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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 12 de noviembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 17

La CCSA se traslada. Viaje a Londres.

Después de una larga conversación en la que intentaron evaluar por qué los demonios les habían localizado durante la primera ceremonia de restauración de Ackerman, este pidió que sintonizaran en el televisor un determinado canal donde se retransmitía la rueda de prensa que había convocado Shannon Miller con carácter de urgencia. La jefa de gabinete del congresista aparecía indignada y con gesto grave.

 —Odio decir esto —anunció, ante la sonrisa irónica del congresista—, pero el congresista Ackerman es un mentiroso. Puedo asegurarles que no ha habido ningún atentado contra su vida, y que por el contrario, fue víctima de una posesión; incluso estuvo ingresado en el hospital St. Andrews, aquí están los papeles que lo acreditan —dijo, mostrando una carpeta.

 »Y no solo eso —continuó—, sino que el congresista ha creado varias organizaciones que han servido como tapadera para negocios fraudulentos y desvió de capital, como la CCSA, que extrañamente ha anunciado el cierre de casi todas sus oficinas en los últimos días.

Amy Bowen se giró preocupada hacia el congresista, que tornó su gesto en otro más serio.

 —Debemos partir cuanto antes hacia Washington, Amy —dijo—. Debo desacreditar a Miller y a sus compinches desde allí. —Se giró hacia Tomaso—. Tomaso, ¿crees que sería posible restaurarme antes de que acabe el día?

 —Bueno... —contestó Tomaso—, aún no sé muy bien qué es lo que pasa conmigo, pero creo que sí. 

Se apresuraron a buscar una iglesia donde pudieran llevar a cabo la ceremonia discretamente, y Sigrid no tardó en dar con una en un discreto pueblo al norte del estado. No había tiempo que perder; en cuestión de una hora, una comitiva de furgones de la CCSA (convenientemente pintados de negro) se desplazaba hacia allí. 

El párroco Michael Scott
En el templo les recibió el párroco Michael Scott, un joven cura de veinticuatro años, que se declaró admirador del congresista, saludó con reservas a la hermana Mary y las demás y mostró su extrañeza ante lo... irregular de aquella situación, con tanta gente del gobierno acudiendo a su pequeña parroquia.

La ceremonia se prolongó a lo lardo de aproximadamente una hora y media, y aunque todos se mantuvieron alerta y en un estado de tensión extremo, esta vez no hubo sorpresas inesperadas. Como ya era habitual, Tomaso fue envuelto en un resplandor dorado (ante la sorpresa del párroco Scott, que abrió mucho los ojos durante todo el proceso) y finalmente se desvaneció y fue ayudado por las hermanas. Ackerman no notó gran cosa, y como también venía siendo ya habitual, Patrick inspeccionó su aura.

 —Está bien —dijo el profesor, con un ligero gesto de alivio y los ojos velados, concentrado—, quedan algunas pequeñas máculas aquí y allá, pero nada que no pase por normal. Creo que no habrá problema en que se desplace a Washington, congresista.

 —Físicamente también se nota, Philip —dijo Derek—. Las ojeras han desaparecido, y tu rostro ha recuperado el color normal. Menos mal.

Una voz se alzó desde detrás del altar:

 —Pero... pero... esto es... ¡es extraordinario! ¡Alabado sea el señor! —el párroco estaba fuera de sí—. Señor Belgrano, ¡es usted un enviado divino! ¡Podía sentir la presencia celestial emanando de usted!

Durante el resto de su estancia allí, el párroco no cesó de repetir que sería un honor que Tomaso acudiera a alguna de sus misas para inspirar a sus feligreses, y finalmente le concedieron poder hablar por teléfono con Tomaso en algunas ocasiones.

De vuelta en Manhattan, Linda informó a Derek de que el día siguiente ya podrían llevar a cabo el traslado a la mansión de Westchester, a lo que el director respondió con un sincero agradecimiento por su eficiencia. Ackerman, su equipo y Frank Evans apenas se detuvieron en la oficina, y partieron inmediatamente hacia Washington junto con otro par de agentes.

Esa noche, Tomaso disfrutó de un más que merecido descanso, y Derek volvió a ver los extraños cuervos en sus sueños, aunque su número había disminuido drásticamente y no tardaron en pasar de largo del edificio de la CCSA. Estos hechos hicieron que durante el desayuno transmitiera sus suposiciones a sus amigos:

 —Creo que nuestro encuentro con los demonios los ha debilitado de alguna forma. Los "rastreadores" que soy capaz de ver en mi sueño han sido muy pocos esta noche, y poco... no sé como decirlo, poco centrados.

 —Bueno, si es así, por fin una buena noticia —apostilló Patrick, un gran fan de apostillar; desde luego, apostillar era lo suyo, sin duda alguna; era un gran apostillador; el apostillador mayor del reino; el sumo apostillador. El desapostillador que lo desapostillare gran desapostillador sería.

Por la mañana, Patrick fue a intentar hablar con Sam Walsh, uno de los autores de las tesis doctorales sobre las posesiones, pero sin éxito; lo tendría que intentar al día siguiente. Se dirigió entonces a la biblioteca, para leer la tesis de Walsh, pero sucedió algo extraño: en todos los registros constaba la tesis, y al parecer nadie la había sacado de la biblioteca, pero tanto el ejemplar físico como el electrónico habían desaparecido sin dejar rastro. Patrick apenas escuchó las palabras de disculpa del personal de la biblioteca, frustrado.

Esa misma mañana, Sigrid adquirió unos cuantos libros que le permitieron recargar sus poderes bibliománticos. Derek, por su parte, se dedicó a coordinar el traslado a Westchester. 

En un momento dado, Sally los convocó a todos ante el televisor; Ackerman no había perdido el tiempo, y había convocado a la prensa aquella misma mañana. Se le notaba el cansancio, pero la energía con que hablaba lo compensaba. Dejó claro que había traidores en el partido y en su equipo, y que estaban intentando socavar su posición por motivos desconocidos. "Va a tener que pelear duro estos próximos días si quiere deshacerse de todas las manzanas podridas que lo rodean", pensó Derek, un poco desesperado por no poder encontrarse con su amigo. De repente, se le ocurrió algo:

 —Sally —dijo—, ¿crees que Omega Prime podría difundir algunas noticias... rumores... sobre Shannon Miller? ¿Algo moderadamente grave?

 —¡Qué buena idea, Derek! —contestó ella, sonriendo y abriendo su portátil—, ahora mismo contacto con ellos.

"Bueno, quizá finalmente sí pueda ayudarte, Philip", Derek sonrió para sus adentros. Poco después se reunía con Samantha Owens, a la que anunció que dejaba al cargo de la organización mientras él estuviera en el extranjero.

 —Además, necesito que te encargues de otra cosa, Sam. Tendrás que conseguir que un par de equipos de la CCSA Chicago se trasladen aquí para engrosar filas; entre los que nos vamos a Europa, los que se han ido con Ackerman y los heridos, vais a quedar aquí muchos menos de los que me gustaría, así que tendrán que venir a ayudarnos. No importa como lo hagas, pero lo tendrás que conseguir sin la ayuda del congresista.

 —No se preocupe, director —contestó Owens, muy segura de sí misma—, déjelo todo en mis manos.

 

Ya trasladados a la mansión de Westchester, Sigrid utilizó el resto del día en realizar los rituales necesarios para el traslado y establecimiento de su Biblioteca. Además, decidieron retrasar su viaje del viernes al sábado para que Patrick pudiera visitar de nuevo a Sam Walsh en la universidad el día siguiente, y Tomaso pudiera contactar con el padre Scott para consagrar la pequeña capilla que se había habilitado en la nueva sede de la organización. Las habitaciones de alojamiento de agentes y externos, el gimnasio, el parking y las duchas ya estaban prácticamente finalizadas y operativas. Las instalaciones de laboratorios, enfermería y salas médicas y veterinarias tardarían un poco más en estar listas. Tras una conversación con Patrick, Sigrid llamó a Esther.

 —Cariño —dijo, después de que su hija le dijera que todos estaban bien y le informara de todo—, necesitamos que localices en la biblioteca de Emil todos los libros que puedas sobre posesiones, exorcismos y atlantes.

 —¿En la biblioteca pública o en su bibliteca privada, mamá? —preguntó Esther.

 —De momento en la pública, no quiero que te arriesgues lo más mínimo mientras estés ahí. Emil posee cientos de miles de libros, estoy segura de que encontrarás alguno interesante.

 —Vale, me pondré con ello en cuanto cuelgue.

 —Muy bien, muchas gracias, y ten mucho cuidado.

 —Lo mismo te digo, mamá.

Sigrid sonrió, como siempre que hablaba con su hija, de la que estaba profundamente orgullosa, mientras acariciaba su preciada pulsera minoica. Esa pulsera siempre le recordaba a su hija, que en la infancia se había obsesionado con la isla de Creta y los minoicos. Era simple, de bronce, con una cabeza de toro en la parte externa y abierta en la parte interna, acabada en dos protuberancias en forma de pezuña. Simple, pero muy valiosa. No recordaba cuándo había empezado a llevarla encima (no tenía por costumbre hacer un uso personal de sus antigüedades más valiosas), ni siquiera si esos recuerdos eran de esta vida o de la pasada, pero la pulsera era preciosa, y le gustaba la manera en que la cabeza de toro reflejaba la luz... el toro minoico... Cnossos... el minotauro en el laberinto... Minos... Dédalo... Teseo.. Levantó la vista y miró su reloj. "¿He pasado dos horas contemplando la pulsera?", pensó, "¿¿Cómo puede ser??". Sacudió la cabeza, y se fue a seguir poniendo orden en su biblioteca.

La primera noche en la mansión discurrió tranquila, Derek ya no vio ningún cuervo ni figura extraña, y así lo comunicó al resto por la mañana; todos se congratularon por el éxito del traslado.

El padre Scott se mostró entusiasmado cuando Tomaso le llamó para pedirle el favor de consagrar la capilla; tanto, que aceptó incluso desplazarse hasta allí con los ojos vendados (toda precaución era poca hasta que conocieran mejor al sacerdote). Por otra parte, Derek encargó a Linda que dispusiera todo lo necesario para que su familia se trasladara al pequeño pueblo del padre Scott, que le había parecido lo suficientemente discreto y remoto para que estuvieran a salvo. 

De vuelta en la universidad, Patrick se encontró por fin con el doctor (en psiquiatría) Sam Walsh. Este esbozó una sonrisa socarrona cuando el profesor le habló de la ausencia de su tesis en la biblioteca.

 —No me extraña nada —dijo—. En el mundillo universitario, es un secreto a voces que todo aquel que se ha dedicado a investigar esa área (las posesiones, me refiero) ha tenido multitud de problemas. Yo mismo cambié mi área de especialización y realicé una nueva tesis por tales motivos... retirada de fondos, falta de subvenciones...

Cuando Patrick le pidió ayuda para entender mejor el proceso de posesión alegando que ayudaba a una familia desesperada, Walsh se encogió de hombros.

 —Pues en realidad no sé de qué manera podría ayudarle, señor Sullivan, más allá de enviarle mi tesis, de la que —bajó la voz teatralmente— guardo varias copias. Pero le agradecería una discreción absoluta en su divulgación.

 —No se preocupe por eso —contestó Patrick, sonriendo—, su tesis no la verá nadie más que yo.


El día siguiente, tras despedirse de todo el mundo y dejar a Owens al cargo de la organización, Derek, Tomaso, Sigrid, Patrick, Jonathan, Sally, Moss y Yatsenko abordaron el avión que les llevaría a Londres. Durante el vuelo, Patrick comenzó a leer la tesis doctoral de Walsh, una tarea nada fácil, ya que estaba plagada de tecnicismos psicológicos y psiquiátricos, evaluciones de personalidad y un sinfín de datos abstrusos que lo obligaban a consultar a menudo en Internet. Consiguió leer unas cuantas decenas de páginas antes de aterrizar. Pero esta primera parte fue suficiente para sacar en claro que los conceptos tratados eran muchísimos: mencionaba las ondas alfa cerebrales, las ondas beta, la terapia gestáltica, la conductiva-conductual, unos cuantos conceptos budistas y de meditación, todo ello aderezado con unas gotas de mecánica cuántica. Por el vistazo que echó a la parte final, parecía que la tesis sostenía un éxito limitado combinando una serie de terapias con tratamientos químicos, y que mencionaba la susceptibilidad de los humanos a las posesiones y varios eventos extraños que habían tenido lugar en los últimos dos siglos, como el terremoto de Lisboa de 1808 y varias erupciones más sin explicación; también hacía referencia a varios manuscritos hallados en Nueva Inglaterra en los que se hacía referencia una "extrañas columnas de sombras", y al "día oscuro"; la referencia a estos documentos remitía a otra tesis doctoral en otra universidad.


Cuando pusieron pie en tierra, lo primero que hizo Derek fue llamar al antiguo embajador, y Vástago de Mitra, sir John Wesley Atkinson. Desafortunadamente, según le dijo el mayordomo, no se encontraba en casa en ese momento. Pero volvería en breve, esa noche o el día siguiente, así que tomó nota del teléfono de Derek para dejarle el recado a sir John. Por la información que les dio, Yatsenko sugirió que era posible que estuviera realizando algún ritual en alguna de las cavernas de Mitra (los templos de Mitra se encontraban en cavernas excavadas en la roca). 

Tras pernoctar en un buen hotel, el día siguiente Sigrid, Patrick, Tomaso y Jonathan se desplazaron a la mansión de Jacobsen mientras el resto se quedaba en el hotel esperando la llamada de Atkinson o noticias del grupo. Como ya les había informado la anticuaria, la mansión era enorme y más que una casa era una fortaleza. La finca se extendía a lo largo de muchas hectáreas de terreno, fundiéndose al fondo con los bosques que precedían a las colinas. Varios hombres armados montaban guardia, y tuvieron que detenerse dos veces en sendos controles antes de llegar a la pequeña glorieta que daba acceso a la casa principal. Allí dos mujeres salieron a recibirles: una de ellas era Esther, la hija de Sigrid, que se apresuró a abrazar a su madre con gesto alegre. La otra, de aproximadamente la misma edad que Sigrid, era una desconocida para todos, excepto para la anticuaria.

 —Bienvenidos, espero que hayan tenido un buen viaje —empezó, con una perfecta dicción—. Permítanme presentarme; mi nombre es Paula Jacobsen, soy la hermana de Emil y me alegro de que Sigrid haya podido traerles hasta aquí. Hola, Sigrid —añadió, sonriendo—.

 —Buenos días, Paula —contestó Sigrid—, espero que vaya todo bien.

 —Bueno, ya sabes... lo de Viena ha sido algo inesperado... y Ramiro...

Sigrid torció el gesto y afirmó con la cabeza, y acto seguido, Paula les indicó que la siguieran al interior de la casa. Sigrid aprovechó para contarles en susurros que Paula era tan peligrosa como Emil, y que en el pasado había estado enamorada de Ramiro.

En realidad, Paula era una mujer bastante atractiva, y Tomaso no pudo evitar notar que le dirigía varias miradas valorativas, aunque discretas. Así que aprovechó para dirigirle aquella irresistible sonrisa suya, a la que Paula respondió con un gesto ambiguo. "Bueno, veremos qué sale de esto", pensó el italiano, confiado de sus habilidades seductoras.

Emil Jacobsen, librero y Bibliomante
Paula les invitó a ponerse cómodos en un bonito salón donde esperarían a Emil, que se encontraba ausente en esos momentos. Sirvieron varias bebidas y charlaron agradablemente durante un rato, hasta que Jacobsen apareció, con gesto serio y acompañado de un par de tipos. Era la viva imagen de un aristócrata, con el pelo cano, traje entallado, una pajarita que en otra persona habría resultado ridícula pero que a él le daba un porte distingido, las cejas pobladas y sus lujosas gafas, que no escondían unos profundos ojos azules pálidos como el  hielo.

 —Qué bueno verte por aquí al fin, Sigrid —dijo el librero, con aquel tono de falsa alegría que Sigrid había aprendido a identificar hacía mucho tiempo, y que la puso en guardia—. Y veo que has traído refuerzos, muy bien, excelente.

Después de las pertinentes presentaciones y una explicación tácita sobre las distintas habilidades, Jacobsen fue directo al grano:

 —Bueno, Sigrid, y ahora no te importará que te pregunte algo, ¿verdad? —por supuesto, no esperó respuesta— ¿Qué pasó en Nueva York? Según tengo entendido compraste un número desproporcionado de libros, y tú y yo sabemos lo que eso significa... ¿conseguiste algún libro interesante? —se refería obviamente al libro de Taipán.

Sigrid ya tenía prevista esta situación, y ya había preparado su historia para cuando llegara el momento; así que la soltó, esperando poder engañar al que era quizá el hombre más peligroso de Europa... le contó que todo el episodio de los libros había sido en realidad una encerrona para atrapar al tal Sergei Ivánov, que les había complicado mucho el encuentro con Taipán y que había llegado a tentarles, incluso a amenazarles, para que dejaran a Jacobsen y trabajaran para él. 

Emil pareció tragarse el cuento, porque al parecer no conocía a Ivánov/Novikov y la explicación de Sigrid estaba muy bien argumentada, así que, dándose por satisfecho, cambió de tema.


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