamente unos diez días y estaban a su servicio a sueldo como guardaespaldas, ante lo que el rostro de Paula permaneció inexpresivo, pero cuyos ojos denotaron un leve movimiento de incredulidad. Tomaso, además, se sinceró y habló de sus lazos con la mafia de Nueva York, dejando entrever sus especiales habilidades y ganándose el críptico fruncido de labios que ya empezaban a conocer en la hermana de Emil. Patrick, por su parte, afirmó que conocía a Sigrid desde hacía un par de años y que en realidad él no tenía ninguna capacidad especial.
Mientras tanto, Sigrid y Esther recorrían la colección pública de Jacobsen buscando libros sobre atlantes y posesiones. Esther ya había encontrado varios, casi todos en latín y griego, pero lo que pudieron leer no iba más allá de leyendas conocidas o información que parecía demasiado fantasiosa.
A la una de la mañana, alguien llamó a la puerta de la habitación de Sigrid. Esta se dirigió hacia la entrada arrastrando los pies y al abrir vio el rostro mulato de una vieja conocida, Anaya Green, una de las personas de confianza de Emil.
—Ponte algo encima, Sigrid —dijo muy seria—. Emil quiere verte inmediatamente.
Sigrid así lo hizo y siguió a la mujer hasta uno de los despachos de otra ala de la mansión. Allí la esperaban tomando té Emil, Paula y otro hombre al que no conocía. Ella y Anaya tomaron asiento.
—Estamos muy decepcionados contigo, Sigrid —empezó Paula, sin andarse con paños tibios—. ¿Cómo puedes venir aquí, a esta mansión, a esta misión con... con dos mercenarios prácticamente desconocidos y un simple profesor de instituto que afirma ser un inútil? O ellos nos están mintiendo, o realmente son inútiles y dudosos. En cualquiera de los dos casos, tienen que marcharse.
—Paula tiene razón, Sigrid; no esperaba esto de ti —rubricó Emil.
"Joder, ya la han cagado", pensó Sigrid, poniendo la mirada en blanco. A continuación, la anticuaria puso toda su elocuencia en convencer a sus interlocutores de que en realidad no era así, que suponía que habían contestado todo aquello para no revelar unos lazos más profundos.
—Tened en cuenta por todo lo que hemos pasado los últimos días —dijo—; es normal que no se fíen e intenten evitar cualquier referencia a una relación estrecha entre nosotros. Pero os aseguro que los dos... "mercenarios", Jonathan y Tomaso, me han sacado de unas dificultades de las que no creía posible salir, y que Patrick no es lo que aparenta. De hecho... —Sigrid se interrumpió, sopesando la conveniencia de revelar más detalles.
—Continúa —la instó Emil.
—En fin... Patrick es muy discreto, y no creo que sea conveniente que yo revele sus secretos, es mejor que lo traigáis aquí y él mismo os cuente; conmigo delante no creo que haya problemas.
Así lo hicieron. A los pocos minutos, Patrick se encontraba al lado de Sigrid, que con insinuaciones veladas le instó a que proporcionara algún dato valioso a los Jacobsen. Finalmente, tras un tira y afloja haciendo referencia al intercambio de confianza, Jacobsen propuso a Patrick permitirle el acceso (supervisado) a su Biblioteca privada durante un par de horas; así, el profesor por fin reveló su capacidad para ver las "auras" de las personas, y su cada vez más fino olfato para interpretarlas. La explicación dejó un poco con la mosca detrás de la oreja a Emil y a Paula, que tras intercambiar miradas con el tipo desconocido y con Anaya parecieron ver confirmadas sus sospechas de que Patrick ocultaba algo. Pero una breve demostración del profesor los convenció lo suficiente como para darse por satisfechos, al menos de momento. En cuanto a Tomaso y a Jonathan, aceptaron la palabra de Sigrid sobre su lealtad. Servirían como piezas de choque.
Dos horas antes, antes de la intempestiva reunión a la una de la mañana, el grupo había llamado a Derek para informarle de toda la situación. El director de la CCSA había estado esperando en el hotel la llamada de sir John Atkinson, sin suerte. Sigrid le informó de que seguramente partirían hacia Austria al día siguiente o al otro, así que deberían estar atentos para comprar los billetes correspondientes y seguirlos de cerca. El plan de la anticuaria seguía adelante: Derek, Theo, Artem y Sally los seguirían discretamente en previsión de posibles trampas o traiciones.
La Biblioteca privada de Emil Jacobsen |
Por la mañana fueron convocados a una enorme sala dominada por una mesa con una veintena de sillas y varios sirvientes que servían el desayuno. Poco a poco, la sala fue llenándose de gente. Pudieron oír alguna conversación en alemán, y también en francés. Sigrid se sorprendió cuando, en un momento dado, apareció por una puerta un rostro conocido: se trataba de Jesús Cerro, el bibliomante español con el que había hablado por teléfono para informarse sobre la situación en Europa, y que le había dejado claro que no quería involucrarse más en los asuntos del submundo ocultista.... "vaya, vaya". Cerro no tardó en verla, y se acercó, sonriendo.
—Sigrid, ¿qué tal? —saludó.
—Buenos días, Jesús —contestó ella—. Por nuestra conversación el otro día habría jurado que ya no te vería más, y menos en un lugar como este...
—Ah, ja, ja, ja. Digamos que Emil puede ser... muy persuasivo —sentenció, con una mueca traviesa—. Ya sabes que, como decimos en España, "poderoso caballero es don..."
—Ya, ya —interrumpió Sigrid, con un gesto de negación—. ¿No será...
La frase de Sigrid se cortó cuando Emil y Paula hicieron acto de aparición en la sala invitando a todos a sentarse y reclamando su atención. Lo primero que hicieron fue presentar al grupo a los demás. Allí, además de Sigrid, Tomaso, Jonathan, Patrick y Jesús Cerro, se encontraba la propia Anaya Green; el tipo que había estado en la reunión nocturna con Sigrid y Patrick, un francés llamado Lucas Gardet, con "ciertas habilidades mentales"; acompañando a Lucas, otro francés: Didier Dufresne, grande y fuerte, con la nariz rota; otro hombre de Jacobsen conocido de Sigrid: Mark Collins, del que sospechaba que era un psicópata sin escrúpulos; Svanur Simonsson, un islandés de rostro níveo y pelo rubio; Elliot Saunders, una especie de aristócrata que no se despegaba de un vaso siempre lleno de whisky con hielo; Travis Pearson, un británico de mediana edad con unas ojeras y una expresión que delataban su condición de oniromante; Judith Stevens, otra conocida de Sigrid a la que le gustaba meterse de todo por la nariz; Adrian White, otro británico desconocido que no dijo ni una palabra durante toda la reunión pero que destilaba por todos sus poros un carisma especial; y por último, fue presentado el grupo de los alemanes. Mara Kirstein, que lucía varias cicatrices en las manos y en los brazos, y a la que le faltaba el dedo anular de la mano izquierda; Tine Kunst, una mujer con entrenamiento militar; y Marius Eichmann, alto, rubio y de ojos azules; en su cuello podía verse el extremo de un tatuaje que Sigrid sospechaba que podía ser una esvástica. En total, contando a Sigrid y sus compañeros y a Paula Jacobsen, que anunció que se pondría al frente, el grupo constaría de dieciocho efectivos, prácticamente el doble de los que habían conformado los grupos anteriores que habían desaparecido.
"Una epideromante, un oniromante, un posible dipsomante, tipos durísimos y varias personas con habilidades desconocidas...", pensó Sigrid, "¿qué diablos pintamos Cerro y yo aquí, dos simples bibliomantes?". Las preguntas de Sigrid encontraron pronto respuesta: Jacobsen quería bibliomantes en el grupo para poder seguir pistas si era necesario con los rituales adecuados, y además —dato que desconocía—, Cerro era un ex agente de las fuerzas especiales que podía servir también como pieza de choque.
—Este es el recuento de bibliotecas atacadas —dijo Paula, desplegando un mapa con puntos sobre él—: al menos tres en Viena, dos en Salzburgo, otras dos en Graz y al menos tres en Alemania. Esta —añadió, señalando uno de los puntos— es la que pertenecía a Gregor Brunner, el coleccionista que fue encontrado muerto, suponemos que porque fue el único que se encontraba en su biblioteca en el momento del presunto ataque.
»Como ya sabéis, dos grupos fueron enviados a investigar a Salzburgo y a Viena, y de ambos, todos los componentes han desaparecido sin rastro excepto dos del grupo de Salzburgo que se encuentran en el hospital en coma. Prevemos que la misión sea peligrosa, pero debemos descubrir la naturaleza de esta amenaza previendo que podemos pasar a ser su siguiente objetivo. —Varios de los presentes esbozaron una media sonrisa al oír aquello, y Sigrid pensó: "Evidentemente, Emil teme sufrir un ataque parecido, de ahí su interés en esclarecer el asunto, claro; y la urgencia en reunir este... equipo".
—Esta noche —finalizó Paula, dando por terminada la reunión— partiremos hacia Viena en nuestro jet privado. Tened vuestro equipaje preparado.
Mientras Tomaso llamaba a Derek para informarle de su partida hacia Viena y formalizaban la compra de los billetes para el grupo del hotel para unas pocas horas después, Jacobsen fue fiel a su palabra y accedió al requerimiento de Patrick de visitar su Biblioteca. Para poder entrar, hacía falta un escáner de la retina de Jacobsen y una prueba de voz, lo que hizo pensar a Patrick que Sigrid lo iba a tener muy difícil para cumplir la palabra dada a Taipán y darle acceso a la Biblioteca privada de Emil. Tras unos minutos con el bibliomante haciendo de guía y mostrándole sus mayores tesoros (aunque Patrick supuso que no compartió con él los más importantes), el profesor le preguntó si poseía algún libro antiguo que tuviera asociada alguna historia truculenta relacionada con posesiones o con demonios.
—Mmmmh... —pensó Jacobsen—; pues mira, precisamente tengo aquí una obra de teatro de Aaron Parry, no sé si conoces al autor. —Patrick negó con la cabeza—. Bueno, es un autor muy oscuro, casi desconocido, cuyas obras se cotizan en el orden de centenares de miles de libras, y aquí tengo una de las más caras, una primera edición de "Diálogos con Orobas". Se dice que Parry escribió la obra inspirado por un demonio extraordinariamente poderoso, quizá incluso mientras estaba poseído por él, y, de hecho, por si no lo sabes, Orobas es el nombre de uno de los más grandes demonios del averno mencionados en el Ars Goetia.
—Vaya, muy interesante. ¿Te importaría si le echo un vistazo en el tiempo que me queda de visita? —preguntó Patrick, intrigado por el ejemplar.
—Por supuesto —confirmó Jacobsen—, déjame que lo saque de la vitrina... así... ya está. Ven por aquí, mira. —Jacobsen lo dirigió a una pequeña sala de lectura donde había varias mesas y sillas—. Puedes sentarte aquí, y por favor, trata el libro con cuidado. Tienes menos de hora y media; uno de mis hombres esperará al otro lado de la puerta y te hará saber cuándo se acaba el tiempo.
"Menos mal que el tal Parry escribía en inglés", pensó Patrick, aliviado al ojear las primeras páginas. Haciendo uso de sus tremendas habilidades para la lectura pudo acabar justo a tiempo de leer el libro. Aunque la mayoría de las cosas parecían ininteligibles o sin sentido, uno de los diálogos le llamó especialmente la atención. Uno de los personajes decía a otro:
"—Como decía Lucian Lowe, esto no es debido sino a la falta de
un Guardián de la Realidad que vele por nuestra existencia"
"«Guardián de la realidad»", pensó, "yo diría que es una clara referencia a Saint Germain".
De vuelta al ala de habitaciones y ante la ausencia de Sigrid, que se encontraba con Esther, Patrick se reunió con Tomaso para compartir el curioso dato. Y para su sorpresa, el italiano reconoció el nombre de Lucian Lowe.
—Ya sabes que soy un gran aficionado al ocultimo, Patrick —dijo Tomaso—. Y resulta que Lucian Lowe fue un miembro destacado de la Orden de Hermes Trimegisto.
—Ah —soltó Patrick—. Me suena a dios griego... ¿qué era exactamente esa orden?
—En realidad, deberías preguntar "qué es", porque no hay ninguna prueba de que no permanezca activa hoy en día. Aunque es verdad que si está activa, permanece muy bien oculta. En fin, digamos que en el pasado, sus miembros estaban versados (o eso decían) en las artes de la hechicería y la taumaturgia, y buscaban el acceso al "Poder Verdadero", fuera lo que fuera eso. Sus sedes principales estaban en El Cairo y en Jerusalén, pero se encontraban en muchos más lugares durante los siglos XVIII y XIX, hasta que dejaron de aparecer en escritos, periódicos y demás. Se dice que sus enseñanzas y secretos fueron heredados por la orden de la Golden Dawn, que supongo que sí te sonará más...
—Sí, esa sí que la conozco, un grupo de locos con unos rituales sexuales como excusa para el hedonismo...
—Bueno, esa es una opinión, pero hay quien considera que no estaban tan locos —añadió Tomaso, guiñando un ojo.
Ambos coincidieron en que era una pista muy interesante, y que deberían profundizar más en ella. Desde luego, las palabras "falta de guardián de la realidad" eran muy descriptivas sobre el papel que Saint Germain había llevado a cabo en su anterior existencia, y quizá podría conducirles a él en esta.
Por fin, Derek recibió la llamada de Atkinson, intrigado por aquel que su mayordomo afirmaba que llamaba "de parte del congresista Ackerman". Derek se presentó y le explicó la situación, además de confirmar que era amigo íntimo de Philip Ackerman y hombre de su plena confianza. Finalmente, Atkinson accedió a encontrarse con él en su mansión a las seis de la tarde.
Después de comer y mientras llegaban las seis, el grupo realizó una videollamada para poner toda la información en común y decidir el plan de acción: si salir de allí lo más rápidamente posible y ganarse la enemistad de Jacobsen, o seguir colaborando con el bibliomante. Finalmente optaron por la segunda opción y concretaron el plan por el que Derek y los demás viajarían a Viena en un vuelo posterior al suyo y se mantendrían cercanos en todo momento.
Sir John Wesley Atkinson |
—Fue el propio congresista quien me proporcionó su contacto, señor —dijo Derek—. Nos hemos tenido que desplazar a Gran Bretaña por asuntos de extrema urgencia para la existencia y la humanidad, y toda la ayuda que podamos conseguir será bienvenida.
—Me veo en la obligación de inforhmarhle —añadió Yatsenko— de que algunos de nuestrhos compañerhos se encuentrhan en la mansión del coleccionista Jacobsen, por causas de fuerhza mayorh, señoría. Perho es una asociación porh purha necesidad.
Ante el gesto de sorpresa de Atkinson, Derek se apresuró a añadir:
—Señor, Jacobsen retiene a la hija de una de mis compañeros, y sus intereses pueden ser de utilidad para la misión. En ningún momento quiero que piense que el bibliomante goza de nuestra lealtad.
—Me tranquiliza oír eso, señor Hansen —dijo Atkinson, relajando la expresión—. Pero déjeme advertirle que nada bueno puede salir de una colaboración con tamaña víbora; dígales a sus compañeros que tengan mucho cuidado con él y sus secuaces, y ténganlo ustedes también. Y si necesitan ayuda, no duden en pedírmela, tener la recomendación de dos Vástagos es algo no poco impresionante; haré lo que pueda.
—Estaremos muy alerta con Jacobsen, pierda cuidado. Y respecto a su ofrecimiento... esta misma noche tenemos que volar a Viena y si usted pudiera proporcionarnos algún contacto allí, se lo agradeceríamos.
—Sí, desde luego —dijo el aristócrata, después de pensarlo unos segundos—. Me temo que en Austria no puedo dirigirles a nadie... sin embargo, en Múnich podrían ustedes contactar con Filip Austen, un león de Mitra.
Agradeciéndole su deferencia, Derek acabó la conversación preguntando a Atkinson si podía darles algo de información respecto a Lucian Lowe o la Orden de Hermes Trimegisto. El noble le respondió que el nombre de Lowe no le decía nada, pero que la Orden Hermética había sido fuente de muchos enfrentamientos con los mitraicos en el pasado; dijo también que eran unos iniciados que buscaban ganar poder a toda costa, y que llegó un momento en que se aliaron con los demonios, hasta que dejaron de dar señales de vida, posiblemente diluidos entre los entes infernales.
Agradeciéndole de nuevo su paciencia, Derek y los demás se despidieron y se dirigieron directamente al aeropuerto para partir hacia Viena. El avión privado de Jacobsen con Patrick, Tomaso, Sigrid y Jonathan a bordo saldría a eso de las diez de la noche, y el vuelo de Derek y los demás despegaría a las dos de la mañana. Sally ya había conseguido habitaciones en el mismo hotel que la compañía de Jacobsen, así que el problema de la cercanía lo tenían ya resuelto.
Antes de la partida, Jacobsen convocó a Sigrid y a Jesús Cerro. Para ayudarles en su labor, les confió un pequeño objeto: el Localizador. Se trataba de una especie de brújula que, con los rituales adecuados y las cargas apropiadas, era capaz de indicar la dirección en la que se encontraba el causante, o el origen, de un determinado evento.
—Además —añadió—, Paula llevará consigo la Pizarra de la Revelación. Ya sabéis cuál es su poder, más o menos. No me gusta enviarla lejos de aquí, pero creo que en este caso es necesario. Confío sobre todo en ti, Sigrid, para mantenerla a salvo.
La Pizarra era capaz de proporcionar información sobre hechos u objetos mediante las cargas y las preguntas adecuadas. Si Jacobsen la enviaba con el grupo, es que estaba realmente preocupado por descubrir el origen de los ataques, pues era uno de sus bienes más preciados y mejor guardados.