La columna de refugiados se dirigió hacia el sur, hacia la ciudad de Gilmorath, que se encontraba bajo la custodia de lord Rûmtor, rey de la Corona del Erentárna. Ezhabel, Selene -en su alter ego, lady Sarya-, lady Angrid y Enthalior entablaron una desalentadora conversación sobre el futuro que esperaba a su raza y las pocas posibilidades que se abrían ante ellos. Hablaron de exiliarse de Doranna, de lo que Selene no quería ni oir hablar, de retirarse a las fortalezas de la Corona del Erentárna, o incluso a Nímbalos, su capital, donde se encontraban Avaimas y Ferangar comandando la defensa. Enthalior sugirió a Ezhabel que sería imprescindible que se dirigiera a sus súbditos en una arenga, porque la gente estaba desesperada y ya se habían dado casos de elfos que se estaban dejando morir. Ante la insistencia del rey elfo y el acuerdo de todos sus demás acompañantes, Ezhabel, incómoda ante tales actos de grandeza, no tuvo más remedio que asentir.
Por otra parte cabalgaban Demetrius, Leyon, lord Ergialaranindal y Gerudarial, que renovaron los pactos que tenían, no sin antes llamar la atención el Primarca sobre los sacrificios que los ilvos estaban haciendo en aquella tierra. Los personajes se lo agradecieron profundamente. Los ilvos serían recompensandos generosamente, llegado el momento. También hablaron sobre la conveniencia de desalojar a toda aquella gente de Doranna, ante lo que Ergialaranindal reclamó la atención de Ezhabel y lord Enthalior para llegar a un acuerdo sobre el asunto. Tras mucho discutir, no se decidió nada en firme.
Los personajes decidieron que Ezhabel, Leyon, Demetrius y algunos más se transportarían a Gilmorath para observar la situación y volver para informar. Antes de la partida, Ezhabel convocó a las tropas y los refugiados. Los elfos, desmoralizados y derrotados, contrastaban sobremanera con los ilvos, que lucían una actitud mucho más dura y decidida. A pesar de no estar acostumbrada a tales ostentaciones, su arenga fue extremadamente emotiva; Fue aclamada y confirmada como reina, y la moral de las tropas elfas se recuperó a ojos vista entre gritos de "¡a la victoria!¡a la victoria!". Tras Ezhabel, Ergialaranindal se dirigió a sus propias tropas, también con un gran éxito.
Se trasladaron a Gilmorath, acompañados por Terwaranya, que se había reencontrado con Leyon durante los preparativos. La situación en la ciudad era tranquila, la niebla no había llegado hasta allí. Lord Rûmtor los recibió, alegrándose de recibir noticias del norte. Había llegado algún mensajero, pero no tenía claro qué era exactamente lo que pasaba. Los elfos nihilistas seguían siendo un problema, pero de momento los tenía bajo control. Su rostro expresó una gran consternación cuando fue informado de los efectos de la niebla y de la cantidad de buenos elfos que habían perdido en ella. Y había surgido otro problema: la ciudad estaba superpoblada debido a unos cien mil refugiados del reino de Lasar -diez mil guerreros entre ellos- que habían llegado huyendo de la devastación provocada por la Sombra.
Leyon y Terwaranya se reunieron con un grupo de fieles a Ammarië en el antiguo templo de la ciudad. Los elfos miraron con reverencia al hombre, el Brazo de su diosa. Rezaron todos juntos, sintiéndose reconfortados por el calor de Ammarië, distante pero presente.
Retornaron a la columna de refugiados junto a Rûmtor para tranquilizar a los capitanes. Se reunieron de nuevo, para tratar la conveniencia del exilio. Gerudarial insistió en la conveniencia de quedarse aquí y defender lo que quedaba de Doranna, alegando que era un punto de vital importancia para la moral elfa. Pidió explicaciones a Ezhabel por defender la opción del exilio, a lo que la semielfa replicó abruptamente y la tensión se elevó. Carsícores, en su apariencia de lord Turkainn empezó a hablar demasiado abiertamente de que deberían atacar a Khamorbôlg ya y "acabar con aquella tontería". Dejó entrever en exceso su verdadera naturaleza de kalorion. Selene, con el poder de ocho Kothmorui tampoco parecía poner demasiado cuidado en ocultar su condición. Gerudarial se puso en pie, preguntando quiénes eran en realidad. Ezhabel lo instó a sentarse, y el ilvo la silenció con un gesto de la mano, ante el asombro de los presentes.
—¡Es Larmar, estoy seguro! ¡Matadle! —gritó Carsícores. Una explosión de poder acabó con la apariencia de lord Turkainn y dejó ver una sombra del poder demoníaco del kalorion. Al asestar un golpe a Gerudarial, éste ya había desaparecido—.
—¡Cuidado —espetó Selene—, está en el Mundo Onírico!
Todos se miraron sorprendidos, estupefactos por el hecho de que les estuviera ayudando un demonio, quizá un
kalorion. Selene desapareció al instante, con el proceso típico de la entrada en el Mundo Onírico. Quebradora apareció en las manos de Ar'Kathir, cuya expresión de odio era aterradora, y Ergialaranindal y Enthalior atacaron a Carsícores. Pero gracias a Ezhabel -que llegó al corazón de Ar'Kathir de lleno- y los demás, los ánimos se aplacaron y los monarcas se avinieron a razones. Cuando todo se tranquilizó, Selene ya estaba allí. Había sido lo suficientemente sigilosa y nadie se había dado cuenta de su ausencia aparte de los personajes. Con un gesto dio a entender que Larmar, si esa era la identidad de Gerudarial, había escapado.
Tras largos ruegos y exposición de razones, los personajes consiguieron que elfos e ilvos se dieran cuenta de la conveniencia de sus alianzas y las conversaciones se reanudaron tras un pequeño paréntesis. Era evidente que Gerudarial había insistido en que permanecieran en Doranna por algún motivo oculto, así que ya quedaba poca discusión sobre la conveniencia del exilio.
Cuando la conversación acabó, Ergialaranindal se levantó, solemnemente, anunció su vergüenza por haber confiado en Gerudarial tan ciegamente y que se iba a someter al "Juicio del Alba". Entregó su espada a Dailomentar y los guardias carmesí, con lágrimas en los ojos, lo hicieron preso y lo llevaron a algún lugar para ser sometido al juicio de sus semejantes. De nada sirvió la insistencia de todos los presentes en que no había necesidad de aquello; los valores de honor ilvos eran demasiado rígidos. El duque Vensider, como cuñado y segundo del Primarca, tomó el puesto de Ergialaranindal como líder ilvo.
Al cabo de pocas horas comenzaron a oir ruidos en el exterior. Un portal se había abierto en medio de la columna de refugiados, junto a las tropas ilvas, y por él habían empezado a aparecer demonios, sombras, elfos oscuros y figuras con el atuendo de apóstol azul marino, el color de Larmar. Explosiones, rayos y golpes tenían lugar por doquier. No tardaron en llegar a la escena y comenzar la lucha. Ar'Kathir y Enthalior sembraron la muerte por doquier, al igual que Ezhabel y Heratassë. Ayreon se encargó de repeler a los muertos vivientes y los demonios con ayuda de sus dos paladines. Un segundo portal se abrió, y un tercero, por el que, como una marea aparecían demonios y más apóstoles, de Larmar y de Urion. Y enlazados. Demetrius consiguió cerrar un portal con los poderes que le proporcionaba Mandalazâr. Selene y Carsícores aparecieron, la destrucción misma con dos rostros. Leyon invocó el poder de Ecthelainn con una lluvia estelar que deshizo a los apóstoles de Urion y Larmar. Pero el flujo de enemigos a través de los portales era imparable, y los demonios eran muy duros. Heratassë consiguió cerrar otro portal, pero otro más se abrió. ¿Quién poseía tal poder? Confirmando sus sospechas, el propio Urion apareció, pequeño y frágil, pero cuyo poder hacía palidecer a casi todos los presentes. Leyon, en un esfuerzo supremo [tirada abierta], detuvo el tiempo a su alrededor, cosa que casi acaba con él. Consiguió dejar fuera del flujo temporal a varios de sus compañeros y, para su sorpresa, Elsakar y Heratassë no habían sido afectados por la detención.
No sabían qué hacer, y Leyon no aguantaría mucho. Selene propuso que alguno de ellos entrara en contacto con el Bastón de Urion para disputarle el poder del mismo, era lo único que podían hacer. Demetrius intentó coger el bastón, pero algún hechizo de protección le impidió hacerlo y se alejó de él. Ayreon sería el que intentaría acceder a sus reservas de poder. Selene, por su parte, extendió su mano hacia la cabeza de Urion para afectarlo con las Dagas tan pronto como se recuperase el flujo temporal.
Leyon lo dejó ir, cayendo agotado. Ayreon agarró el bastón como si le fuera la vida en ello -lo cual era cierto- y por un momento pudo asir su poder. Pero no era rival para Urion, que giró sus ojos ciegos hacia él, asombrado por su "velocidad". Por suerte, Selene soltó las Kothmorui directas a la cabeza del kalorion, que desapareció al instante. Mientras tanto, por otro portal apareció el propio Larmar, con la palma de la mano extendida y una bola negra sobre ella, bola que creció y lanzó hacia Carsícores. Aparecieron también algunas figuras extrañas, en su mayoría elfos oscuros, con una lágrima tatuada en una de sus mejillas. Como más tarde les informaría Selene, eran miembros de la Senda del Pesar, análogos a los seguidores de la Senda del Dolor. También lucían los extraños aparatos que solían llevar los Maestros del Dolor, pero su forma variaba ligeramente. La lucha se recrudeció y se enquistó hasta que Heratassë y Demetrius consiguieron cerrar los portales que quedaban abiertos. En ese momento, viéndose acorralados, los enemigos huyeron, unos desapareciendo al instante, otros corriendo. Exhalaron aliviados y agotados. Los ilvos y los elfos se encargaron de los restos de elfos oscuros y engendros de la Sombra.
Descansaron durante unas horas y a continuación reanudaron camino, sin problemas hasta que cayó la noche. Desde ese instante y durante todas las horas de oscuridad, portales se abrían aquí y allá a lo largo de la columna. Todos hubieron de estar activos y alerta toda la noche para repeler el flujo de enemigos y para cerrar los portales que se abrían. Selene trajo a Murakh para ayudar a cerrar aquellos portales, y Leyon convocó a los Rastreadores del Silenciado a través del pendiente que lo unía a Adens. Entre todos pudieron contener los ataques y cerrar cuantos accesos se abrían de la nada.
Al amanecer, Dailomentar acudió para informarles que se había desestimado llevar a cabo el Juicio del Alba contra lord Ergialaranindal. El Primarca volvía a tomar el mando del contingente ilvo. Todos se congratularon por la decisión.
Mientras retomaban el camino tras descansar unas pocas horas, Selene expresó su preocupación por el hecho de que Urion ya sabría a estas alturas que Carsícores se encontraba ayudándolos, y no creía que tardara mucho en saber de ella misma y Murakh. Rûmtor insistió en el hecho de desplazarse rápidamente a Gilmorath, porque en caso de que hubiera sido atacada igual que ellos no sabía cómo podían haber resistido. Los Rastreadores, por su parte, se reunieron con Leyon para recordarle el compromiso que habían adquirido con ellos y su promesa de ayudarles a recuperar a sus hermanos. Ese debería ser el próximo paso, pero se antojaba harto complicado.
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