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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 36

Salvando a Ramiro

La cara de Sigrid demostraba a todas luces su preocupación. El resto del grupo la miró, esperando ansiosos. La anticuaria suspiró y les contó:

—Ramiro ha hablado primero, y después lo ha interrumpido otro hombre. Ha dicho que salgamos de la mansión y esperemos su llamada.

—¿Pero estás segura de que era Ramiro? —preguntó Tomaso, tras unos segundos de silencio.

—Sí, seguro que era él, absolutamente.

—Entonces, ¿qué? ¿Quieren que salgamos ya? ¿En secreto? —inquirió Patrick.

—No lo ha especificado, pero por la manera en que lo ha dicho, supongo que será así.

Después de que Sigrid les diera más detalles e impresiones sobre la breve conversación que había tenido, Derek sentenció:

—Yo creo que deberíamos decírselo a Paolo, no quiero ocultarle cosas para meternos en otra trampa.

—Yo pienso que el del teléfono no era Ramiro —dijo Patrick—, pero evidentemente para mí es muy fácil decirlo... ante la duda debemos suponer que sí.

—Y si nos vamos de improviso —añadió Jonathan—, Paolo seguramente se llevará a la familia de Tomaso.

—Sí —acordó Sigrid, presionando sus lagrimales, como si le doliera la cabeza insoportablemente—. Supongo que lo mejor es decírselo, y aliarnos de alguna manera.

Theo Moss expresó en este punto sus reservas acerca de una alianza con Paolo, y cuáles serían las condiciones, pero no podían arriesgarse a que el marido de Sigrid sufriera algún daño pudiendo ayudarlo, así que finalmente, el grupo decidió por amplia mayoría llegar al acuerdo con los poseídos.

Media hora más tarde se reunían con Paolo, Camil y una decena de sus secuaces en la enorme cocina de la villa. Sigrid les explicó con todo lujo de detalles la llamada que había recibido.

Camil Rangelov

—¿No podrías pedirles una prueba en vídeo de que se trata de tu esposo? —preguntó Camil, con su fuerte acento de Europa oriental.

—Supongo que podré hacerlo una vez que hayamos salido —contestó Sigrid—. No puedo llamarles yo, tengo que esperar su llamada.

Paolo miró fijamente a Tomaso durante unos segundos, y con una ligera sonrisa, murmuró: "un gran revuelo, desde luego". A continuación, añadió:

—Entonces, ¿cuál es vuestro plan?

—Salir de la propiedad, esperar la llamada, pedir la prueba de vida, y negociar. Y si hay que luchar, luchar —dijo Sigrid.

—Lo malo —interrumpió Sally—, es que, por lo que yo entiendo, es que nos pidieron que saliéramos sin decírselo a nadie.

—Pero no lo especificaron —aclaró Patrick.

—Bueno, sí —siguió ella—, pero en mi opinión se sobreentendía. El caso es que, si es verdad que nos están vigilando, sabrán que se lo hemos contado a Paolo, y es posible que no nos llamen.

—Puede que sea así, pero lo hecho, hecho está —atajó Derek—. Preocupémonos de lo que podemos controlar.

Todos callaron cuando se dieron cuenta de que Paolo estaba en silencio, concentrado, introspectivo. Sus ojos cambiaban ligeramente de color cada pocos segundos. Sigrid, Derek, Patrick y Tomaso se miraron, mientras, por turno,  Paolo les sostenía la mirada fijamente durante unos segundos. Rebulleron en sus asientos. Al cabo de tres o cuatro minutos, habló:

—Vamos a ver... como ya le comenté a mi hermano, esto es demasiado revuelo, y el primer paso para nuestra alianza es la sinceridad... Necesito saber qué puede inducir a un grupo tan poderoso y con unos poderes tan fuera de lo común a seguiros de una manera tan insistente y tan implacable. Necesito saberlo. —Dudó durante unos instantes, y añadió—: En realidad no necesito saberlo, sois libres de marcharos cuando queráis, pero si queréis nuestra ayuda, ese es el primer paso en la negociación. Ya sé que tú —señaló a Derek—, tú —señaló a Tomaso— y tú —señaló a Patrick— sois poseedores de unas capacidades infrecuentes, es tontería que lo ocultéis.

Patrick y Sigrid intentaron dar largas y distraer la atención de esa sinceridad que requería Paolo, pero les fue imposible. Finalmente, Tomaso, que había estado callado durante toda la conversación, irrumpió:

—¿Quieres saber lo que soy capaz de hacer yo, Paolo? ¿En serio? —Paolo asintió con la cabeza, el rostro tenso ante las divagaciones de Sigrid y Patrick—. Te puedo mostrar de nuevo el camino hacia la Luz y limpiar tu alma. Soy un vehículo para el poder del Señor.

—Interesante, sí, tienes una conexión que no acabamos de entender... interesante... y el día de Tunguska... eso te convierte en nuestra némesis, por supuesto, y a su debido tiempo tendremos que tomar medidas... no ahora, por supuesto.

—Por mi parte —añadió Derek—, solo soy un atlante con suerte... diría que con mucha suerte.

—También me cuadra eso —dijo Paolo, y se volvió hacia Patrick.

El profesor se mostró reticente a revelar sus capacidades, lo que devino en una breve conversación acerca de la existencia, su probable próximo final, y la falta de un Conde St. Germain que pudiera salvarla. Finalmente, Paolo se hartó:

—Bueno, Patrick, tu resistencia a decirme cuál es tu don es muy significativa, y si no quieres hacerlo voluntariamente, voy a tener que averiguarlo yo mismo... —se puso de pie.

—Está bien, Paolo —contestó rápidamente Patrick, ante la amenaza—. Pero antes, solo quiero saber un par de cosas sobre las posesiones. Hasta donde yo sé, las posesiones son aleatorias, pero después de investigar un poco en esta realidad, me he dado cuenta de que eso no es así. Quiero saber si es posible dirigir una posesión hacia una persona voluntariamente. 

—Sí, es posible —Paolo sonrió.

—¿Y qué tiene que ocurrir para convertirse en alguien como tú?

—Tener una fuerza de voluntad casi sobrehumana, y ser poseído por entidades muy poderosas —siguió sonriendo Paolo.

—¿Y es una lucha constante?

—No tiene porqué.

—¿Y tú puedes hacer que otros demonios puedan poseer a determinadas personas a tu elección?

—Se puede decir así.

—¿Y por qué hay muchas más posesiones en esta existencia? ¿Qué ha ocurrido respecto a la anterior?

—Que el Velo es más fino, una de las cosas que conseguimos en Tunguska.

Patrick quedó pensativo unos segundos, al cabo de los cuales suspiró y espetó:

—Altero la realidad.

—Mmmmhhh... ¿en qué sentido? ¿Es algo que obtuviste en Tunguska?

—En la anterior realidad tenía algo parecido, pero ahora tengo una capacidad mucho mayor, y diría que mucho más peligrosa también.

—¿Podrías hacernos una demostración? —inquirió Paolo.

—No, no es demasiado seguro. Un ejemplo de lo que puedo hacer es —dijo recordando la demostración ante Jacobsen— marchitar una flor y luego devolverla a su estado original. O devolverla a su estado normal directamente cuando ya está marchita. O cualquier cosa que se te ocurra.

Uno de los pocos poseídos que controlaba el inglés lo suficiente como para entender a Patrick aparte de Paolo o Camil pareció reaccionar a las palabras del profesor:

—Entonces... —dijo, y Paolo y Camil se volvieron hacia él—, entonces... ¿¿es usted capaz de reducir la entropía??

—¿Cómo? —djo Patrick, sorprendido—. No sé lo que quiere decir.

—Santoro es nuestro aficionado a la ciencia —dijo Camil, irónico.

—Ya sabe... la entropía... segunda ley de la termodinámica... la entropía (el desorden para entendernos) en el Universo solo puede ir a más... y usted es capaz de reducirla... impresionante.

—¿Es lo suficientemente impresionante para que los persigan por toda Europa, Santoro? —preguntó Paolo.

—Si tenemos en cuenta... bueno... que es capaz de realizar algo imposible... pues diría que sí.

—Ufff... —continuó Paolo—. Esta revelación es tremenda... —De repente, pareció darse cuenta de algo, y añadió—: ¿Serías capaz de recrear la existencia, Patrick?

—No, eso lo veo imposible —respondió el profesor.

—El problema —intervino Sally— es que si Patrick cae en las manos de esa gente (o de cualquier otra), no sabemos lo que podrá pasar.

—Bien, bien, bien... entonces eso no podrá pasar. ¿Has pensado ya en mi oferta, Sigrid? —preguntó, refiriéndose a la propuesta que le había hecho de ser poseída unas horas antes.

Patrick y Derek intervinieron junto a Sigrid, alegando uno que debería asegurar el control de la anticuaria sobre cualquier entidad que albergara, y otro que no estaba de acuerdo en que fuera poseída.

—Ya os anticipo —cortó Paolo, algo enojado— que, si queréis que nuestra alianza continúe, al menos dos de vosotros deberán pasar a formar parte de... nuestro... club. Os voy a ayudar en esto, porque soy el primer interesado en que Patrick no caiga en malas manos, pero a continuación tendremos que plantearnos varias cosas. Volvamos al principio... ¿cuál es el plan?

Tras conversar un rato sobre las posibles contingencias, se acordó que un equipo de poseídos seguiría al grupo a buena distancia y tiempo para no levantar sospechas. Además estarían en contacto permanente e informarían a Paolo de todo lo que sucediera. Por otra parte, Patrick y Sigrid seguían informando a Jacobsen cada pocas horas según el protocolo acordado.

Después de pertrecharse con armas, aproximadamente a las tres de la madrugada, el grupo, Sally, Theo y Jonathan subieron a uno de los SUVs que había en la villa y se dirigieron hacia el exterior de la propiedad. A un par de kilómetros de la casa, Sigrid recibió una llamada. Puso el altavoz.

—Señora Olafson... ¿han salido discretamente? ¿Con las luces encendidas y en coche? Mmmmh...

—No tenemos problemas con Paolo y su gente, nos han dejado marchar libremente —mintió la anticuaria—. Antes de hacer nada más, necesito una prueba de vida de mi marido; no continuaré con esto si no me la envían.

—Está bien. En unos minutos se la enviamos. De momento, pónganse en marcha hacia Milán. Y solo ustedes cuatro.

Dejaron a Jonathan y los demás, que se marcharon hacia el pueblo en busca de un vehículo con el que dirigirse a Milán. El grupo salió hacia allí, después de que Patrick le pidiera a Sally que contactara con Omega Prime para intentar localizar el móvil de la llamada.

Al cabo de unos quince minutos, Sigrid recibió un enlace a un vídeo.

La cámara estaba en la oscuridad, en una habitacion en penumbra. A continuación, alguien encendió una linterna y enfocó el rostro de Ramiro, algo demacrado y descuidado. "Sigrid", dijo, "no les digas nada, no les digas nada, no trates con ellos". La linterna apuntó más abajo, igual que la cámara. Se vio la mano de Ramiro sobre una mesa; un cuchillo de carnicero bajó violentamente, cortándole el meñique. "¡Aaaaah! ¡Aaaah!", gritó. La cámara fue salpicada con gotas de sangre. Las lágrimas asomaron a los ojos de Sigrid.

Varios segundos más tarde, sonó de nuevo el móvil. Volvió a poner el altavoz.

—Esperamos que haya sido suficiente prueba. Conduzcan hasta Milán y salgan por la salida tangencial este.

Patrick intentó tranquilizar a Sigrid, alegando que igual al que habían visto no era Ramiro. La anticuaria estaba presa de un estado nervioso bastante acusado, pero el profesor consiguió controlarla. Tomaso condujo mientras tanto hacia el norte, tomando café para vencer el sueño e informando a Paolo del camino que les habían hecho tomar.

—No me parece demasiado buena idea, Tomaso —dijo Paolo.

—Ni a nosotros tampoco, pero la vida de Ramiro está en peligro... ya le han cortado un dedo de la mano. Son unos sádicos.

—Entonces, tengo que sacar de aquí a Andrea y a los niños.

—Prométeme que no los convertirás en poseídos.

—Te lo prometo, si eso sirve de algo —djo Paolo irónicamente—. Los pondré a salvo y dentro de unos minutos enviaré tras vosotros a Camil con algunos hombres.

A mitad de camino, el grupo decidió arriesgarse a provocar la ira de sus enemigos, y parar en un hotel de carretera a descansar al menos dos o tres horas. No sirvió de mucho, porque su sueño fue nervioso y superficial, pero psicológicamente fue un ligero alivio. No obstante, el descanso provocó que a las siete horas desde su partida, Sigrid recibiera una nueva llamada.

—Les dijimos que acudieran a Milán directamente, y no hay ni rastro de ustedes.

—Hemos tenido un problema que solucionar —contestó Sigrid—, pero llegamos en breve.

Al fondo de la conversación se oyó un aullido. Un escalofrío recorrió la columna de Sigrid al reconocer la voz de Ramiro.

—Me temo que su marido ha perdido otra parte, señora Olafson, no se detengan más, por favor —y colgó.

Con Patrick al volante, llegaron a Milán alrededor de mediodía y tomaron la salida que les habían indicado. Poco después, Sigrid recibía una nueva llamada. Lo único que dijo la voz al otro lado fue que se dirigieran a una determinada dirección. Por supuesto, la dirección fue enviada a Sally, Jonathan, Paolo y Camil.

Antes de acudir allí, lo primero que hicieron fue intentar esconder rápidamente el libro de tapas negras en una oficina postal. Cuando se detuvieron, Derek se dio cuenta de que un coche se detuvo cincuenta o sesenta metros para atrás.

—Nos siguen, no podemos entrar —dijo Derek, que disimuló inspeccionando los neumáticos y volvió a entrar en el vehículo. Decidieron esconder el libro en el coche.

La dirección les llevó a un barrio residencial con casas bajas adosadas. La dirección correspondía a una de ellas, bastante discreta y normal. En la puerta había una cámara. Derek, presa de una rabia prácticamente incontenible, la arrancó y sacó su pistola.

Tomaso llamó a la puerta, y esperó. No contestó nadie. Al cabo de unos segundos, empujó la puerta. Estaba abierta. Sigrid recibió una nueva llamada.

—Está abierto. Diríjanse a la cocina, y por favor no rompan más cámaras.

Se miraron. En voz baja, decidieron que entrarían Tomaso y Sigrid. Derek y Patrick esperaron en la acera; el barrio estaba tranquilo.

En el interior, Tomaso y Sigrid pudieron ver que las habitaciones estaban vacías, y lo único que había eran cámaras. Llegaron a la cocina. Se miraron cuando lo único que pudieron ver allí fue una pequeña mesa con cuatro vasos llenos de líquido. "Bastardos", pensó Sigrid, "¿beber sin negociación? No puedo entregar a mis amigos por mi marido".

—No, esto no... —empezó a decir.

En ese momento, mientras Tomaso cogía dos vasos en las manos y olía el contenido, Sigrid recibió una llamada. 

—Vámonos —dijo la anticuaria mientras contestaba al teléfono.

Comenzó a moverse hacia el exterior, seguida de cerca por Tomaso, mientras la voz les instaba a quedarse en la casa y beber el líquido. Sigrid no hizo caso.

Y la casa explotó.

—¡¡¡¡Patrick!!!! —le dio tiempo a gritar a Sigrid, pero el infierno se desató a su alrededor. Tomaso vio cómo todo acababa.

*****

En el exterior, Patrick, que esperaba cualquier cosa, reaccionó en una fracción de segundo al sentir la primera explosión y, sobre todo, la enorme angustia de sus amigos a través del vínculo kármico. "¡Mierda!", pensó, "¡Tomaso! ¡Sigrid! ¡¡No!!". Su mente reaccionó prácticamente por intuición, y, con un esfuerzo titánico de voluntad, consiguió detener el tiempo en el recinto de la casa. Comenzó a sangrar por la nariz, con las venas del cuello y la frente hinchadas por el esfuerzo. Derek apenas se dio cuenta de lo que pasaba hasta que Sigrid y Tomaso aparecieron en el umbral y Patrick ya no pudo resistir más. Dejando ir la burbuja temporal, la casa fue presa de cuatro explosiones prácticamente simultáneas que arrojaron a todos a varios metros de distancia.

Con los oídos pitando y la cabeza dándole vueltas, Derek pudo ver en una especie de niebla cómo varios coches llegaban por ambos lados de la calle. Otro coche se estrellaba contra uno de los primeros procedente de una calle perpendicular, y Jonathan salía por la ventanilla haciendo una acrobacia. Más allá, creyó ver una camioneta con Camil de copiloto...


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