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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Entre Luz y Sombra
[Campaña Rolemaster]
Temporada 4 - Capítulo 28

Investigando al Enemigo

Con la noche ya bien entrada y agotados por el largo día, el grupo volvió al interior del palacio junto a la reina, lady Ilaith y la comitiva de nobles. La canciller de la Federación Comerciante intentaba aprovechar al máximo posible los réditos que les había dado aquella victoria; al fin y al cabo, los cuatro héroes (o al menos tres de ellos) eran personas de su confianza. Eran aclamados por todos aquellos que los veían pasar, fueran guardias, comerciantes, soldados o granjeros. Galan Mastaros salió a su encuentro y les felicitó por la gloriosa victoria que habían conseguido.

Poco tiempo después, organizadas las brigadas de trabajadores que debían restaurar (al menos en parte) la integridad de los muros, se acostaron para intentar tener un sueño reparador.

De madrugada, Symeon se despertó bruscamente. Inconscientemente, supo al instante lo que había pasado: una de sus alarmas oníricas en el perímetro de la fortaleza, concretamente la de más al norte, había detectado una intrusión. Habían pasado más de seis horas desde que se habían retirado, así que se encontraba lo suficientemente descansado como para recoger sus pertrechos y en pocos segundos avisar a Daradoth, explicándole la situación. Mientras el elfo corría a proteger a la reina, el errante despertaba a Galad y Yuria.

Daradoth puso sobre aviso a todos los guardias con los que se encontró de un posible ataque con medios sobrenaturales. Por descontado, los guardias ante los aposentos reales le dejaron pasar sin problemas, y despertó sin contemplaciones a la reina y sus damas de compañía.

—Majestad —urgió—, Symeon ha detectado una intrusión en el mundo onírico, y tenemos que estar despertados. —Señaló, autoritario, a uno de los guardias de la puerta, y ordenó—: Aseguraos de que lady Ilaith se despierta y traedla aquí  inmediatamente.

Pocos momentos después el resto del grupo llegaba a los aposentos reales, seguido de Ilaith y sus guardianes. Symeon informó a todos de lo que había ocurrido.

—No puedo daros más detalles, salvo que alguien ha irrumpido subrepticiamente en la fortaleza.

Esperaron durante una media hora, y Symeon volvió a percibir una irrupción.

—Otra alarma se ha disparado. En la muralla noroeste. Permaneced despiertos, pronto amanecerá.

Dejaron transcurrir otra media hora aproximadamente, e intentaron avistar alguna cosa extraña en la zona donde señalaba Symeon, pero ni por medios naturales ni sobrenaturales pudieron detectar nada. El sol se elevó sobre la ciudad.

—Lo mejor es que cada uno vuelva a sus quehaceres —dijo Daradoth. Y así lo hicieron, dado por terminado el descanso y confiando en que podrían recuperarse mejor la noche siguiente.

—Esperemos que esos intrusos no nos den ningún problema. 

Tras comer algo, se dirigieron a la sala del consejo, donde los bardos levantaron áreas de silencio a petición de Symeon. Era mejor evitar posibles oídos indiscretos desde el mundo onírico.

—Hemos triunfado aquí —empezó Symeon—, pero ahora debemos encargarnos del ejército invasor que viene desde el sur. Tenemos semanas hasta que lleguen, pero tampoco parece buena idea dejarlos arrasar con todo a su paso en el ínterin.

—Lo mejor es que usemos el Empíreo para espiar sus fuerzas.

—Mientras no cuenten con esos malditos cuervos, sí.

—Pues decidido —zanjó Yuria—. Mientras nosotros exploramos, sir Garlon, Tybaten y Svadren deberán organizar los juramentos y reorganizar las legiones según las guías que ya les he dado. El Nocturno partirá con lady Sirelen para encontrarse con sus dos legiones fieles que tienen que estar a punto de llegar a la Casa de los Héroes y las guiará hasta aquí. Queda el asunto de los prisioneros.

—Empleémoslos en reconstruir las murallas, eso lo solucionará de momento —propuso Galad.

—Sí, es una buena idea —corroboró Ilaith—. Y, como sabéis, la Federación dista mucho de estar en orden, así que no tenemos mucho tiempo más para quedarnos aquí, deberíamos atar todos los cabos cuanto antes. Ese ejército invasor debería conocer cuanto antes las nuevas de que sus aliados han sido derrotados y el asedio a Doedia levantado. Quizá así desistan y den media vuelta.

—Podríamos soltar a algunos de los elfos oscuros prisioneros —sugirió Daradoth—. Cerca de ellos, quizás.

—Mi duda —dijo Yuria— es si ese ejército se dirigía realmente a Doedia o marchaba hacia otro lugar.

—Aun así, haber perdido a su aliado haría que se replantearan sus objetivos —intervino Galad.

—No sería mala idea hablar sobre este tema con los nuevos generales, Tybasten y Svadren.

Así lo hicieron. Convocaron a ambos generales, y mantuvieron una conversación sobre qué sabían y qué no acerca de las intenciones de los nuevos invasores. Según les dijeron, no conocían exactamente qué planes había tras la caída de Doedia, pero conocían que acudían refuerzos desde el sur. Nadie les había comunicado nada explícitamente, pero todo apuntaba a que, ya que Datarian quería ante todo restaurar la grandeza de Sermia, habrían lanzado un gran contingente a la invasión del imperio vestalense. Poco más pudieron sacar en claro.

Entonces, Galad propuso una alternativa:

—Quizá podríamos interrogar a uno de los elfos oscuros prisioneros.

—No creo que los elfos oscuros nos digan nada, ni siquiera bajo métodos menos... pacíficos —dijo Daradoth.

—No con métodos tradicionales, pero si no me equivoco, contamos con medios de los que la mayoría no dispone —intervino Anak.

Galad pensó durante unos momentos qué quería decir el bardo, pero enseguida cayó en la cuenta. 

—Es cierto, mediante métodos sobrenaturales quizá podemos obtener algo.

En pocos minutos se encontraban ante uno de los elfos oscuros en los calabozos. Daradoth quedó en el exterior, en previsión de la rabia roja que le inundaba ante la presencia de seres de Sombra y su posible falta de control. Anak y Galad se encargaron de convencer al elfo con sus respectivos hechizos, y consiguieron que les revelara algo de información: reveló que los elfos oscuros que habían asediado Doedia habían venido por los túneles del Kaikarésta, cuyos túneles albergaban un espacio cambiante.

—Es como si el tiempo no transcurriera mientras viajas por los túneles. Es extraordinario.

—¿Pero durante muchos kilómetros?

—Desde Krismerian, claro. Desde hace un tiempo, los túneles cambiaron, y alguien descubrió un paso por el yermo norte (al menos suponemos que está allí). Creía que ya conocías esto —el elfo oscuro estaba convencido de que Galad era un buen amigo suyo, debido a los efectos de un sortilegio.

—Y os unisteis a los refuerzos, además de los que vienen en camino.

—Sí, claro, los aliados del Cónclave del Dragón y esos estúpidos nómadas que están convencidos de que vamos a revelar a su dios y a proporcionarles tierras infinitas.

—Y supongo que desde Krismerian vendrán más aliados.

—Sí, por supuesto. No es que el pasaje por los túneles permita el transporte de grandes cantidades, pero poco a poco se van acumulando. 

Galad intentó en este punto averiguar el punto exacto de emergencia de los túneles, pero el elfo no fue capaz de darle una información exacta acerca de eso. Así que cambió de tema:

—Y una vez que cayera Doedia, ¿cuál sería el siguiente paso? ¿El imperio vestalense?

—Esos están acabados y caerán como fruta madura. El siguiente paso era Esthalia. Uno de los bandos enfrentados en su guerra civil nos espera. Robal...

—Robeld de Baun.

—Exacto. Tengo entendido que fue él quien contactó con Datarian y con mis... superiores.

—Ajá. Y para facilitar vuestros planes, usaréis muchos más de esos corvax, ¿es así?

—Sí, claro. Los targios pueden obtener todos los que quieran en la cordillera de las Amaryn. Así es. Y ahora, supongo que podrás sacarme de aquí, estas cadenas me están empezando a molestar.

—Por supuesto, no te preocupes, ahora veré qué puedo hacer —Galad no mentía, como le exigía Emmán. No dijo que lo fuera a liberar, pero aun así, estaría en su mano liberarlo como habían hablado antes.

El paladín no tardó en compartir la información con los demás. Casi todos se sorprendieron al oír hablar de la alianza con el marqués de Arnualles y la intención de los ejércitos enemigos de dirigirse a Esthalia.

Sin más tardanza, Daradoth y Yuria embarcaron con un contingente de paladines (15) en el Empíreo y se dirigieron hacia el sur para explorar y espiar a las fuerzas enemigas. Galad —que se quedó con el Ebiryth para poder comunicarse con Daradoth— y Symeon se quedaron en Doedia para proteger a la reina y su círculo.

Esa misma noche, Symeon se dio cuenta de que dos de sus alarmas en el mundo onírico habían desaparecido. Alguien las estaba anulando. «Algo traman, y no creo que sea para dentro de un mes», pensó.

Tras poco más de una jornada de vuelo, al atardecer del día siguiente, Daradoth avistó por fin un grupo de jinetes, trotando a caballo. A lo lejos, más allá de las colinas, se podía ver una humareda. Pronto avistó otro grupo de jinetes, y finalmente una compañía de soldados con carromatos de suministros. A lo lejos pudieron ver un pueblo que parecían haber saqueado, que no arrasado. De hecho, parecían haber sido bastante respetuosos con los habitantes y la infraestructura, tomando rebaños, cosechas, algún objeto de valor y poco más.

Una observación más detallada reveló que, integrados entre los humanos que parecían formar el grueso del contingente, viajaban unas figuras más grandes. «Más bien enormes», pensó Daradoth. No estaba muy seguro de qué se trataba exactamente, pero podría perfectamente tratarse de trolls. «Por lo menos no hay corvax», fue el magro consuelo del elfo.

Un tiempo después, descendieron a una distancia prudencial y liberaron a un par de los elfos oscuros prisioneros, uno de ellos aquel que había hablado con Galad, confiando en que diseminaran el rumor de la derrota en Doedia.

Otra jornada de viaje y volvieron a la ciudadela de nuevo, donde ya se habían organizado batidas para perseguir a los enemigos y asegurar el entorno. Los ingenieros ya habían empezado la construcción de ballestas circulares para dar caza a los enormes cuervos de la sombra.

 


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